Es evidente que la larga marcha del mundo se dirige de manera sistemática y, si se me permite, sustancial (o a cuento de su idiosincrasia), hacia su creciente e incontenible burocratización.
Por supuesto que no se trata de la burocracia que se encuentra tras las ventanillas de las instituciones públicas de carácter administrativo y espíritu indolente y cansino... sino de la que controla los recursos de la sociedad en nombre de sus roles representativo, de gestión o de control. Una burocracia que ha conseguido hacer de la sociedad en su conjunto una sociedad burocrática a la que todos se ven obligados (e incluso muchos aspiran) incorporarse para sobrevivir, es decir, sumarse a su propio engranaje y en todo caso, si fuese el caso, conseguir legitimar ante la burocracia establecida e instituida sus propias capacidad y habilidades. Sólo desde este enfoque puede comprenderse que para el individuo de "buena cuna" de hoy en día, lo más preciado sea convertirse en ejecutivo de una gran empresa (no empresario), pública o privada, productiva o cultural, cuando no en un político o un experto a sueldo de alguna afamada institución cultural, instituciones todas ellas que responden a una estructura interna jerárquica de tipo profesional en donde lo más apreciado son los privilegios y el estatus de mando, y que están aparentemente regidas por planes racionales y discursos lógicos aunque tienen por único y cada vez más exclusivo objetivo la conservación del poder de la pirámide interna variable de personajes hábiles para el objetivo. Estamos en una sociedad de ese tipo y todos los parámetros psicosociales están inscritos en esa manera de funcionar. Cada vez más, cada vez más inconteniblemente.
Ahora bien, esa conducta no se puede considerar anómala ni un resultado de la maldad diabólica a la que la debilidad humana tendería a dejarse llevar. Ni siquiera puede considerarse un síntoma de alguna enfermedad propia del capitalismo o de la democracia. La burocratización, que ha sido vista por muchos liberales y por muchos socialistas aunque no comprendida seriamente, lleva creciendo desde mucho antes, aunque es bajo el capitalismo y con la impecable justificación de la democracia como ha logrado convertirse en dominante. Es el capitalismo en tanto que "fiera salvaje que debe ser domada" precisamente lo que le permite justificar y legitimar definitivamente su papel dominador. Es la democracia, en tanto que régimen por medio del cual todos tendrían los mismos derechos sin tener que abandonar la vida cotidiana, la que les permite justificar su dedicación exclusiva y privilegiada. Ambos modelos, nacidos de la intelectualidad bien pensante de la Ilustración, acabaron apropiados en tanto que slogans revolucionarios por la burocracia que ya ejercía su papel a la sombra del Antiguo Régimen, como muy bien señalara Tocqueville (de cuyas rotundas palabras me serviré para cerrar este artículo). Y ambos llegan en el extremo (y tendecialmente) a convertirse en sus enemigos. Útiles ambos para su desarrollo, los socavan directa o indirectamente, útiles en principio deben ser tergiversados cada vez más y violados en tanto se vuelven obstáculos para la conquista o la conservación según el caso del poder al que aspiran o al que han llegado hasta cierto punto. O simplemente, cuando conviene apelar a esas violaciones y métodos extraparlamentarios para simplemente ganar unas elecciones... o intentarlo (y en general... conservar el poder con todos los medios y todas las maneras).
No se trata de una enfermedad del hombre que pudiera ser erradicada de quienes la estarían sufriendo, sino de un signo de salud de una parte de los hombres: aquellos cuya supervivencia pasa por el ejercicio de esa idiosincrasia... a la que ni se les ocurre ni podrían de ningún modo renunciar.
Pues ese proceso que se puede ver todos los días y que la presente crisis económica ha agudizado, toma las formas de una progresiva degradación. En nombre del poder político como valor por sí mismo, muchas cosas comienzan a tomar incluso el camino de la regresión (sea o no lo sea momentáneamente, lo que no cambia el hecho básico ni evapora las preocupaciones), apareciendo como tal a los ojos indignados o desesperanzados de muy diversos individuos (occidentales u occidentalizados cultos o al menos informados) que cada vez saben menos qué hacer y que comienzan inclusive a perder el sentido que le daban a su militancia crítica. Y cuya autenticidad parece cada vez más anacrónica.
Anudando así los hechos y las percepciones mencionadas, ese deterioro regresivo asume las aterradoras formas de una suerte de tercermundización global.
