jueves, 28 de agosto de 2008

Incultura, asesoramiento deficiente, idiosincrasia... o todo a la vez

Leyendo "¿Qué es un intelectual europeo?" de Wolf Lepenies con el objeto de confrontar y refutar o reafirmar algunas de mis hipótesis acerca de la "sociología del intelectual" y del burócrata que particularmente me desvela, me topé con un dato histórico de esos que uno acaba por olvidar o desconocer con el tiempo gracias a la eficacia con los que suelen ser barridos bajo la alfombra por esas "buenas conciencias" que generalmente se ponen al servicio de la conciliación y la esperanza.

Sin embargo, muy a pesar de ellas, las tumbas de la Historia no dejan de abrirse de tanto en tanto, dejando que sus espíritus pestilentes, envueltos en sus sudarios sucios, vuelvan a coquetear o a pretenderlo ante los espejos de la repetición como si no hubiesen envejecido ni mucho menos muerto, y como si el maquillaje, tan caro siempre a las viejas harpías y a los dandis caducos y melancólicos, pudiera servir para que todo parecido con el zombie no signifique nada o como si las bromas carnavalescas "de esta vida mentirosa", habitualmente de mal gusto, fuesen sustitutas de la significación.

Por ende, creo que es importante arrancar el disfraz de cada esperpento de ultratumba de esos que danzan como si sólo pretendieran entretener y fueran inocentes y bienintencionados. Y más en estos tiempos en que, a pesar de la insistencia por parte del público más interesado de que "estamos metidos en una crisis económica" (vox populis... y popular voz, que deja de lado lo propiamente político en aras de una estrategia peligrosa)... aunque "no para todos" ya que "hay mucha gente que no va a tener ninguna dificultad" (Rodríguez Zapatero dixit), y del silencio en que de hecho van siendo marginados esos nuevos leprosos que ya han sufrido su efecto y que al parecer simplemente se separan de la "sociedad del bienestar" (silencio al que contribuyen no sólo los sindicatos del régimen sino la propia conciencia desconcertada de las víctimas), tiempos en donde más se aprecia "esa vida mentirosa" que canta "himnos a la alegría" para "Defender... la" y acusa a la oposición de... sabotearla (¡sí, me refiero a la alegría; bueno... y, según exagera adrede ZP, a su régimen!) con su tristeza (otra mascarada, obviamente, todo sea dicho, porque de intelectual melancólico Rajoy no tiene más que un residuo en extinción), la cual fue tildada por ZP ni más ni menos que de antipatriótica (para decirlo como se debe decir y no como lo dijo él) continuando la comedia.

Así, es en estos tiempos, justamente, cuando más nos impacta encontrarnos, tras el maquillaje y el olvido, con antiguas propuestas que, mal que les pese o les repugne a muchos, son del mismo estilo y pretenden en lo fundamental lo mismo. He aquí el himno de indudable factura mediocre que ofrezco aquí como residuo antropológico...








... Y he aquí (la cita es de Lepenies, op. cit., pág. 83) lo que publicitaba Goebels en su glorioso 3er. Reich:

"Kraft durch Freude" ("La alegría nos da fuerza")

¿Cómo no asociar una receta a las similares aplicadas antes? ¿Cómo no recuperar las comparación ya establecidas por Sebreli, Hayek, Straus, Lefort, Lepenies y tantos otros intelectuales de variado signo ideológico al poner uno junto al otro el video de ZP y la frase de Goebels? ¿Ha sido acaso una torticera asociación involuntaria o más bien una automática reacción del intelecto?

En la misma obra (pág. 33), Lepenies menciona que tales consignas y tales mensajes eran comunes a personajes como Stalin e Hitler y a sus regímenes totalitarios. ¿Es que son todos una misma cosa y en tal caso qué? Desde ya que no son todos fascistas, lo que digo por lo políticamente incorrecto que esto pudiera ser. Pero sí que tienen muchísimo en común, y Lepenies lo señala con toda rotundidad: todos ellos tienen en común su carácter utópico. Son casos entre muchos de las Utopías que los intelectuales suelen ofrecer como solución para el mundo, como su salvación. Esos líderes totalitarios (y otros que cuanto menos tienden a serlo, lo consigan o no) señalaban (impositivamente) el camino de la realización patriótica de su sociedad a sus nacionales (leprosos obviamente no incluidos). Quizás lo objetable a Lepenies es que solape a los intelectuales soñadores con sus caricaturas realmente efectivas, es decir, a los intelectuales que "marchaban o marchan hacia el poder" o lo pretendían (algo ya presente en Platón) con los Eutifrones que lo tomaron realmente. Con todo, Lepenies apunta donde duele, y yo concuerdo con él en ese aspecto: sin duda esa felicidad, optimismo, alegría impositivos son un rasgo distintivo o inseparable de toda Utopía, de derecha o de izquierda, lo que demuestra adicionalmente que, en cierto modo (y cada vez menos), no existe en el fondo ni la una ni la otra sino esa auténtica "marcha de los intelectuales al poder" a la que me he referido. Insisto, si cabe: no se trata de suponer que estamos gobernados por fascistas ni mucho menos (¡faltaba más!) sino simplemente por... utopistas que a la manera de un Platón (sin duda muy depreciado o tal vez simplemente... mal imitado, plagiado y utilizado como mero disfraz y con alevosía; es decir, a la manera de su alter ego Eutifrón) quieren imponernos una especie de República de Sabios (¿no han sido varias veces convocados, reunidos y consultados de entre lo más selecto de la mediocridad acorde?), quizá sin duda más próxima a la histórica República Social de Musolini (¡oh, esto debe ser pura coincidencia!) y cada vez más similar a la descrita por Orwell en "1984" (un ejemplo al que también apela Lepenies yendo así casi tan lejos como yo) y que parece inscrita en todas y cada una de las Utopías soñadas por los intelectuales desde el propio Sócrates/Platón en adelante pasando por Moro, Burton, Campanella, Byron, Rousseau... hasta que... lograron implantarla los sucesores reales de esos intelectuales deseosos de Poder a la vez que impotentes para organizarse bajo la férrea disciplina necesaria, como la del centralismo democrático de un Robespierre o de un Lenin, ejemplos heroicos de los muy pragmáticos, oportunistas y maquiavélicos burócratas modernos, cada vez más mediocres intelectualmente o cada vez más traidores a la intelectualidad (2), como los que hoy nos gobiernan con su larga y cada vez más larga cohorte de recopiladores, divulgadores, y propagandistas de la cultura y la... alegría.

En fin... según Wolf Lepenies, hay otros intelectuales que pertenecerían a "la especie que se queja" (ibíd., pág. 83). En fin, será que no habré podido, a mi turno, sino responder a la idiosincrasia de este grupo, hacer gala de cultura a mi manera y actuar sin ningún tipo de asesoramiento (es decir... peligrosamente), además de ser consciente de mi propia impotencia.

Notas:

(1) Sin duda se trata de una de mis peores pesadillas, mínimamente consciente en mí desde hace (lo digo en honor a la verdad y a mi propia vanagloria) 1976 (lo que se haya documentado mediante la reseña que escribí en 1978 para la revista Negaciones, en torno al libro de mi entonces compatriota Juan José Sebreli, "Tercer mundo, mito burgués" (que curiosamente no aparece mencionado en bibliografía alguna, ¡ni siquiera, hasta dónde yo he podido ver, por el propio autor!), y en un artículo sobre el nacionalismo, escrito para la misma revista, donde me permití abundar en el tema, aunque todavía con mucho lastre utopista.

(2) Lepenies señala esa dificultad para la traición a sí mismo por parte del intelectual como "sacrificium intellectus" (ibíd., pág. 29), algo que en los hechos sólo ha sido la otra cara de la impotencia práctica y que cada vez que La Polis lo ha permitido y exigido se ha podido... superar (o como se dice desde siempre: "hacer de tripas corazón").

lunes, 25 de agosto de 2008

Frustración, melancolía, pragmatismo, claudicación (a modo de segunda entrega acerca de "La crisis de nuestro tiempo")

Salvo posibles sectas grupusculares sobre las que no vale la pena ni siquiera documentarse, apenas pintorescas y poco menos que en estado vegetativo, las corrientes "revolucionarias de izquierda" o, más correctamente, las corrientes partidarias a ultranza del redistribucionismo (evidentemente desde arriba, o sea, desde el poder político y, más explícitamente: redistribucionismo de riqueza pero sobre todo de participación, privilegios y patrimonio público; que de eso se trata) han desaparecido prácticamente del mapa político e ideológico barridas por la hipocresía de sus experimentos globales. La caída del muro definió su ostracismo sólo combatible psicológicamente mediante furibundas acusaciones de... "¡Traición!", algo que estos escasos supervivientes se deben (lo supongo) prometer... evitar. ¡Se trata de "los últimos mohicanos", de los guardianes del espíritu, de los auténticos... de los auténticos! Muchos se frustrarán, sin duda, como sus antecesores, pero algunos quedarán incólumes hasta que llegue el día y otros... se sumarán a la "izquierda" real, esa de la realpolitik que tanto han denostado por principios, esa que ya sólo y como mucho les ofrece un cobijo espiritual mientras que materialmente los desprecia, obviamente por ingenuos o por locos.

