jueves, 30 de agosto de 2007

¡Con la iglesia hemos topado!

En un artículo reciente (ABC, sábado 25/08/07), Juan Manuel De Prada hace gala de su visión elementalmente cartesiana para rechazar la propuesta ciertamente demagógica de Sarkozy en relación con la peredastia reincidente. Y no quería dejarlo pasar, tan bien servido en bandeja, antes de que quedara sepultado por el tiempo... aunque seguramente para volver a emerger.

Lo que salta a la vista más significativamente es que De Prada, en lugar de razonar el "asunto" o al menos de fijar las líneas de un razonamiento basado en la evidencia apela directamente a "Las Escrituras", o sea, al dogma, al "deber ser" kantiano.

Todos sus calificativos dirigidos a la "propuesta" y las propias convicciones que esgrime en su contra son ideológicos: "indignidad" y "abyección" versus "dignidad inalienable", por ejemplo.

De Prada considera que "Los sistemas punitivos civilizados se fundan en la convicción de que el delincuente, tras penar su culpa, puede convertirse en un hombre nuevo". Y como si nada, llena una frasesita corta de incoherencia, hipocresía y pensamiento elemental dirigidos a igual público que aquel al que acusa a Sarkozy de dirigirse. Vale la pena desgranarla.

En primer lugar, desdibuja "los sistemas punitivos" que, si es cierto que tienen esa característica como fundamento dándoles una connotación bíblica que ya no tienen. Bien habría podido decir que el objetivo de las instituciones policiales y penales es la intención de separar de la sociedad aquellos elementos que la perturban. Pero claro, si fuera ésta la principal meta, más allá del origen oscuro del castigo y la venganza, la postura perdería sustento, ya que la castración al pederasta le permitiría deambular por el mundo separado de su connotación peligrosa, como si sólo esta hubiese sido encerrada (¿y castigada?) De todos modos, ¿qué sistema penal o filosófico puede creer hoy en día que el encierro (De Prada descarta cualquier otro medio de "penar la culpa") conduzca a la transformación del criminal en otra cosa que en un criminal superior? Oh, claro, eso no se puede denunciar, eso no se puede reconocer, hay que seguir siendo hipócrita hasta la médula y no ver esos millares de casos históricos y diarios de jóvenes que entran en las cárceles para salir integrados en bandas criminales de verdadera enjundia y acrecentado "nihilismo" (por usar un término que comprenderá De Prada) en relación al sexo y a sus infinitas manifestaciones? Oh, no, De Prada no admite, por imperativo eclesiástico, que se suministre una droga reversible al pederasta para que su impulso se aletargue; él prefiere el encierro en cárceles o, con un criterio más avanzado, moderno, racional a fin de cuentas como corresponde a un intelectual cartesiano nacido después del XIX, en "centros psiquiátricos" donde, sin que nos enteremos o, lo que es lo mismo, justificados por el racionalismo de la medicina (psiquiátrica) vigente (tradicional a ser posible, ¿no, señor De Prada?) se le suministrará más o menos la misma droga letárgica que propone el "Code Sarkozy" y unos cuantos... electroshocks, ¿por qué no?, contra cuyas prácticas no veremos decir probablemente nada, ni a De Prada ni a los demás eclesiásticos del mundo cuyo concepto de "sacralidad" no les impide ser hipócritas hasta la médula y absolutamente inconsecuentes.

Pero, además (no puedo dejarlo de lado), De Prada cuela la falsa afirmación de que sólo "tras penar su culpa" el criminal podría convertirse en "hombre nuevo". O sea, que... sólo después de haber sido adecuadamente castigado, por ejemplo, mediante el sometimiento a las mafias internas de las cárceles o al del fornido compañero de celda que abusará de él si no fuera justamente lo opuesto (es decir, él quien en paralelo con el sufrimiento de su pena afecte a otros con su propio criterio de penalización.) ¡Impecable! Y suficiente.

Así, llegamos con De Prada a la conclusión de que la castración sería sacrílega... pero los manicomios, las cárceles y demás mecanismos punitivos estarían consagrados, siendo algunos suficientemente modernos y racionales como para favorecer su aplicación a costa de impuestos, crecimiento del crimen y sufrimiento inocente. Además (¿además tan sólo?), en esos "centros" el criminal dispondrá de un cura que le mostrará el camino del Señor, lo convencerá de que ha pecado (no de que está enfermo) y lo redimirá, aunque sea "tras penar su culpa" lo que en USA, por ejemplo, hacen los sacerdotes... "tras..." la ejecución.

Eso, justamente, cristianizar es la solución de De Prada. La vieja fórmula del vade retro dirigida al Satán de la "hipersexualidad" que según él "padecen las sociedades occidentales" (¡vaya, el velo islámico parece que preserva de la "hipesexualidad" de los musulmanes que a saber a qué se dedican en privado!)

El artículo pasa en un momento (o mejor dicho vuelve, porque los epítetos a los satánicos abundan desde el primer párrafo) a proferir tan elevadas tergiversaciones de la realidad mediante una adjetivación promiscua ("rezumantes de flujos") que me atreveré a recomendarle a De Prada no un manicomio ni una confesión sino un poquito de psicoanálisis con la mejor de las intenciones. Tal vez ello lo ayude a elaborar esa tremebunda y desproporcionada cruzada en la que parece empeñado y que no veíamos en acción desde la época de la Reina Victoria. Pero, especialmente, le recomendaré que ponga en práctica su racionalismo y se haga cargo de los avances ya indiscutidos de la ciencia en relación a estos asuntos; tanto en lo referente a las causas de las desviaciones (incontenidas en los peredastas propiamente dichos, pero subyacentes en dosis contenidas en cada uno de nosotros del mismo modo que la homosexualidad y todo lo que, siendo humano, no nos es ajeno; por supuesto incluyendo a De Prada que seguramente, según ha demostrado la diabólica teoría psicoanalítica, reprime desaforado y escandalizado) como, insisto, en lo referente a sus fantasmas que, por su bien, espero que no castigue con látigos de siete puntas o métodos cristianizantes (e islamizantes entre otros) de esa índole.

Sólo me queda preguntarme, con vosotros, en qué "fabrica" de "hiposexualidad" se produjo De Prada. Y recomendaros, para amenizar y favorecer al mismo tiempo la reflexión más seria sobre el tema de la criminalidad una novela de ciencia ficción (o que coquetea con ella) que se titula "Una investigación filófica" de Philip Keer. Entreteneos.


miércoles, 29 de agosto de 2007

Noticias del Universo primitivo


¡Vaya si es notable! Me refiero al agujero (así lo han llamado, vamos) de más 500 millones de años luz de diámetro que se ha descubierto hace unos días y donde al parecer hay... "nada" o, yo diría, un número ridículo o próximo a cero, de bariones, es decir, de partículas elementales.

Una cosa está clara: se trata de la información más antigua del Universo recogida hasta hoy por el ojo del hombre; es decir, algo que nos llega desde donde las cosas apenas si empezaban a interactuar: aproximadamente hace entre 6 y 10.000 millones de años; o, como dicen los autores de la noticia (desde donde se puede acceder al informe y a otros detalles): "unos cientos de miles de años antes del Big Bang"; suposición que yo me permito tomar con pinzas o como una forma de decir las cosas.

No hay hipótesis sostenibles por ahora que yo sepa (sobre todo porque los "vacíos" de esta naturaleza capturados hasta esta vez eran mucho menores en tamaño y quizá se los consideraba simples áreas intermedias distribuidas en los límites de la materia, en una suerte de valles más allá de los cuales la materia se volvía a concentrar poco a poco. Quizá por eso lo de llamarlo agujero.) Pero lo evidente es que el Universo físico, como cualquier otro producto de la Historia, siguió un proceso de complejización básicamente aleatorio de cuyos orígenes da cuenta la imagen perdida (¿cómo será ahora esa región, será ya, después de casi 10.000 millones de años como la nuestra, habrá sido la nuestra como aquella, venimos tal vez de allí desde entonces, a través de incontables interacciones, choques y emergencias sucesivas?)

Debo suponer que así fue al principio de la fase en la que nos hallamos (y no sé si fue la primera ni qué pudo haber antes, si es que hubo un antes. Por aceptar una hipótesis, que sea el Big Bang, o el cambio de fase del tiempo debida a la imaginación de Prigogine.) Lo cierto es que debo suponer con bastante convicción que se trata de una noticia de nuestros orígenes puesto que los hechos me demuestran que la materia de hoy tiene una historia y cumple unas leyes, historia que apunta hacia la creciente complejidad y leyes que ponen esa tendencia en la flecha del tiempo. Y así como "hacia adelante" (en realidad hacia la complejización que nosotros experimentamos como avance) el número de interacciones crece dando lugar a conjuntos mayores y más estratificados, debo suponer que si marcho (analíticamente) hacia atrás me encontraré con elementos muy simples y de baja interacción. Y esa es la noticia confirmatoria de que así fue, así es y así será.