El concepto ha aparecido muchas veces en boca de la gente cuando señala ciertas actitudes de sus gobernantes como propias de un "país bananero" (y esto ha sido así no sólo en referencia a los gobernantes del sur de Europa). Esta transformación, en realidad más propia del lobo vestido de cordero, se manifiesta en el lenguaje de los gobernantes de turno -cada vez más sujetos a caer por causa de las luchas intestinas de sus partidos que por causa de las urnas- así como por la aplicación de tácticas de gobierno cada vez más primitivas tomadas de experiencias periféricas más o menos exitosas aunque peyorativamente consideradas (el peronismo, el priismo, el mismísimo fascismo...). Pero lo que más angustia a las buenas gentes de Occidente es que ese proceso prometa nefastas repercusiones económicas más allá de las políticas (lo que a muchos pueda resultarnos obvio), es decir, que la tercermundización del mundo (es decir, lo que llamamos "Occidente") marche también hacia una auténtica africanización o, si se prefiere, asiatización, social... no simplemente transitoria o propia de la crisis... sino sistemática.
A la ola creciente de millones de parados se suma una cada vez menos encubierta pauperización por pérdida general de poder adquisitivo de la masa de la población occidental y, considerando la situación inmediatamente antes alcanzada, también mundial (algo que la deflación enmascara por el momento pero que desde los presupuestos propios de la sociedad y de sus paradigmas consumistas se manifiesta mediante la reducción forzosa del consumo de bienes, o sea, en la medida en que consumir menos es de hecho tener menos bienes o renovarlos menos...). No son sino las consecuencias propias de la recesión generalizada, pero... las perspectivas que se ciñen sobre el horizonte parecen augurar sólo más y más endeudamiento a todos los niveles, más déficit y hasta un retorno de la inflación, todo lo cual apunta a una reducción real de la riqueza distribuible. Esto hace el panorama aún más dramático para el común de los mortales cuyos sentimientos se explotan en uno u otro sentido (como para el proselitismo religioso, tal como puede verse en la película mediocre del mediocre Cage, "Señales del futuro", recientemente estrenada y lamentablemente vista también por mí). En cualquier caso, augurando un mundo del estilo de aquella vieja película de anticipación interpretada por el también mediocre Charlton Heston que se llamó Solyen Green (estrenada en castellano como "Cuando el destino nos alcance"), imágenes sin embargo que pueden encontrarse y seguirán encontrándose, por ejemplo, en China.
El aumento de la inmigración hacia Europa ("Occidente" por antonomasia) impulsada por la africanización de África, aceptada e incluso alimentada en los últimos años por su eventual utilización en el sistema electoral y en el presupuestario, es decir, para apuntalar por ambos medios el poder burocrático, ha agudizado y hecho aún más sombrío el panorama. La posibilidad de recorte de prestaciones sociales por limitaciones presupuestarias y hasta legales (pero que probablemente acabe ampliándose de manera selectiva con el fin de reducir al máximo los daños electorales) se suma al mismo panorama de miseria masiva. En cualquier caso, todo parece prometer la extinción del "estado -occidental- del bienestar", lo que no significa en absoluto una debilidad del verdadero capitalismo (no sólo por dar lugar a altos beneficios ni por obra y arte de la proliferación de la corrupción y de los negocios más típicamente mafiosos en detrimento de la producción útil) sino por ese efecto de rebote que lleva a una nueva fase de acumulación del capital. Lo cierto es que la contracción de los mercados para una producción excedente en demasía, en buena medida superflua (en tanto se apoyaba en la sustitución anticipada de los bienes de uso, "Planes Renove" mediante en muchos casos, es decir, con sistemáticas apuestas al futuro) tiene difícil solución, y en cualquier caso a costa de plazos excesivos, para la masa de productos que se fabricaban y para la viabilidad de sus enormes centros de producción.
En los países más prósperos del mundo, se vive la incertidumbre y se presiente la regresión:
"On the street, people talk of standards of living that have been set back to the 1980s. Fears of an exodus of professionals to Europe and North America run deep, though the government says it has seen no sign of it." tomado de: "At the Polls, Icelanders Punish Conservatives" (la foto es de unos servicios en Islandia donde se han pegado las cabezas de turco locales: sus más sonados y encumbrados banqueros).
¿Es demasiado aventurado pensar que ambas cosas, los temores que se viven en la calle y lo que sugiere en sí la foto acerca del siguiente paso que podrían dar los islandeses tras orinar una y otra vez sin más sobre esas fotos, perfilen de manera realista el futuro cercano de todo Occidente?
