sábado, 26 de enero de 2008

...uno más en el grupo (final, mas no del todo)


El debate sobre la libertad, que justamente salió a relucir en relación con los recientes embates creacionistas y las resistencias que provocaron sus pretensiones en sus enemigos (invito a leer los tres posts anteriores), pone de manifiesto como pocos que la grupalidad está por encima de todas las consideraciones.

John Stuart Mill, sintiéndose intérprete de una humanidad teórica posible, ya lo reconocía, como realidad presente al menos, a mediados del siglo XIX:

"...desde el punto de vista de cada individuo, el mundo solo representa aquella parte del mismo con la que la persona está en contacto, ya sea un partido. una secta, una iglesia o una clase social."

y

"Carga sobre su propio mundo la responsabilidad de que él tenga razón frente a los mundos de otros hombres que no coinciden con el suyo..." (Sobre la libertad, Edaf, 2004, pág. 68)

Mill era una persona excepcional, capaz de ver mucho más allá de su tiempo gracias a ser capaz de ver en su tiempo por debajo de la superficie y de las declaraciones. Incluso a costa de quedarse solo (como insiste más adelante que hay que estar dispuesto a hacer: "su primer deber es seguir su mente", ibíd., págs. 94-96). Pero ello no lo libró de verse entre la esperanza y el pesimismo, entre la lealtad intelectual a la libertad que necesitaba su espíritu y los impulsos que lo llevaban al desprecio de la mediocridad y al deseo de una república de sabios (apunto esto para un post aparte), entre la resignación insostenible y la rebelión elitista aunque contenida, en fin, no lo libro de esa especie de esquizofrenia que nos invade a los intelectuales independientes y que en cualquier momento podría ser recompensada con esos manicomios, u otros centros de aislamiento equivalentes, a los que, como señala Mill, a la masa le encantaría recluirnos.

Muchas de sus frases son tan claras, suenan tan alto y bien, parecen tan irrefutables, que llevan como siempre a sus seguidores hipócritas a buscar tan sólo justificaciones temporales y prácticas para considerar que no se pueden aplicar. Y claro que no se puede, pero, entonces, habrá que desvelar la base material que impide la utopía, y no seguirla agitando a medias; la realidad debe ser explicada de un modo más sólido que por medio de las simplezas de índole a fin de cuentas moral o educativa.

Mill mismo no acaba de abandonar, en sus esfuerzos por transmitir lo que su intelecto veía como mucho más útil para la humanidad, sus intentos de convencer al mundo (en realidad a la élite intelectual a la que se dirigía) por mediación de la razón. Algo que no no podremos evitar nunca en nombre de nuestra teleología genética por más inconducente que ello sea. Una cosa y la otra son caras de la misma moneda y ambas dejan en evidencia que la tendencia a actuar y a pensar, en y desde el propio grupo, existe. Ahora bien... ¿tiene remedio o es inevitable?

Si tiene remedio, ¿quién o quienes se lo impondrán a los demás? ¿Por qué medios? ¿Lo admitirán los demás o se resistirán? ¿Quién tiene el derecho, quién la obligación? ¿No implica esto mismo que se formen grupos antagónicos?

Si el problema fuera debido a "las mentes estrechas y poco cultivadas"... ¿quiénes deberían hacer y qué para que desaparecieran o no obstaculizaran? ¿O quiénes, cómo y apoyados en qué lucharán los "sabios" contra aquellos que los engañen y los usen para imponer sus propios sistemas de explotación y dominio?

Si lo contrario, ¿a qué fenómeno humano o social está el problema vinculado tan estrechamente? ¿A los genes, la evolución, la naturaleza humana... o el aprendizaje, la cultura, la moral? ¿Es propio de la sociedad actual, de su insuficiente desarrollo?, ¿es propio de una época? ¿De unos grupos? ¿O es de la naturaleza humana, intrínseco y no temporal, y de todos los que existen y los que existirán?

J.S.Mill se encontró sin duda en medio del dilema, y lo abordó con la mayor honestidad posible, por momentos con un optimismo vitalista que no sé yo si pudo conservar hasta el fin de sus días a la luz de los acontecimientos que debió vivir, por momentos augurando el colapso de su civilización, inevitablemente expresando su deseo de que la sabiduría (qué si no un grupo, qué si no el suyo) tomara las riendas de la sociedad en sustitución de los representantes de la mediocridad masiva (entre los que estaban los políticos e incluso los jueces).

Sin duda no es sencillo aceptar que lo que pensamos con la mayor de las noblezas como positivo para la humanidad entera sean meras utopías basadas en los ideales de nuestro propio grupo, que la humanidad no es homogénea, que la honestidad no es suficiente, que la trampa y el engaño, que nosotros intentamos no practicar porque nos resulta rechazable en uno mismo, son herramientas necesarias e inseparables de la marcha de la humanidad a través de sus propios congéneres, que la humanidad sólo puede avanzar con un grupo que vaya marcando el paso, con grupos sojuzgados, con prisioneros, esclavos y cadáveres en los márgenes del sendero...

El propio Mill lo decía:

"Si nunca actuáramos según nuestra forma de pensar, porque podríamos estar equivocados, abandonaríamos nuestros intereses y dejaríamos de lado nuestros deberes" (pág. 69)

¿Puede ser necesario explicitar a qué intereses y deberes se estaba referiendo? ¿Pueden ser los de una humanidad global que se encuentra claramente dividida en grupos enfrentados en nombre de intereses opuestos y convencidos de que sus deberes no son exactamente los de los demás... o son los de uno de esos grupos, aunque sea el que se declara más altruista... mientras le es posible?

Mill declara confiar (no del todo) en que la razón y el convencimiento lleguen a imponerse (eso es lo que publicita), que para él se realizaría si se permite que todos los grupos (e individuos) expongan libremente lo que piensan y no sean ni reprimidos ni se autorrepriman, ya que ello significa que "se hurta a la raza humana" la posibilidad de mejorar mediante la confrontación intelectual (pág. 66). El sostiene que "hemos de confiar" que la humanidad "será capaz de dar con ella (una mejor verdad) cuando sea capaz de admitirla" (pág. 74), lo que sólo sería posible si la humanidad llegara a ser una sola a la vez que una suma de individualidades extraordinarias, a lo que se reduciría la cuestión. Pero más adelante, ve las dificultades en esa misma diversidad que pide sea respetada, dificultades que llevarían la civilización al estancamiento (págs. 164-168).

Mill, con todo, confunde el avance de la humanidad desde la barbarie hacia la civilización con un progreso (sea o no irregular, esta no es la cuestión aquí) de la razón a lo largo del tiempo, de una sistemático desarrollo de la comprensión que tarde o temprano se impone (tras la decadencia de nuestra civilización... ¿quizá otra tome el testigo y siga su loca carrera mientras muchos, con Mill, arrojamos la toalla?)

