viernes, 24 de diciembre de 2010

Un llamamiento ambivalente a la resignación (revisado y reiterado)

No resulta sencillo invitar al hombre a que de una vez por todas se resigne... ni aunque esto se pudiese vincular a una supuesta toma definitiva de conciencia acerca de su imperfección congénita capaz de realizar la conciencia más acabada posible para él: la conciencia de la intranscendencia (o nausea, para decirlo con Nietzsche y el existencialismo) en la que toma forma al tiempo que se pierde.

Por supuesto, nada más lejos de mi propia idiosincrasia (honestamente, lo digo porque así lo siento) que invitar a los miembros de mi  especie (¡y de mi propia subespecie: "los hombres que se quejan"... de la imperfección!) a dejar de levantar la voz contra la injusticia, la ignorancia, la cobardía abyecta, la degradación, la indignidad, la crueldad, el egoísmo, la mezquindad, la mentira, la opresión... etcétera; es decir, contra todas aquellas cosas que encienden esas pasiones que nos hacen sentir mejores o divinos; que nos enfrentan a nuestras propias mezquindades (no por nada Hobbes proponía la pasión por la generosidad a pesar de verla en escasas ocasiones... y ocultándose a sí mismo sin embargo las mil formas en que, cuando esa pasión aflora, lo hace entretejida con las demás pasiones). Sería sin duda un llamamiento inútil, pero sobre todo sería pasar a militar en las filas de los que disfrutan del poder y hasta del caos...

No, nada más lejos de mí... a pesar del convecimiento que me embarga de que todos aquellos eufemismos de la lista y otros que pudieran añadirse, tienen tantos contenidos como sueños utópicos o etiquetan mezquindades difíciles de reconocer... Todo ello bajo la finalísima subordinación al grupo y a los tiempos, todo ello en respuesta a eso que Malebranch llamara "causas ocasionales", a fin de cuentas las únicas posibles, causas contextuales que se diría ahora pero que remiten a un comienzo de transformaciones que se desearía elucidar, y que por ello tienden inevitablemente a ser usadas (¡y vividas!) incondicionalmente.

Un día tal vez sepamos ver, nosotros, los del último puñado de desarraigados y excéntricos pensantes que no temen a la nada, que todo lo grandioso de los discursos no pasa de una necesidad infantil de ponerles nombres con significación supuesta a lo inmediato y disfrazarlas de voces de muy grandes historias. Las escucharemos, con los oidos o los ojos, y veremos inmediatamente por qué acaban convertidas una y otra vez en ausencia casi total de crítica, en etiquetas, slogans, mandamientos... compartibles y a conveniencias determinadas por la posición del individuo que los sostiene en y frente al mundo dado. (1)

¡Endebles reacciones!, pero inevitablemente valoradas, que, "¡Válgame, Dios¡", no se me ocurriría combatirlas ni siquiera despreciarlas y mucho menos sugerir que sean ahogadas a la manera en que, por excelencia, las religiones sugirieran y aún sugieren (por inercia más que nada, yo diría) que se repriman los pecados. Mientras a su vez nos sugieren que aspiraremos a atesorar sólo aquellas que nos elevarían...

Endebles, sin duda, aunque ¿qué podríamos esperar que pueda quedar del hombre sin esas pasiones tan valoradas e inclusive necesarias de conservar como si pudieran perderse; tan míticas; "las cosas que tienen más valor, los objetivos, los sentimientos y las esperanzas de los hombres", en las palabras empleadas por Berkeley contra los "pequeños filósofos" que las "desprecian" y que "disminuyen" y "degradan" la "naturaleza humana (...) hasta el nivel más bajo y más estrecho de la vida animal y no nos ofrecen en el reparto más que una magra ración de años en vez de la inmortalidad" (George Berkeley, "Alciphron", citado en Historia de la Filosofía, Siglo XXI Editores, Madrid, 1978, tomo 6, pág. 242, por Harry Burrows Acton); qué quedaría del hombre, en fin, si no nadie alzara la voz diciendo "nosotros sufrimos por el hombre" (Friedrich Nietzsche, La genealogía de la moral, Alianza Editorial, El Libro de Bolsillo, Madrid, 2006, pág. 70)?

Endebles, todo hay que decirlo, por originarse en y reproducirse como..."inmoralidad", como "sangre y horror", para volver a abusar de Nietzsche (Friedrich Nietzsche, ibíd., pág. 102; y en "Crepúsculo de los dioses", "Los mejoradores de la humanidad", Alianza Editorial, El Libro de Bolsillo, Madrid, 1979, pág. 75) en realidad tan apropiadas a ello como a las demás "cosas buenas" a las que se refiriera. Porque, indispensables a los discursos grupalistas, responden al enfoque propio, al estilo propio de pensar, sujeto a su vez a la correlación de fuerzas, por lo que ni unas ni otras necesitan cultivarse ex profeso (2).

Como si pudiera perderse... en efecto, aunque, sin duda, los seres humanos, en su inmensa mayoría, no puedan evitar indignarse, o enfurecerse, una y otra vez, hasta el límite si acaso de la rebeldía, y, al menos en determinadas situaciones, emular más o menos intencionalmente al supuesto héroe semidivino cuyas figuras mitológicas continúan aún brillando en nuestro firmamento dominante, como acredita el aún vigente cielo astrológico con sus constelaciones aparentes y poéticas; héroe que, revistiéndose de nobleza y de coraje (¡lo que admirara precisamente el propio Nietzsche, tal vez ingenuamente, tal vez... por apego a lo poético e idílico!, ¡o lo que llevara a Hidegger a besar las lustrosas botas de desfile del nazismo, sin duda bellamente uniformado -belleza escalofriante pero cautivadora- con ingenuidad aún más espectacular y perturbadora que la de su predecesor por aquella vieja y edulcorada nobleza desaparecida!). ¡Oh, sí; sin duda!: todos tienden a representar, a veces más allá del límite y hasta entregar la vida, "a los santos porque se es perverso", como escribiera Sartre y pusiera en la voz de su personaje Kean...!

Eso nunca se perderá, Mr Berkeley; no debió preocuparse tanto al respecto (preocupación que correspondería ser explicada aparte). Y, en todo caso, sólo puede intentar ser ocultado, encubierto, enmascarado, con la indudable hipocresía racionalista y positivista (que también, igual y conjuntamente con la preocupación de Berkeley, debe ser explicada). Una operación o ardid que funciona, que cada uno evita desenmascarar del otro, como que ello estropearía el baile de disfraces, la fista de carnaval, la reunión de enmascarados... Eso nunca será superado, Herr Nietzsche (sueño que, por fin, debe asimismo ser explicado. Sí, explicada, explicado... ¡y de una buena vez!

Por tanto (o sea, más allá de las causas ideológicas que pudieran encontrarse detrás de las apuntadas valoraciones), ¡qué vana pretensión abrigaría yo con ello, en franca contradicción con la convicción propia de que "explicar" sea simplemente utópico, como las propias religiones demostraran aparentando -sí, y en todo caso autoengañándose en nombre de estrategias pertenecientes a un espacio distinto, como sugiero en mi nota 2- reprimir la naturaleza necesaria, circunstancial y nunca eterna sin embargo, insisto, del pecado y del libre pensamiento; pretender echar esa naturaleza que Berkeley mismo, si mal no recuerdo, dixit, se puede echar "por la ventana" tan sólo para que retorne "...por las rendijas".

¡Una caída -sin duda igualmente agradable- la ilusión en oposición a la conciencia que dice que mientras las circunstancias lo hagan inevitable -¿cómo saber incluso si alguna vez se llegue a ello?-: esas conductas rebeldes seguirán siendo... idiosincrásicamente humanas en atención a sus dotes necesariamente actorales!

Y sin embargo, mi conciencia me empuja a invitar al hombre a la resignación en un sentido que nadie asumirá, o sea, en un sentido inútil...

Por una parte, ello parece inseparable de aquel otro sentido que me yo mismo considero inevitable y que yo mismo tiendo a valorar como manifestación de lo más excelso (lo menos animal, sin duda; lo más divino), lo más... prometedor... Algo que, seguramente, podría equipararse a la considerarción de que el salto de una rana en dirección a la luna, casual o no, contenga la voluntad de alcanzarla, es decir, no vaya más allá de una convicción impuesta por las circunstancias e inscrita en el firmamento dominante que nos marca las pautas y las idealizaciones más adecuadas...

Me refiero, en fin, a invitarlo a que se resigne a ser simplemente humano, algo que parece tautológico y que sin embargo se niega en cada acto, o mejor dicho, en cada sueño.

En concreto, se me ha ocurrido preguntarme qué pasaría si el hombre consiguiera resignarse de verdad a verse a sí mismo como un resultado claro y concreto de las fases efectivamente previas recorridas, paso a paso y sin rumbo predefinido, por la naturaleza en este mundo y hasta ahora, un resultado incapaz de sobrevivir y/o conservarse (única fuerza que se le impone en última instancia, desde mi punto de vista, incluso siendo capaz de contrarrestarla) sin contar con el deseo de alcanzar metas imposibles, secretos inexistentes pero supuestos, es decir, de tener imaginación.

Resignarse contra la "benevolencia" hacia sí mismo que se ha mostrado ese resultado que, tal y como funciona, recibe de sí mismo el nombre de humano, tan sólo humano-...

¿Acaso la conciencia evitaría las idealizaciones? ¿Acaso podrían reducirse y hasta desaparecer muchos conflictos grupales al caer la máscara de las "buenas intenciones" que enmascaran sus auténticas intenciones de dominio? ¿O podría ser que ese límite tan infranqueable no quede sino el terrible e insoportable sentimiento de ser una anomalía innecesaria?

¡Resignémonos pues a ser simplemente humanos!, tiendo a proponer sin poder evitarlo (y me lo propongo sin remedio) temeroso del riesgo considerable que imagino que asumirlo encierra para los pocos que tengamos el coraje de hacerlo hasta las últimas consecuencias, a la vez que convencido de lo poco que repercutirá este llamamiento en favor del mito y el resumen... En favor, en fin, de la parodia de la creatividad, o de la creatividad encarrilada y limitada que tantas veces toma la forma de la resignación a lo ya establecido, la repugnante, la nefasta, y a ir en contra de las mejores de nuetras pulsiones creativas, las... más humanas, las valoradas, esas que nos confunden y nos hacen sentirnos un poquito divinos.

Que se mantengan, pues, aunque sea como acto de la representación histriónica, esas pasiones de rebeldía inútil que nos alejan del suicidio colectivo; la rebeldía frustrada de los pertinaces dominadores de mundos, prisioneros a la vez de la impotencia y de la omnipotencia que nos entrega a la Nada.



Notas:

(1) En ese sentido, pienso que la filosofía en su conjunto, las ciencias, las religiones y los mitos que se ha dado el hombre no puedan dejar de contener sino visiones antropocéntricas, y no sólo en tanto extrapolan al mundo su propia idiosincrasia para explicarlo (cuando no proponen callar al respecto), sino en la medida en que todos los enfoques (incluido el que recomienda callar) responden a su necesidad de adaptación, emocional y material. Antropocéntricas a la manera del hombre, es decir, considerándo hombres de verdad a los miembros del propio grupo de referencia. Así es como quien cuenta con una facultad más desarrollada para pensar establece el propio tipo como prototipo o tipo ejemplar: el sabio, por ejemplo, y en concreto allí donde esa función se pudo legitimar, esto es, ser aprovechada socialmente.

(2) Por ejemplo, Nietzsche, a la manera de Berkeley, acusa al cristianismo (y a su predecesor el racionalismo socrático) de "promover la debilidad" pero la Iglesia nunca se resignó, por citar algo emblemático, a perder Jerusalem, lo que se expresó de muchísimas manera a lo largo de los siglos; por ejemplo: las convocatorias recientes a manifestarse en la calle en la mejor manera de cualquier movimiento político contra la nueva ley del aborto y el derecho al aborto en general. Repito: un grupo nunca abandona su intencionalidad dominadora -dominadora sobre todo incluidos los otros-, aunque la elección de las tácticas en combinación con la correlación de fuerzas le sea adversa y lo condene al fracaso. Nietzsche mismo lo sabe y lo señala: "quieren ser también ellos los fuertes, no hay duda" ("Genealogía...", ed. cit., pág. 79 y posteriores, donde lo documenta ampliamente). La cultura, a la que Nietzsche mismo se refiere en el citado ensayo (ibíd., pág. 69), aparece como pretendiendo lo que es en realidad un resultado de la relación de fuerzas "en el fondo" brutas, esas que tan sencillamente señalaba Tucídides como causas del movimiento. Tal vez en atención a la buena conciencia y/o a la predilceción instintiva por las "mentiras piadosas".