El capitalismo, mal que les pese a los esperanzados, lleva tiempo marchando en la dirección en la que esta Crisis ha puesto en la picota (por ahora de manera verborrágica, pero ya veremos hasta qué punto), por eso hablo de un simple reforzamiento crítico. El propio "estado del bienestar" se venía basando desde un principio y cada vez más en la producción de bienes y servicios capitalísticamente innecesarios a tenor de los criterios del fundador de la Economía Política, Mr. Adam Smith (consúltese más ampliamente "La riqueza de las naciones" en donde habla de que "aquellos bienes que serán probablemente consumidos por personas ociosas que nada producen (...) resulta en todos los aspectos perjudicial para la sociedad", Alianza de bolsillo, Madrid, 2001, págs. 379-380), y en una línea más condescendiente -menos protestante y menos atada al "espíritu del capitalismo"-: prácticas de ocio y de entretenimiento basura, productos inducidos por la moda rabiosa del postmodernismo y nacidos con la bomba de relojería de una obsolescencia vertiginosa, real o inducida (y así percibida), etc., productos de diseño, en cierto modo mágicos, incluso puramente especulativos y ficticios... cuyas producciones parecían tener la vida asegurada per eternum. Y para cuya continuidad, apenas se atina, por el momento, a... profundizar, a... llevar todo aún más y más lejos por el mismo camino... al punto de amenazar la vigencia de la sociedad entera. Tal como están las cosas, todo parece indicar que no hay salida (las recetas de corte liberal puro no pasarán en este mundo real de pregones inútiles sin perspectiva política alguna, y de ello cada vez son más los que se dan cuenta y desesperan...) Y conste, advierto, que lo dicho responde a la asunción de un punto de vista puramente económico (precisamente el de Smith) para el cual sólo valdría lo que considera, ese punto de vista, lógico, sensato y positivo socialmente hablando; punto de vista del que no se puede simplemente salir a medias o tener un pie dentro y otro en lo imaginario (pero esto merecería un desarrollo aparte).
El capitalismo ha crecido enormemente en los últimos años (y con él el bienestar popular) gracias a la producción de bienes tan superfluos que muy rápidamente dejaron de ser consumidos sin mayores consecuencias para los consumidores (es decir, para la subsistencia y reproducción de la fuerza de trabajo, si nos ponemos en la ortodoxia tecnocrática o racionalista cara a Adam Smith, de base indudablemente moralista-protestante), lo que, claro, ha provocado una situación de hecho equivalente a la de una superproducción. Millares de productos y fuerza de trabajo son de repente innecesarios. La moneda ha perdido respaldo y amenaza ser necesarias serias devaluaciones para sostener el aparato de la seguridad social en crisis... eso sí, hipotecando seriamente el futuro (y molestando seriamente a chinos y rusos cuyas cantidades pendientes de cobro se verían reducidas). Fenómenos que preocupan seriamente a los idílicos que reducen el problema a la gestión sin ver las causas sobre las que la marcha real descansa (varios intelectuales liberales, como Rallo, consideran que recién ahora ha comenzado a "hipotecarse el futuro"...), siendo en realidad el capitalismo un motor extraordinario de "progreso" (incluso, ciertamente, en aquello que puede considerarse racionalmente como tal en el mejor de los sentidos... -tema cuyo desarrollo excedería también el alcance de este artículo-) gracias precisamente a hipotecar el futuro de manera sistemática o, al menos, de dejar las soluciones de los problemas para ese futuro. Un hecho que tiene su base en el individualismo humano intrínseco (en realidad grupalismo) y que se manifiesta con la forma social burocrática alcanzada como su hasta ahora máximo exponente (me permito aquí recordar nuevamente mi cuento "Para que se cumpla el plan" cuyo alcance incluso me ha sorprendido a mí mismo).
El crecimiento de la población mundial, que fue aprovechado para colocar cada vez más productos superfluos y sucedáneos o simbólicos de bienestar, orientados al mercado de bajos ingresos o al subvencionado (ropa de moda, electrodomésticos de baja calidad y duración pero "baratos", fast food, low cost, etc.), agravando a fin de cuentas la pobreza bajo una mascarada de seudobienestar igualitario y seudoindividualismo popular, han llevado al circuito de circulación de capitales a ser cada vez menos apto para producir la necesaria acumulación de capital: el capital al desplazarse hacia la zona de bajos precios y altos beneficios ha llegado al borde mismo del abismo, donde el proceso, de hecho no indispensable, se ha detenido de repente amenazando toda la estructura montada en demasía sobre naipes y malos cimientos. El comercio de casas inseguras que se redujeron a escombros como si fueran de cartón en L'Aquila a causa del terremoto reciente, y que llenó los bolsillos inmediatistas de la mafia dejando a propietarios y bancos a cargo de la ayuda colectiva por vía del endeudamiento de rigor, es un caso ilustrativo y en el aspecto señalado no es un mero accidente... En realidad, se mire donde se mire se encontrarán casos enteramente asimilables a ése. Y todos dan lugar a una rabia contenido en aumento que alimenta reacciones jacobinas que, a pesar de todo, creo que sólo favorecerán la fortaleza del verdadero sistema: el burocrático.
