domingo, 3 de abril de 2011

La importancia estratégica de Libia

"A un lado Asia, al otro Europa, y allá a su frente Estambul", dicen los versos de Espronceda. A un lado Egipto, al otro Argelia y el Magreb, a su frente el África penetrada por China, el Gran Competidor a la vista (según señala el Ministerio de Comercio chino en un comunicado de finales de febrero, unas 75 compañías chinas están operando en Libia, con 36.000 empleados y 50 proyectos). Sin duda, en medio y conformando una cuña notable... Libia, un enclave geoestratégico sin par. Y, en cualquier caso, encaramar a su gobierno a camarillas aliadas.

Sin duda, se trata de una base de operaciones inmejorablemente situada para el control de la zona y los acontecimientos que muchos habrán avisorado y discutido en los consejos de guerra (todos, aunque haya sido La Grandeur francesa de las más decididas... siempre hay circunstancias de índole electoral que acompañan o desaconsejan e insuficientes apetencias particulares... o insensibilidades oculares de los consejeros del momento). No por nada unas u otras camarillas político-nacionales, y con ellas los respectivos lobies multinacionales a ellas asociados, se disputaron el "mando de la operación", es decir, el predominio futuro (que TAMBIÉN incluye los negocios situados en el mismo territorio... ya puestos) sin por ello demorar la iniciativa en el combate, en un claro cuadro de "vacío (¿momentáneo?) de poder".

Sin embargo, rechazo la idea conspiranoica de que estuviera previsto y planificado y de que los conflictos fuesen provocados. El paso de la política occidental a las armas no se les ocurrió (al margen de que se estén preparando sistemáticamente para todos los escenarios posibles) hasta que las piezas cayeron por sí mismas, siguiendo su propia dinámica, la lucha discurría en el terreno político-comercial que sin duda es cada vez más oscuro y con un carácter cada vez más mafioso (a veces hasta escenificar situaciones propias de la Italia de los Borgia, como hemos visto con los casos de algunos envenenamientos selectivos). Todo se desencadenó sin embargo antes y sin la intervención de agitadores extranjeros ni complots internacionales sino, lisa y llanamente, por las mismas causas que han estado creciendo las oleadas de inmigrantes africanos a Europa. Se trata simplemente del refrán a la inversa: si no todo Mahoma puede llegar en patera hasta las montañas europeas, traigamos (o levantemos) la montaña occidental donde tenemos la casa, la parcela de cielo y el aparador pesado... Nada que no sea el deseo de occidentalizarse, es decir, de tener las mismas (aparentemente inmensas, idílicas) oportunidades de que gozan en occidente (poder tenerlo todo... se lo tenga o no), está detrás de las rebeliones tunecina, egipcia, marroquí, sira, etc.

Las tiranías árabes caen y dejan vacío el sillón del interlocutor del comisionista occidental. Se dice que Europa y EEUU han tardado en responder, es relativo, en cierto modo el reacomodamiento ha sido rápido... aunque conflictivo (los planes de cada burocracia entrechocan y estos se deben abrir camino entre un sinnúmero de fenómenos complejos: la crisis financiera y las crisis políticas entre otras).

Como ya mostraron los casos egipcio y tunecino en su evolución "post-alzamiento popular", NO resulta sobresaliente en absoluto lo que centra la atención y "extraen" de la "realidad" (de sus cabezas) los comentaristas seudointelectuales educados en la democracia occidental del primer mundo, a saber: la supuesta encarnación de los conceptos (revolución, democracia, guerra, nación, ejército, dictadura...) en las circunstancias mencionadas. Ni las referencias economicistas al petróleo, etc. La lucha interburocrática puede llegar a la quema o cualquier otro tipo de destrucción de recursos con tal de conquistar el poder. Obviamente, de gastarse hasta lo que hace falta en puntos claves y dañados de su propia "sociedad del bienestar"...

ES interesante que lo que no parecía ni mínimamente posible ha alcanzado un grado de esfervecencia popular en un país árabe que por un lado pone en entredicho las perspectivas de islamización y por otro da alas en paralelo a que suceda lo que he señalado en el párrafo previo. La rebelión demuestra hasta qué punto los países àrabes estaban ya en la órbita de occidente, aunque con sus pueblos como convidados de piedra, sedientos y hambrientos de manera creciente (no se puede invitar a la mesa y dejar demasiado tiempo el plato vacío mientras en el otro extremo el banquete es opíparo). La influencia de los nuevos "imperialismos financieros" mestizos, la expansión capitalista china e india, ha llevado al paroxismo el deseo de occidentalización. Las vías rusa y china, viejos compañeros de ruta de los pobres y desamparados del mundo, más que traicionarlos les han dado su glorioso ejemplo. La resignación por otra parte que proponía un edén lleno de vírgenes para los más y grifos de oro para los que montaban arenes ostentosos en la tierra, se demostraría agotada: han sido y son todas revueltas que han dejado de lado el problema religioso, tanto que ni siquiera lo han puesto en cuestión. Como en Occidente, la cuestión política es laica y la religión un asunto privado.

En cualquier caso, los tiranos sempiternos han sido manifiestamente sustituidos muy probablemente por camarillas remozadas formadas en los mismos palacios y las mismas cortes (como pasó en la Francia del XVIII ni más menos), en todo caso con los mismos apoyos burocráticos que ya cobraban sus sueldos de la previa (como hizo Trotski al poner en pie al Ejército Rojo con los elementos del Blanco, o como hace normalmente la oposición cuando asume el poder -el caso de la policía que pasa del franquismo al gonzalismo para complotar contra el gobierno Aznar es sintomático y puede o no dar ese resultado como el contrario, todo depende de las perspectivas que se le ofrezcan-). No deja de ser posible, aunque no de inmediato, que la frustración popular sea reorientada hacia Occidente por los políticos esta vez postergados, quienes apelando al insaciable resentimiento de las masas pueden señalar la connivencia entre los dirigentes encaramados al poder en nombre de formas democrático-formales y los dirigentes del primer mundo que los sostendrán. La amenaza de una invasión devastadora sigue así en pie para Occidente, tal vez sea en principio inevitable y consecuente con la mecánica de la lucha burocrática por el poder. Da igual que la bandera que pida sangre y justicia sea la de la islamización o la de la socialización... el resultado volverá a ser la guerra. Pero, por el momento, se está en plena espera y en plena construcción de los nuevos engaños institucionales (los nuevos dirigentes son los primeros en asimilar las formas vigentes de las democracias, y en ese sentido tienen en Berlusconi, Zapatero, Zarkozy... ejemplos inmejorables de tejes y manejes fructíferos y poco punibles.

En cierto modo, Occidente parece recuperar sus antiguas fronteras, las que una vez fueron de Roma, en lugar de perderlas como se pensaba que sucedería, hasta acabar siendo las que una vez demarcara Damasco.