Pero no es así como yo lo veo a la luz de los hechos y de las tendencias. Más bien se trata de sucesivos mitos que se imponen a los demás gracias a una mayor eficacia. Mill acaba incluso considerando más razonable al cristianismo que a la religión romana, cuando obviamente, si éste se impuso no fue por traer verdad alguna al hombre sino por su eficacia como mito.

Esa eficacia, precisamente, pasó luego a La Razón, luego a manos del positivismo y luego a manos del relativismo y el pensamiento débil de la posmodernidad. Pero es una lucha que no sólo no está zanjada sino que hoy cuenta con varios grupos y subgrupos, ideologías y subideologías, con la pretensión de imponerse, algunas realmente retrógradas sin dudas desde mi punto de vista (o el de Mill), es decir, de los que tenemos una idea determinada de la humanidad, preferimos obtener lo que podamos por nuestro propio esfuerzo, sin duda negociando (y comerciando como una de sus expresiones habituales mientras el sistema exista), entreteniendo, enseñando o cautivando... (siempre con la mayor riqueza posible). Es decir, según las habilidades, apetencias y pretenciones del grupo al que pertenecemos (un derivado entre algunos otros de los que lograron llegar hasta estos tiempos), y que podría no conseguir instituir nada, parcial o totalmente, que le resulte conveniente; en otras palabras: que podría ser de los que queden en el campo de batalla.

Hoy, el mito de la Ilustración está por los suelos o como mucho se agita con hipocresía o autoengaño. Los de la religiosidad tampoco van boyantes, aunque lo parezca, ya que muchos movimientos de masas siguen banderas religiosas y místicas en busca en realidad de una redistribución del mundo que les sea provechosa (es decir, son menos movimientos religiosos que conservadores o tercermundistas). Hoy la cultura de la música, la lectura y el cine menos complicados, del ipod claustroadictivo, de los videojuegos egotistas, de la ropa de marca como salvoconducto, de la droga evasiva... tienen sus mitos de Libertad desenfadada e irresponsable que se extienden en occidente y que incluso es capaz de asimilar a los nietos de la inmigración por encima de sus tradiciones. Este mito compite con otros en un mosaico cada vez más heterogéneo, donde hay iconos etereos de Paz, de La Tierra, del Bienestar, etc. Grandes partidos y movimientos políticos son engalanados con banderas redistribucionistas que prometen el abastecimiento desde arriba a costa del esfuerzo de todos, al mismo tiempo denigrado. Todos, capitalistas, obreros, empleados, funcionarios, políticos... se mueven hacia el ocio, para vivir de él y para consumirlo... El orden de las cosas parece invertirse por momentos y por parcelas, dando al mundo visos de absurdidad o de una cáscara hueca, sin significación y aparentemente arbitraria. No es del todo así. La gente sigue respondiendo al imperativo de sus genes a través de las mil y una mediaciones culturales y psicológicas, sociales e imaginarias que la envuelve. Puede que el futuro de a luz incluso sociedades a imagen y semejanza de las de las hormigas, que tanto agradan a algunos. Puede que la conquista del espacio dé otras alternativas a los más inconformistas. Puede que algún día se acabe imponiendo una u otra selección artificial... diseñada por el grupo dominante.

Hoy siguen, una y otra vez, produciéndose y reproduciéndose prácticas restrictivas y simulacros de debate que dan la ilusión de debates abiertos pero sinserlo en realidad. Y hay que convencerse (los que estén dispuestos a ello, sin duda) que "basta con poco para desencadenar la persecución activa" (pág. 91).

Las doctrinas creacionistas (puede verse claramente en el ejemplo que reproduzco al final de la primera entrega de esta trilogía y en todo el blog de referencia), "... en su totalidad, sólo vale(n) para derrotar al adversario" (pág. 110) en todo el sentido que Mill da a esta sentencia, pero muchos de los que se han estado oponiendo a ellas en estos tiempos (dando así más sentido al cómodo atrincheramiento del contrario) adolecen de igual falta de substancialidad, de igual valor meramente belingerante. Y esto no es casual. Ir más allá, hoy, cuando la Edad Media quedó tan lejos (ya, calma, sé que no significa seguridad racionalista), el problema es un poco otro. Ahora se trata, como ya he sostenido antes, de una lucha ideocrática; se trata, más explícitamente, y sé que me repito, de luchas entre burócratas modernos con banderas desconcertantes. Y del mismo modo que Marx no fue capaz de ver (no quiso ni podía so pena de suicidio) su propio "ser social determinante de su conciencia" (por parafrasearlo con ironía), los actuales aprendices de burócratas académicos no pueden ver ni sienten que tienen un corazoncito similar al de sus enemigos. Es, obviamente, lo que pasa en el terreno político. ¡Claro, con matices; pero esto es y será siempre una cuestión de ambiente, de circunstancias, del grado de potencia alcanzado por los nutrientes del caldo de cultivo.

En todo caso, si alguien es capaz de responder a la pregunta de qué podrá venir después del colapso de tanta incertidumbre, que me lo haga saber urgentemente, tal vez me sume ya mismo a las acciones que se deriven de pertenecer a su grupo. O reconozca que esa no pueda ser mi divisa, que mis genes la rechazan.

Mientras tanto, en el día a día, sigamos jugando nuestros roles y dejemos que la Historia (la suma de las fuerzas en juego) dirima el resultado. Mientras tanto, me tomo el derecho de insistirle, con John Stuart Mill, a quien sea que pudiera ser capaz de escucharme, rebatirme y contribuir abiertamente con este debate, que "no basta con que oiga los argumentos de sus adversarios por boca de sus (propios) maestros" (pág. 101).


viernes, 25 de enero de 2008

...uno más en un grupo (continuación)


Dije en el post anterior que no me sumaría al frente de grupos que se alzaron contra el embate del creacionismo y su "diseño inteligente", pero creo que, desde mi propia perspectiva, tengo que decir algunas cosas que, nacidas de mis reflexiones sobre el tema, tal vez pudieran interesar a quienes quieran enlazarlas con las propias.

Intentaré retorcer mentalmente una pregunta hasta sacarle todo el jugo que me permita mi fuerza, a saber: ¿qué impulsa esta guerra por su parte, por qué esa preparación permanente para la guerra y esos asaltos a lo que para ellos estaría por ser reconquistado?

Yo creo que no se trata únicamente de combatir el contenido directo de sus ideas peregrinas, míticas y hasta muy imaginativas, sino de comprender qué pudo impulsarlos a alzar esas banderas y qué creen que van a conseguir.

Tal vez esta guerra suya sea considerada por muchos de sus actores una auténtica cruzada contra el infiel, el pecador, el anticristo, etc., que hubiese avanzado demasiado, por lo que hay que organizarse contra él y combatirlo. Tal vez entiendan que se dejaron vencer por un enemigo más contundente que supo avanzar mientras ellos permanecían impasibles o acomplejados. Tal vez piensen que el mismísimo Dios, Cristo quizás resucitado, los ha llamado desde la eternidad hasta que por fin fuera escuchado en un instante específico de la historia, cuando los que oyeron por fin llegaron a estar allí. Es posible que entre ellos haya muchos que compartan la idea de que todo fue dejado en las Escrituras en espera de los sabios que las supieran interpretar...

