lunes, 18 de agosto de 2008

De la ciencia como mito y como "Contrarreforma". Un alegato dedicado a los amigos.

Parece inseparable de la idiosincrasia del intelectual la pretensión de ocupar un lugar hegemónico en el mundo (aunque sea... en grupo y en todo caso en el seno de una secta). ¿A qué, de lo contrario, sostener las propias convicciones... "a capa y espada"; cómo sería posible si no imponiéndose de un modo breve o duradero, para empezar en el propio grupo, "aportar" lo que creemos será "mejor para todos", y responder así a nuestra compulsiva necesidad de trasmitirlo?

Incluso en aquellos que no se consideran intelectuales aunque como humanos que son reflexionan y transmiten (para algunos lamentablemente) a lo largo de su vida, emerge esa tendencia, y ello precisamente en cuanto se sostenga con vehemencia, ante el otro o los otros, cualquier idea o proyección, ya sea propia en uno u otro aspecto o aprendida en cierto grado y elaborada en otro, es decir, asumida y mejorada, se dejen o no sus contenidos no del todo elaborados o sean interpretados de manera sui generis, más simbólica que efectiva, más autocomplaciente que aglutinadora, al servicio inconsciente de los auténticos gestores de la realidad social a quienes se le ceden parte de los derechos, apetencias y caprichos propios, esos que logran así (ayudados por los más sumisos) elevar la propia especialidad a una posición dominante, estableciendo incluso una estrategia de poder que se propone, cómo no, aglutinar a las masas en torno a su propia simplificación, a su versión asimilable (1).

De repente, o de tanto en tanto, los especialistas retornan a pretensiones de esta índole y publicitan con grandilocuencia su sincero espíritu reformador, orientador o... evangelizador (2). Tras lo cual, con la conciencia o la intuición asimilada de que no hay espacio posible para la conquista por ellos mismos del Poder... nacen sus pedidos más o menos indirectos al Poder Real (que llegan a constituirse a veces en exigencias ideológicamente cimentadas) de que les garantice el territorio conquistado y les conceda algo de privilegios (3).

Son los sacerdotes (curas, pastores, etc.) de la Ciencia. Sin duda, ellos no pueden admitir ser en el fondo idénticos a sus competidores, los representantes de las religiones propiamente dichas, las que se autoconsideran tales, las que no se avergüenzan de serlo o no se proponen conseguir sus objetivos pastorales negando su idiosincrasia evangelizadora. Sin embargo, la conducta de nuestros especialistas científicos es idéntica cuando hacen no sólo proselitismo esotérico a la manera de Eutifrón cuya ascensión fue sin duda irresistible, sino cuando sostienen que las masas podrían asumir su punto de vista científico siempre que se les permita no sólo la libertad sino se le den amplios medios para ejercerlo. Y ello al margen de reconocer que las masas no serían jamás capaces, ni por disponibilidad ni por disposición, practicar su ciencia infusa, quedándoles sólo, por ello mismo... sólo la práctica de... la fe ciega en sus dogmas, o sea, la fe ciega en sus sacerdotes-intérpretes, fe sin duda para nada empírica ni siquiera intuitiva, no falsable ni comprobable. Exactamente como si fuera (para el pueblo al menos) una religión más. Y todo esto al margen de que si esa práctica pudiera llevarse a cabo por el pueblo, eso haría desaparecer a los científicos practicantes como vanguardia o sea... como especialistas, o sea... como sacerdotes de la Ciencia. (Dicho sea de paso: ¡el paralelismo con el plano político-burocrático también es muy significativo en este aspecto!)

