domingo, 5 de agosto de 2007

¿Sigue sin pasar nada con el capitalismo?

En mi entrada "Los sentimientos, la razón y lo imaginario" cuya lectura vuelvo a recomendaros, decía que el mundo nos ofrece unas situaciones que nos escandalizan y otras que provocan nuestra admiración, llevándonos del pesimismo al optimismo y viceversa a golpes de ola.

En ambos casos, unas y otras, en fin, nos remiten a eso que suele llamarse el futuro de la humanidad (del que, por mi parte y como mucho, me animo a hablar en serio a no más de medio plazo; al margen de situar la acción de mis historias en los siguientes siglos por razones meramente literarias y dramáticas, como pasará en mi próxima novela.)

El fenómeno capitalista destaca entre los que más atraen la atención de los esperanzados y de los especuladores. Su vertiginoso desarrollo plasmado en millares de avances y de inventos útiles (vertiginoso desarrollo de sus fuerzas productivas, como decía Karl) llena de respeto a la población mundial en su conjunto (¿es que los que desean su muerte seguirán pidiendo nuevos ordenadores y comunicaciones más sofisticadas sin reconocer que nacen del sistema capitalista más estándar?, ¿es que los que no tienen nada no quieren saber nada de ellos, como si pudieran desearse las perspectivas que ofrecían in extremis, entre otros, los jemeres rojos?, ¿es que seguirán llamando no capitalista a los sistemas que proponen -en sus programas- conseguirlo para todos pero que sólo producen miseria y sufrimiento crecientes para las ilusas e indefensas mayorías?)

Las poblaciones de los países que se llamaban (o llaman aún) soviéticos o "populares", que experimentaran "revoluciones sociales" o "culturales", se vuelcan como los otros, incluso con más fruición, a las prácticas del consumismo (aspecto, por otra parte, mal apreciado ideológicamente por la mayoría de la intelectualidad de los países occidentales, aunque muy selectivamente practicado por casi toda ella. Y además silenciado, como si no pudieran dejar de ser cómplices de los viejos regímenes caídos o cayentes. Y de los nuevos que surgen, remozados, diferentes...

Y, a pesar de todo, es un fenómeno que se espera y que se desea fervientemente que desaparezca... aunque lo único que se ofrece a cambio sería... lo mismo, y en los hechos, algo realmente peor.

"Alienación" o no, el capitalismo ha hecho muchísmas cosas imprescindibles y deseables, incluso, como se ha llegado a decir siguiendo de algún modo a Marx, las herramientas de su propia destrucción futura... lo que hasta ahora es más aparente que real si no contamos como positivos los intentos fallidos y retrógrados que justamente no estuvieron jamás en el límite del desarrollo de las fuerzas productivas (ni tan siquiera en sus cotas más avanzadas del presente.)

Los que se adscriben por entero a la defensa del capitalismo en sus formas más puras... como si se pudieran dar sus formas puras, los que consideran que es el mejor sistema económico posible y los que creen que tras las cortinas de acero, de bambú o de lo que fuese no existió ni existe nada que pueda ser llamado de ese modo, le dan una muy larga y próspera vida, y si no eterna en todo caso reencarnable. No diré tajantemente que no sea posible, pero desde ya que acertarían de pura carambola y lo más probable es que la historia todavía tenga mucho más que decir que simple y mecánicamente repetirse. Al menos en un sentido estricto, porque incluso un supercapitalismo interplanetario debería ser considerado un fenómeno diferente (sobre todo si llega a venir acompañado por un avance considerable de los demás campos tecnológicos: robótica, ingeniería genética, etc.) En fin, no podemos desde ya tomar en cuenta a liberales y neoconservadores más o menos ingenuos o hipócritas que consideran haber regresado al invariable o inamovible Edén... del que se considerarían en peligro constante de expulsión, por lo que se parapetarían en el interior de un gueto supuestamente protegido de la acción del tiempo... apelando a una burocracia que por ahora pueden pagar pero que un buen día... lo de tantas veces.

Lo cierto, es que si miramos más allá de nuestro presente contemplando lo cerca que está la tecnología de llevarnos al espacio (¡y al fondo de los mares o al centro de la Tierra!) y lo compleja que es su fabricación, si sumamos a ello que la especie no puede en su conjunto llevar a cabo el avance sin la inevitable y sofisticada división del trabajo, división que tendrá a la vez que mutar y sofisticarse aún más de lo que ya lo está.

Pero es verdad que, un poco o mucho más que todas las cosas de este mundo, el capitalismo da lugar a hechos que deprimen y que en algunos casos desconsuelan y que, si estamos cerca y los vivimos, nos llegan a doler.

Por todo esto, parece lógico que se hayan estructurado militancias a favor y en contra de su permanencia (muchas puramente declamativas, hipócritas, engañosas, pero otras simplemente ingenuas, crédulas, confusas.)

