viernes, 5 de septiembre de 2014

¿"Democracia" es lo que quiere "el pueblo"?


En 1852, Tocqueville sostuvo con la intensión de quedara claro para siempre que "la Revolución no se hizo para conquistar la libertad" (El Antiguo Régimen y la Revolución). Sirvió de poco, quizá como siempre servirá de poco dejar un des-cubrimiento a la posteridad… Hoy su figura y su nombre se han sacralizado y selectas frases de su pluma se esgrimen para fines con los que probablemente no se habría sentido muy cómodo sino aún algo peor. Y pese a todo, cuando se "describe" un hecho formalmente "revolucionario" (con interesada grandilocuencia sin duda) se desliza sin tapujos la idea de que tal movimiento lo que pretende es conquistar "La Libertad".

Yo en cambio sostengo, con Tocqueville, que lo que se pretende siempre, ¡en todos los casos!, por parte de los "pueblos" (como se llama a la mayoría de un país o del mundo cuando se aglomeran en torno a "reivindicaciones políticas y sociales" plasmadas en unas u otras consignas neoizquierdistamente bendecidas es… el reparto o redistribución a su favor del botín que resulte del reemplazo. Y si antes, para la vieja izquierda, se requería un cierto rigor en las consignas… hoy se entiende que eso "es lo de menos"… ¡Y vaya si tienen razón los que actúan según este criterio, porque el botín será repartido y redistribuido de cualquiera de las formas después de la batalla… en concreto entre los participantes de arriba hacia abajo y hasta donde queden al final migajas!

De ahí que todos, ¡todos!, los partidos que se forman para convocar al "pueblo" a secundarlos… no tengan necesidad alguna de comportarse "democráticamente" ni de ofrecer "más democracia" salvo como recurso retórico, rindiendo tributo a "los maestros" (a ser posible a sus últimos discípulos), como pura rémora legitimadora, en todo caso, porque así lo dictan los "buenos modales", pero nada más (aunque incluso esto está cambiando en ese "renovarse o morir" de la camarilla ilustrada del momento, como se puede ver hoy en día bajo la batuta del chavismo y aún más de Maduro en Venezuela, cuando organiza esos nuevos rituales en los que se mezclan formas litúrgicas y pajaritos portadores del alma y/o el mensaje del Gran Timonel).

De ahí que el juego de la representatividad se lleve a cabo entre camarillas que se parecen cada vez más en las conductas. Y de allí que las masas comiencen a pensar en un posible "buen hombre" que piense más en ellos ("el pueblo") que en sus bolsillos, los de sus familiares y más dilectas amistades… Un "hombre bueno", un "santo", que ponga en primer plano "Una Moral" de hierro, profundamente "religiosa"… Esto está dando por ahora pantomimas penosas, como la protagonizada por Maduro y sus se-cuates (que son muchos, cuidado), pero también puede adquirir formas más "serias" y más "trágicas"… Y puede que entre ellos acabe el mundo adecuadamente repartido… ¡y con "los pueblos" convertidos en ganado!

Próximo a su muerte, con todo el bagaje que acopia un auténtico escritor a lo largo de su vida de visualización radical, como en cierto modo ya he denominado a esta conformación del escritor auténtico en mi artículo sobre Kafka, Flaubert puso en boca de sus personajes póstumos lo siguiente, que es sin duda una buenísima aproximación a la raíz de las cosas (a mi modo de ver):

"… el Pueblo acepta a cualquier tirano con tal de que le deje meter el hocico en la olla…" (Gustave Flaubert, Bouvard y Pecuchet, final del capítulo VI).

