martes, 29 de julio de 2008

"Hipercapitalismo", a propósito de...

El grado en que la burocratización mundial avanza y se extiende en el seno de todas las sociedades del planeta sigue siendo ignorado cuando no francamente desestimado por la mayoría de la intelectualidad. Se sigue prefiriendo hablar de Capitalismo y Socialismo, de Libertad de Comercio y de Lucha de Clases, de Razón y Religión... Tozudamente, se persiste en ver las cosas con anteojos poco menos que de montura.

El grado en que se rechaza una visión diferente, es para mí un signo de la profundidad y extensión que ha alcanzado el fenómeno... el grado en que la mayoría de la población vive burocratizada, o, dicho con todo detalle, en que se encuentra directamente involucrada o atrapada en las redes de una sociedad en donde cada vez es más imposible no pensar en términos burocráticos, ya se trate de la manera de vivir sus ocupaciones (y defenderlas como necesarias), ya sea en el carácter de las aspiraciones. Parece tratarse, pues, de... una mala conciencia. Tal vez es eso que viene de tan lejos y que ha hecho que los intelectuales se vean a sí mismos como la conciencia de algo (mundo, fuerzas sociales, naturaleza...), como ajenos o "más allá de..." los intereses de todo tipo (haciendo mención para despistar a los puramente materiales) como si no pesaran para nada los... ideales, como si pudieran ser meros (¡y puros!) representantes de otros intereses, propiamente universales, conceptuales, idílicos... y no fueran, como es en realidad y no puede sino serlo, sólo representantes de sí mismos.

En eso, como en todas aquellas cosas que integran el conjunto de "lo que es preferible no saber" (con la variante correspondiente al mito con el que uno se sienta más identificado o al que esté adscrito), se tiende a mirar hacia otro lado o a mirar de un modo que no revele aquello que pueda poner en evidencia las debilidades propias, normalmente escondidas tras alguna versión moral o alguna fe... En definitiva y más allá de los matices y variantes mencionados, tras un pensamiento más o menos instituido y aceptado, como se dice, "por la sociedad". Un pensamiento en el que se opta por no profundizar ni poner seriamente en cuestión. Un pensamiento que ha conseguido conformar la visión aceptable de la vida, la visión dominante o referente; aquella cuya negación era tildada antiguamente, me refiero a los tiempos clásicos, de impiedad, y que hoy, curiosamente, recibe el epíteto apresurado de anticientífica o metafísica (aunque en los hechos se trate de una oposición más o menos realista) cuando no de blasfema o inmoral allí donde se atreva a denunciar uno u otro de los código establecidos, el de los unos o el de los otros, separados en bandos cada vez menos separados por intereses reales y por el método para conquistarlos (todo ello ampliamente compartido de manera creciente) sino por meros colores identificativos o diferenciadores para una batalla cada vez más histriónica, cada vez más... aparente en el sentido de las pretensiones y objetivos. Una batalla en la cúspide que de cualquier forma apela a y usa de todos.

Pues bien, por ello viene a cuento poner sobre el candelero evidencias incontrovertibles que en todo caso deben ser rebatidas por quienes no ven en ellas el menor atisbo de señales significativas.

La burocratización es tan profunda en la sociedad actual que no sólo afecta a políticos y a funcionarios (a los que muchas veces se pretende reducir el fenómeno), a intelectuales y especialistas académicos, esto es al poder y a la cultura, sino incluso a los gestores mismos de las empresas capitalistas por antonomasia, es decir a las más grandes, las de mayor acumulación de capital y contratantes de trabajo asalariado, algo que ya puso de manifiesto Max Weber tal vez sin llegar a ver el fenómeno en toda su profundidad y por Claude Lefort, que enriqueció algo más el estudio, ambos sin liberarse del todo de la herencia previa e incluso de la académica.