En todo caso, en sus pequeños templos, se dedican hoy a rumiar su melancolía, su "queremos tanto a Glenda" (1), es decir... su "queremos tanto a la "Revolución", esperando del cielo una señal de que el estado de cosas muestra ya las esperadas fisuras telúricas y catastróficas (esperadas, claro, a tenor de los oráculos): grandes huelgas si no "generales" e "históricas", manifestaciones callejeras masivas y ¿armadas?, asambleas populares decisorias del estilo de La Comuna o LosSoviets, tomas de fábricas, fincas o, al menos, de universidades... E interpretando (¡oh, sí, cómo no seguir interpretando!) que incendios periféricos como los de París o los de la violencia okupa o antiglobalisación ponen de manifiesto, a falta de más, "el fin próximo de capitalismo" y en todo caso "sus decrépitas contradicciones internas" (¿no están estas dentro de cada cosa material según las Recetas Magistrales de Los Maestros?)

Sin duda, también se encuentran, aquí y allá, como "izquierda" aunque esta vez en el sentido de "corriente contestataria" o "crítica" respecto del Poder (¿dicho sea de paso, por qué los ancaps y los demócratas liberales no reivindican el término al igual que sus ancestros primigenios?) y de todos los poderes opresores -y por ende, como no debería entenderse de otro modo, políticos-, se encuentran también, repito, aquellos individuos que, conscientes de la impracticabilidad de toda acción consecuente rechazan de plano sumarse a cualquiera de los bandos más operativos o eficaces, influyentes aunque no en lo fundamental, ni forman ni promueven grupos selectos o de iluminados, de vanguardia, que sólo significarían a sus propios ojos y a la luz de la reciente historia, renovadas sectas melancólicas (entre esos individuos, lo admito, acepto verme incluido en cierto modo, y como tal, también en cierto modo, me reivindico: la "izquierda" sentada en una silla situada del lado izquierdo de un parlamento global imaginario (¡no, claro, del parlamento institucional que legitima hasta lo contrario de su propio sentido formal o teórico!), de un tercer estado radical virtual.

En todo caso, hoy en día, la mayoría de los que podrían ser llamados de alguna manera "intelectuales de izquierdas" en el sentido clásico y perimido del término (me refiero a los, digamos, más honestos -o idílicos- que imaginarse puedan) han renunciado explícitamente o al menos mantienen bajo mínimos su fidelidad al marxismo tradicional (del que les queda cierto endiosamiento melancólico de un fantasmal "proletariado consciente" que nunca existió y menos en los viejos términos y a lo sumo una férrea convicción verbal por la "justicia social universal" que precisamente los lleva muchas veces a aceptar las migajas y los engañossocialdemócratas en nombre del "algo es algo" o "lo otro es peor", admitiendo en nombre de esa "mayor justicia social" el recorte progresivo o abrupto incluso de las libertades y la... ¡conveniencia sartreana de no empañar los logros con críticas no constructivas!, es decir, hacerle el juego al totalitarismo o a su sistemático avance de felino). Lo que no hacen en general o al menos según mis datos, es ir más allá del marxismo, o sea, descubrir sus falacias, sino dejarlo en pie en su forma más edulcorada y seductora, libre de radicalismos poco prácticos y mal vistos y sobre todo incómodos y poco rentables. Por lo general, se trata de personas con cierta culturilla que han optado por rondar en torno al poder burocrático paternalista establecido, simpatizando con sus líderes mesiánicos cuando no militando directamente en sus organizaciones verticales de profundo contenido pragmático y maquiavélico, pero no sólo dejándose engañar sino compartiendo las labores de mantenimiento de la mentira.

Junto a ellos, y bebiendo de las fuentes dogmáticas y doctrinarias del periodismo (ese "esclavo de papel del día" como lo calificaba despectivamenteNietzsche -2-), se dispone una masa de empleados culturizados de medio pelo que forma de manera creciente la verdadera corriente que, a grandes rasgos, podríamos llamar socialdemócrata en atención a su adehesión a esos mencionados contenidos redistribucionistas suaves, es decir, los que serían más factibles o realistas de imponer en combinación con la existencia relativa de formalidades democráticas. Estas políticas, que beneficiaría en cierto grado esa clase media (y mediocre), una nueva clase media que ha renunciado definitivamente a sustituir a los poderosos, que se ha resignado a ello a la vista de las circunstancias, aunque los siga odiando, criticando y maldiciendo, son de todas maneras... precisamente las que definen el status quo. El mundo, sin duda el primer mundo, ya ha llegado a ello y de lo que se trata es... de conservarlo y no de cambiarlo. En todo caso, de "profundizar" en él (y de sus resultados al respecto, los hechos cantan, de modo que me abstengo). Se trata en fin de una adhesión profunda a una sociedad en la que se sienten cómodos y que da más lugar que a muchas plegarias la de "virgencita, virgencita, que me quede como estoy"; lo que significa, por poner sólo un par de ejemplos: con las guerras periféricas lo más lejos posible de nuestras fronteras, con el paro golpeando la puerta del vecino y no la mía, etc.

Pero esta resignación no es sólo una simple manifestación de egoísmo posmoderno (persistente se diga lo que se diga) sino que tiene, también, un origen en la frustración que asola al intelectual medio y no sólo como producto del estrechamiento que los grados alcanzados de burocratización implican para las posibilidades de triunfo "purista" de la intelectualidad al que melancólicamente cada intelectual individual aspira, es decir, es un subproducto del estrechamiento producido en el espacio político global, un espacio cubierto o copado por las formaciones burocráticas de diversa índole, empezando por las políticas pero no sólo.

Señalaré de paso la obviedad de que esta indudable mayoría social (es ciertamente indudable) lo es fundamentalmente pero en absoluto en exclusiva en el occidente desarrollado y en todo caso ya también en los países emergentes más avanzados (al menos en sus megaurbes), mientras que en el los demás países, regiones o distritos "periféricos" (hoy distribuidos irregularmente al margen de las fronteras formales) conforman una minoría que sin embargo sustenta el poder de los gobiernos locales seudodemocráticos o directamente totalitarios (se trata de individuos del globo a los que se les facilita más o especialmente el acceso a la participación periódica en la elección de sus representantes burocráticos. Se trata por ende de un fenómeno global que explica dicho sea de paso la adhesión mayoritaria a unas formas y maneras por una parte y la aceptación de los innumerables organismos burocráticos internacionales:ONU, OTAN, UNESCO, FMI, etc., cuyas propuestas son escuchadas hasta cierto punto, y que representan espacios de supervivencia inmejorables para tantos especialistas como abundan hoy en día, técnicos, científicos, militares, políticos, traductores, arquitectos, ¿quizás también bufones?...

De ahí que, además de por muchas más consideraciones, los discursos en pro del tercer mundo hayan perdido todo contenido y operatividad "justiciera" y se hayan reducido, con y como casi todos los demás "discursos reivindicativos" que se alzan a coro, a puras mentiras desconcertantes al servicio del mantenimiento del status quo global en el que todo aquel justiciero (cooperante, médico transfronterizo, etc.) que puede acaba buscándose algún... chollito; ¡discursos que han terminado por extenderse poco a poco y cada vez más hasta la increíble y ultrareaccionaria valoración favorable de las costumbres más primitivas y crueles!

Un tercer mundo globalizado a su manera donde cada vez más nativos prefieren imitar a sus amigos blancos o mirarse directamente en el envidioso espejo de los burócratas del primer mundo, los más privilegiados, los mejor dotados de prebendas y beneficios (hasta los jeques más potentados los imitan e intentan superarlos y viceversa). Y se emplean en los servicios de ayuda abandonando toda actividad productiva (hasta que construyan en Africa el mayor parque temático del mundo a la manera del Nápoles de "De esta vida mentirosa" que provea de empleo en el mercado del ocio (¡un... o él mercado de futuro!) a miles de africanos danzarines y folclóricos para deleite de europeos y americanos "redistribucionistas" y de "buena conciencia".

