sábado, 9 de junio de 2007

Los eslabones sucesivos del mundo y de la vida

Cuando era pequeño, mis padres me regalaron un libro titulado "Los secretos del mundo y de la vida", un libro "gordo" que dedicaba cada una de sus cuatro partes al Cielo, la Materia, la Tierra y la Vida, y que nutrió mi curiosidad y mis ansias iniciales por saber dónde y cómo había yo llegado a materializarme. Por otra parte, hasta no hace mucho, mi primera novela se titulaba "Los eslabones sucesivos" (y con ese título la registré en una versión temprana), novela en la que he metido casi todo lo que me preocupaba y casi todas las respuestas que he acabado dándome desde "Los secretos..." hasta "La nueva conciencia", título que acabó teniendo mi novela.

Hago pues, con esta entrada de título simbiótico, un homenaje a esos dos hitos que enlazan mi vida de extremo a extremo como una cadena particular de descubrimientos y de cambios sucesivos.


Debo señalar, mirándome con perspectiva, que en aquellos primeros años yo ya leía como leo ahora, más de 50 años después. No he cambiado gran cosa en lo tocante a la avidez previa y a la reflexión sobre la marcha. En esos años, me maravillaba cada descubrimiento que me proporcionaba la lectura, y en eso sigo respondiendo de igual modo. Como si no lograra aprender o no estuviera dispuesto a aceptar de una vez por todas que algún día dejaré de funcionar del todo sin haber llegado a la verdad ni a la claridad idílica que antiguamente se llamó Nirvana con más de mil nombres y que no se gana nada sabiendo o comprendiendo apenas algo más, siendo algo más lúcido, y sobre todo, creyéndolo. No se gana nada y todo parece ganarlo la humanidad, lo que en parte es cierto y en parte no significa nada (me atrevo a decirlo en base a las convicciones actuales de la ciencia entendiendo esta como la suma de los conocimientos constatados.)


En fin, hay quienes llevan en los genes un sistema de protección contra la tortura de la mente y desde muy temprano rechazan la extrema complejidad y la profundidad reflexiva (algunos dicen que les produce dolor de cabeza, y ya sabemos que el dolor está ahí en calidad de alarma ante el peligro), y toman el mundo tal y como viene dado. Yo por lo visto no fui nunca así ni pude serlo, lo que no es mejor ni peor según yo pienso, sino que corresponde a un individuo simplemente dotado de un mecanismo diferente de defensa.

En mi marcha hacia ese vacío cada vez algo más lleno, me siento sin embargo satisfecho. El mecanismo es eficaz y me provee de alicientes.

No sé si ya tenía, también, la propensión genética para ver la realidad como una serie de conjuntos, pero, de todos modos, la lectura de "Los secretos del mundo..." me dieron muy tempranamente una primera visión del Universo que podía parecer dividida y divisible en una sucesión de cajas chinas, encajadas unas en otras, encerradas unas dentro de otras, bullendo unas en las otras como si hubiesen sido envueltas progresivamente a lo largo del tiempo, emergiendo de algún modo la mayor de la menor para transformar, la primera a la segunda, en interna acto seguido (en realidad, casi al unísono): la vida en la materia, la materia en el Universo visible. Para sustituir, en el curso del tiempo, el predominio de la última caja por el de una nueva, más compleja al menos en los hechos, más amplia en todo caso en lo formal. Era una idea primaria obligada en parte por la exposición de "Los secretos...", es decir, por la lógica necesaria sin la cual nada se trasmitiría ni nada se comprendería.

En "Los eslabones sucesivos" (o sea, en "Una nueva conciencia") se trasunta esa concepción historicista de la realidad, determinista y materialista, sí, aunque con al menos una variante que reivindico diferencial respecto de los determinismos en mayor o menos medida mecanicistas, a saber: que, para mí, la determinación se establece en la realidad cada vez, en cada momento; que, para mí, cada suceso está condicionado por la situación inmediatamente preexistente, situación que no es fácil prever más allá de las tendencias principales que son, a su vez y por ello, las más visibles (si son más cada vez, aunque en ciertos casos de modo más probabilístico, es porque los instrumentos de observación y de lógica, físicos y formales, se han desarrollado. Esto, claro, gracias al proceso mismo en el que se inscribió siempre la propia observación y reflexión humanas.)

