domingo, 31 de mayo de 2009

El "Mercado Negro" como fenómeno supraeconómico de la sociedad burocrática

No sé (ni, sinceramente, me interesa) lo que pretendía "El Público" con su portada del 18-5-2009. Como de costumbre, no pasé del titular de ese pasquín que existe para servir a la agit-prop del régimen -o más bien a la agit pura-, pasquín que aunque por el momento no haya alcanzado el grado equivalente no deja recordarme a aquella radio africana de infausta memoria que tan eficazmente ayudó a cocer un genocidio.

Debo suponer de todos modos que entre sus páginas se agazapaba otra algarada contra el capitalismo malo... ese que hace rato viene siendo marcado como el enemigo y al que tanto costaría subordinar a los dictados seudoideológicos del gobierno tal vez a la manera en que ha sido posible, por ejemplo, con los capitalistas buenos rusos, chinos, birmanos, venezolanos, iraníes o árabes... Incluso, los que habrían deseado para sí muchos protestantes y católicos, y todos los moralistas de otras escuelas o doctrinas, adeptos de una visión moral que sin embargo sólo puede acabar alimantando una gigantesca hipocresía... para no ser objeto de una reeducación forzosa a la manera de la también memorable laojiao.

En todo caso, debo imaginar que El Público, en tanto agitara ese día alguna idea mínimamente sólida (dispuesto a abandonarla por la tarde sin prurito alguno a la manera de su jefe), sugiriera algo relativo a la peligrosidad del mencionado crecimiento, a las consecuencias de su descontrol y por ende a todo lo contrario de lo que el enemigo liberal ha sostenido al respecto, esto es, que esa expansión y crecimiento es un subproducto de las restricciones a la libertad de comercio que conlleva la burocratización.

Revel, en su "El conocimiento inútil", lo explica precisamente de esa forma. Allí, aparentemente en línea con Adam Smith y sucesores y a cuento de la elevada burocratización que aprecia no sólo en el Tercer Mundo del que da el ejemplo de Perú, sino incluso los bajo gobiernos socialistas de Europa entre los que menciona al de Felipe González (donde había, dicho sea de paso, según un informe oficial de 1986, ¡"300.000 empresas clandestinas (...) la cuarta parte del PNB real"!), señala:

"El liberalismo es (...) la reacción natural del hombre en sociedad ante los problemas que se le plantean. Es su conducta económica de base.

"(...) la libertad de emprender es, ante todo, el medio de defensa de los pequeños contra los grandes y de los débiles contra los fuertes. (...) la clase política, la clase burocrática, las grandes empresas, el ejército, los poderosos sindicatos. Para soslayar esas murallas, a los desamparados no les queda más recurso que lanzarse a la economía paralela, es decir, la economía real (!!)" (op.cit., Espasa Calpe - Austral, Madrid, 2007, pág. 190. Los signos de admiración y la negrita son míos).

Algo que para Revel no puede ser atribuido, y coincido con ello, simplemente a las "maniobras de de los grandes capitalistas (?), al deseo de algunos pequeños tramposos de defraudar al fisco y de eludir las cargas sociales" (ibíd., pág. 191); que, según Revel, y coincido en ello, debería llevar a "estudiar las causas profundas de esa economía clandestina" (ídem), pero que no se puede decir, sin más y muy alegremente, que produzca "consecuencias positivas para los más desfavorecidos" (ídem), escamoteando o al menos olvidando hechos extraeconómicos tan "reales" como por ejemplo... las organizaciones mafiosas y/o piratas normalmente involucradas, sin duda absolutamente coercitivas y superexplotadoras de "los (estos sí) más desfavorecidos"... ¡Y lo subrayo: por ejemplo!

Tal vez justamente esto último haya sido considerado adecuado por "El Público" para arropar al engañoso Gobierno protector y salvador de su jefe, ese líder optimista y bonachón que, pobrecito, ante la envergadura de La Crisis, venida de fuera pero contra la que ahora estaría alineado como nadie, en particular contra los traidores a la patria y los aprovechados en uno u otro terreno... como el... electoral... no puede hacer más que mantener la guardia con un ferviente y expresivo deseo de superación, con una gran carga de sentimientos solidarios hacia los desamparados, etc., incluso a costa de empeñar hasta más allá de lo admisible el futuro y la viabilidad misma de toda la sociedad, siempre preparado para comenzar a decir, en cuanto las cosas cambien (y la camarilla no sea removida por los hechos) todo lo contrario... o lisa y llanamente lo que sea.

En uno y otro caso, comprendámoslo, no se trata de Economía, sino del Poder.

Pero Revel también hace un juego que, considerándolo con tolerancia, podemos calificar de idílico cuando describe el fenómeno tratado en términos paradisiacos o, lo que es lo mismo, como propio de la naturaleza primitiva del hombre. Una naturaleza ya venerada en su tiempo por Rousseau y por éste contrapuesta a la corruptora civilización del presente que, sin embargo, contradice la otra idea clave de la Ilustración y del Racionalismo sobre la que se apoya la teoría también contradictoria del liberalismo y de su Economía Política: la del progreso, idea ante la que Revel y los liberales de hoy en día muestran posturas vacilantes u oportunistas. Constituyendo alternativamente ambas las partes buenas o virtuosas del hombre según la conveniencia ideológica del discurso, y alternativamente enfrentadas a las verdaderamente diabólicas y perversas que andarían haciendo de las suyas cada una por su cuenta, como en la historia de "El vizconde demediado".

Idílica apariencia que encierra en realidad un condescendencia sospechosa e intenciones de edulcorar la realidad a tono con la típica mala conciencia del intelectual. Y que tiene por resultado (y tal vez por objeto) escamotearnos unos hechos y distorsionar otros en nombre de los apriorismos ideológicos asumidos por Revel como "toma de partido", o sea, en nombre de una sociedad más o menos ideal en la que él se sentiría más a gusto y que ve que en realidad no cesa de alejársele cada día más... reacia a las reformas que el liberalismo le aplicaría gustosamente si pudiera.

Muchos son los lectores que escuchan a Revel, Mises o Hayek (del mismo modo que otros escuchan a Marx y a Engels) y que se quedan (como sus autores predilectos) tan anchos ante las falacias escondidas tras las simplificaciones y los cuadros simplistas de la realidad que unos y otros pintan para favorecer sus utopías. No se detienen a estudiar los hechos con detalle y les basta la argumentación lógica o racional... de la propia autoridad cultural previamente aceptada (la de uno, la del contrario) o, en todo caso, la música de sus argumentos y de sus slogans. Pero el mercado negro, o las economías paralelas y clandestinas, e incluso las que abrieron el paso al capitalismo y que merecieron el nombre menor de mercantilismo... no tienen ni tuvieron nunca nada de idílico ni de paradisiaco, nada de cosas "positivas para los desamparados" (igual, sí, que no lo tiene ni lo tuvo ninguno de los imaginarios escenarios socialistas o comunistas cuando devinieron realmente posibles, o el edén de cristianos, judíos, musulmanes, etc., y el Nirvana budista... mientras se lo espera y se esfuerza uno para merecerlo).

Los desamparados, en todos esos sitios imaginarios, tal y como unos u otros mitómanos los pintan, sólo cuentan con la benevolencia del Padre, lo que se traduce en uno u otro Estado y se manifieta en sus representantes en la Tierra, Los Partidos, La Iglesia... O, en todo caso, en la llamada protección de la mafia, de la piratería o de cualquier otra organización equivalente que haya ejercido el control y la supuesta protección de sus miembros y adherentes subvencionados o participantes sin más de las migajas de los botines de guerra o de rapiña, todos sujetos a la sociedad por reglas de hierro forjado.

¿Pero qué nos dice Revel, y qué da a entender a medias el liberalismo al respecto? ¿Que "los desamparados", forzados por la presión de "los poderosos" -vagas ideas muy a propósito y propias de las narraciones oscuras y fantásticas que inundan las estanterías destinadas a los best sellers del género-, se encaminan espontáneamente hacia el mercantilismo? En tal caso, ¿se trata de una reacción que debe ser detenida a pesar de ser natural a base de reducir esa presión al máximo como propone el liberalismo a veces sólo con la boca pequeña? ¿O por ser natural, positiva y hasta promisoria, debería favorecerse esa tendencia hasta que todos nos hagamos comerciantes de productos hechos tal vez en casa o por cuenta propia, tal vez venidos de otro mundo... paralelo?

Revel no dice ni una sola palabra de la brutal explotación que se llevó siempre a cabo en las casas de los artesanos, sobre sus propias familias y sobre sus aprendices, del origen delictivo (no sólo por evadir impuestos y regímenes aduaneros) de la inmensa mayoría de los productos que se venden en los mercados negros, de las mencionadas mafias que los organizan, de la corrupción que ese mercado negro extiende entre los policías de diverso rango y otras autoridades en su mayoría locales y próximas a los desamparados... ellos mismos de ese origen y esa condición.

Nada. Nada que empañe la imagen idílica al servicio de la buena utopía. Sólo... "mentiras nobles", como las llamara y defendiera Sócrates y Platón.

He buscado en las obras de los economistas clásicos del liberalismo donde habrían debido mencionar el fenómeno de haber sido significativo para ellos en su época, pero no he podido hallar nada específico. Ni Smith ni Mill mencionan nada que se pueda considerar "economía paralela" o "clandestina" en el sentido en que se la considera hoy. Dos cosas se deducen de esto (salvo que la real sea la tercera: que yo no haya sabido hallar lo que he buscado): primero, que el "mercado negro" sería un fenómeno contemporáneo o poco más, y, segundo, que sus manifestaciones eran consideradas por los clásicos como meras expresiones del propio capitalismo en desarrollo, es decir, que ese mercado apenas si sería parte del Mercado con mayúsculas (lugar de encuentro de la oferta y la demanda, lugar donde se encontrarían el capital y la fuerza de trabajo de libre contratación). Fenómeno contemporáneo, nacido a principios del siglo XX cuya circuncisión se llevó a cabo a los catorce, al tiempo que estallaba esa Primera Gran Guerra "por los mercados nacionales ajenos" como la denunciarían algunos socialismos de entonces. Por esos mercados y, habría que añadir, de paso por todo lo demás... Es decir, a tono con lo que vengo sosteniendo: como producto de la creciente e imparable burocratización y de su repercución en el terreno económico, como observan más fácilmente los liberales por la cuenta que les trae (o sea, a instancias de lo que ellos pretenden defender, aunque sin por ello, ni a pesar de ello, dejar de creer en la posibilidad de un retorno al imaginario edén que realmente no llegó a existir jamás, como documentan claramente Adam Smith y Mill).

