miércoles, 25 de febrero de 2009

Un cuento "breve no tan breve" publicado hoy hora de Argentina

Los límites de la verdad - Carlos Suchowolski


—¿Cuántos dedos hay en esta mano? —preguntó el Interrogador al interrogado mostrándole su mano abierta con todos los dedos en abanico.
El interrogado vaciló. La rata fijaba en él los ojos desde la jaula en la que se encontraba retenida. Los separaba un pasadizo de metal de 30 cm que formaba con la jaula suspendida un único artilugio firmemente calzado con correas a la cabeza del individuo. Eran ojos desesperados y hambrientos que la empujaban con todo su peludo cuerpo contra la trampilla. La amenaza era evidente: el interrogado tenía que responder con absoluta corrección.
De repente, el instinto, que en otro individuo tal vez lo habría conducido a la catástrofe, iluminó su mente:
—Los que diga el Partido…
El rostro del Interrogador, que llevaba en sus hombreras estrellas de coronel y una etiqueta bordada con el lema de la policía política, no pudo evitar una expresión aprobatoria. El ceño seguía contraído pero una escueta sonrisa había alcanzado a formarse en la comisura izquierda de los labios. Al interrogado no se le escapaba nada, pero el Interrogador no parecía preocuparse por mantener ocultas sus reacciones. El esfuerzo debía ser sólo del sedicioso, que debía demostrar una conversión profunda, no necesariamente sincera sino funcional. Tenía que demostrar poder volver a ser útil, con lo que todos habrían ganado.
—… Los que el Partido considere que haya en esa mano… —reiteró con convicción el interrogado (¡era evidente que lo había comprendido!); y añadió con fervor sin dejar de vigilar a la rata—: Aunque haya que cortar los que sobren para que nadie diga lo contrario...
El Interrogador no pudo impedir un sobresalto y su esbozo de sonrisa se borró del rostro. El ceño se volvió enjuto, duro como la piedra, mientras, sin poder evitarlo, una mano envolvió los dedos de la otra:
—¿Cómo? —dijo estupefacto. Era la primera vez que escuchaba una insolencia como ésa.
El interrogado volvió la vista hacia la rata, que pareció haberse tensado. Se abrió un lapso de expectación. El Interrogador se preguntó si una situación como la que el interrogado había supuesto podía considerarse. “Sin duda”, se dijo… “por qué no…” Sin embargo, la respuesta sugería una falacia que luego, sólo luego, habría de tornarse cierta, y eso sí que no podía ser... “Hum”, se tranquilizó, “eso me basta”, y liberando sus dedos de la presión de su otra mano la llevó hasta la argolla que permitía alzar la trampilla que impedía el paso al animal.
—¡Lo siento…! ¡Debo considerar errónea esa respuesta! —dijo suspirando, y sin más tiró de la argolla dirigiéndose luego a la rata al ver que permanecía vacilante, incapaz al parecer de dar un paso hacia aquella monstruosa cara arrugada de mirada enloquecida… que no obstante olía a carne fresca—: ¡Venga, venga, vamos! ¡Come… devora… que nos ha fallado! —y dio un golpe en la parte trasera de la jaula para que hacerla reaccionar.
Al cabo de un tiempo que pareció un siglo, el alarido desgarrador que inundó la caja de la sala se silenció del todo.
—¡Error, error! —explotó entonces—. ¡Error, maldito cabrón: el Partido no tiene por qué dejar las cosas en ningún estado para nadie; al Partido eso no le importa en absoluto, y no tiene… no tiene razón alguna para llegar tan lejos…! ¿Cómo se te pudo ocurrir, maldita seas…? ¡Será posible el hijoputa…; qué se habrá creído el muy inútil; qué… se habrá creído!
Casi de inmediato, llegaron hasta los oídos del Interrogador los insistentes ruiditos del roedor que avanzaba sin pausa, abriéndose camino. Todo terminaba y entonces, más sosegado, el Interrogador se dejó caer sobre la silla. Tenía que reconocerlo, el maldito lo había decepcionado. Ahora había que concentrarse en el informe, y decidir qué poner… “Hum”, pensó, “Claro que pudo ser una provocación, pero esa hipótesis… me obligaría a decirlo todo, y eso no puede ser… No, no, no hay por qué andar sentando precedentes... Lo mejor es que se trate de un caso más de la habitual idiotez de los que dicen cinco cuando se les pregunta…” Y, reconciliado consigo mismo, se puso de pie y se encaminó hacia la salida mientras se volvía a frotar sus queridísimos dedos, esos cinco en cada mano que en absoluto estaba dispuesto a que le cortara nadie para que las cosas cuadraran.