Sin duda: dan ganas de "irnos al fin del mundo" (íbid.) ; aunque allí las cosas, como ya hemos descubierto, son iguales.



martes, 2 de septiembre de 2014

De la "firma de la paz", el beneplácito de las "almas bellas" y la retirada táctica del "partidos de los desamparados de la tierra"





¡Hay sin duda mucho espacio aparente en el que escoger un deseo esperanzador antes que "querer la nada" imposibilitados por naturaleza a "no querer"!  (1)
Bien fácil resulta de repente, ¡después de sentirse decisivos para frenar la guerra mediante sus "oraciones" militantes, es decir, de haber respondido "activamente" al "deber ser humanista"!, pasar a estados emocionales propios, sin embargo, de la misma idiosincrasia mesiánica, la que precisamente tiene al mismo tiempo la certeza de haber sido elegido por la Historia y se postra ante lo que "inesperadamente" parece como caído del cielo…, y que a veces ven "bien" (cuando da paso a la calma, la inmovilidad, la rutina, la comodidad de mantenerse dentro de lo conocido y la certeza de que se prolongará y/o de que se han despejado las incertidumbres) y otras "mal" (cuando se "desata" el movimiento…, por ejemplo, la guerra- -2-).
De repente, cada vez que la última batalla deja paso a un "alto el fuego permanente", la práctica totalidad de la nueva intelectualidad democrático-posmoderna, que aún busca refugio bajo los disfraces de la vieja modernidad hegeliana, kantiana, cartesiana, residualmente "renacentista", como su ya distante copia mediocre, pasa del estado militante y romántico de los lamentos (coro de suplicantes y oradores) al estado, igualmente romántico en el que combina dosis diversas de "tranquilidad" y esperanza (ambas notablemente histriónicas, importadas, retóricas, grandilocuentes… con pretensiones de conjuro), y de las oraciones que antes reclamaban "sensatez" pasan a las que solicitan o exigen (¡a los mismos poderes contra los que alzaban sus débiles banderas!) que haga algo para "consolidar el estado de cosas alcanzado" (¿cuál?, el imaginario, claro), y "asuma" la inmovilidad de manera permanente..., eso sí, mediante concesiones de arriba hacia abajo, del padre al huérfano, por no decir… "lo que haga falta". ¿El objetivo idílico, pero también mezquino?: conservar la comodidad que les permite seguir siendo... lo que han llegado a ser, ¡qué si no!
¡Y con el esfuerzo mínimo e inocuo de las declamaciones públicas, los artículos de prensa o los panfletos y, si acaso, alguna que otra manifestación "multitudinaria" y a veces estentórea!
En lo más hondo: no admitirán jamás que "el movimiento" (guerra mediante) pueda pasarles por encima, ¡muy probablemente con machete en mano! Ni admitirán jamás que no pueda estar en sus manos hacer algo para evitarlo o detenerlo, ¡especialmente de aquel modo, con aquel "civilizado método"! (es decir, sin "negarse", sin sumarse al "movimiento" -la guerra, en la que no se permiten ver involucrados ni siquiera "en su contra"-). 
Nunca, nada en la era de los seres humanos, se realizó a cuento de conjuros de ese estilo. Siempre, las voces y las simplificaciones simbólicas o abstractas que lograron incidir en la marcha hasta provocar relativas bifurcaciones y la implantación de instituciones novedosas, fueron las que invitaron a la guerra sin paliativos contra lo que esas voces conseguían convertir en símbolos de la penuria general
El destierro en Egipto o Babilonia (que no la esclavitud que pertenecía al orden de las cosas) sólo se superó mediante la "reconquista" guerrera de la "tierra prometida". ¡Y, por cierto, que conste que sin esto... no habría podido haber ni cristianismo ni civilización occidental ni, por ende, tanta mala conciencia como la que hoy ha encarnado en la "nueva izquierda" (en el sentido explícito que le dí en mi post anterior y sobre lo que de todos modos volveré). La voz de Moisés se realizó en la inflexible voluntad de Josué de hacer caer todas las murallas de los ocupantes/heréticos. Y la esclavitud sólo cambiaría de beneficiarios, ya que las siete plagas demostraron por fin quienes serían los miembros de la "verdadera humanidad".
