viernes, 24 de junio de 2022

Del amor (aproximaciones)


 

Schopenhauer escribió una alegoría con la que intentó retratar al ser humano. Una metáfora que los presentaba a los  humanos como unos "erizos" sui generis. La hizo suya Freud y el sustrato pesimista presente en Schopenhauer se reiteró  de mil maneras a manos de aquellos a quienes  Freud calificó de “especialmente sensibles” al tiempo que en otras ocasiones los considerara neuróticos y narcisistas, ambivalencia acaso resultante de su eventual dificultad para autocalificarse, algo ciertamente insondable sujeto a contradictorios desplazamientos.

Sin dudas buscamos el calor pero no necesariamente el físico de los imaginarios erizos y sólo de una manera compleja el "significado" mediante la metáfora. En buena medida nos basta el reconocimiento o el saber que está a la mano, e incluso nos tranquiliza la perspectiva de obtenerlo en la posteridad.

El amor, el cariño, la comprensión, se contraponen a la hostilidad del mundo que se manifiesta tanto desde lo instituido y la conducta de las masas y caudillos (necesariamente inescrupulosos como poco) como por parte de las espinas y aguijones verbal, gestual o físicamente transmitidos, a veces involuntarios y otras bastante menos (derivados de la envidia por ejemplo o de otros desplazamientos, sustituciones, etc.).

¿De donde salen unas y otros en ambos casos? Yo lo atribuyo a la formación del símbolo que toma forma de monstruo. A la tendencia a ver el símbolo y no su significado. Así, resulta una dinámica que se afinca como un ritual necesario o inevitable. Pero puede verse al menos cuando comienza a aflorar, a convertirse en monstruo, incluso en insecto al que se le desea arrojar una manzana como la familia a Samsa. Creo que solo la asimilación por uno mismo de una técnica y un instrumento puede permitir una salida de la angustia (una reafirmación, aunque no la única ni una permanente). Se trataría de dominar por uno mismo hasta donde pueda hacerlo solo (sin un cómplice) la técnica y la herramienta del psicoanálisis (digo técnica y no teoría o más bien teorías), técnica que debe aprenderse como todas (sin técnica o método ni herramienta se puede “ver más allá” ni “más adentro” ni “más lejos”, como demuestra el microscopio y el telescopio y el catalejo para la vista limitada humana… aunque ello conlleve que los detalles muy acercados acaben por ocultar el bosque… siendo de todos modos el bosque objeto de otras reflexiones y teoría lo es), herramienta que puede hacerse propia aceptándola como necesaria para escapar del acoso de la infelicidad y la insatisfacción y llevar al lego a buscar quien se lo “enseñe”; el entrenador, el experto).

También claro cabe la sumisión, y por fin el grito y la resignación, en muchos posible, en muchos una comodidad… La relación donde uno se subordina al otro o lo tolera. Estas conductas de uno y otro lado son idiosincrasicas y fundamentalmente adquiridas por necesidades defensivas que derivan igualmente en rituales (en los que se realizan las transferencias) en la construcción y uso de los símbolos sustitutorios. Y en otro aspecto son otras maneras de buscar y conservar al cómplice necesario a la vez que con fines ambivalentes (ayudante/demonio víctima propiciatoria, castigador, verdugo, dulcificador en la penuria, protector en el desamparo, aliado en el combate, representante de lo perdido, nuevo símbolo sustitutorio para la realización del ritual… etc.)

No se trataría pues de hacer consciente lo que se hundió en el inconsciente (ni lo que se hizo parte de él desde un principio) sino de hacernos capaces de detectar al tramposo que llevamos dentro y en nombre de la victoria equívoca se vuelve nuestro peor enemigo. La conciencia es un atributo para la defensa y su olfato no sabe siempre detectar el olor del peligro. “Saber”, además, lleva generalmente a la certeza contumaz de Hegeli: “Lo se, pero así y todo…”

De ahí que eso no sirva para lograr una cura que será utópica (otro simbolismo sustitutorio, otro elemento de teoría) sino una capacitación a lograr por un entrenamiento que evite la repetición incontrolada hasta el maximo de lo posible y el grado del embate y del eventual conflicto.