A los consumidores se les pide ahora "confianza", lo que significa volver a consumir sin necesidad, sólo para permitir que la máquina siga funcionando. Se los ha hecho por fin rehenes de esa maquinaria, se los ha logrado convertir en buena medida en pilas de un Matrix invisible e inverosímil que pretende extraerles toda la energía consumidora posible en aras de su mera continuidad. Se pregonan a la vez los defectos y las bondades insensatas del consumismo, y la esquizofrenia social refleja las posibilidades inminentes de un colapso general. Se pide a la vez un endeudamiento maduro y sensato y se promueve el gasto por el gasto. Y en aras de la otra continuidad, la del poder por el poder, se acaba señalando como culpables a los avariciosos y a los desaprensivos a la vez que se promueve un regreso a la situación previa... que precisamente ha sido levantada con el concurso de esa avaricia y de esa desaprención... (los periódicos más jacobinos destacan incluso las múltiples noticias de esta índole que tan poco tienen de novedosas).
El modelo económico racionalista-liberal no se ha alejado nunca tanto de los hechos, o, mejor dicho, estos nunca han dejado aquel modelo tan atrás... y tan desdicho por sus propios defensores. Los consumidores habían devenido milagrosos en un esquema de crecimiento vertical de los mercados (el caso extremo el de los africanos, forzados por efecto de la tergiversación política de las leyes del mercado, a consumir leche condensada o en polvo europea es un caso notable pero en absoluto exclusivo, la distorsión del mercado alimentario a instancias de la producción de biocombustibles es otro...) Las medidas de protección gubernamentales no sólo garantizan beneficios a las multinacionales "nacionales" sino que garantizan la continuidad en el poder de quienes están encaramados a él, empresas de las que son aliados naturales -burocracias ejecutivas mediante- o a las que en caso necesario chantajean, y con las que una u otra vez intercambian puestos de trabajo. El botín ha circulado y circula como una forma novedosa de capital circulante. Y ahora se las avergüenza (en teoría y en los discursos) y se les exige parte del botín con fines redistribucionistas so peligro de explosiones sociales que ellos mismos pretenden usufructuar, como dijo con todas las letras Sarkozy en el parlamento europeo.
El maridaje no es nuevo en absoluto, tan sólo se ha profundizado, y La Crisis lo empuja un paso más allá en ésa, su dirección inercial.
Así, los gestores amigos se vuelven de momento vociferantes y rescatando (por ahora en parte) el bagaje verbal de los viejos revolucionarios, amenazan con verse obligados por las circunstancias a encabezar, desde arriba, la revuelta contra los avariciosos y los desaprensivos en general... incluidos bancos y banqueros, monopolios y ejecutivos de primer orden, grandes industrias de la alimentación y de la salud... etc. Por el momento, parecen meras tácticas para contentar a los marginados en vertiginoso aumento... pero en realidad creo que va a llegar bastante más allá.
Por ahora, las soluciones a la crisis por parte de todos los gobiernos occidentales se basan en una invitación a seguir creyendo en el futuro, en una invitación a la confianza ciega en el sistema, en el crédito infinito, en el consumo imparable y acelerado que sea capaz de suplir la reducción de muchos mercados a la nada (buena ropa por ropa de usar y tirar, por dar un rápido ejemplo; o coches de élite para los sectores más necesitados de consumir lo mucho que acumulan). Todos aumentan el crédito oficial directo o indirecto y estimulan el retorno al consumismo aunque de repente parezca a muchos una invitación al suicidio solidario. No obstante, más de un gobierno entreve los límites de la esperanza a la que dicen acogerse. Y comienzan a profundizar en el viraje que hasta ahora servía para ocultar un discurso desconcertante nacido de la prevención (algo que hizo parecer que estaban dispuestos a encabezar la revolución anticapitalista desde arriba; algo a lo que cada vez se deberán más y más...). Esto es lo que se deja ver (si se sabe hacerlo) en los discursos de Zapatero, de Obama y de Brown, como en éste último. El socialismo, el socialdemocrático en particular por ser el triunfante, el que finalmente, matiz más matiz menos, acabó por sustituir y absorber al bolchevique... incluyendo sus maniobras, ha optado, por ahora y mal que les pese a los esperanzados e ilusos, por el rol que le cupía a cualquier comisionista de poca monta y a todo policía mal pagado: el del corrupto, el del aprovechado y, por fin, el del traidor en el que ya nadie puede seguir confiando.
