martes, 23 de octubre de 2007

Un títular antiburocrático en la prensa española

Hoy salió el ABC, ni más ni menos (¡¡), con un titular que reza:

EL GOBIERNO COLAPSA BARCELONA

Sin duda sólo tiene una intensionalidad antigubernamental, pero no pudo sino recordarme al que una vez, según leí en un ensayo, había encabezado un periódico clandestino polaco en los años 50, durante la lucha contra la dictadura del Partido Comunista polaco asociado al PCUS. Y si no, vean la similitud de contenidos:

CUANDO LOS PLANES SE CUMPLEN NI LOS TRANVÍAS PUEDEN FUNCIONAR

Se ve que el responsable del titular de ABC no pudo evitarlo. Quizá que es difícil sustraerse a una realidad evidente que al ser narrada expresa mucho más allá de lo que se pretendía (¡ésa, precisamente, es la base de la literatura!) Es posible que las condiciones psiciológicosociales imperantes en nuestro país tengan un punto en común con las de los países de Europa central de aquellos años, salvando por supuesto las diferencias que saltan a la vista (es decir, un punto en común un tanto subterráneo para muchos.) Pero sugiero que no os quedéis en señalar esas diferencias ni en la superficie y os detengáis en el hilo conductor que une toda la Historia de los regímenes políticos de occidente desde Robespierre y Bismark en adelante y saquéis conclusiones generales y aleccionadoras.

El fenómeno está ahí y se reproduce sistemáticamente, y si no tenemos intereses mezquinos en el fondo, tendremos que intentar dilucidarlo.

domingo, 14 de octubre de 2007

El multifacético y ambivalente papel de los subproductos de la reflexión

Me preguntaron el otro día, después de exponer mi visión de la moral, si mi postura era "relativista", lo que me hizo responder que yo no aceptaba el todo vale propio de sus defensores y que para mí era una falsa postura, hipócrita en un extremo, ya que no podía nunca ir más allá del escamoteo oportunista de las valoraciones o los juicios; juicios y valoraciones que según mi buen entender son inseparables de toda reflexión humana. Con todas las dudas que pudieran estar presentes al mismo tiempo.

Lo que quiero decir es en definitiva que todo juicio de valor es parte inseparable de la conducta innata del ser humano siendo la parte variable la específica asignación concreta del bien y del mal, de lo bueno y de lo malo. Los juicios de valor tienen así, según yo lo veo, una genérica razón instintiva de ser, aunque toman forma específica cada vez, en el entorno de proximidad que representa el contexto en el que se crece (particularmente hasta la adolescencia), En esto me apoyo enteramente en Rich Harris y en su demostración del peso que el grupo tiene en la formación del individuo.

Claro que no siempre aflora a la conciencia tal y como el individuo lo siente. A veces es escamoteado por razones ideológicas, otras por razones psíquicas, e incluso por razones maquiavélicas, y el discurso se tiñe de hipocresía o de temor. Y es que el juicio es tan necesario para la estabilidad del pensante como el engaño o el secreto e inclusive el autoengaño.

La moral, el gusto, el sentido de la justicia, etc., están determinados como el resto de los subproductos de la reflexión por el proceso evolutivo y responden básicamente a ello, siendo por lo tanto imperfectos desde un punto de vista lógico (la lógica que constantemente nos hace pensar que el hombre lo habría hecho mucho mejor de lo que lo debió hacer Dios o la naturaleza a la que nos cuesta ver como algo que se desarrolla sin programa previo; es decir, la mecánica de la omnipotencia.) Insisto en este punto sobre el cual creo que la evidencia me avala: todos los resultados del proceso evolutivo se escapan de los marcos de lo indispensable, de lo preciso, de lo estrictamente necesario y hasta de lo positivo para su propia marcha. Y, también, cada uno adquiere una especie de vida propia que lo hace conservador en sí mismo y decidido a permanecer por encima, llegado el caso, de la base material que lo justifica o le dio origen.

Sin duda, para mí al menos, la moral considerada en abstracto como la capacidad electiva de optar por el bien o por el mal no es básicamente tal hasta que no se llena de contenido a través de otras mediaciones. Es demasiado fácil despachar el problema diciendo que se trata de un producto humano que se separa o siempre estuvo separado de la naturaleza animal precedente (y coetánea.) La idea de que lo bueno y lo malo es inseparable del beneficio humano (el "no matarás" se refiere al prójimo y no a los animales que nos sirven de alimento) es correcta, pero no sólo porque esas tendencias innatas y propias de todos los seres vivos que alcanzaron un cierto grado de desarrollo neurológico son rellenadas con esos contenidos por el ser humano que es capaz de conceptualizarlos claramente. Es más, cuando se va un poco más allá de la genérica contraposición de bien y mal y a cada término se le pone nombre y apellido (libertad individual vs justicia social, creyentes vs herejes, etc.) se descubre con toda claridad que las restricciones a los impulsos negativos se condicionan según el criterio previamente adoptado por el grupo en el que nos debemos mantener so pena de ser marginados o incluso expulsados.

De ahí que los contenidos concretos del bien y de mal sean tan diversos y hasta se contrapongan. La base de estas operaciones está en el hecho de que cada grupo sea para sí mismo la verdadera humanidad (y unos defiendan la moral legitimada por el Corán y otros por la Biblia, ambos subdivididos como las reflejan sus diversas subinterpretaciones, o por alguna de las escuelas del Budismo, otros por las del Liberalismo o las del Marxismo, y así sucesivamente. Aunque lo mismo suceda tanto con la "Teoría de la Relatividad" como con "El Tratado contra el Método" y como toda otra narración nacida del intelecto.)

A lo sumo se puede adoptar una postura que podemos llamar "científica", abierta a la evidencia y dispuesta a aplicar las capacidades reflexivas con el máximo de desprejuicio y la máxima disposición para aceptar una "verdad" cada vez más económica (para lo cual habrá que ser "lo más sano posible" o "lo menos temeroso posible", para decirlo en términos psicológicos, lo que creo inevitable.) Esa postura "científica" se hace factible y comienza a desarrollarse en estrecho paralelismo sin duda con la visión de una humanidad única y global, pero que también es mitológica, imaginaria, proyectada desde un determinado punto de vista ideológico, y no puede evitar deslizarse una y otra vez hacia la defensa de un punto de vista conservador, resistente, propio de un grupo que se siente amenazado de uno u otro modo.

De ahí que también crea un error contraponer la Razón a los fenómenos imaginarios y mucho menos atribuirle propiedades salvadoras contra fanatismos y sistemas opresivos de unos hombres (en sentido estricto pocos) sobre otros (normalmente muchos), más allá de que las formas revistan la apariencia de mayorías (aliadas o cautivas) contra minorías (que suelen ser meros chivos expiatorios.)

Precisamente, si algo explica que unas u otras en unos u otros lugares y tiempos se convirtieran en la "ideología más influyente" que fuera capaz de fijar en el inconsciente colectivo determinados contenidos morales a las tendencias generales a aceptar el bien a justificar el mal, o sea a fijar una moral más o menos concreta y una predisposición psicológica social más o menos concreta, y unos gustos y unas modas... eso sucedió MEDIANTE el triunfo de unos hombres sobre otros, lo que sólo puede ser atribuido a la superioridad de su grupo para organizar la sociedad según sus intereses y sus visiones asociadas, incluyendo su capacidad para dar forma a un MITO capaz de aglutinar a las masas a su alrededor (y siempre con la promesa incluida de obtener un buen botín para todos, un botín que no es sino la forma sucesiva de la carne del festín que prometía la depredación de animales muertos y posteriormente la muta de caza.)

