domingo, 22 de abril de 2007

"Yo apoyo a Zapatero" y 4

La gente justifica la mentira cuando otros valores considerados superiores están en riesgo, como la propia vida o las vidas de los suyos, del grupo con el que se identifica en cada momento (que no siempre es la familia como lo demuestran los niños que van a la escuela, los jóvenes que integran bandas crueles o pandillas inocentes y hasta los militantes políticos, especialmente los de los partidos "salvadores", así como sus más leales seguidores...)

Situaciones relativamente parecidas serían las derivadas del riesgo a perder el trabajo o la casa, especialmente en ciertas condiciones límite. Incluso la estima ajena puede favorecer la comprensión y la disculpa. Pero también, el respeto a una causa que se acepta previamente como trascendente, a veces idílica o utópica y otras simplemente una Razón de Estado o de partido, es decir, una causa de índole estratégica. En fin, al menos estas son las más evidentes y justificables.


O comprensibles:


El ser humano lleva ese mecanismo defensivo en los genes, como buen mamífero cazador que es para ser eficaz. Lo ha heredado como todos sus antecesores y lo ha demostrado porque ha sobrevivido. Es un hecho.


No por nada sale a relucir en la lucha por el puesto de trabajo y en la política (¡sobre todo hoy, cuando representa un puesto de trabajo demasiado cotizado!)


No obstante, la mentira, en política, tiene la virtud de convertirse en verdad.


Ya sea porque se lo creen sus creadores e impulsores, ya sea porque se lo hacen creer a sus seguidores, ya sea porque se corrige la realidad (a veces no sólo la documental como en 1984 o en La vida de los otros, por dar sólo dos ejemplos gráficos.)


El partido, quien la arropa, sostiene un programa que es reconocido como Trascendente y el grupo, movimiento, partido, secta, que se identifica con él y trabaja por llevarlo a cabo, es aceptado por sus miembros como el Grupo por antonomasia, a veces, más importante que la propia familia, el grupo sexual o la raza. Especialmente en el mundo contemporáneo.


Todos los políticos mienten en mayor o menor medida, aunque a veces el grado en que lo hacen no tiene otro refugio que el maquiavelismo más descarnado y animal. Lo estamos viendo.


Todos tienen algo que perder, o así lo crean, y se ven obligados a mentir y a enmascararlo. Además, deben vestir las actuaciones opuestas de mentiras, cuanto más conscientes aparezcan, mejor, al igual que cuanto más descarnadas y mayores comparadas con las propias.

Al PSOE se le acaba sin embargo el arsenal. Se nota. Después de tres años han debido desempolvar la guerra de Irak (o sea, la que se desplegó contra el régimen de Sadam) realizando una manifestación que no fue realmente gran cosa. De nuevo se acusa al PP de haber mentido a partir del 11-M y de una manera tan confusa que ya no se sabe si se refieren a la guerra o a la autoría del atentado.

En el primer caso, se cae en la exageración de decir (lo dijo este fin de semana ZP) que se mintió acerca de las armas de destrucción masiva, lo que inculparía inclusive a la OTAN y a la UN, que, de todos modos, lo creyeron o que, a lo sumo, lo utilizaron para dar más razones a las masas en un clima de creciente antibelicismo cómplice con Sadam. Una mentirijilla política de las más habituales basada en suposiciones bastante verosímiles dado el historial y las bravuconadas propagadas por Sadam. Una mentirijilla vergonzante ya que debió bastar la necesidad del que yo llamaría intervencionismo policial de la democracia ante al menos dos de las amenazas que el régimen de Sadam implicaba: la supervivencia de otros Estados y la supervivencia de su propia población. Y me gustó, debo decirlo ya que estamos y en honor a la verdad, que Rajoy lo sostuviera con el riesgo consiguiente de perder algún voto indeciso potencial el otro día al contestar en TV1 a una de las preguntas que tenían para él. Rajoy, sin duda, intenta ser lo más sincero posible y, para preocupación de Zapatero, parece estar consiguiendo cada vez mayores cotas de verosimilitud. Todo lo contrario de lo que sale de boca de los actuales gobernantes, desde el Zahara hasta Cádiz, desde el País Vasco hasta París, desde Cuba hasta Afganistán.

En cuanto a lo segundo, ZP y el PSOE han exagerado la nota (además de hacer que el PP cayera en la trampa, lo que ya veremos hasta qué punto se montó), con fines electorales, por una parte, y como parte de una estrategia de aislamiento de la que ya he hablado antes y que ya es vox polpulis. Pero lo más interesante desde el punto de vista político, es que en estos últimos tiempos ya no se insiste tanto en esta mentira como en la anterior.