Sin duda un difícil avance de la burocracia hacia su revolución desde arriba que tal vez no pueda detenerse en las meras acusaciones verbales a los ricos (esos que "ingresen más de 150.000 libras anuales" e incluso "más de 100.000") como "los culpables en gran parte, de la actual situación" (al menos, de momento, según el secretario general de la Trades Union Congress). Y ni siquiera en aplicarles fuertes subidas de impuestos a esos que son los que "más han ganado en los últimos años" (o intentarlo), a fin de cuentas... una "necesaria" contribución según Brown y que puede parecer a ojos de las masas como algo "justo" que esas personas paguen ahora "su parte de la recuperación económica" pero que de ser resistido o de resultar insuficiente como aporte voluntario... podría dar lugar a justificadas medidas, incluso punitorias, al menos recaudatorias... cuando los dirigentes del estilo apropiado no logren inducir lo que propuso el primer ministro chino, que "dentro del cuerpo de cada empresario debe fluir la sangre de la moralidad" (Xinhua). Después de todo, se trata de personas que "han sacrificado principios y han buscado ganancias a costo de los intereses públicos. Han cruzado la línea básica de la moral", según señaló Wen Jiabao, primer ministro de China, que por ahora también considera que: "La crisis financiera internacional demuestra completamente que no puede funcionar una economía de mercado que no tenga ninguna regulación", dijo Wen. "Debemos lograr un equilibrio entre la innovación financiera y la regulación, entre el sector financiero y la economía real y entre los ahorros y el consumo", no sabremos por el momento hasta dónde es convencimiento o una mera táctica de acercamiento solidario al dilema al que se enfrentan los gestores del capitalismo occidental que precedió a la crisis, acercamiento en el estilo del que hablaba el librito rojo de Mao, derivado de viejas recomendaciones leninistas, de "ponerle al aliado la mano sobre el hombro", como hicieran los comunistas chinos con el Kuomingtang.
La pregunta de hasta dónde queda espacio para la "verborrea demagógica pasiva" de las arengas gubernamentales populistas y si el chantaje "gran-empresarial" conseguirá seguir manteniendo esos discursos en unos límites inocuos, se hace cada vez más pertinente. Cada día que pasa el marco de maniobras parece estrecharse para los gobernantes-salvadores y sus palabras cada vez necesitan más de la "acción" contra los "chivos expiatorios" a los que se ha llegado a tratar como a colegiales ofreciéndoles premios por buen comportamiento (eso sí, con los políticos erigidos en jueces discriminatorios).
Sin duda, a "nuestros" gobernantes lo único que les haría falta para llevar a cabo sus planes salvadores y recuperadores sería contar con la férrea centralización con la que la burocracia hermana china cuenta, burocracia que ya ha comenzado a darles las lecciones pertinentes. Y es ciertamente pertinente preguntarse hasta cuándo podrán soportar no disponer de ese poder centralizado que les permitiría actuar tan "ejemplarmente"...
Por eso, creo que a medio plazo la burocracia gobernante tenderá a reivindicarse ante la masa en cuanto ésta entre en estado de desesperación funcional... y podría hacerlo traicionando a sus camaradas de ruta, preso de su propia verborrea... todo con tal de no caer.
De ahí que la pregunta pertinente clave aplicable a "nuestro" rinconcito del mundo deba ser explicitada: ¿hasta qué punto los ZP que llevan el mundo a la deriva (mientras buscan el norte de la estabilidad de su propio grupo de leales) se verán forzados a dar el paso jacobino-fascista o putchista-bolchevique con el que en el fondo más que advertía amenazaba Sarkozy? ¿Hasta qué punto acabaremos siendo tercermundizados?
De ahí la confluencia posible con quienes tienen en principio el poder de llevar a cabo esa "revolución renovadora" desde arriba, es absoluta. Lo que parecía una conversión del burocratismo al capitalismo por parte de China evidencia haberse vuelto del revés. Lo que parecía el fin del comunismo (en sentido amplio) tal como anunciara la caída del muro de Berlín, evidencia haber encontrado un complicado pero eficaz atajo.
Tal vez, por qué no (a pesar de los ingenuos bienpensantes de siempre que ya se lucieron antes de la segunda guerra respecto del alcance del fascismo, el nazismo y el stalinismo), porque todos deberíamos saber lo que significa valorar en primer lugar "el papel de la moral para enfrentar efectivamente la crisis" como algo que siempre va de la mano de quienes se erigen en sus auténticos guardianes... lleguemos a ver expropiaciones; tal vez el comienzo de la "caza" del "hombre blanco"... bien lejos ya de las plantaciones descolonizadas de África, en Londres o en Madrid o allí donde se justifiquen inicialmente con fines educativos en la línea en que ya lo aventurara el amenazante Sarkozy en sus primeros discursos anticrisis...