Publicado en "Breves no tan Breves"

sábado, 14 de febrero de 2009

Los "Invasores" del espacio interior... y nosotros mismos.

Casi todos los gobiernos y particularmente del de España, y ahora a cuento de "La Crisis", vienen prometiendo al pueblo, cada vez más, y más ostensiblemente que las mil y una veces anteriores a lo largo de la historia del "Estado Moderno", que se distribuirá entre todos... ni más ni menos que el propio futuro que ellos mismos habrán de construir. Un futuro que dan por seguro y con el que el presente quedería sobradamente cubierto y ese mismo futuro garantizado.

Pero que la subsistencia actual del "pueblo" se garantice con los frutos aún no alcanzados que potencialmente pueda (¡o deba!) producir mañana, no sólo es un engaño esquizofrénico sino que pretende hacernos cómplices de nuestra propia explotación y opresión secular más allá de lo que ya es aceptado. Con lo que la doble vuelta de tuerca llega a un extremo que revienta las costuras del propio racionalismo que servía de justificación a todo el armazón en que esa explotación y opresión opera sin contestación definitiva.

Sí, es evidente que el Leviatán de Hobbes se justifica como nunca a sí mismo a través de las promesas cuyo cumplimiento descansará en nuestro propio esfuerzo y... en la vigilancia que ejercerán los distribuidores de riquezas o bienes futuros sobre nosotros para que podamos o debamos producirlos. Y es también evidente como, al mismo tiempo, deja al desnudo al monstruo que su razón pretende haber engendrado como beneficioso y sano.

¡El absurdo de la situación no resiste la lógica y como tal provoca el rechazo viseral de todo ser reflexivo... siempre y cuando no pertenezca al grupo que agita esa propuesta que pretende que consideremos salvadora!

Pero es que esos seres, que cada vez se alejan más de nosotros en atención a sus intereses, sueños y modo de vida (incluido el de ganársela), y que tienen del mismo mundo una visión inversa de la nuestra al punto de que no ven absurdo sino enteramente lógica su conducta desconcertante, incoherente y mentirosa, parecen comprometidos, o más bien coaligados, a obligarnos a alcanzar ese futuro para beneficio aparente de nosotros mismos.

¡Algo que, bien pensado, parece increíble que esté sucediendo y... sobre todo... que lo sigamos aceptando todos, incluso como una condena, que ni siquiera así sucede!

Vistas así las cosas, no queda sino comprenderlas bajo la consideración de que esos seres, que conforman un grupo con personalidad propia como suele decirse, no del todo sólido ni bien avenido (incluso a veces muy mal por cierto), y que cada vez se parecen más unos "invasores" de una "civilización extranjera", inclusive humanoide, han tenido la amabilidad de hacernos prisioneros de nuestra propia indolencia y de nuestras diversas preferencias lúdicas, es decir, de nuestros profundos deseos de ser amamantados de por vida, de nuestra convicción de que no servimos para organizar nuestras vidas por nosotros mismos y, por último, de sentirnos más ligeros y más puros lejos de las preocupaciones cotidianas. No podemos seguir engañándonos y dejar de reconocer que por eso los soportamos dentro de ciertos límites que sin duda no han sido alcanzados.

No es extraño que Wells haya imaginado ese mundo de Elois y Morloks que se encuentra en el fondo bajo la piel de nuestras sociedades complejas desde los primeros tiempos de la civilización y que hoy han alcanzado esa inaudita absurdidad que parece inexplicable. Me sorprende incluso haberlas reflejado yo mismo (y en este punto voy a permitirme otro poco de inmodestia) tan precisa y efectivamente en mi cuento "Para que se cumpla el plan", un cuento con el que en su momento sólo había pretendido retratar los casos en principio extremos que se dieron en la Historia Contemporánea, casos que creí evitables mediante el reclutamiento de conciencias y el debate riguroso que lleva de la pretensión educativa más inocente al mismísimo totalitarismo.

Porque lo que sucede en aquel espacio imaginario, más allá de otros detalles, se origina en el fondo en la convicción rousseauniana de "obligar a ser libres" a quienes no lo quisieran ser, es decir, a quienes concibieran su libertad en "términos distintos" a los pensados por él, y por otros como él, antes, durante y después; los que se metieran un determinado modelo de sociedad en la cabeza, convencidos de que habían encontrado "lo mejor para toda la humanidad".

¡Sí; de repente me he dado cuenta de que no había sino reconfirmado la tremenda capacidad de la intuición humana para iluminar el túnel del tiempo a través de la literatura; reivindicado mi trabajo y su motivación subterránea tantas veces apreciada, sentida, vivida en mis lecturas de Kafka y de Kundera, de Priest y de Úrsula K. Le Guin, de Camus y de Dostoievsky, etc., etc.! Y me he sentido bien...