¿Pueden estas descripciones en sí mismas poner en evidencia la profunda desubicación de todos ellos? Sin duda. Pero nosotros, los que no pensamos que las sombras nacen de la nada ni vienen de dimensiones irreales y fantasmagóricas, sabemos que algo debió motivarlos a salir a la superficie, a montar una estrategia, a definir el campo de combate y los objetivos, a armarse de una u otra manera y a atacar allí donde piensan que tendrán más éxito. Sin duda, su vocación es militante. Sin duda, se trata de los que no se resignan a conservar su nicho de tradición, fe y humildad de servicio. Es posible, incluso, que, digan lo que digan, algunos de ellos sean los diseñadores reales, de carne, hueso y sesos, que pergeñaron y día a día mejoran su estrategia, aunque se apoyen en escabrosas interpretaciones por ellos mismos realizadas (en búsqueda de armas) de las "Sagradas Escrituras". Lo cierto es que esto pone en evidencia una previa predisposición para el combate, ¡incluso una determinada iluminación inicial!

De nuevo, se trataría de una evidente beligerancia intencionada que no puede sino responder a un claro deseo de revancha, de reconquista, de Poder.

¿Qué quieres, hermano o hermana?, podríamos preguntarles, y cualquiera que fuese su fantástica respuesta debe salir que se nos quiere expulsar del templo, de los bastiones del poder como la educación y los gobiernos, de la vida cotidiana, de la realidad, del mundo (por ahora, es decir, en las actuales correlación de fuerzas, de manera progresiva, pero íntimamente... "¡oh, Señor!")

Como dice ese señor del que cité un trozo de su panfleto surealista en mi post anterior, se trata de la guerra mesiánica del cristianismo contra la ciencia tecnocrática que domina en todos los ámbitos de la cultura y que se resiste a ser removida de sus poltronas (véase el post del mencionado individuo.)

Ahora bien, ¿quienes son esos que se sienten acorralados o en inferioridad de condiciones y ante quienes? ¿Es que los no creyentes de diverso grado, quizá con el mismísimo Diablo a la cabeza, los están sojuzgando, amenazan sus libertades individuales, pretenden someterlos a la esclavitud, el terror, la humillación, el dolor, los campos de exterminio...?

Bueno, no tanto, pero sin duda en parte y en ciertos sentidos que son muy reales (algunos no sólo pare ellos sino para otros muchos grupos e individuos de la presente sociedad global que por esta vez dejaré un tanto de lado.)

El laicismo, la ciencia que nunca ha sido capaz de autolimitarse, la avidez de progreso que tantos males induce... impone a todos los seres humanos, en particular a los descendientes de esos creyentes que se están levantando en defensa del futuro, de su futuro, cosas tan terribles (espero que quede calro que no pretendo definirme en este párrafo sino sólo mostrar el punto de vista ajeno: ajeno por ambas partes a mi postura en su conjunto y en varios detalles prácticos) como la eutanasia y el aborto, la clonación y hasta la prolongación indefinida de la vida... la educación en sus manos (¿qué es si no esa nueva asignatura y esas leyes restrictivas de la libertad de imponer un determinado camino a los hijos?) propenderá a que cada vez haya más enemigos de la fe... de la vida... de la muerte natural... y de todas las "sagrados preceptos".

¡Claro que se sienten acorralados, claro que se sienten amenazados!

Y esto sin contar con el avazallador avance del Islam.

Ahora bien, si miramos todo eso de conjunto y en sus detalles con la óptica que el hombre construyó entre el Renacimiento y la Ilustración (y dejo de lado la regresión positivista por ahora), ello nos tiene que parecer monstruoso, a la vez que irrisorio. Desde el punto de vista histórico, desde la perspectiva de las necesidades humanas de hoy, todo lo que esas "buenas gentes" sostienen... no se sostiene. No tienen la menor posibilidad de conseguir sus objetivos oscurantistas, ni de convencer a nadie de que la Tierra nunca dejó de ser plana... perdón, nunca existió antes de que Dios la pusiera precisamente a girar alrededor del Sol hará cosa de 500 millones de años, a la vez o después de situar el Paraíso en más o menos cerca (para Dios no hay problemas de distancia y quizá tampoco de tiempo), un Paraíso que quizá girara también alrededor del Sol (¿a quién se le ocurriría volver a Tolomeo?)

Pero esto es ver las cosas casi tan distorcionadamente como las ve el adversario al suponer que éste es honesto y no como muchos de sus propios aliados progresistas o racionalistas.

Tal vez a todos os parezca traído de los pelos, un auténtico exabrupto, pero... ¿por qué no podría haber un día, sea o no por mucho tiempo, una región del planeta en donde esos integristas triunfasen y llegasen a instituir una Kampuchea Cristianodemocrática o un Sistema de los Obispos a la Ayatolá?

Hoy en día, tal y como veo las cosas, los movimientos de masas dirigidos por burócratas que viven de ellas a base de promesas y engaños y que son la tónica se revisten de un cuerpo de doctrina ideológica que no tiene origen en convicciones verdaderas sino en la necesidad de empuñar las más eficaces para aglutinar y marginar respectivamente. ¡Esa el la cuestión!

Lo que los militantes creacionistas combaten no es el positivismo ni el racionalismo ni la ciencia, lo que combaten es su falta de control sobre la realidad, y eso es lo que quieren reconquistar. Ellos quieren una ciencia que acepte moverse dentro de determinados límites que denominan morales, pero no necesariamente los que nacen de los Evangelios (que siempre podrán reinterpretarse, como ha sido hasta ahora y sin duda lo será mucho más en el futuro), sino los bendecidos o legitimados por la jerarquía del movimiento (ya se dirimirá cuál será la cabeza mediante la lucha intestina de rigor). Ellos quieren una racionalidad, pero que sirva para buscar la interpretación adecuada y apuntalarla, para explicar cómo Dios es real, previo al mundo, por qué permitió el libre albedrío, por qué nos obliga a nacer, a vivir, a producir y a morir... ¡Todo eso hay que explicarlo, y... hay que trasmitirlo a las generaciones venideras! Sin duda, el racionalismo es fundamental. En cuanto al positivismo, siempre fue un buen aliado, y se lo debe recuperar para la causa de la contención. El positivismo puede realizar un papel digno sirviendo dentro de ciertos ámbitos. La técnica, al menos para algunos, no es despreciable. El movimiento es cristiano, esto es, ha nacido en el seno de la civilización, de la cultura occidental... Ya se verá más adelante si resurgen los herejes de otros tiempos, los dulcineanos, por ejemplo; esos inadaptados que seguramente habrá que perseguir o pasar a cuchillo largo (una de las primeras noches), porque, como siempre, matar al prójimo siempre tendrá sus excepciones y licencias (¿quién dijo más allá de las consignas que todos somos humanos?). En cuanto a que en alguna parte algunos logren imponer su Kampuchea Demócratacristiana... bueno, ya se les pedirá que se contenten con no salir de sus fronteras nacionales... y en todo caso... siempre se puede mojar con agua bendita una efectiva bomba atómica. Lo importante es avanzar y ser la cabeza del movimiento. Esto pretenden los mentores del "diseño inteligente" como cualquier otra vanguardia que hubiese descubierto el Buen Camino.