Sin duda, Razón y Experiencia, han ido siempre al auxilio de los mitos y de las ideologías preexistentes, y ha sostenido a todas las diversas escuelas filosóficas y orientaciones de la ciencia. Esas ideologías y los intereses materiales que las determinan, así como esa psicología y los miedos personales que los fundan, conforman el enfoque previo al proceso de deducción. Y la experiencia propiamente dicha, al menos en primera instancia, orienta hacia explicaciones míticas. En la vida cotidiana, los "signos" que nos devuelve la experiencia son precisamente los que nos hacen pensar que "debe haber un Dios", "que existe el diablo", que "tenemos mala o buena suerte", que "estamos predestinados", que debemos comportarnos según los parámetros de la moral dada, etc. Es un automatismo al que ni el más entrenado racionalista puede escapar. La idea del castigo (poco más que un acto reflejo), el sentimiento de culpabilidad, la sensación de extrañeza, la dificultad para abarcar el mundo y los impulsos que nos mueven a hacerlo... son todas manifestaciones que nos llevan a la construcción de mitos.

La filosofía y la ciencia se han apoyado siempre en la razón y la experiencia, pero siempre también a partir de un previo punto de vista sobre el mundo y sobre el hombre. No existe ni ha existido ninguna filosofía ni teoría científica que no haya necesitado fundarse en un apriorismo. Ni por supuesto lo que yo mismo digo aquí y ahora está libre de redundar en esa mecánica, incluso cuando me pregunte por qué es así y me de una respuesta, incluso cuando de una explicación de la ley que según entiendo está detrás de esa mecánica.

Y es que la razón y la experiencia (procesada por el cerebro) no son garantía alguna de objetividad ni son inmutables ni tienen otro poder que el que se deriva de su posicionamiento como mito aglutinante de un movimiento real. En esto, dicho sea de paso, acertó Feyerabend de pleno, aunque lo dijera de un modo poco sólido y relativista (también por las mencionadas razones ideológicas previas y psíquicas propias de la que nadie está exento.) Lo demuestra con una claridad difícilmente rebatible al considerar como ejemplo a la brujería:

A pesar de todos los argumentos (señala P.F. tras citar a un historiador llamado H. Trevor-Roper que estudió el fenómeno) en contra suya (...) No podían haber sido efectivos porque la ciencia de las escuelas estaba "empíricamente confirmada" (sólo que Feyerabend extrae de estos hechos la conclusión de que hay que actuar por esos medios impositivos que ya aplicaron según él Lenin o Mao, como si se tratara de una decisión voluntaria libre de condicionamientos, "mental", y además realizadora de sus contenidos propagandísticos. O sea, conclusiones impresionantemente falsas y peligrosas de las que recomiendo huir en todos los sentidos.) ("Contra el método", Ariel, nota 27-C, pág. 154; los paréntesis son todos míos y las comillas corresponden a una cita del libro que Feyerabend menciona. Por cierto, recomiendo la lectura de toda la nota que no tiene desperdicio tanto a efectos de recoger el grano como de separar la paja.)

Por eso creo que es falso que exista una filosofía nacida de la irracionalidad, o que las mismas son un impostura. La razón, como atributo inseparable del hombre, es en el fondo la que convoca a la irracionalidad misma y la sublima, y a fin de cuentas la hace caer en una contradicción interna. No puede sostenerse un discurso que arranque con la pretensión de ser irracional ya que cae en lo contrario de inmediato, como le sucede a "Contra el método" y su proyecto de "metodología dadaísta".

Y, de la misma forma y por las mismas razones, creo que es una mera impostura que se derrumba a trozos la defensa de la relatividad moral que se apoya en la existencia imaginaria de una humanidad unívoca poseedora de un programa superior.

Sin embargo, hoy podemos estudiar la historia de las ideas y extraer de la abundancia de datos existentes la evidencia de la repetibilidad de esa ley, de aceptar qué significa y qué alcance tiene el progreso al respecto. De ser cada vez más objetivos. Cierto, pero no decisivo.

Este enfoque, basado en definitiva en la simple y archimanida idea de que el ser humano es tan sólo un resultado más, el más complejo sin duda, del proceso evolutivo tal y como lo he descrito en varias ocasiones y que tan sólo creo llevar hasta las últimas consecuencias, me lleva a concluir con la idea de que los problemas del bien y del mal así como los de la razón y la sinrazón se dirimen, se dirimieron y se seguirán dirimiendo en el terreno histórico, a través de quienes consigan una victoria real. En este sentido, los poseedores de buenos sentimientos y de buenas ideas (que inevitablemente, si son honestos y consecuentes, seguirán defendiendo a capa y espada por imperativo genético), no garantizan ni garantizarán nunca el futuro y sus concepciones, en todo caso, seguirán regresando como ideas renovadas en la mente de los que vengan a continuación, incluso si tienen que salir de las tinieblas en las que un grupo triunfante los meta a todos como pasó en la Edad Media para dar luego paso al Renacimiento.

Lo cierto es que los grupos que, muy genéricamente hablando, forman parte de eso que se llama "civilización occidental", no aceptarán a renunciar a su avanzada ni a los sueños que su materialidad promete.

Y también lo cierto es que ningún ser humano soportará ser paciente hasta más allá de ciertos límites.

jueves, 11 de octubre de 2007

"Si una mala jugada del tiempo"










Se sentó sin salir de la cama, se estiró hasta el papel y el bolígrafo
abandonados sobre la silla que se hallaba a su lado y escribió:

"Amor mío:
"Estoy a una distancia imprecisa de ti, y de todos. La comercialización
del hibernador personal ha sido uno de los sucesos más escalofriantes de ¿este
siglo? Duermo durante el tiempo que me viene en gana sin ninguna sensación de
haberlo hecho, sin pesadillas, sin molestias. Apenas aproximándome a la muerte
unas décimas de segundo o poco más. Y despertando de nuevo en el mismo sitio,
como si no hubiera sucedido nada, aunque más lejos que la última vez de todas
las cosas y de todos los demás, de los que ¿viven?, ¿duermen?, ¿han
desaparecido? El bullicio que continua fuera, más allá de las persianas bajadas,
¿quiere decir algo? No me animo a comprobarlo. Si me levantara y saliera a la
calle ahora mismo creo que no podría reconocer a nadie: sin duda hemos
envejecido todos en proporciones diferentes. Tú misma, ¿cómo eres hoy, cómo
serás al recibir esta carta, como serás luego, dentro de...? ¡Vaya a saber qué
medida del tiempo es la más adecuada para decirlo! Mi mirada interior te rescata
joven en la memoria, cruzando el umbral de la habitación hacia la mesa de la
sala donde quedaron los cigarrillos, y se detiene en tus muslos, sobre los que
se derrama una cálida luz que, creo recordar, era la del atardecer entrando a
través de las rendijas de la persiana de enrollar y que les daba un rosado suave
bajo ese vello diminuto que prometía, ay, volver a electrizarse... ¿Ya no son
así, lo son todavía? Porque... habrás usado, usas, usarás tú también el
hibernador, ¿no es cierto...?"