Áreas donde las sucesivas interacciones entre sus componentes dieron lugar a formas más complejas, base de otras aún más complejas aún y así sucesivamente, mientras en otras (espacios encerrados "dentro" de esos otros) todavía casi no han comenzado.

Allí, los bariones se habrían movido sin encontrar fácil oponente, las trayectorias no habrían intersectado de continuo sino más bien de una manera singular, algunas partículas se habrán enlazado, otras se habrán fusionado formando algo nuevo, otras habrán chocado para seguir rumbos nuevos, muchas habrán dividido a otras previamente constituidas... ¡Vaya uno a saber! Tendrán (han tenido) miles de millones de años para, poco a poco, generar las cosas que han sucedido hasta ahora, inclusive a nosotros.

Y si, en todo caso, hubiese estado allí entonces sólo que ya entre islas de materia de cierta densidad (como un inmenso mar separando escasos y distantes terrritorios), ¿acaso no apuntaría su existencia que fue el vacío (la reducida densidad, me refiero, y no "la nada") quien precedió a esas concentraciones cada vez más productivas de materia que acabaron por crecer en tamaño, formar galaxias, estrellas y planetas y sucesivamente lo demás?

Tal vez en el comienzo no hubiera una explosión...

En fin, ¿"...unos cientos de miles de años antes del Big Bang"? Parece poco para tan prolífica partida de billar.


Nota en referencia a la foto: los créditos son de Bill Saxton, NRAO/AUI/NSF, NASA

lunes, 27 de agosto de 2007

"Derecha" e "Izquierda" en la escena de hoy

Aceptando la existencia (en especial en occidente y en su periferia) de una derecha y de una izquierda, lo observable es que cada vez se parecen más entre sí... y además sin ser exactamente lo que reivindican. Incluso, con su persistencia, han conseguido que las mayorías opten por sentirse parte de unas o de otras, lo que sólo se consigue cuando se ha conseguido, como la gota persistente que acaba horadando la piedra, imponerse como una auténtica visión psicosocial hegemónica capaz de excomulgar a los que no se adscriban a las principales militancias en pugna y que, lógicamente, en base a su fuerza, se han ganado el derecho de asignarse los calificativos más productivos para sus propias causas (eso, por ejemplo, explica que muchos miembros de la izquierda digan hoy, a la primera de cambio, que no son marxistas. Y los de la derecha, que ellos son los verdaderos centristas.)

Todo cuanto se consigue gracias a la prodigalidad del pensamiento elemental.

¿Qué o quiénes son esos supuestos extremos que se combaten con tanta verborrea?

Sin duda que no se trata de grupos extremistas o maximalistas de cuya filiación cada bando gusta acusar al opuesto. Los grupúsculos así llamados de extrema derecha como los así llamados de extrema izquierda, están completamente marginados del verdadero campo de batalla (aunque todavía podrán llegar a ser utilizados como algo más que como referencias malignas, y en el extremo pasados a cuchillo alguna noche -los que no lo hallan captado, que se informen-.) Por una parte, en cada caso, se los considera antediluvianos y se sabe que no son operativos. Por otra, se reserva la acusación de extremistas (la palabra que más se emplea es "ultra"), para el oponente al que se pretende derrotar e incluso (en el fondo) exterminar. Esto, en honor a la verdad, comenzó a practicarlo "la izquierda", pero "la derecha" está comenzando a creer que nada sino un prurito reprobable se lo impide y que ya es hora de actuar igual. Con lo que ambos bandos siguen acercando sus perfiles. Al menos por parte de los elementos menos depurados, elitistas si se quiere, más contemporáneos... y mentalmente más asimilados por essa mentalidad cada vez más hegemónica de naturaleza burocrática.

Ahora bien, ¿quién es cada uno al margen de sus identificaciones declaradas y por qué reivindican estas y no otras?

Sin demasiadas pretensiones analíticas, me limitaré a mencionar unos cuantos aspectos relevantes o visibles:

Una parte creciente de la autodenominada derecha española considera que es víctima de su propio complejo. A veces se refiere como propio al complejo de élite que asiste con su buen corazoncito a la escasés de cultura o de dinero que la rodea, respecto de lo cual la izquierda ha conseguido que se sintiera culpable, para luego chantajearla y hasta exprimirla (se supone que como un anticipo de la futura expropiación) e incluso para, una vez enriquecida, imitarla. Muchos jóvenes intelectuales que se atribuyen ese calificativo invitan desde los medios tradicionales, las webs, los blogs y los foros a superar ese supuesto complejo de élite y aceptarse como élite (a fin de cuentas, ¿no lo hacen con menos derecho los burócratas de izquierdas?) Sin duda, una parte de este proceso es terapéutico, otra roza hasta donde su ideología se lo permite la objetividad, y por último, una tercera tiende a la construcción de un bloque similar al del oponente (la eficacia se impone por el ejemplo, y esto irá in crecendo en paralelo con la marcha hacia el encuentro electoral), armada, eso sí, de sus propios mitos y mentiras que de todos modos sólo podrán ser útiles a sus líderes burocráticos para alcanzar el poder y procurar más o menos maquiavélicamente conservarlo. Es decir, lo mismo o casi.

La izquierda no defiende directamente la anulación del capitalismo al que condena a pesar de vivir de él y de apoyar que el Estado y sus instituciones periféricas acudan sistemáticamente a salvarlo del colapso potencial a veces mediante medidas de contención pero otras mediante incentivos al consumo. No obstante, soterradamente, no abandona la ilusión por el poder totalitario (por paternalista) y su conquista revolucionaria (en realidad golpista), pero sobre esto volveré un poco más abajo.

La derecha defiende el capitalismo señalando que ha vencido al comunismo o que éste se ha derrumbado solo por su inviablidad, como se demostraría con la caída del muro, el desmembramiento de la URSS y el giro de China hacia una economía de mercado entre otros muchos ejemplos iconográficos. Pero lo hace negándose a aceptar que: (1) nunca dejó de haber capitalismo en los países controlados por los llamados "Partidos Comunistas", (2) el capitalismo más avanzado de occidente nunca pudo prescindir de la burocracia, tanto para hacer funcionar la economía y su complejidad como para gobernar en atención a sus ocupaciones privadas, y nunca consiguió frenar o siquiera limitar el intervencionismo en la economía sino todo lo contrario, especialmente cada vez que la necesidad devino evidente y crítica, (3) mezcla, como la izquierda, economía y política, porque es presa de las misma cultura contradictoria que ambos heredaron (la ilustración en su conjunto) y porque sólo haciendo pie en lo utópico (con hipocresía) pueden seguir defendiendo su rol dirigentista y su vocación de poder que siempre estará por encima de todo.

Aunque, también, esa mezcla los lleva a defender la libertad económica como expresión de la política o al menos como su base material, señalando que los atentados a la primera siempre derivan en atentados a la segunda. Y en cierto modo, más allá de la hipocresía, dan un poco de juego por eso de puntuar más la democracia, como valor, que la comida (¡esa gran hipocresía de la izquierda que por superar el hambre de verdad hace bien poco (a veces sólo inmolarse), igual que por superar el salvajismo o la incultura, la de verdad, incluyendo la propia. Es decir, lo mismo que hace la derecha: bla, bla, bla. Y añado que, desde mi punto de vista, no puede hacerse otra cosa, ni más cómoda ni más romántica, que sirva para solucionar el problema por imposición.)

Ahora bien, la mencionada es una confusión muy interesante de estudiar y sobre la que habría mucho más que decir. La segunda parte es especialmente cierta, pero no porque la burocracia "de izquierdas" restrinja o anule la propiedad privada sino porque es una burocracia totalitaria que actúa en y desde la política en general y desde el poder en particular para obtener lo que no le permite, sobre todo a su propio grupo burocrático, el juego puramente económico, es decir, el enriquecimiento. Algo que promete a todos y que sólo consigue para sus más allegados, dando un poco si queda a los círculos que se forman a su alrededor en tanto sus exigencias no exceden las posibilidades de un sistema que por lo general agota e incluso acaba contestado (tanto con huelgas que revisten un inmediato carácter político como con revueltas defenestradoras. Ejemplos a mil en los que se llamaron países del este a los largo del tutelaje soviético.)

En cuanto a la derecha, ella dice rechazar el paternalismo redistributivo, pero valora positivamente la ayuda burocrática (o tecnocrática) a sus propios negocios (de la que Keynes fue su más célebre exponente) y hasta tolera, acepta y promueve el reparto que garantice burócratas leales a su causa (en el extremo, como un mal necesario.) ... Salvo que el tributo sea demasiado alto, vía el chantaje o los impuestos (legales o revolucionarios.)