Sin duda y abundando en esto, estas vanguardias iluminadoras, lo declaren más o menos explícitamente o no, lo oculten o lo escamoteen ante la contundencia de los hechos... aparentan contentarse o resignarse con la posibilidad de que las masas, o el pueblo, asuma su punto de vista CIERTO o VERDADERO de por sí, confiando en ellos y en todos sus colegas... a la vista de... los logros alcanzados, unos logros que se atribuye La Ciencia en tanto base de La Tecnología en que en realidad se inscriben esos logros (cuando en realidad en muchos casos la Ciencia viene justamente detrás... para explicar su discutible significado o su naturaleza tentativa). Y cuando, luego, según a qué grupo humano (social, ideológico...) se pertenezca y cuál sea su relación con esos logros... pueda llegar a levantarse inclusive un rechazo... moral que a su turno permanecerá científicamente inexplicado, es decir, asumido ideológicamente (Hiroshima, experimentación con animales y con el hombre, experimentación genética...)

Contradictoriamente, se establecen unos valores morales incompletos o sesgados que pretenden imponerse intelectual o racionalmente a los valores populares (también asumidos), mezclándose con ellos y/o aceptando ser parte de ellos con un espíritu a fin de cuentas conciliador (que tampoco intenta ser justificado) aún cuando contradigan a la Ciencia alza da por fin como mera bandera ideológica, lo que demuestra así que eso es justa y principalmente el objetivo perseguido por encima de cualquier otra cosa, es decir, de la propia pretensión evangelizadora, concienciadora, iluminadora, transmisora, educadora, etc.

¡Vamos, la conducta que ya se demostró mil y una veces como la propia del racionalismo!

Así es, se diga lo que se diga; se mienta como se mienta y tanto como se mienta.

Esta es la versión más propiamente contemporánea alcanzada en conjunción con la posmodernidad por la mayoría de los actuales aprendices y divulgadores de la ciencia faltos de la profundidad y el rigor de otros tiempos. Es más: ¡cada vez más faltos de ese rigor y cada vez más inclinados a defender su falta de necesidad y de sentido!

Un buen ejemplo es sin duda Gould, de quien ya me ocupé en un extenso y exhaustivo artículo (seguramente salpicado de errores) ciertamente subestimado e incluso desestimado (y por supuesto NO CONTESTADO hasta ahora) por quienes dicen estar interesados en La Verdad, La Sabiduría, La Honestidad, la Fidelidad a lo Objetivo, etc., demostrando lo contrario en cuanto se los arrincona un poco más allá de su incoherencia manifiesta.

Cada dos por tres me encuentro con manifestaciones similares así como manifestaciones a favor de medidas de apoyo e invitaciones a la lucha por una cientifización de la sociedad o algo parecido (como si esas medidas no existieran o como si las que se suceden por doquier no fueran suficientes). Estos comentarios que expongo en concreto a continuación, y que supongo volverán a concitar el silencio pretendidamente enterrador al que se opta no sólo por debilidad argumental sino por fe en las propias convicciones, fe que no permite su puesta en cuestión (so pena de suicidio social), nacen no obstante de mis mejores sentimientos de amistad hacia algunos a quienes considero íntegros aunque confundidos. Espero pues que su distanciamiento no se ahonde sino sea revertido, para lo cual deberán, al menos, descansar de su cruzada redentora y reflexionar acerca de la dirección hacia donde los encaminan sus pasos.

Estoy más que convencido de que en su mayoría las intenciones son buenas, tanto como que no sólo el camino al infierno está empedrado de ellas, así como de que la sabiduría popular, con todo lo general y aparentemente dogmática que es en sus refranes, no se equivoca mucho. Incluso aplaudo esa buena intencionalidad dada por hecho.

Pero decir, por ejemplo, que la Ciencia es Cultura no es decir casi gran cosa. Es más, si dejamos que la ciencia sea la que de su seno pergeñe la cultura... no saldrá de ello nada mejor que lo que ya saliera hace más de dos mil años, es decir, Sócrates y Platón, y nada peor que el propio positivismo inaugurado por Comte, sofisticado por el Grupo de Viena con Russell a la cabeza y dulcificado en tercer lugar por Popper. Es decir, que podría ser no sólo poca cosa sino incluso algo peor; involuntaria o inconscientemente peor; como tantas veces ha sucedido en la historia de la cultura dando origen al antes mencionado refrán acerca de las intenciones y el infierno al que conducen.