La economía capitalista es uno de los fenómenos más controvertidos de los últimos siglos, pero ello no es sino un resultado de la creciente capacidad de reflexión y de crítica. Una crítica que comienza a ser rentable y a servir de trabajo del que se puede vivir.

Si observamos la Historia, nunca antes la economía había sido campo de batalla de partidos y ejércitos. Hasta el diecinueve, que yo sepa, a ningún partido político se le ocurrió organizarse para oponerse al sistema económico vigente. Fue pues todo un invento el poner la política al servicio de un cambio de régimen económico mediante una acción que la debía conducir, como es propio de ese tipo de acciones, a la toma del poder y posteriormente a conservarlo (amén de aquellos que se contentaban con quedarse sólo con una parte del poder y de la tarta y reformar la economía lo que se pudiera y lo que fuera necesario.) Sin duda, los intelectuales se habían desarrollado como clase social independiente, pero también las masas habían adquirido conciencia de que el futuro podía estar en alguna medida en sus manos. Unos y otros veían el desarrollo de las fuerzas productivas como un botín gigantezco a redistribuir. Los primeros, además, como la bandera capaz de darles el poder real que no tenían.

Yo no sé si quedan muchos de los que tenían esperanzas en que el capitalismo tuviese los días contados (¿quizá gracias al cambio climático o quizás por una inminente escasés de recursos o en todo caso a manos del tsunami islamista?) ni sé cuántos quedan con el ánimo suficiente para acabar con él mediante esos métodos que se siguen llamando "revolucionarios" con un regusto romántico marginal (y a la par denostando con igual romanticismo desde la acera opuesta), pero lo cierto es que ese suceso vuelve como una tromba realista a penetrar en la casa de donde se la pretendía expulsar por la ventana.

Sí, la realidad vuelve a entrar y por el sumidero. La realidad de la larga vida que le queda aún al capitalismo y en particular a las sociedades capitalistas que dominan las altas tecnologías, pero también en las sociedades chantagistas en donde impera o imperará el Egócrata de turno.

Si todavía quedan, claro, se sentirán defraudados por la Rusia heredera de los soviets... y del imperio de los zares. Y por China no digamos. Deben seguir mascando la palabra traición entre sus dientes. Y sin embargo no acaban de poner el grito en el cielo diciendo toda la verdad, es decir: que allí nunca dejó de haber capitalismo y que el de esos países es de los más salvajes de los actualmente existentes, donde se aplican los métodos que ya denunciara Dickens en su Inglaterra del diecinueve, donde habrá que levantar y se levantarán las viejas banderas de la lucha de clases, la lucha por salarios justos, por menos horas de trabajo, por la dignidad humana, etc., aunque tal vez no bajo el nombre de socialismo... o quizá sí... aunque más probablemente en nombre del liberalismo y (aunque inapropiado) de la democracia, debido a que están menos comprometidos o, mejor dicho, que parecen haber recuperado el prestigio gracias a esa traición. Es decir, otra vez mezclándolo todo solo que a la inversa. ¡Bueno, así son los mitos!

Hoy (o ayer en sentido estricto) el Estado Ruso ha plantado una banderita nacional (por supuesto que ya no comunista) en el fondo del océano ártico y concretamente en el punto por el cual pasa el eje de la Tierra desde el infinito hasta más allá del lado opuesto.

No es un hecho que se pueda separar del estatus político de Rusia, pero su motivación inmediata y sus consecuencias ocultas en relación al futuro de la Tierra... son las de alargar y garantizar una larga vida a su sistema económico capitalista... que no implica para nada menos burocracia... aunque sin exagerar... Eso no escapa a nadie ni hay quien pueda decir que ello pudiera servir al "socialismo en un sólo país", como antiguamente.

Todo el mundo, incluido el gobierno ruso, resalta (que si se sabía no se mencionaba pero que ahora ha reflotado como una sencilla boya) de que bajo los hielos árticos se encuentran nada más ni nada menos que la cuarta parte de todas las reservas de hidrocarburos del mundo (además, por lo que dicen, de níquel, oro, diamantes...) Todo lo necesario.

¡Un cuarto de las reservas! ¿Qué problema tienen? ¿Que desaparezcan millares de africanos y algunos vengan a vivir a Europa? ¿Que los jeques árabes y los gobiernos de la Mesopotamia sigan jugando todavía en el seno de la OPEP con el fin de enriqueserse hasta más allá de todas sus descendencias? ¿Que haya agujeros en la atmósfera y algunas regiones no la pasen muy bien?

El futuro, amigas y amigos míos, señoras y señores, está en todo caso en otras manos, se dibuja en otros ámbitos, se conquista en otros escenarios y con las armas reales mientras se debaten otras cosas...

El capitalismo con todo lo bueno y lo malo que nos depara, tiene larga vida. Otra cosa, sí, otra cosa... es que lo tengan la libertad o la supervivencia de los débiles, entre otras varias cosas. Pero habrá que dedicarle a esto bastante más tiempo, en otra oportunidad y en un espacio específico.

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