Nota: la versión original del artículo fue una provocación autoconfirmativa de su alcance,pesimista, publicado hace un año y un mes en Feacios, donde he escrito varias veces con escasos resultados polémicos. Los posibles avances son pues mero efecto de la decantación propia...




viernes, 19 de noviembre de 2010

El juego de las sillas y la impotencia popular

La consideración de la sociedad como espectáculo, si la modificamos un poco, puede ser reveladora del carácter de la crisis en la que nos hundimos como en un pantano donde unos arrastran a otros en sus intentos individuales y hasta cierto punto grupales de salir a flote.

Claro que es una imagen que, como todas ellas, sólo se puede construir partiendo de un posicionamiento previo, de una previo enfoque global... El mío, quede el lector notificado para que no tenga que hacer el esfuerzo por desgranarlo, se basa en la tesis de que los diversos grupos humanos en los que la raza se fragmenta, refragmenta y subfragmenta sin alternativa, no pueden marchar sin obligarse mutuamente a crear un nuevo tramo de senda guiándose pero sobretodo debiendo cierta fidelidad -incluso al proponer supuestas invenciones emancipadoras que tienen mucho más de "otras cosas" que de verdaderas intenciones, todas bien pintadas de "mundos felices", "mundos del bienestar" o "mundos de la justicia"- a lo andado, a lo previamente construido, a la senda ya recorrida hasta ese mismo momento. Esta es la base sobre la que se proyecta el camino hacia adelante y los obstáculos con los que se encuentran tanto el grupo defensor de cada discurso como los demás a los que el primero se opone y se diferencia. Y este cuadro, a su vez, es el que obligaría a los cambios lo menos dramáticos que sea posible en el rumbo real (rumbo que desdirá el carácter aparentamente idílico y utópico del discurso y lo reducirá, a posteriori, a ser denunciado como lo que era: propaganda, desconcierto, engaño, trampa) y a crear con ellos la perspectiva de encontrarse con obstáculos nuevos y posiblemente mayores... obstáculos que los demás grupos intentan aprovechar consiguiéndolo unas veces y otras no.

A esto he llamado yo "construcción creativa de la artificialidad", un fenómeno que otros (Castoriadis) han preferido llamar "autocreación humana", a mi criterio, sólo para sostener "nuevas esperanzas" y... utopías, etc. Y que se puede apreciar en sus dos manifestaciones actuales más notables: la crisis económica y la marcha de la democracia representativa. Acerquémonos a la primera de manera suscinta:

Podemos partir perfectamente de lo que es vox populis o de lo que, en otras palabras, se ve a primera vista: que la crisis actual es, al menos económicamente hablando -ya que algunos hablan de "crisis moral" sin duda con el fin de impulsar su propia tiranía afín-, una crisis de endeudamiento, o sea, de inflación del crédito (y del consiguiente endeudamiento).

No parece difícil a partir de ello, establecer el paralelismo que señalara Mr. Simon Johnson (The quiet coup) entre la realidad y el viejo y familiar al juego musical de las sillas, ese que se les hace jugar sobretodo a los niños y que consiste en dar vueltas alrededor de un número inferior en uno al de los participantes mientras la música suena, debiendo correr todos a sentarse apenas cesa, y que en cada fase del juego dará como resultado que uno, el más lento o el que menos suerte tenga, quede fuera del juego. Al final de cada fase, por otra parte, se retira una silla y el juego repite su ciclo progresivamente reductor hasta el definitivo triunfo de un único niño que será considerado el vencedor.

Mr. Johnososn señala exactamente lo siguiente (y cito, con perdón para los que no lo sepan apreciar, un buen trozo porque todo él tiene sustancia, más allá por cierto de lo que el propio articulista alcanza a ver):
"Typically, these countries are in a desperate economic situation for one simple reason—the powerful elites within them overreached in good times and took too many risks. Emerging-market governments and their private-sector allies commonly form a tight-knit—and, most of the time, genteel—oligarchy, running the country rather like a profit-seeking company in which they are the controlling shareholders. When a country like Indonesia or South Korea or Russia grows, so do the ambitions of its captains of industry. As masters of their mini-universe, these people make some investments that clearly benefit the broader economy, but they also start making bigger and riskier bets. They reckon—correctly, in most cases—that their political connections will allow them to push onto the government any substantial problems that arise.
In Russia, for instance, the private sector is now in serious trouble because, over the past five years or so, it borrowed at least $490 billion from global banks and investors on the assumption that the country’s energy sector could support a permanent increase in consumption throughout the economy. As Russia’s oligarchs spent this capital, acquiring other companies and embarking on ambitious investment plans that generated jobs, their importance to the political elite increased. Growing political support meant better access to lucrative contracts, tax breaks, and subsidies. And foreign investors could not have been more pleased; all other things being equal, they prefer to lend money to people who have the implicit backing of their national governments, even if that backing gives off the faint whiff of corruption.
But inevitably, emerging-market oligarchs get carried away; they waste money and build massive business empires on a mountain of debt. Local banks, sometimes pressured by the government, become too willing to extend credit to the elite and to those who depend on them. Overborrowing always ends badly, whether for an individual, a company, or a country. Sooner or later, credit conditions become tighter and no one will lend you money on anything close to affordable terms.The downward spiral that follows is remarkably steep. Enormous companies teeter on the brink of default, and the local banks that have lent to them collapse. Yesterday’s “public-private partnerships” are relabeled “crony capitalism.” With credit unavailable, economic paralysis ensues, and conditions just get worse and worse. The government is forced to draw down its foreign-currency reserves to pay for imports, service debt, and cover private losses. But thesed the local banks that have lent to them collapse. Yesterday’s “public-private partnerships” are relabeled “crony capitalism.” With credit unavailable, economic paralysis ensues, and conditions just get worse and worse. The government is forced to draw down its foreign-currency reserves to pay for imports, service debt, and cover private losses. But these reserves will eventually run out. If the country cannot right itself before that happens, it will default on its sovereign debt and become an economic pariah. The government, in its race to stop the bleeding, will typically need to wipe out some of the national champions—now hemorrhaging cash—and usually restructure a banking system that’s gone badly out of balance. It will, in other words, need to squeeze at least some of its oligarchs.
Squeezing the oligarchs, though, is seldom the strategy of choice among emerging-market governments. Quite the contrary: at the outset of the crisis, the oligarchs are usually among the first to get extra help from the government, such as preferential access to foreign currency, or maybe a nice tax break, or—here’s a classic Kremlin bailout technique—the assumption of private debt obligations by the government. Under duress, generosity toward old friends takes many innovative forms. Meanwhile, needing to squeeze someone, most emerging-market governments look first to ordinary working folk—at least until the riots grow too large.
(...)
Eventually, as the oligarchs in Putin’s Russia now realize, some within the elite have to lose out before recovery can begin. It’s a game of musical chairs: there just aren’t enough currency reserves to take care of everyone, and the government cannot afford to take over private-sector debt completely."
La idea es bastante acertada a mi criterio en tanto que alegoría de primera instancia, y por ello no puede sino ser un tanto simplificadora y, de no ir más allá, favorecer a la confusión, especialmente en relación al alcance del fenómeno y a las soluciones... Un alcance restringido por Mr. Johnson y unas soluciones endulzadas y " factibles"... que no tienen más alcance que la propaganda y el desconcierto, o sea, el engaño y la trampa.

En cualquier caso, el cuadro tiene indudables similitudes con un juego o... con un espectáculo, y por ende, en cualquiera de los dos casos, con una actividad lúdica e irresponsable... Sin embargo, la locura generalizada o el infantilismo universal no puede ser una página que espere ser simplemente pasada... ni puede servir para comprender un comportamiento tan complejo y esforzado como el que involucra a toda la humanidad... por más artificial que ello pueda considerarse. La locura, el infantilismo, la artificialidad, cuando es lo único que existe (lo único que se puede decir de ella), sea o no la inducida por la naturaleza, por el diablo o residente en el propio dios-diseñador/creador, resulta reducible a la propia realidad interdeterminada, causal, narrable... Llamarla artificialidad sólo sirve para resaltar su dinámica y no para que supongamos que pueda existir "otra cosa", algo que nunca podrá ser algo más que racional o ideal, o sea, algo que acabará inscrito por un tiempo en el imaginario o en el mito de unos u otros grupos.

Ampliemos un poco la figura y supongamos que el juego se lleva a cabo sobre un escenario a la vista de un público (y no del observador intelectual tan sólo, el que mira por la cerradura) que denominaremos popular. Y supongamos que en lugar de haber una sola silla de menos hay unas cuantas de menos, o sea, que la proporción de perdedores potenciales en cada fase, empezando por la primera, es especialmente notable sobre el total de participantes. Y supongamos, además, que algunas de las sillas situadas sobre el escenario sean meros hologramas que se proyectan entre las demás como si fueran materiales; algo que habría hecho alguna mano ciertamente diabólica, tal vez esa famosa "mano invisible" que podría tomar también la forma ex machina del "mercado".

¿Qué sucedería ahora, en este juego de las sillas ampliado y, sin duda, mucho más representativo del juego real?
Pues, como confío en la imaginación de los lectores de este modo incentivada aunque haya resistencias a verlo y la preferencia a simplificar y a endulzarse las amarguras y tragedias a la vista, no pienso dar ni una sola descripción de detalle según veo las cosas yo. Y si alguien halla algo más que encomendarse a la providencia y quedarse en la expresión de los buenos deseos de que esto se arregle de manera concertada o amistosa y, sobretodo, beneficiosa para "el género humano" (en general, comme il faut)... que opine si se atreve o calle melindrosamente.

Pero, además, cabe una segunda gran pregunta:

¿Quién o quiénes serán los más beneficiados por ser los que más posibilidades tengan de controlar el conjunto de las sillas?

En otras palabras:

¿Quién o quienes podrían, y podrán seguramente, sacar más partido del intenso, dramático, desesperado intento de tantos participantes por ocupar una silla y no quedarse fuera; dramático en particular para nosotros, los espectadores?

Las miradas de todos los desesperados participantes y del público que se siente cada vez más un convidado de piedra impotente y hasta maniatado se dirigen a los ricos y a los famosos (y fantasmales) dueños de los medios de producción (y hasta de los que producen "inventos artificiales" como las hipotecas, los préstamos y el "dinero de plástico" que no es ni más ni menos que medios de pago a futuros... o sea, más deuda). Pero estos también son hologramas situados entre los participantes en el juego, proyectados por esa misma "mano invisible" que proyecta las mencionadas falsas sillas. Los autores de los "productos financieros" son meros empleados de alto standing, expertos y tecnócratas de lo intangible, que esa "mano" y su "mente invisible" han situado en los puestos clave de unas megaempresas (aunque esto se use incluso en muchas mucho menores) con la misión de llevar al máximo los beneficios de las mismas... aunque sobretodo terminen juegando para conservar e incrementar sólo los propios... no sólo con el riesgo de que a raiz de ello pueda acabarse el mundo sino... en primer lugar, la propia empresa en la que trabajan... Total, otra habrá que sepa apreciar sus... ¿servicios?, oh. no, más bien sus contactos, sus relaciones...

¿Quién o quienes aprovecharan o quienes aprovecharán y para qué la rabia de los impotentes, esa rabia que llevara a muchos a orinar sobre las fotos de unos individuos que seguramente ya estarán a punto de descansar, si es que no llevan ya algún tiempo descansando, a bordo de sus yates y/o en los hoteles más lujosos y paradisíacos del mundo...? ¿Quién o quiénes las múltiples y muy diversas manifestaciones a favor de uno u otro cambio idílico? ¿Quién o quiénes sino... -y esto sí lo diré para acabar- los jefes de las diversas organizaciones políticas -miembros de partidos, gobiernos y demás instituciones y organizaciones nacidas para conquistar y conservar el poder- aliados transversalmente con ciertos jefes de esas grandes empresas globales con quienes se han establecido unos lazos que pueden llamarse de amistad... aunque no sea de los que duren eternamente ni muchísimo menos? ¿Quién o quiénes de esas alianzas, en fin, conseguirá sentarse en las sillas reales? No lo podemos saber porque esas cosas simplemente ocurren como si se tratara del resultado de una tirada de dados, pero lo que puedo asegurar es que dará casi casi lo mismo que sea una u otra, y... que el juego, al estrecharse, seguirá tendiendo al caos mientras asistimos, entre el público al que pertenecemos, a nuestra propia impotencia.

