Ya no son tiempos para utopías como la de Moro ni para elogios de la locura
como el de Erasmo de Rotterdam; no estamos tampoco ante utopías
cosmopolitas, pero honestas hasta el escepticismo, con dudas manifiestas
que llegan a desgarrar las Grandes Esperanzas permitiendo que se
entrevea el pesimismo, como las de Kant; ni frente a las desbordantes de
incondicionalidad de Hegel o, las que auguraban engaños y autoengaños
que nadie pudo ver, como las de Marx o las de Heidegger, y esto tan sólo
para nombrar algunos de los diversos y contrapuestos hitos que jalonan
la cuesta abajo por la que se desliza el pensamiento,
arrastrándonos como una inundación y embarrándonos, de momento, bajo el
"pragmatismo" que pregona quedándose tan ancho, como si fuera digno de
ser festejado, que ya no son ni volverán a ser tiempos de "grandes
discursos". Es decir, entendámonos, acabando con la belleza de su arte, quizás lo único que valga la pena, lo único que reconforta, lo dionisíaco del pensamiento,
lo que conmueve, lo que tan gloriosamente exhibió como muy pocos
Nietzsche en sus diatribas, especialmente contra... "los que hacen
Filosofía".
Cabe reconocer que las utopías de hoy en día, las que parecen siempre a punto de constituir un mito nuevo, tienen algo de novedoso, algo que precisamente es lo que se intenta hacer pasar como maduración cuando en realidad, a mi criterio, tan sólo es decadencia: son utopías reformistas, entiendo por ello, con rigor, que van en pos de unas reformas en lugar de ir tras cambios radicales, y donde el carácter utópico que encierran estriba en lo ilusorio de su pretensión de conservar la mediocridad conocida (o soñada, según dicte la edad y/o la ideología del protagonista) mediante "reformas". Así, lo utópico (de una parte lo ingenuo, de otra lo desconcertante y engañoso) estaría no sólo en la creencia o la fe en que tal conservación sea posible sino en que, tan sólo mediante la presión sobre el poder existente se podrían realizar ciertas reformas capaces de evitar la bancarrota... Es curioso, y vuelve a demostrar lo absurdo de la realidad, que esta especie de versión popular (o juvenil) del gatopardismo conservador, que pretendía "cambiar algo para que nada cambie", haya sido inculcado en las masas hasta tal extremo. La apariencia de comodidad y facilidad máxima que aún reviste tal táctica y la resignación generalizada en los frutos de la "redistribución desde arriba" con la que la "sociedad del bienestar" (por el consumo de bajo coste: como el de la democrática Ikea, o los democráticos "fast foods", respectivamente salpicados de diseños y sabores atractivos) ha sabido y podido contentarlas. Esto ha disparado el crédito hasta el infinito, algo que los prestamistas no parecen dispuestos a admitir... y esto materializará "la crisis".
Ante esta realidad, los afectados (que a pesar de lo poco que necesitaban, especialmente ocio y gasto improductivo -en los términos formalmente establecidos-), quieren que todo siga igual, es decir, que el crédito salga de donde sea y como sea o de una carga impositiva sin igual sobre aquellos que se dedicaban a producir lo que querían, que se monte con o sin criterio puestos de trabajo y se asignen salarios para que todo continúe rodando, llenos de felicidad... que se haga lo que sea para permitirle una "supervivencia aceptable" a una masa seudo cualificada que cada vez resulta menos valorada a cuenta del propio proceso de masificación que los ha creado y del que no quieren dejar de formar parte, que impida a cualquier coste el deterioro de su reducido estatus... Lo que se pretende, pues, es echar gasolina al fuego confundiéndola con agua.
Pero hay más. La consecución de esas "reformas" se consideran instituibles mediante una combinación de medios cuyas consecuencias van más allá de su carácter imaginario, y, añado para no dejar cabos sueltos, ello al margen de que sean o no finalmente eficaces, esto es, que produzcan alguna "mella" en los hechos, una suerte de "reorientación" significativa en su "marcha", sean vividos luego como positivas o como nefastas para los intereses de los propios soñadores circunstanciales, o sean reabsorbidos de algún modo. Esos medios empiezan a incluir acciones francamente parapoliciales alternativas como se se tratara de un contrapoder efectivo (¡algo que sólo se ha podido producir gracias al paraguas de una protección gubernamental que se presenta como "tolerancia" y "complicidad relativa"... siendo tan sólo una táctica!). En otras palabras, dan lugar a la coacción por parte de unas indiscutibles milicias callejeras de unos miles sobre la masa un millón más amplia de electores que han preferido la comodidad e incluso la percepción de una mayor efectividad apelando al voto "lleno de indignación" y a las "abstenciones" entre indignadas y decepcionadas. Porque eso son, en uno u otro grado de participación y virulencia, los que participan en las acampadas, las manifestaciones en torno a las tomas de posesión de algunos de los políticos que han triunfado (indiscutiblemente selectos), la apropiación de espacios públicos de manera prolongada (para algunos "permanente"), etc.