Así, nuevamente el comportamiento en ambas márgenes resulta similar y con un claro corte mezquino y egoísta. Por supuesto que las ayudas desde arriba y el reparto clientelista no producen sino indolencia y retroceso productivo (salvo en la periferia del sistema, como es el caso del mercado negro o las actividades mafiosas mejor incentivadas), pero el sistema capitalista, por sí sólo, digamos en sus formas más puras, sólo puede tender a las crisis generadas por su propia avidez e irracionalidad global y en menor medida dentro de la propia empresa... o de lo contrario aceptar el remedio burocrático; de modo que la derecha no se debería quejar (y se queja sólo como parte de la comedia aún cuando no lo admita) de la simbiosis que vive local y globalmente con las formas de transición burocrática que su sistema, inevitablemente, ha producido y alimenta.

La libertad política, por tanto, está amenazada por la burocracia a la que el sistema tuvo que apelar desde sus inicios; Robespierre y "El Terror" son un ejemplo. En este campo, la derecha sólo propone contención (quizá de ahí sus formas mayoritariamente centristas que se observan hoy en día) mientras que la izquierda pretende avanzar aunque sea escalón a escalón
hacia el poder absoluto (esas son sus formas mayoritariamente centristas.) A esto se llama civilización actual, democracia bipartidista, etc. Y la burocracia, aún siendo mera empleada a sueldo del capitalismo (siempre habría que especificar de qué sectores, ya que el sistema nunca funciona como un bloque ni puede), acaba afectando al funcionamiento del sistema de la manera que a sus gestores directos les gustaría... aunque no puedan conseguirlo de ninguna forma (las dictaduras latinoamericanas reaccionarias de los años 50 son el mejor ejemplo; el cambio de orientación de Castro tras su triunfo militar, otro.)

La izquierda (y esto es lo que asumen los que se pasan a ella), sin embargo, sí que pretende acabar con el capitalismo privado o al menos condenarlo a la esclavitud bajo la burocracia o al menos a ponerlo a su servicio (el modelo nazi o el fascista son los casos más puros de esa índole que se produjeron hasta ahora, y la tendencia se manifiesta en cada acto de chantaje aún en el marco de los países occidentales.) Se declare o ese deseo de la izquierda, la tendencia subyace en cada juicio de valor y en cada acto de apoyo. Y se basa en una idiosincrasia básicamente indolente que repugna del esfuerzo en general y especialmente del creativo, es decir, que desea o necesita (ésta es la causa de que sea inevitable en un sistema que niega a las mayorías la posibilidad de enriquecimiento como no sea por la vía burocrática, o sea, a su costa. O sea, un nuevo resultado intrínseco e inevitable que el totalitarismo no evitará e incluso agravará, como se ha visto de sobra en "el socialismo en un sólo país" y en toda su periferia a lo largo de casi un siglo, como pronto va a resultar.

Sí, en la izquierda (y conste que sigo refiriéndome a quienes reivindican patrimonialmente ese nombre) abunda el rechazo al trabajo y es su mediocridad la que la hace partidaria de soluciones de mecenazgo y de paternalismo, mientras que la derecha prolifera en medios más creativos, en donde su papel como individuos es más relevante y decisivo, aunque muchos acaban admitiendo que si no hacen trampas "otros las harán" (dando con esto pie a la izquierda para acusarlos de amoralidad... en lugar de verse el propio ombligo, o al menos el de sus dirigentes.) Está demostrado que los más audaces de los desposeídos elegían en los viejos tiempos el bandolerismo (el gangsterismo es su versión más avanzada.) Hoy se decantan más por la política, que cada vez margina, a imagen y semejanza del sistema económico del que toma sus jugos, a las masas, reservándoles por cierto, no sólo el rol de desposeídos y oprimidos sino el de votantes mentecatos en marcha hacia la decepción, la desmoralización y el abandono. ¡Ah, bajo la forma de consumidores compulsivos y de viciosos del ocio y del vacío; un componente social explosivo, como pudo verse en muchos barrios de Francia!



En cuanto al ideal por excelencia, el comunismo (con su famosa "fórmula al fin encontrada" que en tanto reducida pudo ser muy democrática -que se informe también de esto quien no sepa de qué estoy hablando-) se halla en general masivamente degradado. La izquierda, en última instancia, lo suele considerar condescendientemente una utopía buena aunque quizá inalcanzable por razones que girarían sobre todo en torno a la naturaleza humana (sí, así de débil y elemental es hoy la izquierda), y justifica casi todos los intentos y las intenciones de los próceres (desde Marx y Engels hasta Lenin y Stalin, Mao y Ho Chi Min, a veces incluyendo a Trotsky, que al menos cuenta con sus propios adeptos y no como los otros defenestrados que jugaron lo suyo pero por fin acabaron en la cuneta, prácticamente olvidados y malditos, desde Bujarin hasta Lin Piao, por no nombrar sino a dos de los que me vienen rápidamente a la memoria.) Ya se trate del "socialismo en un sólo país" (¡inevitable, claro, incluyendo sus juicios, su cheka, sus gulags...!) como de la predecesora represión de Kronstadt (¡era una situación de vida o muerte!) Ya sea la planificación a pesar de sus resultados catastróficos como las alianzas con el campesinado pequeño burgués o el nacionalismo burgués del tercer mundo (¡y no tanto, no tanto... como demostró el pacto Stalin-Hitler o el Stalin-Kuomingtang denunciado por su equivalente Mao!), como el desmantelamiento radical de la industria polaca a manos del comisario Molotov o la traición a los camaradas griegos... Etc. Y de lo aún peor... silencio; una losa de vergüenza y de silencio.

Todo eso habría sido obra de las circunstancias o en todo caso errores subsanables de unos determinados hombres en un determinado tiempo...


Debo hacer aquí (o eso quiero) una digresión antes de terminar y registrar que cuando hace ya casi treinta años leí lo que ocurrió en Kronstadt, es decir, cuando me enteré de la iniquidad de Lenin y de Trotsky, no pude evitar las lágrimas, el dolor de identificarme con tanta gente que había creído en esos líderes mesiánicos, como yo en mi adolescencia, en nombre de una justicia falsa y engañosa, de mentiras desconcertantes, todo al servicio de una casta que se sentía iluminada, que había descubierto la panacea que justificara su irresistible ascensión, idéntica en el fondo aunque no por sus colores, a la de "Arturo Ui", el personaje de esa obra que Bertolt Brecht, autoengañado-engañador, limitó obedientemente al nacional-socialismo como una forma de cumplir con las necesidades culturales "del Partido". ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!


La izquierda, hay que decirlo a la vista de los hechos, ha resultado, para las libertades, más peligrosa que la derecha. Por supuesto, que nadie pegue el gritito histérico de costumbre: tanto en algunos casos (y para mí en potencia) como esa fracción a la que se ha denominado "extrema derecha" pero que nunca ha sido otra cosa que una "izquierda lumpen" (a la que pertenecían Hitler y Mussolini, Nazer y Perón...) deseosa de una "República Social", eso sí, con pureza de raza (lo que no le impidió aliarse y utilizar fuerzas del mundo árabe en su día.) ¡Ah!, ¿que no implantó esa agitada "República"? Bueno, tampoco Lenin implantó "la dictadura del proletariado".

Y por ello no es extraño que hoy en día (¿de nuevo?) haga migas cada vez más estrechas con las corrientes místicas entre las que principalmente y a en primera línea se encuentran hoy, particularmente desde el triunfo de los jomeinistas, las que pretenden imponer el islamismo en todo el Universo. En sus reivindicaciones y en sus experimentos estatales, ¿acaso no se defienden las utopías igualitaristas, el edén futuro de algún tipo, el reparto revolucionario del botín o si se quiere ser más condescendiente, la redistribución? ¿No se propugna el rechazo del consumismo, del lujo, de la ostentación? ¿No es todo eso algo bueno para La Tierra, para la ecología, para limitar la malignidad del ser humano? ¿Qué más dará que esos movimientos condenen a muerte y ejecuten sumariamente esas condenas por causas repugnantes para la propia izquierda y que se armen además de con piedras con bombas alrededor del cuerpo de inocentes-imbéciles, con armas bacteriológicas y químicas, con armas atómicas, y con lo que haga falta para exterminar al enemigo, para borrarlo de la faz de La Tierra?

La izquierda tiene, de un modo más acentuado que la derecha, (y no me refiero a sus formas más extremas ni al fascismo con quien las equiparo, que no callan sino que vociferan hasta tapar con sus voces acusadoras toda opinión contraria) un código de silencio casi tan rígido como el de la mafia, con grados que permitirían definir todo un espectro. Y, por qué no con esa certeza que les provee la seguridad de representar a los hombres verdaderos, unos más que otros, se permitan defender y hasta aplicar la idea de que haya que borrar de la faz de La Tierra a los malditos que sean oportunamente señalados incluso desde arriba, muchas veces mediante una diana o con el dedo, mediante un artículo de prensa o desde una tribuna, e incluso con una bala en la frente de la foto, por los supremos sacerdotes que prometen esos cielos.

