jueves, 16 de agosto de 2007

Grupismo y complejidad (5). A propósito del artículo de Rich Harris acerca de la piel europea

El texto de Rich Harris acerca de la piel blanca y el escaso de pelo de los europeos ("Parental Selection: A Third Selection Process in the Evolution of Human Hairlessness and Skin Color") que había mencionado en una entrada anterior merece algunas consideraciones y me sugiere ciertas conclusiones colaterales.


EN PRIMER LUGAR: EL ROL DE LA CULTURA.


Rich sostiene que los padres (en concreto la madre) primitivos se habrían inclinado por rechazar a sus crías cada vez que éstas mostraban un aspecto físico desagradable (próximo a los animales de los que habría querido diferenciarse en todo lo posible), es decir, privilegiando un criterio estético.

Notemos, en todo caso, que deduce esto en base a dos falacias (y unas buenas dosis de fabulación.) La primera, del hecho de que una madre primitiva decida conservar con vida a su niña por resultarle especialmente bella (no la podía condenar a muerte), o sea, de un ejemplo estrictamente opuesto al del genocidio. La segunda, del hecho de que el suceso no se sitúa en el contexto durante el cual se habría establecido la hegemonía de los cromagnones sobre los neandertales sino en el contexto de una cultura primitiva contemporánea, y sin que esto signifique negar que su estudio pueda arrojar luz sobre una conducta primigenia, aunque haciendo salvedades importantes. Señalando, por ejemplo, que esa cultura primitiva es marginal en el contexto hegemónico actual, que se halla inserta en una globalidad mucho mayor que la sobredetermina, hasta donde llega la civilización de más de mil maneras, hasta con el cine y la televisión (Rich Harris considera que sus personajes son auténticos miembros activos de los grupos contemporáneos, -"El mito de la educación", ibíd., pag. 372-.) En breve, pues, que en ellas las conductas no pueden ser puras, no pueden obedecer sólo a los criterios internos del grupo nativo ni estéticos ni culturales de ningún tipo.

Y todo esto al margen también de la existencia de otras hipótesis todavía igualmente inciertas que otros científicos defienden.

Sin embargo, y sin necesidad de esa falsa y tramposa referencia, creo que acierta al atribuir al homo sapiens sapiens un claro rechazo hacia la morfología animal, simia o humanoide competidora.

Según Rich Harris, el gusto se impondría aún a costa de favorecer la existencia de una prole mucho más expuesta a las inclemencias (sol, frío, lluvia) que de lo contrario, lo cual, lógicamente, no sería evolutivamente nada progresivo ni sensato. Lo que descalificaría los postulados de la selección natural tal y como los habría definido el darwinismo clásico, incluso por hacerlo en una dirección básicamente opuesta a la prevista por esta teoría.

Habría existido pues una suerte de determinación cultural (que obviamente debería considerarse de carácter mítico) que se habría impuesto sobre las reglas de la selección natural. Y esto, al margen de lo trivial del ejemplo, es uno de los aspectos que me parecen dignos de ser analizados a instancias del texto.

También Maynard Smith apuntaba ya que el mito o y el ritual se imponían o podían imponerse a la genética ("Ocho hitos de la evolución", ibíd, pags. 224-229), aunque con propuestas que darían a "su grupo" ideológico de pensamiento altruista una posición capaz de imponer a todos los demás la pertenencia al mismo, un grupo que pretendería para sí ser la verdadera humanidad (y, consecuentemente, dándoles a otros grupos, por ejemplo a los islamistas, la legitimidad de ponerlo en práctica y con bastante más posibilidades de éxito gracias a la fuerza de su mito y a sus estructuras cada vez más organizadas -Estados, ejércitos, medios de comunicación...- y altamente contagiosos. ¡Y, como siempre ha sido, mediante la imposición violenta!, el terror y la conquista!)

Pero sin duda coincido con el criterio de que esas situaciones u otras similares pudieran haberse producido (y nadie evitará que se sigan produciendo de manera natural), aun cuando de ello no se haya derivado el predominio de la piel blanca y desprotegida europea ni los mitos imaginarios puedan convertirse sin más en dominantes. Lo he defendido en mis entradas referidas a la "complejidad" y aquí sólo añadiré que la hipótesis de Rich se apoya claramente en la obviedad de que el espacio cultural humano, con sus mitos y sus elucubraciones, constituye, en primer lugar, un hito del proceso evolutivo, un resultado que es independiente de las valoraciones ideológicas que se levanten y en cuyo espacio (o conjunto) deben incluirse la conciencia, el lenguaje e inclusive la morfología humana (separación de las funciones entre pies y manos, modificación de faringe-laringe, posición craneal y amplitud craneal, etc.) que componen ese espacio y le dan soporte material. En segundo lugar, que se basa en el supuesto de la existencia de un predominio o hegemonía de ese espacio o conjunto sobre los estratos precedentes (o conjuntos incluidos) histórica o genéticamente determinantes: los instintos básicos de mamíferos y simios, las conductas inmediatistas y sin planificación previa de los animales, sus conductas involuntarias e irreflexivas, e inaccesibles a posteriores reflexiones. Un conjunto mayor (en un sentido sui generis) que controlaría, limitaría, constreñiría o reforzaría las tendencias de los conjuntos menores que conservan su propia dinámica de un modo a su vez limitado. ¿Puede suponerse que sucedería otra cosa en un mundo repleto de interacciones vinculantes (que hay que jerarquizar y circunscribir so pena de caer en misticismos y confundirlo todo)?