"Cultura" es un término por demás ambiguo. Se habla sin más de la "cultura occidental", a la que se le atribuye los cimientos de la Ciencia gracias a los griegos y concretamente a los sofistas y al Sócrates "novelado" por Platón, gracias en fin al "racionalismo", al supremo valor asignado a La Razón como llave de la Sabiduría. Pero, en primer lugar, es esa misma "cultura" la que se siente "obligada", sobretodo en los últimos tiempos a coquetear con el orientalismo, a veces contradiciéndose de hecho y otras de derecho, como en el caso de Prigogine cuando reivindicara a Tagore frente a Einstein... Una "tradición" iniciada ni más ni menos con la descolonización que coincidió con la marcha de la cultura hacia el posmodernismo y cuya figura emblemática fue precisamente un científico antropológico-social como Levi-Strauss, un hombre blanco que asumió su mala conciencia colonialista y propuso con otros que cargáramos todos con ella... como si hubiera algo en Toda la Historia sin mancha, engaño o violencia, crueldad o mezquindad de lo que pudieramos "no arrepentirnos"... religiosamente. Y como si ello obligase, sí, OBLIGASE, a compreder e incluso a admitir y justificar la violencia revanchista de la raza... o de la clase... oprimidas: la de Fanon o la del Che, la de los nacionalistas con los que convivimos en España misma y alrededores o la de los Jemeres Rojos, etc., etc., etc., pasando por palestinos terroristas y fundamentalistas más o menos manipulados; violencia que se dirige... contra nosotros, contra los que son capaces una y otra vez de poner en pie de guerra La Razón para permanecer al abrigo de la angustia y que no dudarán en darse en el límite "otra" explicación racional defensiva u ofensiva o asumir "otro" mito necesario... como hicieron todos los grupos humanos a lo largo de la Historia.

La cultura, por otra parte y en un plano secundario desde el punto de vista del debate aunque no por ello menos significativo, está tan depreciada hoy en día, en estos tiempos, cada vez más en declive, de posmodernidad, que más vale alejarse un poco al menos del término; o sea, tomarse en serio el tema y hacer las salvedades de rigor.

Hoy se llama cultura, o se dice que forma parte de ella, hasta el fútbol y el cine de entretenimiento más manipulador y mentiroso, el merchandising, los videojuegos, las canciones del verano y el festival de Eurovisión con Chikilicuatre a la cabeza, y por supuesto esas "obras de arte moderno" que se exhiben incluso en plena calle para popularizarlas (el pueblo... como mucho se ríe cuando no se siente disminuido e insultado), a veces dentro de vitrinas de cristal para evitar los efectos perniciosos de la intemperie (como la silla de Tapies), o como las llamadas "instalaciones" que en su inmensa mayoría abusan de la ignorancia en la que nos sentimos los que no nos sometemos al snobismo que se pretende imponer gracias al poder adquirido... Y por supuesto, la ciencia que, nunca mejor dicho, imitando al arte, subvenciona por ejemplo la Generalitat para justificar un reparto bastante oscuro del dinero público (me refiero a unas investigaciones denunciadas y luego silenciadas sobre algún hongo, la codorniz y otros asuntos "de orden público"), y esto sólo para mencionar un caso notable entre los muchos más que deben existir en otras comunidades, países, gobiernos, etc., que los debe haber a montones, me apuesto el cuello. Sin duda, la Ciencia, como la Religión, justifican una y otra vez las más ingenuas utopías así como las más descarnadas corruptelas.

En un comentario que dejé el mes pasado en El cerebro de Darwin, proponía que sería mejor que la ciencia cultivara la filosofía, es decir, que se preocupara por el rigor filosófico de sus afirmaciones cósmicas tanto como por el rigor empírico (4); que se tomara, en fin, la preocupación por el autoconocimiento muy en serio y que dejara de repetir meros extractos ideológicos sacados de digestos o del vox populis primitivo (que ni siquiera ha aportado nada al refranero, lo cual es, desde mi punto de vista, bastante significativo y digno de ser tenido en cuenta, cosa que dejo simplemente apuntada para que le saqueis chispa propia porque desarrollar este asunto me llevaría a ampliar considerablemente el tema).