Como en las peores épocas en las que se limpió de gente seguramente interesante buena parte del mundo... en provecho de unos cuantos ambiciosos y de toda su caterva de familiares y amigos... (como, por ejemplo, durante La Inquisición.)


Pero lo real no es lo objetivo, el examen de autoconciencia, la repulsa de lo peor de la humanidad, sino el mito y el poder del propio grupo. Y desde esa perspectiva, ejemplo más, ejemplo menos, los miembros de ambos bandos no son sino... meros seres humanos. Cada uno con sus genes, cada uno con sus carencias y sus necesidades. Y que hoy, en España, se identifican con esa izquierda o con esa derecha. Para vivir su simulacro de contienda.

En ese contexto, permanecer al margen es demasiado arriesgado. Ir más allá de la superficie es peligroso. Para ello hay que estar dispuesto a quedarse prácticamente solo, acusado de traidor o de enemigo desde los dos extremos del escenario.

VIOLENCIA HISTORICA

En un artículo dedicado a la historia de la violencia humana, Steven Pinker se limita exponer y comentar algunos datos para acabar citarndo algunas de las hipótesis que se han elaborado últimamente para explicar la disminución cualitativa e incluso cuantitativa del ejercicio de la violencia en el marco de nuestra civilización occidental. Y sin pronunciarse por ninguna cierra el texto invitándonos a buscar "no tanto las causas de la violencia" como las del supuesto buen hacer que nos ha conducido a ese avance aparentemente significativo (supongo que para que pasemos a fabricar luego los antídotos y demás fórmulas magistrales que acaben con aquella lacra; utopías, como intentaré evidenciar si os prestais a ello.)

Por empezar, debo decir que, por supuesto, coincido con la visión objetiva de Pinker (antiideológica incluso, al menos en lo principal) que le deja ver que la humanidad pasada fue más violenta que la presente y que, consecuentemente, las visiones opuestas (derivadas de aquello que Rousseau pregonó hasta crear escuela acerca de un supuesto buen salvaje y una supuesta corrupción de la naturaleza humana por la civilización) son posturas ideológicas interesadas. También acepto que la vigencia del monopolio de la violencia por los Estados y las Organizaciones supranacionales del presente restringe las tendencias violentas del ser humano, que las vías abiertas a la negociación y a las alianzas ante retos mayores hayan actuado como disuasorias del vandalismo generalizado, etc., etc.

Lo que no me convence es el optimismo subliminar que subyace en el texto en el sentido de que eso mostraría una línea de progreso poco menos que irreversible. Es parte del pensamiento utópico y como siempre oscurece los detalles dando a la voluntad (o peor, aunque indisolublemente a ello vinculado, a la autoridad la varita mágica que nunca intenta revolucionar el mundo sino que acaba autotransformándose en garrote.)

La violencia humana, de todos modos, más que un impulso innato (y que lo es no puede ser puesto en duda, claro que en convivencia con los impulsos de generosidad y altruismo entre otros), es parte del acervo instintivo humano, nada más... ni nada menos. Por ello, la violencia se volverá a ejercer, hasta donde sea necesario, cada vez que se sienta como necesaria y se pueda insertar explicativamente en la cultura y en la psicología social dominante (¡y sin duda que las hipocresías de los pacifistas ayudan a alimentar una visión negativa de la violencia en la sociedad en general; lo que sucede es que eso... es bastante fácilmente removible, como puede observarse día sí y otro también, incluso en nuestro propio país y en el inmediato presente! O, en todo caso, escamoteable, solapable bajo un montón de noticias sucesivas, etc.)

Todo el instrumental genético humano, que sin duda está condicionado por la cultura y que sin duda puede actuar como un represor de los instintos (como así se ha demostrado, aunque no hasta el extremo de su extirpación salvo con instrumental puesto en juego en su nombre y que hasta ahora pudo haber cercenado unas pocas líneas en el proceso natural de la selección), sigue en pie, siempre dispuesto a realizarse: en pie de guerra. El condicionamiento cultural los puede contener o los puede canalizar, igual que los puede reprimir o conseguir selectivamente que no se reproduzcan (si la pena de muerte llega a tiempo... o Zarkozy y la Generalitat, por ejemplo), pero también, en tanto convenga a sus sacerdotes burocráticos, los puede potenciar y orientar hacia la guerra y hacia el exterminio (el grado de crueldad es relativo y se deja al libre albedrío colateral de los individuos actuantes.) Tanto unas cosas como otras han sido desarrolladas a lo largo de la Historia y, sí, ahí están esos resultados que Pinker reivindica. ¿Es que nos uniremos en un ruego a los dioses reales, los gobernantes, los educadores, para que se proceda a la prevensión genética de la violencia? ¿Quedaría algún humano en pie? ¿Sabrían defenderse luego de, digamos, los mosquitos? ¿Y si ya que estamos conformamos a los hijos de nuestros hijos sin dientes ni uñas? Pero dejámosle esa discusión al futuro... ellos sabrán. Cada vez es más ridículo a la luz de la evidencia suponer que nuestras leyes y preceptos vayan a durar mil años (mal que les pese a todos los sacerdotes y a todas las creencias.)

Lo cierto es que el ser humano, repito, está preparado genéticamente, sigue tendiendo a identificarse con el grupo próximo (quizá se debería decir de proximidad), sigue encontrándose con otros grupos con los que de repente coincide porque sus miembros han elaborado la misma ideología y porque sus líderes son parte de una pirámide de lealtades y promesas de botín que gracias a la democracia moderna o a estructuras piramidales totalitarias son capaces de conformar masas de hecho sobre la base de incontables intereses enfrentados y que son capaces de utilizar operativamente. Y, por último, sigue formando parte de un mundo en el que no puede influir como individuo ni se siente capaz de controlar ni tiene cómo hacerlo a muy largo plazo, quizá nunca.

Claro que los sentimientos "buenos" están también allí. Pero eso no tiene aquí nada que ver ya que a ellos sólo les queda esconder la cabeza en el agujero o darla vuelta, vivir utópicamente esperanzado (rezando o no) y justificar su propio rol.

"Se representa a los valientes porque se es cobarde y a los santos porque se
es perverso. Se representa a los asesinos porque nos morimos de ganas de matar
al prójimo. Se representa porque se es mentiroso de nacimiento."

Eso dijo Sartre (en "Kean") en un despliegue de lucidez. Añado sólo una cosa: mentirosos, sí, pero también en muchos más aspectos... preparados para que el propio grupo (la verdadera humanidad, los que saben lo que esta debería ser, etc.) se perpetúe en el mundo por simple impulso de nuestra programación genética.

Sigamos pues exclamando "¡Qué asco!" y "¡Qué barbaridad!" (tampoco podremos evitarlo), pero reconozcamos, en el límite de nuestra autoconciencia, que somos unos animales a los que sólo les hace falta una razón para poner en práctica su animalidad.

sábado, 25 de agosto de 2007

La ciencia de la complejidad

A mitad del "período vacacional" (el mío ha sido, por cierto, corto, moroso y particularmente conflictivo por cosas que no vienen a cuento) he devorado un libro que me dio una idea del estado avanzado en que se hallaba el asunto ya en los 90 y vaya... sin que yo supiese nada.

El libro, publicado en la colección Matemas de Tusquets, consiste en una especie de sucesión de entrevistas un tanto novelada fue escrito por Roger Lewin, un científico-divulgador (una suerte de Punset americano por lo visto), se tituló en español "Complejidad: el caos como generador de orden", es decir, sustituyendo el subtítulo original ("la vida al borde del caos") tal vez para que nadie se confundiera al comprarlo creyendo que trataría quizá de suicidios en lugar de tratar de colapsos y de complejos psicológicos en lugar de La Complejidad Material. Gracias, pues, Tusquets, gracias al director de la colección y gracias, también, al traductor por la ayudita tergiversadora... ya que los entrevistados, estrictamente, no afirman que el caos genere orden sino que es la realidad quien lo genera, bajo la forma de complejidad adicional, cuando esa realidad se aproxima al límite del caos, complejidad uno de cuyos máximos exponentes es... la vida, aunque, por sobre todo ypor ahora, la autoconciencia!)