Esto, todo esto, pone de manifiesto hasta qué punto ha mermado hasta su desparición el espacio político existente en cuanto a posibilidades nuevas y cómo este fenómeno histórico palpable ha calado hondo en las conciencias de los intelectuales, antes tan propensos a inclinarse, en nombre de sus pasiones y de su honda sensibilidad, a apoyar, sumarse inclusive y en todo caso promover revoluciones "populares", tanto "democrático-burguesas", o "liberales" si se prefiere, como "de izquierda", tanto del tipo leninista o maoísta como de un tipo más primaveral (como la de Praga, la de Polonia, etc.) contra el imperialismo burocrático. Así es; se acabó. Hoy reina la comodidad en el campo de "la izquierda", hoy esta es conservadora y a lo sumo profundizadora, pero nada más (3).

En este marco lo que proliferan son por una parte los grandes partidos, renovados o nuevos, que se estructuran o consolidan mediante coaliciones contradictorias y en torno de líderes carismáticos, con una ideología difusa parapetada tras cuatro o cinco frases sonoras alusivas a la "redistribución" y la "justicia social" ("Estado del bienestar" como se llama, "igualdad", etc.), especialmente dotados, eso sí, para maniobrar con la mentira y los apoyos sectoriales sustitutivos sobre la base de acuerdos y vínculos con unas u otras redes piramidales menores según las exigencias tácticas del momento. (Y esto, insisto, pasa hasta en el tercer mundo a su correspondiente escala).

En este contexto, a menos que asistamos a un furioso colapso, sólo cabrán esas soluciones socialdemócratas. En el primer mundo, por vía de la consagrada alternancia en un escenario seudodemocrático cada vez más recortado y de attrezzo a tenor y en beneficio de un aumento sin pausa de la burocratización. En el tercer mundo, mediante sustituciones golpistas más o menos legitimadas por rituales electorales sin mayores diferencias de contenido (socialfascistas en todo caso con unos u otros aliados diferenciadores) e igualmente "redistribucionistas" en el sentido antes señalado. Ambas, en una u otra región del globo, favorecedoras de esas grandes esperanzas que atesoran como únicas los nuevos intelectuales acomodados, por lo general especialistas en algo, de formar parte, aunque sea periféricamente, de la red burocrática mayor o dominante (o sea, en el seno de una u otra pirámide sectorial de no serle accesible una de las principales, esas que ejercen directamente el gobierno local o nacional; más concretamente aún, en el seno de uno u otro organismo o institución subvencionada: nacional o internacional, cultural o solidaria, etc.); una participación que los coloca... del lado de la oscuridad (de... "el lado oscuro de la fuerza") y a su servicio por unas migajas o un poco más de aire de urbanización y de chalet con terreno.

Esta burocracia menor, sin duda ha sido corrompida mediante la integración y ya no será nunca más capaz de elevar su protesta y su crítica hasta lo radical. Al globalizarse y horizontalizarse, la sociedad burocrática que no cesara de crecer desde el fin de la oscura Edad Media europea pasada, los ha llevado a través de la frustración a posiciones puramente defensivas, de intelectuales a eutifrones. La crítica que emana de sus miembros ya sólo será... "cuidadosa" y "constructiva".

No es extraño pues que esta corriente de pensamiento (ideológica) entronque con aquellas prácticas que tanto necesitan de la paz y del silencio, de la distancia máxima respecto del "mundanal ruido". Me refiero indudablemente a las ciencias, especialmente las llamadas duras entre las que ya se ha hecho un lugar la biología y la neurología no dejando prácticamente nada blando (como no sea la propia filosofía y algunas prácticas cada vez menos consideradas ciencias). Eso sí, siempre que en ellas se pueda encontrar empleo.

Claro que las ciencias de la naturaleza pueden congeniar en mayor o menor medida con otras ideas disímiles (algunas sólo en apariencia enfrentadas a ella, asunto que dejo para una inminente entrada específica), pero lo cierto es que los defensores de la ciencia, como en síntesis se consideran a sí mismos, son mayoritariamente socialdemócratas (al punto de que esta ideología se llega a imponer al mismísimo postulado de objetividad propio por definición de toda ciencia, como ya he señalado en otras varias partes, incluso muy recientemente). Pero, con la que el entronque es casi perfecto (aunque contradictorio y cada vez más hueco e incoherente) es con la corriente que estamos analizando.

Esta corriente socialdemócrata, que otrora soñara con un mundo donde las injusticias sociales fuesen las menores posibles gracias a la acción del Estado, una acción a fin de cuentas científica, resignada a regañadientes a admitir la existencia de empresas privadas y monopolios no públicos pero incapaz de renunciar a la idea de una economía pública lo más extensa y lo más planificada posible, también ha encontrado, científicamente como es obvio, precisamente en el culto "en sí" por las Ciencias y su correlato neopositivista, el auténtico bagaje argumental del que echar mano. Su laicismo en realidad no es sino una sustitución sutil por una nueva religiosidad, un nuevo... dogma. Ni más ni menos que su ideología mítica aglutinante de clase.

Así, el grado en que nos internamos en una nueva edad media (por hacer una metáfora y un guiño involuntario a Eco además de mostrar un paralelismo que nos servirá para el post siguiente) llega a ser considerable: sacerdotes socialdemócratas, o social-liberales, o social-capitalistas si se quiere, expertos planificadores de castillos de fuegos de artificio, nos llevan al colapso con cánticos cada vez más sonoros a la vez que más insignificantes y confusos.

Lo cierto es que es más que evidente y no se puede ignorar el solapamiento casi integral que se produce entre esas dos corrientes de pensamiento mayoritarias que tan bien se combinan... siempre y cuando se mantengan en la superficie de la mediocridad. La Ciencia, para ello, debe ser una simple colección de evidencias "adecuadamente interpretadas", como se pudo ver en el límite en la sociedad estalinista y en la nazi, donde La Ciencia (¿seudociencia? ¿en cuál de los casos se da por hecho, en cuál se lo matiza?) estaba sin duda en lo más alto de los estandartes que se alzaban y tras los que se desfilaba y se obligaba a desfilar (4). ¡Y ya basta con eso de: ¡ah, la nuestra es la verdadera... y, además, la más moral!

Los intelectuales de hoy son en su mayoría, como ya he dicho, fundamentalmente y cada vez más, especialistas o expertos en una u otra rama del saber (mayoritariamente técnico) más que auténticos pensadores o filósofos, lo que va sin duda de la mano con la mediocridad generalizada en el campo intelectual que se corresponde, a mi criterio, de un modo fundamental, radical, con el avance de la burocratización global que pone de manifiesto y agrava.

Ese cientificismo, precisamente, ha proliferado gracias a representar un "refugio" privilegiado para la intelectualidad (capaz de hacer compatible su reducción progresiva al rol de especialista y por tanto de miembro de la burocracia global con la adquisición simple de una ideología racionalista que les permite conservar la esperanzas en el futuro aunque reduciéndolas al ámbito de la tecnología y la comodidad que igualmente dependerían de la buena voluntad del gobernante a quien le piden siempre un poco más, como ya he tenido la oportunidad tal vez insuficientemente de poner en evidencia en la entrada antes mencionada), o sea, por razones en última instancia equivalentes. Sin duda hay por fin un paralelismo en el crecimiento de esta corrriente cientificista a la vez que la formalmente socialdemocrata con el paternalismo totalitario que prolifera, en sus modalidades más toscas y absolutas, en el tercer mundo (ya veremos si tan sólo allí), pero inclusive en paralelo con los fundamentalismos mesiánicos que alcanzan grados de beligerancia extrema, manifestaciones ideológicas estas últimas que curiosamente se acercan con las primeras mediante una suerte de alianza que contradice, sin producir aparentemente escozor alguno, muchos de los postulados formalmente supervivientes de la tradición que precedió a las primeras (tradición que permanece en el haber de las mismas como -lo debemos sin duda considerar así- meras mentiras desconcertantes). En concreto, un acercamiento de hecho y a veces sutilmente de derecho que pivota sobre la base de un rechazo hacia lo que se entiende desde la modernidad como "progreso", al que se acusa de destilar el mal cuando no directamente de serlo.