Ahora bien, que el absurdo funcionamiento de la sociedad llegue a plagar de monstruos la literatura, no puede ser atribuible más que al tremendo horror que nos produce intelectualmente hablando una absurdidad tan enorme. Pero esa absurdidad tiene su base en la impotencia y la pereza, en definitiva en la desesperada manera en que nos aferramos a lo que deseamos aunque de ello sólo realicemos una ficción a medias: escribir, pensar, amar, pasear, comunicar, etc. La política requiere dedicación y distracción respecto de nuestras predilecciones, de nuestros juegos, de nuestra diversión... Y pagamos por ello hasta con la esclavitud.

Cada vez lo tengo más claro... a través del reconocimiento de mis propias inclinaciones.

Hoy, esta situación, aunque la mayoría siga pensando que no se llegará "tan lejos" como en mi cuento o como en El Castillo o como... en la Europa de 1933, se extiende y profundiza cada vez más en todos los rincones del planeta. Hoy, la burocratización capitalista (que eso es en base a sus características ni más ni menos) es global. Hoy, tanto en las más remotas y atrasadas regiones del mundo como en los países más modernos y avanzados, que es como son vistos desde la cultura no por nada dominante (lo que no significa una "superioridad" para cuya medida no hay nada "superior" capaz de determinar), pueden observarse con toda claridad comportamientos gubernamentales equivalentes los unos a los otros y que nos llevan a que califiquemos a nuestros propios dirigentes políticos "occidentales" como "tercermundistas" y "bananeros" y a que nos sorprenda que se puedan construir Estados modernos, incluso más o menos formalmente democráticos y capitalistas, al menos con muchas de sus características definitorias, inclusive a la sombra de organizaciones originalmente terroristas (aunque ya impropiamente consideradas como tales en tanto regentan un Estado en sentido estricto -un asunto que debe considerarse seriamente para poder comprender muchas cosas-).

No es nada que no suceda de continuo y en ámbitos mucho más reducidos desde siempre. Incluso que no se pueda observar entre los animales más próximos al hombre, en particular entre ciertos simios. El insoportable peso de la subsistencia y el ansia irresistible de comodidad lleva a cada ser humano a ver en el otro la herramienta que le pueda permitir aligerar la carga y retener los mejores frutos. Esta sensación la reflejó el hombre como un castigo cuando escribió el cuento aquel del Génesis, y atribuyó a Dios y a la maldita falta de control sobre sí mismo el que fuera expulsado del Edén para tener que sudar la gota gorda. De ahí la pulsión por huir como sea de ello, de estar lo más en el Paraíso que la realidad haga posible, de apelar a esa mentalidad carroñera gracias a la que sobrevivieron nuestros ancestros más lejanos y, también, de responder a esa imperiosa tendencia de la materia de la que estamos hechos que en Físicas hemos denominado inercia...

Esta conducta ha aflorado en todas esas cosas que nos dan al mismo tiempo un poco de vergüenza y nos empujan una y otro vez hacia la práctica de la hipocresía, como se puede ver en el rol atribuido a las mujeres por los hombres a lo largo de la Historia o en la institución de sociedades basadas en la fuerza y la astucia productoras de jerarquización social. Estas situaciones que se justificarán sólo a posteriori, sea mediante el "derecho natural" y las "robinsonadas" hipotéticas nacidas de una lógica selectiva, como es el caso de la "inevitabilidad" de la división del trabajo... justificada a su vez en la supuesta necesidad de un progreso sin límites que nos debería llevar hasta las estrellas que el destino señala como nuestras.

Hace muy poco comenté lo siguiente en otro blog, y tal como lo cierro: "Así lo veo...":

Desde mi punto de vista, mientras veamos el problema como un absoluto (¡y considerar “superiores” en sí a nuestras sociedades lo es, sea o no lo que algún día acabe por confirmar o rebatir la Historia!, siendo que lo son sólo para nosotros), no acabaremos de entender lo que pasa, todo seguirá sorprendiéndonos como si fueran “cisnes negros”, “terremotos” o “meteoritos”… La gente, las poblaciones del mundo, las masas del mundo… sólo buscan la protección de los Estados engañosos, eso es en el fondo toda la cuestión. Si colapsan al menos los más nefastos (y sin duda lo son para nosotros mismos por lo que nos “prometen”: grúas y lapidaciones, tortura, esclavitud, dogma obligatorio… en los peores casos, y tiranía en los mejores) eso haría recular lo peor en una primera instancia, pero, si no vemos la tendencia dominante, que seguirá su avance de todos modos, nos volveremos a contentar y creeremos que “occidente ha demostrado su superioridad” cuando en realidad… los burócratas gobernantes y gobernadores usarán hasta esas frases para oprimirnos cada vez más. Eso es lo que viene sucediendo desde la Revolución Francesa: no ver que la sociedad democrática es la generadora de la burocrática irremediablemente, irresistiblemente.