Queda dicho aunque sólo sirva como desahogo...

viernes, 29 de octubre de 2010

Un par de aperitivos frescos a cuento de La Democracia

Quién sea Luis no es lo más importante para quienes lean los textos que reproduzco más abajo tal como se los dediqué en la correspondencia que mantengo con él, y menos en este sitio,. Aunque él mismo puede, si lo desea, manifestarse aquí libremente tanto para presentarse a sí mismo como para contestarme, corregirme o debatir... Lo importante son los conceptos que he vertido en dos respuestas a la pregunta que me hizo en relación a mi crítica a "La Democracia" (como fuente productora de su propia decadencia y corrupción), ese "invento", como lo llamara bastante bien Claude Lefort, origen de estos intercambios entre Luis y yo y uno de los primeros que extendieron el concepto weberiano de burocracia a la esfera del poder efectivo, cosa que le debemos los que coincidimos con él en combatirla -en mi caso, más allá de lo que él lo hizo- y prefieren sepultar bajo la alfombra quienes defienden en uno u otro grado la "necesidad" e "inevitabilidad" de esa burocracia dominante, extrayendo de hecho o de derecho de esa conclusión que haya que... aceptarla o se la pueda reformar...

Sirvan, por otra parte, estas respuestas como anticipo de un texto que sigue en preparación por mi parte, en donde la "critica a La Democracia" quedará más clara, detallada y fundamentada; texto con el que pensaba reabrir, para un pequeño círculo de "amigos" el funcionamiento efectivo de este blog eminentemente político en sentido estricto como lo que había ya llegado a ser.


Lo último que me escribió Luis:

Parece, Carlos, que no sabemos de qué peste de trata y los terapeutas están "curando" otra cosa, supongo que a la misma burocracia que vos ves como un complejo uno- conjunto de todos los conjuntos- fuera de la cual ¿no hay nada? La ciudad puede prescindir de los terapeutas, necesita algunos burócratas- es mejor que no sean depredadores, quiero decir, se les exige una mínima transparencia que están lejos de ofrecer- pero no puede no tener artistas, poetas, novelistas, iba a escribir pensadores pero mi mano se detiene. Para mí, aquí y ahora, se trata de la diferencia entre una política de masas y un estado de derecho que por definición limita las voluntades colectivas. El pensamiento de vanguardia las confunde y cree " progresar" con eso. No hay Acibíades que represente la solución para la democracia. Es el único modo que veo para hacer del fascismo una tormenta pasajera. ¿Leíste el ultranihilista, ensayo de Murena? Hay muchas cosas en común con lo que planteás, la seguimos, abrazo, Luis.


Primera respuesta/explicación mía:
Hola, Luis,
El problema tiene a mi criterio una cara (por respuesta de la realidad política) inmediata y otra digamos "tendencial". La primera dice (o se lee) como: más vale la sartén que el fuego, lo que no se puede negar. La segunda se lee: esto se agrava sin remedio, aunque sea a través de altibajos, como una glaciación o un "calentamiento global" (por decir lo opuesto y de manera sólo alegórica, sin connotaciones con nada). La primera hace que hasta el gobierno de Cristinita que teneis o el de nuestro ZcuasiP (+Rubi ahora) sean mejores que lo que se podría avecinar... Pero eso que se podría avecinar.... se avecina, avanza a pasos ciertos, a veces dando dos para atrás, a veces uno y dos para adelante (Lenin dixit). Esto hace que algunos (nosotros) muchas veces combatan o despotriquen contra "lo que hay" (lo "menos malo que lo más malo") mientras que otros, en base a lo mismo, llamen a la calma y al silencio... en función de que es menos malo que lo muy malo, y, mientras, den aire a lo más malo para que avance más holgadamente. Y te digo, en el límite, me uniré a los menos malos para evitar el asalto de los más malos, como haría cualquiera con dos dedos de frente (muchos pensadores no tienen ni uno, y hasta lo tienen metido en el culo para pensar un poco).
Lo "tendencial", que es de lo que hablo sin espíritu militante alguno, sino sólo analítico en mis escritos, blog, emails contigo, no va sino en una dirección: burocratización creciente, marcha hacia el límite del caos, o al colapso por disfuncionamiento a cuento de... Y ahí, debemos ver en cuántos aspectos la democracia parlamentaria o representativa es un real caldo de cultivo de ello, un caldo productor, realimentador... No para decantarse por la tiranía sabia o buena que es un autoengaño, sino sólo, sólo, sólo para comprender.
Y si la conciencia hace daño o paraliza... qué remedio. El autoengaño y la edulcoración no harán algo mejor. Al final, la conciencia se impone (o la frustración) o.... se claudica y se marcha por la senda de la corrupción, el silencio, la muerte.
Ni siquiera se puede esperar que arribe el Superhombre (llegue o no algo así alguna vez).

Te dejo que lo rumies, para mí está tan claro que deberás hacer un esfuerzo que no me molestará que hagas para disuadirme.
Lo dejo en tus manos y en tu cabeza.
Un abrazo.


Ampliación mía posterior con referencias a unos hechos "luctuosos" que acaban de acaecer en el país de Luis:

Hola,
Me ha escandalizado a pesar de mi conciencia sobre el tema (por lo que no me ha sorprendido) la parafernalia "mediática" e histriónico-posmodernista que se ha montado por un "héroe de cama" y de "bandidaje de cuello blanco" como el primer ministro ese en la sombra que iba a volver a presentarse para seguir en el gobierno dos períodos más, hasta conseguir, supongo, alcanzar la eternidad digna de un Empédocles caricaturesco.
Las cosas me han escandalizado por muchas manifestaciones, las de la prensa mundial y en especial la latinoamericana (imagino que también la iraní, por ejemplo; que ya investigaré por curiosidad) así como la de millones de argentinos doloridos y llorosos que han manifestado "sufrir la pérdida" como si ello los devolviese a los tiempos en que morían los héroes griegos en batallas gloriosas, cuando eran considerados semidivinos.
¡Es lisa y llanamente un escándalo!
Pero, además, nos ofrece el dato reiterado de quienes son hoy los "reyes" merecedores de "discursos fúnebres"... de comedia ahora, donde Pericles es otro "igual" como entonces el griego era de los que habían muerto, y Tucídides es sustituido por infames y mediocres periodistas a sueldo directo, y del círculo de relaciones burocráticas.
Por eso no pude sino poner un "obituario" en mi "muro de Facebook" por... los millares de hombres simples y a lo sumo llorados en entornos familiares o tribales que mueren cada día y en concreto a lo largo de los días de luto ostentoso dedicado al "héroe argentino de hoy".
Este hecho, además, pone de manifiesto la existencia, estructura ontogénica o idiosincrásica y la dinámica de las redes burocráticas, tanto si son las que sostienen el "culto" (mera propaganda y hasta agit-prop) como los que urden las conspiraciones (y agit-prop contrarias) para aprovechar la situación que estaban esperando y propender al reemplazo. E incluso la dinámica de mantenimeinto y propagación que crea y sostiene a la masa de incondicionales, llorosos, gente "en marcha" o que "desfila" alzando puños, pañuelos blancos, vírgenes o el icono que corresponda y se haya instituido, etc.

Me preguntabas en cierto modo: ¿sólo hay burocracia, un único "conjunto de conjuntos", y nada más?. No, claro que no, están las masas desconcertadas, los intelectuales de mayor o menor enjundia que no viven de las migajas del botín, los oprimidos sin alternativa... Y además, hay burocracias alternativas, porque la burocracia no es un bloque sino en cuanto a sus comportamientos principales, a sus maneras de pensar... pero está vertical y horizontalmente fragmentada y en lucha, como puede verse en cada ocasión... Precisamente, lo que los hechos ponen también de manifiesto es el grado en que hoy, tal vez sólo más que nunca, nada cambiará si no es mediante un recambio burocrático, un mero reemplazo de personas y grupos, que poco y nada en el fondo será un cambio, por más aparente y revestido de "revolución" (verde, naranja, rosa...) que se revista, muy al uso posmoderno y de comedia que se estila... Eso o... un colapso que cada vez debe ser mayor para que de lugar a un cambio notable.... tal vez incluso revertible en lo mismo, en un tal vez real eterno retorno obligado por la marcha propia de la humanidad domesticadora...
No "uno" en el sentido de no distinguir nada, aunque sí es cierto que se gira en torno al "conjunto dominante" como una galaxia formada por estrellas, planetas, polvo estelar, energía diversa, etc., gira en torno a un agujero negro.

Bueno, no sé si estás consternado, ocupadísimo o pensativo... pero sigo esperando una respuesta constructiva (¿no es esto lo que nos podría quedar: construir un pensamiento lúcido?) al último email que te mandé en contestación a tu pregunta ("peste", "complejo uno- conjunto de todos los conjuntos"...).

Por el momento, fiel a mi placer por lo que yo mismo escribo, publicaré esto en tu blog y en el mío.
Un abrazo y buen fin de semana luctuoso.
Carlos.

domingo, 12 de septiembre de 2010

Nueva etapa in progress

Como adelanté al anunciar el carpetazo inevitable al que, por decirlo de algún modo, me llevaban las cosas, este blog pasa a ser "privado", lo que quiere decir apenas que será accesible a quienes manifiesten interés en ello de manera explícita.

No obstante, el cambio no se reduce a eso. Sin eliminar todas las entradas en su formato original, muchos de los artículos serán agrupados en orden en forma de páginas, las cuales aparecerán listadas en la solapa justo debajo de la cabecera. En breve estas páginas podrán descargarse en formato PDF para su reproducción con vistas a una lectura más cómoda.

Una de las ideas que están detrás de esto es la que señalaba en el mencionado post: sólo seremos oídos por quienes quieran oír... y yo nunca conseguiré que me oiga casi nadie... Mis propias tesis se autoconfirman en esta conclusión y debo ser coherente. Y es que no sólo no pretendo sino que rechazo la idea del reclutamiento de amigos, amores, compañeros doctos, compañeros de ruta, compañeros de complot y, por fin, de seguidores necesariamente ilusionados y engañados... Es más, no puedo evitar dejar caer sobre ello una mirada inevitablemente irónica, llena de pena por la resistencia humana hacia la autoconciencia de su propia futilidad cualquiera sea la cosa que el individuo reflexivo intente.

Por otra parte, los cambios coinciden con algunos proyectos que he comenzado a poner en marcha, entre ellos la publicación de una colección de cuentos (la mayoría dados ya a conocer aunque revisados para esta edición) y mi novela, igualmente revisada, y que fue la determinante en muchos aspectos de que construyera este blog.

En todo caso, mantendré abierto de manera pública mi otro blog Una botella llena de luciérnagas como complemento al desarrollo de mi narrativa discursiva y de ficción, en las que me seguiré desgastando al menos por ahora, tal vez inercialmente, tal vez por un extraño instinto que reconozco en mí y que no es capaz de desperdiciar lo que produce, lo que obtiene o lo que colecciona...

¡Nada, pues, de lo que no se deba hacer mucho más que reír!

martes, 6 de julio de 2010

La insoportable idea de "artificialidad" (10) y su relación con un inevitable "carpetazo"

Era de esperar que antes o después yo comenzase a plantearme DAR CARPETAZO A ESTE BLOG y creo que esta entrada sería una cierre inmejorable por contener en síntesis lo que lo explicaría todo al desarrollar la reflexión que precisamente conduce hasta esa decisión. (cosa que, como se verá enseguida, no tiene sino una significación histriónica). ¡Ja, carpetazo!; aunque es muy probable que intercale un par de entradas previstas que quiero dedicar a algunos de los compañeros de ruta con los que en esta experiencia me he cruzado: lo merecen... je... esas exposiciones... Pero la cuestión no deja de ser la misma y eso no cambiará las cosas.

En su día, yo comparé esta tribuna con un escenario abierto a un espacio de butacas vacías que tal vez se habrían de ocupar sin duda parcial y discontinuamente de manera ocasional o asidua, desde el cual yo cumpliría fundamentalmente el papel de un personaje histriónico. Lo sabía desde hacía mucho tiempo aunque tal vez no con la claridad y rigor que ha alcanzado a lo largo de estos tres años de ejercicio del discurso, lecturas serias y reflexiones desprejuiciadas y libres de apriorismos y de dogmas, de herencias asumidas sin reconsideración y, sobre todo, de objetivos beneficiosos para mi persona (en gran medida, eso es justamente lo opuesto).