Esto nos lleva de lleno a ver este fenómeno colateral ciertamente interesante que pone en entredicho la actividad científica de muchos, pienso que de la mayoría, de sus practicantes, desdoblándolos en Dres. Jekill y Sres. Hyde (Stephen Jay Gould y sus adoradores, perdón... admiradores, son manifestación ejemplar de esta anomalía intrínseca) y que convierte a "la izquierda" en "reaccionaria" (¿rousseauniana, stalinista, maoista, campesina, bucólica...?) y permite justamente el mencionado acercamiento entre "progresistas" (¿sociales?) y "antiimperialistas" (¿económicamente hablando a pesar incluso de las enseñañnzas de Lenin?), incluso si se trata de fundamentalistas religiosos.

Se trata de la contrapartida del evidente engullimiento de la cultura por sus formalidades mínimas como parte de la sedimentación de la estructura burocrática global de la sociedad actual, proceso que marcha a la par de la mediocrización global característica de la posmodernidad que sigue siendo su marco psicológico y estético y persistiendo como tal. Una sociedad que tiende a y logra, en cierto modo y ni más ni menos o incluso más que todas las anteriores, impregnar y adaptar toda manifestación social a su punto de vista y modo particular de uso y disfrute de las cosas y... y con ellas de las gentes, es decir, de "los demás".

No hay un sólo ámbito de actividad social que no experimente la deriva de su "vieja" o "más natural" idiosincrasia hacia conductas y prácticas burocráticas. La propia iglesia debió convertirse en una institución de ese tipo, en donde no bastarían ya las formas inoperantes del feudalismo en el que se hizo fuerte sino las estructuras modernas de los estados y las organizaciones monopolistas modernas, con sus secretarías, sus consejos de administración o de ministros, sus actas, las jerarquías basadas en la especialización, la planificación, la racionalidad...

Termino esta primera parte de no sé qué parte señalando que considero que todas las ideologías que se defienden hoy en franca pugna histriónica, las unas contra las otras, tienen la misma base social y material, una base específica sociológicamente hablando que más allá de que se base en la problemática general del ser humano (el conflicto trágico por excelencia del que ya he hablado en general aunque quede mucho por decir aún), tiene en el presente unas formas históricas pertinentes que deben ser delimitadas y dilucidadas.

Esto quedará en suspenso por el momento hasta que, en una próxima entrega, desarrolle la situación paralela que representa el que sería el bando opuesto en la escena político-ideológica de hoy, un rol que ese bando reivindica y que inclusive reviste de cierto heroísmo y de coherencia formal gracias precisamente a los vaivenes y tropiezos inevitables del proceso de burocratización imparable al me he referido y me refiero con tanta insistencia. Se trata del Liberalismo, claro, que no quería abordar sin antes echar cuentas con quienes representan las posiciones hegemónicas contra las que embate, dejándose a sí misma el papel reservado a las mejores, más humanas o más sanas utopías. Es decir, al "refugio" de los sueños (5).




Notas:

(1) referencia alegórica a la novela nostálgica de Julio Cortazar.


(2) "El nacimiento de la tragedia", Alianza Editorial, Biblioteca de Autor, Madrid, pág. 171.

(3) De ahí, dicho sea al margen, que sea una simpleza asociar "progresismo" a "progreso" y más si se toma este último como idea de futuro y no de conservar el presente como sucede en realidad. Además de que es darle al "progresismo" demasiada intencionalidad de significado cuando se trata de un mero resabio para uso de la agi-prop. No, hoy "la izquierda" no quiere el progreso industrial y técnico libre tal como imperó en el siglo XIX. Se ve en la "revolución cultural" y en el proyecto de la Kampuchea democrática tanto como antes bajo el stalinismo. Y se ve a las claras con la oposición al uso de la energía nuclear y a las manipulaciones genéticas amorales. La "izquierda" defiende la ciencia y el progreso "controlados" por una moral más victoriana incluso que la de la burguesía a la que osa criticar. Para la "izquierda", y como nunca hoy en día, el progreso es sinónimo de guerra (ha renunciado a aquello de Marx de que la guerra es el motor de la historia y la principal impulsora del desarrollo de las fuerzas productivas; lo que lo hace en todo caso desear un socialismo retrógrado, tradicional, ecológico, salvaje, rousseauniano, etc.) y también, en algunos casos, de consumismo superfluo y de vanidad. Por descontado que no están en contra del estado de derecho, como dice Memetic Warrior, por estar este anclado en el pasado. Eso es demasiado simple, incluso simplificador y por ende falso: el estado de derecho siempre se opuso con su racionalidad igualitaria a los criterios de igualitarismo social que necesita violar las leyes políticas para conseguir la redistribución (este es el quid y no hace falta paralelismos eufemísticos impostados que la realidad desdice). Por otra parte, nada como el capitalismo es capaz de apostar por el progreso y por el futuro (incluso en los marcos de la burocracia absoluta hasta donde se vio positivo para salir del atolladero: NEP leninista, "¡Enriqueseos!" bujarinista, mercado negro de hecho y consentido, corrupción, comercio internacional bajo las leyes del mercado, carrera espacial, expoliación y cautividad de mercados periféricos, Capitalismo Rojo de China, etc.):
"El capitalismo se basa desde sus orígenes en la convicción de que el progreso de la ciencia y de la técnica constituye el medio infalible para transformar el mundo entero en una vasta sociedad civil universal" (Wolf Lepenies -a quien no conocía hasta ahora- en "¿Qué es un intelectual europeo?", Galaxia Gutemberg/Círculo de Lectores, pág. 37)

Por lo que Marx pudo precisamente apoyarse en Adam Smith y Ricardo y en el Hegel de la espiral sin fin, etc., es decir, después de concluir que el capitalismo había agotado su capacidad para seguir desarrollando hacia adelante las fuerzas productivas... y la tarea recaía ahora en su movimiento consciente. El carácter campesino y retrógrado de los socialismos nacionales que tuvieron su momento de gloria merece una explicación seria en paralelo con la apropiación del pensamiento rouseauniano por la "izquierda" tan poco progresista en casi todo salvo... en la mentira, el engaño y... los desfiles.


(4) Estando esta entrada en revisión final, tuve a bien leerme la "Lección Inagural" del conjunto de clases dictadas por Wolf Lepenies en el Colege de France y publicadas en la edición muy atractiva que he citado en (3) bajo el título "¿Qué es un intelectual europeo?". Obviamente, un título que debía hacerme picar y que acabé comprándome hace unos días. Bien, debo decir tras el primer abordaje que creo que va a resultarme todo un hallazgo al margen de las diferencias en las conclusiones y conductas que se derivan para el autor (nuevamente, las evidencias no son nada, incluso si se ponen en el tapete con tanto detalle y pulcritud, sin el enfoque pertinente, algo que precisamente desmonta la pretendida fiabilidad de los descubrimientos científicos y que ya ponía en la picota cuando, insisto con tozudez, me encargué de Gould y de su diosa de la Simple Evidencia). En fin, tomo esto a modo de aperitivo de su Lección:

"Se podría caracterizar la ciencia como un terreno de actividad intelectual situado más allá de la melancolía y más acá de la utopía. El científico no se desespera por el mundo, al contrario, se esfuerza por explicarlo; no piensa en utopías, al contrario, formula pronósticos. (...) -... la normal science- no se caracteriza por el desespero ni por la esperanza, sino por la buena conciencia
.
"Ahí es donde mejor se manifiesta la tensión entre esos sectores de la intelectualidad europea que yo denomino la especie que se queja y los hombres de buena conciencia. (...) la inteligencia triunfante y la inteligencia sufridora..." (op.cit., pág. 31; y... en tanto que haya quejas como él supone o como las hubiese habido hace algunos siglos... Es decir, en tanto no fuesen casi todos... "científicos", como él mismo (...lo que a mi criterio justamente explica su propuesta "socialista liberal" como se manifiesta en sus propias idealizaciones de futuro al final de la misma Clase cuando propone algo que no sea ¡"esconderse tras la utopía socialista de los fines ni tras la utopía capitalista de los medios"!)

En cuanto al tema propiamente dicho, vale la pena que conste lo que añade luego:

"En el Oeste (...) los intelectuales a los que el poder todavía escucha se han convertido desde hace tiempo en expertos..." (ibíd., pág. 36)

Lo que me hace pensar que coincidirá conmigo en lo que vengo sosteniendo en este post: que los que se quejan hoy o son bastante pocos o lo hacen a medias o las dos cosas, vapuleados por un océano de expertos.

