No sé (ni, sinceramente, me interesa) lo que pretendía "El Público" con su portada del 18-5-2009. Como de costumbre, no pasé del titular de ese pasquín que existe para servir a la agit-prop del régimen -o más bien a la agit pura-, pasquín que aunque por el momento no haya alcanzado el grado equivalente no deja recordarme a aquella radio africana de infausta memoria que tan eficazmente ayudó a cocer un genocidio.
Debo suponer de todos modos que entre sus páginas se agazapaba otra algarada contra el capitalismo malo... ese que hace rato viene siendo marcado como el enemigo y al que tanto costaría subordinar a los dictados seudoideológicos del gobierno tal vez a la manera en que ha sido posible, por ejemplo, con los capitalistas buenos rusos, chinos, birmanos, venezolanos, iraníes o árabes... Incluso, los que habrían deseado para sí muchos protestantes y católicos, y todos los moralistas de otras escuelas o doctrinas, adeptos de una visión moral que sin embargo sólo puede acabar alimantando una gigantesca hipocresía... para no ser objeto de una reeducación forzosa a la manera de la también memorable laojiao.
En todo caso, debo imaginar que El Público, en tanto agitara ese día alguna idea mínimamente sólida (dispuesto a abandonarla por la tarde sin prurito alguno a la manera de su jefe), sugiriera algo relativo a la peligrosidad del mencionado crecimiento, a las consecuencias de su descontrol y por ende a todo lo contrario de lo que el enemigo liberal ha sostenido al respecto, esto es, que esa expansión y crecimiento es un subproducto de las restricciones a la libertad de comercio que conlleva la burocratización.
Revel, en su "El conocimiento inútil", lo explica precisamente de esa forma. Allí, aparentemente en línea con Adam Smith y sucesores y a cuento de la elevada burocratización que aprecia no sólo en el Tercer Mundo del que da el ejemplo de Perú, sino incluso los bajo gobiernos socialistas de Europa entre los que menciona al de Felipe González (donde había, dicho sea de paso, según un informe oficial de 1986, ¡"300.000 empresas clandestinas (...) la cuarta parte del PNB real"!), señala:
"El liberalismo es (...) la reacción natural del hombre en sociedad ante los problemas que se le plantean. Es su conducta económica de base.
"(...) la libertad de emprender es, ante todo, el medio de defensa de los pequeños contra los grandes y de los débiles contra los fuertes. (...) la clase política, la clase burocrática, las grandes empresas, el ejército, los poderosos sindicatos. Para soslayar esas murallas, a los desamparados no les queda más recurso que lanzarse a la economía paralela, es decir, la economía real (!!)" (op.cit., Espasa Calpe - Austral, Madrid, 2007, pág. 190. Los signos de admiración y la negrita son míos).
Algo que para Revel no puede ser atribuido, y coincido con ello, simplemente a las "maniobras de de los grandes capitalistas (?), al deseo de algunos pequeños tramposos de defraudar al fisco y de eludir las cargas sociales" (ibíd., pág. 191); que, según Revel, y coincido en ello, debería llevar a "estudiar las causas profundas de esa economía clandestina" (ídem), pero que no se puede decir, sin más y muy alegremente, que produzca "consecuencias positivas para los más desfavorecidos" (ídem), escamoteando o al menos olvidando hechos extraeconómicos tan "reales" como por ejemplo... las organizaciones mafiosas y/o piratas normalmente involucradas, sin duda absolutamente coercitivas y superexplotadoras de "los (estos sí) más desfavorecidos"... ¡Y lo subrayo: por ejemplo!
Tal vez justamente esto último haya sido considerado adecuado por "El Público" para arropar al engañoso Gobierno protector y salvador de su jefe, ese líder optimista y bonachón que, pobrecito, ante la envergadura de La Crisis, venida de fuera pero contra la que ahora estaría alineado como nadie, en particular contra los traidores a la patria y los aprovechados en uno u otro terreno... como el... electoral... no puede hacer más que mantener la guardia con un ferviente y expresivo deseo de superación, con una gran carga de sentimientos solidarios hacia los desamparados, etc., incluso a costa de empeñar hasta más allá de lo admisible el futuro y la viabilidad misma de toda la sociedad, siempre preparado para comenzar a decir, en cuanto las cosas cambien (y la camarilla no sea removida por los hechos) todo lo contrario... o lisa y llanamente lo que sea.