Ahora bien, hechas las presentaciones (para los que como yo no hayan oído hablar hasta hoy de su existencia) y señalado el error editorial, debo reconocer antes de entrar en materia que se trata de un texto de divulgación muy bien hilvanado, muy ameno y muy correctamente escrito (o traducido al menos) que me dio la pauta de la sosfisticación con la que ya se había comenzado a pensar sobre estos temas de la evolución, el desarrollo de la sociedad y la dinámica en general de la materia del y en el Universo. ¡Parecía mentira: hacía ya década y media... y yo sin haberme enterado!

Bueno, yo me dedicaba por esas fechas (1995, cuando "Complejidad" se publicó en castellano) a terminar de encadenar (en mis ratos de ocio) los "eslabones sucesivos" de mi novela que, podría decirse, se acercaba, tras un larguísimo camino con "la vida al borde del caos", a la lenta emergencia de verla publicada. Y tuve que (o más bien quise) llegar por mi cuenta a esas conclusiones (sin duda apoyándome en otras lecturas mucho menos explícitas) a instancia de la misma dinámica de esa novela, que, como ya declaré en una entrada relativamente reciente, tenía precisamente por título Los Eslabones Sucesivos.

Lo cierto es que, más específica y teóricamente, yo ya llevaba un par de meses reflexionando sobre estos asuntos (en realidad volví a poner la máquina a reflexionar a partir de una provocación de mi hermano, mucho después de haber acabado el borrador cuasi definitivo de mi novela), y al encontrar precisamente la palabra que yo había empleado para encabezar la entrada con la que me lancé a abordar el tema("Complejidad") como título de un libro, tuve que comprarlo de inmediato y leerlo enseguida.

Y fue increíble (¡especular, diría!) encontrarme con unas declaraciones de un señor llamado Stuart Kauffman, con quien me identifiqué en varios aspectos -tenemos en común algunas conductas poco productivas y el mismo origen étnico que quizá las explique-, en las que recordaba haber dicho, a la vista de lo que otros habían descubierto, lo que que yo sentía mientras avanzaba en la lectura y me iba enterando de lo que ya habían formulado otros antes o en paralelo: "Pensé, vaya, él lo ha encontrado primero" y, como él, en la medida en que avanzaba en la lectura y por fin al acabar el libro, poco más o menos: "Luego pensé, un momento... (...) estoy seguro de que se ha equivocado." (op.cit., pag. 43.)

Algo, en fin, evidentemente, máquinas de reflexionar similares -los cerebros humanos- producían resultados próximos e intercambiables, justificando asimismo mi creencia (relativa) de que asistimos y asistiremos siempre a un cierto "eterno retorno".

Pero era cierto. Realmente creí que el libro me daría más ideas de las que me dio (en la línea de los que ya he mencionado de Rich, Monod o Maynard) pero casi no hizo sino reforzar mis actuales posiciones, en muchos puntos similares y en otros un tanto diferentes. Eso sí, no creo que al final me empuje, como acaricié, a profundizar en las técnicas del cálculo o de la programación. ¡Ah, no, eso ya no es lo mío, más allá de mis viejas aptitudes, mis estudios de matemáticas y mis prácticas de programación. Ahora me circunscribo sin demasiadas pretensiones, a poco más que a la filosofía... pero sobre todo a la algo más libre invención literaria. ¡Qué le vamos a hacer: soy un holgazán selectivo!

Así pues, volviendo al libro, fue como acabé descubriendo que existía toda una Teoría de la Complejidad con francas pretensiones de disciplina científica, alrededor (o en la base) de la cual se había formado todo un Instituto (de Santa Fe) con ramificaciones universitarias por todo el mundo, con sus especialistas, su trapicheo de prestigio y de dinero, sus derivaciones empresariales, etc. (Un lugar, sin embargo, donde al parecer "ninguna idea es demasiado descabellada" (según el Wall Street Journal citado), aunque sospecho que sólo si eres poseedor de un título y dominas el idioma (inglés, claro), lo cual es y no es comprensible y es y no es para cabrearse... por haber sido... ¡un holgazán selectivo!)

Bueno, en relación a ese estamento privilegiado, creo que cabría decir, parafraseando a Hegel, que la malignidad del sistema (también) es el motor de la Historia intelectual humana.

Y también será cierto que nunca podremos averiguar cuánto habría avanzado el pensamiento humano si hubiera crecido en condiciones puras, por ejemplo a la manera de una idealizada Grecia tal y como la echamos de menos según dicta el Mito y la Utopía. Lo real, es que del mismo modo que no se habría conseguido la tecnología actual sin la explotación del hombre por el hombre y sin una sociedad jerarquizada, no habría ciencia moderna sin especialistas bien remunerados. Y no porque sólo unos y otros sean capaces de unas y otras cosas, sino porque así se sucedieron las cosas, quizás inevitablemente, o quizás no hasta ese extremo...

Lo real, fue que descubrí en el libro muchos de los conceptos que yo ya había estado pergeñando y utilizado sin saber que lo habían sido antes o en paralelo. Ahí está mi novela como testimonio y su registro en la propiedad intelectual. Aunque eso no tenga ninguna importancia... ¡aunque sea muy gratificante!

Bueno, pero pasemos de una buena vez de mis supuestas facultades reflexivas y permitidme señalar, en primer lugar, la evidencia de que, nuevamente, "todos los caminos conduzcan a Roma", o unos cuantos... Que, como he dicho, la "máquina de reflexión" se mueva una y otra vez por los mismos derroteros. Que un cerebro desprejuiciado (que es aquel que se halla liberado en la mayor medida de lo posible de las influencias de las sensaciones primarias de miedo, respeto, repugnancia por lo desconocido, lo inverosímil o lo extraño) acabe llegando prácticamente a las mismas o similares conclusiones que otros de su especie y hasta encontrando los mismos nombres o similares para los fenómenos que en su seno toman forma. Lo que, si no fuera por los avances objetivos en instrumental y en datos primarios, da fe de uel mencionado "Eterno Retorno". Y que, debamos admitir que la conceptualización es, como el lenguaje y la tendencia irrefrenable a la fabricación de mitos, un instinto.

Sin embargo, después de haber leído el libro, de haber hecho acopio de tres o cuatro más en base a la bibliografía (todavía tendré que hacerme con alguno más que no ha sido aún traducido entre tantos otros a esta lengua nuestra un tanto alejada de los centros tecnológicos y científicos) y haber "buceado" en la web en procura de aportes más recientes, creo que los términos que yo he usado son más adecuados que los que se aplican por ahí y se han puesto un tanto simplemente en boga.

En concreto, para empezar por alguna parte, creo que el concepto de "atractor", fuera de la Física, es cuanto menos confuso, cuasi mítico, que el de tendencia. Atractor indica claramente un punto externo desde el cual se determina (o se intenta determinar) un resultado en un sistema. Tendencia señala, como la palabra hizo siempre, que hay fuerzas internas y circunstanciales que preven el resultado más posible.

O que la idea de interacción debería ser menos difusa (hasta bordear y a veces traspasar la frontera tras la cual espera la mítica Gaia) y limitarse al "entorno de proximidad" o si se quiere "de influencia significativa".

Y que el concepto de emergencia debería definirse con mucha más materialidad, explicando que son las circunstancias en el mencionado entorno las que la provocan: entrada de nuevas fuerzas o ampliación del entorno que hasta ese momento permanecía en equilibrio (en realidad siempre al límite de la resistencia a cambiar, límite que no tendría por qué ser el del caos ni dar origen al orden); producción de variantes internas de los componentes que definen al conjunto (los verdaderos actores en su marco) del sistema (el individuo para el grupo, la manada o la colonia; la célula para el órgano, el órgano para el cuerpo, etc.); interacción entre el conjunto propio y los demás; interacción en ese contexto (los elementos en presencia del nivel propio e interno) con conjuntos de otros niveles; definición del estado anterior como causa encadenada a la emergencia y que determina en gran medida la tendencia (no la seguridad) del próximo paso del proceso que ampliará la cadena, ampliará el grado y la complejidad intrínseca de las interacciones, etc. etc,, conformando un nuevo eslabón de la cadena que apuntará a una nueva emergencia, o a varias, incluso a más de un nivel... Haciendo todo más y más complejo en el curso del tiempo. Sin duda, un cuadro altamente complicado como para deducir una ley determinista, aunque creo que la habrá en lo fundamental.

En cuanto a mi uso del concepto de conjunto, creo que no sólo es una herramienta analítica sino un concepto científico descriptivo de lo real. Por eso, la idea de apelar al teorema de Gödel para explicar la tendencia intrínseca de cada conjunto en sí mismo al aumento de la complejidad. En sí mismo, es decir, al margen de lo que pase alrededor (a pesar de Gaia) y más bien con los demás elementos impulsados a la complejidad como limitadores de cada particularidad.