(5) En este sentido, hallo equivocada la presunción de que el liberalismo en general sea la ideología intelectual hegemónica hoy en día, como sostiene Wolf Lepenies (op. citada), aunque leyendo con atención el asunto queda básicamente aclarado. Para ello, debemos ir al final de la citada "Lección Inaugural" o mejor aún saltar hasta su "Lección Final", donde nos propone "...reflexionar sobre la necesidad de que haya cierto socialismo en el capitalismo" (!) (ibíd., pág.419. Al no haber leído las intermedias aún no sé cuándo lo deja claro por primera vez, pero esto es lo de menos, y claro, no sé muy bien qué quiere decir, lo que en cualquier caso no disminuye el sentido de la tendencia). En cualquier caso, en la Lección Inaugural, Lepenies ya pone en evidencia que él mismo pertenece a la corriente que yo he llamado socialdemócrata a falta de mejor nombre y que ciertamente contiene cierta dosis de liberalismo, tal vez hoy en mayor grado formal que los que siempre contuvo la socialdemocracia de los viejos tiempos, aunque tan poco de verdad como aquel entonces. Que lo llame liberalismo para mostrar que se ha refugiado en la buena conciencia democrática y en la buena conciencia de una cierta economía de mercado (la regulada come il faut) no debe inducir a error. Yo prefiero dejar el término liberalismo para las corrientes más contestatarias respecto de la burocratización, es decir, a sus formas más puras e idílicas, y a esa corriente le didicaré la próxima entrada, indudablemente crítica. Como anéctoda final a esta nota, véase el calificativo sin duda eufemístico que le adjudicaron a ZP un par de periódicos "de izquierda" de Francia ("socialista liberal") y que tanto ha escamado a quienes se reivindican "verdaderos liberales".

En fin, ya lo dice también: él prefiere alinearse con los que "se quejan" (¿es más elevado?) o promotores de utopías. Pero, ay, cómo lo pone en evidencia su calidad de experto y de burócrata de la cultura (eso sí, culto y lúcido hasta su propio límite que es ciertamente muy amplio y gracias a ello provechoso).

viernes, 22 de agosto de 2008

Desesesperación parasitaria ante la debilidad del huesped

Las minorías parlamentarias, especialmente las autodenominadas y conocidas mediáticamente como "nacionalistas de izquierdas", que una y otra vez sacan a relucir sus maneras y criterios fascistas, no tienen ni fácil ni apetecible dejar de aferrrarse, con uñas, dientes o seudópodos a las partes más adecuadas del maZtodonte, por llamar de algún modo al animal grandote y triunfador visible del que algo de sangre esos parásitos van extrayendo en el curso político a cambio de su contribución al metabolismo del gigante.

No les queda sino dedicarse a ello porque les va la vida. Como a todo parásito que se precie, obvia e instintivamente, saben muy bien de qué sangre, sobre qué piel o en que intestinos pueden vivir y en cuáles lo tendrían más difícil (aunque siempre puede mutar a la vista de un maZtodonte terminal -aún no es el caso- o de una oferta tentadora de algún otro animal igualmente grandote, el otro de los dos que llenan casi la mitad del hemiciclo.

Joan Ridao, de ICV, lo sabe, y por eso amenaza con un vaticinio: "...se va a hundir con todos nosotros". Lo mismo es cierto... lo mismo la simbiosis sigue gobernando.

miércoles, 20 de agosto de 2008

Por qué es posible creer que la mentira es mejor. En realidad... otro alegato dedicado también a los amigos.

La mentira es menos conflictiva que la verdad.

La mentira es eficaz, la verdad es inoperante.

La mentira es más fácil de practicar, sobre todo cuando está bien vista.

La mentira puede ser cualquier cosa, y no tiene por qué ser estética.

Una mentira puede ser lo primero que se le ocurra a uno (sobre todo cuando se muere uno de miedo de confesar una verdad).

La mentira no tiene por qué guardar relación con la mentira anterior (ni con la verdad previa): esto la hace muy cómoda además de permitir un ahorro importante de almacenamiento cerebral y periodístico (que puede ser constantemente borrado o vaciado para su reutilización, como para guardar cosas más apetecibles del tipo de los objetivos de venganza o de los deseos más ansiados y mezquinos).

En fin...: ¿no creeis que este es un tema de plena vigencia que merece tanto espacio como el que su objeto va conquistando?

Pues os animo a añadir vuestras propias verdades sobre la mentira.

(... y a no dejar de reflexionar y de opinar sobre mis más sesudos posts que aquí van siendo sepultados...)

lunes, 18 de agosto de 2008

De la ciencia como mito y como "Contrarreforma". Un alegato dedicado a los amigos.

Parece inseparable de la idiosincrasia del intelectual la pretensión de ocupar un lugar hegemónico en el mundo (aunque sea... en grupo y en todo caso en el seno de una secta). ¿A qué, de lo contrario, sostener las propias convicciones... "a capa y espada"; cómo sería posible si no imponiéndose de un modo breve o duradero, para empezar en el propio grupo, "aportar" lo que creemos será "mejor para todos", y responder así a nuestra compulsiva necesidad de trasmitirlo?

Incluso en aquellos que no se consideran intelectuales aunque como humanos que son reflexionan y transmiten (para algunos lamentablemente) a lo largo de su vida, emerge esa tendencia, y ello precisamente en cuanto se sostenga con vehemencia, ante el otro o los otros, cualquier idea o proyección, ya sea propia en uno u otro aspecto o aprendida en cierto grado y elaborada en otro, es decir, asumida y mejorada, se dejen o no sus contenidos no del todo elaborados o sean interpretados de manera sui generis, más simbólica que efectiva, más autocomplaciente que aglutinadora, al servicio inconsciente de los auténticos gestores de la realidad social a quienes se le ceden parte de los derechos, apetencias y caprichos propios, esos que logran así (ayudados por los más sumisos) elevar la propia especialidad a una posición dominante, estableciendo incluso una estrategia de poder que se propone, cómo no, aglutinar a las masas en torno a su propia simplificación, a su versión asimilable (1).

De repente, o de tanto en tanto, los especialistas retornan a pretensiones de esta índole y publicitan con grandilocuencia su sincero espíritu reformador, orientador o... evangelizador (2). Tras lo cual, con la conciencia o la intuición asimilada de que no hay espacio posible para la conquista por ellos mismos del Poder... nacen sus pedidos más o menos indirectos al Poder Real (que llegan a constituirse a veces en exigencias ideológicamente cimentadas) de que les garantice el territorio conquistado y les conceda algo de privilegios (3).

Son los sacerdotes (curas, pastores, etc.) de la Ciencia. Sin duda, ellos no pueden admitir ser en el fondo idénticos a sus competidores, los representantes de las religiones propiamente dichas, las que se autoconsideran tales, las que no se avergüenzan de serlo o no se proponen conseguir sus objetivos pastorales negando su idiosincrasia evangelizadora. Sin embargo, la conducta de nuestros especialistas científicos es idéntica cuando hacen no sólo proselitismo esotérico a la manera de Eutifrón cuya ascensión fue sin duda irresistible, sino cuando sostienen que las masas podrían asumir su punto de vista científico siempre que se les permita no sólo la libertad sino se le den amplios medios para ejercerlo. Y ello al margen de reconocer que las masas no serían jamás capaces, ni por disponibilidad ni por disposición, practicar su ciencia infusa, quedándoles sólo, por ello mismo... sólo la práctica de... la fe ciega en sus dogmas, o sea, la fe ciega en sus sacerdotes-intérpretes, fe sin duda para nada empírica ni siquiera intuitiva, no falsable ni comprobable. Exactamente como si fuera (para el pueblo al menos) una religión más. Y todo esto al margen de que si esa práctica pudiera llevarse a cabo por el pueblo, eso haría desaparecer a los científicos practicantes como vanguardia o sea... como especialistas, o sea... como sacerdotes de la Ciencia. (Dicho sea de paso: ¡el paralelismo con el plano político-burocrático también es muy significativo en este aspecto!)

Sin duda y abundando en esto, estas vanguardias iluminadoras, lo declaren más o menos explícitamente o no, lo oculten o lo escamoteen ante la contundencia de los hechos... aparentan contentarse o resignarse con la posibilidad de que las masas, o el pueblo, asuma su punto de vista CIERTO o VERDADERO de por sí, confiando en ellos y en todos sus colegas... a la vista de... los logros alcanzados, unos logros que se atribuye La Ciencia en tanto base de La Tecnología en que en realidad se inscriben esos logros (cuando en realidad en muchos casos la Ciencia viene justamente detrás... para explicar su discutible significado o su naturaleza tentativa). Y cuando, luego, según a qué grupo humano (social, ideológico...) se pertenezca y cuál sea su relación con esos logros... pueda llegar a levantarse inclusive un rechazo... moral que a su turno permanecerá científicamente inexplicado, es decir, asumido ideológicamente (Hiroshima, experimentación con animales y con el hombre, experimentación genética...)