¿Por qué no hablar de eso, por qué no proponerlo, por qué no contestar siquiera a la propuesta que hacía yo con el rigor propio de que se disponga, discutir esto abiertamente y no calificar la propuesta de discusión abierta y madura con un indignado "cómo puedes ser tan contumaz" como me dijo Evolucionibus (5) precisamente hace tiempo en relación a ese artículo que escribí contra Gould sin siquiera leerlo? ¿Es eso ser... científico? ¿Es eso contribuir a la... cultura?

¡A ver si lo que se propone por "cultura", de manera excluyente (una "manera" que precisamente caracteriza a TODA cultura) no es sino un conjunto más o menos amalgamado de ideas con argamasa ideológica y sobre cuyos componentes contradictorios no se profundiza nunca para que no salten las chispas, no se ponga nada crítico en cuestión por eso de lo correcto políticamente y se enuncian sólo en titulares porque así son más los que parecen estar de acuerdo (6); experimentos que ponen en cuestión dogmas del feminismo o del humanismo, por ejemplo; o los de la igualdad, de la nivelación, de la justicia social, del pacifismo, del altruismo, etc. y, por último, de la mismísima Verdad y la Sabiduría...!

¿No será la cultura que uniría a muchos a los cuales les bastaría definirse "por la Ciencia" aunque de ciencia na... de na...? Esos que cuando se describe un experimento que pone en cuestión sus prejuicios se alzan contra los datos empíricos y la evidencia a los que al mismo tiempo endiosan, sin comprender en absoluto que los hechos no pueden sustituir a las leyes y que estas no son sino formalismos útiles en absoluto taxativos?

¿No será esa la culturilla que reflejaba Gould en el párrafo con el que cerraba (!) "La vida maravillosa": "Somos la progenie de la historia, y debemos establecer nuestros propios caminos en el más diverso e interesante de los universos concebibles: un universo indiferente a nuestro sufrimiento y que, por lo tanto, nos ofrece la misma libertad para prosperar, o para fracasar, de la manera que nosotros mismos elijamos" (¿se puede ser más contradictorio, más ambiguo, más... hueco y más... simplista?) o a la que llegó a adherir Feyerabend cuando en nombre de otras evidencias terminaba ensalzando el oportunismo... de los dictadores revolucionarios (de lo que entiendo se arrepintió con el tiempo)? ¿La del diseño aleatorio en contra del "inteligente", al que tanto ayudó Gould con su antidarwinismo solapado y vergonzante? ¿O la de la conveniencia de "callar" pregonada por el positivismo y de lo que uno de los más insignes creadores de la corriente, bandera y abanderado él mismo por los suyos, Wittgenstein, se desdijo con el tiempo en parte a base de estudiar un poco más de... filosofía?

¿Será acaso la cultura que inauguraran todos aquellos que empezando por Rousseau consideraran que el hombre debía sacar sus sucias manos de la naturaleza salvaje para que ésta fuera pura, y que si los hombres no comprendían que debían ser libres se los educara y llegado el caso se los obligara a serlo? ¿La cultura que sobre la mezcla forzada, retórica, sofista, establecida entre los ideales de justicia social considerados utópicos (como si los propios no lo fuesen) y la dialéctica idealista hegeliana que encumbró a la Historia como fuente de sapiencia, Karl Marx desarrollara como un humanismo (de clase, claro; clase que sería definida formalmente y así entendida como "la verdadera humanidad futura"); la cultura supuestamente proletaria (o verderamente humana... del futuro... que acabó realizándose como cruel... caricatura) que se desdeciría estrepitosamente poniendo definitivamente al descubierto su crueldad antihumana con la caída del muro, aunque en realidad sólo estaba siendo lo que era, humana. es decir, una más en donde como de costumbre caben y cabrán siempre los engaños y las verdades esotéricas, donde caben y cabrán las aspiraciones de un grupo en procura del poder y, "por fin", encontrará... el caballo (¿del apocalipsis?) sobre el que cabalgar ciego y sordo pero vociferante hacia la victoria?