Tal vez comience "El Terror".
Pero eso es visto por las masas menos como un peligro que como una salida; lo que es propio de su idiosincrasia. Para la mayoría, los peligros no son tanto la falta de libertad como el hambre, eso, como en la Francia Revolucionaria, sigue siendo así... En todo caso, se tienen en cuenta otros peligros potenciales, que además empujan en la misma dirección. Es el caso del cada vez mayor avance del islamismo, que siendo nefasto en sí mismo podría acabar reducido al papel de coartada adicional de las burocracias más poderosas, eficaces y oportunistas del mundo (las que no tendrían ningún prurito en realizar grandes racias en caso de que sus gobernantes no aceptasen jugar de su lado en el momento decisivo: y me refiero a la china o la rusa que ya han hecho cosas similares en sus propios países, y que siempre estuvieron mejor preparadas para ello que los de origen protestante). Sea mediante "alianzas de civilizaciones" y conseciones (y a caballo del islamic banking dado que, en realidad, “They are more interested in returns than religion.”) o mediante la persecución sin cuartel. Se trata de simples opciones propias de la volubilidad dirigente en absoluto fantástica que caracteriza a la burocracia gobernante, como evidenció "nuestro" gobierno localmente en relación con "nuestro" caso particular de terrorismo nacionalista). De la asunción de la estrategia del poder por el poder que en realidad esconde una simple y antigua voluntad grupal de predominio.
Así, a la posibilidad de llevar Occidente y el mundo hacia la pobreza de otros tiempos, se suma el de llevarlo a soportar una creciente inseguridad y hasta la mismísima tiranía, tiranía que ya ha comenzado a expresarse en la autonomía fascista de los cuerpos e instituciones paralelas del Estado (como los sindicatos oficializados) cuya razón teórica de ser era en teoría la opuesta. La gran mentira democrático-formal (no hay otra posible en cualquier caso en sociedades tan complejas como las existentes) podría llegar a ser un obstáculo hasta para quienes la utilizan de coartada. De momento, en cada ocasión en que se le ponen las cosas a la facción dominante, se violan los principios sin la menor consideración ni consecuencia. Se ha instalado en la sociedad la convicción de que así son las cosas y no sólo los aspirantes a la sustitución sino también las fuerzas políticas menores que aspiran con resignación poder actuar como bisagras decisivas e incluso las masas siguen considerando esos mecanismos como los únicos viables para conservar sus condiciones de vida a los poderosos.
En esta sociedad, como en cierto modo comentaba al final de la primera entrega sobre el tema, la facción de la burocracia que se especializa en los "asuntos generales del Estado" utiliza las instituciones en las que entra en calidad de "representante electo del pueblo" como su bunker y su torre de asalto particular para conseguir sus fines personales, lo que no duda en hacer en contra el resto de la sociedad e incluso en contra del futuro.
No es extraño por ello que los acontecimientos lleven a más de una persona inteligente a la impotencia, la desesperanza y la frustración, sea cual sea la idealización que rigiera sus pasos.
Las propias sugerencias que producen los intelectuales, como sucediera ya en 1789 según ilustrara Tocqueville, y desde entonces de manera sistemática, volverán a servir sólo de coartada a la acción avazalladora de la burocracia. En las encendidas, hermosas e ignoradas palabras del lúcido observador de aquellos sucesos, apenas algo canosas por la acción del tiempo:
"...en varias ocasiones hemos visto extinguirse y renacer de nuevo la pasión por la libertad; y así seguirá por mucho tiempo, siempre inexperta y desordenada, propensa al desaliento, asustadiza y endeble, superficial y pasajera. Durante ese mismo tiempo la pasión por la igualdad sigue dominando los corazones de los que fue la primera en adueñarse, íntimamente unida a nuestros más caros sentimientos. Mientras la una cambia sin cesar de aspecto, disminuye, crece, se fortalece o se debilita según los acontecimientos, la otra permanece incólume, adicta siempre al mismo fin con idéntico ardor, tenaz y a menudo ciega, dispuesta a sacrificarlo todo a quienes le permitan satisfacerse, y a ofrecer al gobierno que quiera favorecerla y adularla las ideas y leyes que el despotismo necesita para reinar." ("El Antiguo Régimen y la Revolución", Alianza de bolsillo, Madrid, 2004, pág. 243)
4 comentarios:
Buenas noches Carlos
He leido algunos párrafos del post (déjame algunos días para irme leyendo el resto; ya sabes que soy lento en mis lecturas jejeje).