Por otra parte, los objetivos se harían efectivos a través de la concurrencia de... nuevos demagogos y... nuevamente organizados (se trate de personajes de conducta doble, oportunista, embozados, reciclados, marginados o emergentes). Las masas no tienen otra alternativa y estas tampoco, como reconocieran explícitamente, por ejemplo pero significativamente, en uno de los discursos propagados en la primera emisión de la "TV del 15-M", donde, sin duda reflejando al colectivo de base o a su mayoría impotente (aunque no huérfano de protección de hecho), se reconocía la incapacidad "propia" de los asistentes y seguidores a distancia (incapacidad que, por cierto, no se proponía superar mediante la reflexión y/o el estudio serio de la realidad y de los contenidos), necesitada del auxilio de unos "especialistas" capaces de "diseñar" por "todos" la "sociedad ideal" del futuro o "a proponer" a los que simultáneamente se apelaba; eso sí, supuesta seguramente la adhesión elemental y como no puede ser de otro modo "ambigua" al "movimiento", esto es, a las tres o cuatro puntos de mínimos que cada cual entiende o desarrolla como mejor (y débilmente) puede; dado que de otra forma, no sólo no serían aceptados sus "diseños", hasta donde se comprendieran o imaginaran, y hasta donde se explicitaran y parecieran atractivos, sino que ni siquiera serían escuchados (obviamente, por supuesto, me imagino el abucheo que mis reflexiones producirían).
En síntesis: conservar lo que se siente perdido y a punto de perderse por completo mediante unas "reformas" que definirían unos nuevos demagogos con la ayuda (presión) de unas milicias de base "protegidas" hasta cierto punto para no dejar de ser "legión" que aceptarían por "pasiva o por activa" responder al juego del que, a fin de cuentas, unos y otros no pasarían de ser meros peones o, en todo caso, futuros nuevos miembros de la "casta" que a la que (a media) se denuesta y deplora. Gasolina, pues, con la ayuda de incendiarios disfrazados de bomberos.
¿Una pena? ¿Una tragedia? ¿Un "eterno retorno"? Bien, son maneras de decirlo... y sin dudas, maneras un tanto desalentadoras. Pero, qué le vamos a hacer, ellos realizan "su destino", como diría un dramaturgo clásico, mientras yo respondo a mi inevitable "conciencia atenta", como habría vuelto a observar Camus. Cada uno a lo suyo, cada uno en su rol... héroes porque se es cobarde, santos porque se es perverso, como habría vuelto a decir Sartre.
Pero de lo que sucede, aún puede sacarse un poco más de punta.
Es evidente, que las utopías de hoy, como todo lo expresable (los discursos), están en concordancia con la decadencia generalizada en la que no cesamos de hundirnos, lo que está estrechamente vinculado con el hecho de que las masas hayan elegido, como no era habitual en "tiempos de penuria" (esos sobre los que versaba Heine en el siglo XVIII alemán), alzar un discurso seudointelectual, esto es, jugando un rol de seriedad y dignidad propio de cónsules romanos, inspirados quizás en algún modelo cinematográfico, tele-serial o videolúdico. Algo que parecería derivarse o estar igualmente vinculado con la marginación y la tendencia a la extinción de la intelectualidad de hasta hace algunas décadas.