Se interrumpió. ¿Qué sentido tenía continuar
escribiendo una carta; escribir en general, cualquier cosa que fuese? El deseo
de volver a caer en el letargo parecía la única respuesta. ¿Para qué? Sin duda
eso tenía tan poco sentido como todo lo demás. El mundo exterior se había
convertido en una pesadilla potencial intolerable. Si volvía a dormirse, y a
despertar luego, ¿no volvería a sentir la misma inseguridad, incluso
multiplicada? De improviso se imaginó que casi todos dormían; que el mundo
entero, salvo... ¿quiénes y para qué?, escapaba una y otra vez, como él, de todo
aquello. Fuera, en la calle, continuaba el ajetreo. Había gente, habían
vehículos circulando, voces. ¿Habían decidido abandonar las prácticas de
hibernación, tal vez para siempre, abandonarse al desgastante paso normal del
tiempo? ¿Se trataría de personas que de tanto en tanto se animaban a salir, a
ver el mundo, a mostrarse?



Se dejó caer de espaldas. La mano se abrió
soltando el papel y el bolígrafo. No pertenecía a la clase de gente capaz de
suicidarse, era una lástima. Pero volvió a acariciar la vieja idea macabra, una
idea plena de burla. Conectó el aparato, fijó como fecha de destino el día, mes
y año de su nacimiento (lo hizo así por hacerse un honor a sí mismo ya que
cualquier fecha pasada habría sido igualmente útil) y cerró sobre sí la cubierta
de la cápsula, hasta sentir el clic del cierre hermético, que sólo se podía
volver a abrir completado el proceso, y comenzó lenta pero inmediatamente a
dormirse. Mientras lo hacía alcanzó a preguntarse una última cosa: ¿Y si el
tiempo le jugaba una mala pasada? ¿Y si, contra todas las lógicas, el tiempo
siguiera un vaya uno a saber cuán extenso y cuán complejo curso circular y, al
cabo del futuro del futuro, alcanzase alguna vez, otra vez, esa fecha,
precisamente ese día, para volverlo a despertar?


Fin

Nota: Para variar, os he ofrecido un cuento de mi producción que fue publicado por Axxon (Argentina) y por Fantastik (Bélgica) y al que se podía acceder desde la solapa. Se admiten comentarios.

domingo, 7 de octubre de 2007

Pusilanimidad occidental y totalitarismo (algo más sobre Birmania)

Birmania sigue siendo noticia de primera plana y dejará de serlo en cuanto la junta vuelva a ser sustituida por otra cúpula militar como ya sucedió en 1988. Y los turistas podrán volver a tumbarse en sus playas y visitar sus templos. Y los monjes (depurados los más "laicos" o si se prefiere más "terrenales") a rezar.

Entretanto, los países occidentales (y un coro de personalidades de todo pelaje algunos de los cuales han dicho cosas que aplaudo... pero a los que no los había oído decir ni p del genocidio sudanés, por ejemplo) hacen, en el mejor de los casos, el paripé democrático y moral con la parsimonia de siempre: tal vez el general X o el coronel Cualquiera quiten de en medio al actual caudillo iluminado y a sus adivinos y por fin el cambio de gobierno llegue antes de tener que tomar medidas (por ejemplo, sanciones económicas o algo tan poco efectivo como eso) mientras, además, se intenta llegar a un consenso con quienes es imposible de partida. ¡Siempre el consenso: qué buena excusa (que ya se ha visto que a veces no se necesita)!

Es tremendo tener consciencia de las cosas, saber que nada que no derive de la lucha entre fracciones burocráticas, sobre todo locales pero aliadas a unas u otras de los demás países más o menos involucrados, será lo que a fin de cuentas prevalezca. Pero así será, que no nos quepa la menor duda: no caigamos en el autoengaño y su ilusión.

Aceptémoslo: sólo nos queda sufrir, denunciar la barbarie, ser sepultados por la barbarie (si llega hasta nuestras costas), sumarnos a las huestes de algún perdedor que de ganar podría llegar a ser tan rechazable como el derrocado o a las huestes del principal contendiente (atiborrado su cartera de promesas) que tan sólo hará que las cosas en todo caso se suavicen (respiro que en absoluto rechazo sino que incluso agradeceré) hasta que su poder se ponga en tela de juicio un día y se decida a dictar él mismo o sea sustituido.

En el caso de Birmania, eso ya sucedió en 1988. ¿Acaso ha cambiado algo para mejor? El proceso de burocratización global está más avanzado que nunca (gracias al desarrollo periférico y a la avidez de sus dirigentes meciánicos), y como siga sin superarse la pusilanimidad occidental que al menos podría evitar las formas más repugnantes y crueles del totalitarismo, como no se den cuenta de que toda la civilización peligra si no se detiene y destruye a esos "señores de la guerra", "del petróleo", "del opio", "de los diamantes", etc., que crecen como setas y que tantas veces empiezan sin que se note su talante, levantando pasiones sencillamente dialécticas. "Señores" que nacieron siendo capataces del glorioso imperialismo capitalista, no lo olvidemos (y no porque piense que ese es el diablo a condenar sino por no dejar de insistir en la concatenación objetiva que refleja la Historia, de lo que, simplemente, tenemos que aprender.)

sábado, 6 de octubre de 2007

Grupismo y complejidad (y 6): los grupos en las sociedades complejas

Con ésta entrada que conservo en borradores desde hace ya bastante tiempo en atención a asuntos más candentes daré por cerrada la serie sobre el grupismo (o grupalismo, como a veces pienso que debería volver a llamarlo.) Creo seriamente (más allá de que la tesis que defiendo sea aceptada) que en he conseguido darme a mí mismo los fundamentos básicos para abordar el presente, que era y es el objetivo que en realidad perseguía y siempre perseguiré. Creo que la vía regia es la de la indagación histórica lo más desprejuiciadamente que ello se pueda llevar a cabo, y creo que toda la materia del Universo se explica sobre esa base, es decir, que todas las formas adoptadas por ella y hoy presentes tienen una historia que se pierde en el pasado remotísimo del que sólo podemos saber que debió responder a las mismas leyes básicas que hoy vemos actuar. En todo caso, en un ámbito de interacciones diferentes que podemos intentar suponer por extrapolación al remontarnos hacia atrás desde el presente. Esa historia es una genealogía de sucesos encadenados (aunque no necesariamente todos con todos, lo que sería un tanto absurdo y exagerado) donde los momentos anteriores dan lugar a los posteriores en la dirección de la flecha del tiempo que, al menos en nuestro sector del Universo (en espacio y en tiempo) se mueve hacia un constante a la vez que irregular incremento de la complejidad.

Con esa óptica, y gracias a los descubrimientos de científicos como Rich Harris, Monod, Pinker, Maynard Smith y otros, en proporciones diversas como es lógico, he encarado esta serie que relaciona la tendencia innata al grupismo (no a la socialización, ya que me refiero a la integración en y a la formación de pequeños grupos) con el objeto de que aflore la base capaz de explicar el presente y de iluminar hasta donde se pueda el futuro (un objetivo inevitable que nos mueve a todos y que siempre irá más allá de lo estrictamente necesario... y, sencillamente, porque nadie tuvo de la función del hombre ninguna idea, diseño o plan que lo precediese y que proviniese de alguna mente con la noción mínimamente clara. En fin, porque fue un puro resultado.)