Se ve que para ZP y cía, no es lo mismo mentir por razones elevadas que por esa mezquindad imperialista, ese alineamiento propio de la globalización en lugar del aislacionismo autárquico que en mayor o menor medida sostienen los Demócratas americanos (y practicó el franquismo, no nos olvidemos; algo que debería incluirse en la memoria histórica del PSOE y de los nacionalismos, y tan propio de los regímenes autárquicos y de las dictaduras, como puede ver quien estudie la Historia.) Una política, esta última que habría dejado a Europa en manos de la Gestapo y de las U2 de la mismísima manera en que se querría dejar al pueblo irakí a su propia suerte, a la guerra civil y la intervención iraní (¡sí, lo digo ahora ya que lo tengo a mano: las manifestaciones irakíes encabezadas por los líderes radicales chiitas contra la presencia americana es la equivalente a la de una banda de gamberros que quiere que la policía se vaya de su barrio; es de lógica y para verlo sólo hace falta algo de honestidad!)


Para ZP y en realidad para quienes lo apoyan, alinearse con Bush era y sería hacerlo con el imperialismo yanki (que como dice Chávez: ¡Es el diablo!) mientras que con el castrismo, el chavizmo, el moralismo, con Marruecos, al islamismo turco, al palestino, al libanés, que significa en realidad con Siria y con Irán... eso sería pacifismo. Los demócratas americanos, por ser aislacionistas, no lo serían imperialistas, o no... total, ya todas las guerras de conquista han dejado de tener sentido y hasta de ser posibles. Pero no nos desviemos demasiado.


Lo evidente es que ZP miente en nombre de Grandes Cosas, como la Paz y el Bienestar del Pueblo. Y por ahora sólo lo justifica una esperanza y un sinfin de promesas. Sí, es evidente, no hay enumeración posible, salvo porque la economía aún es boyante no hay quien pueda darle verdadero contenido. Queda sólo la renovación de las promesas...


Si incluímos el balance que expone la prensa diaria, con los datos contradictorios que afloran en el juicio, los tejemanejes en torno a Endesa, las idas y venidas del proceso de negociación, el creciente predominio de lo ideológico y de la filiación política sobre lo legal que se exige a fiscales, jueces y periodístas (el tercero y el cuarto poder, que aún no se controla enteramente), por mencionar globalmente y conceptualmente los principales temas, las cosas no dejan mucho margen para quienes gobiernas que apelar a las cortinas de humo.


Gracias a alzar la voz contra La Mentira, consiguió el actual PSOE de Zapatero el "Yo apoyo al presidente..." de tantos que todavía continuan sin desfallecer, fieles a una ilusión y a veces a otras cosas...


Pedro Zerolo y algunos de sus actores se animan a manifiestarse para que ZP escuche al pueblo zaharaui o para que lo tenga presente (Zerolo se ha visto, por el momento, fuera de juego, aunque sobre todo es la reacción de un superviviente en un mundo que aún le deja algunas opciones más); Llamazares, el aliado que ayuda al presidente a que no le hagan preguntas cuando no le conviene, no ha podido evitarlo. Rajoy gana a la gente común en un programa de la televisión pública. Cadiz vuelve a mostrar caras desesperadas.


Todavía veremos más cosas asomando la cabeza por el horizonte, un tanto desorientadas: el resultado de las municipales harán salir unas cuantas.


Lo prepararon bastante bien y tuvieron la rapidez y el ingenio de subirse al techo de una máquina para soltar, a lo Lenin, la llamada al combate. Ganaron, sí, pero ahora creo que han comenzado a perder, lenta pero inevitablemente, perdiendo, drenando...

No vamos a quedarnos sin el tutelaje burocrático. No hay revolución social alguna ni tan siquiera en germen (yo, al menos, sólo veo lo contrario; incluso ya no sé si la que hubiese en el futuro sería realmente de mi agrado, lo que no es importante.) Ni voy a abrigar esperanzas idílicas; no puedo. Sólo acabaré diciendo lo que una vez escribió Laura Campmany con inteligencia e ironía digna de elogio:
"Yo hasta estaría dispuesta a pagarles un plus de inactividad legislativa con tal de que me garantizaran que, una vez instalados en sus cargos, van a dedicarse a disfrutar de la vida. A dormir la siesta, a practicar la vela o a tomarse unas cañas. A lo mejor nos daban un respiro, y ellos se ahorraban los dolores del parto." (ABC, 22-7-2006)
En un mundo de ciencia ficción que inventé como marco para la novela que estoy terminando de escribir (por eso guardé ese recorte de prensa) el deseo de ésta buena señora es una realidad, el Amo del planeta ya no se mete con casi nadie, aunque sí que le cuesta... Pero
acerca de esta primicia ya no revelaré más cosas hasta que acabe la novela, lo que espero que suceda antes de las próximas eleciones generales.

Hasta la próxima.


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