domingo, 22 de abril de 2007

De quién es (también) la culpa y (en todo caso) cómo intentamos algunos evitar la trampa

He leído por ahí (siento no recordarlo, pero la Red es tan extensa y yo doy últimamente tantas vueltas) que a Marx no se lo podía considerar culpable del leninismo y del stalinismo.

Es posible, por qué no, que de haber estado vivo al menos en 1921 (para asistir a los sucesos de Kronstad) le hubiera sucedido a Marx lo que ha Ciliga, el joven comunista yugoeslavo que fue a Rusia a conocer el Régimen por dentro y a quien su decepción llevó a las cárceles de Stalin, el que escribió "El país de la mentira desconcertante" cuyo título utilizo casi en el límite del abuso (¡es que es tan gráfica y tan sonora!)

Es posible que, de haber estado vivo para conocerlos, hubiese adoptado la postura de los neomarxistas como Mattick, Korsch o Pannekoek y hubiera combatido a Lenin y sin dudas a Stalin con armas más honestas y coherentes que las de Trotski (quien no hubiera hecho, no hubiera querido ni podido desarrollar otra cosa que el "socialismo en un sólo país", no digo que sin matices propios que vaya a saber qué consecuencias colaterales habrían deparado, pero, en definitiva, la misma dictadura del PCUS en lo fundamental.)

Tal vez Marx se hubiese revuelto sencillamente en su tumba y de tanto hacerlo en lo que ha ido del siglo desde el triunfo bolchevique ya hubiera renegado, si no de todas, de muchas de sus posiciones.

¿Cómo saberlo, cómo suponerlo? Pero ese no es el caso. Cuando culpamos a Marx quienes lo tomamos en su día por basamento de nuestros análisis (ya sin condescendencia alguna, pero no por ello negándole honestidad), lo hacemos desde la misma óptica con la que culpamos a los teóricos de la ilustración, a Rousseau, a Tocqueville, a Hegel y a cualquiera de los pensadores y filósofos que dio la humanidad dotándolos de la buena intención de iluminar su azarosa ascensión a lo complejo... y a través de la complejidad, a veces de mucho genio y algún grado de inestabilidad emocional, cómo no. ¡Todos dieron "los primeros más modernos pasos" tras los más primeros de Descartes y Spinoza, y en cierto modo los aún más primeros de Sócrates o de Platón. Apenas unos pocos ejemplos de los casi todos que hasta ahora, todavía, han atribuido a La Razón el poder de poner en sus manos toda La Verdad del mundo. Y por ese medio, gracias a esa renovada alianza con un renovado Dios, atribuírsela ya fuese para guiar a la humanidad, ya para imponerle mediante la fuerza su sistema.

Jacques Monod ("Azar y necesidad...", que ya he citado en otra entrada) los denuncia a todos, tanto a los representantes de la ilustración, francesa, alemana e inglesa, en las que Marx basó, lógicamente, sus estudios y pronósticos, como a los fundadores específicos del materialismo científico, señalando el carácter antropocentrista y animista de su concepción, y culpándolos por ello de no haber actuado científicamente, es decir, vigilando la fidelidad al postulado de objetividad. En fin, por no ser ni científicos ni materialistas...

Es más que cierto, es evidente, pero Monod no dice nada de otro detalle específico, situado éste en el mismo campo de la praxis socio-política (y no porque no le preocupe, como se descubre sobre todo al final del libro, de la sociedad o la política): la vocación de Marx y de los intelectuales desde el renacimiento al menos (antes esto era atributo de la religión y los profetas) de decirle al mundo por dónde deben ir, cómo y cuándo; de afirmar que no basta "interpretar de diversos modos el mundo..." sino que "... de lo que se trata es de transformarlo" (11a. de las "Tesis sobre Feuerbach", de Marx, en las cuales sentó los fundamentos básicos de su filosofía.)

Por eso, él y todos los intelectuales son, somos y seremos culpables. Más tarde o más temprano daremos nuestros juicios de valor, nuestros pronósticos, nos sentiremos forzados o instados a ponernos a la cabeza de un grupo más o menos numeroso pero quizá "destinado" a crecer, nos veremos lanzados a la acción... Sin duda, los intelectuales somos burócratas en potencia, sin duda la burocracia es inevitable como lo es la facultad de pensar y la necesidad del agrupamiento y de la confrontación entre los mismos por la supervivencia...

No sé, me es muy fácil decirlo puesto que no soy nadie ni he podido serlo gracias a que mi mundo, a diferencia del de Marx y el de Lenin, ya estaba saturado de burocracia y ya no quedaban colores que pudieran ser triunfantes a la vez que respondieran a mi propia identidad intelectual (eso explica el naufragio neomarxista, por ejemplo) ni el espacio para el crecimiento de un pequeño grupo es cada vez más nulo, no sé, repito, si la conciencia es suficiente como para que uno pueda decir no ante la realidad y renunciar al llamado de los genes o si, más bien, ésa conciencia acabaría por mutar y adaptarse, precisamente para responder a ellos, porque está condicionada por ellos...

...abandonando toda vocación a ser leyenda.

Marx sostenía que "el resultado general al que llegué" fue que "el ser social es lo que determina su conciencia" (Prólogo a la Contribución a la crítica de la economía política.)

Creo que en eso, más allá de lo que hoy pueda aportar la genética, no se equivocó. El problema fue en todo caso que no vió su ser social propio, las características específicas del intelectual que él y sus compañeros eran, incluyendo al obrero Dietzgen; un ser social que sólo se podía representar a sí mismo.

Ello habría llevado a Marx a ver que marchaba hacia el poder, como todos los intelectuales ("La marche au pouvoir des intellectuels", de G. Konràd e I. Szelényi, Ed. du Seuil), al poder de su propia clase social y no al servicio de una clase ajena; es decir, a conquistar el poder de la burocracia en la que se acabarían de convertir mediante ese ejercicio, el político., mediante el ejercicio de dirigir el movimiento. Esa verdad debió sugerirle que se bajara del burro o del caballo o del carro de combate... Debió llevarlo a la renuncia a encabezar la transformación del mundo, y a dedicarse a interpretar y a equivocarse: ¡no a autoconvencerse de que había conquistado La Verdad!

Sí, definitivamente, es culpable; lo es al margen del grado en que llegó a adaptar la teoría a los hechos, lo que correspondió más a Engels que a él y sobre todo a Lenin para por fin simplificarse hasta perder todo rigor y honestidad con Stalin, con Mao y no digamos con Castro, el Che, Pohl Pot y tantos otros criminales que sin rubor aún lo invocan (atención: ¡en nombre de muchas de sus afirmaciones más o menos recortadas!)

Culpable, sí, como lo seguiremos siendo, en potencia, todos los intelectuales, hombres y mujeres , algunos verdaderamente peligrosos (especialmente los más prácticos.)

Pienso que es y será un hecho inextirpable que espero poder seguir practicando como un juego permitido y cuyas consecuencias no soy capaz de predecir... ni lo pretendo; que, sin embargo, se mueve... y se seguirá moviendo.

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