Leyendo "¿Qué es un intelectual europeo?" de Wolf Lepenies con el objeto de confrontar y refutar o reafirmar algunas de mis hipótesis acerca de la "sociología del intelectual" y del burócrata que particularmente me desvela, me topé con un dato histórico de esos que uno acaba por olvidar o desconocer con el tiempo gracias a la eficacia con los que suelen ser barridos bajo la alfombra por esas "buenas conciencias" que generalmente se ponen al servicio de la conciliación y la esperanza.
Sin embargo, muy a pesar de ellas, las tumbas de la Historia no dejan de abrirse de tanto en tanto, dejando que sus espíritus pestilentes, envueltos en sus sudarios sucios, vuelvan a coquetear o a pretenderlo ante los espejos de la repetición como si no hubiesen envejecido ni mucho menos muerto, y como si el maquillaje, tan caro siempre a las viejas harpías y a los dandis caducos y melancólicos, pudiera servir para que todo parecido con el zombie no signifique nada o como si las bromas carnavalescas "de esta vida mentirosa", habitualmente de mal gusto, fuesen sustitutas de la significación.
Por ende, creo que es importante arrancar el disfraz de cada esperpento de ultratumba de esos que danzan como si sólo pretendieran entretener y fueran inocentes y bienintencionados. Y más en estos tiempos en que, a pesar de la insistencia por parte del público más interesado de que "estamos metidos en una crisis económica" (vox populis... y popular voz, que deja de lado lo propiamente político en aras de una estrategia peligrosa)... aunque "no para todos" ya que "hay mucha gente que no va a tener ninguna dificultad" (Rodríguez Zapatero dixit), y del silencio en que de hecho van siendo marginados esos nuevos leprosos que ya han sufrido su efecto y que al parecer simplemente se separan de la "sociedad del bienestar" (silencio al que contribuyen no sólo los sindicatos del régimen sino la propia conciencia desconcertada de las víctimas), tiempos en donde más se aprecia "esa vida mentirosa" que canta "himnos a la alegría" para "Defender... la" y acusa a la oposición de... sabotearla (¡sí, me refiero a la alegría; bueno... y, según exagera adrede ZP, a su régimen!) con su tristeza (otra mascarada, obviamente, todo sea dicho, porque de intelectual melancólico Rajoy no tiene más que un residuo en extinción), la cual fue tildada por ZP ni más ni menos que de antipatriótica (para decirlo como se debe decir y no como lo dijo él) continuando la comedia.
Así, es en estos tiempos, justamente, cuando más nos impacta encontrarnos, tras el maquillaje y el olvido, con antiguas propuestas que, mal que les pese o les repugne a muchos, son del mismo estilo y pretenden en lo fundamental lo mismo. He aquí el himno de indudable factura mediocre que ofrezco aquí como residuo antropológico...
... Y he aquí (la cita es de Lepenies, op. cit., pág. 83) lo que publicitaba Goebels en su glorioso 3er. Reich:
¿Cómo no asociar una receta a las similares aplicadas antes? ¿Cómo no recuperar las comparación ya establecidas por Sebreli, Hayek, Straus, Lefort, Lepenies y tantos otros intelectuales de variado signo ideológico al poner uno junto al otro el video de ZP y la frase de Goebels? ¿Ha sido acaso una torticera asociación involuntaria o más bien una automática reacción del intelecto?