El objetivo de la serie era, y sigue siéndolo a pesar de la escasa respuesta que ha tenido (y del silencio de algunos) someter a discusión las bases conceptuales que me permitieran fundamentar el presente de la evolución social humana, es decir, la sociedad burocrática moderna a la que se ha llegado y definir sus rasgos tendenciales y sus posibles evoluciones (algunas de las cuales creo ver danzar a la distancia mientras muchos duermen, componiendo un horizonte tan amenazante como el mismísimo bosque de Birnam lo fuera para Macbeth.)

En base a lo que he desarrollé hasta ahora, llego a unas cuantas conclusiones, como que:

La sociedad burocrática moderna (por ponerle un nombre que para mí describe su principal característica) en la que vivimos y que ya se haya completamente globalizada, se inscribe en un proceso histórico cuyos orígenes pueden ser rastreados, al menos, hasta el mismísimo código genético de los primates, como Rich Harris apunta en su libro que tanto me ha inspirado, primates que exhiben la habilidad innata fundamental para producir un grupismo eficaz y duradero de detectar al tramposo (así como, añado, para contentar a los demás miembros del grupo o potenciales con el objeto de obtener sus favores y, en lo posible, de exigirlos. Hay pues, desde mi punto de vista, toda una (me permito el uso eufemístico del término) "dialéctica del amo y del esclavo"; más bien una dinámica del líder y del seguidor.

Mis afirmaciones parecen propias de un determinismo a ultranza (según cómo y quién lo mire), lo que ya me encargué de declarar que no era mi intención. Sin embargo, debo reconocer que mi postura es determinista, aunque se trata de un determinismo de ámbito reducido (el ya reiterado entorno de proximidad) que además se referiría en cada nueva etapa y situación sucesivamente creada. Es decir, que no habría una causa primera capaz de explicar la morfología finalmente existente, sino una concatenación de causas que dan lugar a efectos que se convierten en nuevas causas sumándose generalmente a las anteriores, a veces "alejándose" o debilitándose e incluso desapareciendo en el maremagnum interactivo que es la realidad compleja distribuida en planos diversos y agrupada en conjuntos con unas u otras jerarquías de predominio. O sea, donde puede pasar casi de todo a largo plazo y donde lo nuevo (o emergente) se está constantemente formando, reformando y adaptando a partir de lo inmediatamente existente y de las demás emergencias más o menos simultáneas.

También puede inducir a un rápido etiquetaje ideológico de metafísico a la inversa, es decir, a que a mi planteo se lo acuse de endiosar (por convertir en Dios) el código genético e incluso, hacia atrás, a las propias leyes (sean las que fuesen) de la cuántica primitiva, con lo que habría regresado a Dios tras un rodeo aparentemente materialista. Lo niego, aunque pido que de verse así se me demuestre. Lo que yo propongo es el reconocimiento de la existencia de leyes de interacción simples iniciales, intrínsecas y definitorias de la materia.

Apelando a un modelo virtual, yo sostengo la simpleza de que dos o más objetos cercanos en el interior de un campo, o entorno, donde reine una interacción determinada, eficaz y notable, no pueden ignorarse de manera absoluta, por lo que interactuarían cada vez más ostensiblemente provocando, primero, fenómenos cuánticos, luego físicos, después químicos, en un momento dado biológicos y por fin culturales, sociales y tecnológicos, o sea, que esas interacciones iniciales son capaces de producir una serie de fenómenos resultantes que pueden llegar a estructurar nuevos niveles de complejidad en un proceso de complejización creciente al que inevitablemente tienden. Y no sé (sinceramente lo digo) si esto tiene o no que ver con la tendencia que lleva del caos al orden en el límite, etc., como dicen algunos de los desarrolladores y sostenedores de la teoría o ciencia en ciernes de la Complejidad.

En estas definiciones preliminares y de posicionamiento ante el problema de la realidad, un concepto crucial que me vanaglorio de haber encontrado es el de proximidad, el de entorno de proximidad (un entorno que evidente el ser humano fue la primera criatura conocida que fue capaz de ampliar hasta más allá de su entorno natural gracias a la tecnología que desarrolló en convivencia con sus hermanas, la ciencia y la filosofía, reflejos a su vez de su poder de reflexión (heredado obviamente en germen a través del proceso evolutivo y cocinado al fuego acelerado de la Complejidad, repito, y por ello me disculpo.)

Entorno de proximidad donde las interacciones son efectivas y que tiene un alcance y unos límites observacionales, por tanto eminentementes geográficos, y representativos, y por ende efectivos en lo ideal, lo conceptual, lo cultural, lo ideológico y lo científico. Esto es crucial y lo quiero resaltar.

Esto explica dos asuntos muy significativos incluso para la antropología. En primer lugar, la viabilidad exclusiva de grupos reducidos yen segundo lugar la consideración del mundo como circunscrito por el horizonte objetivo, geográfico, lo que hizo y aún hace de todos los pequeños mundos el mundo entero (para mí, esto explicaría la lucha a muerte por los pequeños territorios conocidos, la sensación de que más allá estaría la nada, los abismos infernales o la oscuridad, la certeza de que el propio grupo es el elegido, y muchos mitos más que marcaron la marcha de la humanidad e incluso la de muchos de sus ancestros.)

En relación al primer punto, quisiera añadir que siempre hay un entorno de proximidad más allá del cual los efectos se experimentan a un nivel diferente del individual así como por parte de los grupos pequeños, etc., y que sin embargo, al no permanecer estático ni ser el entorno cerrado (deserciones, migraciones, fusiones de grupos, etc.) se acaba transmitiendo, en la medida en que existe la autoconsciencia, la idea de pertenencia a un mundo que se extrapola más allá. De ahí también, me parece, la sensación de que el propio grupo es la manifestación de una entidad siempre superior, mayor o más extensa. Esto explica la mecánica que lleva al grupo a sentirse equivalente a la humanidad e incluso al cosmos.

Por otra parte, sus grupos, al basarse en lealtades y afectos (que suelen perdurar en ellos y nosotros hasta más allá de que se ponga en evidencia cualquier negatividad o signo traicionero), no podían ser demasiado numerosos (no lo eran ni siquiera entre los primates más sociales y más capaces de ejercer ese habilidad.) La propia mecánica lo habría impedido: el celo, la desconfianza, mientras más depurado sea el instinto que permitía detectarlos antes dejarían de tolerar los atisbos de conspiración o las indeterminaciones, antes reaccionarán... impidiendo que el grupo creciera demasiado, ya fuese por expulsión de los líderes competidores, los inevitables sismas que sus apariciones conllevan, la ejecución sumaria, el reto decisivo que acababa con muerte. Y es que al celo y a la desconfianza se opondrá también una capacidad proporcional para el engaño, que a veces consiguió lo que estaba detrás: conquistar la posición dominante que a fin de cuentas es el mejor garante de los propios genes, del futuro a imagen y semejanza del líder.