Se trata de meros ejemplos, mediatizados por funciones distintivas, pero cada vez más ejecutadas bajo las mismas maneras, de una burocracia social cada vez más definida en su idiosincrasia, en el que se encuentran no sólo los ejecutivos de la política, o burócratas políticos, que un día están el gobierno y otro en las corporaciones más o menos arriba "según sus capacidades..." y sus vinculaciones, y viceversa, y también en las empresas del Estado, sino los ejecutivos de las grandes empresas que permanecen siempre en el ámbito privado.

Estos ejecutivos, obviamente, no dedican lo que ganan a nada que no sea ocio, juego (incluida la bolsa y la ingeniería financiera en general, que sería la herramienta racional capaz reducir el azar de la primera) y lujo... es decir, lo mínimo destinado a la reinversión en el propio negocio, en el que hoy están y mañana no (primero porque pasan de una empresa a otra pertenecientes a sectores diferentes y por último porque se retiran a la vida contemplativa en cuanto pueden). Es decir, vaciando sistemáticamente al capitalismo de su propia dinámica, tergiversándolo además de usufructuarlo. Y esto sin contar con las situaciones cada vez más frecuentes de corrupción y vaciado, de planes egoístas que llevan a grandes pérdidas cuando no a la bancarrota a las empresas para las que "trabajan"... Y así el resto de su idiosincrasia que tanto en occidente como en oriente, tanto en los capitalismos más supervisados como en los menos intervenidos, gira en torno al ejercicio del poder sin consideraciones de ninguna índole al servicio del grupo familiar (no siempre fieles hasta las últimas circunstancias) y de amigos/enemigos (siempre competidores peligrosos) tal y como ha sido reflejado hasta en el cine de entretenimiento y los best sellers (que tienen su propio mercado de masas y que no se autocensuran si no son obligados a ello). Se trata simplemente de otro ejemplo que muestra la extensión del mismo fenómeno: la nueva selva del "hipercapitalismo", como la califica el Financial Times, parte de cuyas facetas se evidencia aquí en el sentido indicado para quien sepa leer como se debe o se tome el trabajo de poner en duda sus profundas convicciones ideológicas o académicas.

sábado, 12 de julio de 2008

Vacaciones en el mar...

Dejo artículos propios sin acabar, ajenos sin comentar, una inmensidad sin leer... Voy al encuentro de las tierras y los mares primigenios, la cuna de la tragedia y de los mitos occidentales, de la ciencia, del racionalismo, del "amor por el hombre", de los dioses épicos, de los niños guerreros y políticos... En fin, de los griegos.


Todo comentario a mis últimas entradas que sea depositado será autorizado y contestado a mi regreso. ¡Hasta entonces!

domingo, 6 de julio de 2008

...no "más allá" (3) de lo formal.

¿Cabe algo que no sea ni lucha ilusoria ni resignación? Todo indica que hemos sido un resultado tramposo ni más ni menos como todos los individuos pertenecientes a cualquiera de las especies vivas; que somos, de arriba a abajo, o sea y nunca mejor dicho, de los pies a la cabeza, una caprichosa expresión de la tendencia (alegóricamente "voluntad") de supervivencia de lo vivo.

Una tendencia conservadora y a la vez creativa.

¿Cabe resignarnos a ser mero tránsito hacia la madurez, la subsiguiente vejez, la inevitable muerte sin siquiera creer en la promesa de un paraíso para el futuro de la especie, el mito en el límite, apenas embriagante, apenas sedante, el más alejado al parecer de la infancia caprichosa e inconsciente, de la certeza de que se puede ir más allá de los deseos? ¿Podemos asegurar que al final será posible extraer al genio de la botella que nos conceda una tecnología redentora capaz de librarnos de la condena a la angustia eterna? ¿O marcharemos hacia el suicidio colectivo a cuentagotas a instancias de una lucidez paralizante?