No todos lo ven así, quizá casi nadie, tal vez sólo yo... Sin embargo, los grupos que defienden el progreso, la ciencia positiva, el racionalismo ateo o agnóstico, el materialismo, etc., esas mil y una variantes en que se desgajó la Ilustración a instancias de una realidad que superaba, como sucede y sucederá siempre, las pretensiones imaginarias del hombre, actúan en los hechos como si lo comprendieran, en otras palabras, lo asumen. La mayoría se defiende, la mayoría propone levantar barricadas, formar en la defensa, impedir el avance y la entrada, no permitirles el usufructo de la libertad para que atenten contra la propia (¿por qué habrían de ser idiotas, por qué habrían de tener mala conciencia...?) Que no lo vean ni los unos ni los otros no es sino una consecuencia misma de su propia estrategia, una estrategia que no puede aglutinar ni vencer si no es por medio de la hipocresía y del engaño, de la toma de las mejores palabras en tanto que armas ideológicas, al margen de sus significados verdaderos; de hacer aliados entre los indecisos y de neutralizar a los vacilantes.

¡Amigos, mirad a uno y otro lado: se está dirimiendo por todas partes la lucha por el reparto del botín!

En sí mismo no es nada nuevo, es verdad. Y no es fácil permanecer al margen, lo que tampoco es novedad.

Pero hoy tenemos mucha más historia sobre nuestras espaldas y eso debe ser aprovechado; es más, creo que lo será.

¡Podemos identificar a los contendientes de hoy en día! ¡Y no tenemos por qué sumarnos ingenuamente a sus verdaderas pretensiones en nombre de las que en apariencia sostienen! ¡Sólo debemos desnudarlos ante nosotros mismos y permanecer atentos a los que, sean de uno u otro bando, amenacen con imponer un predominio absoluto en la parcela que ocupen o que estén a punto de tomar por asalto! ¡Ya es hora de que, así como estamos superando la extrañeza de vernos como un resultado evolutivo, acabemos también con la extrañeza que nos producen las noticias de genocidios y masacres, dictaduras atroces y crueles y fanatismos devastadores, y reconozcamos que son humanos, que son la otra mitad del Vizconde Demediado!

jueves, 24 de enero de 2008

Sobre la cuestión de ser o no ser uno más en un grupo

Voy a dejar aquí testimonio de la razón central por la cual descarto sumarme al grupo (más bien un frente de hecho de grupos heterogéneos, como es normal) de quienes exigían a las Universidades que no cedieran espacio a los "creacionistas" que intentaban publicitar en ellas sus ideas. Por un momento me dejé llevar un tanto, ya que, indudablemente, mis posiciones son anticreacionistas, aunque como parte de un enfoque mayor. Sus conductas, no obstante, me mantuvieron a distancia y por fin me echaron para atrás. Cierto aroma dogmático, cierta suficiencia por parte de la mayoría, pero sobretodo cierta simplificación y la incapacidad para ver la viga sólo en el ojo de los oponentes, ya me hizo abrigar reparos. Ya había notado yo en ciertas posturas la reproducción de lo que me inclinaría por denominar el prototipo roussauniano.

De todos modos, lo poco que jugué, por esa indudable simpatía global y afinidades varias, provocó que me viera pronto estigmatizado, al menos en un caso, y no contestado en todos los demás. Volvía así a comprobar que el ser humano tiene el olfato muy fino cuando se trata de identificar al intruso.

Pero mucho más importante y significativo que todo eso, se desprende de la exposición misma de las causas por las qué me resistía y no me sumo ni me sumaré (salvo que ante verdaderas situaciones de peligro que me obligasen a pasar a la resistencia activa) así como la exposición paralela de las características de esos grupos; características que son comunes a todos los grupos humanos desde el fondo de sus genes, lo que hace de los mencionados en particular, buenos ejemplos para ir más lejos y comprender más cosas y más profundamente.

Insisto para dejar esto muy claro (aunque no temo someterme a vigilancia): la mía es una posición intelectual que defiende el pensamiento desprejuiciado y riguroso (al que el "creacionismo" se enfrenta de hecho y de derecho), un estricto respeto del postulado de objetividad (que el creacionismo pisotea), la búsqueda de la verdad a costa de cualquiera sea el ídolo o la consideración que se interponga en el camino y que tenga que caer duela lo que duela (de los que el Dios de los "creacionistas" militantes es para mí sólo un ejemplo y toda mera autoridad un sucedáneo) y que por todo ello me obliga a no callar ante cualquiera que sea el hecho, material o cultural, que afecte, dificulte, desvía o impida la marcha teleológica del ser humano de la manera más directa posible, es decir, la que lo lleve a avanzar simplemente más rápido y menos dolorosamente en su consecución global.

Al explicar mi inclinación contraria a la suma dócil (única posible en última instancia en relación a un grupo) se comprobará que tomo el asunto particular como un caso más entre todos los existentes de igual naturaleza, es decir, entre todos los que se hacen sinónimos de la existencia misma de los grupos humanos y así de su intensa realidad.

Pues bien, la razón por la desisto de sumarme a un grupo como el mencionado, es ni más ni menos porque considero que su posible triunfo en la lucha por el poder que lo mueve, consciente o inconscientemente, contra su oponente, no me reporta garantía alguna de que mis propios objetivos y principios se vean satisfechos, sino más bien todo lo contrario.

En efecto, llego a vislumbrar que su triunfo sería también (da igual que lo fuera algo menos que de triunfar los otros) garantía de imposición de renovados obstáculos, renovados ídolos, renovadas violaciones de la objetividad, renovados prejuicios, etc. No es la primera vez (ya hay experiencia histórica acumulada de sobras) que se exhiben buenas maneras y cierta honestidad intelectual para acabar justificando la permanencia en el poder y sus métodos. Yo, al menos, ya no me fío, tanto en nombre de la desconfianza indirecta como de la propia.

Mi postura, sirva esto para generalizarla explícitamente, se basa en la tesis de que los grupos se aglutinan en torno a vanguardias más combativas, más prácticas, más militantes y más propensas a estar a la cabeza "para estar con todos" (sic J. P. Sartre) que asumen con gran facilidad la representatividad de los demás miembros de su grupo y la extienden a la humanidad entera, presente y futura. Desde mi punto de vista, esas vanguardias dirigentes sólo pueden responder a una mecánica que acaba desmintiendo antes o después la autenticidad de su representatividad y acabar utilizando la supuesta para mantenerse en el poder a costa de sus representados.

