sábado, 6 de octubre de 2007

Grupismo y complejidad (y 6): los grupos en las sociedades complejas

Con ésta entrada que conservo en borradores desde hace ya bastante tiempo en atención a asuntos más candentes daré por cerrada la serie sobre el grupismo (o grupalismo, como a veces pienso que debería volver a llamarlo.) Creo seriamente (más allá de que la tesis que defiendo sea aceptada) que en he conseguido darme a mí mismo los fundamentos básicos para abordar el presente, que era y es el objetivo que en realidad perseguía y siempre perseguiré. Creo que la vía regia es la de la indagación histórica lo más desprejuiciadamente que ello se pueda llevar a cabo, y creo que toda la materia del Universo se explica sobre esa base, es decir, que todas las formas adoptadas por ella y hoy presentes tienen una historia que se pierde en el pasado remotísimo del que sólo podemos saber que debió responder a las mismas leyes básicas que hoy vemos actuar. En todo caso, en un ámbito de interacciones diferentes que podemos intentar suponer por extrapolación al remontarnos hacia atrás desde el presente. Esa historia es una genealogía de sucesos encadenados (aunque no necesariamente todos con todos, lo que sería un tanto absurdo y exagerado) donde los momentos anteriores dan lugar a los posteriores en la dirección de la flecha del tiempo que, al menos en nuestro sector del Universo (en espacio y en tiempo) se mueve hacia un constante a la vez que irregular incremento de la complejidad.

Con esa óptica, y gracias a los descubrimientos de científicos como Rich Harris, Monod, Pinker, Maynard Smith y otros, en proporciones diversas como es lógico, he encarado esta serie que relaciona la tendencia innata al grupismo (no a la socialización, ya que me refiero a la integración en y a la formación de pequeños grupos) con el objeto de que aflore la base capaz de explicar el presente y de iluminar hasta donde se pueda el futuro (un objetivo inevitable que nos mueve a todos y que siempre irá más allá de lo estrictamente necesario... y, sencillamente, porque nadie tuvo de la función del hombre ninguna idea, diseño o plan que lo precediese y que proviniese de alguna mente con la noción mínimamente clara. En fin, porque fue un puro resultado.)

El objetivo de la serie era, y sigue siéndolo a pesar de la escasa respuesta que ha tenido (y del silencio de algunos) someter a discusión las bases conceptuales que me permitieran fundamentar el presente de la evolución social humana, es decir, la sociedad burocrática moderna a la que se ha llegado y definir sus rasgos tendenciales y sus posibles evoluciones (algunas de las cuales creo ver danzar a la distancia mientras muchos duermen, componiendo un horizonte tan amenazante como el mismísimo bosque de Birnam lo fuera para Macbeth.)

En base a lo que he desarrollé hasta ahora, llego a unas cuantas conclusiones, como que:

La sociedad burocrática moderna (por ponerle un nombre que para mí describe su principal característica) en la que vivimos y que ya se haya completamente globalizada, se inscribe en un proceso histórico cuyos orígenes pueden ser rastreados, al menos, hasta el mismísimo código genético de los primates, como Rich Harris apunta en su libro que tanto me ha inspirado, primates que exhiben la habilidad innata fundamental para producir un grupismo eficaz y duradero de detectar al tramposo (así como, añado, para contentar a los demás miembros del grupo o potenciales con el objeto de obtener sus favores y, en lo posible, de exigirlos. Hay pues, desde mi punto de vista, toda una (me permito el uso eufemístico del término) "dialéctica del amo y del esclavo"; más bien una dinámica del líder y del seguidor.

Mis afirmaciones parecen propias de un determinismo a ultranza (según cómo y quién lo mire), lo que ya me encargué de declarar que no era mi intención. Sin embargo, debo reconocer que mi postura es determinista, aunque se trata de un determinismo de ámbito reducido (el ya reiterado entorno de proximidad) que además se referiría en cada nueva etapa y situación sucesivamente creada. Es decir, que no habría una causa primera capaz de explicar la morfología finalmente existente, sino una concatenación de causas que dan lugar a efectos que se convierten en nuevas causas sumándose generalmente a las anteriores, a veces "alejándose" o debilitándose e incluso desapareciendo en el maremagnum interactivo que es la realidad compleja distribuida en planos diversos y agrupada en conjuntos con unas u otras jerarquías de predominio. O sea, donde puede pasar casi de todo a largo plazo y donde lo nuevo (o emergente) se está constantemente formando, reformando y adaptando a partir de lo inmediatamente existente y de las demás emergencias más o menos simultáneas.