En uno y otro caso, comprendámoslo, no se trata de Economía, sino del Poder.
En uno y otro caso, comprendámoslo, no se trata de Economía, sino del Poder.
Pero Revel también hace un juego que, considerándolo con tolerancia, podemos calificar de idílico cuando describe el fenómeno tratado en términos paradisiacos o, lo que es lo mismo, como propio de la naturaleza primitiva del hombre. Una naturaleza ya venerada en su tiempo por Rousseau y por éste contrapuesta a la corruptora civilización del presente que, sin embargo, contradice la otra idea clave de la Ilustración y del Racionalismo sobre la que se apoya la teoría también contradictoria del liberalismo y de su Economía Política: la del progreso, idea ante la que Revel y los liberales de hoy en día muestran posturas vacilantes u oportunistas. Constituyendo alternativamente ambas las partes buenas o virtuosas del hombre según la conveniencia ideológica del discurso, y alternativamente enfrentadas a las verdaderamente diabólicas y perversas que andarían haciendo de las suyas cada una por su cuenta, como en la historia de "El vizconde demediado".
Idílica apariencia que encierra en realidad un condescendencia sospechosa e intenciones de edulcorar la realidad a tono con la típica mala conciencia del intelectual. Y que tiene por resultado (y tal vez por objeto) escamotearnos unos hechos y distorsionar otros en nombre de los apriorismos ideológicos asumidos por Revel como "toma de partido", o sea, en nombre de una sociedad más o menos ideal en la que él se sentiría más a gusto y que ve que en realidad no cesa de alejársele cada día más... reacia a las reformas que el liberalismo le aplicaría gustosamente si pudiera.
Muchos son los lectores que escuchan a Revel, Mises o Hayek (del mismo modo que otros escuchan a Marx y a Engels) y que se quedan (como sus autores predilectos) tan anchos ante las falacias escondidas tras las simplificaciones y los cuadros simplistas de la realidad que unos y otros pintan para favorecer sus utopías. No se detienen a estudiar los hechos con detalle y les basta la argumentación lógica o racional... de la propia autoridad cultural previamente aceptada (la de uno, la del contrario) o, en todo caso, la música de sus argumentos y de sus slogans. Pero el mercado negro, o las economías paralelas y clandestinas, e incluso las que abrieron el paso al capitalismo y que merecieron el nombre menor de mercantilismo... no tienen ni tuvieron nunca nada de idílico ni de paradisiaco, nada de cosas "positivas para los desamparados" (igual, sí, que no lo tiene ni lo tuvo ninguno de los imaginarios escenarios socialistas o comunistas cuando devinieron realmente posibles, o el edén de cristianos, judíos, musulmanes, etc., y el Nirvana budista... mientras se lo espera y se esfuerza uno para merecerlo).
Los desamparados, en todos esos sitios imaginarios, tal y como unos u otros mitómanos los pintan, sólo cuentan con la benevolencia del Padre, lo que se traduce en uno u otro Estado y se manifieta en sus representantes en la Tierra, Los Partidos, La Iglesia... O, en todo caso, en la llamada protección de la mafia, de la piratería o de cualquier otra organización equivalente que haya ejercido el control y la supuesta protección de sus miembros y adherentes subvencionados o participantes sin más de las migajas de los botines de guerra o de rapiña, todos sujetos a la sociedad por reglas de hierro forjado.
¿Pero qué nos dice Revel, y qué da a entender a medias el liberalismo al respecto? ¿Que "los desamparados", forzados por la presión de "los poderosos" -vagas ideas muy a propósito y propias de las narraciones oscuras y fantásticas que inundan las estanterías destinadas a los best sellers del género-, se encaminan espontáneamente hacia el mercantilismo? En tal caso, ¿se trata de una reacción que debe ser detenida a pesar de ser natural a base de reducir esa presión al máximo como propone el liberalismo a veces sólo con la boca pequeña? ¿O por ser natural, positiva y hasta promisoria, debería favorecerse esa tendencia hasta que todos nos hagamos comerciantes de productos hechos tal vez en casa o por cuenta propia, tal vez venidos de otro mundo... paralelo?