Mi postura, se basa también en la convicción de que el triunfo de unos grupos sobre otros en una lucha de ese tipo se dirimirá como un resultado objetivo más de la realidad, es decir, un resultado por el que pasará el proceso teleonómico como sea, con o sin mí o, mucho mejor dicho, conmigo cuando yo mismo me sienta llevado a involucrarme de una manera inevitable y más allá de lo que ya lo estoy siempre de hecho. Algo que sin duda les sucede a los que se suman, por el motivo que sea, y que me sucedería en tanto mis intereses estuvieran o pudieran estar inminentemente afectados.

En este sentido, me parece pertinente hacer constar que las discusiones acerca de la libertad de expresión y "sus límites" son puramente eufemísticas y no conseguirán así ir demasiado lejos, como no lo fue ni antes ni después de Mill y Tocqueville a pesar de sus esfuerzos y su lucidez. ¿La causa?, pues veréis: yo pienso que, en la lucha por el poder, los grupos involucrados sólo pueden contemplar seriamente o con las justificaciones que sean necesarias, es decir, ideológicamente, todo concepto y valor moral que esgriman o combatan respectivamente. La discusión, si conserva (poco más que temporalmente), un mínimo de coherencia interna (es decir, si no cae lisa y llanamente en la hipocresía o la contradicción), apelará siempre a referencias generales que de generales tienen en realidad poco ya que están tamizadas por los intereses del propio grupo en pugna (particularmente de la vanguardia que interpreta, se extralimita, vacila y se equivoca a partes iguales), referencias que sólo se consideran generales tal y como a los intereses propios a los que rinden tributo, es decir, no siendo sino parcialmente generales en la realidad.

Señalo, para terminar esta exposición positiva y no crítica, que creo que el trabajo que debo hacer, en todo caso (si es que hay que hacer alguno y tengo finalmente ganas en el curso de llegar a alguna parte), está fuera de los dos bandos en pugna e incluso fuera de todo bando en pugna, pero de esto me ocuparé (o no) en algunos próximos post, artículos o lo que sea... Ese trabajo, ya iniciado hace tiempo de manera zigzagueante, encierra la inevitable idea de que todos los demás bandos y grupos serán, tendencialmente, derrotados, desnudados, circunscritos, diseccionados, descompuestos en sus elementos positivos y negativos, etc., por la vía de la localización de sus verdaderas intenciones; esas que como mucho se pueden reprimir y generalmente se pueden ocultar o maquillar (las que empiedran los caminos al infierno). Una meta hacia la que algunos pero creo que cada vez más nos dirigimos de manera creciente (aún no sé por qué ni sé si lo sabré algún día), zigzagueante y no siempre hacia adelante -¿puede definirse sobre la marcha esta dirección o sólo con el tiempo y por nuestros descendientes?- y también, en concreto, en base a una elucidación multidisciplinar. Me refiero a los que como yo están dispuestos, por lo que sea, a aceptar ser leyenda antes que uno más...

Y ya para terminar con algo divertido con el fin único de ilustrar este post (o sea, como muestra de lo conscientes que pueden ser los contendientes más inteligentes de uno u otro bando acerca de lo que está realmente en juego), transcribo a continuación el inicio de un sutil y un tanto delirante post que acabo de encontrar en la blogsfera (recomiendo su lectura completa porque muestra hasta qué punto hay buenos oficiales tácticos en el bando del tan mentado y descalificado "oftalmólogo" que andaba por aquí haciendo proselitismo. Veréis aquí cómo opera este espécimen, el Sr Louis Savain para más señas, asegurando que conseguirá crear "The Christian artificial intelligence!", ¡¡ni más ni menos!!, y cuya lucha se orienta contra la ciencia tradicional a la que denomina, con cierta base argumental, por supuesto parcial pero demostrativa, lo sostengo, como siempre se puede hallar en la medida de lo posible por medio de la ideología y de la inteligencia: "Voodoo science"). Y no olvidéis el efecto (cuyo origen siempre es difícil de precisar) de la consideración por una de las partes de que se encuentra en guerra sobre el oponente, que, si es que no lo estaba ya, de inmediato lo estará también. En fin, escandalizaos y divertíos, afilad los machetes o esperad a ver si escampa... Ahí va:

The War Between the Believers and the Deniers

The Darwinian Walls

There is a war going on between believers and non-believers. The believers believe that an intelligent designer created the universe and all life forms while the non-believers deny it. The Neo-Darwinists, Atheists and Materialists (the deniers) are under siege. Their mortal enemy (the believers) is at the gate. The deniers know the consequences of losing the war and they will do everything in their power to defeat their attackers. So far, they have the upper hand. They have done an excellent job at keeping the enemy at bay and they have surrounded themselves with near-impregnable walls. The believers have made several attempts to breach the walls without much success.

There is no question that a careful examination of a design can reveal a lot about its designer. However, if the designer happens to be a highly advanced entity (or a group of entities), the design can be so complex, so perfect and so tightly integrated with its environment as to be almost indistinguishable from nature. Regardless of the evidence, the non-believers can always argue for a naturalistic origin. They can muddy the waters to the point of rendering any dissent ineffective. Over the years, they have managed to gain control of the education system and the media. They have, in effect, built a near-invincible propaganda fortress around themselves. The believers realize this. They know they must maintain the pressure but they also know that, in order to breach through the walls, they need a new plan of attack and a more effective weapon. They must regroup and reevaluate their strategy.

(sigue...)

Esta imagen del diseñador o científico loco fue tomada del blog "Stranger fruit" y fue creada por Roberto Campus

martes, 22 de enero de 2008

De la fe en la autoridad

Ayer, un colega y contertulio virtual (Evolutionibus) y yo tuvimos un pequeño rifirafe en terreno ajeno que se plasmó en un par de brevísimos comentarios por cabeza al pie de un post de "Por la boca muere el pez" contra el creacionismo (nota: he eliminado el link al rifirafe después de comprobar que allí se había producido un zafarrancho desagradable del que lógicamente no hemos tenido nada que ver ni moi ni E.)

Pues bien, al principio no me quedó claro del todo a qué venía, incluso estuve tentado a preguntarlo antes de manifestar mi desagrado. Por fin se vio que el problema lo había causado mi supuesto punto de vista sobre Gould, concretamente... que lo calificara de "antievolucionista" en un email personal. de todos modos, no me equivoqué al rechazar de entrada el método que se empleaba para señalar mi supuesta "incorrección". Y ello porque consideré y entiendo que lo correcto ante una postura, por mucho que nos extrañe, es comprobar los fundamentos que la apoyan, indiscutiblemente si los hay, y por fin contestar con argumentos. Lo correcto, en fin, empieza por no poner el grito en el cielo porque se haya puesto en duda a la autoridad en la que se había depositado la fe.