También puede inducir a un rápido etiquetaje ideológico de metafísico a la inversa, es decir, a que a mi planteo se lo acuse de endiosar (por convertir en Dios) el código genético e incluso, hacia atrás, a las propias leyes (sean las que fuesen) de la cuántica primitiva, con lo que habría regresado a Dios tras un rodeo aparentemente materialista. Lo niego, aunque pido que de verse así se me demuestre. Lo que yo propongo es el reconocimiento de la existencia de leyes de interacción simples iniciales, intrínsecas y definitorias de la materia.

Apelando a un modelo virtual, yo sostengo la simpleza de que dos o más objetos cercanos en el interior de un campo, o entorno, donde reine una interacción determinada, eficaz y notable, no pueden ignorarse de manera absoluta, por lo que interactuarían cada vez más ostensiblemente provocando, primero, fenómenos cuánticos, luego físicos, después químicos, en un momento dado biológicos y por fin culturales, sociales y tecnológicos, o sea, que esas interacciones iniciales son capaces de producir una serie de fenómenos resultantes que pueden llegar a estructurar nuevos niveles de complejidad en un proceso de complejización creciente al que inevitablemente tienden. Y no sé (sinceramente lo digo) si esto tiene o no que ver con la tendencia que lleva del caos al orden en el límite, etc., como dicen algunos de los desarrolladores y sostenedores de la teoría o ciencia en ciernes de la Complejidad.

En estas definiciones preliminares y de posicionamiento ante el problema de la realidad, un concepto crucial que me vanaglorio de haber encontrado es el de proximidad, el de entorno de proximidad (un entorno que evidente el ser humano fue la primera criatura conocida que fue capaz de ampliar hasta más allá de su entorno natural gracias a la tecnología que desarrolló en convivencia con sus hermanas, la ciencia y la filosofía, reflejos a su vez de su poder de reflexión (heredado obviamente en germen a través del proceso evolutivo y cocinado al fuego acelerado de la Complejidad, repito, y por ello me disculpo.)

Entorno de proximidad donde las interacciones son efectivas y que tiene un alcance y unos límites observacionales, por tanto eminentementes geográficos, y representativos, y por ende efectivos en lo ideal, lo conceptual, lo cultural, lo ideológico y lo científico. Esto es crucial y lo quiero resaltar.

Esto explica dos asuntos muy significativos incluso para la antropología. En primer lugar, la viabilidad exclusiva de grupos reducidos yen segundo lugar la consideración del mundo como circunscrito por el horizonte objetivo, geográfico, lo que hizo y aún hace de todos los pequeños mundos el mundo entero (para mí, esto explicaría la lucha a muerte por los pequeños territorios conocidos, la sensación de que más allá estaría la nada, los abismos infernales o la oscuridad, la certeza de que el propio grupo es el elegido, y muchos mitos más que marcaron la marcha de la humanidad e incluso la de muchos de sus ancestros.)

En relación al primer punto, quisiera añadir que siempre hay un entorno de proximidad más allá del cual los efectos se experimentan a un nivel diferente del individual así como por parte de los grupos pequeños, etc., y que sin embargo, al no permanecer estático ni ser el entorno cerrado (deserciones, migraciones, fusiones de grupos, etc.) se acaba transmitiendo, en la medida en que existe la autoconsciencia, la idea de pertenencia a un mundo que se extrapola más allá. De ahí también, me parece, la sensación de que el propio grupo es la manifestación de una entidad siempre superior, mayor o más extensa. Esto explica la mecánica que lleva al grupo a sentirse equivalente a la humanidad e incluso al cosmos.