Y en este punto se entrelazan las dos cosas: la causa que hace específico al fenómeno del mercado negro y la revelación de las idiosincrasias propias del propio modelo original y por tanto puro del capitalismo "natural"; entrelazamiento que no se puede explicar desde ni en la Economía y que sin embargo pone de manifiesto lo que realmente está detrás, lo que realmente explica toda la Historia Humana con los hechos, lo que inclusive se desprende de la Evolución y del propio carácter de la vida y que, dicho sea de paso, Adam Smith referencia vaga y fugazmente cuando hace algo precisamente de Historia con el eufemismo complaciente de... "desigualdad de fortuna" ("La riqueza de las naciones", Alianza bolsillo, Madrid, 2007, pág. 680). En definitiva: de lo que precede y por ello explica el mercado, la propiedad, el capital, y toda institución humana.

Pero detengamonos a ver un poco más cómo Adam Smith, el fundador de la corriente a la que Revel dice estar adscrito, y a quien la época no lo obligaba a mentir ni a ocultar las facetas menos agradables de las cosas para la defensa de sus posiciones, describía ese mercado genérico. Y observemos cómo esa descripción es suficientemente útil para describir el fenómeno considerado; al menos desde un punto de vista económico, punto de vista justamente que el liberalismo y la Economía Política consideran indispensable y exclusivo para dilucidar la realidad y que, para que conste, constituye a mi juicio la parte más visible de sus errores.

Al referirse a los primeros tiempos del capitalismo, cuando aún convivía sin problemas con el absolutismo -como por otra parte haría muchas veces y hasta en nuestros tiempos bajo otras formas y otros nombres- pero cada vez más dificultosamente a raíz de la burocratización y no de la monarquía, Adam Smith nos cuenta:

"El Sr. Colbert, ministro de Luis XIV (...) abrazó (¡"por desgracia"!) todos los prejuicios del sistema mercantil, por naturaleza y esencia un sistema de restricción y regulación..." (op. cit., pág. 647; el paréntesis lo he puesto por necesidades de reodenamiento abreviado de la frase y sólo los paréntesis son míos).

Un "sistema de restricción y regulación"... que continuó ni más ni menos por ese mismo camino, sin duda obstaculizando la economía espontánea hasta obligarla a clandestinizarse o a volverse paralela... Sin duda a tenor de los criterios de la burocracia (fuese la de Luis XIV o la posterior, la que tomó el poder a caballo de la revuelta popular curiosamente en contra de esa misma burocratización agobiante e insultante -por favor, véase al respecto a Tocqueville, a quien ya más de mil veces he citado-), criterios o más bien seudocriterios que afectan a todo el mundo, incluído al Capital, ese Capital cuyos poseedores, otra vez según el propio Adam Smith: sólo pretenden "la liquidación, en todo lo que sea posible, de la incómoda competencia de esos rivales tan odiosos y desagradables" (ibíd., pág. 644), lo que los lleva, individualmente o en grupo, a solicitar la ayuda del mismísimo Estado (de la burocracia que lo ocupa y que en tanto no ayude o moleste demasiado haya que reemplazar... por otra, en todo caso más... "amiga", más "sensata").

Sin duda...

"...no es necesario subrayar hasta qué punto estas reglamentaciones son contrarias a la tan pregonada libertad individual de la que tan celosos guardianes simulamos ser, y que en este caso es manifiestamente sacrificada ante los fútiles intereses de nuestros comerciantes e industriales." (ibíd., misma página)

Sin duda...

"...en el sistema mercantil el interés del consumidor (esa figura vaga sociológicamente hablando) es casi constantemente sacrificado frente al del productor..." (ibíd., pág. 645)

Sin duda (aunque no siempre en realidad), Adam Smith pone en evidencia su sueño de un mundo feliz orientado relativamente al consumo, acercándose a la figura de Sócrates, el sabio, que bregaba por la "ciudad buena"; y repitiendo para ello la idea del sabio de pretender orientar bien a los dirigentes de su época, ya fuesen productores del capitalismo en desarrollo, ya ministros de Luis XIV. Y poner mordaza a los poetas... y en todo caso al hedonismo al que todo hombre es, lamentablemente, tan propenso...

Evidentemente, autoerigiéndose él y sus amigos más cercanos, en garantía de la virtud y de la mejor marcha de las cosas, eso sí: siempre en nombre de los "desamparados" y en contra de...

"...los ricos (que) están necesariamente interesados en conservar un estado de cosas que pueda asegurarles la posesión de sus propias ventajas." (ibíd., pág. 680)

Sí, Adam Smith y no Marx, era quien así hablaba; Adam Smith, quien, como señala Braun en la introducción a la edición citada, buscaba "un incremento en el nivel de vida del pueblo" y sentía un "intenso recelo (...) hacia los empresarios" que, añade Rodríguez Braun respaldando resignado lo que existe, es decir, la sociedad de la que él vive como empleado bien remunerado y considerado de la cultura: "sólo son útiles a la sociedad en la medida en que compitan ofreciendo bienes y servicios buenos y baratos..." etc. Una declaración sin duda muy... socialdemócrata que se basa en que "Una cosa es defender el capitalismo (...) y otra a los capitalistas" (Estudio preliminar, ed. cit., pág. 15) como él mismo según señala "parece decir" su maestro. Una declaración que une a los cuatro (y a muchos más), Smith, Marx, Sócrates, Rodríguez Braun, salvando por supuesto las distancias, con una cuerda fina llamada intelectualidad. Y que apunta hacia un Capitalismo sin capitalistas como ya he señalado un par de veces o quizás, más exactamente, a un capitalismo con capitalistas supervisados, en todo caso tan contenidos y subordinados al Poder Magistral como, por ejemplo, los capitalistas rojos de China... salvo por el supuesto apriori diferencial de hacerlo no mediante un Partido Comunista, es decir, una organización de burócratas dogmáticos, sino de otra de virtuosos y abiertos teóricos y especialistas modernos; cosas en realidad ambas que no son sino estereotipos imaginarios; sí, en sentido estricto, ambos. Y ambos bajo el paraguas de la libertad y la democracia por necesidades de la propia estrategia mentirosa o por la mala conciencia autoengañosa (1).

La vigorosa ave Fénix del capitalismo... en realidad el simulacro simplificado de éste en el modelo de la Economía Política clásica, sin embargo no es el que existe, no es el que existiera nunca, ni tiene por qué ser sino todo lo contrario el que alguna vez exista. Todas las tendencias llevan en direcciones opuestas en relación con esa utopía en donde los hombres seguirían a rajatabla el guión que aquellos sabios liberales habrían escrito previamente en unas Tablas de la Ley económico-seculares asimismo absolutas, asimismo eternas. Y todo para por fin imponer, si acaso... La Libertad hasta para quien no la quisiera, como decía lúcida y desvergonzadamente Rousseau; una libertad que derivaría mágicamente de un compromiso entre su tendencia salvaje y los recortes racionales que sugerirían los sabios desde su propia lógica (la que tan difícilmente cuesta definir, como bien discurre Bruno Leoni). Se trataría, en fin, de imponer a la naturaleza rebelde o demoníaca, extraña e inexplicablemente corrupta, la virtud, la verdad, lo conceptual, lo formal, la lógica, la razón, etc., en fin: demasiadas más imposiciones que libertades.

Pero, ¿es acaso algo demoníaco lo que hace que los empresarios, grandes, medianos, pequeños o minúsculos, e incluso los meros artesanos independientes, se sientan empujados a evadir las leyes que reducen u obstaculizan por uno u otro motivo sus posibles beneficios y los lleva no a un derrocamiento del Estado ni a su reducción sino a exigir leyes que favorezcan sus negocios particulares? Y al mismo tiempo, ¿lo que lleva a los desamparados a incorporarse a él, es decir, a aceptar sus reglas?

La respuesta me parece inmediata y no tiene nada que ver con influencias surgidas del Averno: lo de toda la vida. Porque eso es en el fondo expresión del único capitalismo que realmente haya existido... y que simplemente se manifiesta tal cual es en los intersticios de una sociedad burocrática cada vez más burocratizada. Un imaginario social, en la interesante y jugosa expresión de Castoriadis, que aflora límpido a su manera y sucio como todo lo que es y ha sido demasiado humano en las catacumbas o cloacas del mercado negro. Que, por cierto, siempre fue y es marginal aunque represente porcentajes increibles de la actividad económica total de ciertos países (el caso somalí podría ser un extremo, y tal vez por eso es mirado con tanta condescendencia por la extrema izquierda del liberalismo). Normalmente, lo es en el contexto mayor de un capitalismo regulado (o sea, controlado por una burocracia que nunca lo sustituye del todo ni lo ha hecho ni en los casos más sonados como la URSS o China... o el Islam, aunque eso les parezca a muchos y a quienes los utilizan con fines propagandísticos o de dogma) que no permite que ese modo de comercio ni esos comerciantes (que los margina en nombre de... el libre mercado oficial al igual que la mendicidad se combatiera, y duramente -penándola con la horca-, en nombre del libre trabajo). Está pues condicionado a actuar como el resto de la economía actúa bajo el paraguas: compitiendo con él en el mismo terreno, el del intercambio.

No es, por otra parte, ni totalmente libre, ni puede prescindir de la burocracia (incluso convenientemente corrupta), y manifiesta en su seno las peores maneras mafiosas, engañosas, monopolistas, etc., de las que se acusa a los capitalistas o empresarios desde Adam Smith y en adelante. Lo que demuestra en todo caso la forma más pura o primigenia de capitalismo (un tanto a imagen de ese primer mercantilismo que dio precisamente lugar con su desarrollo a lo que hoy debe llamarse capitalismo burocrático).

El mercado legal incluye ilegalidades sistemáticas, incluso la legalidad es usada para legitimar actividades espúreas.

