lunes, 14 de enero de 2008

¿Dónde queremos y dónde podemos situarnos en relación con la mentira y el autoengaño?

Sin duda existe una naturaleza humana, en otras palabras, una serie de atributos comunes a todos los individuos de la especie al margen de su particular agrupamiento social o su posición dentro de su grupo, y por supuesto al margen de muchas diferencias de detalle (que me permitiréis dar por supuesto aquí). Y sin duda la misma tiene una base genética y constitucional. Pero permitidme asimismo que enfoque un solo aspecto, el del lenguaje, en relación con la pregunta (obviamente capciosa) del título.

Al respecto, pienso, sin saber hasta qué punto esto ya fue sostenido tan radicalmente, casi o más, que desde el punto de vista evolutivo la función fundamental, básica, no colateral por así decirlo, del lenguaje es la de la trasmisión de información (tanto en un sentido limitado como distante en el espacio-tiempo, incluso subjetivamente trascendental).

Judith Rich Harris decía:

"Los chimpancés (...) tenían que ir eliminando a los miembros de la comunidad vecina de uno en uno, pero Josué pudo exterminar a los habitantes de ciudades enteras de una sola pasada. Y eso no era fácil, porque la mayoría de las ciudades estaban amuralladas. El truco de las trompetas sólo funcionó una vez, en Jericó. Josué tuvo que abrir brechas en los muros, de las otras ciudades sin la ayuda de la intervención celestial. En Ai usó la astucia. Envió una pequeña fuerza a atacar la ciudad mientras que el grueso del ejército esperaba emboscado. El pequeño destacamento atacó y luego se retiró, y la gente de Ai salió tras ellos, creyendo que habían derrotado a sus enemigos y que sólo quedaba administrarles el golpe de gracia. Dejaron la ciudad abierta y desprotegida a sus espaldas y corrieron directamente a caer en una emboscada donde les esperaba Josué.

"(...) Josué fue capaz de adivinar qué harían los habitantes de Ai (...) El sabía que podían ser engañados e inventó un plan coplejo para engañarlos. Otra ventaja crucial fue su habilidad para comunicarles el plan a sus generales." ("El mito de la educación", Debolsillo, pág. 164)

Es obvio que hoy en día, mucho más que las trompetas son insuficientes, que la información vuela, que hoy Ai sabría desde un principio casi con precisión cuántas eran las fuerzas de Josué, etc. y por ello que las necesidades en ambos sentidos (informar y desinformar) son hoy muchísimo más complicadas y difíciles de satisfacer. Pero eso es todo, que no es poco dado el empuje que esas necesidades han dado y dan al mundo con vistas al dominio de un grupo sobre los demás.

En todo caso, esa descripción resume a mi criterio toda la cuestión. La información es vital para informar verazmente así como para engañar. Y la que nos damos a nosotros mismos tiene el mismo propósito por ser tendencialmente esquizofrénicos y donde cada parte necesita empujar o frenar a la otra, animarla, aliarse a ella o vencerla.

La cuestión es tan simple y Harris es tan explícita que sería ofensivo por mi parte aportar más fundamentos.

De ahí se desprende la pregunta y sería genial que por un instante, el mayor número posible de individuos se preguntasen, respecto de sus propias afirmaciones, juicios, tesis, etc., así como sobre todas aquellas del prójimo que repiten, critican o comentan, se la formulasen:

¿En qué punto del segmento que va desde la intención de informar o informarnos a la intención de mentir o mentirnos queremos y podemos situarnos?

Quizá, luego, podamos preguntarnos el por qué. Pero no el que ya señala suficientemente Harris, sino el específico y más elucidador que corresponda a cada situación real.

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