La sujeción de Alemania a los dictados "desconsiderados" de la Entente vencedora (que no la "explotación del hombre por el hombre", que pertenecía al orden de las cosas hasta el punto de que la primera etapa del comunismo exigiría su conservación... etapa en la que se consolidaría precisamente y no para "evolucionar" hacia el Paraíso en cierto grado soñado) sólo se "superó" mediante la revancha, que por sobre todas las cosas se estructuró en torno al símbolo del judío-perverso de cuyo exterminio saldría un depurado Paraíso para la "verdadera humanidad", esta vez, la "nueva humanidad mediocre de los resentidos de la tierra", que ya serían una y otra vez llamados a "seguir al líder" (de la camarilla) bajo banderas del mismo estilo por diferentes que puedan parecerlo (y me refiero a las diversas expresiones militantes de los innumerables "movimientos de masa" que van desde la Revolución Francesa hasta la "marea tutsi" de Ruanda y las "conversiones forzosas" del "Estado Islámico" en Siria, pasando sin duda por la industrialización de la muerte conducida por el fascismo, el bolchevismo, el nazismo, el estalinismo, el maoísmo, los jemeres rojos, el yihaidismo…, y los cada vez más grupos que en base a una u otra tecnología toman como misión fundamental el exterminio "racional" y masivo de "los otros". Algo que, por otra parte, debería ser muestra suficiente de la vieja tesis original de Tocqueville que apuntó tempranamente al hecho mil veces negado de que a "los pueblos" no es "la democracia" lo que les importa… (pero esto merece ser tratado aparte).
Estos son "los hechos", como diría Tusídides, intencionalmente ajeno a dar "explicaciones" o "razones" que sólo llevan a atribuirlos a una inextirpable naturaleza humana (no es mi caso, y volveré sobre ello, aunque comprendo que esa sea una más de las "salidas" rápidas que sirven para "dejar de lado" lo que origina los "problemas"...).
Y ante estos hechos, ¡"erre que erre"!, hay una subespecie (Paul Valery dixit) que no ceja (heredera de todos modos por usurpación y cultivo selectivo de una vieja y dignificada estirpe que hoy yace sacralizada y momificada en sus pirámides devastadas -3-). ¿Por qué? ¡Esa es la cuestión que me ocupa! Y respondo: Muy sencillamente, amigos míos, porque en ello, una y otra vez aún (es decir, por el momento), les va la vida en ello.
Así lo veo más allá de los aspectos "secundarios" o que percibo como colaterales (tal como se me aparecen o me son presentados, haciendo que sienta/note/crea que toman esa "secundariedad", y no porque yo los valore como "secundarios" sino todo lo contrario -¡por eso es que me provocan dolor: porque aparecen sólo en un segundo plano y quisiera que no fuera así, quizá para que pudieran ser combatidos y todo fuera "más fácil", o sea, "más divino"!-), obligado por "mi conciencia" (la narración que me justifica) a poner lo que otra cosa, "más radical", en primer lugar, pese a que no puedo dejar de ver el lugar que ocupan, y al verlos, sentir cierto "desgaste", cierta "frustración", cierta "desasosiego"... que roza, cómo no, el "nihilismo", volviendo a poner en camino a su fantasma. ¡Aspectos "secundarios" que son ciertamente "políticos", tal y como se hacen precisamente... manejables en apariencia y en alguna medida por los hombres: como "objetos" siendo sólo "símbolos" en una suerte de "fetichización" a la inversa que acaba dandose de nuevo vuelta hasta alcanzar una "fetichización" auténtica!
Me refiero, por una parte, a lo que sentimos respectivamente respecto del mundo dado (historia, sociedad, sucesos, protagonistas del presente, nombres y significados, valores, etc.): lo que sentimos más que lo que pensamos, porque lo que pensamos busca ser coherente con lo que sentimos en tanto se trate de un sentir que nos otorgue una dignidad, un espacio, un sentido, y no que nos angustie, algo ante lo cual el pesamiento, precisamente, se repliega, se retuerce, y consigue dar de sí una "salida" que parezca llevar a alguna parte. Y así, que se represente un sentir como pensamiento y mediante un pensamiento que se toma el deber de ocultar lo que nos dejaría, fundamentalmente, solos: ¡he ahí el origen de la angustia: el de verse ante la soledad que se pretende negar o se ignoraba del mismo modo que Edipo ignoraba que su relación era tabú! (4) Un sentir que, aunque de todos modos no se declare por motivos utilitarios, tácticos, cínicos, o se mantenga reprimido, al final se filtre por los flancos, los poros o las grietas, y se ponga al servicio de lo que  sin que por ello deje de constituir el leit motiv de la marcha. ¡Y, al fin, que Edipo se vea obligado a ver... para acto seguido condenarse… ¿para no volver de nuevo…?; no, sino más bien para verlo siempre y nunca más ver nada más, evitando que pueda borrarse la última imagen retenida en la retina para su condenación eterna!