Revel no dice ni una sola palabra de la brutal explotación que se llevó siempre a cabo en las casas de los artesanos, sobre sus propias familias y sobre sus aprendices, del origen delictivo (no sólo por evadir impuestos y regímenes aduaneros) de la inmensa mayoría de los productos que se venden en los mercados negros, de las mencionadas mafias que los organizan, de la corrupción que ese mercado negro extiende entre los policías de diverso rango y otras autoridades en su mayoría locales y próximas a los desamparados... ellos mismos de ese origen y esa condición.
Nada. Nada que empañe la imagen idílica al servicio de la buena utopía. Sólo... "mentiras nobles", como las llamara y defendiera Sócrates y Platón.
He buscado en las obras de los economistas clásicos del liberalismo donde habrían debido mencionar el fenómeno de haber sido significativo para ellos en su época, pero no he podido hallar nada específico. Ni Smith ni Mill mencionan nada que se pueda considerar "economía paralela" o "clandestina" en el sentido en que se la considera hoy. Dos cosas se deducen de esto (salvo que la real sea la tercera: que yo no haya sabido hallar lo que he buscado): primero, que el "mercado negro" sería un fenómeno contemporáneo o poco más, y, segundo, que sus manifestaciones eran consideradas por los clásicos como meras expresiones del propio capitalismo en desarrollo, es decir, que ese mercado apenas si sería parte del Mercado con mayúsculas (lugar de encuentro de la oferta y la demanda, lugar donde se encontrarían el capital y la fuerza de trabajo de libre contratación). Fenómeno contemporáneo, nacido a principios del siglo XX cuya circuncisión se llevó a cabo a los catorce, al tiempo que estallaba esa Primera Gran Guerra "por los mercados nacionales ajenos" como la denunciarían algunos socialismos de entonces. Por esos mercados y, habría que añadir, de paso por todo lo demás... Es decir, a tono con lo que vengo sosteniendo: como producto de la creciente e imparable burocratización y de su repercución en el terreno económico, como observan más fácilmente los liberales por la cuenta que les trae (o sea, a instancias de lo que ellos pretenden defender, aunque sin por ello, ni a pesar de ello, dejar de creer en la posibilidad de un retorno al imaginario edén que realmente no llegó a existir jamás, como documentan claramente Adam Smith y Mill).
Y en este punto se entrelazan las dos cosas: la causa que hace específico al fenómeno del mercado negro y la revelación de las idiosincrasias propias del propio modelo original y por tanto puro del capitalismo "natural"; entrelazamiento que no se puede explicar desde ni en la Economía y que sin embargo pone de manifiesto lo que realmente está detrás, lo que realmente explica toda la Historia Humana con los hechos, lo que inclusive se desprende de la Evolución y del propio carácter de la vida y que, dicho sea de paso, Adam Smith referencia vaga y fugazmente cuando hace algo precisamente de Historia con el eufemismo complaciente de... "desigualdad de fortuna" ("La riqueza de las naciones", Alianza bolsillo, Madrid, 2007, pág. 680). En definitiva: de lo que precede y por ello explica el mercado, la propiedad, el capital, y toda institución humana.
Pero detengamonos a ver un poco más cómo Adam Smith, el fundador de la corriente a la que Revel dice estar adscrito, y a quien la época no lo obligaba a mentir ni a ocultar las facetas menos agradables de las cosas para la defensa de sus posiciones, describía ese mercado genérico. Y observemos cómo esa descripción es suficientemente útil para describir el fenómeno considerado; al menos desde un punto de vista económico, punto de vista justamente que el liberalismo y la Economía Política consideran indispensable y exclusivo para dilucidar la realidad y que, para que conste, constituye a mi juicio la parte más visible de sus errores.