Estaba, como se suele decir, cantado que llegaría a esto. La consecuencia (esto es, el rigor) acaba imponiéndose en la medida en que se hace difícil e imposible el autoengaño... y yo no logro hallar un esfuerzo intelectual que me conduzca al éxito mediante la mentira y el engaño... como en cambio, siento reconocerlo y echarlo en cara a mis lectores, nos pasa a todos en algún otro campo (que no me afecte a mí en el terreno intelectual sólo es debido a que mi supervivencia no depende de los frutos que cultivo en él; que les afecte a muchos, a quienes en principio me he estado dirigiendo y con quienes, en principio, he estado polemizando, es precisamente la otra cara de la moneda). Al respecto, confieso que en mi vida diaria me veo obligado a mentir y a autoengañarme, y que incluso me resulta provechoso. No así en el desempeño de esta ocupación sin beneficio pecuniario ni honorífico alguno y que sin embargo me ha ido aportando, inevitablemente quizás, a lo largo de mis años, una sólida narrativa capaz de dar cuenta de la dinámica de las sociedades humanas habidas y vigentes.

El objetivo declarado y tal vez idílico que perseguía exponiendo mis ideas por esta vía, en buena medida no obstaculizada institucionalmente (y todos sabemos que en cualquier momento, en tanto nos volvamos demasiado-molestos y las cosas -a mi modo de ver- sigan su curso o al menos -al modo de ver de la mayoría de los pensadores de hoy en día- se tuerzan seriamente, estamos sujetos a una u otra obstaculización en uno u otro grado), era el de conseguir la confrontación de mis ideas con una buena parte de todas las demás. Ahora sé que ello sólo es posible en un marco muy estrecho, allí donde sólo hay diferencia de matices, donde los que debaten se parecen socialmente tanto que son capaces de reproducir una y otra vez las mismas ideas, la misma visión del mundo, tener los mismos enemigos y necesitar diferenciarse de ellos mediante los mismos signos... y para ello, tenerse solamente a sí mismos.

De ahí que, tal vez, convierta este blog en una suerte de bitácora privada, en todo caso abierta a mis propios congéneres y si no al servicio de un diálogo ficticio, un soliloquio a fin de cuentas como el que ya practico cuando me interrogo, dudo, me cuestiono, pongo al rojo vivo cada sentida conquista de la lucidez... para que, simplemente, me motive a continuar desarrollando mis tesis (en cualquier caso, seguiría obteniendo poco menos que el pobre feedback que he obtenido hasta ahora de un público del que en su amplia mayoría ahora estoy por rechazar) y a darles una forma lo mejor acabada posible en términos lingüísticos y literarios, en cierto sentido, artísticos, como habría dicho Leo Strauss (sin duda uno de mis admirados, aunque no por ello exento de inconsecuencias a mi juicio). Y tal vez lo conserve sólo como plataforma de denuncia política, claro que, como hasta ahora, sin poder evitar vincularla al trasfondo del que soy consciente o en todo caso creo serlo. Más aún: sin poder evitar que enfoque aquellos hechos que aparezcan como más relevantes para fundamentar mi tesis y que como tal los ponga en evidencia.

Mi visión de la humanidad y de su facultad reflexiva me ha llevado a ver que el debate no es en el fondo ni siquiera posible salvo, como todo lo realmente efectivo (las alianzas, las adopciones, la dominación, la sumisión en uno u otro grado de la individualidad...), en el seno del propio grupo. Fuera, en el espacio abierto en donde todos ellos compiten entre sí -indudablemente por el dominio general-, sólo hay guerra y en todo caso escaramuzas preparatorias, aunque duren hasta el límite de la existencia. Esto, como ya he señalado tantas y tantas veces, ya lo supo ver en cierta medida Strauss: lo encontró indudablemente en Nietzsche y en Tucídides en primer lugar.

Quizás no porque sí, esto reaparece en Sartre, para mi gusto de manera un tanto oportunista e intencionalmente ideológica, cuando le señala a Camus que "La amistad llega a veces a ser totalitaria, se hace necesario el acuerdo en todo o las rencillas, y hasta las mismas indeterminaciones se hacen militantes de partidos contrarios" (cito de memoria una carta que formó en su día parte del intercambio epistolar entre estos dos intelectuales franceses que... nunca se pusieron de acuerdo. Una sentencia que se grabó, tampoco porque sí supongo, en mi memoria en aquellos tiempos en que se completó mi yo, la adolescencia). Sólo a los mentecatos (perdón si esto produce escamas porque no lo digo con la intención de herir a nadie ni de agredir para tomar distancias... sino porque no puedo ocultarlo, es decir, porque me duele y me da lástima), a los pusilánimes, o sea los que temen el desamparo al que tal toma de conciencia amenazaría aherrojarlos, les puede producir rechazo un pensamiento como este, rechazo al no poder soportarlo como propio, al verse tentados levemente aunque sea a vivirlo imaginariamente, al acariciarlo, refugiándose en la convicción de que pensar así es propio de un ser odioso que se gana a pulso la soledad y el aislamiento... algo sin duda muy lamentable, muy doloroso, muy penoso... que no se quiere para uno mismo, claro, y bien hondamente se teme. Que se evita a cualquier precio... aunque no se lo reconozca, es decir, al precio de la claudicación, al precio de la autorrepresión, al precio de negarse a ir más allá de lo admisible por los que nos rodean, mejor dicho, por lo que nos rodea.

Sin duda, no se puede convencer a nadie mediante argumentos. Hasta aquellos que ponen a priori La Democracia -la democracia representativa (por nuestro-occidental-modo-de-vida)- lo reconocen señalando, todavía con Kant, que será el modo de vida el que una vez impuesto (a saber cómo) permita que ello se extienda y por fin se generalice. Como Rorty, por tomar al primero que me viene a la cabeza.

Yo sostenía, desde que descubrí en el marxismo el monstruo redisfrazado de bondad justiciera (¡justicia para todos los hombres... negada institucionalmente por Dios al expulsarnos, a todos, del Paraíso; qué otra cosa!), que todo intento de convencer ocultaba un intento de sojuzgamiento; intento y puesta en marcha de los mecanismos pertinentes para alcanzar ese fin.

En nombre de ese auténtico motivo intrínseco e idiosincrásico me parecía que todo ser humano había hecho de La Razón, y de todos los demás componentes complementarios o secundarios del discurso, sólo subordinados a ella desde el punto de vista de la supuesta tabla de valores que todos parecíamos aceptar, su bandera. Sin embargo no es así: esa bandera y esos valores son sólo los de una parte de la población humana, los intelectuales, aquellos individuos que han podido optar por hacer uso de sus facultades reflexivas para sobrevivir y han elegido luego construir sobre esa base su particular práctica social hegemónica en la forma en que esta fuera cada vez posible (como sacerdotes, como cortesanos ad hoc, beneficiarios -del mecenazgo- o favoritos, como asalariados, como subvencionados, como burócratas...) Fueron ellos los que elevaron y consiguieron situar como valor supremo a La Razón aunque más no fuera como icono, aunque no fuera realmente de manera efectiva... lo que sin duda no era su principal interés, aunque no fuera lo que se permitían sostener, claro. En parte, era su valor particular supremo, aquella facultad de les permitiría agrupar a todos a su alrededor en nombre de una sustancial distinción identificativa, opuesta a la animalidad tanto o más que la ausencia de pelo, tanto o más que el sentimiento y la práctica de la piedad o sea el reconocimiento de un Creador Supremo o al menos de una pléyade de dioses a los que el ser humano (el hombre-macho en especial) debía intentar asemejarse... elevándose. Era sin duda una creativa fórmula de chantaje. Lo que no impidió que siempre prevalecieran otras facultades, a pesar de todo: la fuerza bruta extendida tecnológicamente hasta el límite de la autodestrucción, la astucia callejera hábil con la práctica del engaño y la traición, la prevalencia de los acuerdos posibilistas sobre la verdad... en fin, el individuo en toda su dimensión humana. Y en ese mismo marco, y con esa misma argamasa, es donde y con la que se ha llegado a convertir, por fin, despojada cada vez más de sus adornos grandilocuentes, La Razón en un mero icono referencial, en que se la vuelto a situar como el gran Carnero de Oro en el sitial de los ídolos, esta vez incluso de oro falso, recubierto apenas ,por una película dorada, en el mejor estilo del que se puede ver en Las Vegas, esa Meca que es mucho más que la del Juego y el Dinero sino la de la Artificialidad Instituida. Deux ex machina -no olvidemos que "la palabra máquina que en griego significa estratagema, trampa, (sirve) para comprender que toda máquina es fundamentalmente una máquina militar" (tomado de Libros Peligrosos salvo el paréntesis mío añadido para adaptar la gramática a mi texto)- pasó cada vez más ostensiblemente a ser Ratio ex machina, algo, por cierto, que nunca dejó de ser una cuestión de cálculo.

Aristóteles, lo he señalado en otras ocasiones, se engañaba convenientemente -o, si se prefiere con más contundencia, sostenía ese engaño por intereses propios- cuando decía que "el hombre, en general, quiere saber". Es más, creo estar en lo cierto diciendo que el hombre que se preocupa seriamente por hallar las causas de los hechos -de todos los que puede- no lo hace porque quiera realmente dar con lo que explica los sucesos sino porque quiere asentarse en el grupo en el que de ese modo lo pueden admitir. La Ciencia, que se las ingenió eficazmente para legitimarse (en la figura de sus promotores y luego de sus herederos socioprofesionales) en base al objetivo de "llegar a la verdad" o a "la sabiduría" o "al conocimiento", no puede comprenderse de manera coherente y sin contradecir sus propios principios si se intenta explicar su práctica sobre esa base eufemística y encubridora.

En este sentido nada ha cambiado ni con la entrada del ser humano en la Historia hará unos 10.000 años ni con la entrada en la Democracia Moderna hará unos centenares. En todo caso, la entrada en la posmodernidad, asociada de manera significativa al espectacular desarrollo tecnológico y al grado de sofisticación y rigurosidad formal (matemática) de las ciencias naturales alcanzados, lo que está poniendo al desnudo, para desesperación y desamparo de los cientifistas, positivistas y racionalistas, es el hecho de que todas las construcciones de la ciencia responden a las mismas causas que las demás realizaciones humanas, desde las valoradas como "buenas" a las denigradas, desde las que reflejarían "lo mejor del ser humano" hasta "lo más animal".

Es duro enfrentarse a una conclusión tan poco esperanzadora o tan poco... ¿idealista? Y cuánta significación emerge del estudio de las "diversas" posturas que despierta esa conclusión, variaciones todas para un mismo tema.

En primer lugar, en contra de la tesis expuesta tenemos a un auténtico ejército de trabajadores intelectuales de primera y de segunda filas y de enseñantes de diversa valoración jerárquica anclados a una estructura social establecida de la que viven y tienen que vivir. Ellos son los que más alto vociferan en defensa de La Razón como de algo Sacrosanto o Sublime (por más laicismo que se le quiera ahora conferir a este adjetivo.) Los he citado mediante uno u otro ejemplo a lo largo de mi ensayito sobre el tema Una lanza rota... (en este blog de todos modos por si a alguno le interesa), y sin duda son los más numerosos en este mundo periodístico-virtual que se ha dado en llamar blogsfera.

Es casi seguro que más de uno se anime a achacarme el deseo de que las cosas sean así... pero eso es que ellos necesitan creer que son todo lo contrario. Es casi seguro que muchos dirán que no se debe caer en tamaño pesimismo: nada que no critiquen en sus principales oponentes, los religiosos, a quienes acusan sin pensarlo dos veces de metafísicos... como si ellos no lo fueran. Todos se refugiarán, en definitiva, en frases del estilo: yo creo que las cosas son así o asá... porque no tienen argumentos, porque todo lo que hoy se nos presenta pone en tela de juicio los viejos sueños. Y porque sin duda Nietzsche no se equivocaba en lo más minimo cuando sentenció: "el hombre prefiere querer la nada a no querer".