¿Qué otra cosa pueden hacer pues, sino competir con el mercado oficial que ya ha impuesto su propio imaginario?

El capitalismo, cuya producción no es principalmente, como sostenía Smith, justificable en tanto que producción para el consumo (y menos para los consumidores, como extrapola Revel escorando hacia la izquierda), tiene, como todas las sociedades que se sucedieron a lo largo de la Historia, como toda la actividad humana de sus grupos particulares, la dominación, el poder, sea este real o imaginario, haya podido realizarse o apenas ser soñado. Y por eso existe y es a veces predominante, la producción para la destrucción, la producción para la guerra, e incluso la que Adam Smith califica desde una óptica más moral que económica de improductiva.

Lo que nos lleva enteramente fuera de la Economía... en la que en el fondo nadie cree; la que, en el fondo, no es sino una múltiple coartada.

Sí, eso pienso por fin, que el problema en realidad, está pues, como lo está de por sí toda la Historia humana, fuera de la Economía. Y que sólo desde otro ámbito puede darse cuenta del mismo evitando las utopías, las falsas, impostadas o inconscientes ingenuidades, todas nacidas de un apego material al lecho de rosas en el que descansamos, o nos lo parece.

La "conducta económica de base" de Revel y de todos los economistas liberales no es sino... la voluntad de supervivencia. Es ese instinto primario, vital, animal y humano, el que busca el camino para realizarse, tanto mediante la propia adaptación del individuo como mediante la del entorno. Es ese instinto el que en un mundo dado, donde las posiciones están previamente ocupadas, donde los desamparados buscarán una vía para obtener sus medios de supervivencia, aceptando la esclavitud relativa o la superexplotación, escogiendo las diversas sendas de la criminalidad, la corrupción o la prostitución, o hallando una manera de competir en los términos de la sociedad instituida mediante un sucedáneo de esta que es la economía paralela o... ilegal.

Y esa ocupación previa de las posiciones, posiciones sociales obviamente, socialmente legitimadas, posiciones por tanto explicadas por todos los actores de manera limitadamente racional (o ideológica) y en última instancia irracional, la que debe ser explicada como resultado del tiempo y de la sucesión de hechos históricos, cosa que no es, no ha sido nunca, ni puede ser capaz de explicar la economía en su propio terreno. Y que en última instancia se refiere a La Fuerza, a la dominación física, al resultado de la lucha de unos grupos contra otros por hacerse con esas posiciones que le permiten sobrevivir, dominar en fin el mundo a través de otros hombres tanto como de los animales, la tierra, en fin, la naturaleza entera, o... lo exterior a él mismo, a su propia y reducida humanidad.

La distribución de la riqueza (y obviamente su redistribución, así como su apropiación originaria), se produce y se produjo en realidad (y los dos grupos lo saben en la práctica aunque lo oculten también a cuento de la vergüenza ante la propia animalidad) mediante la dominación previa de unos grupos sobre otros. Es decir, de un modo político en el sentido clásico del término. Esto, que se solapa con el establecimiento progresivo de una ideología dominante, de una concepción mítica de la sociedad a la que se llega... socialmente, que conquista una posición psicológicamente dominante, pone de manifiesto que lo primero es... el poder y no la pureza conceptual, la teoría o el diseño imaginario previo de la utopía, como se prefiera. Y por eso, el futuro no se puede deducir de leyes económicas inmanentes... que no existen por encima del mundo ni deambulan per eternum en una fantástica Caverna.

Es más, la definición de riqueza, los objetivos de creación específica de la misma, sus métodos de obtención, acumulación y reproducción... están determinados por el signo de ese poder y de esa fuerza, de esa dominación, dominación que todos en mayor o menos medida acatan y a la que se someten incluso sin necesidad de una presencia coercitiva sistemática (2).

¿A qué si no se refería Adam Smith mediante el eufemismo mencionado antes, que justamente asoma en la breve y sin duda tímida apelación a la Historia pasada (antes de, por decirlo de algún modo, el inicio propiamente dicho o dominante de la Economía)? "Desigualdad de fortuna"... ¿qué es sino suerte hereditaria, suerte en la conclusión de batallas e invasiones, suerte en la capacidad del propio grupo sobre los demás... mejor fortuna inclusive en el proceso de selección natural que diera como resultado... mejor sangre, más inteligencia, más astucia...? Y ¿para que otra cosa que para dominar al otro aprovechando una u otra facultad?

Y es que no hay otra forma de explicar el nacimiento sin duda decisivo de la propiedad privada (en general incluso), es decir, su legitimación jurídica como resultado de una acción de fuerza favorable, y... lo que deriva tanto el liberalismo tras escamotearlo como el marxismo al que ello le permite construir su pretensión de "recuperarla" para el pueblo trabajador y de ese modo para la "humanidad toda". Una inversión y extrapolación que será también justificada mediante la Económica (teoría del valor-trabajo, del que se excluye o ignora el de la naturaleza; "teoría de la plusvalía" en fin que permite al marxismo reclamar, en nombre del proletariado ,"su creador", y por este medio... para sus representantes constituidos en Estado (la "dictadura del proletariado"), el derecho natural al usufructo exclusivo de ese sobrevalor que indudablemente habría de incluir... el producido por los demás creadores (los animales, la tierra...) que, ciertamente, ¿a quién le importaría?, y del que se debería descontar los costes, entre otros los de esa representación, los de ese Estado, los de esa dictadura de clase, y los de su inevitables irracionalidades consecuentes, es decir, los que resulten de la aplicación de su propia y legitimada Fuerza contra todos los demás incluyendo a campesinos, obreros y soldados...

Smith lo señala o lo reconoce aunque puede sorprender a muchos y otros sigan corriendo un tupido velo o ignorándolo por poco relevante o tautológico, y por ende, innecesario para definir la cuestión y dirimirla. Refiriéndose al capital agrícola, dice:

"...no sólo son trabajadores productivos sus peones, sino también su ganado de labranza.. Además, en la agricultura, la naturaleza trabaja junto al hombre..." (íbid., pág. 464)

¿Qué quiere decir esto que Adam Smith comenta sólo de paso, sin darle particular importancia ya que de por sí se la daban sus oponentes teóricos de la fisiocracia y en cualquier caso nadie ponía ese origen natural del valor y de la riqueza como sin embargo se ha puesto luego en duda o se abandonó a manos del marxismo, otorgándole así legitimidad adicional, corriente intelectual a la que también sólo parecía importarle el hombre?

¿No habrá que reconocer pues que de derecho natural nada y que todo grupo puede reivindicar el mundo como de su propiedad y/o usufructo, apropiarse del mismo por la fuerza y/o el engaño y armarse por fin y si hace falta de un cuerpo legal que legitime los hechos...?

El problema está, pues, no en la idílica racionalidad intelectual que ha creído una y otra vez encontrar el paradigma del futuro que le permita legitimarse en el presente, sino la realidad humana que se caracteriza por la desigualdad en el desarrollo de las capacidades individuales, el grupalismo a través del que puede ponerlas en práctica y la lucha por la supervivencia mediatizada por los resultados que sus acciones para realizarla han ido construyendo, tanto reales como imaginarios. El problema tiene por ello que ver principalmente con lo que se entiende por Poder Político, con lo que se entiende por supremacía mediante la coacción. Y por ello es que hemos evolucionado tal y como lo hemos hecho. Por ello es que las utopías se construyen y a la vez no se pueden instaurar. Por ello es que el mundo tiende a funcionar cada vez más en atención a esa instancia y volvemos como atraídos como por un imán hacia formas políticas que persiguen el poder y la fuerza por el poder y la fuerza, que hacen evidente que el lenguaje fue en el fondo siempre, aunque cada vez de manera más evidente o descarnada, instrumental.

Fue esa fuerza (que dio a unos más fortuna -por suerte- que a otros) la que dirimió las diyuntivas, produjo los atajos, impuso la coerción, justificó la locura y el horror, obligó a la servidumbre y a la traición, al engaño y a la trampa, al trabajo y al robo... y a muchos los hace mirar hacia otro lado y a dejar hacer... Esa fuerza es la que está detrás de todos los famosos contratos sociales o los armisticios, y no la racionalidad ni a la lógica. Contratos que unos definen hasta el máximo de lo posible y otros se ven obligados a aceptar apretando más o menos los dientes. La fuerza que se disfrazó incluso más de una vez de Necesidad Liberadora cuando no de imposición divina o de Moral Universal. Una fuerza que creció efectuando simbiosis horizontales que dieron nacimiento a significaciones que acaban pareciendo otras cosas, con el comercio y la justicia, con la nobleza y la moral, con la sabiduría y la cultura... Fuerza no obstante que se desboca en el límite y que cada vez se ha hecho más descarnada, menos necesitada de una explicación sustancial, más insignificante y vacía pero más exclusiva y determinadora. Un verdadero virus que va vertiginosamente de mutación en mutación tan sólo para perpetuarse como lo que siempre fue, esto es, para nada de nada.

Este artículo propone sin duda un enfoque diferente que está lejos de haber llegado a los detalles. Sería de agradecer que tratando de no repetir viejos dogmas aprendidos o legados, se señalaran sus debilidades.


* * *


Notas:


(1)
Vale la pena repetir aquí lo que nos recordó muy honestamente Carlos Rodríguez Braun recientemente haciendo gala de su idiosincrasia y de sus propias preferencias:

"...Adam Smith ya nos enseñó en el siglo XVIII que los empresarios no son liberales, y que aprovechan cualquier oportunidad para no competir, reclamar privilegios y conspirar contra el público."

No es extraño que la realidad lleve a intelectuales como él de
regreso a la melancolía (como tantas veces a lo largo de la Historia del Eterno Retorno, según documentó suficientemente Lepenies) y acabe atrincherándose en la excentricidad o la rareza, como él mismo declara:

"En fin, ahora se ve que los liberales no somos más que una minoría de raros que defiende la libertad. Y se ve que sus defensores meramente oportunistas o circunstanciales pueden convertirse en sus enemigos".

...aunque no por ello dejando de sacarle a esa
rareza algún partido...