¿Nos bastará la contemplación y una vida en constante gozo, estético, erótico, sensible; la embriaguez del vino y el sexo, lo cual sólo es posible sometiéndonos por entero a los dioses o a Matrix, a unos poderosos Padres desinteresados, generosos in extremis, o al poder carnívoro de Morloks o de Cronos, todos como antaño, alrededor del fuego, danzando en nombre de un mito sin sentido en el que no nos importe creer aunque toda la Historia, toda la Cultura, venga (venga del pasado como en "La máquina del tiempo", justamente) a decirnos que no es cierto, lisa y llanamente... ignorándolo?

¿O no podremos nunca dejar de querer "mirar y a la vez (...) (de) ir más allá del mirar", como reconoce trágica y hasta dolorosamente Nietzsche ("El nacimiento de la tragedia", Alianza, Madrid, 2007, pág. 198), "...anhela(ndo) una costa" (íbíd., pág.155), cuando se dejaba llevar más que nunca por idílicas ensoñaciones románticas de juventud que sólo ayudan al triunfo de tiranos y sacerdotes sacrificiales?

La idiosincrasia de Nietzsche, su "constitución fisiológica" lo instaba a no resignarse (por lo que acabó quitándose las gafas pesimistas de Schopenhauer), por lo que se vio constreñido a buscar una salida.

Pero, buscar una salida es hacerlo más allá del tiempo, más allá de la Historia, más allá de la diversidad individual, más allá del hecho material de que los hombres no pueden ser todos ellos filósofos y aspirar todos a la misma "buena vida", una vida que se haría inviable para todos de ser ello posible (imaginaos a miles de millones de Sócrates vagando por las calles del mundo, imagináoslos recitando páginas de libros desaparecidos en los bosques de "Fareneith 451"...) Obviamente, la República de los Sabios es una dictadura a la que se opondrán siempre los esclavos... y a pesar de ello todos sus propagandistas pretenden encontrar entre las filas de aquellos a quienes denuestan sus propios posibles compañeros de ruta con el fin de intentar convertirlos en sus propios "sus amigos", en sus propios hombres... Y claro, contradiciéndose, frustrándose, renunciando a seguir hacia la soledad o el aislamiento.

Así, una salida (indudable proyecto de redención situado más allá del presente) no puede ser sino una utopía.

Esto puede inducir a dudas, provocar que sea contestado: el hombre (en el sentido de "el conjunto de los hombres") no puede admitir sin más que le quiten la ilusión del triunfo sobre "lo inaprehensible al alcance de la mano" ni puede negar la certeza a la vez sentida de que "hasta ahora" no ha dejado de avanzar, de estar cada vez más cerca de dominarlo todo... (aunque esto deberíamos interpretarlo como simple manera de mantenerse en el mundo, aferrados a él, de conseguir estar y grantizar seguir estando; lo demás es mítico... y sin duda eficaz). Son dos pilares muy poderosos que sostienen la larga marcha (como todo mito) y evitan el desfallecimiento (como todo buen mito).

No obstante, si observamos todos y cada uno de los proyectos humanos surgidos de la creatividad individual y consensuados en el seno del propio grupo de referencia, no podemos sino concluir que ninguno de ellos se ha realizado nunca en los términos soñados. Ninguno, a pesar de desear el bien de la humanidad entera, prescindió de la crueldad, de sojuzgar a otros como si fueran de otra especie (inferior, claro, en uno u otro sentido, y declarados retrógrados, obstaculizadores...), de tergiversar sus propios principios... ¡Ninguno!

Y esto no puede seguir siendo ignorado y ni siquiera suavizado.

Eso los hace precisamente, cuando se mecen en la cuna de lo idealmente realizable, utópicos. Los confirma como mitos.

¡Eso es parte de la tragedia del hombre! ¡Esto hace del hombre un simple semidios, o un dios de utilería, teatral, ex machina, capaz de imaginar pero incapaz de realizar, o, mejor dicho, capaz de realizar aquello que se le impone, aquello que se convierte en posible, aquello que resulta de la cada vez más compleja interacción dentro de lo real, donde lo individual y lo grupal es irreductible!