Lo cierto, en todo caso, es que tengo que actuar en consonancia con la conclusión de que la humanidad en su conjunto nunca se ha preocupado por aprehender las causas de lo que sucede. Que ni siquiera la intelectualidad lo quiere de verdad... salvo que se ponga cerco a esa verdad y al objeto de la investigación, y se deje fuera la propia idiosincrasia humana. Tal vez esa sea en el fondo la causa por la que se establece el cerco, por la que se llama a callar acerca de lo que no se podría decir nada, por la que se invita a la disciplina del método y al acatamiento de las leyes de la lógica... Sí, me refiero al miedo a mirarse al espejo mágico, de rayos super X, capaz de enseñarnos las vísceras y la mismísima digestión en pleno proceso, las imágenes corporizadas de todas nuestras ensoñaciones, deseos y fantasías, incluidas las más perversas, las más... "inhumanas", y de hacerlo delante de todos, de manera pública, esa única manera de sentir hondamente la vergüenza... Tal vez sea a eso a lo que se le tiene más miedo que a nada, lo que por encima de cualquier cosa nos resulta insoportable y repugnante, y por lo que estamos dispuestos a camuflarlo mediante una piel libre de pelo (o un cabello esmeradamente cuidado) y una estética y una conducta (sí, sin duda maravillosamente humanas, y muchas veces pavorosas) expresadas y/o complementadas con unas construcciones henchidas, sí, sin duda, de imaginación y creatividad, hechas de piedra, acero, sangre y narrativa.

Pues eso, mal que nos pese: artificiales.

miércoles, 23 de junio de 2010

La "artificialidad" para un discurso realista (9)

(Nota aclaratoria: la primera parte ya se publicó Feacios en procura de debate. Completado aquí como entrega 9 de mi análisis de la "artificalidad" incluye en esa primera parte algunas precisiones alimentadas con notas al pie de carácter principalmente bibliográfico. En lo fundamental y conceptual, el texto no ha sido alterado salvo para mejorar la claridad y pulir las formas.)


Artificialidad versus
naturalización


La marcha de la humanidad se me presenta como un hacer mundo dentro de un marco más amplio de sucesivos estados emergentes causalmente concatenados que una vez representé como eslabones. Esta lectura (la concatenación causal lo es, siendo que no es un ente que se pueda considerar presente por sí mismo en la Historia) estaría avalada simplemente por la eficacia relativa de la autoconciencia, su resultado evolutivo último; es decir, sería un imperativo propio de la idiosincrasia del componente humano de la marcha en interactividad con lo que vendría a ser resto del mundo (en donde todos los extraños estarían incluidos; presuponiendo con esto que el individuo y los miembros reconocidos como del propio grupo definirían para sí mismos la "buena" dirección y su verdadera meta humana).

La intuición procede según este mecanismo y no hay en el fondo interpretación abstracta o teórica que pueda evadirse de ello, inclusive cuando se trata del idealismo más extremo y/o mítico que pueda ser considerado. La causalidad está siempre presente en el discurso humano aún cuando la causa se remite a lo innombrable o a fantasmas de carácter divino, incluído por supuesto el remanido azar que, por ejemplo, el divulgador Stephen Jay Gould se atreviera llamar desvergonzadamente "Diosa de la Fortuna".

Esa marcha (progreso en el sentido que se emplea en relación con las reacciones químicas) me parece un proceso compulsivo de creación (no sólo de objetos e instituciones sino de la propia senda por la que se transita... la que así podemos ver como senda que se desbroza), que sólo puede ser entendido como creador de artificialidad desde una óptica realista e igualmente determinista en el sentido antes mencionado. Por ello, ese progreso debe ser considerarlo "no natural", en clara oposición a lo que entiendo como una reconstitución más de la primaria concepción racionalista que sostenía su idealidad. Es decir, como una inversión de la visión platónica. En oposición en fin a la imposibilidad por el racionalismo en todas sus presentaciones (cabeza abajo incluida) de prescindir, en el discurso y en las necesidades socio-psicológicas que lo soporta, de una u otra causa última para autoexplicar al hombre y a su sorprendente capacidad de reflexión, inductora de una perplejidad existencialmente problemática.

El reduccionismo implícito o declarado que se realiza mediante la naturalización radical de ese proceso (lo que configura el cientificismo conocido en especial) conserva a mi modo de ver esa lectura idealista que pretende alcanzar el conocimiento absoluto o La Sabiduría (lo que yo entiendo como representación de esa pretensión, en un sentido formalmente histriónico, en tanto parte del fenómeno, lo que constituiría lo real en sentido riguroso... lo que, por otra parte y en el fondo, se prefiere y se necesita no ver... lo que indudablemente cerraría el círculo). Ese enfoque no hace sino remitir a la naturaleza en lugar de al viejo Dios, instituyendo imaginariamente en su lugar un demiurgo de reemplazo, esto es, una remozada causa última.

Asumir por el contrario que la marcha de la humanidad en el mundo es en lo fundamental productora o creadora de artificialidad, que se trata del producto de un inevitable, compulsivo, idiosincrásico acto de creación de la conciencia en-el-mundo tiene a mi criterio ventajas significativas para la construcción de una narrativa más ajustada, capaz de dar cuenta más eficazmente -al menos hoy por hoy- de lo que nos rodea, de lo que interactúa con nosotros así cómo del modo en que sucede en el entorno próximo (entorno que la tecnología amplía en cierto modo); una narrativa más capaz de dar cuenta de manera más detallada y por tanto más precisa del proceso por el cuál estamos, cada uno de nosotros, haciendo aquí lo que hacemos, hasta cierto punto lo que sentimos desear o lo que consideramos que podemos hacer y nos atrevemos a intentar, lo que se nos impone y lo que combatimos... (1)

De algún modo, este enfoque podría parecer o ser acusado de retrógrado una vez que el dominio de La Ciencia (relativo, histriónico insisto) pareciera haber eliminado la barrera idealista que la metafísica clásica estableciera entre lo que ésta definió como propiamente humano en oposición al resto del mundo material o de la naturaleza. En cierto modo podría admitir que se trata de un retorno, pero nunca de un retroceso; un retorno que se debe reconocer cuando se sostiene, como es mi caso, que el ser humano -en tanto lo siga siendo- poco y nada pueda hacer que no sea producir repeticiones. (2) En todo caso, creo que es una vuelta más libre que las anteriores de implicaciones metafísicas, y mucho más que las que el cientificismo se haya adjudicado en vano... mediante el subterfugio kantiano (protopositivista) y por fin del positivista de dejarlas fuera de su fortaleza inexpugnable donde se pudiera imponer un trabajo disciplinado y productivo sin cuestionamientos existenciales (he abundado acerca de ese subterfugio en mis artículos agrupados bajo el título de Una lanza rota por el pensamiento occidental).

Así es como he acabado optando por la alternativa de una narración que presenta cada paso de ese proceso como de creación limitada de artificialidad en oposición a la que los presenta como producción teleológica en uno u otro grado de hechos naturales. La naturaleza, desde mi punto de vista, no encerraba otra necesidad característica que la de hacerse cada vez más compleja individuo a individuo como producto de la cotidiana interacción entre ellos en un entorno dado, y esa complejización es la que, en pasos sucesivos, dependientes del estado inmediatamente previo y de la inclusión de elementos convertidos en próximos, acabó -por ahora- de dar de sí al actual ser humano como creador de complejidad. No hubo plan alguno que no se desenvolviera sobre la marcha, sin objetivo alguno que no estuviera más allá del imperativo de conservación. Se trató cada vez, a cada paso, de un resultado evolutivo/adaptativo que pasaba de tanto en tanto a un nuevo plano de complejidad con especificidad propia y por ello en ningún caso reductible al plano o planos de los que se originara.

Esta manera de intentar explicar nuestro estar/desenvolverse en el mundo que es lo que nos afecta a cada cual a su modo y nos induce a afectar... tiene de entrada una consecuencia interesante: diluye hasta el límite de la extinción la idea tradicional de necesidad -subyacente a los intentos de naturalización/divinización de lo humano-, a fin de cuentas teleológicos en pro de la institucionalización artificial sistemática de las estancias socio-históricas sucesivas, activas y determinantes de por sí una vez dominantes; institucionalización que yo atribuyo a su vez a la propia eficacia de la marcha, a sus supuestos o asumidos logros como tales considerados en la medida en que se adoptan como estables, es decir, en cuanto cada construcción humana empieza a dar muestras tangibles de ser buena (o adecuada) para la supervivencia, en la medida en que es adoptada como necesaria en la medida en que se estabiliza, en la medida en que va representando cada vez más una garantía hasta ese momento imprevista, nacida de la prueba progresivamente satisfecha. (3)

No se trataría sin embargo de productos contingentes, debidos a eso que se llama azar del mismo modo que al espacio vacío se lo llamara éter para que sostuviera la teoría ondulatoria... o del mismo modo en que Galileo, con fines puramente polémicos y defensivos, se sacara de la manga su ingeniosa pero a fin de cuentas ridícula teoría de la flotabilidad... No se trataría tampoco de fenómenos libres de concatenaciones o relaciones causales que surgirían sin ton ni son, tan justificables de todos modos como en el otro caso y como todo... No, aunque tampoco de la presuposición de una como otra predisposición, plan o diseño preexistente establecido en el reino de la Eternidad o proveniente del fondo de los tiempos o desde cualquier otra representación del absoluto que pueda ser imaginada (La Caverna platónica incluida). No; se trataría por el contrario de un resultado consecuente aunque compuesto de un buen número de efectos colaterales, nacidos de la propia construcción en tanto es una construcción imperfecta, imprecisa, excesiva... que, no obstante, en cuanto logra un cierto grado de estabilidad, ligada a una cierta satisfacción de la pereza, de la comodidad, de la debilidad intrínseca del ser humano, reclama para sí la justificación incondicional, el carácter de verdad absoluta e incuestionable como forma de reconocimiento de uno de más de un resultado posible... aunque del que se ha dado... y se hace permanente, estable. El ser humano, cuando mitifica y registra por medio del discurso y de las normas los hechos tal como le interesa explicarlos, haría simplemente un doble intento: vanagloriarse de su propia victoria relativa y pretender hacerla eterna, trascendental... dándole así el carácter de conquista, de apropiación del mundo, de sucedáneo de la dominación absoluta e inalcanzable que se envidia a los dioses. Esto sólo se puede atribuir a la idiosincrasia humana, al modo imperfecto de operar de su facultad de conocer (imperfección propia de todo producto evolutivo, insisto), y por serle inevitable (impuesto) para conservar la salubridad del mecanismo (so pena de paranoia).

En síntesis, la conquista de un estado de supervivencia estable, garantizado en primera instancia en el tiempo (la propia adopción lo afirma y sostiene), sería lo que, simultáneamente, hace del resultado un éxito y un valor.

Así es como creo que funciona la Historia y la construcción social, es decir, la marcha del mundo habitado por la humanidad o del mundo con seres humanos. Esta es a mi modo de ver la manera en que se mueve de manera cada vez más compleja el mundo como sociedad humana (a través de sus diversas formas); una manera que me parece justo denominar artificial en tanto creación imaginaria en contraposición a las simples emergencias naturales que se estabilizan y reproducen sin legitimación argumental, sin tabúes ni incentivos morales, sin... autoconciencia, cosas que sólo pudieron devenir tales con la aparición del ser humano o si se prefiere de un determinado grado de desarrollo neuronal, lo que no puede dejar de ser considerado como el paso a nueva dimensión real pero específica, que en el discurso debe volver a ser entendida como no-natural, como artificial, como propiamente humana, como creación humana inevitable... aunque para nada, por este motivo o en nombre de ello, como algo sobrenatural, nacido de otra cosa que del proceso natural previo y persistente en el que y del que hemos emergido, en el que nos hallamos sumergidos, en el que estamos y del que nos apropiamos para seguir siendo (siendo lo que somos)...