Al referirse a los primeros tiempos del capitalismo, cuando aún convivía sin problemas con el absolutismo -como por otra parte haría muchas veces y hasta en nuestros tiempos bajo otras formas y otros nombres- pero cada vez más dificultosamente a raíz de la burocratización y no de la monarquía, Adam Smith nos cuenta:
"El Sr. Colbert, ministro de Luis XIV (...) abrazó (¡"por desgracia"!) todos los prejuicios del sistema mercantil, por naturaleza y esencia un sistema de restricción y regulación..." (op. cit., pág. 647; el paréntesis lo he puesto por necesidades de reodenamiento abreviado de la frase y sólo los paréntesis son míos).
Un "sistema de restricción y regulación"... que continuó ni más ni menos por ese mismo camino, sin duda obstaculizando la economía espontánea hasta obligarla a clandestinizarse o a volverse paralela... Sin duda a tenor de los criterios de la burocracia (fuese la de Luis XIV o la posterior, la que tomó el poder a caballo de la revuelta popular curiosamente en contra de esa misma burocratización agobiante e insultante -por favor, véase al respecto a Tocqueville, a quien ya más de mil veces he citado-), criterios o más bien seudocriterios que afectan a todo el mundo, incluído al Capital, ese Capital cuyos poseedores, otra vez según el propio Adam Smith: sólo pretenden "la liquidación, en todo lo que sea posible, de la incómoda competencia de esos rivales tan odiosos y desagradables" (ibíd., pág. 644), lo que los lleva, individualmente o en grupo, a solicitar la ayuda del mismísimo Estado (de la burocracia que lo ocupa y que en tanto no ayude o moleste demasiado haya que reemplazar... por otra, en todo caso más... "amiga", más "sensata").
Sin duda...
"...no es necesario subrayar hasta qué punto estas reglamentaciones son contrarias a la tan pregonada libertad individual de la que tan celosos guardianes simulamos ser, y que en este caso es manifiestamente sacrificada ante los fútiles intereses de nuestros comerciantes e industriales." (ibíd., misma página)
Sin duda...
"...en el sistema mercantil el interés del consumidor (esa figura vaga sociológicamente hablando) es casi constantemente sacrificado frente al del productor..." (ibíd., pág. 645)
Sin duda (aunque no siempre en realidad), Adam Smith pone en evidencia su sueño de un mundo feliz orientado relativamente al consumo, acercándose a la figura de Sócrates, el sabio, que bregaba por la "ciudad buena"; y repitiendo para ello la idea del sabio de pretender orientar bien a los dirigentes de su época, ya fuesen productores del capitalismo en desarrollo, ya ministros de Luis XIV. Y poner mordaza a los poetas... y en todo caso al hedonismo al que todo hombre es, lamentablemente, tan propenso...
Evidentemente, autoerigiéndose él y sus amigos más cercanos, en garantía de la virtud y de la mejor marcha de las cosas, eso sí: siempre en nombre de los "desamparados" y en contra de...
"...los ricos (que) están necesariamente interesados en conservar un estado de cosas que pueda asegurarles la posesión de sus propias ventajas." (ibíd., pág. 680)
Sí, Adam Smith y no Marx, era quien así hablaba; Adam Smith, quien, como señala Braun en la introducción a la edición citada, buscaba "un incremento en el nivel de vida del pueblo" y sentía un "intenso recelo (...) hacia los empresarios" que, añade Rodríguez Braun respaldando resignado lo que existe, es decir, la sociedad de la que él vive como empleado bien remunerado y considerado de la cultura: "sólo son útiles a la sociedad en la medida en que compitan ofreciendo bienes y servicios buenos y baratos..." etc. Una declaración sin duda muy... socialdemócrata que se basa en que "Una cosa es defender el capitalismo (...) y otra a los capitalistas" (Estudio preliminar, ed. cit., pág. 15) como él mismo según señala "parece decir" su maestro. Una declaración que une a los cuatro (y a muchos más), Smith, Marx, Sócrates, Rodríguez Braun, salvando por supuesto las distancias, con una cuerda fina llamada intelectualidad. Y que apunta hacia un Capitalismo sin capitalistas como ya he señalado un par de veces o quizás, más exactamente, a un capitalismo con capitalistas supervisados, en todo caso tan contenidos y subordinados al Poder Magistral como, por ejemplo, los capitalistas rojos de China... salvo por el supuesto apriori diferencial de hacerlo no mediante un Partido Comunista, es decir, una organización de burócratas dogmáticos, sino de otra de virtuosos y abiertos teóricos y especialistas modernos; cosas en realidad ambas que no son sino estereotipos imaginarios; sí, en sentido estricto, ambos. Y ambos bajo el paraguas de la libertad y la democracia por necesidades de la propia estrategia mentirosa o por la mala conciencia autoengañosa (1).