Sea como sea, se presente el proyecto promisorio como un advenimiento totalmente nuevo, revolucionario, o como una recuperación de un pasado nostálgico, un retorno, un arrepentimiento, su instauración o institución sólo puede quedarse en un sueño inalcanzable o en su tergiversación.

Lo cierto, por evidente, es que todo proyecto tiene unas dificultades insuperables:

1) Ninguno puede ser considerado "mejor" que los demás, aunque sus sistema formal (teórico) lo garantice (como tal, es incompleto según demostraría Gödel).

2) No tiene cómo garantizar la realización de su proyecto sin hacer concesiones de principios. Todos necesitan del poder para su instauración, sea el ajeno del Rey adulado o convencido, sea el propio apoyado en las masas y contra los demás grupos. Y en todo caso, mediante la creación de una organización piramidal formada por individuos que no actúan como clones, ni con la suficiente docilidad, lealtad y convicción (tienen sus propias ideas o de repente les gusta más el cantar de otras sirenas, etc.). Pero justamente todo eso hace que el proyecto del líder se reduzca (en el mejor y más honesto de los casos) a una expresión de deseos utópica, que no puede contar con la realidad salvo engañando a las masas y engañándose, cediendo el rol dirigente a quien sea para este menester más eficaz.

3) Acaba respondiendo en todo a lo que critica: búsqueda de un remedio, admisión de la culpa y aceptación del castigo, defensa de la verdad propia como universal, fe en su carácter realista...

4) No puede, sin desdecirse, justificar el obrar reconociendo el autoengaño.

Nietzsche decía que el hombre descubría a la vez su poder y su impotencia lo que lo llevaba a la incomprensión profunda e insuperable de su existencia:

"... justo en el Prometeo de Esquilo está simbolizado ese sentimiento. El artista titánico encontraba en sí la altiva creencia de que a los hombres él podía crearlos, y a los dioses olímpicos al menos aniquilarlos: y esto gracias a su superior sabiduría que él estaba obligado a expiar, de todos modos, con un sufrimiento eterno. El magnífico poder del gran genio, que ni siquiera al precio de un sufrimiento eterno resulta caro, el rudo orgullo del artista..." (ibíd., pág. 95).

Sin duda es terrible tener conciencia de estar castrado, de tener atributos aparentes...

...lo que refleja a mi criterio hasta qué punto somos prisioneros de nosotros mismos, de nuestra condición, del pasado del que hemos salido al que esa condición fundamentalmente se debe. A esto sólo se puede responder con la resignación, mal que le pesara a Nietzsche o con la confianza, la fe, en el mito de la ciencia, mal que también le pesara. Y, por épocas, por momentos incluso en la vida de los individuos, una y otra se convierten en senderos por los que transitoriamente se transita.

En "El nacimiento..." y aún más en su madurez, como por ejemplo en "La genealogía...", Nietzsche reniega de lo acético, de la resignación; considera estas opciones como falsos remedios a la angustia, en todo caso como el zoma que se les puede ofrecer a las masas para que no pongan en práctica sus instintos revanchistas. Su propuesta juvenil era abrazar el mito, engañar y dejarse llevar por el engaño; todo en nombre de una opción vitalista cuyo papel en darnos una meta no tenía importancia alguna... ya que no era posible establecerla. ¡Esa es la opción dionisíaca, la opción de los bosques y de lo placentero!

Pero el hombre (los hombres), evidentemente, lo muestra la historia, no se siente satisfecho permaneciendo en ese estado primitivo. Aunque fuese adaptado a los tiempos y en lugar de bosques bucólicos se cuente con balnearios y ipots que lleven la música al seno del oído.

Nietszche decía que:

"...es inútil reunir alrededor del hombre moderno, para consuelo suyo, toda la literatura universal (esta es una referencia a Goethe y a su proyecto humanista; nota mía, CS), y situarlo en medio de los estilos artísticos y de los artistas de todos los tiempos para que, como hizo Adán con los animales, les dé un nombre: él continúa siendo el eterno hambriento, el crítico sin placer ni fuerza, el hombre alejandrino (es decir, al teórico en oposición al dionisíaco, al fabricante de conceptos, se podría decir. CS), que se queda miserablemente ciego a causa del polvo de los libros y las erratas de imprenta" ("El nacimiento de la tragedia", Alianza, pág. 159; los paréntesis aclaratorios son míos.)

