Pero que la subsistencia actual del "pueblo" se garantice con los frutos aún no alcanzados que potencialmente pueda (¡o deba!) producir mañana, no sólo es un engaño
esquizofrénico sino que pretende hacernos cómplices de nuestra propia explotación y opresión secular más allá de lo que ya es aceptado. Con lo que la doble vuelta de tuerca llega a un extremo que revienta las costuras del propio racionalismo que servía de justificación a todo el armazón en que esa explotación y opresión opera sin contestación definitiva.
Sí, es evidente que el Leviatán de Hobbes se justifica como nunca a sí mismo a través de las promesas cuyo cumplimiento descansará en nuestro propio esfuerzo y... en la vigilancia que ejercerán los
distribuidores de riquezas o bienes futuros sobre nosotros para que podamos o debamos producirlos. Y es también evidente como, al mismo tiempo, deja al desnudo al monstruo que su razón pretende haber engendrado como beneficioso y sano.
¡El absurdo de la situación no resiste la lógica y como tal provoca el rechazo viseral de todo ser reflexivo... siempre y cuando no pertenezca al grupo que agita esa propuesta que pretende que consideremos salvadora!
Pero es que esos seres, que cada vez se alejan más de nosotros en atención a sus intereses, sueños y modo de vida (incluido el de ganársela), y que tienen del mismo mundo una visión inversa de la nuestra al punto de que no ven absurdo sino enteramente lógica su conducta desconcertante, incoherente y mentirosa, parecen comprometidos, o más bien coaligados, a obligarnos a alcanzar ese futuro para beneficio aparente de nosotros mismos.
¡Algo que, bien pensado, parece increíble que esté sucediendo y... sobre todo... que lo sigamos aceptando todos, incluso como una condena, que ni siquiera así sucede!
Vistas así las cosas, no queda sino comprenderlas bajo la consideración de que esos seres, que conforman un grupo con personalidad propia como suele decirse, no del todo sólido ni bien avenido (incluso a veces muy mal por cierto), y que cada vez se parecen más unos "invasores" de una "civilización extranjera", inclusive
humanoide, han tenido la amabilidad de hacernos prisioneros de nuestra propia indolencia y de nuestras diversas preferencias lúdicas, es decir, de nuestros profundos deseos de ser amamantados de por vida, de nuestra convicción de que no servimos para organizar nuestras vidas por nosotros mismos y, por último, de sentirnos más ligeros y más puros lejos de las preocupaciones cotidianas. No podemos seguir engañándonos y dejar de reconocer que por eso los soportamos dentro de ciertos límites que sin duda no han sido alcanzados.
No es extraño que Wells haya imaginado ese mundo de Elois y Morloks que se encuentra en el fondo bajo la piel de nuestras sociedades complejas desde los primeros tiempos de la civilización y que hoy han alcanzado esa inaudita absurdidad que parece inexplicable. Me sorprende incluso haberlas reflejado yo mismo (y en este punto voy a permitirme otro poco de inmodestia) tan precisa y efectivamente en mi cuento
"Para que se cumpla el plan", un cuento con el que en su momento sólo había pretendido retratar los casos en principio extremos que se dieron en la Historia Contemporánea, casos que creí evitables mediante el reclutamiento de conciencias y el debate riguroso que lleva de la pretensión educativa más inocente al mismísimo totalitarismo.
Porque lo que sucede en aquel espacio imaginario, más allá de otros detalles, se origina en el fondo en la convicción rousseauniana de "obligar a ser libres" a quienes no lo quisieran ser, es decir, a quienes concibieran su libertad en "términos distintos" a los pensados por él, y por otros como él, antes, durante y después; los que se metieran un determinado
modelo de sociedad en la cabeza, convencidos de que habían encontrado "lo mejor para toda la humanidad".
¡Sí; de repente me he dado cuenta de que no había sino reconfirmado la tremenda capacidad de la intuición humana para iluminar el túnel del tiempo a través de la literatura; reivindicado mi trabajo y su motivación subterránea tantas veces apreciada, sentida, vivida en mis lecturas de Kafka y de Kundera, de Priest y de Úrsula K. Le Guin, de Camus y de Dostoievsky, etc., etc.! Y me he sentido bien...
Ahora bien, que el absurdo funcionamiento de la sociedad llegue a plagar de monstruos la literatura, no puede ser atribuible más que al tremendo horror que nos produce intelectualmente hablando una absurdidad tan enorme. Pero esa absurdidad tiene su base en la impotencia y la pereza, en definitiva en la desesperada manera en que nos aferramos a lo que deseamos aunque de ello sólo realicemos una ficción a medias: escribir, pensar, amar, pasear, comunicar, etc. La política requiere dedicación y distracción respecto de nuestras predilecciones, de nuestros juegos, de nuestra diversión... Y pagamos por ello hasta con la esclavitud.
Cada vez lo tengo más claro... a través del reconocimiento de mis propias inclinaciones.