En la misma obra (pág. 33), Lepenies menciona que tales consignas y tales mensajes eran comunes a personajes como Stalin e Hitler y a sus regímenes totalitarios. ¿Es que son todos una misma cosa y en tal caso qué? Desde ya que no son todos fascistas, lo que digo por lo políticamente incorrecto que esto pudiera ser. Pero sí que tienen muchísimo en común, y Lepenies lo señala con toda rotundidad: todos ellos tienen en común su carácter utópico. Son casos entre muchos de las Utopías que los intelectuales suelen ofrecer como solución para el mundo, como su salvación. Esos líderes totalitarios (y otros que cuanto menos tienden a serlo, lo consigan o no) señalaban (impositivamente) el camino de la realización patriótica de su sociedad a sus nacionales (leprosos obviamente no incluidos). Quizás lo objetable a Lepenies es que solape a los intelectuales soñadores con sus caricaturas realmente efectivas, es decir, a los intelectuales que "marchaban o marchan hacia el poder" o lo pretendían (algo ya presente en Platón) con los Eutifrones que lo tomaron realmente. Con todo, Lepenies apunta donde duele, y yo concuerdo con él en ese aspecto: sin duda esa felicidad, optimismo, alegría impositivos son un rasgo distintivo o inseparable de toda Utopía, de derecha o de izquierda, lo que demuestra adicionalmente que, en cierto modo (y cada vez menos), no existe en el fondo ni la una ni la otra sino esa auténtica "marcha de los intelectuales al poder" a la que me he referido. Insisto, si cabe: no se trata de suponer que estamos gobernados por fascistas ni mucho menos (¡faltaba más!) sino simplemente por... utopistas que a la manera de un Platón (sin duda muy depreciado o tal vez simplemente... mal imitado, plagiado y utilizado como mero disfraz y con alevosía; es decir, a la manera de su alter ego Eutifrón) quieren imponernos una especie de República de Sabios (¿no han sido varias veces convocados, reunidos y consultados de entre lo más selecto de la mediocridad acorde?), quizá sin duda más próxima a la histórica República Social de Musolini (¡oh, esto debe ser pura coincidencia!) y cada vez más similar a la descrita por Orwell en "1984" (un ejemplo al que también apela Lepenies yendo así casi tan lejos como yo) y que parece inscrita en todas y cada una de las Utopías soñadas por los intelectuales desde el propio Sócrates/Platón en adelante pasando por Moro, Burton, Campanella, Byron, Rousseau... hasta que... lograron implantarla los sucesores reales de esos intelectuales deseosos de Poder a la vez que impotentes para organizarse bajo la férrea disciplina necesaria, como la del centralismo democrático de un Robespierre o de un Lenin, ejemplos heroicos de los muy pragmáticos, oportunistas y maquiavélicos burócratas modernos, cada vez más mediocres intelectualmente o cada vez más traidores a la intelectualidad (2), como los que hoy nos gobiernan con su larga y cada vez más larga cohorte de recopiladores, divulgadores, y propagandistas de la cultura y la... alegría.
En fin... según Wolf Lepenies, hay otros intelectuales que pertenecerían a "la especie que se queja" (ibíd., pág. 83). En fin, será que no habré podido, a mi turno, sino responder a la idiosincrasia de este grupo, hacer gala de cultura a mi manera y actuar sin ningún tipo de asesoramiento (es decir... peligrosamente), además de ser consciente de mi propia impotencia.
Notas:
(1) Sin duda se trata de una de mis peores pesadillas, mínimamente consciente en mí desde hace (lo digo en honor a la verdad y a mi propia vanagloria) 1976 (lo que se haya documentado mediante la reseña que escribí en 1978 para la revista Negaciones, en torno al libro de mi entonces compatriota Juan José Sebreli, "Tercer mundo, mito burgués" (que curiosamente no aparece mencionado en bibliografía alguna, ¡ni siquiera, hasta dónde yo he podido ver, por el propio autor!), y en un artículo sobre el nacionalismo, escrito para la misma revista, donde me permití abundar en el tema, aunque todavía con mucho lastre utopista.
(2) Lepenies señala esa dificultad para la traición a sí mismo por parte del intelectual como "sacrificium intellectus" (ibíd., pág. 29), algo que en los hechos sólo ha sido la otra cara de la impotencia práctica y que cada vez que La Polis lo ha permitido y exigido se ha podido... superar (o como se dice desde siempre: "hacer de tripas corazón").
"Kraft durch Freude" ("La alegría nos da fuerza")
¿Cómo no asociar una receta a las similares aplicadas antes? ¿Cómo no recuperar las comparación ya establecidas por Sebreli, Hayek, Straus, Lefort, Lepenies y tantos otros intelectuales de variado signo ideológico al poner uno junto al otro el video de ZP y la frase de Goebels? ¿Ha sido acaso una torticera asociación involuntaria o más bien una automática reacción del intelecto?