(2) Como bien apunta Cornelius Castoriadis en su estudio de 1981 del régimen soviético:

"La parte invisible del poder -y la más importante- esfinalmente la que actua sin tener necesidad de actos específicos para manifestarse. Durante mucho tiempo, la Iglesia no tenía ninguna necesidad de tomar decisiones ad hoc para que se construyeran iglesias, ni de enviar a gente de armas para que se le pagaran los diezmos. La misma sociedad se adelantaba a lo que la iglesia deseaba." ("Ante la guerra. Las realidades", Tusquets Editores, Barcelona, 1986, pág. 288)



* * *

Adendum del 12-6-2009:

Debo corregir en parte lo que escribí en el post acerca de las inencontrables citas al "mercado negro" por los clásicos y en concreto por Adam Smith. En el post yo decía:

"He buscado en las obras de los economistas clásicos del liberalismo donde habrían debido mencionar el fenómeno de haber sido significativo para ellos en su época, pero no he podido hallar nada específico. Ni Smith ni Mill mencionan nada que se pueda considerar "economía paralela" o "clandestina" en el sentido en que se la considera hoy. Dos cosas se deducen de esto (salvo que la real sea la tercera: que yo no haya sabido hallar lo que he buscado)..."

En efecto: no supe hallar lo que buscaba ni leer que en las referencias a la usura por parte de Smith se estaba haciendo de hecho mención al "mercado negro" (MN), en concreto al financiero. Lo cierto, es que ya en la época de Adam Smith existía el "mercado negro" al que sin embargo no se consideraba de la manera en que se hace hoy, tal vez por su marginalidad fácilmente asociable a "lo moral", tal vez porque en Smith no fuese tan "necesaria" la defensa de los apriorismos en tanto no había nada "más a la izquierda" del liberalismo. También, sin duda, ya entonces fue asociado a la intervención burocrática, aunque quizás entonces se previera más fácilmente "controlable". Dejaré esto aquí simplemente apuntado para tratarlo más en detalle en mi próxima entrada 3-b de la mencionada serie sobre el Liberalismo y su carácter intelectual, entrada que dedicaré más específicamente a la Economía Política y a sus limitaciones. De todos modos, las "dos cosas" que deducía en este post acerca de la manera de ver el MN en los comienzos de la Economía Política, no son del todo erróneas, aunque deben ser matizadas y precisadas.

Por fin, quiero añadir aquí un enlace a una reseña en la que se dejan datos interesantes que vienen muy a cuento (más allá de ilustrar hechos históricos reveladores acerca del mundo financiero) que retomaré en la entrada prometida.

sábado, 23 de mayo de 2009

De la lengua moribunda... pero más afilada que la más fiera lanza

El jueves pasado dejé el comentario que sigue en el blog de Gregorio Luri, El café de Ocata (donde se puede ver cómo la recurrencia a la banalidad histriónica acaba agrupando en torno a un público que sólo pesa como multitud), nacido al calor de uno de los tantos debates recientes provocados -nunca mejor dicho- por la propuesta gubernamental para una nueva ley del aborto... Como podréis observar, de hecho me he "des-marcado" del tema aparentemente central y del núcleo formal del asunto (a los que, para que no se diga dedicaré alguna pronta entrada, responsable como me siento a opinar sobre aquello que preocupa más de cerca) para centrarme en lo que en el comentario llamo "marcar" , siguiendo (parcialmente, como debería ser obvio) a un filósofo olvidado, Cornelius Castoriadis, del que hablaré pronto en cuanto pueda ampliar la sustancia del tema. "Marcar", la verdadera intencionalidad burocrático-política del gobierno... La manifestación que por encima de todas refleja la peligrosidad sutil, sibilina, engañosa y destructiva de este gobierno (en línea con el proceso integral y mundial en el que se inscribe; y del que esto es una faceta particular del poliedro y no "un trueno en cielo despejado"). Pero empecemos por reproducir el comentario sustancialmente tal como fue publicado y en todo caso adecuado a una mejor lectura:

"Mi opinión fundamental: creo que el mensaje no pretende ser más que un slogan sin significado real (si se discute en torno a él es porque se da por sentado que representa alguna idea, y no lo es). Tiene, como todo lo que dice el gobierno (y casi toda la política burocrática actual en todo el mundo) un rol fundamentalmente instrumental. En este caso (¡y momento!) el de intentar asegurar el voto de la juventud (mayor de 18 para las europeas, pero de 16 hoy para acabar siendo ¡de 18 para las generales!) y de los progresistas y contestatarios de diversos tipos, revistiéndose de "antiautoritarista" (como marca) para dejar a los demás (Gregorio Luri incluido, je...) como autoritaristas. Esto se completa con las palabras de ZP contra las "interferencias" (tomadas como lo que marca), a favor de la libertad de las jóvenes y en contra de los que hablarían de la libertad (léase los liberales) sin ser sino... unos conservadores o "carcamales" (como los del vídeo). La jugada es magistral en lo operativo, y este debate lo evidencia. Como en otros casos, aún no hay Ley (y si por fin lo hay, a ZP le dará lo mismo) sino sólo declamaciones y exabruptos (el alien no humano de la Aído, etc.)... Pero lo importante ya está hecho. Y si luego se corrige algo, por lo que sea, por ejemplo por necesidades de alianzas en el parlamento, etc., etc., eso se hará más en silencio y... ya no se publicará en la portada de El Público."

martes, 19 de mayo de 2009

Transvaloración y "compromiso", un inevitable zigzagueo

Para mí, como ya comprendieron algunos, sentirse superior a otros es algo inevitable. Yo sé que valoro mi propia capacidad porque me sirve (y a veces, tiendo a despreciar o rechazar, a tono con la depre, la frustración o el vacío cercano; es decir, la falta de sentir junto a uno la vida).

Yo la valoro en general (yo en general vivo -me desgasto- y por eso la valoro) como otros valorarán (y a veces despreciarán) la suya (belleza, valor, soltura, fuerza... lo que sea): los que aman la vida, su vida como forma aceptada (o rechazada) de la vida.

A veces hago valoraciones horizontales: prefiero mi inteligencia a la fuerza del otro (es de mi vida, es mi herramienta para asegurarla). A veces las hago verticales: mi inteligencia práctica a la libresca del otro; la mía más honesta, la del otro traicionera... Pero eso me pasa cuando, por amor a la vida, la mía, monto mi caballo y arremeto, eufórico, lleno de vida... En cambio, cuando estoy reposado, precisamente reflexionando mejor, reconozco que esas jerarquizaciones son improcedentes: porque es normal que la herramienta propia, la única o principal con la que se cuenta para asegurar la vida, simplemente sea la que cada uno use... y a cada uno le sirva...

Reconozco que no puedo decidir con certeza quiénes llevarán el mundo (tal vez a más de uno) hacia el futuro y menos al futuro del futuro, y tampoco a qué futuro... Incluso me atrevería a pensar que no serán los más sabios (en el sentido que le daba al término, por ejemplo, Sócrates).

Al menos han demostrado desde la época del mencionado sabio que ni son capaces ni desean serlo, prefiriendo mucho más el parasitismo contemplativo sin el cual tal vez no habría cultura (libros, textos, música, arte...), o sea, su propio alimento que a la manera de un pequeño hortelano célibe y vegetariano).

Por eso, a veces imagino que nos vamos con nuestros propios juguetes vaporosos a un planeta en donde unos sirvientes de metal y ciertos eficaces nanocuranderos nos permitan vivir mucho mucho tiempo metidos en mecedoras hamacas hawaianas y sirviéndonos suficiente, justa, comida sana mientras nos impregnamos y contemplamos deleitados nuestros propios conceptos danzarines y nos los cruzamos al vuelo en interminables charlas y debates, a veces pasionales y siempre más o menos recurrentes...

Y otras, ay, que la ciudad -¡una ciudad terrible y organizada de arriba a abajo!-, nos cerca, nos encierra y nos reduce... por un tiempo. Sí, me digo, esas son las pesadillas que se alzan desde el olvido... -he leído de ellas-, y que si vuelven, pasarán igualmente que antes... ay, aunque cuando yo ya no pueda ni verlas ni sufrirlas en carne cien por cien propia.

* * *

Nota: esta entrada viene de mi comentario a la a propósito del tema redactada por RDC en su blog Privat con su permiso tácito y obvio.


domingo, 17 de mayo de 2009

Por qué hablar de los intelectuales...

Considerar a los intelectuales como una suerte de subespecie sociológica y alentar la construcción de su sociología de grupo, puede parecer a muchos poco sustantivo.

Para mí, sin embargo, el asunto es doblemente importante. En primer lugar, porque los intelectuales (grosso modo) son los que producen o al menos organizan políticamente las ideas (tanto cuando las crean a partir de las anteriores como cuando sólo las remozan, ajustándolas al conjunto de su situación y a la del mundo en el que viven; afinándolas cada vez menos o tergiversándolas y reduciéndolas a slogans cada vez más). Sin duda esas ideas sirven -o al menos pretenden servir- a los hombres para explicarse el mundo y orientarse en él, pero, en la medida en que son un producto específico y diferenciador que puede ser utilizado para la supervivencia y para el intercambio, pone a quienes poseen esa facultad en la necesidad de buscar legitimarla formalmente, al punto de revestirlas de un histriónico ropaje revolucionarlo.

Es evidente que al hacerlo se reafirman como verdaderos seres humanos, como hombres por antonomasia. Son ellos quienes con su dedicación a la "búsqueda de la verdad" dan sentido a la posesión de una conciencia reflexiva: los elegidos por dios y los demonios hasta que, comprendida hasta cierto punto la naturaleza natural del fenómeno (en realidad sólo tras dogmatizarla), y disueltos formalmente aquellos entes supranaturales, conservaran la idea de que se trataba un don de la naturaleza que en cualquier caso los situaba en la parte superior del árbol de la vida incluyendo su ramificación humana.

Esto ayuda a que se vean a sí mismos como los mesías más idóneos para conducir al rebaño, sensación que sin embargo debieron ocultar más de una vez tras el resentimiento o malestar que provocara la obvia necesidad de la sociedad (o polis) de la que formaban parte, de tener que utilizar la fuerza para organizar la vida cotidiana. Las urgencias de la polis se contrapondrán con sus sueños generalizadores, con su convicción de que existe una esencia que haya que alcanzar... El desprecio, pero también la aceptación relativa y oportunista del día a día, serían inevitables. Estar inevitablemente seguros de que existe una verdad que de sentido a la existencia y a la conducta de los hombres les impedirá renunciar a la tarea de buscarla para, simplemente, sumarse a la tarea de organizar la vida política y a su construcción inmediata. Perder la propia vida en la batalla contra la cruda y desagradecida realidad (bebiendo la cicuta) les resultará a los propios ojos una pérdida irreparable para la humanidad.