Por otra parte, sus grupos, al basarse en lealtades y afectos (que suelen perdurar en ellos y nosotros hasta más allá de que se ponga en evidencia cualquier negatividad o signo traicionero), no podían ser demasiado numerosos (no lo eran ni siquiera entre los primates más sociales y más capaces de ejercer ese habilidad.) La propia mecánica lo habría impedido: el celo, la desconfianza, mientras más depurado sea el instinto que permitía detectarlos antes dejarían de tolerar los atisbos de conspiración o las indeterminaciones, antes reaccionarán... impidiendo que el grupo creciera demasiado, ya fuese por expulsión de los líderes competidores, los inevitables sismas que sus apariciones conllevan, la ejecución sumaria, el reto decisivo que acababa con muerte. Y es que al celo y a la desconfianza se opondrá también una capacidad proporcional para el engaño, que a veces consiguió lo que estaba detrás: conquistar la posición dominante que a fin de cuentas es el mejor garante de los propios genes, del futuro a imagen y semejanza del líder.

Desde el punto de vista práctico, esos grupos reducidos permitían más fácilmente que se realizase un liderazgo eficaz, lo que afirmaba su carácter de herramienta idónea para la supervivencia (del conjunto, esto es, el grupo.) (En esos entornos de proximidad, la interacción de dominio, de hegemonía, de dirección, era posible; más allá el liderazgo se extinguía o era contestado como lucha entre grupos: el encuentro entre líderes por el predominio era convertido en guerra tribal: el grupo aparece como una extensión del jefe.... incluso en nuestros tiempos.)

Era, pienso, la manera más sencilla, menos problemática, de establecer un liderazgo único y con la minima contestación. Si fracasaba el líder y no surgía uno nuevo antes, el grupo estaba condenado en su conjunto. Si el líder valía, el grupo se afirmaba o reafirmaba en el mundo. Incluso los que se sometían tenía así bien garantizada su descendencia específica. A la sombra del poderoso, de nuevo... igualito que hoy en día.

Pero un hábitat conocido (pequeño) devendría territorio propio de cada nueva escisión, lo que daría lugar, en cuanto la zona se saturase, a la lucha por el dominio territorial (la ampliación del mundo parece posterior a la defensa del entorno preexistente y conocido; el triunfo de un grupo sobre otro ampliaría el horizonte para ambos... la complejidad aumentaría sin duda a través del caos de la guerra... especialmente si un grupo absorbía al otro.) Los enfrentamientos se habrían hecho inevitables y por fin se plantearían esas expulsiones absolutas, "fuera del mundo", y los éxodos "hacia otros mundos desconocidos", el exterminio o la dominación (la esclavización equivale a una integración y un crecimiento, es la forma a través de la que debió darse y aún se da la evolución social, y ello al margen del grado de sometimiento y del grado de violencia implicados, lo que no es aquí el caso discutir.)

En definitiva, esos grupos debieron integrarse a todas luces en un momento dado, con lo que el paso hacia estructuras sociales más complejas, donde se estableciesen reglas de sucesión más racionales para los liderazgos y ámbitos jerarquizados de control piramidal, acabó siendo una consecuencia inevitable. Fue sin duda el precio que hubo que pagar por el crecimiento de las poblaciones y la imposibilidad de gestionar de otra forma la supervivencia (en el límite de las posibilidades de triunfo absoluto de los pequeños grupos: véase el caso de las dos tribus que se sucedían en la hegemonía convirtiendo esa alternancia en un juego o un ritual, un caso estudiado por la etnología del que siento haber perdido la referencia bibliográfica.) Sí: eso pudo pasar y eso pudo dar lugar al salto social más quizá que como producto de la introducción de nuevas técnicas de producción, o sea a la inversa: apareciendo la agricultura sedentaria como consecuencia de la integración en grupos mayores capaces de permitir y necesitados de una división del trabajo... (y la presencia de una buena "máquina de reflexionar".)

El tiempo pasó, pero lo fundamental siguió en la base: el grupo de leales se sometería a las reglas del conjunto mayor, pero no dejaría de existir con todas sus tendencias centrípetas y de dominación incólumnes, y el grupo marginado mantendría su autoidentificación (tradiciones, cultos, mitos, modas... hasta el máximo de lo posible.) Esto, que es perfectamente observable, no cambió sino que se subordinó, manteniéndose la lucha a veces abierta y soterrada otras entre los grupos competidores por la hegemonía dentro de sociedades mayores.


Dirigir pasó a ser algo más que conseguir buenos resultados para los allegados y leales y comenzó a incluir el prometerlos.