Desde el punto de vista práctico, esos grupos reducidos permitían más fácilmente que se realizase un liderazgo eficaz, lo que afirmaba su carácter de herramienta idónea para la supervivencia (del conjunto, esto es, el grupo.) (En esos entornos de proximidad, la interacción de dominio, de hegemonía, de dirección, era posible; más allá el liderazgo se extinguía o era contestado como lucha entre grupos: el encuentro entre líderes por el predominio era convertido en guerra tribal: el grupo aparece como una extensión del jefe.... incluso en nuestros tiempos.)

Era, pienso, la manera más sencilla, menos problemática, de establecer un liderazgo único y con la minima contestación. Si fracasaba el líder y no surgía uno nuevo antes, el grupo estaba condenado en su conjunto. Si el líder valía, el grupo se afirmaba o reafirmaba en el mundo. Incluso los que se sometían tenía así bien garantizada su descendencia específica. A la sombra del poderoso, de nuevo... igualito que hoy en día.

Pero un hábitat conocido (pequeño) devendría territorio propio de cada nueva escisión, lo que daría lugar, en cuanto la zona se saturase, a la lucha por el dominio territorial (la ampliación del mundo parece posterior a la defensa del entorno preexistente y conocido; el triunfo de un grupo sobre otro ampliaría el horizonte para ambos... la complejidad aumentaría sin duda a través del caos de la guerra... especialmente si un grupo absorbía al otro.) Los enfrentamientos se habrían hecho inevitables y por fin se plantearían esas expulsiones absolutas, "fuera del mundo", y los éxodos "hacia otros mundos desconocidos", el exterminio o la dominación (la esclavización equivale a una integración y un crecimiento, es la forma a través de la que debió darse y aún se da la evolución social, y ello al margen del grado de sometimiento y del grado de violencia implicados, lo que no es aquí el caso discutir.)

En definitiva, esos grupos debieron integrarse a todas luces en un momento dado, con lo que el paso hacia estructuras sociales más complejas, donde se estableciesen reglas de sucesión más racionales para los liderazgos y ámbitos jerarquizados de control piramidal, acabó siendo una consecuencia inevitable. Fue sin duda el precio que hubo que pagar por el crecimiento de las poblaciones y la imposibilidad de gestionar de otra forma la supervivencia (en el límite de las posibilidades de triunfo absoluto de los pequeños grupos: véase el caso de las dos tribus que se sucedían en la hegemonía convirtiendo esa alternancia en un juego o un ritual, un caso estudiado por la etnología del que siento haber perdido la referencia bibliográfica.) Sí: eso pudo pasar y eso pudo dar lugar al salto social más quizá que como producto de la introducción de nuevas técnicas de producción, o sea a la inversa: apareciendo la agricultura sedentaria como consecuencia de la integración en grupos mayores capaces de permitir y necesitados de una división del trabajo... (y la presencia de una buena "máquina de reflexionar".)

El tiempo pasó, pero lo fundamental siguió en la base: el grupo de leales se sometería a las reglas del conjunto mayor, pero no dejaría de existir con todas sus tendencias centrípetas y de dominación incólumnes, y el grupo marginado mantendría su autoidentificación (tradiciones, cultos, mitos, modas... hasta el máximo de lo posible.) Esto, que es perfectamente observable, no cambió sino que se subordinó, manteniéndose la lucha a veces abierta y soterrada otras entre los grupos competidores por la hegemonía dentro de sociedades mayores.


Dirigir pasó a ser algo más que conseguir buenos resultados para los allegados y leales y comenzó a incluir el prometerlos.

La complejidad, que yo prefiero definir por la cantidad de interrelaciones y de estratos intervinculados efectivos (al margen de que ello represente o no "más información"), lo que se da y define las fronteras del entorno de proximidad, se mantiene y se incrementa sobre la base de la integración de grupos reducidos ocupando estratos diferentes en un esquema de división del trabajo o, mejor dicho, para que no se piense en términos economicistas, de división de las funciones sociales posibles, a veces necesarias, a veces imaginarias, en donde generalmente estas definen la necesidad de las primeras.


Cambiarán incluso las relaciones entre los propios miembros del grupo original que se transformará en hegemónico dentro del nuevo conjunto más complejo, ya que se igualan mucho más entre sí de lo que estaban antes, llegándose antes o después a tener la posibilidad de convertirse en sustitutos del líder por procedimientos institucionales (nacidos del conservadurismo del estatus de grupo) y de un modo quizá menos sujeto a las capacidades individuales y físicas, lo que dio sin duda paso a la categoría de pares, nobles, etc. y alguna vez, por qué no, a los intelectuales.

El grupo hegemónico, conseguirá así no sólo el privilegio de dirigir a la humanidad sino la de ser su único y verdadero exponente, generando a la vez un dominio sobre los demás grupos que para ser humanos deberán aproximarse lo más posible a su imagen y semejanza (algo que puede verse todavía en las instituciones de la democracia moderna o en los partidos políticos y los sindicatos.)

Eso debió comenzar progresiva e imparablemente. Los pequeños grupos debieron aceptar integrarse antes o después en una sociedad de amos y esclavos capaces de resolver de un modo superior el dilema de la lucha entre los líderes. ¿Fue un acto de benevolencia, un avance en la consideración por la vida de los miembros de los grupos extraños la implantación de la esclavitud como alternativa al exterminio, fue una medida práctica, de la inteligencia?

Pero, insisto, el pequeño grupo humano no se diluirá del todo ni dejará de bregar por sus intereses particulares de sus miembros y según los criterios asentados en sus propios mitos ancestrales (los fenómenos del cristianismo, del nazismo y del stalinismo, por no mencionar el caso extremísimo de los jemeres rojos, con sus llamamientos al predominio de la ideología del futuro por encima de los lazos familiares y la tradición, muestran hasta qué punto es posible de todos modos explotar políticamente la ruptura de la que habla Rich Harris entre hijos y padres.) Del mismo modo que las hormigas nunca llegaron ni llegarán a integrarse en una única supercolonia, los hombres jamás se integrarán en una única humanidad. Ningún mito podrá conseguirlo nunca mal que le habría pesado reconocer a Maynard Smith y a tantos hombres buenos bajo los cuales, de todos modos, y como poco, late un pequeño Rousseau.

Esa identificación grupal de ámbito reducido que continua estando pues vigente, está no obstante limitada en sus acciones, tendencias y deseos desde el conjunto mayor de la sociedad compleja, que sojuzga al líder del pequeño grupo con el resto de sus miembros, esclavizándolos, servilizándolos o empleándolos, y a veces condenándolos a la castración, la tortura y/o la muerte (a veces reduciendo sus asignaciones presupuestarias.) El pequeño grupo queda, en todo caso, más o menos marginado y dispuestos a prepararse para una nueva ocasión que le permite convertirse en el grupo hegemónico de reemplazo... Simplemente, para darle la vuelta a la tortilla.

De ahí que la teoría marxista de la división en clases no sea aclaratoria del mismo modo que la evolución social en base al desarrollo de las fuerzas productivas (progreso industrial y tecnológico) y de ahí que desde un principio la burocracia se hiciera necesaria y se impusiera (exigiendo y consiguiendo su tributo) y que la ideología del grupo (su mito existencial y fundacional) fuese discriminatorio y mandatorio. Eso explica la proliferación de burocracias en busca de apoyos, ejemplo de las cuales los partidos políticos y en especial los "comunistas" y los "reformistas" (y hoy los islamistas, por ejemplo), encuentran en sus tradiciones dogmas útiles aglutinantes.