Los hombres, obviamente todos, piensan, pero, por uno u otro motivo (que sin duda la evolución también explica en última instancia), sólo una minoría acabó especializándose en la práctica social de la reflexión, aunque sólo fuese para producir retórica. El hecho de que su rol encajó en la marcha del mundo es algo que explica que ese tipo particular de hombre se haya reproducido y haya poblado significativamente el mundo. El grupo destacó desde un principio, ya en el marco de los pequeños clanes primitivos, jefes, brujos y soldados... además, claro, de madres.

Renunciar a ese mito que enlaza con los de la superioridad humana propia de todo antropocentrismo -la del hombre blanco, la del civilizado, la del europeo, la del ilustrado...- pero también con la del progreso tecnológico y científico, la de la cultura occidental, etc., se hace obviamente muy difícil cuando no imposible. La resistencia es poco menos que absoluta. La amenaza es poco menos que equivalente a la deparada por la muerte. Muerte social sin duda, sobre todo cuando aún queda esperanza (aunque sea ingenua, aunque sea falsa, aunque sea un simulacro, una pantomima, un esperpento), cuando aún esa esperanza es necesaria o, si se prefiere, inevitable.

No obstante, elevada al rango de lo más sublime y de lo más virtuoso, indudablemente significativa en su influencia (y hasta por su generalmente perniciosa influencia tal y como la ven los demás miembros del grupo en el que se libra de manera feroz la competencia), esa facultad humana no fue nunca la que definiera efectivamente la marcha de las cosas y fueron otros hombres, los prácticos y viscerales, movidos apenas por la sed de poder y de prestigio, de predominio y de dominio, los que, en una cierta simbiosis con los intelectuales, tomando de estos lo más eficaz para llevar a cabo sus planes de batalla y luego de defensa, establecieran las formas sociales y políticas reales sin demasiados planes propios.

La capacidad propiamente intelectual para establecer discursos coherentes bajo la forma de mitos sólidos o, desde que La Razón conquistó el reino de lo posible con sus teorías racionales, dándoles a los especialistas adecuados lugares a la sombra de los poderosos y hasta cierta influencia sobre estos (1), bien que dentro de límites admisibles, a veces caprichosos, a veces positivos según se mire. En todos los casos, por otra parte, obligándolos en algún punto a detenerse, a la posponer sus sueños y sus utopías.

Esa facultad, perturbadora, conflictiva, pero también gratificante, fue una buena arma de supervivencia, necesariamente utilizada con la intención inevitable de alcanzar el propio dominio, pero siempre insuficiente y contrapuesta a la posibilidad misma de establecerlo. Incluso fue más de una vez un arma usada en el límite de lo soportable, en esa frontera en la que, para unos antes y para otros después, la servidumbre resulta inadmisible.

Pero es que sólo abandonando la tarea que los motivaba habrían sido capaces de instaurar su propio reino, sólo a costa de dejar de ser lo que eran, lo que querían seguir siendo, lo que reivindicaban que eran; algo que no les sería posible salvo a título individual, como sin duda ocurrió muchas veces... Entretanto: "... la filosofía y la ciudad tienden a alejarse una de otra en direcciones opuestas" (Leo Strauss, "La ciudad y el hombre", Katz, Bs. As., 2006, pág. 182)

En el Renacimiento, tal vez en la medida en que se iba dejando atrás el oscurantismo medieval, sin duda a instancias del desarrollo de las cortes feudales y la nueva centralización que éstas inauguraron, aquellos que más estimaban sus facultades reflexivas iniciaron una lógica marcha para legitimar socialmente su rol (2).

Esa marcha, como durante la antigüedad greco-romana inaugurada por Sócrates, no dio nunca lugar a sus soñadas utopías (todas equivalentes a la idea que se conoce como "República de los sabios"), pero sí a que toda referencia a la acción dependa y esté entrelazada con la producción y divulgación de las ideas, fuesen las mismas más o menos pretensiosas, más o menos eficaces, más o menos operativas, más o menos ingenuas, elitistas, humanistas o seductoras...

Los intelectuales, tomados en su conjunto, y no tal y como se vean los unos a los otros -y al tiempo los desprecien-, se han convertido por fin en iconos marginales aunque, en su conjunto, bastante acomodados... si bien pagando por esa situación un precio en porcentaje de deshonestidad, autoengaño y pérdida de independencia. Alcanzado el sitial... sólo alcanzaron una gloria nominal (sobretodo póstuma) y un buen empleo al servicio de los verdaderos amos de cada época, príncipes inicialmente, burócratas después... Justamente es esto lo que explica la sistemática distancia e incluso la animadversión que los intelectuales de la Ilustración acabaron experimentado mayoritariamente hacia los burgueses, los comerciantes, los capitalistas... y su solidaridad molesta para con los proletarios (los consumidores natos de Adam Smith sin duda, que una y otra vez manifiesta la mencionada animadversión típicamente intelectual -3-) con quienes han buscado una y otra vez unirse... para dejar "todos juntos" de serlo con esa alianza contranatura del cuerpo y del espíritu... que no podía sino prometer un remozamiento de la explotación y de la opresión por parte tan sólo de un grupo social nuevo (en realidad llevo tratando reiteradamente este asunto en diversos planos, como se puede ver recientemente en mi "El intelectual como tipo sociológico...", y espero que mi insistencia no resulte excesiva).

Así, su destino se ha reducido a meras referencias de sus propios mitos, mientras los personajes más idóneos para desempeñar la dirección de los asuntos cotidianos los utilizaban y explotaban. Desdoblados en dos entidades antagónicas e incompatibles, "el filósofo" y "el político" como los describía Spinoza (4), no han tenido más alternativas que la proletarización o la contemplación que en todo caso podríamos llamar aristocrática, siendo a fin de cuentas meros productores de objetos de mercado reclamados precisamente gracias a los mitos históricamente instituidos a instancias de la mencionada simbiosis que desde un principio, como dije antes, se estableció entre los intelectuales y los príncipes (y posteriormente, como he dicho, heredada -o, mejor, conquistada-por la burocracia o... por el Estado): mitos que se reconocen en la cultura libresca considerada tan dignificante como unos collares de perlas o brillantes, y en todo caso en la educación para la retórica o en la ciencia al servicio no sólo del progreso industrial que tantas comodidades sin duda procura sino... al de la simple producción de banalidades postmodernas. Mitos incorporados en cualquier caso al proceso de legitimación social... y de una creciente frustración. Porque, diluido todo ello cada vez más en el mito mayor de la democratización de la cultura realizada por el postmodernismo, tras lo cual se equiparan en un vasto maremagnum tanto el best seller de turno cuya mala literatura evade como el pinganillo que lleva la música aislante hasta el fondo del cerebro, libro y aparatito que se exhibe del mismo modo que el calzoncillo de marca que asoma por encima de unos caídos pantalones o como las ropas negras propias de alguna de las tantas tribus urbanas y hasta los pañuelos palestinos y el mismísimo velo que se reivindican más allá de toda significación como iconos de otras identificaciones, supuestamente civilizadoras... en un mundo que una vez al año ofrece una noche de los museos o una de los libros o el teatro, de las lecturas rituales de párrafos del Quijote... el intelectual en el que late el corazoncito de la significación trascendental... sufre la marginación y desespera.

Mientras, serán otros, serán los políticos, quienes, sabiendo utilizar de todo, todo lo que mejor sirva al cumplimiento de su estrategia dominadora en sí será tomado, por qué no, del lenguaje y de las posturas bien valoradas de los pensadores y, sin que medie lectura alguna del revelador texto de Spinoza, explotarán, instintivamente por así decirlo, guiados por el instinto que los impulsa al poder, el mito de la legitimación de sus primos adoptivos para autolegitimarse a su vez, esto es, mentando la igualdad, la fraternidad, la justicia, la libertad, la razón, la moral...

Tratar de fundar una sociología de ambas subespecies, especialmente en su relativa simbiosis, resulta por lo tanto indispensable para comprender por dónde vamos, cómo hemos llegado hasta aquí, y cómo persistimos todos apuntalando lo que existe en lugar de combatirlo... tal vez inútilmente en el aspecto práctico, pero al mismo tiempo porque tal vez por fin se haya hecho inevitable. Al llanto desesperanzado o a la engañosa ilusión de un mundo perfecto, cabe hoy la asunción del guardián paciente de un tesoro: la lucidez, la modesta pretensión de mantener con vida la llamita que se contenta con realizar su función de iluminar el terreno que se pisa en una marcha de unos cuantos por un sendero escabroso que no conduce sino a lo impredecible.

El mundo actual (occidental, racional y capitalista), sin ser el que desvela a los intelectuales, ha resultado ser el más aceptable y cómodo incluso para ellos... aunque no llegase nunca a serles entregado como les hubiese gustado, como Dios, el Padre, le diera a Adán y a Eva el Paraíso. Los pensadores, como grupo social propio, han claudicado por lo menos dos veces de manera especialmente estrepitosa en la Historia, ambas después de haber creído estar a punto de alcanzar el cielo: como liberales primero, como socialistas luego (5).

Por eso, incluso, se puede vislumbrar y comprender el curso más posible de situaciones como la actual crisis económica, su origen y sus perspectivas. Sólo quienes desprecian globalmente la actividad reflexiva, los que le temen, incluso los que la toman por algo sobrehumano, pueden suponer que ello no sea de este mundo, siendo en realidad que hasta las cosas aparentemente más etéreas responden a la urgencia de lo próximo en el espacio-tiempo propio de la época. Incluso cuando no buscan precisamente iluminar(se) sino todo lo contrario, sea cual sea la mayor o menor mezquindad que los motive y lo más o menos que se les aparezca o la presenten de adornada.


* * *

Notas:

(1) Ya entre los griegos eran notables los altos emolumentos que recibían los filósofos en pago por la formación de los príncipes, y el Renacimiento no fue ajeno a su renacer. (Sócrates por su parte organizó su subsistencia en base a la limosna popular, pero nunca en base a lo que se ha dado en llamar en Economía un trabajo productivo).