Así, lo quedó demostrado fue que tanto a Evolucionibus como a Gould les tocaba en mayor o menor medida la misma crítica de fondo (que no es un adjetivo como antievolucionista) que no por nada yo había hecho, cuyo mero anuncio y no su contenido (que indudablemente no había sido leído) molestaba a priori y pretendía ser silenciado después de ser ignorado, de hecho, mediante un método más propio quizá de... ¿Borrell? (quien era citado inexplicablemente por Evolutionibus para mi gusto), o sea, un burócrata político; un método consistente en calificar en lugar de analizar y confrontar.

Ahora bien, tal como señalé sintéticamente en el comentario donde hice notar mi malestar, yo sólo pretendía llamar la atención sobre lo que considero un fenómeno más amplio en el que se inscriben las posturas creacionistas que se condenaban en el post, a saber, el carácter seudocientífico que impregna no sólo la imaginería del "diseño inteligente" sino muchos de las que se levantan y defienden bajo el nombre de ciencia, algo que por cierto, ya había sabido hacer el positivismo o el materialismo dialéctico entre otras, todas ellas autodenominadas científicas pero tan míticas como las de la religión. La mención al antievolucionismo de Gould, en un email al correr de la pluma, no es lo principal, aunque, con las salvedades que haré luego y sobretodo según puede comprobarse en mi artículo, mantengo.

Obviamente, no iba a desarrollar en mi email ni en mi comentario lo que ya ocupaba un centenar de páginas mías entre posts, artículos y textos literarios propios así como en algunos comentarios realizados en otras ocasiones y otros blogs. Por ello hice referencia escueta apuntando al artículo en cuestión, más amplio y, hasta donde fui capaz de conseguirlo, más fundamentado, evitando hacer un uso excesivo de la oportunidad que de facto todo blog ofrece y, lo declare o no, entiendo que también persigue. En nombre del respeto por el blog donde se produjo el rifirafe, decidí de todos modos pasar a terreno propio, aceptando de hecho la sugerencia de que aquel "no fuese el lugar"... algo como he dicho muy relativo a mi criterio, aunque en todo caso respetable.

Lo importante, me parece, esté o no acertado en mis tesis (que cuanto menos deberían ser leídas para ser criticadas, como las de cualquiera y como lo que yo intenté, mal o bien, hacer con el texto de Gould diseccionándolo hasta las tripas), es el contenido de mis posiciones con las que creo haber puesto, modestamente, el dedo en la llaga. En ese sentido, puedo llegar a admitir el calificativo de "terrible", que me dedicó Evolutionibus, pero siempre que, por favor, se le anteponga el sustantivo francés enfent (¡que me va más!)

Lo cierto fue que a fin de cuentas, he confirmando mi tesis principal y significativa (que, como dije, va mucho más allá del calificativo que di a Gould y en lo único que Evolutionibus parece haberse quedado a mi pesar), a saber: que cada vez hay menos interés por los contenidos rigurosos y que simultáneamente se desprecian cada vez más fácilmente los esfuerzos encaminados a dilucidar los fenómenos, sobretodo los sociales, con estricto respeto al postulado de objetividad (el distintivo que precisamente separa la ciencia de la seudociencia y de los mitos, con todas sus limitaciones). Que la relación masas-líderes y la pertenencia a un grupo eficaz es prioritaria no sólo en el terreno político propiamente dicho, sino en los campos que en sus inicios fueron el caldo de cultivo por excelencia de las voces que se alzaron más contundente y pasionalmente contra la oscuridad. En definitiva, que hoy en día las conductas se hallan determinadas, cada vez más, por posiciones ideológicas apriorísticas a las que como poco cuesta mucho renunciar e incluso deslegitimar. Unas conductas en buena medida tributarias de la posmodernidad y de su relativismo que ha calado hasta los huesos, a veces sin que el afectado se de cuenta y se lo pueda creer (conducta que debe ser explicada sociológicamente, etc., ya que, tampoco, es obra del azar). En realidad, lo que yo llamo creciente burocratización de la realidad social incluido el pensamiento y sobre lo que precisamente habla mi artículo... "simplemente" a propósito de Gould, un "simple" ejemplo.

Lo cierto era que Evolutionibus no podía admitir que yo insistiera en que Gould era antievolucionista en base a lo que creía saber de él y de sus manifestaciones. Es decir, de una parte de ellas, que en base a eso traté yo de señalar el auténtico problema según yo lo veía.

Curioso, me repetí de entrada, y automáticamente imaginé la posible respuesta que un supuesto Evolutionibus defensor de la autoridad de Walcott me habría hecho de ser yo un Gould desconocido que hubiera dicho la mitad de lo que Gould dice de Walcott en su libro de marras.

Pero lo importante, más allá de esa nueva situación irónica (abundantes a propósito del texto de Gould), es otra cosa. Porque, en honor a la verdad, mi acusación (¿exagerada?, bueno, siempre puede comprobarse) iba dirigida a Gould por el hecho de que su coqueteo oportunista con el evolucionismo se mostrada a mis ojos como una coartada o una contraseña ("Soy evolucionista") capaz de permitirle a Gould hacer de "viejo topo", como él mismo reconoce y reivindica (principio del capítulo 3 de "La vida maravillosa", "... hacia una nueva concepción de la vida"), para minar la vieja concepción desde dentro.

He aceptado refugiarme, como he dicho, en mi propio blog para responder más amplia y libremente, aunque acabe pregonando en el desierto. Prefiero en todo caso ser leyenda (como ya había dicho en este blog mucho antes de que se supiera que habría una película, aunque por supuesto parafraseando el título de la interesantísima novela de Matheson) que sumarme a cualquier coro de vampiros más o menos inclinados a lanzarse sobre uno y vengarse por haber osado atacar a otro miembro de la especie que sin embargo podría renunciar a ella con escuchar un poco y sin prejuicios.

Ahí está mi artículo sobre Gould para quien seriamente lo quiera analizar y ver de qué lo acuso realmente, y sobre todo por qué, y para que, si así lo considera, decida rebatirme con argumentos reales y no con referencias parciales y, menos aún, de ser posible, con simples expresiones calificativas, curiosamente del estilo de las que últimamente campean por la escena política y que no van a ninguna parte salvo para arrastrar a las masas al engaño, como es el caso en ese contexto maquiavélico. No, esto no tendría que tener lugar en el terreno de la ciencia y la polémica que busca la verdad (ese eufemismo que tiene sin embargo una connotación sensible tan loable y motivadora y que se deberá seguir llamando filosofía haciendo honor a su significado literal).

Pero para que conste, para aquellos que no hayan leído a Gould, y en todo caso para abrir boca a favor de la sustancia objetiva , pido a quien lo juzgue interesante (incluso a quien piense que puede instruirme al respecto, cosa que agradeceré en nombre del deseo que abrigo de incrementar mi lucidez), que se me diga si el párrafo extraordinariamente alambicado que sigue, en el que he insertado mis habituales interrogantes y negritas, con el que Gould cierra practicamente su "narración" (véase la última página de "La vida maravillosa"), es o no propia de... un antievolucionista:

"Y así, si usted quiere formular la pregunta de todos los tiempos (¿por qué existen los seres humanos?), una parte principal (?) de la respuesta, relacionada con aquellos aspectos (?) del tema (?) que la ciencia puede (?) tratar de algún modo (?), debe ser: Porque Pikaia sobrevivió a la diezmación de Burgess Shale. Esta respuesta no menciona ni una sola ley de la naturaleza; no incorpora afirmación alguna sobre rutas evolutivas previsibles, ningún calculo de probabilidades (?) basado en reglas generales de anatomía o de ecología. La supervivencia de Pikaia fue una contingencia de la simple historia."