Ahora bien, veamos cómo siguiendo su propio sistema, podríamos llegar a conclusiones diferentes, incluso basándonos en la hipótesis del grupismo de la que Rich es refundadora, como ella prefiere considerarse.

Por ejemplo, mediante otra reconstrucción imaginaria pero verosímil del mundo de los pequeños grupos o clanes nómadas de los primeros homínidos (cazadores-recolectores), inventándonos otra historia sugerente, capaz de suministrarnos hipótesis quizá más objetivas y creo que más económicas. Una historia de individuos mucho más primitivos que los miembros de las culturas conocidas de la antigüedad o de la periferia de la civilización hegemónica actual que sin duda tendrían apetitos estéticos tan pobres como el resto de sus valores culturales, su moral, su inteligencia, etc. Una historia seguramente llena de pesadillas y de proyecciones elementales, de huidas más que de empresas planificadas, de cacerías inmediatistas más que de planes de combate y dominación. Mucho más cercanas (para decirlo con las palabras que he encontrado conjuntamente con el concepto de "emergencia" en la interesante lectura que ahora estoy haciendo sobre "La complejidad"), a simples borradores de conciencia que a versiones elaboradas tras una sofisticada reflexión (considerables, por qué no, producto de muchas iteraciones cerebrales pero seguramente de algo más que tendrá que ver sin duda con la genética y la evolución, es decir, con el materialismo.)

Por otra parte, basándonos en los aportes científicos (no rebatidos) de Darwin, los niños de un grupo dado deberían reproducir el genotipo del grupo de un modo altamente conservador; salvo que una mutación o cierto rasgo diferencial surgiese "por azar" sorprendiendo a los presentes y llevándolos a actuar en contra de la rutina (sea a instancias del rechazo o de una especial aceptación, místicas ambas sin duda.) Lo evidente, salvo que algo modifique la tendencia natural expuesta, sería que las características presentes en el propio grupo sean las autoreferentes del tipo idóneo de raza humana que el grupo tiene de sí mismo de un modo no necesariamente reflexivo (eso de que mi grupo es la humanidad y los demás nada de nada o poco menos.) Ese grupo, rechazaría lo diferente por maligno, muy probablemente con progenitora incluida o en primer lugar con ella, o, de destacar por el lado de lo positivo o de suceder en circunstancias que lo favoreciesen, aceptarlo por benigno. No obstante, muchas veces, quizá la mayoría, el vástago no presentaría, de bebé, signos diferenciales apreciables sino luego, con el tiempo, hasta que él, y tal vez la madre, fueran objeto de expulsión. El individuo o la pareja buscarían unirse a otro grupo en procura de cobijo, lo que podría coincidir con otra circunstancia que favoreciese un mito y que reforzaría el deseo por parte de las demás madres de emular a la primera buscando hijos similares, lo que no sucedería hasta algunas generaciones después.

En fin, se trata sólo de una de las posibles historias que se me ha ocurrido imaginar. Pero cualquier otra que se nos ocurra mostrará cómo las interpretaciones ideológicas (míticas, mágicas) que se originan en las más primitivas reflexiones (intentos de explicación del mundo) determinan en última instancias futuros posibles para la evolución, al menos en unos cuantos y significativos detalles.

Y sin dudas, el gusto (los apetitos estéticos en su conjunto), que aparece en primer plano de la fábula de Rich Harris como determinante, tiene como base un producto de la evolución. Un producto, la conciencia, que se resultó fijada en los genes para reproducirse y sobrevivir, y para adaptar, hasta donde le fuera posible, el mundo a sus necesidades, obviamente interpretadas a través de una óptica o unos criterios fundamentalmente míticos. Y esto nos pone ante...


EL OTRO ASUNTO RELEVANTE: EL PAPEL QUE JUEGA LA CONCIENCIA.


Cuando Rich señala el rol "negativo" de "selección por el gusto" de los padres, pone en evidencia el hecho obvio (constatable) de que la conciencia es capaz de llevar al hombre no sólo hacia adelante sino también hacia atrás (como demuestran una abundante colección de ejemplos que se pueden extraer de la historia humana.)