(2) Al respecto recomiendo "Galileo cortesano" de Mario Biagioli (Katz, Bs. As.. 2008) donde el tema está tratado a fondo y muy bien documentado.

(3) Léase "La riqueza de las naciones" (Alianza bolsillo, Madrid, 2001), en especial y entre otras las págs. 392, 398-399, 645-647, 680-681.

(4) Léase Spinoza, "Tratado político", Alianza bolsillo, Madrid, 2004, págs. 81-84. O igualmente Leo Strauss, "La ciudad y el hombre" ya citada, donde concluye con la frase reproducida antes en el texto del post.

(5) Ya he hablado de esto en mis posts del mes pasado, donde he citado a Tocqueville muy a propósito. En "El Antiguo Régimen y la Revolución" deja todo muy claro y la Historia posterior sólo ha dado nuevas muestras que se siguen ignorando de manera contumaz... aunque nunca por simples motivos de contumacia.

En realidad, es tal la desesperación intelectual por acercar a sí el mundo utópico de la sociedad más pura posible (la que pondría a La Razón a la cabeza de todo) con el que ellos pretenden obsequiar a toda la imaginaria raza humana -aún cuando no sea coincidente con ninguno de sus diversos, irregulares y confusos deseos, que más de una vez se han dejado engañar por los líderes políticos más audaces y dispuestos a imponer en apariencia algo "inicialmente parecido", fuese ello al final una forma fascista o bolchevique de imposición de una idelogía organizada, armada y policial.

Sin duda fue esa "ingenuidad" intelectual (por propia del intelectual desesperado) la que llevó a Hidegger (que cito a propósito de un reciente post de Luri en su "Café..." y de la conversación suscitada a cuento del mismo) a suponer el nacimiento de un nuevo y luminoso mundo a instancias del nazismo, al igual que la que llevó a muchos a ver lo mismo detrás de Lenin, no es sino la esperanza en la capacidad milagrosa del mito de la que habla Nietzsche: el supuesto poder unificador del mito, su supuesta capacidad para dar a luz a una humanidad de camino hacia los dioses.

Pero lo cierto es que no existe nada, y menos La Razón, capaz de alumbrar la sociedad perfecta. Nada es mejor ni nada será mejor. Todo lo que creemos mejor siempre será aquello que convenga a nuestra idiosincrasia, que se subdivide al menos por ahora a la vista de un mundo cuya dominación no es posible sino mediante la de la mayoría de los hombres (y ruego no confundir dominación con explotación y menos con su acepción marxista). Y los intelectuales no pueden dominar a todos sin dejar de ser lo que son, como ya he dicho. Ni dejar de caer una y otra vez en las mismas inevitables redes del destino... o de su idiosincrasia. Sólo exiliándose, se me ocurre, en un mundo en el que todas las urgencias estuvieran delegadas en las máquinas, podrían vivir como tales. Algo que me ha servido (y sólo puede servir) de argumento literario... como en mi novela "number two", donde, además, hago por fin naufragar el nuevo sueño en las ciénagas de nuevas masacres, nuevas tiranías, nuevos mitos y nuevas marchas tras aparentes objetivos fundamentales... No he podido evitarlo: ha sido una imposición del presente y de este mundo nuestro en los que la imaginación, se diga lo que se diga, también está claramente anclada.

domingo, 10 de mayo de 2009

Crisis en Occidente, Crisis de Occidente (2): tercermundización, africanización...

Es evidente que la larga marcha del mundo se dirige de manera sistemática y, si se me permite, sustancial (o a cuento de su idiosincrasia), hacia su creciente e incontenible burocratización.

Por supuesto que no se trata de la burocracia que se encuentra tras las ventanillas de las instituciones públicas de carácter administrativo y espíritu indolente y cansino... sino de la que controla los recursos de la sociedad en nombre de sus roles representativo, de gestión o de control. Una burocracia que ha conseguido hacer de la sociedad en su conjunto una sociedad burocrática a la que todos se ven obligados (e incluso muchos aspiran) incorporarse para sobrevivir, es decir, sumarse a su propio engranaje y en todo caso, si fuese el caso, conseguir legitimar ante la burocracia establecida e instituida sus propias capacidad y habilidades. Sólo desde este enfoque puede comprenderse que para el individuo de "buena cuna" de hoy en día, lo más preciado sea convertirse en ejecutivo de una gran empresa (no empresario), pública o privada, productiva o cultural, cuando no en un político o un experto a sueldo de alguna afamada institución cultural, instituciones todas ellas que responden a una estructura interna jerárquica de tipo profesional en donde lo más apreciado son los privilegios y el estatus de mando, y que están aparentemente regidas por planes racionales y discursos lógicos aunque tienen por único y cada vez más exclusivo objetivo la conservación del poder de la pirámide interna variable de personajes hábiles para el objetivo. Estamos en una sociedad de ese tipo y todos los parámetros psicosociales están inscritos en esa manera de funcionar. Cada vez más, cada vez más inconteniblemente.

Ahora bien, esa conducta no se puede considerar anómala ni un resultado de la maldad diabólica a la que la debilidad humana tendería a dejarse llevar. Ni siquiera puede considerarse un síntoma de alguna enfermedad propia del capitalismo o de la democracia. La burocratización, que ha sido vista por muchos liberales y por muchos socialistas aunque no comprendida seriamente, lleva creciendo desde mucho antes, aunque es bajo el capitalismo y con la impecable justificación de la democracia como ha logrado convertirse en dominante. Es el capitalismo en tanto que "fiera salvaje que debe ser domada" precisamente lo que le permite justificar y legitimar definitivamente su papel dominador. Es la democracia, en tanto que régimen por medio del cual todos tendrían los mismos derechos sin tener que abandonar la vida cotidiana, la que les permite justificar su dedicación exclusiva y privilegiada. Ambos modelos, nacidos de la intelectualidad bien pensante de la Ilustración, acabaron apropiados en tanto que slogans revolucionarios por la burocracia que ya ejercía su papel a la sombra del Antiguo Régimen, como muy bien señalara Tocqueville (de cuyas rotundas palabras me serviré para cerrar este artículo). Y ambos llegan en el extremo (y tendecialmente) a convertirse en sus enemigos. Útiles ambos para su desarrollo, los socavan directa o indirectamente, útiles en principio deben ser tergiversados cada vez más y violados en tanto se vuelven obstáculos para la conquista o la conservación según el caso del poder al que aspiran o al que han llegado hasta cierto punto. O simplemente, cuando conviene apelar a esas violaciones y métodos extraparlamentarios para simplemente ganar unas elecciones... o intentarlo (y en general... conservar el poder con todos los medios y todas las maneras).

No se trata de una enfermedad del hombre que pudiera ser erradicada de quienes la estarían sufriendo, sino de un signo de salud de una parte de los hombres: aquellos cuya supervivencia pasa por el ejercicio de esa idiosincrasia... a la que ni se les ocurre ni podrían de ningún modo renunciar.

Pues ese proceso que se puede ver todos los días y que la presente crisis económica ha agudizado, toma las formas de una progresiva degradación. En nombre del poder político como valor por sí mismo, muchas cosas comienzan a tomar incluso el camino de la regresión (sea o no lo sea momentáneamente, lo que no cambia el hecho básico ni evapora las preocupaciones), apareciendo como tal a los ojos indignados o desesperanzados de muy diversos individuos (occidentales u occidentalizados cultos o al menos informados) que cada vez saben menos qué hacer y que comienzan inclusive a perder el sentido que le daban a su militancia crítica. Y cuya autenticidad parece cada vez más anacrónica.

Anudando así los hechos y las percepciones mencionadas, ese deterioro regresivo asume las aterradoras formas de una suerte de tercermundización global.

El concepto ha aparecido muchas veces en boca de la gente cuando señala ciertas actitudes de sus gobernantes como propias de un "país bananero" (y esto ha sido así no sólo en referencia a los gobernantes del sur de Europa). Esta transformación, en realidad más propia del lobo vestido de cordero, se manifiesta en el lenguaje de los gobernantes de turno -cada vez más sujetos a caer por causa de las luchas intestinas de sus partidos que por causa de las urnas- así como por la aplicación de tácticas de gobierno cada vez más primitivas tomadas de experiencias periféricas más o menos exitosas aunque peyorativamente consideradas (el peronismo, el priismo, el mismísimo fascismo...). Pero lo que más angustia a las buenas gentes de Occidente es que ese proceso prometa nefastas repercusiones económicas más allá de las políticas (lo que a muchos pueda resultarnos obvio), es decir, que la tercermundización del mundo (es decir, lo que llamamos "Occidente") marche también hacia una auténtica africanización o, si se prefiere, asiatización, social... no simplemente transitoria o propia de la crisis... sino sistemática.

A la ola creciente de millones de parados se suma una cada vez menos encubierta pauperización por pérdida general de poder adquisitivo de la masa de la población occidental y, considerando la situación inmediatamente antes alcanzada, también mundial (algo que la deflación enmascara por el momento pero que desde los presupuestos propios de la sociedad y de sus paradigmas consumistas se manifiesta mediante la reducción forzosa del consumo de bienes, o sea, en la medida en que consumir menos es de hecho tener menos bienes o renovarlos menos...). No son sino las consecuencias propias de la recesión generalizada, pero... las perspectivas que se ciñen sobre el horizonte parecen augurar sólo más y más endeudamiento a todos los niveles, más déficit y hasta un retorno de la inflación, todo lo cual apunta a una reducción real de la riqueza distribuible. Esto hace el panorama aún más dramático para el común de los mortales cuyos sentimientos se explotan en uno u otro sentido (como para el proselitismo religioso, tal como puede verse en la película mediocre del mediocre Cage, "Señales del futuro", recientemente estrenada y lamentablemente vista también por mí). En cualquier caso, augurando un mundo del estilo de aquella vieja película de anticipación interpretada por el también mediocre Charlton Heston que se llamó Solyen Green (estrenada en castellano como "Cuando el destino nos alcance"), imágenes sin embargo que pueden encontrarse y seguirán encontrándose, por ejemplo, en China.