Contradictoriamente, se establecen unos valores morales incompletos o sesgados que pretenden imponerse intelectual o racionalmente a los valores populares (también asumidos), mezclándose con ellos y/o aceptando ser parte de ellos con un espíritu a fin de cuentas conciliador (que tampoco intenta ser justificado) aún cuando contradigan a la Ciencia alza da por fin como mera bandera ideológica, lo que demuestra así que eso es justa y principalmente el objetivo perseguido por encima de cualquier otra cosa, es decir, de la propia pretensión evangelizadora, concienciadora, iluminadora, transmisora, educadora, etc.

¡Vamos, la conducta que ya se demostró mil y una veces como la propia del racionalismo!

Así es, se diga lo que se diga; se mienta como se mienta y tanto como se mienta.

Esta es la versión más propiamente contemporánea alcanzada en conjunción con la posmodernidad por la mayoría de los actuales aprendices y divulgadores de la ciencia faltos de la profundidad y el rigor de otros tiempos. Es más: ¡cada vez más faltos de ese rigor y cada vez más inclinados a defender su falta de necesidad y de sentido!

Un buen ejemplo es sin duda Gould, de quien ya me ocupé en un extenso y exhaustivo artículo (seguramente salpicado de errores) ciertamente subestimado e incluso desestimado (y por supuesto NO CONTESTADO hasta ahora) por quienes dicen estar interesados en La Verdad, La Sabiduría, La Honestidad, la Fidelidad a lo Objetivo, etc., demostrando lo contrario en cuanto se los arrincona un poco más allá de su incoherencia manifiesta.

Cada dos por tres me encuentro con manifestaciones similares así como manifestaciones a favor de medidas de apoyo e invitaciones a la lucha por una cientifización de la sociedad o algo parecido (como si esas medidas no existieran o como si las que se suceden por doquier no fueran suficientes). Estos comentarios que expongo en concreto a continuación, y que supongo volverán a concitar el silencio pretendidamente enterrador al que se opta no sólo por debilidad argumental sino por fe en las propias convicciones, fe que no permite su puesta en cuestión (so pena de suicidio social), nacen no obstante de mis mejores sentimientos de amistad hacia algunos a quienes considero íntegros aunque confundidos. Espero pues que su distanciamiento no se ahonde sino sea revertido, para lo cual deberán, al menos, descansar de su cruzada redentora y reflexionar acerca de la dirección hacia donde los encaminan sus pasos.

Estoy más que convencido de que en su mayoría las intenciones son buenas, tanto como que no sólo el camino al infierno está empedrado de ellas, así como de que la sabiduría popular, con todo lo general y aparentemente dogmática que es en sus refranes, no se equivoca mucho. Incluso aplaudo esa buena intencionalidad dada por hecho.

Pero decir, por ejemplo, que la Ciencia es Cultura no es decir casi gran cosa. Es más, si dejamos que la ciencia sea la que de su seno pergeñe la cultura... no saldrá de ello nada mejor que lo que ya saliera hace más de dos mil años, es decir, Sócrates y Platón, y nada peor que el propio positivismo inaugurado por Comte, sofisticado por el Grupo de Viena con Russell a la cabeza y dulcificado en tercer lugar por Popper. Es decir, que podría ser no sólo poca cosa sino incluso algo peor; involuntaria o inconscientemente peor; como tantas veces ha sucedido en la historia de la cultura dando origen al antes mencionado refrán acerca de las intenciones y el infierno al que conducen.

"Cultura" es un término por demás ambiguo. Se habla sin más de la "cultura occidental", a la que se le atribuye los cimientos de la Ciencia gracias a los griegos y concretamente a los sofistas y al Sócrates "novelado" por Platón, gracias en fin al "racionalismo", al supremo valor asignado a La Razón como llave de la Sabiduría. Pero, en primer lugar, es esa misma "cultura" la que se siente "obligada", sobretodo en los últimos tiempos a coquetear con el orientalismo, a veces contradiciéndose de hecho y otras de derecho, como en el caso de Prigogine cuando reivindicara a Tagore frente a Einstein... Una "tradición" iniciada ni más ni menos con la descolonización que coincidió con la marcha de la cultura hacia el posmodernismo y cuya figura emblemática fue precisamente un científico antropológico-social como Levi-Strauss, un hombre blanco que asumió su mala conciencia colonialista y propuso con otros que cargáramos todos con ella... como si hubiera algo en Toda la Historia sin mancha, engaño o violencia, crueldad o mezquindad de lo que pudieramos "no arrepentirnos"... religiosamente. Y como si ello obligase, sí, OBLIGASE, a compreder e incluso a admitir y justificar la violencia revanchista de la raza... o de la clase... oprimidas: la de Fanon o la del Che, la de los nacionalistas con los que convivimos en España misma y alrededores o la de los Jemeres Rojos, etc., etc., etc., pasando por palestinos terroristas y fundamentalistas más o menos manipulados; violencia que se dirige... contra nosotros, contra los que son capaces una y otra vez de poner en pie de guerra La Razón para permanecer al abrigo de la angustia y que no dudarán en darse en el límite "otra" explicación racional defensiva u ofensiva o asumir "otro" mito necesario... como hicieron todos los grupos humanos a lo largo de la Historia.

La cultura, por otra parte y en un plano secundario desde el punto de vista del debate aunque no por ello menos significativo, está tan depreciada hoy en día, en estos tiempos, cada vez más en declive, de posmodernidad, que más vale alejarse un poco al menos del término; o sea, tomarse en serio el tema y hacer las salvedades de rigor.

Hoy se llama cultura, o se dice que forma parte de ella, hasta el fútbol y el cine de entretenimiento más manipulador y mentiroso, el merchandising, los videojuegos, las canciones del verano y el festival de Eurovisión con Chikilicuatre a la cabeza, y por supuesto esas "obras de arte moderno" que se exhiben incluso en plena calle para popularizarlas (el pueblo... como mucho se ríe cuando no se siente disminuido e insultado), a veces dentro de vitrinas de cristal para evitar los efectos perniciosos de la intemperie (como la silla de Tapies), o como las llamadas "instalaciones" que en su inmensa mayoría abusan de la ignorancia en la que nos sentimos los que no nos sometemos al snobismo que se pretende imponer gracias al poder adquirido... Y por supuesto, la ciencia que, nunca mejor dicho, imitando al arte, subvenciona por ejemplo la Generalitat para justificar un reparto bastante oscuro del dinero público (me refiero a unas investigaciones denunciadas y luego silenciadas sobre algún hongo, la codorniz y otros asuntos "de orden público"), y esto sólo para mencionar un caso notable entre los muchos más que deben existir en otras comunidades, países, gobiernos, etc., que los debe haber a montones, me apuesto el cuello. Sin duda, la Ciencia, como la Religión, justifican una y otra vez las más ingenuas utopías así como las más descarnadas corruptelas.

En un comentario que dejé el mes pasado en El cerebro de Darwin, proponía que sería mejor que la ciencia cultivara la filosofía, es decir, que se preocupara por el rigor filosófico de sus afirmaciones cósmicas tanto como por el rigor empírico (4); que se tomara, en fin, la preocupación por el autoconocimiento muy en serio y que dejara de repetir meros extractos ideológicos sacados de digestos o del vox populis primitivo (que ni siquiera ha aportado nada al refranero, lo cual es, desde mi punto de vista, bastante significativo y digno de ser tenido en cuenta, cosa que dejo simplemente apuntada para que le saqueis chispa propia porque desarrollar este asunto me llevaría a ampliar considerablemente el tema).

¿Por qué no hablar de eso, por qué no proponerlo, por qué no contestar siquiera a la propuesta que hacía yo con el rigor propio de que se disponga, discutir esto abiertamente y no calificar la propuesta de discusión abierta y madura con un indignado "cómo puedes ser tan contumaz" como me dijo Evolucionibus (5) precisamente hace tiempo en relación a ese artículo que escribí contra Gould sin siquiera leerlo? ¿Es eso ser... científico? ¿Es eso contribuir a la... cultura?

