El grado en que la burocratización mundial avanza y se extiende en el seno de todas las sociedades del planeta sigue siendo ignorado cuando no francamente desestimado por la mayoría de la intelectualidad. Se sigue prefiriendo hablar de Capitalismo y Socialismo, de Libertad de Comercio y de Lucha de Clases, de Razón y Religión... Tozudamente, se persiste en ver las cosas con anteojos poco menos que de montura.
El grado en que se rechaza una visión diferente, es para mí un signo de la profundidad y extensión que ha alcanzado el fenómeno... el grado en que la mayoría de la población vive burocratizada, o, dicho con todo detalle, en que se encuentra directamente involucrada o atrapada en las redes de una sociedad en donde cada vez es más imposible no pensar en términos burocráticos, ya se trate de la manera de vivir sus ocupaciones (y defenderlas como necesarias), ya sea en el carácter de las aspiraciones. Parece tratarse, pues, de... una mala conciencia. Tal vez es eso que viene de tan lejos y que ha hecho que los intelectuales se vean a sí mismos como la conciencia de algo (mundo, fuerzas sociales, naturaleza...), como ajenos o "más allá de..." los intereses de todo tipo (haciendo mención para despistar a los puramente materiales) como si no pesaran para nada los... ideales, como si pudieran ser meros (¡y puros!) representantes de otros intereses, propiamente universales, conceptuales, idílicos... y no fueran, como es en realidad y no puede sino serlo, sólo representantes de sí mismos.
En eso, como en todas aquellas cosas que integran el conjunto de "lo que es preferible no saber" (con la variante correspondiente al mito con el que uno se sienta más identificado o al que esté adscrito), se tiende a mirar hacia otro lado o a mirar de un modo que no revele aquello que pueda poner en evidencia las debilidades propias, normalmente escondidas tras alguna versión moral o alguna fe... En definitiva y más allá de los matices y variantes mencionados, tras un pensamiento más o menos instituido y aceptado, como se dice, "por la sociedad". Un pensamiento en el que se opta por no profundizar ni poner seriamente en cuestión. Un pensamiento que ha conseguido conformar la visión aceptable de la vida, la visión dominante o referente; aquella cuya negación era tildada antiguamente, me refiero a los tiempos clásicos, de impiedad, y que hoy, curiosamente, recibe el epíteto apresurado de anticientífica o metafísica (aunque en los hechos se trate de una oposición más o menos realista) cuando no de blasfema o inmoral allí donde se atreva a denunciar uno u otro de los código establecidos, el de los unos o el de los otros, separados en bandos cada vez menos separados por intereses reales y por el método para conquistarlos (todo ello ampliamente compartido de manera creciente) sino por meros colores identificativos o diferenciadores para una batalla cada vez más histriónica, cada vez más... aparente en el sentido de las pretensiones y objetivos. Una batalla en la cúspide que de cualquier forma apela a y usa de todos.
Pues bien, por ello viene a cuento poner sobre el candelero evidencias incontrovertibles que en todo caso deben ser rebatidas por quienes no ven en ellas el menor atisbo de señales significativas.
La burocratización es tan profunda en la sociedad actual que no sólo afecta a políticos y a funcionarios (a los que muchas veces se pretende reducir el fenómeno), a intelectuales y especialistas académicos, esto es al poder y a la cultura, sino incluso a los gestores mismos de las empresas capitalistas por antonomasia, es decir a las más grandes, las de mayor acumulación de capital y contratantes de trabajo asalariado, algo que ya puso de manifiesto Max Weber tal vez sin llegar a ver el fenómeno en toda su profundidad y por Claude Lefort, que enriqueció algo más el estudio, ambos sin liberarse del todo de la herencia previa e incluso de la académica.
Se trata de meros ejemplos, mediatizados por funciones distintivas, pero cada vez más ejecutadas bajo las mismas maneras, de una burocracia social cada vez más definida en su idiosincrasia, en el que se encuentran no sólo los ejecutivos de la política, o burócratas políticos, que un día están el gobierno y otro en las corporaciones más o menos arriba "según sus capacidades..." y sus vinculaciones, y viceversa, y también en las empresas del Estado, sino los ejecutivos de las grandes empresas que permanecen siempre en el ámbito privado.
Estos ejecutivos, obviamente, no dedican lo que ganan a nada que no sea ocio, juego (incluida la bolsa y la ingeniería financiera en general, que sería la herramienta racional capaz reducir el azar de la primera) y lujo... es decir, lo mínimo destinado a la reinversión en el propio negocio, en el que hoy están y mañana no (primero porque pasan de una empresa a otra pertenecientes a sectores diferentes y por último porque se retiran a la vida contemplativa en cuanto pueden). Es decir, vaciando sistemáticamente al capitalismo de su propia dinámica, tergiversándolo además de usufructuarlo. Y esto sin contar con las situaciones cada vez más frecuentes de corrupción y vaciado, de planes egoístas que llevan a grandes pérdidas cuando no a la bancarrota a las empresas para las que "trabajan"... Y así el resto de su idiosincrasia que tanto en occidente como en oriente, tanto en los capitalismos más supervisados como en los menos intervenidos, gira en torno al ejercicio del poder sin consideraciones de ninguna índole al servicio del grupo familiar (no siempre fieles hasta las últimas circunstancias) y de amigos/enemigos (siempre competidores peligrosos) tal y como ha sido reflejado hasta en el cine de entretenimiento y los best sellers (que tienen su propio mercado de masas y que no se autocensuran si no son obligados a ello). Se trata simplemente de otro ejemplo que muestra la extensión del mismo fenómeno: la nueva selva del "hipercapitalismo", como la califica el Financial Times, parte de cuyas facetas se evidencia aquí en el sentido indicado para quien sepa leer como se debe o se tome el trabajo de poner en duda sus profundas convicciones ideológicas o académicas.
