Ayer, un colega y contertulio virtual (Evolutionibus) y yo tuvimos un pequeño rifirafe en terreno ajeno que se plasmó en un par de brevísimos comentarios por cabeza al pie de un post de "Por la boca muere el pez" contra el creacionismo (nota: he eliminado el link al rifirafe después de comprobar que allí se había producido un zafarrancho desagradable del que lógicamente no hemos tenido nada que ver ni moi ni E.)
Pues bien, al principio no me quedó claro del todo a qué venía, incluso estuve tentado a preguntarlo antes de manifestar mi desagrado. Por fin se vio que el problema lo había causado mi supuesto punto de vista sobre Gould, concretamente... que lo calificara de "antievolucionista" en un email personal. de todos modos, no me equivoqué al rechazar de entrada el método que se empleaba para señalar mi supuesta "incorrección". Y ello porque consideré y entiendo que lo correcto ante una postura, por mucho que nos extrañe, es comprobar los fundamentos que la apoyan, indiscutiblemente si los hay, y por fin contestar con argumentos. Lo correcto, en fin, empieza por no poner el grito en el cielo porque se haya puesto en duda a la autoridad en la que se había depositado la fe.
Así, lo quedó demostrado fue que tanto a Evolucionibus como a Gould les tocaba en mayor o menor medida la misma crítica de fondo (que no es un adjetivo como antievolucionista) que no por nada yo había hecho, cuyo mero anuncio y no su contenido (que indudablemente no había sido leído) molestaba a priori y pretendía ser silenciado después de ser ignorado, de hecho, mediante un método más propio quizá de... ¿Borrell? (quien era citado inexplicablemente por Evolutionibus para mi gusto), o sea, un burócrata político; un método consistente en calificar en lugar de analizar y confrontar.
Ahora bien, tal como señalé sintéticamente en el comentario donde hice notar mi malestar, yo sólo pretendía llamar la atención sobre lo que considero un fenómeno más amplio en el que se inscriben las posturas creacionistas que se condenaban en el post, a saber, el carácter seudocientífico que impregna no sólo la imaginería del "diseño inteligente" sino muchos de las que se levantan y defienden bajo el nombre de ciencia, algo que por cierto, ya había sabido hacer el positivismo o el materialismo dialéctico entre otras, todas ellas autodenominadas científicas pero tan míticas como las de la religión. La mención al antievolucionismo de Gould, en un email al correr de la pluma, no es lo principal, aunque, con las salvedades que haré luego y sobretodo según puede comprobarse en mi artículo, mantengo.
Obviamente, no iba a desarrollar en mi email ni en mi comentario lo que ya ocupaba un centenar de páginas mías entre posts, artículos y textos literarios propios así como en algunos comentarios realizados en otras ocasiones y otros blogs. Por ello hice referencia escueta apuntando al artículo en cuestión, más amplio y, hasta donde fui capaz de conseguirlo, más fundamentado, evitando hacer un uso excesivo de la oportunidad que de facto todo blog ofrece y, lo declare o no, entiendo que también persigue. En nombre del respeto por el blog donde se produjo el rifirafe, decidí de todos modos pasar a terreno propio, aceptando de hecho la sugerencia de que aquel "no fuese el lugar"... algo como he dicho muy relativo a mi criterio, aunque en todo caso respetable.
Lo importante, me parece, esté o no acertado en mis tesis (que cuanto menos deberían ser leídas para ser criticadas, como las de cualquiera y como lo que yo intenté, mal o bien, hacer con el texto de Gould diseccionándolo hasta las tripas), es el contenido de mis posiciones con las que creo haber puesto, modestamente, el dedo en la llaga. En ese sentido, puedo llegar a admitir el calificativo de "terrible", que me dedicó Evolutionibus, pero siempre que, por favor, se le anteponga el sustantivo francés enfent (¡que me va más!)