Esto no es teoría sino experiencia, hechos a los que estoy abierto y que se me presentan (obligado por mi propia idiosincrasia) como parte del mecanismo en el que parece imponerse la hipocresía humana. El sentimiento debe a mi juicio ser liberado, no "declarado", es decir, debe expresarse en actos, para lo cual ante todo debe ser aceptado. Se puede ver en esto una nueva intencionalidad de trasmitir (al otro) "ideas", cuando lo que me veo impulsado a intentar es a hacer pensar... de modo que pueda conseguir, yo mismo, cierto grado de poder (sobre el otro). Es, en definitiva, una expresión más de amor..., que no tiene, como bien supo ver Nietzsche y que sólo puede tener por objeto el objetivo egoísta que Legendre a expresado tan bien de la siguiente manera sintética: "le grand œuvre du Pouvoir consiste à se faire aimer" (5)
Porque a fin de cuentas, el mundo próximo te propone, con un peso difícil de eludir, ¡y una amenazas terribles!, que "comulgues" con la manera de pensar y los deberes prácticos que lo definen (sus símbolos, sus mitos, su "estilo", su "magma"...) o, de lo contrario, que te exilies o permitas ser exiliado. Y encontrar el punto de equilibrio que permita a uno no claudicar ni ser amordazado (por un cerco de silencio) y, a la vez, poder seguir viviendo "con" ese mundo y no sólo "en" él, ¡incluso "de él"!, es ciertamente muy difícil, muy de equilibrista de probada "inteligencia" (por astucia, por esa vieja "astucia de la razón" de la que hablara Hegel).
Sócrates se sintió defraudado un día y prefirió no ir en busca de "otros parajes" (huyendo de la condena) para encontrarse con un mundo similar al ateniense o peor en donde tuviera que empezar de nuevo, y por eso, convencido de que el el Hades a donde iría seguro, encontraría interlocutores a su altura (los dioses) optó por la cicuta.
La conciencia intelectual de hoy se haya despojada de creencias tan ingenuas: sabe que en el Hades que crearon otros no hay nada, y que él no podría hacer nada por descubrir otro que no fuera una nueva copia, una nueva imitación... Pan ha muerto, Pan ha muerto..., nos llega desde la isla de los tiempos. ¡Ha sido vetado (por los despojadores) su uso referencial! ¡El inconsciente, que antes tenía la forma de un demon, y que sigue actuando como tal, ha sido despojado de todo misterio nominal... aunque siga teniéndolo..., y no lo pueda perder nunca! Lo que nos han prohibido es referirlo al más allá: ahora hay que contentarse, hay que arreglárselas, con "saber" (creer) que es un componente de nuestra propia carne..., en todo caso... una bacteria de las muchas que nos habitan y nos hacen y permiten que seamos.
Así, que el Hades sea una ilusión "por decreto" (insisto: tan bien asumida como tal como antiguamente lo fuera considerarla "real" o "evidente"), no evita (el mito vigente tiene sus fisuras, aún no bien prohibidas, guardadas o taponadas) que pueda orientar mi búsqueda hacia "la tierra firme" en busca de su "efectivización", en todo caso... para la "siguiente ocasión", en el/la "siguiente amigo/amiga"..., en la "futura sociedad paradisíaca" de la que "deberíamos ocuparnos" según los esperanzados . ¡Incluso a sabiendas, parcialmente, claro, que se trate de una ilusión "que no esté a mi alcance"... pero sí al de la humanidad!
Mi conciencia me dice que si quiero dirigirme hacia esos "parajes posibles" (o dejar que ellos lleguen hasta mí, que me "envuelvan") y que se conviertan en mi "mundo próximo y cálido" hasta un cierto punto, a ser posible idílico, debo continuar hablando, escribiendo, comunicándome, aullando para que se presenten. Si callara del todo, me dicta mi conciencia, es obvio que mataría por anticipado toda alternativa con mi propia mano: en tal caso me iría no al Hades sino al olvido y la nada.
Y así, el mundo vuelve a dar un rodeo y a golpearte con su contundencia: en una u otra medida, hay que claudicar.