Es sintomático que todos los discursos tiendan a negar esta única manera lúcida de insertar la Historia humana en la de la Naturaleza. La "naturalización" que aparece como la contrapartida del idealismo y la inversión de la Creación Divina como Creación Humana (deux ex machina), no llega nunca hasta el extremo de aceptar que todo, vehículo y contenido del discurso, sea un producto individual que no puede nacer de forma genérica, modélica, conceptual o absoluta, al margen de que el hecho de que nazca sin duda refiere a algo común... que no va mucho más allá de la propia emergencia, es decir, que no tenga una función. Aparte de que "naturalizar" no puede dejar de ser un acto de La Razón que le otorgaría (o devolvería) su carácter a La Realidad (donde la habría descubierto, desenterrado, y restituido luego). (4)

Oh, sí, no hay nada que prefiera el ser humano como tener el mundo enmarcado por un principio y una perspectiva, como hizo al pergeñar, por ejemplo, el Pentateuco... Así es como, por dar otro distinto, se describe el capitalismo como como si hubiese empezado un día del estilo de ese momento cero en el que se situara a Dios (Yaveh, Prometeo o los que fuesen) repentinamente deseoso de poner en marcha el mundo o de convertirlo en humano... haciendo concretos los sueños que repentinamente le vendrían a u ocuparían desde siempre su mente buena (y selectiva -por favorable al grupo por y para el que fuera ideado y justificado-). (5)

Pero el límite autocontemplativo que impide al pensamiento ir más allá y descubrir así su carácter irremediablemente mezquino (lo que tanta perplejidad produciría y a partir de allí tanto rechazo), su carácter de puro mecanismo defensivo al servicio de la comodidad individual y grupal (comodidad, aclaro nuevamente, en un sentido complejo y sobredeterminado), debe ser de una vez por todas superado. Lo impone, como todo, la propia marcha y su entrada en terreno de extrema vacuidad e insignificación... Estar al alcance de la autodestrucción y la impotencia casi absoluta para impedirlo nos obliga a mirarnos seriamente en el espejo. Esto es algo que se consigue observando la genealogía de la artificialidad.



El nacimiento de la artificalidad

Decía en el capítulo 7 de esta serie sobre la artificialidad que la misma debió nacer (o emeger si se prefiere) en un momento dado de la Historia Natural... del mismo modo que el Golem necesitó que alguien le colocase el billete mágico en la boca para que se pusiera a andar... Un momento crítico de desdoblamiento en donde lo natural dejó de serlo o más bien... donde quedó bajo (o subordinado a) un estrato diferente, específico.

Según lo que venía diciendo (y como ya se apunta en las notas 3, 4 y 5), la aparición de la autoconciencia propiamente dicha (en la visión que de ella tiene la teoría evolutiva y las teorías de la complejidad en general a las que me adscribo en un sentido amplio) juega aquí un papel decisivo. Sin embargo, no tengo mucho más que mi intuición, mi propia dependencia del modelo del que extraigo mis analogías y de los datos siempre insuficientes provenientes del pensamiento y las indagaciones ajenas, para abordar una cuestión ciertamente oscura. Me inclino de todos modos por suponer una larguísima práctica del ejercicio de la autoconciencia en términos de abstracciones (pensamiento simbólico, onírico, mítico... quizás manifestado mucho tiempo bajo la forma consciente de un diálogo con una voz interior de origen externo) durante el cual, o sea en simultáneo, se manifestó el sentimiento grupalista heredado e irradicable que entre otras conductas obligaba a establecer diferencias entre los grupos humanos primitivos, todos cuyos miembros eran expresión de una individualidad (expresión de una idiosincrasia) que me lleva a verla y por fin a caracterizarla en lo fundamental como débil.

Esta figura del individuo débil está hoy en día más que avalada por la antropología y por todas las ciencias que indagan sobre el hombre y su Genealogía así como por la filosofía globalmente existencialista y la filosofía política que encontraría expresión en aquella. Estas narrativas ponen de relieve el hecho obvio (y repugnante o vergonzoso para los que pretenden ocultarlo o desdibujarlo) de esa debilidad característica del poseedor de un cerebro delicado, pesado y de desarrollo notablemente prolongado, obligado a soportar un largo período de gestación y formación, residente en un cuerpo ágil y ligero pero frágil e insuficientemente protegido: el ser humano. (6) Esa figura del débil me parece clave para comprender en ella los rasgos decisivos (o la idiosincrasia) que habría de signar la vida humana en el mundo (reproduciéndose así en el tiempo, afirmándose hasta el límite de la extinción siempre posible, siempre amenazante -y hoy más quizá gracias al "abuso" de la "artificialidad" cuya andadura se muestra notablemente irresistible-) y su consecuente intervención adaptativa/transformadora, es decir, el ejercicio de su carácter individual/interactivo (su rol como ente propio, como entidad ontológica). Esa figura es la que explica o resume la línea (inicial y originaria al menos) de la maximización de comodidades, de mínimo esfuerzo, de aprovechamiento máximo de recursos, de orientación a la apropiación de todo tipo de recursos externos con el fin de llevar a cabo la tarea más defensiva posible: la del establecimiento firme de un dominio seguro... dominio que una vez instituido crea nuevas exigencias y esfuerzos a los que ya no se puede renunciar por parecer lo único posible, lo único real.

La debilidad está en el origen de la opresión, de la depredación, de la domesticación creciente, extensiva e indiscriminada, del desarrollo tecnológico, de la complejización social, del recurso a la mentira, el engaño, la traición... en fin: ella está en el origen de la artificialidad. La debilidad es cruel; exige protección a toda costa... impropia; y por ello permite e impone la justificación más notable que pueda imaginarse para la total falta de escrúpulos en el límite (y así lograr superar una moral segura hasta que deja de serlo) o llevar a cabo un repliegue circunstancial. (7) En este sentido, la idea de un comportamiento infantil subyacente asociado de por sí a la idiosincrasia del hombre me parece especialmente fructífera y de ahí la importancia creciente que le asigno a la Psicología Evolutiva y a los trabajos orientados a poner al desnudo tanto la infancia en el individuo como la infancia de la especie o sea sus conductas primitivas, así como la nada sorprendente confluencia entre la antropología y la psicología evolutiva que se puede claramente observar (entre lo que resalto el trabajo notable de Judith Rich Harris que vengo citando y defendiendo desde hace tiempo).

Una debilidad compuesta de las "esperanzas ciegas" inculcadas según Esquilo a los hombres por Prometeo que, sin duda, "agudiza en vez de ahogar" ese "hacer/crear" al que se refiere Castoriadis (op. cit. en nota 5, pág. 23) y que es "hacer/crear" de artificialidad, que podríamos también denominar por ello "huir hacia adelante/desbrozar lo inexcrutable.

Insisto: no podemos seguir ocultando por más tiempo a los pérfidos autores de esa construcción progresiva cuyas consecuencias amenazan extinguirnos, tal vez irremediablemente (cosa que no podemos querer) -... hoy en particular gracias al actualmente alcanzado abuso de la artificialidad puesto en evidencia como la consecuencia inevitable-; ya se han acumulado demasiadas evidencias. Somos nosotros mismos, todos nuestros ancestros (que entre ellos y el mundo de la vida... no dejaran que fuéramos "diferentes" y lograron replicar sus genes) los que dimos lugar, sin duda progresiva y autocatalíticamente, a la tropelía amenazante y relativamente necesaria que fue poner la artificialidad en movimiento; lo que dio lugar a ese cuadro absurdo que ha llegado tan lejos; ni más ni menos que los hombres -especialmente los machos, sí-, los más astutos y marrulleros de esa especie de débiles congénitos... que fueron capaces de hacer trabajar a todos lo demás para ellos mismos, venciendo y esclavizando, marginando o eliminando, comprometiendo en todo caso, a todos los que obstaculizaran sus pretensiones de dominio, de todo lo que les sirviera para producir cosas que afirmaran su dominio (desde el vientre de sus mujeres hasta la tierra proveedora, etc....). Haciendo que unos u otros tuvieran, en diversos grados, "veinticuatro patas".

Permítaseme pues remarcarlo: la artificialidad fue sin duda y cada vez más claramente una necesidad de la que Veblen llamaría con un sentido sin duda demasiado genérico "clase ociosa", y como tal necesidad se afirmó y se acabó por legitimar imaginariamente, por, como ya he dicho extendiendo lo que han sabido ver algunos... crear y adoptar.

¿Y de qué tuvieron especial necesidad esos hombres "ociosos" (aunque inicialmente quizás lo fuesen en potencia) para lograr sus propósitos o realizar sus pulsiones de dominación? Pues lisa y llanamente, de la Mentira; la Mentira que permitirá poner al Golem de la Artificialidad en marcha como proyecto social instituyente en la forma de las primeras sociedades jerárquicas de población expansiva y cohesionada que se fundaron sobre la división entre los organizadores de la fuerza (¿los más listos?) y los demás, empezando por las mujeres -como bien observara también Veblen- reducidas a mero aparato reproductor de cazadores y hasta de carroñeros; la mentira que servirá como el billete mágico para que, como un gigantezco Golem, la artificialidad pudiese comenzar a andar... La mentira que sin duda, recuperando lo mejor de Castoriadis nuevamente, formó parte de "el reemplazo del placer del órgano por el placer de la representación" propia y característica del ser humano, de su "neoformación congénita". (8)

Claro no se trata de la supuesta "mentira" que el filósofo racionalista dice que es en la que "cae el hombre" por no adoptar su propia guía iluminada. Esto ni siquiera existe unívoca y absolutamente ni puede ser probada (Dios, su referencia, al igual que La Ciencia, otra, de aparente signo opuesto, son componentes del invento, son autorreferentes que no pasan de ser apriorismos más o menos declarados). La Mentira que necesitó el hombre, y que ya existía antes de adoptar una forma discursiva y en cierto sentido antes de que la Artificialidad estuviera lista para comenzar su andadura, no es sino la simple mentira típica de la cotidianidad superficial que aflora en la lucha salvaje, hoy callejera, la que consiste en el mero y simple engaño, la información tergiversada, la justificación vergonzosa que permite la escaramuza, la impostura desconcertante, el simulacro tramposo, la traición, el aprovechamiento de la debilidad ajena, etc., y que así entendida sugiere la idea de que podría ser superada mediante una moralización de uno u otro tipo. No; se trata en realidad de algo inextirparble que provino, ni más ni menos, que de los monos ancestrales, que heredamos, que practicamos al principio burdamente, que sofisticamos poco a poco y que por fin convertimos en un inmenso e insaciable aparato en pie de guerra para los fines de los más decididos (los que más tesón ponen en alimentarlo, como a un Golem) aunque sin sentido o meta superiores de ningún tipo; revistiendo sin embargo de tal sentido imaginario a cada acto y a cada propuesta... porque la mezquindad y la animalidad resultan lisa y llanamente inconfesables... pecaminosas... culpables; dignas de la exulsión del Paraíso que no obstante nunca se ha dejado de (re)instaurar para los (auto)elegidos.



* * *


Notas:


(1) Los hombres (y me refiero sólo a los hombres en sentido estricto ya que las mujeres estuvieron primitivamente marginadas de toda manifestación explícita del acto de pensar, o sea, de expresar su pensamiento, debiendo adoptar cada vez más el punto de vista dominante -masculino- y conquistar un lugar y un enfoque equivalente, el de machos-intelectuales) optaron a mi criterio por adoptar una u otra visión (inicialmente deísta y por fin materialista con el cientificismo) en atención a la propia dinámica de dominación, siempre necesitada de colores diferenciales. En ambos casos, se ha pretendido que el proceso aparezca como imponiéndose a la vez que contestándose, quedando esta contestación (la transformación del mundo) en manos de sus supuestos interpretes (de la Revelación primero, de las leyes de la ciencia después). No obstante, es evidente que los actores siempre acabaron siendo también víctimas en diversos grados del propio proceso (¡y con grados que alcanzaron, como sabemos, el horror!). El proceso, entre tanto, va en fin aceptándose, asimilándose, adoptándose, instituyéndose como... objetivo e incondicional (salvo allí donde los primeros brotes de una emergencia colapsen antes de florecer, en cuyo caso se extinguen).

Lo visible (si se quiere) en cada discurso o narración, abstracta o lógica, simbólica, alegórica u analógica como se la llama, es que las variantes nacen al menos vinculadas a la necesidad de diferenciarse de los otros de los que el grupo nuevo se separa cuando no gestadas a esa instancia (esto en base a la teoría cada vez más digna de crédito de un origen humano común del que se irían desgranando todas las variantes en un esquema de progresivas reproducciones/desmembramientos). Es interesante ver esto presente en muchos análisis parciales como el de Mary Douglas sobre el Levítico o el de Mario Biagioli sobre Galileo, donde los enfoques no por nada son bastante coincidentes.

(2) El tema de la repetición es indudablente nietzscheano, se debilita en Hidegger y es recuperado por Strauss bajo la forma de una lectura que arranca de la idiosincrasia existencial del individuo como fuente de su propio mundo. La idea subyacente es que el problema es y será siempre el mismo y que nunca tendrá solución, por lo que si la necesidad subsiste es lógico que el remedio se repita y se reinvente.