Hablamos de nuevas masas, estrechamente "educadas" y "especializadas" para apretar tornillos o para girar tuercas (una cosa o la otra, muy a tono con estos tiempos de especialización) y no para adquirir el doloroso y nihilista método que los obligaría a "saber pensar" y a adquirir una "conciencia atenta",como la llamara Camus, es decir, a ir a la raíz de las cosas y a no soportar el peso de la incoherencia o de la respuesta dogmática y metafísica de último recurso y/o repleta de contradicciones internas. Todo lo contrario: se trata de rehuir el debate en cuanto parece tener demasiada enjundia, o demasiado pesimismo, o demasiada profundidad, o demasiada... ironía; mejor es ignorarlo, vadearlo, atajarlo con escudos dogmáticos o militantes, "lleno de Ruido y Furia/Sin ningún significado", como versara Shakespeare (Macbeth, Acto 5, escena 5), o, en todo caso, sin el significado agitado o expuesto (algo típico por cierto de la demagogia y el desconcierto intencional del que demuestran ser buenos discípulos). Y, aclaro para quien conozca el drama, no hago referencia a "idiotismo" alguno como no sea igualmente histriónico, esto es, el propio de una preferencia militante por la actuar como si se fuese "idiota", una preferencia acomodaticia, nacida en quien se sabe débil y opta por ser astuto, inclusive instintivamente y sin conciencia clara de ello, mediante un heroísmo de utilería y de tragicomedia.
Por fin, de tanto que ha sido algo socialmente demandado (y no hay demandante más potente que el Poder y sus usufructuarios, tal y como sucedió toda la vida, como consta si atendemos al origen de la demanda de telas, especies y perfumes de Oriente, o a los minerales con los que hacer armas y moneda, las verdaderas demandas que llevaron al desarrollo del comercio mundial y las finanzas mundiales; o también, que se atienda al dato que han suministrado recientemente las "industrias del lujo", que afirman ¡haber visto incrementada la cifra de sus negocios a lo largo de la crisis y se vanaglorian de haber aumentado igualmente la contratación laboral, es decir, de ser patriotas!), de tanto que ha sido demandado, repito, ese seudoracionalismo formal de masas hoy en boga, normalmente cientificista pero tan poco propenso a llevar hasta la raíz sus reflexiones como la antigua religiosidad del viejo pueblo (Tolstoy refleja esta mecánica con todo detalle en su Confesión), ni sobrellevar "contradicciones internas" o "incoherencias", al fin ha conseguido marginar y poner al borde de la extinción a las cada vez menos encontrables "conciencias atentas" intelectuales que para nada parecen hoy servir socialmente hablando, pese al nostálgico que le pese.
Galileo y los demás científicos de su época, hay que aceptarlo, no habrían existido sin la demanda de los Medicis y otras cortes ilustradas, ávidas de "riñas de gallos" a las que les encantaba asistir (remito al respecto al trabajo indispensable sobre el tema, Galileo cortesano, de Mario Biagioli, en Katz Editores, Bs. As., 2008, en particular pags. 103-116), Aristóteles no habría existido sin reyes que incluyeran la educación sofisticada de sus hijos no sólo en el arte de la guerra y los deportes sino en el de las ciencias como ornamentos ostensibles... Y hoy en día... ¿para qué sirve un filósofo "de verdad" cuando lo que se requieren cada vez más en exclusiva son "fabricantes de consignas" y en todo caso "reseñas" y entradas "enciclopédicas" para salir del paso, cuya cualidad es precisamente definir la verdad para cada día, incluso para cada momento y circunstancia; tanto por los políticos como por los editores? Un mundo así, obviamente, no necesita mucho más que el debate de bar o sobremesa, el mismo del estilo aparentemente enjundioso pero realmente vacío y retórico de las asambleas de los acampados.
Hablamos de unas masas que por lo general "estudian y trabajan" o que, de mayores, acaban desempeñando algún oficio técnico o administrativo de cada vez menor productividad (este hecho constatado que se usa para cargar el peso de los problemas en los trabajadores, es un derivado inevitable del mundo que la propia burocracia necesita y reproduce, ahondando así la fosa propia que cava con su irracionalismo, absurdidad, ineficiencia, predominio de los objetivos propios de poder por el poder, etc.) Cada vez peor remunerados intentan autorecompensarse reduciendo al máximo sus esfuerzos aumentando al máximo las apariencias. La pérdida sistemática de "nivel de vida", por otra parte, se realiza no tanto por reducciones directas de salarios -¡que incluso!- sino por la vía del aumento de la carga impositiva y el incremento inflacionario de los precios de esos artículos de consumo cuya adquisición acaban asimilando a su estatus irrenunciable (ocio, marcas, tecnología...), y la decepción que produce en gente que fue educada para el infantilismo y no para la madurez, acaba haciendo estragos, y creando un círculo vicioso; apostando todo a la idealización y a las promesas, a las exigencias sin escrúpulos con acusaciones a los inescrupulosos, respondiendo a lo que la propaganda les inyectó en vena mediante el señalamiento seudoideológico del "enemigo público" al tiempo que repartía unas migajas y una parcela de cielo en armonía con una rudimentaria pero instintiva concepción pavloviana. Porque, a fin de cuentas, ¿qué es uno sino eso que se conforma en base al desarrollo condicionado de las propias facultades, en un mundo dado y adoptado, donde se acaba aceptando su selección artificial y sus imposiciones prototípicas?