(Como, si se me permite, eso de "la memoria histórica".)

Las tendencias dominantes pero también la generosidad y el altruismo ya estaban presentes en los genes de los simios. También ellos son instrumentos teleonómicos y como tales están al servicio de la evolución, de la reproducción, de la invarianza, del conservadurismo intrínseco a la vida.

De ahí que la sociedad humana haya alcanzado el actual modo burocrático de organización que define cada vez mejor el sistema de luchas grupales y de establecimiento del predominio de los grupos entre sí y dentro de los grupos mismos. Siempre con la convicción explícita de que la verdadera humanidad será la que "mi" grupo "promueve y difunda hasta que todos sean como "los míos", o sea, dejen de ser "otros".

El grupismo y sus reglas intrínsecas explicarían la tendencia a creer en la capacidad de liderar al mundo por parte de un grupo específico y en última instancia de sus dirigentes o líderes individuales. Y la facilidad para asumir el exterminio de los demás grupos (rivales) en nombre del futuro mismo de la humanidad. Y también de perpetuarse mediante métodos selectivos primitivos y naturales, que deberíamos estar tentados de catalogar desde el presente cercano como nazis y amorales, como en las conductas simples e inocentes de las madres primitivas en base a cuyas experiencias Judith Rich Harris desarrolla la tesis de su artículo "Parental Selection: A Third Selection Process in the Evolution of Human Hairlessness and Skin Color" que ya he comentado en la entrada específica dedicada a este asunto.

Y también explicaría el carácter más recalcitrante y perverso que hallamos en los grupos que más valoran la existencia de los agrupamientos y hacen eje en las acciones de masas y en la solidaridad y demás sentimientos colectivos (que son definidos siempre por la cúspide, los representantes, los intérpretes, los sacerdotes... Los individualistas, a fin de cuentas, serían los menos peligrosos para la existencia de los demás, incluso los más tolerantes.

Pero el grupismo hay que aceptarlo sólo como se aceptan las enfermedades o los parásitos benéficos: valorarlo positivamente sólo nos conduce a aplaudir también el egoísmo de los líderes y la servidumbre voluntaria de las masas. La naturaleza, la realidad, los resultados de la evolución y de la existencia de materia interactuante, no es ni moral ni no moral, y mucho menos inmoral. Está más allá del bien y del mal (aunque el hombre no llegue a convertirse en superhombre.) La moral, dicho sea de paso, es un mecanismo contradictorio, pero no combatible, no extirpable ni especialmente valorable, de nuestra idiosincracia resultante.

Por eso creo que no será posible, salvo que nos convirtamos en una especie enteramente diferente de la que hoy somos y conocemos y en la que nos reconoceríamos, o que, transitoriamente, nos viéramos un día enfrentados a una raza distinta proveniente del "espacio exterior", una raza que ya será distinta por el mero hecho de provenir de otra parte, que se consiga lo soñaban Maynard Smith y Szathmáry:

"Necesitamos crear sistemas legales (...) y mitos que extiendan la lealtad de grupo a la especie humana en su conjunto." ("Ocho hitos...", Matemas, pag. 229)

... y que más bien se cumpla lo que dice Pinker, a saber, que:

"(...) cada grupo desarrrolla una comunidad de intereses que le lleva a entrar en conflicto con otros grupos" ("Introducción" a "El mito de la educación", Debolsillo, pag. 15)

... lo que siempre reflotará de entre los acuerdos, alianzas y compromisos utilitarios e inevitables.

Habrá que terminar de escribir algún día la historia de los hombres de modo que explique paso a paso, interacción por interacción, por qué somos los que somos y por qué somos cómo somos, es decir, quiénes perecieron en realidad por el camino (qué rasgos genéticos) y por qué. Y qué nos permitió asentarnos a los demás, triunfar sobre el resto de las posibilidades experimentales. Y decirlo muy claro en cada una de las etapas y para cada uno de los acontecimientos: cobardía, perversidad, fuerza, astucia... lo que sea.

Sigamos, qué remedio...

El día a día trae sistemáticos asuntos sobre los que nos sentimos obligados a opinar: movimientos de masas, represiones, intentos de nuevas dictaduras, medidas locales que ponen los pelos de punta, sucesos nefastos que entierran sin un respiro los sucesos nefastos anteriores, horrores simultáneos muchos de los cuales ni siquiera llegamos a enterarnos. Y con ellos, miles, millones de comentarios, páginas electrónicas y de pulpa, escenas trasmitidas por la televisión y la red, oídas mientras conducimos, cocinamos, limpiamos...

A veces siento ganas de recluirme de una buena vez a la manera de los antiguos monjes sabiendo que la desconexión del mundanal ruido no favorece para nada la contrastación de las ideas que muchas veces como monstruos alumbra nuestra razón. Claro, el tiempo se nos escapa y es normal experimentar esos deseos cuya realización nos daría la tranquilidad suficiente para terminar una obra o completar la documentación que ese objetivo requiere. A veces pienso que con lo que ya he visto es suficiente (dado que casi todo se parece por no decir que se repite), que habría llegado la hora de dejar de rever, de releer y hasta de redecir, tanto por el contenido como por la idiosincrasia del interlocutor. Tal vez sea capaz de hacerlo un día. Estoy más que convencido que nada cambiará en lo fundamental a partir de ese momento, que mis posibles aportes ya existían antes de que yo llegara (tal vez entremezclados con otro grano y otra paja) y muchas veces sin que lo pudiera llegar a saber ni lo sepa nunca, y que si no los llegara a poner a disposición de nadie acabarían encontrando su camino desde otros seres, ámbitos o tiempos. Pero también sé (o más bien siento en atención a mi propia salvaguarda mental seguramente) que si mi narrativa es buena, si logra conmover, si es capaz de producir las vibraciones suficientes, seré capaz de convertirme en un culpable más del curso de las cosas. Y eso, no puedo negarlo, lo confieso, me resulta un reto demasiado atractivo como para no intentarlo.

viernes, 5 de octubre de 2007

La "conciencia "de los necios

Marx se erigió en su día en intérprete del proletariado (un proletariado supuesto y uniforme, dibujado desde una visión ideológica y mítica) y ahora ZP y su vanguardia pretoriana lo hace de intérprete de los necios (que sin duda existen, pero que sobre todo imagina a su imagen y semejanza despectiva y quizá a cuentas de sus complejos inconscientes.)

No hay explicación que se me ocurra más sintética del contenido del video sociopatatero lanzado en estos días en defensa de la "Educación para la ciudadanía" (en realidad: Inculcación para la obediencia futura, que también será a mi juicio imaginaria y también a su semejanza, porque parte del falso supuesto de que si al él lo educaron, él y ellos también conseguirán hacerlo con los niños que vienen. Y de muchos más supuestos, claro.)

Como en todo proyecto burocrático, las bases reales más inteligentes que secundan a quien así los considera, no podrán soportar verse reducidas a la calidad de necios y borregos salvo que renuncien a todo orgullo y a todo pensamiento propio. El proyecto, creo, aunque sea en una pequeña medida, debe estar haciendo agua, lenta pero inexorablemente aunque no lo notemos todavía.