La complejidad, que yo prefiero definir por la cantidad de interrelaciones y de estratos intervinculados efectivos (al margen de que ello represente o no "más información"), lo que se da y define las fronteras del entorno de proximidad, se mantiene y se incrementa sobre la base de la integración de grupos reducidos ocupando estratos diferentes en un esquema de división del trabajo o, mejor dicho, para que no se piense en términos economicistas, de división de las funciones sociales posibles, a veces necesarias, a veces imaginarias, en donde generalmente estas definen la necesidad de las primeras.


Cambiarán incluso las relaciones entre los propios miembros del grupo original que se transformará en hegemónico dentro del nuevo conjunto más complejo, ya que se igualan mucho más entre sí de lo que estaban antes, llegándose antes o después a tener la posibilidad de convertirse en sustitutos del líder por procedimientos institucionales (nacidos del conservadurismo del estatus de grupo) y de un modo quizá menos sujeto a las capacidades individuales y físicas, lo que dio sin duda paso a la categoría de pares, nobles, etc. y alguna vez, por qué no, a los intelectuales.

El grupo hegemónico, conseguirá así no sólo el privilegio de dirigir a la humanidad sino la de ser su único y verdadero exponente, generando a la vez un dominio sobre los demás grupos que para ser humanos deberán aproximarse lo más posible a su imagen y semejanza (algo que puede verse todavía en las instituciones de la democracia moderna o en los partidos políticos y los sindicatos.)

Eso debió comenzar progresiva e imparablemente. Los pequeños grupos debieron aceptar integrarse antes o después en una sociedad de amos y esclavos capaces de resolver de un modo superior el dilema de la lucha entre los líderes. ¿Fue un acto de benevolencia, un avance en la consideración por la vida de los miembros de los grupos extraños la implantación de la esclavitud como alternativa al exterminio, fue una medida práctica, de la inteligencia?

Pero, insisto, el pequeño grupo humano no se diluirá del todo ni dejará de bregar por sus intereses particulares de sus miembros y según los criterios asentados en sus propios mitos ancestrales (los fenómenos del cristianismo, del nazismo y del stalinismo, por no mencionar el caso extremísimo de los jemeres rojos, con sus llamamientos al predominio de la ideología del futuro por encima de los lazos familiares y la tradición, muestran hasta qué punto es posible de todos modos explotar políticamente la ruptura de la que habla Rich Harris entre hijos y padres.) Del mismo modo que las hormigas nunca llegaron ni llegarán a integrarse en una única supercolonia, los hombres jamás se integrarán en una única humanidad. Ningún mito podrá conseguirlo nunca mal que le habría pesado reconocer a Maynard Smith y a tantos hombres buenos bajo los cuales, de todos modos, y como poco, late un pequeño Rousseau.

Esa identificación grupal de ámbito reducido que continua estando pues vigente, está no obstante limitada en sus acciones, tendencias y deseos desde el conjunto mayor de la sociedad compleja, que sojuzga al líder del pequeño grupo con el resto de sus miembros, esclavizándolos, servilizándolos o empleándolos, y a veces condenándolos a la castración, la tortura y/o la muerte (a veces reduciendo sus asignaciones presupuestarias.) El pequeño grupo queda, en todo caso, más o menos marginado y dispuestos a prepararse para una nueva ocasión que le permite convertirse en el grupo hegemónico de reemplazo... Simplemente, para darle la vuelta a la tortilla.

De ahí que la teoría marxista de la división en clases no sea aclaratoria del mismo modo que la evolución social en base al desarrollo de las fuerzas productivas (progreso industrial y tecnológico) y de ahí que desde un principio la burocracia se hiciera necesaria y se impusiera (exigiendo y consiguiendo su tributo) y que la ideología del grupo (su mito existencial y fundacional) fuese discriminatorio y mandatorio. Eso explica la proliferación de burocracias en busca de apoyos, ejemplo de las cuales los partidos políticos y en especial los "comunistas" y los "reformistas" (y hoy los islamistas, por ejemplo), encuentran en sus tradiciones dogmas útiles aglutinantes.

(Como, si se me permite, eso de "la memoria histórica".)

Las tendencias dominantes pero también la generosidad y el altruismo ya estaban presentes en los genes de los simios. También ellos son instrumentos teleonómicos y como tales están al servicio de la evolución, de la reproducción, de la invarianza, del conservadurismo intrínseco a la vida.