(3) Este proceso, al que ya me referí en otras muchas ocasiones (citando a Biagioli, Veblen, Foucault, Castoriadis, Strauss, etc., todos ellos confluyendo parcialmente de una u otra manera y desde sus diversas aunque solapadas pretensiones narrativas causales en esta visión para muchos demasiado repugnante y perturbadora) como proceso de adaptación y de aceptación o adopción, tiene estrecha relación con otros dos conceptos que ya he defendido igualmente en otras ocasiones como fundamentales: el de grupalidad con su necesidad interna de marcaje o etiquetaje (mencionado ya en nota 1) y el de búsqueda de la comodidad (y no "de la verdad") sobre el que enseguida insistiré.

En su estudio sobre el Levítico, Mary Douglas (a quien le hubiera venido de maravillas haber conocido a Judith Rich Harris y viceversa, y a quien no porque sí cita Biagioli en su Galileo cortesano), refleja en el siguiente párrafo el peso, significación y vínculo al que me estoy refiriendo, algo que sin embargo la propia autora no acaba de tener siempre presente ni lleva hasta las últimas consecuencias, en concreto, cuando separa excesivamente lo que llama pensamiento analógico y pensamiento abstracto (mito/tradición por un lado y ciencia por el otro):
"La clasificación del universo forma parte de la organización social y las categorías son útiles para definir a quién se admite y dónde, quien tiene prioridad, quien va en segundo lugar y a quién no le corresponde ningún espacio." (Mary Douglas, Levítico como literatura, Prefacio, Gedisa Editorial, Barcelona, 2006, pág. 17)
Lo que Foucault descubriera (aún de manera inacabada, aún sin pasarse del límite imperante) en la mecánica de los discursos es en realidad enteramente aplicable a toda construcción socio-histórica, a toda institucionalización social, a saber:
"Todo ocurre como si, a partir de la gran separación platónica, la voluntad de saber tuviera su propia historia (...) ...esta voluntad de verdad, como los otros sistemas de exclusión, se apoya en una base institucional: está a la vez reforzada y acompañada por una densa serie de prácticas... Pero es acompañada también, más profundamente sin duda, por la forma que tiene el saber de ponerse en práctica en una sociedad, en la que es valorado, distribuido, repartido y en cierta forma atribuido. (...) Finalmente, creo que esa voluntad de verdad apoyada en una base y una distribución institucional tiende a ejercer sobre los otros discursos -hablo siempre de nuestra sociedad- una especie de presión y de poder de coacción. (...) como si la palabra misma de la ley no pudiese estar autorizada en nuestra sociedad más que por el discurso de la verdad. (...) Como si para nosotros la voluntad de verdad y sus peripecias estuvieran enmascaradas por la verdad misma en su necesario despliegue. (...) ... ¿qué es por tanto lo que está en juego sino el deseo y el poder? (...) ...la voluntad de verdad... como maquinaria destinada a excluir." (Michel Foucault, El orden del discurso, Tusquets Fábula, Barcelona, 2008, págs. 21-24)
Leo Strauss, con Nietzsche, con Tucídides... han insistido en denunciar la verdadera intencionalidad de la búsqueda de la verdad, una intencionalidad que arma al practicante de una absoluta falta de escrúpulos... respecto de la moral que no pregona. Detrás de la verdad, sin duda (hoy es evidente cuando hasta los genocidios y las bombas atómicas se tienden a justificar racionalmente) no hay sino voluntad de poder y señalización demarcatoria, esa que sirvió según Douglas para fundar un credo tan perdurable como el judío; esa que llevó muy probablemente o al menos ayudó, según la teoría que propuso Judith Rich Harris, a la pérdida del pelo por vía de una selección parental, o sea volitiva (para diferenciarse así de "los peludos y barrerlos del mapa" -El mito de la educación, Debolsillo, Barcelona, 2003, pág. 162); la que, generalizando, la misma autora señala como idiosincrática y está presente de manera innata en nuestra infancia. Señalización que llega a construir alrededor suyo toda una cultura diferenciadora, de "señales visibles -cuanto más permanentes mejor- para airear a los cuatro vientos las diferencias" (ibíd., pág. 359).

Veblen lo supo ver y (sin llegar a abandonar el racionalismo vinculado a su esperanzas y deseos cosmopolitas y de Progreso Humano) reconoce hasta qué punto el proceso es un proceso progresivo de adopción. Hablando de la manera en que acabó instituyéndose una clase ociosa separada del resto (y dejando aquí al margen la relativa simplificación en que incurre en particular acerca de la reproducción de la misma en el tiempo) Veblen señala arrancando con una frase de Aristóteles: "Nota notae est nota rei ipsius (El predicado del predicado es el predicado del sujeto en la traducción al pie). (...) la prescripción se apodera ahora de esta prueba convencional de riqueza y la fija en los hábitos mentales de los hombres como algo sustancialmente meritorio y ennoblecedor en sí mismo, mientras el trabajo productivo, en virtud de un proceso semejante, se hace intrínsecamente indigno." (T... Veblen, Teoría de la clase ociosa, Debolsillo, Barcelona, 200x, pág. 66). El mecanismo, que "se ubica en nuestros hábitos de pensamiento como algo sustancialmente bueno" (Veblen, ibíd., págs. 84-85), una "influencia" que de hecho se vuelve para "el resto de la comunidad", o sea para todos, "coercitiva" (ibíd., pág. 104), sin embargo, no es referenciado a la idiosincrasia humana sino desde una asunción apriorística en todo caso refrendada por lo que ha resultado (incluida esa adopción y esa inculcación subliminal mencionadas) ya que la idiosincrasia depredadora no es tan decisiva como la... perezosa, para mí motorizadora de la depredación al menos en la forma en que ésta se practica. Veblen acaba atribuyendo la ociocidad a una especie de marcha conspirativa que haría "obligatoria" (ibíd., pág. 108) la emulación... pero yo creo que el resultado se impone a todos en base a la propia idiosincrasia específica de cada individuo, a los rasgos secundarios que la conforman, a la manera en que toma diversas formas y estas se complementan entre sí: creo, en fin, que unos perfiles engarzan con otros mientras algunos son eliminados de diversos modos, y que una vez instituido el mecanismo ya nadie puede hacer mucho por escapar de él, siendo la vía regia su adopción y su consecución, su retroalimentación. De lo contrario, no se explicaría el por qué de la "aceptación popular" (ibíd., pág. 247) a la que se refiere el propio Veblen, una conducta que no puede sino expresar, cualquiera sea la causa que se le atribuya, debilidad, una debilidad que desde mi punto de vista es sin embargo congénita y, en diversos grados, general, propia también de los que parecen más fuertes, de los que han sabido hacerse con las "veinticuatro patas" (ir a la cita completa en nota 7) y todo lo posible... de los que simplemente inventaron una respuesta (dominio) en lugar de otra (sumisión).

Con todo, las aproximaciones y observaciones más lúcidas de Veblen ("la prescripción se apodera de la costumbre en cuanto esta se pone en boga" -ibíd., pág. 110 y más claramente en pág. 132-, incluso "sobre el espíritu científico" -pág. 135-, llegando incluso a "hacer conservadoras a las clases inferiores" -ibíd., pág. 211-) apuntan a la manera básica en que se instituyen las cosas a través del imaginario social humano y se hacen dominantes ("el esquema de vida... está constituido por el conjunto de instituciones en vigor en un momento dado... una común actitud de espíritu...", donde "la situación de hoy modela las instituciones de mañana mediante un proceso selectivo, coercitivo, que actúa sobre la opinión habitual..." -ibíd., pág. 199-). Veblen sin embargo se siente inclinado a compensar la absurdez de la marcha con la suposición de un instinto paralelo al depredador, el del "trabajo eficaz" productor de "utilidad humana"... algo que pone valor por encima de las evidencias que él mismo reconoce: nada ha sido nunca "útil" para todos sino de rebote y según se mire, nada ha sido más "útil" ("utilidad como demostración" -ibíd., pág. 266-) para el propio criterio de buena vida de "la clase ociosa" que construir un mundo donde el valor máximo adoptado fuese la "ostentación" basada y posible sobre la base de la "división del trabajo" entre dominadores/usufructuarios y productores/servidores de cuya institución resultante, una vez puesta en marcha, ya nadie se podría apear... so pena de ser marginado o eliminado o de autosuprimirse de una u otra forma (como bien supo observar Veblen: "Un material humano que no se preste a los métodos de vida impuestos por el esquema aceptado, sufre una mayor o menor eliminación y una represión" -ibíd., pág.217, 239 y gran parte del capítulo 9-). Esto es así, aunque se pueda desear (aparentemente) otra cosa muy distinta (que sólo esconde la intención de establecer "métodos" alternativos e igualmente autoritarios; cosas todas ellas -los sueños, la pretensión de dominio, la certidumbre de ser el verdadero exponente de la humanidad- de las que no se puede escapar siendo básicamente humanos altamente reflexivos).

El límite autocontemplativo imperante, en particular presente en el intelectual, que impide al pensamiento ir más allá de lo que le conviene y descubrir su propia mezquindad (que tanta perplejidad produce y por fin tanto rechazo), esto es, con su carácter de puro mecanismo defensivo al servicio de la comodidad individual y en todo caso grupal por igual conveniencia, debe ser de una vez por todas superado. Lo impone, como todo, la propia marcha y su entrada en terreno de extrema vacuidad e insignificación... Estar al alcance de la autodestrucción y la impotencia casi absoluta para impedirlo nos obliga a mirarnos seriamente en el espejo; actuar en la línea sugerida por Sócrates (Teeteto) de la que Strauss extrae su propio lema existencialista ("...el pensamiento es incompleto y defectuoso si el ser que piensa, el individuo que piensa, se olvida a sí mismo en pos de aquello que es -entiendo que se refiere al mundo, al Ser-",Leo Strauss, Introducción al existencialismo de Hidegger, "Sobre Hidegger", Manantial, Bs. As., 2008, pág. 41) pero que ni uno ni otro saben llevar hasta el extremo, es decir, contra sí mismos. En cualquier caso, las evidencias han sido cuanto menos entrevistas por muchos pensadores que en muchos casos ni siquiera se han cruzado (y cuya lista será siempre incompleta y quedará sin poderse completar) y han llegado a mostrarse en un grado tal que nos acorralan sin alternativa, exigiendo una narración integradora o la claudicación definitiva. En cualquier caso, llevando a la negación de esa estirpe, o especie como la llamara Paul Valery, que además de quejarse... pretende sobrevivir a base de sugerir una panacea imposible o contradictoria en sí misma: su mundo de intelectuales generalizado (República de Sabios en palabras de Platón) tan larga y hondamente ansiada por sus autovaloradores no sería ni gobernable ni un eficaz productor de bienes, y ni siquiera podría ser el Hades donde Sócrates, un tanto dubitativo, suponía en busca de consuelo que habría de encontrar "mejores interlocutores".

Los intelectuales pueden ser por todo ello declararse incluso antitotalitarios e incluso señalar serias dudas acerca del Progreso... como Veblen (esa "dirección divergente de la situación arcaica", ibíd., pág. 204-) y Castoriadis, pero no debemos engañarnos: se refieren y se refirián siempre y no más allá, a las manos ajenas a las suyas en las que están las cosas.

Pero como Strauss no ha cesado de hacer incapié, con Nietzsche y con Tucídides, no hay tal superioridad de lo racional, ni para realizar la supuesta meta de la sabiduría (que no es sino un subterfugio) ni como instrumento para convencer. Todo lo contrario, la filosofía demasiado insistente, como la practicara por ejemplo Sócrates, acabaría siendo despreciada, rechazada, condenada...

(4) Mary Douglas, siguiendo lo apuntado en mi nota 3, sigue presa ella también como los demás del racionalismo dominante referencial, y de ahí no llega a ver el paralelismo entre pensamiento occidental (clásico y renacentista) y el que llama con otros "analógico" con representación en China milenaria y en el Israel del Éxodo; no llega a ver su base común y su concatenación de manera clara y rigurosa: la pulsión creativa de artificialidad (siempre y con inclusión de los discursos científicos y racionales y no creador de representaciones más o menos realistas -o alegóricas- del mundo) como expresión de la pulsión dominadora, esta a su vez como expresión de la debilidad congénita como "precio a pagar por un cerebro tan grande" (Judith Rich Harris, El mito de la educación).