Claro que el problema está en que el Plan (El Plan Z) no se apoya fundamentalmente en la base popular (o masiva, si se prefiere este término) que tuvo al principio a fuerza de ingenuidad e ilusión pero también de promesas de reparto o de redistribución y habilidad para el engaño y la confusión, un apoyo masivo que nunca pretendió en el fondo ya que sabía que no podría satisfacer, aunque sin despreciarlo en tanto fuese gratis, sino en el contubernio interburocrático parlamentario que ya he mencionado en las entradas que dediqué al fenómeno ZP.

En fin... seguiremos esperando a marzo y a Godot. O a los Tres Reyes Magos. Tal vez yo también conserve algo de la ilusión de mi infancia.

martes, 2 de octubre de 2007

Para mi satisfacción

Siguiendo la costumbre de quedar satisfecho conmigo mismo, transcribo aquí un comentario que acabo de dejar en Tábula Rasa y que me gusta un montón cómo ha quedado. Entiendo que no todos mis lectores lo verían allí y de este modo lo pongo a disposición de todos ellos, aunque sean 20. Ahí va y sin más (estimo que se entiende por sí solo, pero si no ahí está el link correspondiente) salvo leves retoques formales:

Mucha abstracción para mi gusto: ¿qué es el pueblo, acaso existe algo tan genérico? ¿Las masas, la mayoría? Creo que tenemos que empezar a ver realidades más concretas: alianzas circunstanciales, coincidencia real, psicológica o ideológica de intereses en un momento dado, resultado en un momento de cultura predominante y mito emergente, etc. ¿Qué derechos hay globales o para todos? ¿Qué libertad hay que afecte a todos por igual? No lo veo, creo que hay grupos reales que luchan desde por sobrevivir hasta por dominar con todas las formas posibles y los grados que les permita su fuerza y su capacidad para las concesiones, etc. (el despliegue de tácticas y juegos es tan amplio como la imaginación y los límites concretos lo permitan.) Creo que hay que meter contenido a los discursos (no sé si yo mismo lo consigo aunque sí que eso pretenda) y abandonar las palabras tomadas de la Historia o del sentido común, esas que parece que todos entendemos y cuyo significado damos por supuesto que es común. Así es como todos son libertarios, liberales, librepensadores o liberadores. Así es como todos son demócratas. Así es como todos pretenden una humanidad mejor, una ciencia útil, etc., que no es sino la proyección de un mundo a imagen y semejanza de sus propios sueños (sueños en donde corra la leche y la miel, claro, para ellos mismos... por lo menos.)

...o fundamentalmente...

lunes, 1 de octubre de 2007

El capitalismo supervisado y la libertad política

A instancias de algunas entradas sobre la situación en Birmania, que he comentado en cada ocasión respectiva, me siento empujado a volver a hablar de las relaciones que existen entre Capitalismo y Democracia que a mi juicio siguen confundiéndose (y no relacionándose) por parte tanto de "la izquierda" como "la derecha". Insisto (véase mi "Chinos de Dickens en..." y otros dos posts sobre el capitalismo publicados luego, en agosto, en este blog), que un Sistema Capitalista no tiene necesariamente por qué ser Democrático y mucho menos debe ser equiparado lisa y llanamente al Régimen Democrático Formal. Claro que es cierto que entre ambos existe una estrecha relación simbiótica que debe ser dilucidada, relación que lleva al primero a una cierta pérdida de contenido a la vez que a redireccionar (positiva o negativamente), por no decir frenar/acelerar, la tendencia hacia el colapso, presente sin lugar a dudas (como en toda complejidad), a costa precisamente de esos contenidos, es decir, a costa de lo que vulgarmente se considera su esencia. Y claro que es evidente que al capitalismo le viene mejor un grado amplio y suficiente de libertad institucional e individual. Pero, insisto, ni tanto ni tan poco, como trataré de demostrar.

El elemento que conduce a esas situaciones de deterioro y recuperación, está plenamente identificado hoy en día hasta tanto por el propio liberalismo como por las concepciones neomarxistas. Salvo interés directo que condice a soslayar el mal, todos reconocen la existencia "nefasta" pero "inevitable" en mayor e menor medida, de la Burocracia. Burocracia, por cierto, que el Régimen Democrático desarrolla desde sus orígenes a instancias de su método de representación al igual que el Sistema Económico en sí mismo la desarrolla a instancias de la División y la Organización del Trabajo en el seno de sus propias células productivas (fábricas, empresas...)

Lo cierto es que ninguno de los dos modelos existe ni puede existir en sus formas puras o ideales. Y la causa central de este paradigma es que ninguno de los dos puede existir sin Burocracia. (Nótese que hoy en día... ¡ningún sistema sociopolítico práctico real es concebible sin ella! ¡Y por mucho tiempo, mal que nos pese! Al menos eso me creo...)

Es precisamente este componente el que en un determinado grado de presencia y predominio torna la Democracia Moderna en Totalitarismo sin que por ello conseguir erradicar del todo, aún en los casos más extremos, la permanencia de las reglas económico-capitalistas.

El Capitalismo nace supervisado desde un principio por la Política y por la Cultura. La Democracia no le es estríctamente necesaria de igual modo, ya que le bastaría con un Poder Político afín que se mantuviese al margen de los negocios (algo que la burocracia política es capaz de permitir y permitirse hasta cierto punto... y durante un cierto tiempo.) Esto último explica por qué al cabo de los acontecimientos el capitalismo liberal acaba queriendo volver a las formas democráticas y por qué cada vez le ha tenido más miedo a las dictaduras militares (Latinoamérica, Birmania, etc.) con quienes coqueteó sobradamente antes del triunfo de Fidel Castro.

Esto no es comprendido por ambas márgenes de la ideología teórica: "la derecha" intelectual (básicamente burocrática) prefiere creer que puede mantener controladas las tendencias de sus primos más radicales (distribucionistas) así como contentar a los asalariados que los secundan mediante sueldos más altos, impuestos más bajos, demarcación de territorios y estratos económicos jerarquizados económicamente (se apela en la práctica también a la concesión de privilegios, lo que muestra hasta dónde la mentalidad burocratizadora se ha impuesto como psicología social global y esto gracias a que el proceso real ha seguido avanzando y lo impregna todo... a través de los intelectuales, nuevamente) e incluso a la certeza de que cualquiera puede convertirse en un burgués y gestionar un negocio propio lo que sería índice de una capacidad singular que lo elevaría sobre la masa proletaria, convirtiéndolo de ese modo en un ser superior (en parte cierto, en parte parcial y, como se ha demostrado, no únicamente posible por la vía "moral" del esfuerzo laboral y comercial sino también de la lucha política.) Además, sobre este punto, hay que señalar cómo también es aquí la burocratización global la que recorta esas posibilidades (no sólo desfavoreciendo el acceso potencial a la propiedad por parte de miembros selectivos de las masas -ya que el sistema es una sola cosa con la imposibilidad de que todos sean capitalistas- de mil maneras sino ofreciendo la alternativa más práctica de la vía política -igualmente inaccesible y rentable por igual para todos-.)

Es indudablemente cierto que "cuanto MAS capitalismo, MAS libertad POLÍTICA", aunque yo lo precisaría aún más diciendo: "cuanto MENOS SUPERVISIÓN burocrática sobre la economía, MAS libertad política"; es casi tautológico ya que por fin tendríamos la sentencia "cuanto más democracia más libertad", aunque también ella encierra un contenido idílico. La Democracia Formal es intrínseca, inseparable e irremediablemente burocrática.