Nada de esto, por cierto, tiene, según yo entiendo, que desmerecer la firmeza de las tesis darwinianas, sino todo lo contrario.

En primer lugar, esa falta de linealidad y ese juego contra natura, sólo pueden comprenderse si se considera la conciencia como una herramienta más para la supervivencia (del individuo y del grupo en el que está predispuesto a conseguirlo dentro de lo posible) desarrollada en el curso del proceso evolutivo y que, como toda herramienta innata, está preparada para actuar en un sentido fundamental, sentido que no necesariamente coincide con lo más positivo, lógico, progresivo, sano... o como queráis llamarlo. Esta imperfección de un resultado experimental de la vida, de un resultado emergente para decirlo con un lenguaje más avanzado (resultado por tanto basado en los hitos previamente establecidos, afianzados y relativamente aleatorios), no desdice para nada su teleonomía tendencial.

No hay ni una sola herramienta innata en el ámbito de la vida en general, que no presente ese carácter ambiguo y contradictorio, esas por así decirlo... incoherencias. El mecanismo es incompleto, imperfecto, nacido de las circunstancias, relativamente apropiado pero también inapropiado, complejo pero no preparado para todas las circunstancias, lo que no desdice que su emergencia surja a instancias de la necesidad vital (de la vida) de sobrevivir, de perpetuarse, de responder a sus tendencias teleonómica y conservadora y, por lo tanto, que su nacimiento no responda a las premisas globales de la selección natural que sigue siendo la regla que esas excepciones confirman.

La conciencia es, como todo mecanismo de esa índole, particularmente conservador y particularmente subordinado a las sensaciones primarias que alertan al individuo provisto de sistema nervioso central: miedo, recuerdo del dolor, etc. Con esos parámetros (vinculados a las sensaciones), es lógico que se atente a veces contra la supervivencia (como vemos en los que engordan, comen lo que no deben, se embarcan en aventuras peligrosas o asumen misiones sin las cuales no podrían vivir, pero que los acaban matando, y sin lo cual no habría héroes ni descubridores, y probablemente... ni padres.) La subordinación tendencial de lo inmediato a la conciencia planificadora o proyectiva es obvia: sus "errores" son el coste de un sistema más complejo que tiende a llevar a la humanidad en su conjunto a un estado jamás alcanzado por ninguna otra especie de la Tierra: el de la supervivencia eternamente garantizada (más allá de los que caigan en el curso del proceso, sean individuos o sociedades enteras. Incluso más allá de que no se tenga a tiempo la solución o la salida.)

Sin conciencia (ni lenguaje, ni morfología humana...) no habría existido reflexión y sin ésta no habría tenido lugar ninguna tecnología. Con ella, la humanidad será (tendencialmente) capaz de superar cualquier cataclismo amenazante (de esos de los que no pudieron escapar los dinosaurios, por ejemplo, y más allá de lo que les suceda a ciertos grupos o instancias particulares) e inclusive... ¡de la muerte individual (en lo que, como sabemos, ya se está trabajando... y no digamos soñando)!

Sin duda, para usar, un tanto libremente y a la vez con pinzas, un concepto que me resulta cada vez más interesante, me atrevo a sostener que el ser humano autoconsciente puede ser considerado una emergencia y que sus deseos de triunfar sobre la muerte física son parte de su teleonomía orientada a evitar toda emergencia futura basada en su propia desaparición.

Sólo los resabios del animismo llevan a negar que el conservadurismo que caracteriza a todos los fenómenos biológicos (su tendencia al conservadurismo, a la invarianza, a sobrevivir y reproducirse tal y como son) también se exprese en el grado más complejo alcanzado hasta ahora por la evolución, su resultado cultural. No es ningún descubrimiento, sino una reafirmación. Está en las bases del psicoanálisis y de la sociología ya tradicionales, aunque con resistencias que aún se deben combatir. Esto, por otra parte, también define a ese estadio (por qué no: conjunto o instancia emergente) como parte inseparable del organismo y del proceso. La cultura y la tecnología, lo reitero, deben ser considerados como parte de la naturaleza porque lo son, una extensión que sin embargo se sale, tendencialmente, del conjunto vida, y cada vez más en la medida en que más nos alejamos de las formas primitivas o menos complejas con el fin involuntario de afirmarnos y permanecer.

Un fenómeno contradictorio, sin duda, pero como suele ser todo fenómeno real de los incontables que pretenden (y por un tiempo consiguen) permanecer (no, claro, en un sentido voluntario sino, insisto, tendencial) y es impulsada (por ninguna fuerza que no provenga de su propia dinámica y de la del entorno próximo) a cambiar.

Algo que en física se observa al querer sacar del estado de reposo un móvil o al quererlo detener una vez en movimiento, lo que ya no nos resulta demasiado extraño ni mucho menos sorprendente.

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