Lo cierto fue que a fin de cuentas, he confirmando mi tesis principal y significativa (que, como dije, va mucho más allá del calificativo que di a Gould y en lo único que Evolutionibus parece haberse quedado a mi pesar), a saber: que cada vez hay menos interés por los contenidos rigurosos y que simultáneamente se desprecian cada vez más fácilmente los esfuerzos encaminados a dilucidar los fenómenos, sobretodo los sociales, con estricto respeto al postulado de objetividad (el distintivo que precisamente separa la ciencia de la seudociencia y de los mitos, con todas sus limitaciones). Que la relación masas-líderes y la pertenencia a un grupo eficaz es prioritaria no sólo en el terreno político propiamente dicho, sino en los campos que en sus inicios fueron el caldo de cultivo por excelencia de las voces que se alzaron más contundente y pasionalmente contra la oscuridad. En definitiva, que hoy en día las conductas se hallan determinadas, cada vez más, por posiciones ideológicas apriorísticas a las que como poco cuesta mucho renunciar e incluso deslegitimar. Unas conductas en buena medida tributarias de la posmodernidad y de su relativismo que ha calado hasta los huesos, a veces sin que el afectado se de cuenta y se lo pueda creer (conducta que debe ser explicada sociológicamente, etc., ya que, tampoco, es obra del azar). En realidad, lo que yo llamo creciente burocratización de la realidad social incluido el pensamiento y sobre lo que precisamente habla mi artículo... "simplemente" a propósito de Gould, un "simple" ejemplo.
Lo cierto era que Evolutionibus no podía admitir que yo insistiera en que Gould era antievolucionista en base a lo que creía saber de él y de sus manifestaciones. Es decir, de una parte de ellas, que en base a eso traté yo de señalar el auténtico problema según yo lo veía.
Curioso, me repetí de entrada, y automáticamente imaginé la posible respuesta que un supuesto Evolutionibus defensor de la autoridad de Walcott me habría hecho de ser yo un Gould desconocido que hubiera dicho la mitad de lo que Gould dice de Walcott en su libro de marras.
Pero lo importante, más allá de esa nueva situación irónica (abundantes a propósito del texto de Gould), es otra cosa. Porque, en honor a la verdad, mi acusación (¿exagerada?, bueno, siempre puede comprobarse) iba dirigida a Gould por el hecho de que su coqueteo oportunista con el evolucionismo se mostrada a mis ojos como una coartada o una contraseña ("Soy evolucionista") capaz de permitirle a Gould hacer de "viejo topo", como él mismo reconoce y reivindica (principio del capítulo 3 de "La vida maravillosa", "... hacia una nueva concepción de la vida"), para minar la vieja concepción desde dentro.
He aceptado refugiarme, como he dicho, en mi propio blog para responder más amplia y libremente, aunque acabe pregonando en el desierto. Prefiero en todo caso ser leyenda (como ya había dicho en este blog mucho antes de que se supiera que habría una película, aunque por supuesto parafraseando el título de la interesantísima novela de Matheson) que sumarme a cualquier coro de vampiros más o menos inclinados a lanzarse sobre uno y vengarse por haber osado atacar a otro miembro de la especie que sin embargo podría renunciar a ella con escuchar un poco y sin prejuicios.
Ahí está mi artículo sobre Gould para quien seriamente lo quiera analizar y ver de qué lo acuso realmente, y sobre todo por qué, y para que, si así lo considera, decida rebatirme con argumentos reales y no con referencias parciales y, menos aún, de ser posible, con simples expresiones calificativas, curiosamente del estilo de las que últimamente campean por la escena política y que no van a ninguna parte salvo para arrastrar a las masas al engaño, como es el caso en ese contexto maquiavélico. No, esto no tendría que tener lugar en el terreno de la ciencia y la polémica que busca la verdad (ese eufemismo que tiene sin embargo una connotación sensible tan loable y motivadora y que se deberá seguir llamando filosofía haciendo honor a su significado literal).
Pero para que conste, para aquellos que no hayan leído a Gould, y en todo caso para abrir boca a favor de la sustancia objetiva , pido a quien lo juzgue interesante (incluso a quien piense que puede instruirme al respecto, cosa que agradeceré en nombre del deseo que abrigo de incrementar mi lucidez), que se me diga si el párrafo extraordinariamente alambicado que sigue, en el que he insertado mis habituales interrogantes y negritas, con el que Gould cierra practicamente su "narración" (véase la última página de "La vida maravillosa"), es o no propia de... un antievolucionista:
Pues bien, al principio no me quedó claro del todo a qué venía, incluso estuve tentado a preguntarlo antes de manifestar mi desagrado. Por fin se vio que el problema lo había causado mi supuesto punto de vista sobre Gould, concretamente... que lo calificara de "antievolucionista" en un email personal. de todos modos, no me equivoqué al rechazar de entrada el método que se empleaba para señalar mi supuesta "incorrección". Y ello porque consideré y entiendo que lo correcto ante una postura, por mucho que nos extrañe, es comprobar los fundamentos que la apoyan, indiscutiblemente si los hay, y por fin contestar con argumentos. Lo correcto, en fin, empieza por no poner el grito en el cielo porque se haya puesto en duda a la autoridad en la que se había depositado la fe.