En fin... podría continuar, citar muchos más de los mil y un mitos que se dio la humanidad desde que existe, y quizá inventarme algunos más de manera literaria... pero lo cierto es que los ejemplos son suficientes para quien sepa leer y quiera hacerlo, se disponga abierto a la realidad, justo como pregona la ciencia que se debería hacer ante lo objetivo, y sepa reflexionar lo más desprejuiciadamente posible hasta armarse de la máxima coherencia alcanzable por su parte.

Claro que luego habría que ir un poco más allá, y eso podría tambalear el edificio en el que tanta gente se refugia y de la que tantos comen.

Pero hay sin duda que ir más allá, lo que no significa que la ciencia sea superflua o peligrosa sino que hay que descubrir y asumir su necesidad y su sentido. La ciencia provee al hombre muchas cosas y hay que hacer el listado completo, exhaustivo, no engañoso, no dejando nada ni bajo la alfombra ni en la cuneta. No es una cuestión de bueno o malo, es decir, de valores (cosa en la que caen muchos y especialmente los científicos que la dan, a La Ciencia, por un Valor puro y positivo, el mismo que hace unos 2500 años como he dicho le asignara Sócrates y que hoy aún perdura con ropajes distintos).

Se trata de comprender su mecánica, una pretensión sin duda muy... científica, a la que no veo por qué se niegan... los científicos, al menos demasiados.

Creo, firmemente, que habría que comenzar por ahí, buscando la coherencia y no el parche, el rigor y no la superficialidad, la radicalidad y no el subterfugio y la tergiversación, decirlo todo y no invitar al silencio, dejar que las ideas fluyan y no que sean censuradas, ya sea con hierros o con letreros, ya sea enterrando al sujeto o enterrando sus ideas...

A fin de cuentas, este tiempo en el que hoy volvemos a discutir las cosas que siempre preocuparon al hombre y les sirvieron de remedio, pasará. A saber lo que quedará luego, a saber si algún día seguirá o no habiendo un espacio para los que piensan sin estar involucrados en el presente y sus entresijos o se vean obligados a sucumbir por inexistencia de un lugar dónde exilarse. Tal vez, el cabo de mil experiencias inconducentes el futuro nos mire con condescendencia considerando que nos la hemos pasado jugando... unos contra otros y a cualquier precio. No puedo sino jugar yo mismo con esas ideas, literariamente, también como remedio a la angustia, como embriaguez, como refugio... Pero, aunque no sirva para nada, sé que no hago sino lo que me dicta mi programa interno, algo que sin haber sido nunca preconcebido inteligentemente, es un resultado que funciona.



Notas:

(1) Son muchas las posturas positivistas vergonzantes, débiles, que no pueden evitar coquetear con el subjetivismo y recaer en aquello que quisieran negar sin conseguirlo. Replegándose en el mejor de los casos enKant ... cuando no en los sofistas, de los que se pueden extraer frases más simples y directas muy útiles para educar al pueblo aunque sea de manera contradictoria ydesconcertante.

(2) Siguen tres ejemplos entre mil:

(2.1) Una muestra entre mil del simplismo filosófico en el que se refugian por lo general los especialistas para extrapolar un poco más allá de los hechos y hasta donde se animan a hacerlo, lo podemos ver en una entrevista realizada a uno de ellos, David J. Chalmers (véase en particular la respuesta dada a la segunda pregunta), cuyo trabajo no deja por supuesto de ser muy valioso. Lo que indica de nuevo un retroceso hasta el pensamiento primitivo, presocrático en muchos puntos, que la especialización científica produce. No es sólo que no haya "formación" filosófica por parte de los científicos -necesariamente especialistas- sino que se la considera superada o innecesaria en la línea bebida a partir del positivismo y la filosofía analítica.

(2.2) Stuart Kaufman, más allá de sus interesantes y felices aportes, propone, muy intelectualmente y en su estilo, ¡"reinventar la sacralidad"!