"El hombre", así considerado, no puede ser mucho más que un resabio, un remanente del "mundo de las ideas", de "las esencias" y "las naturalezas", del vago y terco sueño de abandonar la perplejidad de lo que somos, individuos, resultados disímiles con muchas cosas en común y una capacidad propia de respuesta, en todo caso, más o menos repetitiva, emulable, coincidente... Un intento formalizador, conceptual, teórico, filosófico, de diluirse en el universal; intento acometido por la filosofía desde sus orígenes, desde su fundación por Sócrates y Platón y del que no ha escapado ni uno sólo de sus sucesores en el tiempo.

Pero "los hombres" son seres cuyas similitudes están muchas veces simplemente impuestas por las circunstancias sobre la base de sus particularidades (cierto que dentro de un rango material, pero que deja mucho margen para la conducta; obviamente, dicho sea todo, para la conducta social con su correlato, la política), como sucede cuando, para sobrevivir, el individuo se ve obligado a subordinarse a un grupo preexistente, tan dado como el resto de las cosas del mundo, y en concreto a lo que percibe como válido para el grupo (con lo que se puede equivocar a la vez que conseguir influir adaptativamente), a lo que siente que será lo aceptable para el grupo (remito a mi post sobre un suceso particular con monos particulares aunque pidiendo que esta vez se lea ignorando las referencias a la situación política actual que allí estaban con intención ilustrativa, ejemplificadora e irónica, esta vez muy secundaria). El grupo es la forma que reviste lo mejor del mundo, lo aprehensible del mundo, el mundo que puede ser sentido como propio; "mi mundo" (por tanto, no una mera palanca transformadora, utilitaria). Y en ese grupo específico, cada individuo intenta encajar con su propia idiosincrasia dando un resultado particular, más o menos eficaz para las condiciones en las que se halla, a veces simplemente benevolentes... a veces francamente adversas... para sostenerse, para mantenerse, para continuar allí.

Si pasamos sin más de los monos a los filósofos... (¿se opondrá alguien a tamaña irreverencia?) el caso de Nietzsche, no menos que cualquier manifestación intelectual, teórica si se prefiere, es o se convierte en cualquier caso en muy ilustrativa.

Por eso, ni Nietzsche ni ningún filósofo consiguió ser "la última palabra", es decir, transmitir un último mensaje, como el que sí fue el último y hasta el único que Nietzsche se dio a sí mismo; en fin, que "el problema" simplemente había "retornado"... incluso o hasta el punto de volver a producir también... nuevas salidas. Incluso, si se me permite, más allá de los mismísimos nietzscheanos o postnietzscheanos, como Leo Strauss (al menos por lo que sabemos, por lo que dejó escrito o se pudo registrar...), y así una y otra vez hasta el presente.

No hay manera: la referida "humanidad", a la que el discurso se dirige, a la que se intenta o se pretende o se cree brindar un "mundo mejor" donde reinaría una "verdadera buena vida", lo rechaza, ay, una y otra y otra vez... ¡sí, ay: frustrando a esos intelectuales bienintencionados y altruistas, tan dispuestos inclusive a morir por ella (en el fondo su idea), hasta hacerlos preferir la ingesta de la cicuta o la muerte en la embriaguez o en el desgaste!

Lo cierto es que toda solución parece restar inconclusa, o como diría Gödel: "incompleta". Algo que corresponde a las propiedades de todo sistema formal (o teórico).

Y lo que parece difícil (cayendo nuevamente en el error de considerar al hombre como un todo ahistórico y asocial) es que se acepte definitivamente que sólo somos capaces, y necesitamos al mismo tiempo, alumbrar respecto de la Realidad puros Sistemas Formales. Sistemas que, por otra parte, responden a la visión del grupo de referencia, del que se requiere una sociología para su comprensión.