El supuesto de que la complejidad aumentaría la invarianza hasta el límite del caos (un término que habría quizá que rebautizar), en cuya zona se pronosticaría una emergencia, me parece cada vez más sugerente y obvio. Lo he intentado aplicar (superficialmente, claro) al análisis de las extinciones (del Cámbrico, de los dinosaurios) que se mencionan, producen resultados más que sugerentes. Lo que supone eso es que la complejidad resulta más difícil de remover cuanto más elevado sea su grado. Que las emergencias triunfan en la medida en que consiguen hacerse un hueco con cada vez más dificultades, es decir, con cada vez más resultados devastadores y sólo en base a un incremento de la adaptabilidad, hallando una vía cada vez más estrecha pero también más acelerada hacia la complejidad de soluciones. Dando así lugar a colapsos cada vez más locales (sí, eso creo, ¡cada vez menos globales... y gracias a la complejidad alcanzada!) o a reforzamientos del sistema (locales en principio, pero que repercuten más en lo global en tanto aumentan la capacidad para evitar el carácter global de los colapsos posibles -es decir, lo ya dicho de otro modo-.)

En fin, aquí quedan estas cosas sirvan o no para algo, por ejemplo, para lograr verdaderos desarrollos, llevados a cabo por gente más preparada, más constante, más disciplinada y menos difusa que yo. En todo caso, no se entretengan con estas divagaciones y sueñen con sus sugerencias. O lean mi novela y algunos de mis cuentos en donde todo eso cobra vida tanto o más que como lo hacen las especies electrónicas ("organismos digitales") de los programas creados para estudiar formas alienígenas (o especies imaginarias) de evolución, como los que puso en marcha y estudia Tom Ray entre otros (su programa se llama Tierra y de él se habla en el capítulo 5, "La vida en un ordenador", op.cit.), o el mismo James Lovelock. En la Tierra de Tom Ray incluso -de nuevo la sorprendente recurrencia-, se pueden encontrar últimamente criaturas basadas en el silicio, quien prefiere estudiar lo que no existe, digamos en "estado puro", a lo real, debido a qué, eso dice, "...í nos gustaría saber lo general que es, porque eso (los ecosistemas digitales) nos diría algo de los principios organizativos de la evolución" (ibíd, pag. 125, la aclaración entre paréntesis es mía.)

Yo creo, no obstante, que el resultado será en todo caso tan prometedor o tan decepcionante en uno como en otro caso, y sigo convencido de que si de lo que se trata es de elucubrar sobre la base de un mundo virtual puesto en marcha que siga reglas coherentes, sucesivamente eslabonadas, una novela bien estructurada y bien escrita resulta más apropiada (incluso una novela negra, de detectives, si es realmente buena.) Al menos para mí y para mi idiosincrasia holgazana selectiva. Quizá lo mismo que en un sentido diferente le suceda a Ray.


Nota: la ilustración corresponde a uno de los esquemas (yo diría que más iconográfico que descriptivo) que. según Roger Lewin, suele utilizar Chris Langton (uno de los gurús del Instituto de Santa Fe) para ilustrar la dinámica eventual de un sistema complejo.

viernes, 24 de agosto de 2007

Justicieros somos muchos, pero unos más que otros; qué le vamos a hacer...


















Debe ser sin duda (¡otra vez!) una cuestión de genes. Lo cierto es que somos muchos los que nos cabreamos, los que nos sentimos inclinados a guerrear y a plantar nuestra bandera en la cima de algún monte. Claro, nadie guerrea si no es para ganar, ni siquiera los más audaces y atrevidos. Nadie, al margen de sus posibilidades reales.

Sí, somos muchos los justicieros empedernidos. Lo son mis oponentes, lo son mis personajes, lo fueron mis parejas, lo soy yo mismo.

Debieron serlo los ancestros de todos nosotros, los que consiguieron llegar a la adultez, los que sobrevivieron, los que consiguieron de uno u otro modo producir descendencia a lo largo de los tiempos...

Muchas veces me han llamado peleón. ¡Es que los acababa arrinconando! Pero ellos también peleaban. De otro modo... habría bastado que les diera mi punto de vista... para que ellos, simplemente, lo asumieran. Y no estaban dispuestos; por lo que fuese.

¡Oh, sí, no hay nada que me enerve más que el encubrimiento de la falta de argumentos y la correspondiente ausencia de apertura para aceptar los fundamentos ajenos, que el etiquetaje rápido (sea o no un insulto) sacado del peor de los sentidos comunes, sea psicologista, sea ideológico, sea seudocientífico, sea moralista!

Y todo eso me vuelve a hacer caer en la utopía, en la veleidad pigmaliónica, en el inviable uso del método discursivo y reflexivo para convencer. ¡Utopía, sentido de la justicia, sin duda van de la mano!

¿Acaso no he comprobado que sólo se puede convencer tras conseguir un liderazgo real so pena de permanecer dentro de los límites de tu propio grupo de convencidos? ¡Pues claro que he acabado comprobándolo; pero nada...!

Mi gran contradicción estriba en que liderar (de ser ello viable, algo que no considero posible) me supondría la renuncia a todas mis convicciones (no de método sino conceptuales), con lo que me seguiré viviendo en medio de algunos pocos iguales (a la mayoría ni siquiera la llegaré a conocer, la mayoría ni siquiera me conocerá), esos a los que les pasa más o menos lo mismo, que podrían muy bien ser miembros de una especie de gueto, un hospicio o un manicomio de aquellos tan bien pintados por Chejov.

Por eso sé que seguiré sufriendo el mundo el resto de mi vida, ignorando en lo posible muchas de las muchísimas situaciones que me garantizan dolor minuto sí y otro también, situaciones que no me dejarían sentirme autosatisfecho ni un instante para gozar de los momentos bellos, intensos, dulces, alegres que también existen y que también se suceden. Y que no podemos (como a los otros) rechazar o ignorar siempre que estemos lo que se dice básicamente sanos.

martes, 21 de agosto de 2007

Más sobre el capitalismo y algo sobre el H2O

La burocratización pone en jaque las bases del capitalismo, pero al mismo tiempo se la pasa salvándolo del colapso. Claro que no bajo las formas "puras" de sus epígonos y de sus teóricos de la primeros tiempos (algo que, dicho sea de paso, es común a las visiones que los mismos tienen y han tenido de todos los demás productos sociales: democracia, comunismo, organización empresarial, etc., etc.)

Como bien señaló Claude Lefort, si no me equivoco en uno de sus textos sobre La Burocracia: con una pistola a las espaldas la productividad obrera cae en picado. Creo recordar que también fue él quien señaló que muchas veces son los obreros los que salvan con su idiosincrasia humana (conciencia, reflexión, sentido de la responsabilidad...) los baches a los que se acerca tendencialmente la marcha de una actividad productiva concreta (una fábrica, una sección, un proceso) por causa de la falta de flexibilidad del racionalismo industrial, que no es sino una manifestación de las tendencias burocráticas inevitables en el sistema.

Y fue también Lefort, recuerdo, quien puso en evidencia otro aspecto significativo al respecto: lo qué sucede durante una huelga de celo, o sea, cuando los obreros cumplen in extremis el reglamento. Como rezaba el lema que un periodista polaco, sin duda digno de elogio por su creatividad y lucidez, produjo para el titular de su periódico durante las revueltas polacas de los años cincuenta: "Cuando los planes se cumplen, ni los tranvías pueden funcionar".

Muchos han considerado todo eso como una garantía a cierto plazo de colapso del sistema y también, generalmente al mismo tiempo, como una evidencia de que los obreros serían capaces de gestionar la producción sin burocracia (y la sociedad "de paso", claro, como si tratara de una misma cosa.) Pero se han equivocado una y otra vez en lo segundo y han aventurado en demasía en cuanto a lo primero. En los hechos, ese fenómeno espontáneo (seguro que a más de uno le atraerá denominarlo emergente) no ha impedido sino favorecido que el sistema siguiese funcionando, al igual que lo hicieran los experimentos burocráticos más extremos que se dieron hasta ahora en la Historia. Por supuesto que provocando ambos cada vez más distorsiones respecto de la mencionada teoría inicial de los propagandistas iniciales, ni más ni menos exponentes de la incipiente burocracia cultural que creció y se hizo cada vez más compleja y se emparejó o comenzó a reclamar... el Poder.

Por eso sin más, porque lo experimentó desde el primer momento en carne propia o inclusive lo previó, la burocracia absolutista mantuvo y mantiene, allí donde gobierna a discreción, dos clases obreras, cada una sujeta a una de las dos escalas distintas salariales, con y sin privilegios respectivamente, produciendo en fábricas públicas y secretas lógicamente separadas! ¡Con un salario justo las segundas, como cualquiera de los capitalismos desarrollados! ¡Y por eso los obreros, cuando han podido, han recurrido a la huelga! ¡Y por eso, cuando lo han necesitado, como en Kronstad, los bolcheviques utilizaron al lumpenproletariado y a los campesinos contra los obreros democráticos! Etc. Etc. Etc.