Así lo veo…

En efecto, así lo veo. La sociedad actual es mero resultado de sucesivos encuentros resueltos mediante pasos sin orientación alguna pero... viseralmente muy interesados, sin duda irreversibles aunque no absolutos ni perpetuos. Parecen grandes cosas, incluso abismales y maravillosas, aunque quizás por lo tremendamente absurdas que pueden llegar a ser en nombre de su permanencia. Y tenemos que ser conscientes de la primacía de esos intereses en lugar de creer que respondemos a cosas menos mezquinas o más trascendentes.

La queja principal, en todo caso, sigue y seguirá siendo la misma: maldita fuese nuestra falta de sensatez y maldita la falta de paciencia que tuvo quien no nos impidiera gozar del Paraíso. La queja principal y la solución única: explotar, oprimir o ser mantenidos (en el lenguaje social de hoy... subvencionados). Aunque a veces uno no puede dejar de soñar con algo más sublime...

domingo, 8 de febrero de 2009

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¡Y luego, no dejes de hacer en este blog tus apreciados comentarios al respecto!

martes, 3 de febrero de 2009

¿Puede La Paz ser algo distinto de La Guerra?

Reproduzco a continuación (retrasando la nueva entrada prevista en la que iba a continuar mi demostración del carácter intelectual del liberalismo) el comentario que inserté al pie de un post que publicara Clionauta, un muy interesante, aunque un tanto "parcial", blog de historia al que tal vez mis lectores no accedan (aunque a veces vale la pena por la documentación que aporta, muchas veces más de un lado que de otro). En ese post, Clionauta reproduce un canto antimilitarista de un intelectual judío-londinense, Eric Hobsbawm; un canto idealista pero que, como pasa con todos ellos, se torna inevitablemente objeto de los fines contrarios, es decir, se convierte en arma al servicio de la misma guerra contra la que se declama, sólo que en favor del lado de aquellos que son considerados por los pacifistas el lado de "los débiles".

Me ha parecido interesante poner esto a vuestra consideración en primer lugar porque creo que a través de ese comentario se puede apreciar, de una manera condensada, el método de análisis que defiendo, así como la crítica que considero que merece el renovado romanticismo idealista que caracteriza a la mayoría de la intelectualidad acomodada de occidente. Creo que el debate en torno a esta cuestión puede ser productivo y puede contribuir a provocar algo más que las diatribas simplemente opuestas pero no por ello menos románticas e idílicas que estamos habituados a ver por casi todos lados.

Aquí os dejo pues con esto, deseando que provoque vuestros aportes y opiniones al respecto:

"Los discursos pacifistas tienen siempre el atractivo de la retórica pacifista, pero… o se quedan en manifestaciones de “la buena conciencia” (nacida de la “mala”) o terminan, por su falta de rigor y objetividad -en todo sentido, me refiero, es decir: en tanto que análisis histórico-social profundo; que no se lleva a cabo ni se hizo jamás con “romanticismo”- que no por las demás cosas… dando un espaldarazo a uno u otro de los contendientes con quienes precisamente se simpatiza a priori. Uno de los problemas de esto es el silencio de las posibles “soluciones” que se sugieren y que no son nada “románticas” (no reales) en su aplicación real y en todos sus pormenores reales (no “románticos”). Por ejemplo: supongamos que se pudiese llegar a un acuerdo entre “las partes”, “partes” de las que los extremos sin duda deberían quedar fuera (los halcones israelíes, los fundamentalistas)… ¿denunciarían los pacifistas judíos como Hobsbawm la represión furibunda que el Estado Palestino emplearía para sofocar los intentos de “sus” extremistas para echarlos de nuevo del poder y volver a la guerra de exterminio en la que no habrían dejado de pensar nunca? Esto es un ejemplo de escenario, pero que pretende mostrar realidades alternativas posibles que el “romantisismo” deja fuera… total… lo que pretendían en realidad era sólo dar rienda suelta a… “su buena conciencia”. Como ese, se podrían dar otros escenarios posibles, el de un ejército o policía internacional que impusiera la paz… violando las fronteras de los contendientes y sus propias “democracias” (de más o menos seriedad según el caso), etc. (dejo el resto de las consecuencias de una acción eficaz de ese tipo a la imaginación realista de c/u). En fin… con mis mejores pretensiones de contribuir a pensar y no a vociferar o recitar.
Gracias y un saludo cordial y sincero."