Sólo quería mostrarte mi apoyo en este tema. Creo que resulta básico hacer una obra sobre la creciente burocratización. Confieso que es algo que a mi también me "duele", por decirlo de alguna manera. Creo que aquí se ha puesto una trampa para las masas y para aquellos que no saben qué hacer con su vida,a no ser, simplemente, existir.
A falta de ideales, criterio propio y aspiraciones vitales... ¡Burocratización y gestión!
La gestión siempre es una actividad de segundo rango. En la antigüedad, en roma por ejemplo, la solían realizar los esclavos; esclavos 'cualificados'.
Ya nos iremos viendo.
Hola y gracias por la primera parte y por el apoyo. A veces me cuesta comprender la dificultad evidente de la mayoría de la gente para ver esa realidad indiscutible de la burocracia como "clase social" (el término es inadecuado pero alusivo) y del proceso imparable de burocratización de la sociedad que no es una enfermedad curable ni nada parecido. De entrada se piensa de "otra manera", como si no se quisiera ver así. El marxismo y sus posteriores "utilizadores" (e "influenciados") reinventaron la vieja idea de que el filósofo era la voz de toda la humanidad para hacer de sí mismos la voz de la supuesta humanidad futura (... la proletaria). Desde entonces, la "polémica" se instaló entre la primera idea "globalizante" de los liberales y la "particularizante" de los otros, pero ambos ocultaban así sus propios intereses y su propia connivencia con la burocracia que había finalmente usurpado sus pretensiones de poder y sólo "hacía como que" respondía a sus "orientaciones filosóficas"...
El enfoque "falso", pues, oculta en realidad la pretensión de cada cual de que toda la humanidad "gire" al son del propio grupo, es decir, le sirva del mismo modo que cualquier otra herramienta para la supervivencia, esclavos incluidos, esclavos que no por nada eran considerados "útiles parlantes". Y cuando este enfoque se abandona para comprenderse a uno mismo más (las "malas intenciones" íntimas) se comienza a comprender por qué pasa lo que pasa e incluso por qué pasa Hoy).
Bueno, dejo que sigas donde lo has dejado... Al final te encontrarás con algo parecidísimo a tu buena mención al trabajo de gestión de los esclavos de Roma... los que un día... tras años de entrenamiento y suficiencia... y ante la oportunidad... simplemente se decidieron a tomar las riendas... Un poco lo de la película "El sirviente" de Losey, o lo que pasó con la Inquisición...
Y basta, que así no dejo nada más que los ejemplos...
Un saludo afectuoso.
Bueno por el largísimo post hecho y por los comentarios prometidos se podría considerar lo aquí escrito como una suerte de conferencia en donde ahora vendrán las preguntas, la tertulia y quien sabe si incluso el debate.
Me apunto pues.
Por mi parte, rasgar unas ideas de la superficie.
Yo consideraría a la burocracia como una fuerza o parámetro más del panorama político a mantener equilibrada o si se quiere, dentro de un rango de valores que hagan a la sociedad sostenible.
Sería como el protooncogén que son genes cuyos productos promueven el crecimiento y la división celular, esto es, posibilitan el crecimiento económico y la división de trabajo en tanto en cuanto no hay comercio sin el imperio de la ley pero que cuando no se pone freno a su crecimiento -caso de las socialdemocracias- o cuando mutan, es decir, dejan de hacer aquello paro lo que están programadas -caso de las corruptelas- entonces generan células cancerígenos, corruptas que empiezan a escleorotizar la dinámica de la sociedad al punto de volverla facciosa.
En ese sentido lo que hay que preguntarse es no tanto cómo eliminar la burocracio sino cómo controlarla y precisamente lo que pone en picota esta crisis no es sino el modelo socioeconómico habido y su ratio de capitalismo/burocracia, pues ambos son excluyentes en el sentido que donde hay una empresa el estado no tiena a burócratas.
Buscar el ratio justo es grosso modo el fin de todo pensamiento político y ahí aparece el liberalismo que es el único movimiento intelectual, medicina política, que viene señalando de forma sistemática y argumentada cómo de letal es el actual ratio y cómo frenar la metastásis de la burocratización porque de hecho es la única ideología que propone su poda no la mejora de su eficiencia (socialdemocracia) o, directamente, su incremento (marxismo).
En ese sentido hay que distinguir qué ofrece cada visión política o medicina política y cómo, por lógica biopolítica, no puede generar los mismos efectos en el agente infeccioso, en la burocracia.
Y vale, sí, puede ser verdad que las recetas de corte liberal puro no pasarán en este mundo real de pregones inútiles sin perspectiva política alguna, y de ello cada vez son más los que se dan cuenta y desesperan pero nunca una ideología fue defendida por su popularidad o por su índice de contagio sino por su verdad, al menos para un intelectual honesto.