Veblen, por señalar otro ejemplo, sostiene en su Teoría de la clase ociosa que en la conducta de esta clase social no hay nada indigno en base a que habría sido producto "del instinto" y en concreto de uno de esos dos instintos básicos que según él impulsaban al hombre: la ostentación y la laboriosidad; en definitiva ni más ni menos que lo malo y lo bueno. Veblen bregaba por una sociedad capitalista laboriosa (si no de sabios sí de especialistas) y dada a procurar la emancipación humana mediante la verdadera consecución del Progreso ad infinitum, distanciándose frustrado de la modernidad liberal... aunque no de la "racionalidad", del catolicismo... aunque no del cristianismo, y del amplio espectro de la filosofía humanista/racionalista/idealista que abarca a casi todos los pensadores de la Historia humana (ésa que nace con la artificialidad, o mejor dicho, con la necesidad de ella nacida a instancias de la comodidad, como ya he dicho), y en lo que coincidía en un sentido utópico si cabe con el pragmático marxismo. Pero esto es otra cosa: Veblen (como también Marx y en definitiva todo pensador más allá de sus tendencias oscuras) nos reveló en su indudable afán crítico aspectos que no pueden ser ignorados más que por los interesados en ocultar sus propias vergüenzas o por aquellos que, comprometidos con la marcha de las cosas, sigan erre que erre intentando reducir un poco y de alguna manera unos efectos considerados perniciosos... pero igualmente ajenos al propio enfermo, justo a la manera, como dice el propio Veblen: un virus. En cualquier caso, yo he dicho "ciertos y determinados hombres", y los he caracterizado como "los que consiguieron dominar " y expandir y asentar a la vez su estirpe a la vez que la de sus asesores y la de sus esclavos...

(5) Así es como hasta las críticas más rigurosas y contundentes que hace el hombre de su propio tiempo (y sin duda del pasado) caen en la misma "necesidad" de camuflar sus propias alegorías modélicas como revelaciones o descubrimientos de la verdad absoluta, incondicional (realidad profunda o verdadera) en la realidad o bajo la superficie o "tras las apariencias"... Nietzsche acabó en principio (enunció el fin) con la existencia de un "mundo aparente" (citar), pero el pensamiento humano no puede llegar al límite de prescindir totalmente de ello... (por eso... "prefiere la nada a no querer") y él mismo no hace sino pasar de la analogía del "progreso ascendente" -que se convierte en molde de La Razón misma- a un modelo del "heroísmo vital" que privilegia el instinto, el vínculo con "lo animal"... lo que lleva a Hidegger, etc. En cualquier caso, alejándose de la idea de un individuo que en tanto reflexivo se ve impulsado a crear artificialidad... Nietzsche reconoce el carácter centralmente débil del ser humano (incluso llega a señalar el rol positivo, "útil", de lo más débil, de "el hombre perjudicial" -véase La Gaya Ciencia, libro I, 1.-), pero cifra esperanzas en un superhombre que la superaría, y con ello se aleja del realismo (valora, moraliza, idealiza, crea una esperanza alternativa...) en cuyos términos habría de extraerse una visión más rigurosa.

Castoriadis representa un claro ejemplo de esta permanencia o anclaje a pesar de reivindicar el carácter "autocreativo del hombre" (véase en particular el ensayo Antropogenia en Esquilo y autocreación del hombre en Sófocles, en "Figuras de lo pensable", Fondo de Cultura Económica, México, 2002; en donde contrapone a Esquilo y a Sófocles sugiriendo de hecho la existencia entre ambos de una ruptura epistemológica a pesar de rechazar de derecho que algo así se haya dado) y en toda su argumentación acerca del imaginario (La institución imaginaria de la sociedad, Tusquets Editores, Barcelona, 1989) con la que se distanció del materialismo marxista y la dialéctica a la que adhiriera hasta entonces, y por medio de la cual intenta, sin alcanzarlo, dar cuenta de la especificidad humana en el conjunto de la naturaleza prescindiendo nominativamente de toda teleología con su necesidad (ideológica) de supuestas causas primeras.

Castoriadis llega incluso a considerar una evidencia (sic) el proceso de autoconstrucción histórico-social, pero pero sin abandonar por ello el enfoque racionalista heredado (¡y sin dejar de arremeter contra "el pensamiento heredado" -sic-!), un enfoque fundamentalmente tributario del concepto de progreso más o menos lineal o al menos ascendente, del cosmopolitismo expansivo y dominador a él vinculado, con su exigencia de reeducación o cura, es decir (como en Veblen, etc.), de "trabajar para ayudar a la formación de individuos que aspiran a la autonomía e incrementar la cantidad de los mismos" (Cornelius Castoriadis, Institución primera de la sociedad e instituciones segundas, "Figuras de lo pensable", op. cit., pág. 126). ¿Qué sino un evidente alineamiento con las posiciones rousseaunianas de todos los revolucionarios y emancipadores; esto es, con las verdaderas concepción e intencionalidad del cosmopilitismo greco-occidental repuesto con la modernidad y reducido a slogans a posteriori, dejando la carcaza vacía y todavía a veces útil? ¿Qué sino un siempre remozado ofrecimiento de futuro basado en el supuesto de que existiría, bajo la piel del ser humano concreto, una esencia humana que auguraría una humanidad única, de miembros semejantes... asemejados al utopista y a su grupo, el cual no puede evitar inclinarse por una política de reeducación y adoctrinamiento masivos (que no suelen tener resultado más eficaz... que el exterminio en grandes dosis), esto es, por reconocer que debe apelar a ello (y llegado el caso aplicarla sin escrúpulos)?

Desde el Platón que se dirigió a Siracusa fracasando y el repudiado Sócrates que fue condenado a muerte, hasta el acompañamiento intelectual claudicante y en algunos casos por fin frustrante a las revoluciones del siglo XX que se resolvieron en un maridaje renovado entre las masas ansiosas de reformas y la burocracia aprovechada, los intelectuales no han dejado de soñar sus sueños de una humanidad a su imagen y semejanza... aceptando no obstante por vivir en las grietas que cada sociedad les reservara: las instituciones educativas de digesto para sus iguales o para las masas, el oficio de asesoramiento de los estrategas que siempre conservarán la última palabra... y contribuyendo a mantener (entendiendo que cuando se habla de intelectual se habla necesariamente de Occidente) la falsa referencia a la Razón como ente supremo y divino de uno u otro modo heredado o donado como símbolo caracterizador del ser humano. Veblen, anclado a pesar de todo a la esperanza de un mundo bueno edificable sobre la Razón, el sentido racionalista de lo útil (vease mi nota 3), el "instinto del trabajo eficaz", etc., no puede sino propiciar la reeducación coercitiva ("rápida reversión" -ibíd., pág. 205-) de su futura República, donde sus leyes y modelos instituidos canonizarían entre otros las definiciones de útil y eficaz...

Pero si bien sirve a estos propósitos, no me resulta suficientemente rica como para evitar una confianza excesiva en la espontaneidad, dar cabida al supuesto rol del azar, atribuir un valor divino o semidivino a la imaginación, etc., que es en lo que se cae de esa manera (ejemplo: la perspectiva de la autogestión obrera o del carácter definitivamente democratizador de la tecnología... ambos meramente proféticos o mesiánicos). Esto es inevitable si no se comprenden los límites que impone la propia fuente de la creatividad, que es la interacción, los límites que crean las demás individualidades u ontogenias, y la inercia intrínseca o el conservadurismo del individuo constituido y en formación. Una interacción en donde no todo se impone y donde lo que se impone no sólo domina sino que es capaz de eliminar de raíz lo que lo que podría eventualmente amenazarlo. Es decir, creando otra esperanza alternativa.

Una vez asumida la "artificialidad" (o la "creatividad" imaginativa) de producción humana hasta las últimas consecuencias, por nosotros, intelectuales a fin de cuentas, produce, perplejidad sin duda (tal vez demasiada y por reiterada... sospechosa) observar cómo los intelectuales han visto una y otra vez la división de la sociedad en grupos (clases) evitando empero considerarse o verse a sí mismos con fines e intereses de grupo y que no quisieran o se negaran o no supieran entender (como si estuviesen bloqueados -como imponen justamente los intereses histórico-sociales particulares, limitando la lucidez a lo político-) que es imposible evitar la grupalidad, que es un rasgo humano idiosincrásico, heredado y desarrollado o complejizado... Todos, y especialmente los intelectuales que elevan la capacidad reflexiva al rango de facultad Reveladora de Verdad -donde tanto las desentrañadoras (científicas, racionales, formales...) como las adivinatorias (alegóricas, míticas, analógicas...) y las supuestas facultades de un oído o una mente preparada para tener revelaciones en sentido estricto... deben verse indicutiblemente como equivalentes, como tantas veces he insistido sin ser más que rebatido con retórica y/o dogmatismo cuando no con el silencio...-, consideran de hecho que los seres humanos por antonomasia son sus congéneres más próximos (genéticamente y por mediación de la convivencia y la inculcación/adopción cuasi voluntaria del imaginario dominante.

(6) Ya he citado a J. Rich Harris en lo referente al "precio que debiómos pagar los seres humanos" por ser poseedores de un "cerebro gigante" en un "mundo de garras y dientes", como ella dice (op. cit., pág. 163-171). Visto a la inversa, ese cerebro podría y suele ser considerado una compensación poderosa a la debilidad, compensación que se basaría en su capacidad creativa, capacidad para sustituir el deseo por su representación simbólica como bien dice Castoriadis (op. cit.). ¡Y "para detectar a los tramposos y despistar a los detectores de tramposos"... evitando ser detectado mientras se es tramposo..., como dice J. Rich Harris (ibíd. pág. 163)!; esto es, para producir y hacer uso de la mentira, ¡tan fructífera y sin duda más que el sigilo o el camuflaje natural!, dado que, como reconocería Veblen: "Sólo dentro de los límites estrechos, y únicamente en un sentido pickwickiano, puede decirse que la honestidad es el mejor modo de proceder" (op. cit., pág. 229).

(7) En un reciente artículo publicado en este blog para defender mi criterio de que el Dinero no es poder en sí sino un instrumento subordinado al Poder en sentido estricto así como utilizable en su contra por todo Poder que se postule en su reemplazo, citaba unos versos del Fausto de Goethe que a su vez citara Marx en sus Manuscritos de 1844 de donde tomo la cita con fines tergiversadores. Creo pertinente reproducirlos también aquí:
"¡Qué diablo! ¡Claro que manos y pies, y cabeza y trasero son tuyos! Pero todo esto que yo tranquilamente gozo, ¿es por eso menos mío? Si puedo pagar seis potros, ¿No son sus fuerzas mías? Los conduzco y soy todo un señor Como si tuviese veinticuatro patas."
La voluntad de dominio humana, que atribuyo especularmente a la debilidad congénita característica de todo humano señalada por Castoriadis con la siguiente feliz descripción:
"¿Por qué la racionalización? Como todas las creaciones históricas, la dominación de la tendencia hacia esta racionalización es básicamente arbitraria; no podemos ni deducirla ni producirla a partir de otra cosa. Pero podemos caracterizarla más precisamente relacionándola con algo más conocido, más familiar, expresado bajo otras formas en otros tipos de organización social: la tendencia hacia el dominio. Esto nos permite equiparar esta tendencia con uno de los rasgos más profundos de la psique individual, la aspiración a la omnipotencia. Esta tendencia, este empuje hacia el dominio no es, a su vez, exclusivamente específico del capitalismo; las organizaciones sociales orientadas hacia la conquista la ponen también de manifiesto. (...) este empuje del dominio no está solamente orientado hacia la conquista exterior, sino que apunta también y en mayor medida a la totalidad de la sociedad" (C. Castoriadis, La racionalidad del capitalismo, op. cit., pág. 73).
Una idiosincrasia individual que sin embargo sólo se materializa bajo la forma en que se puede conservar la pertenencia al grupo, es decir, dominando efectivamente o apoyando al dominador en base a la promesa de botín que este representa.

(8) Cornelius Castoriadis, Instituciones primeras e instituciones segundas, op. cit., pág. 122. Muy interesante me resulta -a la vez que coincidente con mi propia narrativa-, la definición que hace el autor de esa "neoformación" como de un "cáncer psíquico", "una imaginación que se volvió loca, la imaginación que rompió toda servidumbre funcional" (ibíd.) A lo que sólo me atrevo a apuntar, en la línea de mi nota 5 previa, que la asignación de "funcional" puede hacerse desde un racionalismo tan precario y autoincondicionalizado como cualquier otro punto de anclaje narrativo que pudiera adoptarse dentro de un mundo dado, un tiempo específico, un perfil sociológico y un grupo de pertenencia con sus específicas pretensiones reales y sus construcciones imaginarias ad hoc.