Y ha calado más allá de lo que se atreven a reconocer sus miembros más honestos y esperanzados: el 15-M no estalla en el entorno de esa fecha porque sí, ni como una respuesta ante "lo mal que van las cosas", sino como toda una respuesta preventiva, esto es, como "lo peor que pueden ir". El zapaterismo logró meter en vena de esa masa antes descrita que "todos los políticos son malos"... pero que "al menos" ellos son más condescendientes... ¡Que esa fue y aún sigue siendo la consigna es algo que se puede observar en las parrafadas repetitivas de los periodistas y tertulianos a sueldo de la camarilla que acuden a los programas de debate televisado! Logró meter en esas mentes predispuestas a adoptar simples consignas que ellos son "la izquierda" hicieran lo que hicieran, y que son el mal menor. Sin embargo, las masas que sufrieron en carne propia los desmanes zapateristas apelaron al voto y a la abstención como medio para "echarlos fuera", dejando a los "decepcionados de la izquierda" un tanto fuera de juego (lo reconzcan o no: y hasta el extremo de reaparecer como una secta más en lugar de una vanguardia) aunque no por eso con menos predisposición a responder como milicias defensoras de los perdedores y encajar mejor en su estrategia que en ninguna otra. Lo quieran o no admitir, eso es lo que manifiestan sus concentraciones en los actos de asunción de los nuevos o viejos cargos electos por la mayoría siempre que fueran... del PP, pero ni uno en aquellos en los que asumió "la izquierda", PSOE incluido, como ya se ha dicho, y, no digamos ya, en ningún caso, pidiendo la cabeza de los ladrones consumados para os que en su día se solía pedir "al menos 100 días de gobierno" para ser juzgados... ¡y a los que se les acabó dando casi 8 años! Todo eso mientras, de la masa obrera de verdad, al menos en sus orígenes, salieron incluso miembros de IU favoreciendo contra las directivas centrales el acceso de varios gobiernos municipales al PP, como simple y lógica medida no sólo de repudio al perdedor sino de confianza en una gestión más transparente y honesta. La burocracia no deja de serlo, pero una cosa es su capacidad de producir ladrones y bandas de ladrones desde su seno y otra que esos ladrones y esas bandas, ya constituidos, conserven el poder impunemente. Para oponerse a ello a pesar de la evidencia... hay que ser un ingenuo miembro de la la nueva masa proletaria o un muy ideologizado miembro de la clase que sea, desde burócratas desplazados hasta viejos y nostálgicos miembros de la "cultura que se vende".
La frustración, es de hacerlo notar, pende a causa de "la crisis" y de lo que ha desnudado acerca de la burocratización social imperante, sobre todas las cabezas de la población que vive de su trabajo relativamente honesto y teóricamente necesario y a quienes indigna tanto latrocinio vulgar, tanta desfachatez, tanta ostentación de poder en lo económico y en lo autoritario... Es una indignación que tiene muchas facetas, cada una de las cuales indigna principalmente a unos u otros. El grado que ha alcanzado en algunos lugares del planeta, como España, Grecia o Islandia ha sido toda una obra maestra de la fabricación de ruina, división, confusión, ilegalidad y vacío conceptual tacticista debida a las respectivas camarillas gobernantes y a las camarillas de tiburones financieros asignados a la tarea de subir y subir los dividendos de sus grande empresas con toda la creatividad (¡casi propia del viejo Mayo del 68!, sólo que aplicada al desempeño óptimo de las funciones para las que fueran contratados; ¡casi tan profesionales como lo fueron los guardianes de la Kampuchea Democrática en su propio campo: la tortura, el exterminio en masa... esto es, una creatividad desbordada, sin contemplaciones, radicalmente libre de todo lo que su despliegue puede provocar...). Y un fenómeno digno de figurar en ese cuadro es sin duda la toma del poder de la camarilla que hoy aún nos gobierna y su prolongación. Un fenómeno que sin duda forma parte, preparatoria, formativamente, con participación activa y solapada, con tolerancia sospechosísima y permisividad hacia lo que es un caldo de cultivo del que emerge desde el principio, por esa preparación y su origen, unas milicias desconcertantes que pueden ser usadas como medio de presión extraparlamentaria (algo que la Historia ya ha registrado con consecuencias poco esperanzadoras), pero que, además, son usadas como medio de diferenciación. Y me explico: se habla de qor qué "los indignados" no salieron "antes" o por qué diluyen en "los políticos" su malestar en lugar de orientarlo como es costumbre hacia el gobierno instituido e indiscutible legislador y ejecutor de las medidas que el "movimiento" más rechaza, etc., pero no se dice algo más y muy significativo, que se refuerza desde los medios afines a la camarilla gobernante, saliente y entrante, la idea de que la paz social está a punto de acabar por "lo que se avecina"... Y esta jugada identificatoria que separaría "lo malo" de "lo preferible", poniendo las cosas del revés, apela al mismo corazoncito al que, "casualmente", se apeló el 13-M: el de las pusilánimes "clases medias", que con tal de no oir caceroladas y violencia en las calles pueden "confundirse de nuevo"... y "votar para que todo siga igual". Sin duda, una jugada maestra, que puede extenderse cuatro años e ir creciendo aunque no consiga más que un poco en lo inmediato.