Esa idea ya estaba presente en "Los eslabones..." y ha seguido desarrollándose, consolidándose, conformando mis más firmes convicciones.

En un cuento que escribí acerca de un chinito tenaz que consigue realizar sus sueños más simples (vivir con su amada en un mundo idílico) señalo que el universo se compone únicamente de diez mil cosas siendo visibles unas u otras según el punto de vista del observador. También allí se observan cajas chinas y en particular una que encierra la felicidad de los protagonistas... aunque ésa es fantástica y ésta idílica.

Creo que los conjuntos no son algo meramente formal, como no creo que lo sean los números ni las fractales ni cualquiera de los instrumentos matemáticos ideados por el ser humano. Creo que el cerebro conceptualiza aquello que de uno u otro modo va penetrando en su ámbito de procesamiento en base a la sucesiva interacción con el mundo. En ese sentido, los fenómenos son una serie de sensaciones, como decía Mach (nada más lejos del subjetivismo sino en la línea de vincular la realidad externa al hombre, en la que este es parte, con la producción de conceptos que definen esa vinculación particular.)

Esos conjuntos los entiendo como sucesivos, o sea, dados en el curso del tiempo, producto cada cual de un proceso histórico o evolutivo si se quiere, de una génesis y un desarrollo (que para el caso no importa si fue global o no en un supuesto principio) que dio lugar a fases superpuestas que como auténticos estratos cubrieron los anteriores y se edificaron sobre ellos, no sólo basando su existencia en los mismos sino utilizando y controlándolos luego desde su grado superior de complejidad, grado que a su vez existe gracias a ese control y por mediación de su ejercicio sistemático.

En breve, creo que la vida controla la materia (incluyendo el segundo principio o la ley de la gravedad), la vida inteligente a la biología en general (incluyendo su propia base genética), la historia social a la vida inteligente...

Y, como escritor de ciencia ficción, debo decir... que ya veremos qué pasará después, alguna vez en el futuro.

Doble influencia pues en el espacio de las interacciones: determinación progresiva de las condiciones sucesivas (que son previas o iniciales para cada subproceso) y dominación del conjunto mayor sobre el menor (ello en el sentido dado antes a estos términos, es decir, mayor complejidad, menor complejidad.)

Influencia, interactividad, que sólo se expresa fuertemente en un entorno alrededor del epicentro de cada manifestación concreta y no de un modo global. Sí, veo el Universo no como una única sucesión de cajas una de cada tamaño, sino como una cantidad inconmensurable de diversas cajas cuánticamente distribuidas en puntos del universo separados entre sí a veces por distancias suficientes como para reducir a cero la interactividad y donde se darían cajas dentro de otras en una determinada estratificación, no alcanzable en todas partes por igual.

Así, la influencia e interinfluencia entre conjuntos de diverso grado en un punto dado y de los conjuntos de conjuntos que se hallen separados entre sí por una distancia significativa (asociable en los hechos a una desconexión efectiva), parece circunscribirse a un cierto contexto de proximidad, relativamente reducido según entre qué tipo de conjuntos se establezca, su complejidad, su difusión, su grado de desarrollo, su proximidad al punto en que se formará otro a sus expensas, etc.. Podríamos decir, así, que su interinfluencia tiende a cero en la medida en que se aleja del epicentro o más bien entorno inmediato, difuso pero definible (no estando exentas en potencia intervenciones lejanas capaces de interferir aleatoriamente en grados superiores al azar medio que rige el proceso en su circunscripción: un meteorito o una cometa, una significativa variación de la energía solar, una catástrofe distante cuyos resultados pudieran ser desconocidos o inevitables.)