¡A ver si lo que se propone por "cultura", de manera excluyente (una "manera" que precisamente caracteriza a TODA cultura) no es sino un conjunto más o menos amalgamado de ideas con argamasa ideológica y sobre cuyos componentes contradictorios no se profundiza nunca para que no salten las chispas, no se ponga nada crítico en cuestión por eso de lo correcto políticamente y se enuncian sólo en titulares porque así son más los que parecen estar de acuerdo (6); experimentos que ponen en cuestión dogmas del feminismo o del humanismo, por ejemplo; o los de la igualdad, de la nivelación, de la justicia social, del pacifismo, del altruismo, etc. y, por último, de la mismísima Verdad y la Sabiduría...!

¿No será la cultura que uniría a muchos a los cuales les bastaría definirse "por la Ciencia" aunque de ciencia na... de na...? Esos que cuando se describe un experimento que pone en cuestión sus prejuicios se alzan contra los datos empíricos y la evidencia a los que al mismo tiempo endiosan, sin comprender en absoluto que los hechos no pueden sustituir a las leyes y que estas no son sino formalismos útiles en absoluto taxativos?

¿No será esa la culturilla que reflejaba Gould en el párrafo con el que cerraba (!) "La vida maravillosa": "Somos la progenie de la historia, y debemos establecer nuestros propios caminos en el más diverso e interesante de los universos concebibles: un universo indiferente a nuestro sufrimiento y que, por lo tanto, nos ofrece la misma libertad para prosperar, o para fracasar, de la manera que nosotros mismos elijamos" (¿se puede ser más contradictorio, más ambiguo, más... hueco y más... simplista?) o a la que llegó a adherir Feyerabend cuando en nombre de otras evidencias terminaba ensalzando el oportunismo... de los dictadores revolucionarios (de lo que entiendo se arrepintió con el tiempo)? ¿La del diseño aleatorio en contra del "inteligente", al que tanto ayudó Gould con su antidarwinismo solapado y vergonzante? ¿O la de la conveniencia de "callar" pregonada por el positivismo y de lo que uno de los más insignes creadores de la corriente, bandera y abanderado él mismo por los suyos, Wittgenstein, se desdijo con el tiempo en parte a base de estudiar un poco más de... filosofía?

¿Será acaso la cultura que inauguraran todos aquellos que empezando por Rousseau consideraran que el hombre debía sacar sus sucias manos de la naturaleza salvaje para que ésta fuera pura, y que si los hombres no comprendían que debían ser libres se los educara y llegado el caso se los obligara a serlo? ¿La cultura que sobre la mezcla forzada, retórica, sofista, establecida entre los ideales de justicia social considerados utópicos (como si los propios no lo fuesen) y la dialéctica idealista hegeliana que encumbró a la Historia como fuente de sapiencia, Karl Marx desarrollara como un humanismo (de clase, claro; clase que sería definida formalmente y así entendida como "la verdadera humanidad futura"); la cultura supuestamente proletaria (o verderamente humana... del futuro... que acabó realizándose como cruel... caricatura) que se desdeciría estrepitosamente poniendo definitivamente al descubierto su crueldad antihumana con la caída del muro, aunque en realidad sólo estaba siendo lo que era, humana. es decir, una más en donde como de costumbre caben y cabrán siempre los engaños y las verdades esotéricas, donde caben y cabrán las aspiraciones de un grupo en procura del poder y, "por fin", encontrará... el caballo (¿del apocalipsis?) sobre el que cabalgar ciego y sordo pero vociferante hacia la victoria?

En fin... podría continuar, citar muchos más de los mil y un mitos que se dio la humanidad desde que existe, y quizá inventarme algunos más de manera literaria... pero lo cierto es que los ejemplos son suficientes para quien sepa leer y quiera hacerlo, se disponga abierto a la realidad, justo como pregona la ciencia que se debería hacer ante lo objetivo, y sepa reflexionar lo más desprejuiciadamente posible hasta armarse de la máxima coherencia alcanzable por su parte.

Claro que luego habría que ir un poco más allá, y eso podría tambalear el edificio en el que tanta gente se refugia y de la que tantos comen.

Pero hay sin duda que ir más allá, lo que no significa que la ciencia sea superflua o peligrosa sino que hay que descubrir y asumir su necesidad y su sentido. La ciencia provee al hombre muchas cosas y hay que hacer el listado completo, exhaustivo, no engañoso, no dejando nada ni bajo la alfombra ni en la cuneta. No es una cuestión de bueno o malo, es decir, de valores (cosa en la que caen muchos y especialmente los científicos que la dan, a La Ciencia, por un Valor puro y positivo, el mismo que hace unos 2500 años como he dicho le asignara Sócrates y que hoy aún perdura con ropajes distintos).

Se trata de comprender su mecánica, una pretensión sin duda muy... científica, a la que no veo por qué se niegan... los científicos, al menos demasiados.

Creo, firmemente, que habría que comenzar por ahí, buscando la coherencia y no el parche, el rigor y no la superficialidad, la radicalidad y no el subterfugio y la tergiversación, decirlo todo y no invitar al silencio, dejar que las ideas fluyan y no que sean censuradas, ya sea con hierros o con letreros, ya sea enterrando al sujeto o enterrando sus ideas...

A fin de cuentas, este tiempo en el que hoy volvemos a discutir las cosas que siempre preocuparon al hombre y les sirvieron de remedio, pasará. A saber lo que quedará luego, a saber si algún día seguirá o no habiendo un espacio para los que piensan sin estar involucrados en el presente y sus entresijos o se vean obligados a sucumbir por inexistencia de un lugar dónde exilarse. Tal vez, el cabo de mil experiencias inconducentes el futuro nos mire con condescendencia considerando que nos la hemos pasado jugando... unos contra otros y a cualquier precio. No puedo sino jugar yo mismo con esas ideas, literariamente, también como remedio a la angustia, como embriaguez, como refugio... Pero, aunque no sirva para nada, sé que no hago sino lo que me dicta mi programa interno, algo que sin haber sido nunca preconcebido inteligentemente, es un resultado que funciona.



Notas:

(1) Son muchas las posturas positivistas vergonzantes, débiles, que no pueden evitar coquetear con el subjetivismo y recaer en aquello que quisieran negar sin conseguirlo. Replegándose en el mejor de los casos enKant ... cuando no en los sofistas, de los que se pueden extraer frases más simples y directas muy útiles para educar al pueblo aunque sea de manera contradictoria ydesconcertante.

(2) Siguen tres ejemplos entre mil:

(2.1) Una muestra entre mil del simplismo filosófico en el que se refugian por lo general los especialistas para extrapolar un poco más allá de los hechos y hasta donde se animan a hacerlo, lo podemos ver en una entrevista realizada a uno de ellos, David J. Chalmers (véase en particular la respuesta dada a la segunda pregunta), cuyo trabajo no deja por supuesto de ser muy valioso. Lo que indica de nuevo un retroceso hasta el pensamiento primitivo, presocrático en muchos puntos, que la especialización científica produce. No es sólo que no haya "formación" filosófica por parte de los científicos -necesariamente especialistas- sino que se la considera superada o innecesaria en la línea bebida a partir del positivismo y la filosofía analítica.

(2.2) Stuart Kaufman, más allá de sus interesantes y felices aportes, propone, muy intelectualmente y en su estilo, ¡"reinventar la sacralidad"!

(2.3) Otro científico de la complejidad ha descubierto una panacea explicativa más en el seno de su propia teoría y más allá de que su discurso tenga una gran utilidad y sea elegante, sea incluso objetivo y clarificador de dilemas que se hallaban en una confusión mayor previa y sirvan para iluminar ulteriores vericuetos (lo que no dependerá sólo ni fundamentalmente de todo lo anterior sino de la sociedad en la que juegue su baza). Su resultado no resuelve el problema sino que lo manifiesta. En esto, este, comoKaufman, invaden el campo de la filosofía como si no fuera sino un apéndice más o menos perturbador de la ciencia, un apéndice que debe ser domesticado o subordinado a la manera en que Platón proponía que lo fuera la poesía a la política, es decir, a la manera socrática; dejando principalmente de manejar conceptos y dedicándose a crearlos cada vez más allá de los límites de la teoría, lo que no es cometido estricto de la ciencia (por más inevitable que esto sea) y cae necesariamente en terreno... metafísico o... simplemente... formal. Muy bien, a quién se le ocurre prohibirlo; pero al menos que sean capaces de llamar filosofica a esa práctica suya, de aceptar que no siguen para ello el método positivista sino el intuitivo, y de reivindicar su existencia separada. Incluso, a reconocer que se deslizan hacia el mito y el dogma... como todo ser humano.