El problema reside así en el propio corazón del discurso y en el propio cerebro como resultado constituido del hombre, y tanto el corazón como el cerebro del hombre fue, es y -me atrevo a apostar- será siempre insustituible y estará siempre limitado; en su propia idiosincrasia como resultado evolutivo.

Es más, puestos a aventurar (que es lo mío con el riesgo ciertamente muy despreocupado de equivocarme), que no importa demasiado, pienso que ni aún evolucionando hacia otra cosa que podría imaginarse y llamarse "superior", digamos hacia algo que se pudiera asimilarse a un imaginario miembro del Olimpo o algo equivalente, que ni aún mutando a algo que pudiera denominarse "superhombre" o "transhumano", esa situación podría cambiar en lo fundamental (de eso trato en mi literatura y en concreto en mis novelas, la publicada y la por acabar). Me refiero a "Lo Trágico" por antonomasia; a lo que no puede ser alcanzado ni tampoco se puede dejar de querer alcanzar, se crea o no se crea en la posibilidad de que esto último sea posible, se tenga o no una cierta esperanza, se piense o se duerma...

Desde este enfoque, pienso que el Mito de Sísifo, tal y como fue narrado, es irreal, mejor dicho, inverosímil; en todo caso escénico, histriónico, moral, educativo. Quizás, por qué no, tanto como los discursos de Nietzsche, de Strauss, de todos los filósofos, de todos los intelectuales incluso, hasta de los más mediocres en sus formas más mediocres, claro. Y en los más honestos, sin duda muy a pesar suyo.

Tal como el famoso mito es narrado, si se lo mira con detenimiento y lupa, es inverosímil, o sea, no estrictamente literario, sino... moral. Su objetivo era sin duda "orientar" y no "describir", "desvelar". Situémonos un momento en la conducta del personaje, Sísifo, subiendo la pesada roca una y otra vez, sin detenerse a... pensar.

Pero... ¿qué hombre, por condenado que fuese por los dioses y por poco que al principio en todo caso los cuestionase, no se detendría... a pensar?

"¡Ay mísero de mí...!", exclama con verosimilitud incuestionable Segismundo.

Y es que en el mito, si Sísifo se hubiese detenido a reflexionar sobre su situación habría descompuesto la credibilidad del mito. Los mitos de Sísifo, de Sileno, de la filosofía, de la ciencia... incluso con Nietszche, incluso mediante la narrativa alegórica de Nietzsche, se han detenido allí, en ese límite infranqueable hasta el que han sabido llegar llenos de coraje sin duda, de valentía, de la valentía de quedarse casi totalmente solos incluso para toda la eternidad (y por soledad entiendo la de la verdadera compañía, de la que excluyo a los tergiversadores y aduladores aunque fuesen o sean bienintencionados). Solos, sí, e incapaces de reconocer dónde residía tanto su utilidad como su inutilidad "universales", de mantenerse al borde del abismo, a punto de caer o cayendo por fin... Al borde del olvido y de la destrucción por la lectura equivoca.

No sé... Tal vez hoy sea posible (o lo sea para mí sin consecuencia alguna) dar a la Utilidad lo que es de ella como Necesidad y dejar a la Inutilidad lo que correspondería a la Desesperación (admitiendo que la inutilidad sea intrínseca a la utopía y, en el caso que nos ocupa, a la intencionalidad de ponerla en el lugar de ese medio fantasma de La Verdad).

Tal vez lo que habría que inscribir no a las puertas del infierno sino a las de ese abismo más allá de las cuales todo se halla a una distancia insalvable; todo, incluso, huye...

Tal vez... "... el arte como alegre esperanza de que pueda romperse el sortilegio de la individuación" (Nietzsche, "El nacimiento de la tragedia", ed.cit., pág. 101)

Hum... no sé, no sé...