domingo, 25 de septiembre de 2011

El fantasma de la "Refundación"

La crisis "económico-financiera" puso en boga eso de la "refundación", aunque en realidad, la misma había comenzado hacía tiempo. Prácticamente todos los "analistas" y sus ciegos seguidores prefieren no reconocerlo (no reconocer sus evidencias) e insistir en pedir o exigir que "se ponga en marcha" o, en la acera opuesta, que siga oculta o que mermen sus efectos.

Para "la izquierda", la única forma factible y maximalista de la meta de tal "refundación" que puede componerse en sus estrechas cabecitas (producto de una selección artificial de similares características que las que practicaban con los cráneos de los recién nacidos los nobles incas) es la de la "salida china", la del "capitalismo rojo". Y como lo que "se debe saber" es lo que colorean las gafas ideológicas, no pueden ver (no quieren atreverse a ver) que medidas como las que llevan a cabo los gobiernos autonómicos gobernados por el PP y como las que se implantarán tras el 20N (si nada cambia el curso de las predicciones) se corresponden estrictamente con la idea de esa "refundación" (por cierto, obra de algún asesor francés de Zarkosy, no lo olvidemos). ¿Qué si no significa controlar lo que pueden hacer con su propio dinero las empresas privadas, como es el caso de los bancos? Basta repasar las medidas de "austeridad" que se toman y proponen para ver en ellas un claro avance de la intervención estatal que va bastante más allá de favorecer a los negocios, como deseaba y pretendía que sucediera, "en todo caso", Adam Smith. Y este proceso sigue dando nuevas muestras de desarrollo, como se manifiesta en torno a los proyectos defendidos de cara a la próxima convocatoria del G20.


Para "la derecha", lo mejor es llamar "capitalismo" en un sentido tradicional a la sociedad en la que realizan sus propios avances embozados hacia la instauración de una tecnocracia a su medida. La confusión se hace así tan notable que no es de extrañar que pierdan identidad a pasos agigantados. Se trata de una identidad anticuada, obsoleta, demasiado acartonada (por necesidad más que por ceguera) e hipócrita que no respeta ni mínimamente lo que dicen sostener: la "iniciativa privada", que en realidad, al menos en los casos dominantes, hegemónicos y decisivos, se manifiesta ya desde hace tiempo y de un modo más que ostensible como un conglomerado de recintos intercambiables por los que transitan y se aposentan miembros de la misma burocracia global en meras "posiciones profesionales diferentes" (las que gestionan y controlan a su criterio y para su beneficio, las empresas de capital privado en lugar de las de capital público, en unos u otros porcentajes). Un proceso, en realidad, que comienza en tiempos de su legitimización, ya que el propio Adam Smith se mostraba partidario del control de los salvajismos del capital, como el que se cometían en las colonias. La racionalidad era una bandera que nunca fue ni de los capitalistas de carne y hueso ni de la realidad social en su conjunto... y que, además, nunca fue más allá de las idealizaciones impracticables. No por nada el argentino Braun llegó a defender un capitalismo sin capitalistas (es decir, sin los que se comporten como tales) como el mejor capitalismo... sin siquiera sonrojarse... ni, por tanto, verse demasiado rojo en el espejo.

Y es que la "refundación" nunca pretendió otra cosa que engañar y enmascarar los nuevos pasos que unas u otras bandas burocráticas pretenden dar en su imparable marcha hacia el control de todas las cosas, sean económicas, políticas o personales.

Y vamos cada vez más lejos, con la anuencia vociferante de los hijos del "Estado del Bienestar" inflados de buenas esperanzas, sin apenas querer saber que están acompañando a una de las bandas de depredadores más temerarias, más mentirosas, más ausentes de escrúpulos, más dispuestos a lo que haga falta, más despreocupados por la suerte de todo y de todos salvo de sí mismos y de sus amigos del instante, auténticos invasores interiores del mundo que como los gusanos se crían dentro del cuerpo... Y todo para terminar acabando, ya se verá y se está viendo, entre las víctimas. Porque, y esto es lo más esperpéntico (aunque como todo pertenece al mismo absurdo imperante): que tributan a la mítica racionalidad en la que confían la solución del orden... que formalmente flamea en los torreones de las mencionadas bandas... para encubrir la irracionalidad simple de la dominación del propio grupo (o banda)... esto es, para avivar el fuego del caos sin rumbo posible. Se trata del sueño de los gobernantes buenos, morales, sabios... que como mucho son astutos y ladinos, y que sólo pueden representarse a sí mismos.