Esas interacciones (primero entre los elementos del conjunto, luego sobre estos desde el conjunto mayor, luego entre conjuntos de igual escala que se encuentran...) determinarían series de transformaciones aparentemente irreversibles, y afectarían y determinarían en última instancia no sólo los estados "superiores" (en su rol de condiciones iniciales) o espacios o conjuntos "mayores" (desde la química hasta la biología y desde ésta hasta el espacio de la historia humana con sus subespacios social, económico, psicológico, etc.), sino afectando al campo mismo de la percepción humana (la imaginación es para mí un subproducto característico de la estructura de la mente que opera en sus diversos modos, incluyéndola claro, porque está construida para hacerlo de ese modo por la evolución, procesando y creando a la vez la información que la ayuda a conservar toda la estructura en la que se halla inscrita: dándole felicidad, autosatisfacción, autoestima, etc.) Porque es sin duda en base a lo cual el ser humano desarrolla sus teorías científicas, un campo que además se agranda progresiva aunque irregularmente gracias al propio desarrollo de la tecnología, tanto hacia lo "distante" como hacia lo "invisible", hacia lo registrado como hacia lo no registrado aún, incluso hacia lo previsible (la ciencia es en sí un elemento tecnológico, una herramienta de trabajo mental humano.) Por último, es evidente que la tecnología incrementa y será capaz de potenciar en el futuro el propio instrumental biológico, tal vez hasta llevar al ser humano más allá de sus actuales capacidades perceptivas (¿por qué no ver en esto el papel que jugará la genética o la nanomedicina, que no sabemos hasta dónde podrán llevar al hombre?)

Por lo tanto: modificación material ilimitada del propio mundo gracias a la inteligencia y a su consecuencia inmediata, la tecnología: ciudades, carreteras, coches, aviones, ordenadores, manipulación genética, viajes espaciales... Un mundo con el que nos topamos de repente al adquirir conciencia y que es distinto de aquel con el que se encontraron nuestros ancestros; incluso un mundo que cambia durante la propia vida del individuo, mientras vivimos... ¡y cada vez más rápidamente que nosotros mismos!

Y mientras la evolución teórica "natural" de la especie es contenida o limitada u obstaculizada en su avance potencial por la tecnología (en un grado específico superior al de la contensión por el conservadurismo propio del organismo vivo), resulta que también podría ser desarrollada gracias a ella hacia variantes increíblemente significativas, tal vez a dar saltos "artificiales". Y he colocado "artificial" entre comillas porque lo artificial, es decir, lo que el hombre crea por su mano y su mente y que "la naturaleza" no habría "producido por sí misma" empieza a ser una distinción a erradicar: la inteligencia y la capacidad tecnológica del ser humano son tan "naturales" como las aplicables a cualquier actividad animal transformadora, desde el uso por un mono de una pajita para extraer hormigas de un hormiguero hasta la construcción de hormigueros, colmenas o nidos, e incluso las "obras" que realizan las formas más primitivas de la vida para hacer que su hábitat sea hospitalario para sí mismas y favorezca su teleonomía, es decir, su replicación "compulsiva" y su persistencia conservadora. Su deseo intrínseco, vamos, de querer vivir.

Claro, esto nos lleva al carácter conservador de lo ya instituido (inercia o presencia de "atractores", como se quiera) no sólo de los organismos vivos en biología sino al de las sociedades instituidas en la Historia, con su intrínseca inercia cultural y sobretodo psicológiosocial. Tendencia conservadora a la que oponen otras divergentes que se encuentran en el entorno o aparecen en su seno y que, en el caso de la sociedad humana se nutren en el campo de lo imaginario y de lo tecnológico sobre la base de la inestabilidad social y emocional en constante desequilibrio.

Y aquí, no dejaré de señalar la obviedad (que a veces sin embargo se ignora) de que el estado de ánimo individual e incluso el del ánimo social puede ser influido o modificado por la tecnología (¿qué si no es la "felicidad química" que proporcionan las drogas, el psicoanálisis, etc.?) y todo a instancias de la actividad reflexiva y de la imaginación.

El campo de las tendencias en presencia (algunas podrían pasar desapercibidas hasta que algo las hace aflorar) indica que cualquiera de ellas puede imponerse en función de vitalizadores (o catalizadores) o ser frenada o anulada por la acción de retardantes también en presencia, normalmente a través de los agentes que representan las contratendencias de signos no necesariamente opuestos sino simplemente divergentes.

Imagino así ese campo como un mar de vectores (¿o serían tensores?) que se mueven a la deriva sobre una superficie tempestuosa; un poco como veleros dirigidos por timoneles más o menos hábiles y más o menos despiertos.

Y así, queridos lectores, llego por fin al final de esta larguísima entrada en la que he intentado resumir lo principal de mi pensamiento actual de un modo positivo (y sin duda apretado.)

Los "Secretos..." siguen ahí, apenas interpretados de una forma que siento bastante económica, encadenándose a mis eslabones anteriores en espera de que también se encadenen a vuestras cadenas interminables que, tanto o más que Sísifos, arrastramos todos a instancias del tiempo y de las cosas.




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