Por otra parte, y sin entrar a fondo en las características de los regímenes políticos modernos (su modo de representación indirecto) y centrarnos en el sistema económico, hay que añadir el hecho obvio de que todas las economías del mundo de hoy en día SON capitalistas , primero porque nadie puede poner fronteras nacionales a la economía y segundo porque el capitalismo se define por las relaciones económicas que lo caracterizan (y no el predominio de la propiedad privada, que de todos modos sobrevive y sobrevivió hasta en el país más burocratizado del planeta como pudo ser la URSS de Stalin o la Kampuchea Democrática, aun cuando fuese de un modo relativamente marginal.)

En Birmania, ya que ella está en la mira, como en la China que apoya a la Junta birmana a pesar de que sojuzgue y reprima cruelmente a su sociedad (genéricamente hablando, lo que puede ser peligroso para un análisis realmente útil), hay Capitalismo de Estado en lo fundamental (digamos que éste es el principal significante de la economía mientras más o menos marginalmente se permite una economía de mercado.) En otras palabras, se trata de la forma predominante del capitalismo en esos países que, de todos modos, están inmersos indisolublemente en el espacio del Comercio Capitalista Mundial.

Allí, se observan grados de más o de menos "libertad económica" que se alternan según las circunstancias sin que la burocracia gobernante deje de supervisar la economía e injerir en la misma (hasta límites claramente antieconómicos, sin duda, donde la corrupción y los proyectos megalómanos tienden a llevar al régimen al colapso o a su autodestrucción.) Se trata de una constante supervisión ideológica, que es la forma que para mí reviste cada vez más este proceso universal en el que nos hallamos inmersos.

Esto nos pone de nuevo, en un movimiento de vaivén inevitable entre las partes del todo, frente a la dinámica de la propia economía capitalista. También aquí observamos tendencias al colapso o a las crisis ("cíclicas" decía Marx que eran afirmando que se trataba sólo de un problema de irracionalidad debida a la codicia de los capitalistas: ¡vaya moral protestante, sin duda!, curiosamente similar a la de los sociólogos y economistas liberales a ultranza sobre cuyas doctrinas precisamente Marx edificó su iglesia.) Pero Marx, como todos los intelectuales de su tiempo y casi todos los que vinieron después, no podían establecer la relación indestructible que une al intelectual (o sea, a ellos mismos) con el burócrata político que ve el poder como vía para "transformar el mundo".

No, las crisis del capitalismo no descansan en la irracionalidad de la búsqueda individual de beneficios y de crecimiento. Esto último es una tendencia innata que viven por cierto hasta los mimisísimos profetas del socialismo hayan o no recomendado explícitamente, como hizo tal vez inocentemente Bujarin para pagar luego por ello, "¡Enriqueceos!". No, es el "racionalismo" de los burócratas lo que conduce al capitalismo al colapso tendencial (incluso a que "ni siquiera funcionen los tranvías".) De ahí la idea ancap del "dejadnos solos" que se escucha como un grito de guerra. Pero, lamentablemente (uso de nuevo esta palabra concediéndome otra vez esa licencia poética) eso no es sino una nueva idealización, un nuevo mito, una utopía irrealizable, en todo caso... un modelo, posible tal vez en una isla mecanizada (sin mano de obra humana), tal vez en el satélite colonizado de una novela de ciencia ficción que opte por describir el futuro de ese modo. En todo caso... un deseo (que, además, no puede ser universal, ni tampoco arrastrar a las masas como sí pueden hacer y hacen aún las utopías distribucionistas.)

La injerencia burocrática se demuestra necesaria e imparable, ambivalente (lo repito con otras palabras: frena el desarrollo económico con sus maniobras y a veces logra redireccionar y hasta suavizar las crisis que ella misma provoca a través de sus grupos y sus acciones en ámbitos de diversa enjundia un tanto descontrolados, todo lo cual no puede desaparecer ni siquiera mediante el más totalitario de los regímenes egocráticos), y esto es así inclusive en los países del primer mundo. Esa sí que es la esencia de la sociedad moderna global (que, dicho sea de paso, sólo se puede comprender considerándola en su conjunto y no dividida en países con sociedades estancas, se llamen o no "del socialismo en un sólo país" o simplemente "comunistas"; conceptos ambos ideológicos y como tales falaces en todos los sentidos, meramente míticos y útiles a la propaganda de unos y de otros; de unas, más bien, burocracias o de otras.)

El otro lado de la balanza, las masas asalariadas y los países pobres, cuya existencia es inevitable en las condiciones de esta sociedad, son los polos que reproducen una y otra vez las tendencias totalitarias. Las masas porque no pueden sustraerse al canto de sirena de la burocracia redistribucionista que pretende tomar el poder en su nombre; los países pobres, porque es en ellos donde esos movimientos consiguen más fácilmente convertirse en bastiones protegidos por la conmiseración y los negocios puritanos del primer mundo (esto explica la pusilanimidad en materia de política exterior.)

Por fin, las burocracias defienden en todos lados su poltrona, real o potencial, se tienden a aliar entre sí (especialmente contra otros grupos de iguales), chantajean al capitalismo privado, se corrompen en más o menos, se comprenden y toleran... En fin, están en las antípodas de la libertad política.

Los "entes puros" no existen más en la cabeza y son realidades objetivas las que tenemos que explicar lo mejor posible, lo que significa, aplicando la navaja de Ockham.

El marxismo y el liberalismo, tributarios del intelectualismo ilustrado que tiende a la burocratización, caen por todo lo dicho en lo mismo. Los más honestos con sus convicciones siguen justificando sus experimentos fallidos por la traición a los principios (eso del "si Marx levantara la cabeza" de los neomarxistas, como si quien la levantara fuese Adam Smith o Tocqueville), pero es algo en los que caen todos los intelectuales en cuanto saborean el poder (por ejemplo, en cuanto dirigen una secta y no digamos un pequeño partido con posibilidades) y obviamente más cuando ya lo han conquistado o lo comparten. Y, como si se refirieran al diablo, señalan la corrupción como influencia maligna o la naturaleza del hombre (no a la del intelectual) e incluso aceptan las desviaciones por razones prácticas, etc. Unos y otros siguen tributando en todo caso al platonismo (hipócrita generalmente) y/o permitiendo que sus banderas honestas o sinceras sean utilizadas para que otros usufructúen el poder... a su costa y con su apoyo intelectual justificatorio.

La marginación parcial da lugar a que haya unos cuantos bienintencionados que siguen cerrando los ojos al papel que desempeñan en nombre de "bellos ideales" impracticables que son en realidad meras banderas de los "iluminados prácticos".

Los errores de nuestros intelectuales otrora bienamados de la Ilustración, La Razón y el Materialismo Científico deben ser denunciados, desmontados y desmantelados radicalmente (o de raíz.) Si "levantaran la cabeza", deberíamos decir en todo caso, debería ser para renunciar a sus teorías y secundarnos, o de lo contrario... ser ellos también prácticos, traidores, mixtos o como llaman todavía a sus discípulos los que creen que las teorías no están contaminadas de ideología y de intereses sociales significativos ("de clase" habría dicho Marx e incluso Tocqueville.)

Para concluir, repito desde aquí el brindis que ya he hecho cientos de veces: por la capacidad para romper con lo heredado de una buena vez.