El capitalismo, como sistema económico, fue cada vez más capaz de salir de los teóricos colapsos inminentes. El fracaso ideológico de "Socialisme ou Barbarie" y el cambio de rumbo que acabó tomando Cornelius Castoriadis (por ejemplo), deben verse como demostrativos de que aquellas concepciones catastrofistas y a la vez esperanzadas, estaban en un error. Ellas sí consiguieron acabar colapsando. No así el capitalismo, el real, el existente con sus variantes adaptativas a lo largo de los tiempos, el que, como bien podemos considerar definido por Marx, se basa en la producción de plusvalía a instancias del trabajo asalariado...

...Con mayor o menor grado de democracia, con mayor o menor grado de poder burocrático, y con mayor o menor grado de redistribución, rapiña, corrupción o discriminación extraeconómica (NOTA, por si esto no se entiende: discriminación por causas ideológicas o de lealtad, principalmente, de la que ya he hablado en anteriores entradas.)

Lo cierto, lo evidente, lo constatable, es que los baches nunca fueron decisivos para acabar con el sistema. Ni que éste es ni puede ser liberalmente inmaculado.

Sin más eufemismos interesados e hipócritas o escabrosos, hay que identificar tanto al agua como al vapor con el H2O. Es decir, considerar capitalismo tanto al más obvio del primer mundo como al más escurridizo de las experiencias comunistas del tercero. Unas experiencias estas últimas en donde son un dato cierto que las prácticas más formalmente capitalistas, en el peor de los casos, se desplazan hacia el mercado negro por la doble incentivo del hambre y del subconsumo e incluso por la avidez consumista que inevitablemente sigue invadiendo ese territorio; un territorio, en definitiva, que no ha podido, por ahora, ir más allá del "socialismo en un sólo país".

Simple y natural, es casi redundante describirlo: la gente se busca la vida y deja de darle al estado para responder a su propio egoísmo y a las necesidades que se pretenden disimular. Y eso mientras los recursos se reservan para la vida privada de la burocracia, claro, en una progresión, claro, piramidal. Porque la burocracia en el poder no tiene problema alguno en ser hipócrita y en gozar de los beneficios del poder (¡aún siendo góticos!) y tiende a agotar las posibilidades productivas del capitalismo casi hasta el límite de acabar con él, pero sin hacerlo ni por vocación ni por posibilidad. Además, ¿por qué no dejar que la gente se busque la vida mientras se mantenga ajena a la lucha por las libertades y en especial al pensamiento y a su propagación (y más si son amigos y/o suministradores de tributos)? Una clase social (más bien, una fracción concreta de ella) que se replegará cuántas veces sea necesario (a costa de otra u otras de sus fracciones) para volver a atacar, tras un enroque, un rodeo o... una derrota de recambio.

Otra cosa es hablar de la política, quiero decir, de las formas de la política, de la forma en que se estructuran las instancias del Poder (y de sus diversos modos de engarce con la economía en cada situación y momento concretos.)

Por ahora, sólo se trataba, perdón por repetirlo, de hablar de la naturaleza común del vapor y del agua (el hielo... para el tinto de verano), o sea de los estados del H2O con los que se logra que de las infusiones emerja la sustancia y el aroma que las caracteriza.

Por eso...

That's NOT all, folks!


jueves, 16 de agosto de 2007

Grupismo y complejidad (5). A propósito del artículo de Rich Harris acerca de la piel europea

El texto de Rich Harris acerca de la piel blanca y el escaso de pelo de los europeos ("Parental Selection: A Third Selection Process in the Evolution of Human Hairlessness and Skin Color") que había mencionado en una entrada anterior merece algunas consideraciones y me sugiere ciertas conclusiones colaterales.


EN PRIMER LUGAR: EL ROL DE LA CULTURA.


Rich sostiene que los padres (en concreto la madre) primitivos se habrían inclinado por rechazar a sus crías cada vez que éstas mostraban un aspecto físico desagradable (próximo a los animales de los que habría querido diferenciarse en todo lo posible), es decir, privilegiando un criterio estético.

Notemos, en todo caso, que deduce esto en base a dos falacias (y unas buenas dosis de fabulación.) La primera, del hecho de que una madre primitiva decida conservar con vida a su niña por resultarle especialmente bella (no la podía condenar a muerte), o sea, de un ejemplo estrictamente opuesto al del genocidio. La segunda, del hecho de que el suceso no se sitúa en el contexto durante el cual se habría establecido la hegemonía de los cromagnones sobre los neandertales sino en el contexto de una cultura primitiva contemporánea, y sin que esto signifique negar que su estudio pueda arrojar luz sobre una conducta primigenia, aunque haciendo salvedades importantes. Señalando, por ejemplo, que esa cultura primitiva es marginal en el contexto hegemónico actual, que se halla inserta en una globalidad mucho mayor que la sobredetermina, hasta donde llega la civilización de más de mil maneras, hasta con el cine y la televisión (Rich Harris considera que sus personajes son auténticos miembros activos de los grupos contemporáneos, -"El mito de la educación", ibíd., pag. 372-.) En breve, pues, que en ellas las conductas no pueden ser puras, no pueden obedecer sólo a los criterios internos del grupo nativo ni estéticos ni culturales de ningún tipo.

Y todo esto al margen también de la existencia de otras hipótesis todavía igualmente inciertas que otros científicos defienden.

Sin embargo, y sin necesidad de esa falsa y tramposa referencia, creo que acierta al atribuir al homo sapiens sapiens un claro rechazo hacia la morfología animal, simia o humanoide competidora.

Según Rich Harris, el gusto se impondría aún a costa de favorecer la existencia de una prole mucho más expuesta a las inclemencias (sol, frío, lluvia) que de lo contrario, lo cual, lógicamente, no sería evolutivamente nada progresivo ni sensato. Lo que descalificaría los postulados de la selección natural tal y como los habría definido el darwinismo clásico, incluso por hacerlo en una dirección básicamente opuesta a la prevista por esta teoría.

Habría existido pues una suerte de determinación cultural (que obviamente debería considerarse de carácter mítico) que se habría impuesto sobre las reglas de la selección natural. Y esto, al margen de lo trivial del ejemplo, es uno de los aspectos que me parecen dignos de ser analizados a instancias del texto.

También Maynard Smith apuntaba ya que el mito o y el ritual se imponían o podían imponerse a la genética ("Ocho hitos de la evolución", ibíd, pags. 224-229), aunque con propuestas que darían a "su grupo" ideológico de pensamiento altruista una posición capaz de imponer a todos los demás la pertenencia al mismo, un grupo que pretendería para sí ser la verdadera humanidad (y, consecuentemente, dándoles a otros grupos, por ejemplo a los islamistas, la legitimidad de ponerlo en práctica y con bastante más posibilidades de éxito gracias a la fuerza de su mito y a sus estructuras cada vez más organizadas -Estados, ejércitos, medios de comunicación...- y altamente contagiosos. ¡Y, como siempre ha sido, mediante la imposición violenta!, el terror y la conquista!)

Pero sin duda coincido con el criterio de que esas situaciones u otras similares pudieran haberse producido (y nadie evitará que se sigan produciendo de manera natural), aun cuando de ello no se haya derivado el predominio de la piel blanca y desprotegida europea ni los mitos imaginarios puedan convertirse sin más en dominantes. Lo he defendido en mis entradas referidas a la "complejidad" y aquí sólo añadiré que la hipótesis de Rich se apoya claramente en la obviedad de que el espacio cultural humano, con sus mitos y sus elucubraciones, constituye, en primer lugar, un hito del proceso evolutivo, un resultado que es independiente de las valoraciones ideológicas que se levanten y en cuyo espacio (o conjunto) deben incluirse la conciencia, el lenguaje e inclusive la morfología humana (separación de las funciones entre pies y manos, modificación de faringe-laringe, posición craneal y amplitud craneal, etc.) que componen ese espacio y le dan soporte material. En segundo lugar, que se basa en el supuesto de la existencia de un predominio o hegemonía de ese espacio o conjunto sobre los estratos precedentes (o conjuntos incluidos) histórica o genéticamente determinantes: los instintos básicos de mamíferos y simios, las conductas inmediatistas y sin planificación previa de los animales, sus conductas involuntarias e irreflexivas, e inaccesibles a posteriores reflexiones. Un conjunto mayor (en un sentido sui generis) que controlaría, limitaría, constreñiría o reforzaría las tendencias de los conjuntos menores que conservan su propia dinámica de un modo a su vez limitado. ¿Puede suponerse que sucedería otra cosa en un mundo repleto de interacciones vinculantes (que hay que jerarquizar y circunscribir so pena de caer en misticismos y confundirlo todo)?