La vigorosa ave Fénix del capitalismo... en realidad el simulacro simplificado de éste en el modelo de la Economía Política clásica, sin embargo no es el que existe, no es el que existiera nunca, ni tiene por qué ser sino todo lo contrario el que alguna vez exista. Todas las tendencias llevan en direcciones opuestas en relación con esa utopía en donde los hombres seguirían a rajatabla el guión que aquellos sabios liberales habrían escrito previamente en unas Tablas de la Ley económico-seculares asimismo absolutas, asimismo eternas. Y todo para por fin imponer, si acaso... La Libertad hasta para quien no la quisiera, como decía lúcida y desvergonzadamente Rousseau; una libertad que derivaría mágicamente de un compromiso entre su tendencia salvaje y los recortes racionales que sugerirían los sabios desde su propia lógica (la que tan difícilmente cuesta definir, como bien discurre Bruno Leoni). Se trataría, en fin, de imponer a la naturaleza rebelde o demoníaca, extraña e inexplicablemente corrupta, la virtud, la verdad, lo conceptual, lo formal, la lógica, la razón, etc., en fin: demasiadas más imposiciones que libertades.
Pero, ¿es acaso algo demoníaco lo que hace que los empresarios, grandes, medianos, pequeños o minúsculos, e incluso los meros artesanos independientes, se sientan empujados a evadir las leyes que reducen u obstaculizan por uno u otro motivo sus posibles beneficios y los lleva no a un derrocamiento del Estado ni a su reducción sino a exigir leyes que favorezcan sus negocios particulares? Y al mismo tiempo, ¿lo que lleva a los desamparados a incorporarse a él, es decir, a aceptar sus reglas?
La respuesta me parece inmediata y no tiene nada que ver con influencias surgidas del Averno: lo de toda la vida. Porque eso es en el fondo expresión del único capitalismo que realmente haya existido... y que simplemente se manifiesta tal cual es en los intersticios de una sociedad burocrática cada vez más burocratizada. Un imaginario social, en la interesante y jugosa expresión de Castoriadis, que aflora límpido a su manera y sucio como todo lo que es y ha sido demasiado humano en las catacumbas o cloacas del mercado negro. Que, por cierto, siempre fue y es marginal aunque represente porcentajes increibles de la actividad económica total de ciertos países (el caso somalí podría ser un extremo, y tal vez por eso es mirado con tanta condescendencia por la extrema izquierda del liberalismo). Normalmente, lo es en el contexto mayor de un capitalismo regulado (o sea, controlado por una burocracia que nunca lo sustituye del todo ni lo ha hecho ni en los casos más sonados como la URSS o China... o el Islam, aunque eso les parezca a muchos y a quienes los utilizan con fines propagandísticos o de dogma) que no permite que ese modo de comercio ni esos comerciantes (que los margina en nombre de... el libre mercado oficial al igual que la mendicidad se combatiera, y duramente -penándola con la horca-, en nombre del libre trabajo). Está pues condicionado a actuar como el resto de la economía actúa bajo el paraguas: compitiendo con él en el mismo terreno, el del intercambio.
No es, por otra parte, ni totalmente libre, ni puede prescindir de la burocracia (incluso convenientemente corrupta), y manifiesta en su seno las peores maneras mafiosas, engañosas, monopolistas, etc., de las que se acusa a los capitalistas o empresarios desde Adam Smith y en adelante. Lo que demuestra en todo caso la forma más pura o primigenia de capitalismo (un tanto a imagen de ese primer mercantilismo que dio precisamente lugar con su desarrollo a lo que hoy debe llamarse capitalismo burocrático).