Así, lo quedó demostrado fue que tanto a Evolucionibus como a Gould les tocaba en mayor o menor medida la misma crítica de fondo (que no es un adjetivo como antievolucionista) que no por nada yo había hecho, cuyo mero anuncio y no su contenido (que indudablemente no había sido leído) molestaba a priori y pretendía ser silenciado después de ser ignorado, de hecho, mediante un método más propio quizá de... ¿Borrell? (quien era citado inexplicablemente por Evolutionibus para mi gusto), o sea, un burócrata político; un método consistente en calificar en lugar de analizar y confrontar.
Ahora bien, tal como señalé sintéticamente en el comentario donde hice notar mi malestar, yo sólo pretendía llamar la atención sobre lo que considero un fenómeno más amplio en el que se inscriben las posturas creacionistas que se condenaban en el post, a saber, el carácter seudocientífico que impregna no sólo la imaginería del "diseño inteligente" sino muchos de las que se levantan y defienden bajo el nombre de ciencia, algo que por cierto, ya había sabido hacer el positivismo o el materialismo dialéctico entre otras, todas ellas autodenominadas científicas pero tan míticas como las de la religión. La mención al antievolucionismo de Gould, en un email al correr de la pluma, no es lo principal, aunque, con las salvedades que haré luego y sobretodo según puede comprobarse en mi artículo, mantengo.
Obviamente, no iba a desarrollar en mi email ni en mi comentario lo que ya ocupaba un centenar de páginas mías entre posts, artículos y textos literarios propios así como en algunos comentarios realizados en otras ocasiones y otros blogs. Por ello hice referencia escueta apuntando al artículo en cuestión, más amplio y, hasta donde fui capaz de conseguirlo, más fundamentado, evitando hacer un uso excesivo de la oportunidad que de facto todo blog ofrece y, lo declare o no, entiendo que también persigue. En nombre del respeto por el blog donde se produjo el rifirafe, decidí de todos modos pasar a terreno propio, aceptando de hecho la sugerencia de que aquel "no fuese el lugar"... algo como he dicho muy relativo a mi criterio, aunque en todo caso respetable.
Lo importante, me parece, esté o no acertado en mis tesis (que cuanto menos deberían ser leídas para ser criticadas, como las de cualquiera y como lo que yo intenté, mal o bien, hacer con el texto de Gould diseccionándolo hasta las tripas), es el contenido de mis posiciones con las que creo haber puesto, modestamente, el dedo en la llaga. En ese sentido, puedo llegar a admitir el calificativo de "terrible", que me dedicó Evolutionibus, pero siempre que, por favor, se le anteponga el sustantivo francés enfent (¡que me va más!)
Lo cierto fue que a fin de cuentas, he confirmando mi tesis principal y significativa (que, como dije, va mucho más allá del calificativo que di a Gould y en lo único que Evolutionibus parece haberse quedado a mi pesar), a saber: que cada vez hay menos interés por los contenidos rigurosos y que simultáneamente se desprecian cada vez más fácilmente los esfuerzos encaminados a dilucidar los fenómenos, sobretodo los sociales, con estricto respeto al postulado de objetividad (el distintivo que precisamente separa la ciencia de la seudociencia y de los mitos, con todas sus limitaciones). Que la relación masas-líderes y la pertenencia a un grupo eficaz es prioritaria no sólo en el terreno político propiamente dicho, sino en los campos que en sus inicios fueron el caldo de cultivo por excelencia de las voces que se alzaron más contundente y pasionalmente contra la oscuridad. En definitiva, que hoy en día las conductas se hallan determinadas, cada vez más, por posiciones ideológicas apriorísticas a las que como poco cuesta mucho renunciar e incluso deslegitimar. Unas conductas en buena medida tributarias de la posmodernidad y de su relativismo que ha calado hasta los huesos, a veces sin que el afectado se de cuenta y se lo pueda creer (conducta que debe ser explicada sociológicamente, etc., ya que, tampoco, es obra del azar). En realidad, lo que yo llamo creciente burocratización de la realidad social incluido el pensamiento y sobre lo que precisamente habla mi artículo... "simplemente" a propósito de Gould, un "simple" ejemplo.