El grado en que se rechaza una visión diferente, es para mí un signo de la profundidad y extensión que ha alcanzado el fenómeno... el grado en que la mayoría de la población vive burocratizada, o, dicho con todo detalle, en que se encuentra directamente involucrada o atrapada en las redes de una sociedad en donde cada vez es más imposible no pensar en términos burocráticos, ya se trate de la manera de vivir sus ocupaciones (y defenderlas como necesarias), ya sea en el carácter de las aspiraciones. Parece tratarse, pues, de... una mala conciencia. Tal vez es eso que viene de tan lejos y que ha hecho que los intelectuales se vean a sí mismos como la conciencia de algo (mundo, fuerzas sociales, naturaleza...), como ajenos o "más allá de..." los intereses de todo tipo (haciendo mención para despistar a los puramente materiales) como si no pesaran para nada los... ideales, como si pudieran ser meros (¡y puros!) representantes de otros intereses, propiamente universales, conceptuales, idílicos... y no fueran, como es en realidad y no puede sino serlo, sólo representantes de sí mismos.
En eso, como en todas aquellas cosas que integran el conjunto de "lo que es preferible no saber" (con la variante correspondiente al mito con el que uno se sienta más identificado o al que esté adscrito), se tiende a mirar hacia otro lado o a mirar de un modo que no revele aquello que pueda poner en evidencia las debilidades propias, normalmente escondidas tras alguna versión moral o alguna fe... En definitiva y más allá de los matices y variantes mencionados, tras un pensamiento más o menos instituido y aceptado, como se dice, "por la sociedad". Un pensamiento en el que se opta por no profundizar ni poner seriamente en cuestión. Un pensamiento que ha conseguido conformar la visión aceptable de la vida, la visión dominante o referente; aquella cuya negación era tildada antiguamente, me refiero a los tiempos clásicos, de impiedad, y que hoy, curiosamente, recibe el epíteto apresurado de anticientífica o metafísica (aunque en los hechos se trate de una oposición más o menos realista) cuando no de blasfema o inmoral allí donde se atreva a denunciar uno u otro de los código establecidos, el de los unos o el de los otros, separados en bandos cada vez menos separados por intereses reales y por el método para conquistarlos (todo ello ampliamente compartido de manera creciente) sino por meros colores identificativos o diferenciadores para una batalla cada vez más histriónica, cada vez más... aparente en el sentido de las pretensiones y objetivos. Una batalla en la cúspide que de cualquier forma apela a y usa de todos.
Pues bien, por ello viene a cuento poner sobre el candelero evidencias incontrovertibles que en todo caso deben ser rebatidas por quienes no ven en ellas el menor atisbo de señales significativas.
La burocratización es tan profunda en la sociedad actual que no sólo afecta a políticos y a funcionarios (a los que muchas veces se pretende reducir el fenómeno), a intelectuales y especialistas académicos, esto es al poder y a la cultura, sino incluso a los gestores mismos de las empresas capitalistas por antonomasia, es decir a las más grandes, las de mayor acumulación de capital y contratantes de trabajo asalariado, algo que ya puso de manifiesto Max Weber tal vez sin llegar a ver el fenómeno en toda su profundidad y por Claude Lefort, que enriqueció algo más el estudio, ambos sin liberarse del todo de la herencia previa e incluso de la académica.
Se trata de meros ejemplos, mediatizados por funciones distintivas, pero cada vez más ejecutadas bajo las mismas maneras, de una burocracia social cada vez más definida en su idiosincrasia, en el que se encuentran no sólo los ejecutivos de la política, o burócratas políticos, que un día están el gobierno y otro en las corporaciones más o menos arriba "según sus capacidades..." y sus vinculaciones, y viceversa, y también en las empresas del Estado, sino los ejecutivos de las grandes empresas que permanecen siempre en el ámbito privado.
Estos ejecutivos, obviamente, no dedican lo que ganan a nada que no sea ocio, juego (incluida la bolsa y la ingeniería financiera en general, que sería la herramienta racional capaz reducir el azar de la primera) y lujo... es decir, lo mínimo destinado a la reinversión en el propio negocio, en el que hoy están y mañana no (primero porque pasan de una empresa a otra pertenecientes a sectores diferentes y por último porque se retiran a la vida contemplativa en cuanto pueden). Es decir, vaciando sistemáticamente al capitalismo de su propia dinámica, tergiversándolo además de usufructuarlo. Y esto sin contar con las situaciones cada vez más frecuentes de corrupción y vaciado, de planes egoístas que llevan a grandes pérdidas cuando no a la bancarrota a las empresas para las que "trabajan"... Y así el resto de su idiosincrasia que tanto en occidente como en oriente, tanto en los capitalismos más supervisados como en los menos intervenidos, gira en torno al ejercicio del poder sin consideraciones de ninguna índole al servicio del grupo familiar (no siempre fieles hasta las últimas circunstancias) y de amigos/enemigos (siempre competidores peligrosos) tal y como ha sido reflejado hasta en el cine de entretenimiento y los best sellers (que tienen su propio mercado de masas y que no se autocensuran si no son obligados a ello). Se trata simplemente de otro ejemplo que muestra la extensión del mismo fenómeno: la nueva selva del "hipercapitalismo", como la califica el Financial Times, parte de cuyas facetas se evidencia aquí en el sentido indicado para quien sepa leer como se debe o se tome el trabajo de poner en duda sus profundas convicciones ideológicas o académicas.