El mercado legal incluye ilegalidades sistemáticas, incluso la legalidad es usada para legitimar actividades espúreas.
¿Qué otra cosa pueden hacer pues, sino competir con el mercado oficial que ya ha impuesto su propio imaginario?
El capitalismo, cuya producción no es principalmente, como sostenía Smith, justificable en tanto que producción para el consumo (y menos para los consumidores, como extrapola Revel escorando hacia la izquierda), tiene, como todas las sociedades que se sucedieron a lo largo de la Historia, como toda la actividad humana de sus grupos particulares, la dominación, el poder, sea este real o imaginario, haya podido realizarse o apenas ser soñado. Y por eso existe y es a veces predominante, la producción para la destrucción, la producción para la guerra, e incluso la que Adam Smith califica desde una óptica más moral que económica de improductiva.
Lo que nos lleva enteramente fuera de la Economía... en la que en el fondo nadie cree; la que, en el fondo, no es sino una múltiple coartada.
Sí, eso pienso por fin, que el problema en realidad, está pues, como lo está de por sí toda la Historia humana, fuera de la Economía. Y que sólo desde otro ámbito puede darse cuenta del mismo evitando las utopías, las falsas, impostadas o inconscientes ingenuidades, todas nacidas de un apego material al lecho de rosas en el que descansamos, o nos lo parece.
La "conducta económica de base" de Revel y de todos los economistas liberales no es sino... la voluntad de supervivencia. Es ese instinto primario, vital, animal y humano, el que busca el camino para realizarse, tanto mediante la propia adaptación del individuo como mediante la del entorno. Es ese instinto el que en un mundo dado, donde las posiciones están previamente ocupadas, donde los desamparados buscarán una vía para obtener sus medios de supervivencia, aceptando la esclavitud relativa o la superexplotación, escogiendo las diversas sendas de la criminalidad, la corrupción o la prostitución, o hallando una manera de competir en los términos de la sociedad instituida mediante un sucedáneo de esta que es la economía paralela o... ilegal.
Y esa ocupación previa de las posiciones, posiciones sociales obviamente, socialmente legitimadas, posiciones por tanto explicadas por todos los actores de manera limitadamente racional (o ideológica) y en última instancia irracional, la que debe ser explicada como resultado del tiempo y de la sucesión de hechos históricos, cosa que no es, no ha sido nunca, ni puede ser capaz de explicar la economía en su propio terreno. Y que en última instancia se refiere a La Fuerza, a la dominación física, al resultado de la lucha de unos grupos contra otros por hacerse con esas posiciones que le permiten sobrevivir, dominar en fin el mundo a través de otros hombres tanto como de los animales, la tierra, en fin, la naturaleza entera, o... lo exterior a él mismo, a su propia y reducida humanidad.
La distribución de la riqueza (y obviamente su redistribución, así como su apropiación originaria), se produce y se produjo en realidad (y los dos grupos lo saben en la práctica aunque lo oculten también a cuento de la vergüenza ante la propia animalidad) mediante la dominación previa de unos grupos sobre otros. Es decir, de un modo político en el sentido clásico del término. Esto, que se solapa con el establecimiento progresivo de una ideología dominante, de una concepción mítica de la sociedad a la que se llega... socialmente, que conquista una posición psicológicamente dominante, pone de manifiesto que lo primero es... el poder y no la pureza conceptual, la teoría o el diseño imaginario previo de la utopía, como se prefiera. Y por eso, el futuro no se puede deducir de leyes económicas inmanentes... que no existen por encima del mundo ni deambulan per eternum en una fantástica Caverna.
Es más, la definición de riqueza, los objetivos de creación específica de la misma, sus métodos de obtención, acumulación y reproducción... están determinados por el signo de ese poder y de esa fuerza, de esa dominación, dominación que todos en mayor o menos medida acatan y a la que se someten incluso sin necesidad de una presencia coercitiva sistemática (2).