Pero sentir, es algo ambivalente, como bien dice la teoría (menos mal que esta vez a mi favor, a favor de "mi conciencia" que es en parte a la que se ha llegado aunque para ser acallada con maneras "nuevas"). Sentir y reconocer lo que siente el hombre es despojarse de tabúes y reconocer en uno mismo el odio (no para justificarlo, sólo para describirlo: odio sólo porque se siente, porque no el tercer mundo sino la demora en la recepción de la teta o del biberón produce resentimientos, perturbaciones, incomprensiones, ansias de "justicia universal"), odio, malicia, deseo de dominio, ansias tiránicas, etc., etc. (Por cierto, quien más lejos llegó en esa conciencia o lucidez fue Nietzsche, con diferencia; el del "sí a la vida", sí pasional, que tiene en contra las murallas ideológicas y las justificaciones antes mencionadas, que encorcetan, que imponen el silencio, que condenan, que realizan "El proceso" -por Kafka-, que marginan si uno no se "suma" a la multitud, aunque sea una multitud aparentemente "menor" y "opositora"). Porque si, y perdona la digresión que de todos modos continúa el hilo a mi criterio, hay hoy en la sociedad UN pensamiento dominante, ese es el de los miembros del club de "la buena conciencia", fundado sobre todo después de la segunda guerra y en el primer mundo. Una pensamiento que se apropió de lo superficial de Marx, pulido por sus sucesores y reducido a consignas hasta extremos (los pensamientos de Mao, por ejemplo), convirtiendo a la intelectualidad en "socialdemócrata". Y tú me dirás, alzándote indignada: "¿hablas de mí? Pero si yo..., pero si mi grupo..., si mi situación..., si mi mundo..., mi tercer mundo..., si mis acciones..."
Puedo demostrar que lo que afirmo se corresponde con la mecánica de la mansa marcha presente hacia uno u otro totalitarismo moral, que las "buenas (o bellas, como dijera Goethe) conciencias" favorecen y favorecerán irremediablemente, como dicta la propia marcha de la que su deseo de seguir "estando tal cual" forma parte tanto para empujarla como para obstaculizarla, porque la marcha humana es a trompicones, con pequeñas avalanchas, con caídos que son pisoteados, etc., como toda desplazamiento de una multitud que huye de la hecatombe, el incendio, la estampida, el terremoto, la erupción o el tsunami... Queda para un artículo aparte, o para insistir siquiera en otros posteriores, como dije antes, pero si hasta lo reconocen (¡enmascarándolo! y ¡sin desvelar el engaño y la ingenuidad a partes iguales que con ello encierran!) los propios filosofastros de la posmodernidad, como Bauman, al decir que "hoy no es la libertad lo que buscan las masas sino la seguridad" (cito de memoria, que es más que suficiente para tamaña mezquindad intelectual presente tanto en la primera parte como en la segunda de la frase e igualmente en su proyección…).
Pero volviendo al tema, está a la vista cómo los "partidarios de los desamparados de la tierra" alzan puños y manos blanqueadas (desde lejos, desde sus calles y en todo caso ante la policía de su propio país… que está para evitar "accidentes") ante el avance de los tanques del "más fuerte", mientras no dejan de explicar a todo el mundo hasta qué punto "comprenden" la "inevitable" reacción "armada" de los "desamparados", es decir, su "lógica" (¡la lógica de los desamparados, de los que necesitan teta!)… hasta el extremo de "exigirle" al "Estado agresor y explotador", al propio, que ponga sus recursos al servicio del bienestar e incluso de la reeducación masiva de los desamparados mediante las correspondientes subvenciones, es decir, que los integre en su sistema de comodidad... ¡que para esos desamparados en particular es… "un sistema de pecado"! ¡Y que de ese modo les ofrece... una forma de esclavitud que les resulta repugnante…: la de trabajar por un salario, lo cual, más allá de los análisis teóricos y las simplificaciones abstractas de corte occidental… implicaría para ellos una renuncia a la comodidad tradicional a la que están acostumbradas esas "almas bellas"..., ¡los utópicos tiranos de la civilización occidental!, ¡los que siempre han pretendido dominar a los demás… de "buenas maneras" (como por la vía de la "educación") y la "diabólica" compra de "conciencias".

