viernes, 5 de septiembre de 2014

¿"Democracia" es lo que quiere "el pueblo"?


En 1852, Tocqueville sostuvo con la intensión de quedara claro para siempre que "la Revolución no se hizo para conquistar la libertad" (El Antiguo Régimen y la Revolución). Sirvió de poco, quizá como siempre servirá de poco dejar un des-cubrimiento a la posteridad… Hoy su figura y su nombre se han sacralizado y selectas frases de su pluma se esgrimen para fines con los que probablemente no se habría sentido muy cómodo sino aún algo peor. Y pese a todo, cuando se "describe" un hecho formalmente "revolucionario" (con interesada grandilocuencia sin duda) se desliza sin tapujos la idea de que tal movimiento lo que pretende es conquistar "La Libertad".

Yo en cambio sostengo, con Tocqueville, que lo que se pretende siempre, ¡en todos los casos!, por parte de los "pueblos" (como se llama a la mayoría de un país o del mundo cuando se aglomeran en torno a "reivindicaciones políticas y sociales" plasmadas en unas u otras consignas neoizquierdistamente bendecidas es… el reparto o redistribución a su favor del botín que resulte del reemplazo. Y si antes, para la vieja izquierda, se requería un cierto rigor en las consignas… hoy se entiende que eso "es lo de menos"… ¡Y vaya si tienen razón los que actúan según este criterio, porque el botín será repartido y redistribuido de cualquiera de las formas después de la batalla… en concreto entre los participantes de arriba hacia abajo y hasta donde queden al final migajas!

De ahí que todos, ¡todos!, los partidos que se forman para convocar al "pueblo" a secundarlos… no tengan necesidad alguna de comportarse "democráticamente" ni de ofrecer "más democracia" salvo como recurso retórico, rindiendo tributo a "los maestros" (a ser posible a sus últimos discípulos), como pura rémora legitimadora, en todo caso, porque así lo dictan los "buenos modales", pero nada más (aunque incluso esto está cambiando en ese "renovarse o morir" de la camarilla ilustrada del momento, como se puede ver hoy en día bajo la batuta del chavismo y aún más de Maduro en Venezuela, cuando organiza esos nuevos rituales en los que se mezclan formas litúrgicas y pajaritos portadores del alma y/o el mensaje del Gran Timonel).

De ahí que el juego de la representatividad se lleve a cabo entre camarillas que se parecen cada vez más en las conductas. Y de allí que las masas comiencen a pensar en un posible "buen hombre" que piense más en ellos ("el pueblo") que en sus bolsillos, los de sus familiares y más dilectas amistades… Un "hombre bueno", un "santo", que ponga en primer plano "Una Moral" de hierro, profundamente "religiosa"… Esto está dando por ahora pantomimas penosas, como la protagonizada por Maduro y sus se-cuates (que son muchos, cuidado), pero también puede adquirir formas más "serias" y más "trágicas"… Y puede que entre ellos acabe el mundo adecuadamente repartido… ¡y con "los pueblos" convertidos en ganado!

Próximo a su muerte, con todo el bagaje que acopia un auténtico escritor a lo largo de su vida de visualización radical, como en cierto modo ya he denominado a esta conformación del escritor auténtico en mi artículo sobre Kafka, Flaubert puso en boca de sus personajes póstumos lo siguiente, que es sin duda una buenísima aproximación a la raíz de las cosas (a mi modo de ver):

"… el Pueblo acepta a cualquier tirano con tal de que le deje meter el hocico en la olla…" (Gustave Flaubert, Bouvard y Pecuchet, final del capítulo VI).

Sin duda: dan ganas de "irnos al fin del mundo" (íbid.) ; aunque allí las cosas, como ya hemos descubierto, son iguales.



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