Ahora bien, ¿no es ese el mismo tipo de creatividad que impera entre esos "creativos indignados" que montan videos antihistóricos y fabrican slogans de propaganda y agitación separados de su significados, propios todos de un potencial 1984 (orwelliano, para más señas) donde ya por anticipado se practica la reescritura apropiada de los hechos, donde se propone un mito para el día a día, "líquido" comme il faut?
Sí, la obra maestra del grupo-ZP (al que pretende seguir el grupo-superZP comandado por "Alfredo" que me me atrevo a suponer irá más allá de la "recuperación", autofagocitándose si resulta necesario., pero también creando "novedosas" referencias identitarias negativas ya presentes en el "Plan Z del espacio exterior" sobre el que una vez me explayé). Sí, el "utopismo reformista" o el "reformismo utópico" (tanto monta...) es el fantasma decrépito que recorre el actual Occidente Extendido: habla de democracia... aunque está más que dispuesto a violarla en forma y contenido desde el mismo momento en que la propone, conservando la comedia y el parlamento histriónico, incluso alzando la voz... para llamarla "real" o "responsable", "social" o "liberal", etc., según de qué subgrupos se trate, unos como es habitual contra los demás para hacerse con la bandera de lo mismo, la conservación del modo de vida occidental efectivo; habla de justicia... aunque discrimina a favor de la camarilla propia, empezando por un uso descarado o no tanto de sus muchas varas de medir, una para cada caso y ocasión, lo que sin duda es muy humano, aunque alzando la voz para sostener que la propia es poco menos que divina, absoluta, definitiva, digna expresión de la conciencia humana global... bien que empobrecida; etc.
Lo cierto es que son muchos los síntomas que indican hacia donde vamos, la mayoría como si hubiese enloquecido o se hubiese drogado, eufórica, asustada pero decidida, los casos en extinción avasallados, ignorados, sepultados... no son necesarios ahora que hay tanta cultura especializada donde cada cual puede fundar su parcela constructiva o creativa (un caso ejemplar: "la banca ética", cuyo portavoz -entrevistado por la TV del 15-M- da mucha pena intelectual, al menos para los que percibimos el fárrago inconexo y oportunista igual que si se tratara de errores de ortografía o de sintaxis (que curiosamente también suelen complementarlo), mientras ofrece pobres galimatías inconexos con ingredientes de best seller: un poco de ecología, alguna arenga indignada, una pizca de moral puritana, y así el resto, que es escaso). Y esto, repito en cierto modo, abarca por igual a personas que se adscriben a un supuesto progresismo o a un igualmente supuesto liberalismo: ambos no instituibles en sus formas puras (no lo fueron nunca), y ambos porque exigen una burocracia que no puede domeñarse sino por mediación de otra igual de díscola... de rebelde... de independiente... de inescrupulosa... de mafiosa... a veces, para descanso de todos, más tendencialmente que en la práctica, a veces, para sufrimiento de todos, más práctica que tendencialmente. La pidieron desde Adam Smith hasta Hayek para "favorecer la marcha natural del mercado" y lo consiguieron a medias, se propusieron para serla ellos mismos desde Marx hasta Lenin... y lo consiguieron a medias; pero sobre todo consiguieron desarrollar la burocratización e impregnar toda la sociedad de ello, dando a la burocracia un mundo que no le puede ser arrebatado, que sólo se concibe a sí mismo estando cada vez más en sus manos caprichosas y en su juego irresponsable. Y esa burocracia casi ilimitada no siente aún, ni sentirá jamás, haber triunfado al punto en que lo pretenden. Algo que, por suerte y por desgracia... nos empuja al caos, o a un caos tras otro, con sus correspondientes daños colaterales.