(2.3) Otro científico de la complejidad ha descubierto una panacea explicativa más en el seno de su propia teoría y más allá de que su discurso tenga una gran utilidad y sea elegante, sea incluso objetivo y clarificador de dilemas que se hallaban en una confusión mayor previa y sirvan para iluminar ulteriores vericuetos (lo que no dependerá sólo ni fundamentalmente de todo lo anterior sino de la sociedad en la que juegue su baza). Su resultado no resuelve el problema sino que lo manifiesta. En esto, este, comoKaufman, invaden el campo de la filosofía como si no fuera sino un apéndice más o menos perturbador de la ciencia, un apéndice que debe ser domesticado o subordinado a la manera en que Platón proponía que lo fuera la poesía a la política, es decir, a la manera socrática; dejando principalmente de manejar conceptos y dedicándose a crearlos cada vez más allá de los límites de la teoría, lo que no es cometido estricto de la ciencia (por más inevitable que esto sea) y cae necesariamente en terreno... metafísico o... simplemente... formal. Muy bien, a quién se le ocurre prohibirlo; pero al menos que sean capaces de llamar filosofica a esa práctica suya, de aceptar que no siguen para ello el método positivista sino el intuitivo, y de reivindicar su existencia separada. Incluso, a reconocer que se deslizan hacia el mito y el dogma... como todo ser humano.

(3) Hay miles de ejemplos que ponen en evidencia lo mucho que se hace hoy en día y en todas partes (en Occidente, en Rusia, en China y allí donde el racionalismo ha triunfado al menos) por La Ciencia y por su divulgación masiva (y simplificadora, claro, como no puede sinoserlo ) y su endiosamiento por parte de un sin número de diversas instituciones privadas y públicas: basta acudir a las guías de ocio y ver las manifestaciones culturales que giran en su torno (La Caja deSegovia , como todos los bancos y cajas, promociona, por ejemplo, en un folleto de su fundación un "Programa de promoción de la Cultura Científica y Tecnológica"...), y sin embargo, se clama contra la religión cristiana y el diseño inteligente como si tuvieran hoy en día una fuerza equivalente y pudieran arrebatarle su ya conquistado predominio racionalista y positivista, algo en todo caso muy relativo y que no demostraría sino la existencia de una lucha por el Poder en toda la regla entre los defensores de dos meros... dogmas (traté esto en una sucesión de artículos incluidos en este blog).

(4) De un modo apresurado e irreflexivo (poco científico por cierto) ante mi valoración positiva de la intuición filosófica, Brainy me responde que la misma "es peligrosa" y añade observaciones varias que representan claros retrocesos hasta el pensamiento prefilosfófico (o presocrático) en juicios más propios del relativismo a ultranza o hasta el subjetivismo trasnochado ("apariencia" vs "realidad" o "inaccesibilidad intrínseca") que se supone ajenas y opuestas a la idiosincrasia científica moderna.

(5) juicio de Evolucionibus ante mi insistencia (¡la segunda!) en señalar a Gould como un oportunista que negaba en los hechos el evolucionismo, cosa que demostraba en un artículo de 40 páginas que habría sido considerado "innecesario" estudiar para rebatir o criticar allí donde lo mereciera: bastaba "lo sabido" (las convicciones dogmáticas "previas" y los slogans para acabar enterrando la cuestión con el juicio señalado).

(6) Me permito aquí poner en evidencia otro ejemplo a propósito entre mil: el debate acaecido en el blog "Por la boca muere el pez" a raíz de su post "Juguetes de niños primates..." de fecha 2008-04-08, en donde se sostenía o se tendía a sostener por parte de una amplia mayoría de comentaristas que el método experimental que se describía en el post debía ser evaluado (¡y rechazado!) desde el punto de vista de la ideología feminista. Sin consideración alguna por parte de los o las más recalcitrantes. Y sin sugerir experimento o método alternativo alguno; simplemente: enterrarlo como basura ideológica-machista.

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