Nadie ha dicho que el mundo vaya a salir de ésta o de la siguiente pero sí hay gente que ha dicho cosas sensatas.
Hay, en definitiva, demostrada una crisis material generalizada mientras que hay demostrada una crisis ideológica particularizada exclusivamente en aquellos a quienes les hicieron caso los votantes.
Saludos
Hola Héctor, lo reconozco: podría servir para una conferencia... la pena es que no consigo hacerme invitar, porque si no... Me gusta escribir sin duda, pero no sé si más hablar en público. Si hubieses podido asistir a la presentación de mi novela...
Bueno, al grano (y la paja): ya sabía (por posts tuyos y/o réplicas anteriores) que consideras a la "burocracia" un "parámetro más" (aunque creo que te dejaste llevar al decir que sólo o fundamentalmente -no lo sé- "del panorama político" en lugar de su base, Lo Social). Mis respuestas están en varios sitios de mi blog e incluso en el post, de modo que te reenvío a él, así como al comentario a RDC en el que "desvelo" casi todos los "secretos" que en primera instancia trato de que sean descubiertos...
Ahora bien: lo de considerar que la función de la burocracia sea "mantener equilibrada o si se quiere, dentro de un rango de valores que hagan a la sociedad sostenible"... lo considero lisa y llanamente una declaración de guerra. ¿Por qué? Pues porque el amigo de mi enemigo sólo puede ser... ¡Vamos: algo tan viejo como por lo menos los animales superiores!
Pero... ete allí que después dices (lo haz hecho alguna vez antes, o más de una) la "burocracia" (la gobernante, que es de la que hablo, y lo especifiqué porque ya me olía las posibles confusiones) sería... un virus, una simple "enfermedad" y además... erradicable (o "controlable", en tus palabras).
Pues verás, ene-o = no.
Tal vez sería "ideal", tal vez sería "maravilloso", tal vez... si Héctor y muchos otros tuvieran el poder para "meterle" al "parámetro" el "programa perfecto"... pero no-es-real.
Primero: la burocracia gobernante es un resultado histórico y no un "producto racional" puesto "para" (sea el "para" lo que sea), y ese específico resultado histórico, que nace de toda una compleja serie de interacciones sociales que se van sucediendo y sucediendo como mejor pueden, no viene de ningún "otro" mundo como los virus respecto de los porcinos, sino de la propia autopoiesis de la sociedad instituida: nace de la delegación de lo administrativo por parte de la nobleza y acaba autonomizándose y usurpando el poder (tal vez después de preguntarse: si somos los que lo controlamos -o gestionamos- todo, ¿por qué seguir siendo meros empleados de la clase ociosa?) y sigue creciendo y reproduciéndose como hiedra...
Por eso (como síntesis), en segundo término: no puede ser "controlada" salvo... por otra igual, con lo que el problema se reproduce dando evidencia de su carácter socialmente problemático. La Historia, precisamente, se encargó de demostrarlo en la figura de las sucesivas revoluciones modernas, todas produciendo recambios con o sin el concurso de acciones de masas y con o sin que estas fueran masivas, manipuladas desde el principio o salvajes (inducidas), y tuvieran o no diversos motivos más o menos irrealizables, etc. Recambios. Como Tocqueville casi en exclusiva señaló que había sido el caso de la Revolución Francesa. Más aún: como lo demostraron todas las utopías que se proponían "controlarla" o "subordinarla" ya fuese en base a una férrea lealtad ideológica o una moral candente, educación con sangre o del tipo que sea...
Lo demás, como los conflictos entre burocratización y mercado, o también entre burócratas -gobernantes o de la empresa privada- y capitalistas "antisociales", o entre lo individual y lo común, etc., etc., etc., sólo se pueden discutir previa claridad sobre lo primero.
Y el problema (intelectual y no burocrático en este caso) es que buscar "ratios justos" sobre el papel, el discurso o la conferencia si cabe es puramente retórico. Y buscarlo en la realidad política... implica convertirse en burócrata (incluso desde un principio, desde la formación del movimiento o partido e incluso desde la secta de militantes dispuestos a actuar, a "transformar al mundo" que era de lo que se trataba según tuvo que concluir Marx renunciando a la filosofía obviamente contemplativa).
¡Ah, si el mundo fuera otro, amigo mío! ¡Y el hombre! ¡Y...! Pero así son las cosas, o como sea que sean... no, sin duda, como la pintan nuestros mejores e ingenuos deseos... lo siento. Es más, lo sigo sintiendo. Incluso por mí, por supuesto y en primer lugar.
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