¡o... al menos de un posturas anticientíficas con tintes seudo científicos!

Y esto al margen de que pueda decirse que las frases "están fuera de contexto" (demuéstrelo el que pueda y yo lo aceptaré, para lo cual entiendo, e insisto, terco pero no contumaz (que a ver quién lo es realmente a pesar de los cánones establecidos), que debería considerar todo el libro de Gould y todo mi propio artículo) y también al margen de que lo que yo quise decir en realidad, repito, es que Gould pone un pie en el evolucionismo y otro fuera, que eso es oportunismo y que tiene para mí la explicación que fundamentalmente doy (y que sirve, desde mi punto de vista, incluso para explicar la reacción inicial de Evolutionibus de quedarse sólo con lo que le gusta oir de uno -Gould, la autoridad- y de otro -yo, o sea, nadie-).

En mi email, al decir que "Gould es antievolucionista" señalaba una faceta que queda en evidencia en la frase transcrita y en muchas más del mismo estilo o aún más contundentes, inteligentemente (por maquiavélicamente) situadas a lo largo del libro, así como sobre la base de la argumentación de Gould a favor del puro azar. Obviamente, no era la única cara de Jano. Pero precisamente ello me llevaba a la denuncia real. No sería interesante criticar a un claro y evidente antievolucionista. Hoy en día, hasta el propio "diseño inteligente" se refugia en el "origen inexplicable" de un juego que luego sí se habría desarrollado siguiendo "leyes naturales"... previamente diseñadas por el Hacedor. Un juego que Gould acepta sólo en determinadas circunstancias, como en los campos anteriores a la vida, cuando la complejidad histórica (?) aún no había entrado en el terreno de la evolución (cita libre tomada de pág. 391 de la edición que yo leí.)

Pero, sin duda, es, si se quiere parcialmente, sí que antievolucionista quien se la pasa atribuyendo una y otra vez la causa de nuestra existencia y de la vida entera a la "Diosa de la Fortuna", aceptando sólo a regañadientes o sólo confusamente la existencia de esas leyes para ignorarlas o desmerecerlas acto seguido en nombre de Sus (por las de aquella Diosa) sucesivas intervenciones "contingentes" e "impredecibles". Y en ello me reafirmo (... hasta que me demuestren lo contrario).

Ahora bien, a quien le sirva de algo el refugio del dogma o de la fe en la autoridad, cuyo origen primigenio es el mismo en todos los humanos, o que, por decirlo de otro modo, está en los genes, sólo puedo decirle que lo entiendo y que considero que así será en tanto la conciencia no se sienta insatisfecha... De lo contrario... abandónese aquí toda sospecha... déjese aquí toda vileza...

lunes, 14 de enero de 2008

¿Dónde queremos y dónde podemos situarnos en relación con la mentira y el autoengaño?

Sin duda existe una naturaleza humana, en otras palabras, una serie de atributos comunes a todos los individuos de la especie al margen de su particular agrupamiento social o su posición dentro de su grupo, y por supuesto al margen de muchas diferencias de detalle (que me permitiréis dar por supuesto aquí). Y sin duda la misma tiene una base genética y constitucional. Pero permitidme asimismo que enfoque un solo aspecto, el del lenguaje, en relación con la pregunta (obviamente capciosa) del título.

Al respecto, pienso, sin saber hasta qué punto esto ya fue sostenido tan radicalmente, casi o más, que desde el punto de vista evolutivo la función fundamental, básica, no colateral por así decirlo, del lenguaje es la de la trasmisión de información (tanto en un sentido limitado como distante en el espacio-tiempo, incluso subjetivamente trascendental).

Judith Rich Harris decía:

"Los chimpancés (...) tenían que ir eliminando a los miembros de la comunidad vecina de uno en uno, pero Josué pudo exterminar a los habitantes de ciudades enteras de una sola pasada. Y eso no era fácil, porque la mayoría de las ciudades estaban amuralladas. El truco de las trompetas sólo funcionó una vez, en Jericó. Josué tuvo que abrir brechas en los muros, de las otras ciudades sin la ayuda de la intervención celestial. En Ai usó la astucia. Envió una pequeña fuerza a atacar la ciudad mientras que el grueso del ejército esperaba emboscado. El pequeño destacamento atacó y luego se retiró, y la gente de Ai salió tras ellos, creyendo que habían derrotado a sus enemigos y que sólo quedaba administrarles el golpe de gracia. Dejaron la ciudad abierta y desprotegida a sus espaldas y corrieron directamente a caer en una emboscada donde les esperaba Josué.

"(...) Josué fue capaz de adivinar qué harían los habitantes de Ai (...) El sabía que podían ser engañados e inventó un plan coplejo para engañarlos. Otra ventaja crucial fue su habilidad para comunicarles el plan a sus generales." ("El mito de la educación", Debolsillo, pág. 164)

Es obvio que hoy en día, mucho más que las trompetas son insuficientes, que la información vuela, que hoy Ai sabría desde un principio casi con precisión cuántas eran las fuerzas de Josué, etc. y por ello que las necesidades en ambos sentidos (informar y desinformar) son hoy muchísimo más complicadas y difíciles de satisfacer. Pero eso es todo, que no es poco dado el empuje que esas necesidades han dado y dan al mundo con vistas al dominio de un grupo sobre los demás.

En todo caso, esa descripción resume a mi criterio toda la cuestión. La información es vital para informar verazmente así como para engañar. Y la que nos damos a nosotros mismos tiene el mismo propósito por ser tendencialmente esquizofrénicos y donde cada parte necesita empujar o frenar a la otra, animarla, aliarse a ella o vencerla.

La cuestión es tan simple y Harris es tan explícita que sería ofensivo por mi parte aportar más fundamentos.

De ahí se desprende la pregunta y sería genial que por un instante, el mayor número posible de individuos se preguntasen, respecto de sus propias afirmaciones, juicios, tesis, etc., así como sobre todas aquellas del prójimo que repiten, critican o comentan, se la formulasen:

¿En qué punto del segmento que va desde la intención de informar o informarnos a la intención de mentir o mentirnos queremos y podemos situarnos?

Quizá, luego, podamos preguntarnos el por qué. Pero no el que ya señala suficientemente Harris, sino el específico y más elucidador que corresponda a cada situación real.

jueves, 10 de enero de 2008

Quiénes queremos ser y cómo conseguirlo

¿Qué llegará antes, el fin del capitalismo en cualquiera de sus formas (la que pretendería en el límite el redistribucionismo burocrático, alguna de las utópicas e inimaginables de los muchos intelectuales que buscan instaurar La Justicia, alguna de las inimaginables pero eventuales que nos traiga la historia alguna vez) o... "La mejora artificial de nuestro cuerpo y mente"?