(3) Hay miles de ejemplos que ponen en evidencia lo mucho que se hace hoy en día y en todas partes (en Occidente, en Rusia, en China y allí donde el racionalismo ha triunfado al menos) por La Ciencia y por su divulgación masiva (y simplificadora, claro, como no puede sinoserlo ) y su endiosamiento por parte de un sin número de diversas instituciones privadas y públicas: basta acudir a las guías de ocio y ver las manifestaciones culturales que giran en su torno (La Caja deSegovia , como todos los bancos y cajas, promociona, por ejemplo, en un folleto de su fundación un "Programa de promoción de la Cultura Científica y Tecnológica"...), y sin embargo, se clama contra la religión cristiana y el diseño inteligente como si tuvieran hoy en día una fuerza equivalente y pudieran arrebatarle su ya conquistado predominio racionalista y positivista, algo en todo caso muy relativo y que no demostraría sino la existencia de una lucha por el Poder en toda la regla entre los defensores de dos meros... dogmas (traté esto en una sucesión de artículos incluidos en este blog).

(4) De un modo apresurado e irreflexivo (poco científico por cierto) ante mi valoración positiva de la intuición filosófica, Brainy me responde que la misma "es peligrosa" y añade observaciones varias que representan claros retrocesos hasta el pensamiento prefilosfófico (o presocrático) en juicios más propios del relativismo a ultranza o hasta el subjetivismo trasnochado ("apariencia" vs "realidad" o "inaccesibilidad intrínseca") que se supone ajenas y opuestas a la idiosincrasia científica moderna.

(5) juicio de Evolucionibus ante mi insistencia (¡la segunda!) en señalar a Gould como un oportunista que negaba en los hechos el evolucionismo, cosa que demostraba en un artículo de 40 páginas que habría sido considerado "innecesario" estudiar para rebatir o criticar allí donde lo mereciera: bastaba "lo sabido" (las convicciones dogmáticas "previas" y los slogans para acabar enterrando la cuestión con el juicio señalado).

(6) Me permito aquí poner en evidencia otro ejemplo a propósito entre mil: el debate acaecido en el blog "Por la boca muere el pez" a raíz de su post "Juguetes de niños primates..." de fecha 2008-04-08, en donde se sostenía o se tendía a sostener por parte de una amplia mayoría de comentaristas que el método experimental que se describía en el post debía ser evaluado (¡y rechazado!) desde el punto de vista de la ideología feminista. Sin consideración alguna por parte de los o las más recalcitrantes. Y sin sugerir experimento o método alternativo alguno; simplemente: enterrarlo como basura ideológica-machista.

lunes, 4 de agosto de 2008

Reflexionando un poco sobre la capacidad de reflexión

Una de las tendencias más difíciles de erradicar del mecanismo de reflexión humano (humano, es decir, el que corresponde al hito más complejo alcanzado hasta ahora por la evolución en La Tierra y que se hace merecedor del nombre) es el que se autoatribuye la propiedad previamente idealizada como atributo de su supuesto creador, es decir, de Dios, es decir, de la última instancia imaginable capaz de producir Diseño Inteligente.

Desde el primer Nietszche hasta el último Strauss, esto había sido señalado, aunque no se lo haya tenido especialmente en cuenta ni, en cualquier caso, se lo haya comprendió en su justa dimensión... Al menos desde mi punto de vista. No obstante, a mí me parece que lo más significativo quedó prácticamente bien apuntado por los nietszcheanos en relación con lo que he afirmado en el primer párrafo, por lo que insisto en repasar a Nietzsche en lugar de continuar ahondando (y así salvándole las ropas) en el positivismo.

La muerte de Dios en la imaginería humana (o sea su muerte como concepto y justificación) no ha sido nunca lo suficientemente profunda o radical. Siempre ha dejado en pie algo del moribundo, siempre hay algo del fantasma que se deja vivo... Y precisamente, ¿dónde sino en el interior de la criatura que lo ha inventado con fines curativos o paliativos al menos? Al parecer, y eso se evidencia en sus aspectos colaterales, muy difícil para el hombre desembarazarse (nunca mejor dicho) de su propia convicción. Al parecer, la idea de llegar a ser Dios alguna vez o a serlo aunque parcialmente, cuesta mucho de erradicar. Los sistemáticos logros culturales y tecnológicos del hombre lo reafirman. Un día, sienten cada vez más individuos, el hombre (tal vez no todos, pero "los mejores") controlarán la vida y serán capaces de reproducirla, serán capaces de alcanzar los confines del Universo, de dominar la profundidad de la materia y el tiempo, de fabricar una mente artificial... La sensación de que todo límite será franqueable es cada vez más ostensible... (Y cada vez sirve más y más para justificar el poder político, o sea real y cotidiano, presente e inmediato, de los exponentes potenciales de esos ejemplares "mejores", los sabios, los especialistas, los expertos... Aunque esto, lo sé, sea la otra cara de asunto que pretendo abordar, no deja de ser inseparable de la cara que expongo y ahí queda señalado.)

Cuando se piensa en la construcción de un organismo cibernético capaz de autopensamiento, se cae indudablemente en esa conducta, y no tanto porque se persiga el objetivo ni porque pueda augurarse que no sea alcanzable (¡ni mucho menos!), sino por el hecho de que se asume... que el diseño inteligente previo será la clave del éxito, que la perfección en reproducir la mente humana será la clave del éxito. En esta idea, subyace indiscutiblemente la convicción de que el concepto es previo al resultado; es decir, una idea platónica, una idea que está en la base misma del mito religioso del que se presume haber renunciado, pero que, por lo que puede verse si se abandonan los aprioris del tipo "la ciencia y la religión no tienen nada en común", está también en la base del mito científico-racionalista. La idea que otorga "al saber y al conocimiento la fuerza de una medicina universal y ve en el error el mal en sí" ("El nacimiento de la tragedia", El libro de bolsillo, Alianza Editorial, Madrid, 2000, pág. 135).

Lo que no acaba de asumirse es la evidencia de que el cerebro humano es un producto de la evolución o, en otras palabras, un resultado que encontró la vida a través de millones de años de interacción con el mundo cercano para aferrarse a él y continuar existiendo ("un medio de retener a sus criaturas en la vida y de forzarlas a seguir viviendo", como dijo Nietzsche, op.cit., pág. 154). Un producto que en su totalidad y en sus partes no tiene nada de perfecto ni de bien ensamblado por más que nos maraville su capacidad no sólo de pensar y deducir sino de autoengañarnos y hacernos ir hacia Dios con la sensación de que podemos llegar a serlo en la medida en que practiquemos la perfección, es decir, la exactitud, la simetría absoluta, la racionalidad y la lógicas extremas... es decir, la propia idiosincrasia que hemos considerado divina.

Pero gracias a eso, como bien señaló Nietzsche, simplemente, nos movemos. Otra cuestión es hacia dónde en realidad si es que haya uno concreto y definible.

Sin duda:

"... el mito quiere ser sentido intuitivamente como ejemplificación única de una universalidad y una verdad que tienen su mirada en el infinito" (Nietzsche, op.cit., pág. 150)


* * *


Últimamente he topado con algunos artículos curiosamente publicados con pocos días de diferencia (¿tal vez porque el tema está volviendo a adquirir popularidad?) donde se tratan cuestiones vinculadas al rol subordinado de las teorías a la lucha "de clanes" así como a la puesta en duda de existencia misma de... teorías. Sin duda se trata de mi propia mirada sobre estos asuntos que descubre lo que desea... aunque... esto sea posible sólo porque... todo está en todo. Me permito recomendar su lectura y que se aplique con la propia capacidad de reflexión para reconsiderar aquello que tanto nos parece inamovible:

"The history of theory" de Ian Hunter, obra reseñada y comentada por Anaclet Pons en su blog de Historia ("Clionauta").

y

"The end of theory" de Chris Anderson, reseñada y comentada en Edge.

En este último caso, Edge lleva tiempo tratando temas colaterales así como sobre las cuestiones de la Teoría de Todo. En general, todo esto refleja, a mi entender y más allá de lo que pueda ser más o menos útil, la misma problemática... Las variantes son de todos modos... tan amplias y matizadas que sólo tomándolas como muestras individuales del afán individualista del ser humano,,, podrían permitir considerarlas... como un Todo.