Entre tanto, es evidente que el pueblo ya no es el que era "en tiempos de penuria", en, por ejemplo, ese "más oscuro período desde la edad moderna" que según el Heidegger de 1938, ignorante del grado que fuera de la Universidad alcanzaba la irracionalidad nazi, fuera el siglo XIX en Alemania. El pueblo actual, sin duda, ya no es aquel con el que el Zaratustra de Nietzsche se encuentra al bajar de la montaña. Ya no se burla de los filósofos sino que, tras ocupar el mismo y por turnos la tribuna, debate en asambleas o en los bares en torno a cuál de los dogmas establecidos es superior a los demás. Ya no balbucean, sino que practican la retórica. Ya no demandan sino que negocian, ya no insultan al poder sino a los que el poder señala como enemigos nacionales, ya no aplauden al que repite "verdades" sino al que sabe cambiarlas con habilidad cada vez que se lo diga su olfato de pícaro... y acierte, demostrando que es todo un artista...; ya no sigue los dogmas que vienen de Dios con un mendrugo de apoyo, ni del amo con unas centésimas del botín, sino los dogmas mínimos capaces de "unirlos a todos"... tal vez bajo el anillo... que pueda dominarlos a todos, tal vez el que acabe fundido en las llamas en las que fue forjado.
Claro que todo ello no "garantiza" que no estalle al fin, aquí o allá, una revuelta popular contra los privilegiados, políticos+banqueros, por simplificar tal como se simplifica, que fuerce a un desborde de cierta significación y amplitud, aún difícil de caracterizar. Incluso, en el fragor y bullicio de las interacciones múltiples que se nos cruzan, podría llegar a cambiar en una medida incierta la dirección de las cosas. Podrían emerger de la frustración algunos nuevos pensadores que no logren ya acallar una "conciencia atenta" en germen. Pero, también, podría también tener lugar un día un amanecer horrible para muchos de nosotros (tal vez del estilo de los que llevan tiempo viviendo muchos en el Tercer Mundo para el sostenimiento y la continuidad de las economías del "bienestar", donde a sus poblaciones se las obliga -o no se les da otra opción- mediante el uso y abuso de la fuerza y el buen convencimiento de la corrupción; un Tercer Mundo que habría que preservar tal cual para que nos siga sosteniendo... con o sin "reformas" como las que diseñarían los "especialistas adecuados"). Un amanecer de un día en el que, quizá, nuestro "utópico (e indignado) reformista" despertase y, al salir de su tienda de acampada o de su casa, si aún la conservara, se encontrase sentado sobre un colchón frío de puntiagudas ballonetas caladas de un ejército de milicianos uniformados entre los que, aquí o allá, se podrá reconocer a un viejo amigo, a un compañero de estudios, de trabajo o de acampada, todos dispuestos a la "defensa de la Revolución" y a la consecuente... aplicación del Terror. Todos con estudios medios o profesionales y, tal vez, a diferencia de aquellos tiempos del 18 Brumario, con un Napoleón Bonaparte a la cabeza del desfile, la nariz esférica y roja, los pantalones pescador de rayas gruesas y vistosos colorines, los zapatones inconmensurables... tocando la lira o haciendo sonar un trombón.
Por eso me parece difícil que sobre las mencionadas "utopías" elementales, puedan sentarse las bases de un Nuevo Mito,
similar o casi a los Grandes de otros tiempos: se reconstruyen
demasiado rápido al calor de las tácticas y las oportunidades y no veo
cómo pueden dar tiempo a que se solidifiquen desde su propiedad
"líquida", ya que una base sólo puede serlo siendo sólida... Y no es
que "pida" que se instaure "un mito"; una "conciencia atenta" que haya
renunciado seriamente a pervertirse mintiéndose y mintiendo no los
necesita ni para sí mismo ni para dirigir un movimiento. Eso, entiendo
que es cosa de las masas, aunque no de estas sino tal vez de las que
sobrevivan al colapso, que serán necesariamente otras.