Las "almas bellas" que optan por "el compromiso" con "los desamparados" creen así que los dirigirán al Paraíso al que los "agresores imperialistas" no les permitirían llegar. Pero esos "desamparados" les responden: "¡Déjennos ser como somos!" y también "¡Déjenos acabar (incluso) con vosotros los herejes en el caso de que no se dispongan a abrazar la verdadera fe!"¡Es decir: "¡Dejarnos realizar todas nuestras crueldades contra nosotros mismos, nuestras mujeres, nuestros niños, incluso contra los vuestros; y súmense a nosotros para realizarlas!".

Y es que ellos "saben muy bien" que pretendéis engañarlos con cantos de sirena blasfemos e hipócritas, que el mundo occidental es corrupción y lujuria, que la comodidad tecnológica es una trampa (aunque buena para hacer la guerra al infiel), y que el verdadero Paraíso es el que ofrece Alá a quienes le obedezcan..., o sea, a quienes obedezcan a las voces que han sabido reflejar sus ansias de poder ilusorio, de comodidad y certeza propias...
Y, en fin, esas "bellas almas", que caerán en tierra de nadie o acabarán en el autoexilio de la frustración, no habrán hecho sino contribuir a incubar al "desamparado huevo de serpiente", lo que, convertido en prioridad ideológica, en "razón del Estado del Futuro" o "Soñado", no admitirá discusión alguna... en el propio territorio occidental, es decir, el que precisamente se ha definido como el de la discusión y la duda permanente. ¡Y vaya "desproporción" la de "los imperialistas" que aceptan jugar al gato y al ratón mientras el huevo es incubado!
Pero yo, por lo que sea, no puedo ignorar los paisajes que se sucedieron y constituyen una cadena innegable de hechos crueles e inevitables, y no puedo ser hipócrita ni iluso. Las sucesivas monstruosidades que ha que ha dado a luz el mundo, con sus centenares o miles de millones de muertos: en los campos nazis, en los campos bolcheviques, en los campos de arroz, en los campos de batalla, , en nombre de la patria, en nombre de la ciencia, de la civilización, de la Razón, de la Fe..., son testimonios que deberían ser innegables. ¡No 2000 una vez; decenas de millones cada vez! Y eran los débiles de los que descendemos, los que murieron sin poder defenderse, acorazados, amordazados, empujados a la muerte por el "deber ser" de "La Razón" (nacional, estatal, "popular", "obrera"...). Porque nosotros descendemos de los otros igualmente débiles que sobrevivieron, tanto por casualidad como por coyuntura, ¡pero también... por cobardía o colaboración!