El aumento de la inmigración hacia Europa ("Occidente" por antonomasia) impulsada por la africanización de África, aceptada e incluso alimentada en los últimos años por su eventual utilización en el sistema electoral y en el presupuestario, es decir, para apuntalar por ambos medios el poder burocrático, ha agudizado y hecho aún más sombrío el panorama. La posibilidad de recorte de prestaciones sociales por limitaciones presupuestarias y hasta legales (pero que probablemente acabe ampliándose de manera selectiva con el fin de reducir al máximo los daños electorales) se suma al mismo panorama de miseria masiva. En cualquier caso, todo parece prometer la extinción del "estado -occidental- del bienestar", lo que no significa en absoluto una debilidad del verdadero capitalismo (no sólo por dar lugar a altos beneficios ni por obra y arte de la proliferación de la corrupción y de los negocios más típicamente mafiosos en detrimento de la producción útil) sino por ese efecto de rebote que lleva a una nueva fase de acumulación del capital. Lo cierto es que la contracción de los mercados para una producción excedente en demasía, en buena medida superflua (en tanto se apoyaba en la sustitución anticipada de los bienes de uso, "Planes Renove" mediante en muchos casos, es decir, con sistemáticas apuestas al futuro) tiene difícil solución, y en cualquier caso a costa de plazos excesivos, para la masa de productos que se fabricaban y para la viabilidad de sus enormes centros de producción.

En los países más prósperos del mundo, se vive la incertidumbre y se presiente la regresión:

"On the street, people talk of standards of living that have been set back to the 1980s. Fears of an exodus of professionals to Europe and North America run deep, though the government says it has seen no sign of it." tomado de: "At the Polls, Icelanders Punish Conservatives" (la foto es de unos servicios en Islandia donde se han pegado las cabezas de turco locales: sus más sonados y encumbrados banqueros).

¿Es demasiado aventurado pensar que ambas cosas, los temores que se viven en la calle y lo que sugiere en sí la foto acerca del siguiente paso que podrían dar los islandeses tras orinar una y otra vez sin más sobre esas fotos, perfilen de manera realista el futuro cercano de todo Occidente?

El capitalismo, mal que les pese a los esperanzados, lleva tiempo marchando en la dirección en la que esta Crisis ha puesto en la picota (por ahora de manera verborrágica, pero ya veremos hasta qué punto), por eso hablo de un simple reforzamiento crítico. El propio "estado del bienestar" se venía basando desde un principio y cada vez más en la producción de bienes y servicios capitalísticamente innecesarios a tenor de los criterios del fundador de la Economía Política, Mr. Adam Smith (consúltese más ampliamente "La riqueza de las naciones" en donde habla de que "aquellos bienes que serán probablemente consumidos por personas ociosas que nada producen (...) resulta en todos los aspectos perjudicial para la sociedad", Alianza de bolsillo, Madrid, 2001, págs. 379-380), y en una línea más condescendiente -menos protestante y menos atada al "espíritu del capitalismo"-: prácticas de ocio y de entretenimiento basura, productos inducidos por la moda rabiosa del postmodernismo y nacidos con la bomba de relojería de una obsolescencia vertiginosa, real o inducida (y así percibida), etc., productos de diseño, en cierto modo mágicos, incluso puramente especulativos y ficticios... cuyas producciones parecían tener la vida asegurada per eternum. Y para cuya continuidad, apenas se atina, por el momento, a... profundizar, a... llevar todo aún más y más lejos por el mismo camino... al punto de amenazar la vigencia de la sociedad entera. Tal como están las cosas, todo parece indicar que no hay salida (las recetas de corte liberal puro no pasarán en este mundo real de pregones inútiles sin perspectiva política alguna, y de ello cada vez son más los que se dan cuenta y desesperan...) Y conste, advierto, que lo dicho responde a la asunción de un punto de vista puramente económico (precisamente el de Smith) para el cual sólo valdría lo que considera, ese punto de vista, lógico, sensato y positivo socialmente hablando; punto de vista del que no se puede simplemente salir a medias o tener un pie dentro y otro en lo imaginario (pero esto merecería un desarrollo aparte).

El capitalismo ha crecido enormemente en los últimos años (y con él el bienestar popular) gracias a la producción de bienes tan superfluos que muy rápidamente dejaron de ser consumidos sin mayores consecuencias para los consumidores (es decir, para la subsistencia y reproducción de la fuerza de trabajo, si nos ponemos en la ortodoxia tecnocrática o racionalista cara a Adam Smith, de base indudablemente moralista-protestante), lo que, claro, ha provocado una situación de hecho equivalente a la de una superproducción. Millares de productos y fuerza de trabajo son de repente innecesarios. La moneda ha perdido respaldo y amenaza ser necesarias serias devaluaciones para sostener el aparato de la seguridad social en crisis... eso sí, hipotecando seriamente el futuro (y molestando seriamente a chinos y rusos cuyas cantidades pendientes de cobro se verían reducidas). Fenómenos que preocupan seriamente a los idílicos que reducen el problema a la gestión sin ver las causas sobre las que la marcha real descansa (varios intelectuales liberales, como Rallo, consideran que recién ahora ha comenzado a "hipotecarse el futuro"...), siendo en realidad el capitalismo un motor extraordinario de "progreso" (incluso, ciertamente, en aquello que puede considerarse racionalmente como tal en el mejor de los sentidos... -tema cuyo desarrollo excedería también el alcance de este artículo-) gracias precisamente a hipotecar el futuro de manera sistemática o, al menos, de dejar las soluciones de los problemas para ese futuro. Un hecho que tiene su base en el individualismo humano intrínseco (en realidad grupalismo) y que se manifiesta con la forma social burocrática alcanzada como su hasta ahora máximo exponente (me permito aquí recordar nuevamente mi cuento "Para que se cumpla el plan" cuyo alcance incluso me ha sorprendido a mí mismo).

El crecimiento de la población mundial, que fue aprovechado para colocar cada vez más productos superfluos y sucedáneos o simbólicos de bienestar, orientados al mercado de bajos ingresos o al subvencionado (ropa de moda, electrodomésticos de baja calidad y duración pero "baratos", fast food, low cost, etc.), agravando a fin de cuentas la pobreza bajo una mascarada de seudobienestar igualitario y seudoindividualismo popular, han llevado al circuito de circulación de capitales a ser cada vez menos apto para producir la necesaria acumulación de capital: el capital al desplazarse hacia la zona de bajos precios y altos beneficios ha llegado al borde mismo del abismo, donde el proceso, de hecho no indispensable, se ha detenido de repente amenazando toda la estructura montada en demasía sobre naipes y malos cimientos. El comercio de casas inseguras que se redujeron a escombros como si fueran de cartón en L'Aquila a causa del terremoto reciente, y que llenó los bolsillos inmediatistas de la mafia dejando a propietarios y bancos a cargo de la ayuda colectiva por vía del endeudamiento de rigor, es un caso ilustrativo y en el aspecto señalado no es un mero accidente... En realidad, se mire donde se mire se encontrarán casos enteramente asimilables a ése. Y todos dan lugar a una rabia contenido en aumento que alimenta reacciones jacobinas que, a pesar de todo, creo que sólo favorecerán la fortaleza del verdadero sistema: el burocrático.

A los consumidores se les pide ahora "confianza", lo que significa volver a consumir sin necesidad, sólo para permitir que la máquina siga funcionando. Se los ha hecho por fin rehenes de esa maquinaria, se los ha logrado convertir en buena medida en pilas de un Matrix invisible e inverosímil que pretende extraerles toda la energía consumidora posible en aras de su mera continuidad. Se pregonan a la vez los defectos y las bondades insensatas del consumismo, y la esquizofrenia social refleja las posibilidades inminentes de un colapso general. Se pide a la vez un endeudamiento maduro y sensato y se promueve el gasto por el gasto. Y en aras de la otra continuidad, la del poder por el poder, se acaba señalando como culpables a los avariciosos y a los desaprensivos a la vez que se promueve un regreso a la situación previa... que precisamente ha sido levantada con el concurso de esa avaricia y de esa desaprención... (los periódicos más jacobinos destacan incluso las múltiples noticias de esta índole que tan poco tienen de novedosas).

El modelo económico racionalista-liberal no se ha alejado nunca tanto de los hechos, o, mejor dicho, estos nunca han dejado aquel modelo tan atrás... y tan desdicho por sus propios defensores. Los consumidores habían devenido milagrosos en un esquema de crecimiento vertical de los mercados (el caso extremo el de los africanos, forzados por efecto de la tergiversación política de las leyes del mercado, a consumir leche condensada o en polvo europea es un caso notable pero en absoluto exclusivo, la distorsión del mercado alimentario a instancias de la producción de biocombustibles es otro...) Las medidas de protección gubernamentales no sólo garantizan beneficios a las multinacionales "nacionales" sino que garantizan la continuidad en el poder de quienes están encaramados a él, empresas de las que son aliados naturales -burocracias ejecutivas mediante- o a las que en caso necesario chantajean, y con las que una u otra vez intercambian puestos de trabajo. El botín ha circulado y circula como una forma novedosa de capital circulante. Y ahora se las avergüenza (en teoría y en los discursos) y se les exige parte del botín con fines redistribucionistas so peligro de explosiones sociales que ellos mismos pretenden usufructuar, como dijo con todas las letras Sarkozy en el parlamento europeo.

El maridaje no es nuevo en absoluto, tan sólo se ha profundizado, y La Crisis lo empuja un paso más allá en ésa, su dirección inercial.

Así, los gestores amigos se vuelven de momento vociferantes y rescatando (por ahora en parte) el bagaje verbal de los viejos revolucionarios, amenazan con verse obligados por las circunstancias a encabezar, desde arriba, la revuelta contra los avariciosos y los desaprensivos en general... incluidos bancos y banqueros, monopolios y ejecutivos de primer orden, grandes industrias de la alimentación y de la salud... etc. Por el momento, parecen meras tácticas para contentar a los marginados en vertiginoso aumento... pero en realidad creo que va a llegar bastante más allá.