Hoy, esta situación, aunque la mayoría siga pensando que no se llegará "tan lejos" como en mi cuento o como en El Castillo o como... en la Europa de 1933, se extiende y profundiza cada vez más en
todos los rincones del planeta. Hoy, la
burocratización capitalista (que eso es en base a sus características ni más ni menos) es global. Hoy, tanto en las más remotas y atrasadas regiones del mundo como en los países más
modernos y
avanzados, que es como son vistos desde la cultura no por nada dominante (lo que no significa una "superioridad" para cuya medida no hay nada "superior" capaz de determinar), pueden observarse con toda claridad comportamientos gubernamentales equivalentes los unos a los otros y que nos llevan a que califiquemos a nuestros propios dirigentes políticos "occidentales" como "tercermundistas" y "bananeros" y a que nos sorprenda que se puedan construir Estados modernos, incluso más o menos formalmente democráticos y capitalistas, al menos con muchas de sus características definitorias, inclusive a la sombra de organizaciones originalmente terroristas (aunque ya impropiamente consideradas como tales en tanto regentan un Estado en sentido estricto -un asunto que debe considerarse seriamente para poder comprender muchas cosas-).
No es nada que no suceda de continuo y en ámbitos mucho más reducidos desde siempre. Incluso que no se pueda observar entre los animales más próximos al hombre, en particular
entre ciertos simios. El insoportable peso de la subsistencia y el ansia irresistible de comodidad lleva a cada ser humano a ver en el otro la herramienta que le pueda permitir aligerar la carga y retener los mejores frutos. Esta sensación la reflejó el hombre como un castigo cuando escribió el cuento aquel del Génesis, y atribuyó a Dios y a la maldita falta de control sobre sí mismo el que fuera expulsado del Edén para tener que sudar la gota gorda. De ahí la
pulsión por huir como sea de ello, de estar lo más en el Paraíso que la realidad haga posible, de apelar a esa
mentalidad carroñera gracias a la que sobrevivieron nuestros ancestros más lejanos y, también, de responder a esa imperiosa tendencia de la materia de la que estamos hechos que en Físicas hemos denominado inercia...
Esta conducta ha aflorado en todas esas cosas que nos dan al mismo tiempo un poco de vergüenza y nos empujan una y otro vez hacia la práctica de la hipocresía, como se puede ver en el rol atribuido a las mujeres por los hombres a lo largo de la Historia o en la institución de sociedades basadas en la fuerza y la astucia productoras de jerarquización social. Estas situaciones que se justificarán sólo
a posteriori, sea mediante el "derecho natural" y las "robinsonadas" hipotéticas nacidas de una lógica selectiva, como es el caso de la "inevitabilidad" de la división del trabajo... justificada a su vez en la supuesta necesidad de un progreso sin límites que nos debería llevar hasta las estrellas que el destino señala como nuestras.
Hace muy poco comenté lo siguiente en otro blog, y tal como lo cierro: "Así lo veo...":
Desde mi punto de vista, mientras veamos el problema como un absoluto (¡y considerar “superiores” en sí a nuestras sociedades lo es, sea o no lo que algún día acabe por confirmar o rebatir la Historia!, siendo que lo son sólo para nosotros), no acabaremos de entender lo que pasa, todo seguirá sorprendiéndonos como si fueran “cisnes negros”, “terremotos” o “meteoritos”… La gente, las poblaciones del mundo, las masas del mundo… sólo buscan la protección de los Estados engañosos, eso es en el fondo toda la cuestión. Si colapsan al menos los más nefastos (y sin duda lo son para nosotros mismos por lo que nos “prometen”: grúas y lapidaciones, tortura, esclavitud, dogma obligatorio… en los peores casos, y tiranía en los mejores) eso haría recular lo peor en una primera instancia, pero, si no vemos la tendencia dominante, que seguirá su avance de todos modos, nos volveremos a contentar y creeremos que “occidente ha demostrado su superioridad” cuando en realidad… los burócratas gobernantes y gobernadores usarán hasta esas frases para oprimirnos cada vez más. Eso es lo que viene sucediendo desde la Revolución Francesa: no ver que la sociedad democrática es la generadora de la burocrática irremediablemente, irresistiblemente.
Así lo veo…
En efecto, así lo veo. La sociedad actual es mero resultado de sucesivos encuentros resueltos mediante pasos sin orientación alguna pero... viseralmente muy interesados, sin duda irreversibles aunque no absolutos ni perpetuos. Parecen grandes cosas, incluso abismales y maravillosas, aunque quizás por lo tremendamente absurdas que pueden llegar a ser en nombre de su permanencia. Y tenemos que ser conscientes de la primacía de esos intereses en lugar de creer que respondemos a cosas menos mezquinas o más trascendentes.
La queja principal, en todo caso, sigue y seguirá siendo la misma: maldita fuese nuestra falta de sensatez y maldita la falta de paciencia que tuvo quien no nos impidiera gozar del Paraíso. La queja principal y la solución única: explotar, oprimir o ser mantenidos (en el lenguaje social de hoy... subvencionados). Aunque a veces uno no puede dejar de soñar con algo más sublime...