¡Y tampoco puedo dejar de denunciar las esperanzas y el beneplácito que corean esas otras "almas" igualmente "bellas" ante unos compromisos que se establecen en principio para que todo vuelva a la lenta y sosegada "incubación"! ¡Un proceso que acabará posiblemente en una nueva Yalta, con la consiguiente condena de millones de verdaderos inocentes, débiles y desamparados a manos de los unos y los otros!  (6)
He luchado hasta quedarme solo contra eso, profundamente rasgado por el dolor del mundo, yo, a quien se considera a la vez peligroso y reaccionario con ese difuso pero cierto "odio de clase" subterráneo que uno nunca sabe hasta dónde puede llegar, el pequeño burgués, el intelectual, el traidor a "la (difusa, deformada) clase" que "nos traerá el futuro" (pero que, vaya: en Francia vota a Le Pen, en Palestina vitorea a Hamás, en España ve con buenos ojos a Podemos), alguien que ha cometido el sacrilegio de actuar exactamente al revés de lo que propuso Marx en su XII tesis sobre Feüerbach, sí, ¡todo un sacrilegio optar por la inmovilidad de quien ha descubierto no ser omnipotente ni estar justificado para exigirle nada al padre o a la madre, de quien ha descubierto que "mejorar el mundo" encierra pretensiones totalitarias y egoístas y espera realizarlas mediante un milagro que les evite mancharse las manos con sangre ajena y verter la propia. Y a quien se retira porque reconoce no poder asumir la mentira que moviliza por igual a quienes sí son capaces de manchárselas. Al menos hasta que uno deje de encontrarse lo suficientemente "lejos", y pueda aún sostener una "postura teórica". Y consciente de que, si los hechos se precipitaran y me alcanzaran, y no pudiera huir más allá de las alambradas, tendría que ir a parar a una de las trincheras y convertirse en miserable carne de cañón de la siguiente fuerza dominadora; eligiendo la que crea menos dañina para mí y para "mi gente"; por lo que "nos" pueda garantizar, "egoístamente" come il faut, la posibilidad de respirar, de conservar manos, cuello, clítoris, etc., al menos... Y si, después de todo, me atrapan, optaré por las únicas dos opciones que tan bien reconocería Primo Levi que pueden existir en esas circunstancias, donde sólo se puede ser débil dentro del grupo de los débiles: ser de los que medran o ser de los que sucumben. Los que quieran en ese momento (y antes, aprovechando su propia distancia y seguridad) hacer de santos, de Ghandi, de Cristo... que caigan entre los dos fuegos o sean olvidados y tergiversados luego por la historia, unos convertidos en hijos de dios, otros en héroes de la patria... Su memoria será aprovechada por el presente que salga del presente, no cabe duda alguna. Para eso habrán servido. Quizá para eso sirvamos todos de cualquier modo.
Entretanto, a seguir en mi trinchera personal; mi atalaya inmaculada pero sufridora o sufriente, desde la que lloraré, con cobardía e impotencia, por todos los que cayeron y caen que no se lo hayan buscado de manera explícita y que en este acto no hayan arrastrado al dolor a nadie... ¡Y sólo porque la conciencia no ha llegado a ahogar el sentimiento y la compasión que rechazo pero al mismo tiempo acepto consciente también de mi minusculocidad!
Por esto dedico este artículo a todos los que hemos sufrido hasta la sangría al ver como caían nuestros ídolos y se volvían a alzar, convertidos en seres del infierno. Sé que con ello contribuyo (aunque igual caigo con esto en la misma ingenuidad y pretensión de los demás omnipotentes) al despojamiento de todo refugio para los humanos. En tal caso, es que respondo a la crueldad que nos caracteriza.