Por ahora, las soluciones a la crisis por parte de todos los gobiernos occidentales se basan en una invitación a seguir creyendo en el futuro, en una invitación a la confianza ciega en el sistema, en el crédito infinito, en el consumo imparable y acelerado que sea capaz de suplir la reducción de muchos mercados a la nada (buena ropa por ropa de usar y tirar, por dar un rápido ejemplo; o coches de élite para los sectores más necesitados de consumir lo mucho que acumulan). Todos aumentan el crédito oficial directo o indirecto y estimulan el retorno al consumismo aunque de repente parezca a muchos una invitación al suicidio solidario. No obstante, más de un gobierno entreve los límites de la esperanza a la que dicen acogerse. Y comienzan a profundizar en el viraje que hasta ahora servía para ocultar un discurso desconcertante nacido de la prevención (algo que hizo parecer que estaban dispuestos a encabezar la revolución anticapitalista desde arriba; algo a lo que cada vez se deberán más y más...). Esto es lo que se deja ver (si se sabe hacerlo) en los discursos de Zapatero, de Obama y de Brown, como en éste último. El socialismo, el socialdemocrático en particular por ser el triunfante, el que finalmente, matiz más matiz menos, acabó por sustituir y absorber al bolchevique... incluyendo sus maniobras, ha optado, por ahora y mal que les pese a los esperanzados e ilusos, por el rol que le cupía a cualquier comisionista de poca monta y a todo policía mal pagado: el del corrupto, el del aprovechado y, por fin, el del traidor en el que ya nadie puede seguir confiando.

Sin duda un difícil avance de la burocracia hacia su revolución desde arriba que tal vez no pueda detenerse en las meras acusaciones verbales a los ricos (esos que "ingresen más de 150.000 libras anuales" e incluso "más de 100.000") como "los culpables en gran parte, de la actual situación" (al menos, de momento, según el secretario general de la Trades Union Congress). Y ni siquiera en aplicarles fuertes subidas de impuestos a esos que son los que "más han ganado en los últimos años" (o intentarlo), a fin de cuentas... una "necesaria" contribución según Brown y que puede parecer a ojos de las masas como algo "justo" que esas personas paguen ahora "su parte de la recuperación económica" pero que de ser resistido o de resultar insuficiente como aporte voluntario... podría dar lugar a justificadas medidas, incluso punitorias, al menos recaudatorias... cuando los dirigentes del estilo apropiado no logren inducir lo que propuso el primer ministro chino, que "dentro del cuerpo de cada empresario debe fluir la sangre de la moralidad" (Xinhua). Después de todo, se trata de personas que "han sacrificado principios y han buscado ganancias a costo de los intereses públicos. Han cruzado la línea básica de la moral", según señaló Wen Jiabao, primer ministro de China, que por ahora también considera que: "La crisis financiera internacional demuestra completamente que no puede funcionar una economía de mercado que no tenga ninguna regulación", dijo Wen. "Debemos lograr un equilibrio entre la innovación financiera y la regulación, entre el sector financiero y la economía real y entre los ahorros y el consumo", no sabremos por el momento hasta dónde es convencimiento o una mera táctica de acercamiento solidario al dilema al que se enfrentan los gestores del capitalismo occidental que precedió a la crisis, acercamiento en el estilo del que hablaba el librito rojo de Mao, derivado de viejas recomendaciones leninistas, de "ponerle al aliado la mano sobre el hombro", como hicieran los comunistas chinos con el Kuomingtang.

La pregunta de hasta dónde queda espacio para la "verborrea demagógica pasiva" de las arengas gubernamentales populistas y si el chantaje "gran-empresarial" conseguirá seguir manteniendo esos discursos en unos límites inocuos, se hace cada vez más pertinente. Cada día que pasa el marco de maniobras parece estrecharse para los gobernantes-salvadores y sus palabras cada vez necesitan más de la "acción" contra los "chivos expiatorios" a los que se ha llegado a tratar como a colegiales ofreciéndoles premios por buen comportamiento (eso sí, con los políticos erigidos en jueces discriminatorios).

Sin duda, a "nuestros" gobernantes lo único que les haría falta para llevar a cabo sus planes salvadores y recuperadores sería contar con la férrea centralización con la que la burocracia hermana china cuenta, burocracia que ya ha comenzado a darles las lecciones pertinentes. Y es ciertamente pertinente preguntarse hasta cuándo podrán soportar no disponer de ese poder centralizado que les permitiría actuar tan "ejemplarmente"...

Por eso, creo que a medio plazo la burocracia gobernante tenderá a reivindicarse ante la masa en cuanto ésta entre en estado de desesperación funcional... y podría hacerlo traicionando a sus camaradas de ruta, preso de su propia verborrea... todo con tal de no caer.

De ahí que la pregunta pertinente clave aplicable a "nuestro" rinconcito del mundo deba ser explicitada: ¿hasta qué punto los ZP que llevan el mundo a la deriva (mientras buscan el norte de la estabilidad de su propio grupo de leales) se verán forzados a dar el paso jacobino-fascista o putchista-bolchevique con el que en el fondo más que advertía amenazaba Sarkozy? ¿Hasta qué punto acabaremos siendo tercermundizados?

De ahí la confluencia posible con quienes tienen en principio el poder de llevar a cabo esa "revolución renovadora" desde arriba, es absoluta. Lo que parecía una conversión del burocratismo al capitalismo por parte de China evidencia haberse vuelto del revés. Lo que parecía el fin del comunismo (en sentido amplio) tal como anunciara la caída del muro de Berlín, evidencia haber encontrado un complicado pero eficaz atajo.

Tal vez, por qué no (a pesar de los ingenuos bienpensantes de siempre que ya se lucieron antes de la segunda guerra respecto del alcance del fascismo, el nazismo y el stalinismo), porque todos deberíamos saber lo que significa valorar en primer lugar "el papel de la moral para enfrentar efectivamente la crisis" como algo que siempre va de la mano de quienes se erigen en sus auténticos guardianes... lleguemos a ver expropiaciones; tal vez el comienzo de la "caza" del "hombre blanco"... bien lejos ya de las plantaciones descolonizadas de África, en Londres o en Madrid o allí donde se justifiquen inicialmente con fines educativos en la línea en que ya lo aventurara el amenazante Sarkozy en sus primeros discursos anticrisis...


Tal vez comience "El Terror".

Pero eso es visto por las masas menos como un peligro que como una salida; lo que es propio de su idiosincrasia. Para la mayoría, los peligros no son tanto la falta de libertad como el hambre, eso, como en la Francia Revolucionaria, sigue siendo así... En todo caso, se tienen en cuenta otros peligros potenciales, que además empujan en la misma dirección. Es el caso del cada vez mayor avance del islamismo, que siendo nefasto en sí mismo podría acabar reducido al papel de coartada adicional de las burocracias más poderosas, eficaces y oportunistas del mundo (las que no tendrían ningún prurito en realizar grandes racias en caso de que sus gobernantes no aceptasen jugar de su lado en el momento decisivo: y me refiero a la china o la rusa que ya han hecho cosas similares en sus propios países, y que siempre estuvieron mejor preparadas para ello que los de origen protestante). Sea mediante "alianzas de civilizaciones" y conseciones (y a caballo del islamic banking dado que, en realidad, “They are more interested in returns than religion.”) o mediante la persecución sin cuartel. Se trata de simples opciones propias de la volubilidad dirigente en absoluto fantástica que caracteriza a la burocracia gobernante, como evidenció "nuestro" gobierno localmente en relación con "nuestro" caso particular de terrorismo nacionalista). De la asunción de la estrategia del poder por el poder que en realidad esconde una simple y antigua voluntad grupal de predominio.

Así, a la posibilidad de llevar Occidente y el mundo hacia la pobreza de otros tiempos, se suma el de llevarlo a soportar una creciente inseguridad y hasta la mismísima tiranía, tiranía que ya ha comenzado a expresarse en la autonomía fascista de los cuerpos e instituciones paralelas del Estado (como los sindicatos oficializados) cuya razón teórica de ser era en teoría la opuesta. La gran mentira democrático-formal (no hay otra posible en cualquier caso en sociedades tan complejas como las existentes) podría llegar a ser un obstáculo hasta para quienes la utilizan de coartada. De momento, en cada ocasión en que se le ponen las cosas a la facción dominante, se violan los principios sin la menor consideración ni consecuencia. Se ha instalado en la sociedad la convicción de que así son las cosas y no sólo los aspirantes a la sustitución sino también las fuerzas políticas menores que aspiran con resignación poder actuar como bisagras decisivas e incluso las masas siguen considerando esos mecanismos como los únicos viables para conservar sus condiciones de vida a los poderosos.

En esta sociedad, como en cierto modo comentaba al final de la primera entrega sobre el tema, la facción de la burocracia que se especializa en los "asuntos generales del Estado" utiliza las instituciones en las que entra en calidad de "representante electo del pueblo" como su bunker y su torre de asalto particular para conseguir sus fines personales, lo que no duda en hacer en contra el resto de la sociedad e incluso en contra del futuro.

No es extraño por ello que los acontecimientos lleven a más de una persona inteligente a la impotencia, la desesperanza y la frustración, sea cual sea la idealización que rigiera sus pasos.

Las propias sugerencias que producen los intelectuales, como sucediera ya en 1789 según ilustrara Tocqueville, y desde entonces de manera sistemática, volverán a servir sólo de coartada a la acción avazalladora de la burocracia. En las encendidas, hermosas e ignoradas palabras del lúcido observador de aquellos sucesos, apenas algo canosas por la acción del tiempo:
"...en varias ocasiones hemos visto extinguirse y renacer de nuevo la pasión por la libertad; y así seguirá por mucho tiempo, siempre inexperta y desordenada, propensa al desaliento, asustadiza y endeble, superficial y pasajera. Durante ese mismo tiempo la pasión por la igualdad sigue dominando los corazones de los que fue la primera en adueñarse, íntimamente unida a nuestros más caros sentimientos. Mientras la una cambia sin cesar de aspecto, disminuye, crece, se fortalece o se debilita según los acontecimientos, la otra permanece incólume, adicta siempre al mismo fin con idéntico ardor, tenaz y a menudo ciega, dispuesta a sacrificarlo todo a quienes le permitan satisfacerse, y a ofrecer al gobierno que quiera favorecerla y adularla las ideas y leyes que el despotismo necesita para reinar." ("El Antiguo Régimen y la Revolución", Alianza de bolsillo, Madrid, 2004, pág. 243)