De ahí que la sociedad humana haya alcanzado el actual modo burocrático de organización que define cada vez mejor el sistema de luchas grupales y de establecimiento del predominio de los grupos entre sí y dentro de los grupos mismos. Siempre con la convicción explícita de que la verdadera humanidad será la que "mi" grupo "promueve y difunda hasta que todos sean como "los míos", o sea, dejen de ser "otros".

El grupismo y sus reglas intrínsecas explicarían la tendencia a creer en la capacidad de liderar al mundo por parte de un grupo específico y en última instancia de sus dirigentes o líderes individuales. Y la facilidad para asumir el exterminio de los demás grupos (rivales) en nombre del futuro mismo de la humanidad. Y también de perpetuarse mediante métodos selectivos primitivos y naturales, que deberíamos estar tentados de catalogar desde el presente cercano como nazis y amorales, como en las conductas simples e inocentes de las madres primitivas en base a cuyas experiencias Judith Rich Harris desarrolla la tesis de su artículo "Parental Selection: A Third Selection Process in the Evolution of Human Hairlessness and Skin Color" que ya he comentado en la entrada específica dedicada a este asunto.

Y también explicaría el carácter más recalcitrante y perverso que hallamos en los grupos que más valoran la existencia de los agrupamientos y hacen eje en las acciones de masas y en la solidaridad y demás sentimientos colectivos (que son definidos siempre por la cúspide, los representantes, los intérpretes, los sacerdotes... Los individualistas, a fin de cuentas, serían los menos peligrosos para la existencia de los demás, incluso los más tolerantes.

Pero el grupismo hay que aceptarlo sólo como se aceptan las enfermedades o los parásitos benéficos: valorarlo positivamente sólo nos conduce a aplaudir también el egoísmo de los líderes y la servidumbre voluntaria de las masas. La naturaleza, la realidad, los resultados de la evolución y de la existencia de materia interactuante, no es ni moral ni no moral, y mucho menos inmoral. Está más allá del bien y del mal (aunque el hombre no llegue a convertirse en superhombre.) La moral, dicho sea de paso, es un mecanismo contradictorio, pero no combatible, no extirpable ni especialmente valorable, de nuestra idiosincracia resultante.

Por eso creo que no será posible, salvo que nos convirtamos en una especie enteramente diferente de la que hoy somos y conocemos y en la que nos reconoceríamos, o que, transitoriamente, nos viéramos un día enfrentados a una raza distinta proveniente del "espacio exterior", una raza que ya será distinta por el mero hecho de provenir de otra parte, que se consiga lo soñaban Maynard Smith y Szathmáry:

"Necesitamos crear sistemas legales (...) y mitos que extiendan la lealtad de grupo a la especie humana en su conjunto." ("Ocho hitos...", Matemas, pag. 229)

... y que más bien se cumpla lo que dice Pinker, a saber, que:

"(...) cada grupo desarrrolla una comunidad de intereses que le lleva a entrar en conflicto con otros grupos" ("Introducción" a "El mito de la educación", Debolsillo, pag. 15)

... lo que siempre reflotará de entre los acuerdos, alianzas y compromisos utilitarios e inevitables.

Habrá que terminar de escribir algún día la historia de los hombres de modo que explique paso a paso, interacción por interacción, por qué somos los que somos y por qué somos cómo somos, es decir, quiénes perecieron en realidad por el camino (qué rasgos genéticos) y por qué. Y qué nos permitió asentarnos a los demás, triunfar sobre el resto de las posibilidades experimentales. Y decirlo muy claro en cada una de las etapas y para cada uno de los acontecimientos: cobardía, perversidad, fuerza, astucia... lo que sea.

3 comentarios:

Unknown dijo...

Cuando dices 6 es porque hay 5 articulos mas sobre el grupismo? tienes los links?

Carlos Suchowolski dijo...

Disculpas ante todo por no haber respondido antes... pero hacía un tiempo que no me pasaba por aquí... En efecto, en el blog esta es la sexta entrada dedicada al tema de la "grupalidad" o "grupalismo". En cualquier caso, seguramente le harían falta ajustes a la luz de mis posteriores reflexiones y mis últimas lecturas. En cuanto a los links, entiendo que los posts se pueden localizar fácilmente en el índice de entradas del blog que figura en la solapa...

Carlos Suchowolski dijo...

El anterior, publicado meses antes fue:
https://unanuevaconciencia.blogspot.com.es/2007/08/propsito-del-artculo-de-rich-harris.html
etc.