* * *
Notas:
(1) Referencia a la frase con la que Nietzsche cierra su ensayo Genealogía de la moral.
(2) Véase Tusídides en el análisis que hace Leo Strauss en su La ciudad y el hombre.
(3) Digo esto en referencia a la "decadencia" que la intelectualidad comienza a registrar desde mediados del XIX, sobre todo a partir del fracaso de la revoluciones de 1830 (aunque ya se puede ver aparecer como "problema" en pensadores anteriores, como La Boétie, y antes aún en Machiavelo, Spinoza, Hobbes e inclusive en el Dante, aunque, por supuesto sin la misma elaboración). Lo que Bauer describirá como "pauperismo" cultural (citado por Karl Löwith, De Hegel a Nietzsche) y sufrirá en Francia en carne propia Saint Beuve también por esos años (ver Lepenies, ¿Qué es el intelectual europeo?). Lo que Kierkegard y Nietzsche condenarán como "igualación" y este último asociará a la proliferación de los "obreros de la filosofía". El proceso que, en cualquier caso, ha continuado, de manera virulenta, casi salvaje, a caballo de la complejización social, hasta asentarse, permitiendo que "los especialistas" y "los equipos" representaran aún para Heidegger (Caminos de bosque) y para Veblen (Teoría de la clase ociosa) ciertas oscuras esperanzas, y que acabaran por producir y consolidar una "clase" o más precisamente un "estilo de pensar" burocrático (así llamado ya por Weber, luego por Lefort y Castoridis, también porC. Wright Millls…, y que Legendre denomina felizmente "management", entre los que los "obreros de la filosofía" habrían devenido "executives of the mind", etc.). Un "estilo de pensar" cada vez menos contestado "desde fuera", es decir, desde una esfera crítica realmente radical separada del conjunto de los intereses sociales y la identificación con perfiles socioprofesionales de aquella índole; es decir, que sólo es cada vez más "criticada moralmente" desde los mismos presupuestos instituidos…, los de la "eficacia", lo "racional", lo "profesional"… que sólo ayudan a reforzar la idea de que podría haber una burocracia potable y salvadora… ¡y un Paraíso de su mano al final del túnel! Es decir, visto y "sufrido" por todos los miembros residuales de la subespecie de mil diversas maneras pero todas histriónicas y conscientemente idílicas, es decir, cínicamente. El fenómeno explica lo que no quieren explicar sus usufructuarios más o menos cómodamente instalados en el "modo de vivir" vigente: desde "la traición" del bolchevismo al marxismo hasta (en la España de nuestros días) el "inexplicable" voto de estamentos de la ciencia, la tecnología y el ámbito académico de hoy ("ingenieros" y "profesores universitarios", etc., formados en "la democracia") a un partido sui generis como Podemos… Y, más en el núcleo de las cosas, pone de relieve la similitud de conducta existente entre los miembros de las diversas instituciones claves del presente: Estado, industria, finanzas, ejércitos, universidades, fundaciones…, los cuales las habitan como la carcoma a la madera: sin que la suerte de sus expresiones coyunturales (tal empresa, tal gobierno, tal banco, tal ejército, tal facultad…) les importe nada gracias a que el trasvase (se habla hoy de "puertas giratorias") les parecerá siempre garantizado dado lo "preparados" que están para ocupar cualquier "puesto de mando" aún sin saber nada (para eso están los "ayudantes" o la "maquinaria"). 
(4) Lacan, Seminario X, La angustia.
(5) Legendre, L'amour du censeur (El amor del censor).
(6) Debo insistir, en orden a no dar lugar en lo posible a manifestaciones capciosas, malentendidos o "sospechas", que estoy hablando de un presente y para un presente (mi presente) más allá del hecho de que en él se encierre el consabido "eterno retorno". Es decir, de un presente que se puede "desviar" de la marcha que lleva y que creo describir de todos modos apropiadamente. En particular, creo que la propia dinámica que mueve el proceso de conquista islámica también empuja, al menos de momento, a su "movimiento" (sus organizaciones dirigentes) a sufrir cambios que tendrán bastante dosis de contagio "occidentalizador", aunque no en el sentido de la "modernidad" perdida sino de la posmodernidad burocrática tacticista. Sería una suerte de "tercermundización" en el sentido "occidental" del término que también los afectaría. La propia complejización de sus sociedades los lleva a formas teocrático-burocráticas en torno al cuerpo militarizado, haciéndose en este sentido cada vez más similares a sociedades como la rusa, la venezolana o la china, con quienes precisamente mejores relaciones tienen y, también, y no creo que sea banal, son sacralizadas por la "nueva izquierda". Estas sociedades (países o áreas controladas por ese tipo de burocracias) son por otra parte las más propensas a permitir que en cada territorio los lobos puedan vivir "a su manera" en base a compromisos mutuos de no injerencia (hasta donde ello se haga imposible alguna vez, ya sea o no regionalmente). Un poco a la manera de las mafias que reconocen la territorialidad de los demás capos.