Una buena parte de Turquía (al menos en las ciudades principales parece tratarse de una mayoría) se alza en estos días contra la alianza de civilizaciones propuesta por sus gobernantes, Kofi Annan y nuestro Zapatero, y lo hace dentro de su propio país al manifestarse a favor de la civilización occidental, la misma por la que en su día optara Atatürk y su ejército.
Precisamente, y como sucedió en Argelia, es el ejército, el mismo a quien la UE pide que revise su postura imperialista en Chipre esta sí compartida por el gobierno islamista moderado, quien se opone al la islamisación y se declara favorable al laicismo, autoproclamándose su garante incondicional. Pero no es por eso por lo que los gobiernos de la UE (al menos mientras callen y otorguen al no desautorizar al Comisario para la Ampliación que las hizo) se alinean en contra de esa postura a la que se etiqueta de golpista como si, en todo caso, la del partido gubernamental no lo fuera de igual modo.
Lo cierto es que, nuevamente, se entiende y se defienden los intereses aliados con lagunas y manipulaciones adecuadas a las circunstancias, resultando ser que la defensa de las intenciones de continuidad del gobierno islamista turco se equipara a la defensa de las formas democráticas. No obstante, hay una clara maniobra en curso por parte del gobierno que parece, claramente también, preferir el despotismo parlamentario para, según la oposición, imponer su idiosincrasia ideológica y su predominio un poco más allá de lo que le han aceptado hasta ahora, por lo que piden nuevas elecciones en lugar del actual tira y afloja parlamentario que acabaría beneficiando al gobierno por inercia legal.
¡Ay!, dirán los bienpensantes (aferrados al pensamiento elemental), ¿por qué tienen que producirse estas contradicciones tan molestas en el Mundo de las Maravillas; por qué tendremos que hacernos, como Alicia, mayores y pensar de verdad?
¡Señores bienpensantes: seamos honestos y denunciemos los hechos con la caracterización objetiva que les corresponde! Digamos claramente que se trata, por una y otra parte, de un enfrentamiento entre facciones burocráticas en lucha por el poder, ambas utilizando a las masas como corresponde. Y que muchos si no todos los gobiernos o los dirigentes de la UE se alinean y se alinearán con el gobierno turco (por ahora) en parte por las mismas razones (algunos aspectos menores aunque significativos, podrían también ser atribuidos a la rémora de la ingenuidad o a la de la defensa a ultranza del derecho de cada nación a decidir por sí misma, la misma rémora que los ata con relación a Venezuela, Irak, Corea del Norte, etc., etc., etc., y que los ató de pies y manos al inicio de la Segunda Guerra, y no hace nada en Sudán, y poco antes en Irán...) Es decir, razones todas burocráticas cuyo enfrentamiento dará más o menos penurias y más o menos males a sus pueblos (¡insisto en lo de Sudán, insisto en lo de masacres del estilo de Tiananmen, insisto en los resultados que en su día tuvo el triunfo electoral democrático de los revolucionarios en Irán...!)
Lucha interburocrática, intereses, justificaciones, vergüenzas, culpabilidades, miedos... y peligro por ambas partes de formas dictatoriales más o menos adornadas aunque no igualmente peligrosas.
El asunto merece un análisis mucho más detallado, pero lo cierto es que, para ser independientes y no elementales, lo que debemos intentar es pensar en lo que cada hecho, cada actitud, cada alineamiento, cada juicio... tienen de concreto. En todo caso, la Historia dice que las tensiones llevarán a nuevas situaciones de predominio que podrían pasar por sufrimientos, penurias, masacres... A veces pienso que el mal menor es el del punto de equilibrio entre los principales contendientes, el punto en que se conserva el famoso y tan mentado vacío de poder (para algunos, prerevolucionario) que nos permite a los demás campear un poco más a nuestras anchas. Me parece; tan sólo, desde mi desamparo e impotencia, a veces me parece...
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