En la misma obra (pág. 33), Lepenies menciona que tales consignas y tales mensajes eran comunes a personajes como Stalin e Hitler y a sus regímenes totalitarios. ¿Es que son todos una misma cosa y en tal caso qué? Desde ya que no son todos fascistas, lo que digo por lo políticamente incorrecto que esto pudiera ser. Pero sí que tienen muchísimo en común, y Lepenies lo señala con toda rotundidad: todos ellos tienen en común su carácter utópico. Son casos entre muchos de las Utopías que los intelectuales suelen ofrecer como solución para el mundo, como su salvación. Esos líderes totalitarios (y otros que cuanto menos tienden a serlo, lo consigan o no) señalaban (impositivamente) el camino de la realización patriótica de su sociedad a sus nacionales (leprosos obviamente no incluidos). Quizás lo objetable a Lepenies es que solape a los intelectuales soñadores con sus caricaturas realmente efectivas, es decir, a los intelectuales que "marchaban o marchan hacia el poder" o lo pretendían (algo ya presente en Platón) con los Eutifrones que lo tomaron realmente. Con todo, Lepenies apunta donde duele, y yo concuerdo con él en ese aspecto: sin duda esa felicidad, optimismo, alegría impositivos son un rasgo distintivo o inseparable de toda Utopía, de derecha o de izquierda, lo que demuestra adicionalmente que, en cierto modo (y cada vez menos), no existe en el fondo ni la una ni la otra sino esa auténtica "marcha de los intelectuales al poder" a la que me he referido. Insisto, si cabe: no se trata de suponer que estamos gobernados por fascistas ni mucho menos (¡faltaba más!) sino simplemente por... utopistas que a la manera de un Platón (sin duda muy depreciado o tal vez simplemente... mal imitado, plagiado y utilizado como mero disfraz y con alevosía; es decir, a la manera de su alter ego Eutifrón) quieren imponernos una especie de República de Sabios (¿no han sido varias veces convocados, reunidos y consultados de entre lo más selecto de la mediocridad acorde?), quizá sin duda más próxima a la histórica República Social de Musolini (¡oh, esto debe ser pura coincidencia!) y cada vez más similar a la descrita por Orwell en "1984" (un ejemplo al que también apela Lepenies yendo así casi tan lejos como yo) y que parece inscrita en todas y cada una de las Utopías soñadas por los intelectuales desde el propio Sócrates/Platón en adelante pasando por Moro, Burton, Campanella, Byron, Rousseau... hasta que... lograron implantarla los sucesores reales de esos intelectuales deseosos de Poder a la vez que impotentes para organizarse bajo la férrea disciplina necesaria, como la del centralismo democrático de un Robespierre o de un Lenin, ejemplos heroicos de los muy pragmáticos, oportunistas y maquiavélicos burócratas modernos, cada vez más mediocres intelectualmente o cada vez más traidores a la intelectualidad (2), como los que hoy nos gobiernan con su larga y cada vez más larga cohorte de recopiladores, divulgadores, y propagandistas de la cultura y la... alegría.
En fin... según Wolf Lepenies, hay otros intelectuales que pertenecerían a "la especie que se queja" (ibíd., pág. 83). En fin, será que no habré podido, a mi turno, sino responder a la idiosincrasia de este grupo, hacer gala de cultura a mi manera y actuar sin ningún tipo de asesoramiento (es decir... peligrosamente), además de ser consciente de mi propia impotencia.
Notas:
(1) Sin duda se trata de una de mis peores pesadillas, mínimamente consciente en mí desde hace (lo digo en honor a la verdad y a mi propia vanagloria) 1976 (lo que se haya documentado mediante la reseña que escribí en 1978 para la revista Negaciones, en torno al libro de mi entonces compatriota Juan José Sebreli, "Tercer mundo, mito burgués" (que curiosamente no aparece mencionado en bibliografía alguna, ¡ni siquiera, hasta dónde yo he podido ver, por el propio autor!), y en un artículo sobre el nacionalismo, escrito para la misma revista, donde me permití abundar en el tema, aunque todavía con mucho lastre utopista.
(2) Lepenies señala esa dificultad para la traición a sí mismo por parte del intelectual como "sacrificium intellectus" (ibíd., pág. 29), algo que en los hechos sólo ha sido la otra cara de la impotencia práctica y que cada vez que La Polis lo ha permitido y exigido se ha podido... superar (o como se dice desde siempre: "hacer de tripas corazón").