Ahora bien, veamos cómo siguiendo su propio sistema, podríamos llegar a conclusiones diferentes, incluso basándonos en la hipótesis del grupismo de la que Rich es refundadora, como ella prefiere considerarse.

Por ejemplo, mediante otra reconstrucción imaginaria pero verosímil del mundo de los pequeños grupos o clanes nómadas de los primeros homínidos (cazadores-recolectores), inventándonos otra historia sugerente, capaz de suministrarnos hipótesis quizá más objetivas y creo que más económicas. Una historia de individuos mucho más primitivos que los miembros de las culturas conocidas de la antigüedad o de la periferia de la civilización hegemónica actual que sin duda tendrían apetitos estéticos tan pobres como el resto de sus valores culturales, su moral, su inteligencia, etc. Una historia seguramente llena de pesadillas y de proyecciones elementales, de huidas más que de empresas planificadas, de cacerías inmediatistas más que de planes de combate y dominación. Mucho más cercanas (para decirlo con las palabras que he encontrado conjuntamente con el concepto de "emergencia" en la interesante lectura que ahora estoy haciendo sobre "La complejidad"), a simples borradores de conciencia que a versiones elaboradas tras una sofisticada reflexión (considerables, por qué no, producto de muchas iteraciones cerebrales pero seguramente de algo más que tendrá que ver sin duda con la genética y la evolución, es decir, con el materialismo.)

Por otra parte, basándonos en los aportes científicos (no rebatidos) de Darwin, los niños de un grupo dado deberían reproducir el genotipo del grupo de un modo altamente conservador; salvo que una mutación o cierto rasgo diferencial surgiese "por azar" sorprendiendo a los presentes y llevándolos a actuar en contra de la rutina (sea a instancias del rechazo o de una especial aceptación, místicas ambas sin duda.) Lo evidente, salvo que algo modifique la tendencia natural expuesta, sería que las características presentes en el propio grupo sean las autoreferentes del tipo idóneo de raza humana que el grupo tiene de sí mismo de un modo no necesariamente reflexivo (eso de que mi grupo es la humanidad y los demás nada de nada o poco menos.) Ese grupo, rechazaría lo diferente por maligno, muy probablemente con progenitora incluida o en primer lugar con ella, o, de destacar por el lado de lo positivo o de suceder en circunstancias que lo favoreciesen, aceptarlo por benigno. No obstante, muchas veces, quizá la mayoría, el vástago no presentaría, de bebé, signos diferenciales apreciables sino luego, con el tiempo, hasta que él, y tal vez la madre, fueran objeto de expulsión. El individuo o la pareja buscarían unirse a otro grupo en procura de cobijo, lo que podría coincidir con otra circunstancia que favoreciese un mito y que reforzaría el deseo por parte de las demás madres de emular a la primera buscando hijos similares, lo que no sucedería hasta algunas generaciones después.

En fin, se trata sólo de una de las posibles historias que se me ha ocurrido imaginar. Pero cualquier otra que se nos ocurra mostrará cómo las interpretaciones ideológicas (míticas, mágicas) que se originan en las más primitivas reflexiones (intentos de explicación del mundo) determinan en última instancias futuros posibles para la evolución, al menos en unos cuantos y significativos detalles.

Y sin dudas, el gusto (los apetitos estéticos en su conjunto), que aparece en primer plano de la fábula de Rich Harris como determinante, tiene como base un producto de la evolución. Un producto, la conciencia, que se resultó fijada en los genes para reproducirse y sobrevivir, y para adaptar, hasta donde le fuera posible, el mundo a sus necesidades, obviamente interpretadas a través de una óptica o unos criterios fundamentalmente míticos. Y esto nos pone ante...


EL OTRO ASUNTO RELEVANTE: EL PAPEL QUE JUEGA LA CONCIENCIA.


Cuando Rich señala el rol "negativo" de "selección por el gusto" de los padres, pone en evidencia el hecho obvio (constatable) de que la conciencia es capaz de llevar al hombre no sólo hacia adelante sino también hacia atrás (como demuestran una abundante colección de ejemplos que se pueden extraer de la historia humana.)

Nada de esto, por cierto, tiene, según yo entiendo, que desmerecer la firmeza de las tesis darwinianas, sino todo lo contrario.

En primer lugar, esa falta de linealidad y ese juego contra natura, sólo pueden comprenderse si se considera la conciencia como una herramienta más para la supervivencia (del individuo y del grupo en el que está predispuesto a conseguirlo dentro de lo posible) desarrollada en el curso del proceso evolutivo y que, como toda herramienta innata, está preparada para actuar en un sentido fundamental, sentido que no necesariamente coincide con lo más positivo, lógico, progresivo, sano... o como queráis llamarlo. Esta imperfección de un resultado experimental de la vida, de un resultado emergente para decirlo con un lenguaje más avanzado (resultado por tanto basado en los hitos previamente establecidos, afianzados y relativamente aleatorios), no desdice para nada su teleonomía tendencial.

No hay ni una sola herramienta innata en el ámbito de la vida en general, que no presente ese carácter ambiguo y contradictorio, esas por así decirlo... incoherencias. El mecanismo es incompleto, imperfecto, nacido de las circunstancias, relativamente apropiado pero también inapropiado, complejo pero no preparado para todas las circunstancias, lo que no desdice que su emergencia surja a instancias de la necesidad vital (de la vida) de sobrevivir, de perpetuarse, de responder a sus tendencias teleonómica y conservadora y, por lo tanto, que su nacimiento no responda a las premisas globales de la selección natural que sigue siendo la regla que esas excepciones confirman.

La conciencia es, como todo mecanismo de esa índole, particularmente conservador y particularmente subordinado a las sensaciones primarias que alertan al individuo provisto de sistema nervioso central: miedo, recuerdo del dolor, etc. Con esos parámetros (vinculados a las sensaciones), es lógico que se atente a veces contra la supervivencia (como vemos en los que engordan, comen lo que no deben, se embarcan en aventuras peligrosas o asumen misiones sin las cuales no podrían vivir, pero que los acaban matando, y sin lo cual no habría héroes ni descubridores, y probablemente... ni padres.) La subordinación tendencial de lo inmediato a la conciencia planificadora o proyectiva es obvia: sus "errores" son el coste de un sistema más complejo que tiende a llevar a la humanidad en su conjunto a un estado jamás alcanzado por ninguna otra especie de la Tierra: el de la supervivencia eternamente garantizada (más allá de los que caigan en el curso del proceso, sean individuos o sociedades enteras. Incluso más allá de que no se tenga a tiempo la solución o la salida.)

Sin conciencia (ni lenguaje, ni morfología humana...) no habría existido reflexión y sin ésta no habría tenido lugar ninguna tecnología. Con ella, la humanidad será (tendencialmente) capaz de superar cualquier cataclismo amenazante (de esos de los que no pudieron escapar los dinosaurios, por ejemplo, y más allá de lo que les suceda a ciertos grupos o instancias particulares) e inclusive... ¡de la muerte individual (en lo que, como sabemos, ya se está trabajando... y no digamos soñando)!

Sin duda, para usar, un tanto libremente y a la vez con pinzas, un concepto que me resulta cada vez más interesante, me atrevo a sostener que el ser humano autoconsciente puede ser considerado una emergencia y que sus deseos de triunfar sobre la muerte física son parte de su teleonomía orientada a evitar toda emergencia futura basada en su propia desaparición.

Sólo los resabios del animismo llevan a negar que el conservadurismo que caracteriza a todos los fenómenos biológicos (su tendencia al conservadurismo, a la invarianza, a sobrevivir y reproducirse tal y como son) también se exprese en el grado más complejo alcanzado hasta ahora por la evolución, su resultado cultural. No es ningún descubrimiento, sino una reafirmación. Está en las bases del psicoanálisis y de la sociología ya tradicionales, aunque con resistencias que aún se deben combatir. Esto, por otra parte, también define a ese estadio (por qué no: conjunto o instancia emergente) como parte inseparable del organismo y del proceso. La cultura y la tecnología, lo reitero, deben ser considerados como parte de la naturaleza porque lo son, una extensión que sin embargo se sale, tendencialmente, del conjunto vida, y cada vez más en la medida en que más nos alejamos de las formas primitivas o menos complejas con el fin involuntario de afirmarnos y permanecer.

Un fenómeno contradictorio, sin duda, pero como suele ser todo fenómeno real de los incontables que pretenden (y por un tiempo consiguen) permanecer (no, claro, en un sentido voluntario sino, insisto, tendencial) y es impulsada (por ninguna fuerza que no provenga de su propia dinámica y de la del entorno próximo) a cambiar.

Algo que en física se observa al querer sacar del estado de reposo un móvil o al quererlo detener una vez en movimiento, lo que ya no nos resulta demasiado extraño ni mucho menos sorprendente.