Lo cierto era que Evolutionibus no podía admitir que yo insistiera en que Gould era antievolucionista en base a lo que creía saber de él y de sus manifestaciones. Es decir, de una parte de ellas, que en base a eso traté yo de señalar el auténtico problema según yo lo veía.
Curioso, me repetí de entrada, y automáticamente imaginé la posible respuesta que un supuesto Evolutionibus defensor de la autoridad de Walcott me habría hecho de ser yo un Gould desconocido que hubiera dicho la mitad de lo que Gould dice de Walcott en su libro de marras.
Pero lo importante, más allá de esa nueva situación irónica (abundantes a propósito del texto de Gould), es otra cosa. Porque, en honor a la verdad, mi acusación (¿exagerada?, bueno, siempre puede comprobarse) iba dirigida a Gould por el hecho de que su coqueteo oportunista con el evolucionismo se mostrada a mis ojos como una coartada o una contraseña ("Soy evolucionista") capaz de permitirle a Gould hacer de "viejo topo", como él mismo reconoce y reivindica (principio del capítulo 3 de "La vida maravillosa", "... hacia una nueva concepción de la vida"), para minar la vieja concepción desde dentro.
He aceptado refugiarme, como he dicho, en mi propio blog para responder más amplia y libremente, aunque acabe pregonando en el desierto. Prefiero en todo caso ser leyenda (como ya había dicho en este blog mucho antes de que se supiera que habría una película, aunque por supuesto parafraseando el título de la interesantísima novela de Matheson) que sumarme a cualquier coro de vampiros más o menos inclinados a lanzarse sobre uno y vengarse por haber osado atacar a otro miembro de la especie que sin embargo podría renunciar a ella con escuchar un poco y sin prejuicios.
Ahí está mi artículo sobre Gould para quien seriamente lo quiera analizar y ver de qué lo acuso realmente, y sobre todo por qué, y para que, si así lo considera, decida rebatirme con argumentos reales y no con referencias parciales y, menos aún, de ser posible, con simples expresiones calificativas, curiosamente del estilo de las que últimamente campean por la escena política y que no van a ninguna parte salvo para arrastrar a las masas al engaño, como es el caso en ese contexto maquiavélico. No, esto no tendría que tener lugar en el terreno de la ciencia y la polémica que busca la verdad (ese eufemismo que tiene sin embargo una connotación sensible tan loable y motivadora y que se deberá seguir llamando filosofía haciendo honor a su significado literal).
Pero para que conste, para aquellos que no hayan leído a Gould, y en todo caso para abrir boca a favor de la sustancia objetiva , pido a quien lo juzgue interesante (incluso a quien piense que puede instruirme al respecto, cosa que agradeceré en nombre del deseo que abrigo de incrementar mi lucidez), que se me diga si el párrafo extraordinariamente alambicado que sigue, en el que he insertado mis habituales interrogantes y negritas, con el que Gould cierra practicamente su "narración" (véase la última página de "La vida maravillosa"), es o no propia de... un antievolucionista:
"Y así, si usted quiere formular la pregunta de todos los tiempos (¿por qué existen los seres humanos?), una parte principal (?) de la respuesta, relacionada con aquellos aspectos (?) del tema (?) que la ciencia puede (?) tratar de algún modo (?), debe ser: Porque Pikaia sobrevivió a la diezmación de Burgess Shale. Esta respuesta no menciona ni una sola ley de la naturaleza; no incorpora afirmación alguna sobre rutas evolutivas previsibles, ningún calculo de probabilidades (?) basado en reglas generales de anatomía o de ecología. La supervivencia de Pikaia fue una contingencia de la simple historia."
¡o... al menos de un posturas anticientíficas con tintes seudo científicos!