Los SPA, balnearios, terapéuticas esteticistas y de salud de amplio espectro, etc., y, a su vez, las diferencias de disponibilidad de dinero y tiempo libre, ya han distanciado bastante la calidad mental (muy relativamente, es cierto) y física (en principio) entre los más poderosos y privilegiados de hoy y los que están en el extremo inferior de la pirámide (los asalariados de la media para abajo o con horarios escaso tiempo para el ocio, los subvencionados, los lisa y llanamente pobres...)

Si a esto añadimos los pronósticos de Monod (véase el capítulo final de "El azar y la necesidad") donde se aventuran resultados socio-genéticos (a consecuencia de la tendencia entre los privilegiados a tener pocos hijos o ninguno y la inversa en el extremo contrario del espectro social)... algo que gracias a estas terapias podría sobrevenir antes...

¡Imaginad el futuro con el realismo factible!

Incluso, podéis intentar preguntaros si esas terapias las cubrirá o no la futura Seguridad Social. Ojo, algunas podrían ser muy "productivas" desde el punto de vista del Estado Capitalista (lo que cada vez importa menos o es más una coartada para el despilfarro). Por ejemplo, podrían ahorrar jubilaciones a cambio, incluso eliminar las jubilaciones, y los nacimientos; producir trabajadores eternos o cosas así... reparables... previa evaluación... yo qué sé.

Ahora bien: sin duda habréis de preferir que vuestros descendientes formen en una élite (en detrimento de los de los ajenos, si no quedase otro remedio) y no entre los esclavos.

¡Vamos, no aparentéis falsos humanitarismos! ¡No caigáis en la hipocresía ni os dé vergüenza confesar lo que un día tendréis que justificar! ¡No os refugies en la abyección de la "mala conciencia"!

En todo caso, penséis como penséis y por las razones que sea, lo cierto es que todas las utopías sociales imaginables conducen, por encima de vuestras ingenuidades, hacia esa realidad. (He dicho "las utopías" no la realidad en sí misma, que nos puede sorprender para mejor o peor...) Eso sí, para que las cosas no sean como en estos bosquejos fantásticos, sólo cabe esperar que el mundo vaya precisamente hacia donde ninguno de los actuales miembros vamos o queremos ir. Para que esas cosas no sucedan, sólo cabe esperar que fracasen todas nuestras propuestas y proyecciones.

Ahora bien... ¿quién acepta fracasar, quién lo aceptará? ¿Quién aceptará la marginación, la postergación, la sumisión .... del propio grupo? ¡Sin duda, la realidad se tendrá que imponer en contra de todos o será vuelta a encarrilar por los vencedores; los que sepan y puedan tender la trampa a "los postergados" bajo un slogan del estilo de "un mundo MÁS feliz", etc. Sin duda una alternativa para las élites menos aprensivas con vistas a alcanzar el poder y gozar de los privilegios en exclusiva.

En fin... dejo abierto el tema a la imaginación de cada uno. Y que conste: no hay en este post intencionalidades valorativas, para mí poco más que inconducentes (pero difícilmente evitables). Además, siempre nos queda a algunos quedarnos como somos y nos hacemos a lo largo de la vida y morir siéndolo.


domingo, 6 de enero de 2008

Encomendarse a la Contingencia o dilucidar la Complejidad. A propósito de Stephen Jay Gould y el fenómeno de la burocratización.

Inicié la lectura de "La vida maravillosa" de Stephen Jay Gould (Editorial Crítica, Drakonos Bolsillo, 2000) con una expectativa que se fue desinflando progresivamente hasta convertirse en decepción. La información de detalle que aporta es sin duda interesante e instructiva para un lego, como en mi caso, aunque un tanto anecdótica en relación con el objetivo declarado y en cualquier caso insuficiente para sostenerlo. Una tesis que en cuanto intenta convencernos de que los accidentes (las “contingencias”, en el texto) son posibles, no pasa de ser obvia y tautológica, y que, tanto por su carácter oscurantista, ecléctico y oportunista, así como por las causas que explicaban que así fuera, la hacían de por sí merecedora de denuncia y desmantelamiento.

Lo cierto es que había acabado por acumular mucho más que simples peros (como mi virtual amigo Germánico auguró que pasaría) y, dado el carácter popular del personaje y de sus textos, es decir, su considerable influencia, me sentí obligado a no permanecer impávido. Con este libro, me había comprado “Acabo de llegar” con la idea de conocer también al último Gould, pero tras leer el primero preferí no abordar la lectura de este otro para no verme impulsado a ampliar más este artículo. Dudo ya que vaya a leer alguna vez esos ensayos.

Debo reconocer, por otra parte, haber hallado algunos apuntes positivamente provechosos, particularmente aquellos en los que Gould explica su "pauta de máxima amplitud temprana" (Ídem, pág. 382), tesis que a primera vista me parece objetiva (y en la línea de la ciencia tradicional). Desde mi particular punto de vista interesado, considero que confirmarían ciertos efectos colaterales que yo atribuyo al proceso sistemático, aunque irregular, de complejización de la realidad que por mi parte venía observando en el campo de la sociedad humana y el pensamiento. Efectos que podrían ser característicos de los sistemas complejos en general, es decir, desde su base material más primaria (¿y primigenia?), la de la física de partículas.

A fin de cuentas, Gould me ha dado una inmejorable justificación para ordenar y exponer mis propios puntos de vista sobre los varios temas involucrados. No obstante, no puedo agradecerle su esfuerzo.

Los que tengáis interés por el artículo podéis acceder AQUÍ para leerlo más cómodamente, guardarlo o imprimirlo, enviarlo o utilizarlo (mencionando por favor la fuente o conservando su firma) de la manera que os sea más útil.


Nota adicional:

Aprovecho para anotar aquí que con este sistema, casi obligado en esta ocasión por la longitud del trabajo, inauguro una nueva presentación para este blog que espero sea más productiva para todos sus bienvenidos lectores así como para su sufrido hacedor. Todas mis viejas entradas serán reorganizadas con el mismo criterio, aunque poco a poco. Cada documento podrá además ser ampliado y actualizado (indicaré las fechas sucesivas en que lo haga al pie o en la cabecera de los mismos para que conste y os sirva así de referencia.

Por ejemplo, en breve tengo el propósito de añadir un apartado extra al artículo donde, partiendo del texto de Gould del que me ocupo y en especial de aspectos objetivos de la realidad (es decir, de la complejidad global) que el autor, voluntariamente o no y con el fin que fuera, tuvo el mérito de registrar, seguiré procurando
dilucidar la complejidad hasta el límite inmediato de mis medios, texto que de todos modos estará disponible en su momento en este blog, es decir, por separado y en su fecha de publicación.