Y esto al margen de que pueda decirse que las frases "están fuera de contexto" (demuéstrelo el que pueda y yo lo aceptaré, para lo cual entiendo, e insisto, terco pero no contumaz (que a ver quién lo es realmente a pesar de los cánones establecidos), que debería considerar todo el libro de Gould y todo mi propio artículo) y también al margen de que lo que yo quise decir en realidad, repito, es que Gould pone un pie en el evolucionismo y otro fuera, que eso es oportunismo y que tiene para mí la explicación que fundamentalmente doy (y que sirve, desde mi punto de vista, incluso para explicar la reacción inicial de Evolutionibus de quedarse sólo con lo que le gusta oir de uno -Gould, la autoridad- y de otro -yo, o sea, nadie-).
En mi email, al decir que "Gould es antievolucionista" señalaba una faceta que queda en evidencia en la frase transcrita y en muchas más del mismo estilo o aún más contundentes, inteligentemente (por maquiavélicamente) situadas a lo largo del libro, así como sobre la base de la argumentación de Gould a favor del puro azar. Obviamente, no era la única cara de Jano. Pero precisamente ello me llevaba a la denuncia real. No sería interesante criticar a un claro y evidente antievolucionista. Hoy en día, hasta el propio "diseño inteligente" se refugia en el "origen inexplicable" de un juego que luego sí se habría desarrollado siguiendo "leyes naturales"... previamente diseñadas por el Hacedor. Un juego que Gould acepta sólo en determinadas circunstancias, como en los campos anteriores a la vida, cuando la complejidad histórica (?) aún no había entrado en el terreno de la evolución (cita libre tomada de pág. 391 de la edición que yo leí.)
Y esto al margen de que pueda decirse que las frases "están fuera de contexto" (demuéstrelo el que pueda y yo lo aceptaré, para lo cual entiendo, e insisto, terco pero no contumaz (que a ver quién lo es realmente a pesar de los cánones establecidos), que debería considerar todo el libro de Gould y todo mi propio artículo) y también al margen de que lo que yo quise decir en realidad, repito, es que Gould pone un pie en el evolucionismo y otro fuera, que eso es oportunismo y que tiene para mí la explicación que fundamentalmente doy (y que sirve, desde mi punto de vista, incluso para explicar la reacción inicial de Evolutionibus de quedarse sólo con lo que le gusta oir de uno -Gould, la autoridad- y de otro -yo, o sea, nadie-).
En mi email, al decir que "Gould es antievolucionista" señalaba una faceta que queda en evidencia en la frase transcrita y en muchas más del mismo estilo o aún más contundentes, inteligentemente (por maquiavélicamente) situadas a lo largo del libro, así como sobre la base de la argumentación de Gould a favor del puro azar. Obviamente, no era la única cara de Jano. Pero precisamente ello me llevaba a la denuncia real. No sería interesante criticar a un claro y evidente antievolucionista. Hoy en día, hasta el propio "diseño inteligente" se refugia en el "origen inexplicable" de un juego que luego sí se habría desarrollado siguiendo "leyes naturales"... previamente diseñadas por el Hacedor. Un juego que Gould acepta sólo en determinadas circunstancias, como en los campos anteriores a la vida, cuando la complejidad histórica (?) aún no había entrado en el terreno de la evolución (cita libre tomada de pág. 391 de la edición que yo leí.)
Pero, sin duda, es, si se quiere parcialmente, sí que antievolucionista quien se la pasa atribuyendo una y otra vez la causa de nuestra existencia y de la vida entera a la "Diosa de la Fortuna", aceptando sólo a regañadientes o sólo confusamente la existencia de esas leyes para ignorarlas o desmerecerlas acto seguido en nombre de Sus (por las de aquella Diosa) sucesivas intervenciones "contingentes" e "impredecibles". Y en ello me reafirmo (... hasta que me demuestren lo contrario).
Ahora bien, a quien le sirva de algo el refugio del dogma o de la fe en la autoridad, cuyo origen primigenio es el mismo en todos los humanos, o que, por decirlo de otro modo, está en los genes, sólo puedo decirle que lo entiendo y que considero que así será en tanto la conciencia no se sienta insatisfecha... De lo contrario... abandónese aquí toda sospecha... déjese aquí toda vileza...
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