¿A qué si no se refería Adam Smith mediante el eufemismo mencionado antes, que justamente asoma en la breve y sin duda tímida apelación a la Historia pasada (antes de, por decirlo de algún modo, el inicio propiamente dicho o dominante de la Economía)? "Desigualdad de fortuna"... ¿qué es sino suerte hereditaria, suerte en la conclusión de batallas e invasiones, suerte en la capacidad del propio grupo sobre los demás... mejor fortuna inclusive en el proceso de selección natural que diera como resultado... mejor sangre, más inteligencia, más astucia...? Y ¿para que otra cosa que para dominar al otro aprovechando una u otra facultad?
Y es que no hay otra forma de explicar el nacimiento sin duda decisivo de la propiedad privada (en general incluso), es decir, su legitimación jurídica como resultado de una acción de fuerza favorable, y... lo que deriva tanto el liberalismo tras escamotearlo como el marxismo al que ello le permite construir su pretensión de "recuperarla" para el pueblo trabajador y de ese modo para la "humanidad toda". Una inversión y extrapolación que será también justificada mediante la Económica (teoría del valor-trabajo, del que se excluye o ignora el de la naturaleza; "teoría de la plusvalía" en fin que permite al marxismo reclamar, en nombre del proletariado ,"su creador", y por este medio... para sus representantes constituidos en Estado (la "dictadura del proletariado"), el derecho natural al usufructo exclusivo de ese sobrevalor que indudablemente habría de incluir... el producido por los demás creadores (los animales, la tierra...) que, ciertamente, ¿a quién le importaría?, y del que se debería descontar los costes, entre otros los de esa representación, los de ese Estado, los de esa dictadura de clase, y los de su inevitables irracionalidades consecuentes, es decir, los que resulten de la aplicación de su propia y legitimada Fuerza contra todos los demás incluyendo a campesinos, obreros y soldados...
Smith lo señala o lo reconoce aunque puede sorprender a muchos y otros sigan corriendo un tupido velo o ignorándolo por poco relevante o tautológico, y por ende, innecesario para definir la cuestión y dirimirla. Refiriéndose al capital agrícola, dice:
"...no sólo son trabajadores productivos sus peones, sino también su ganado de labranza.. Además, en la agricultura, la naturaleza trabaja junto al hombre..." (íbid., pág. 464)
¿Qué quiere decir esto que Adam Smith comenta sólo de paso, sin darle particular importancia ya que de por sí se la daban sus oponentes teóricos de la fisiocracia y en cualquier caso nadie ponía ese origen natural del valor y de la riqueza como sin embargo se ha puesto luego en duda o se abandonó a manos del marxismo, otorgándole así legitimidad adicional, corriente intelectual a la que también sólo parecía importarle el hombre?
¿No habrá que reconocer pues que de derecho natural nada y que todo grupo puede reivindicar el mundo como de su propiedad y/o usufructo, apropiarse del mismo por la fuerza y/o el engaño y armarse por fin y si hace falta de un cuerpo legal que legitime los hechos...?
El problema está, pues, no en la idílica racionalidad intelectual que ha creído una y otra vez encontrar el paradigma del futuro que le permita legitimarse en el presente, sino la realidad humana que se caracteriza por la desigualdad en el desarrollo de las capacidades individuales, el grupalismo a través del que puede ponerlas en práctica y la lucha por la supervivencia mediatizada por los resultados que sus acciones para realizarla han ido construyendo, tanto reales como imaginarios. El problema tiene por ello que ver principalmente con lo que se entiende por Poder Político, con lo que se entiende por supremacía mediante la coacción. Y por ello es que hemos evolucionado tal y como lo hemos hecho. Por ello es que las utopías se construyen y a la vez no se pueden instaurar. Por ello es que el mundo tiende a funcionar cada vez más en atención a esa instancia y volvemos como atraídos como por un imán hacia formas políticas que persiguen el poder y la fuerza por el poder y la fuerza, que hacen evidente que el lenguaje fue en el fondo siempre, aunque cada vez de manera más evidente o descarnada, instrumental.
Fue esa fuerza (que dio a unos más fortuna -por suerte- que a otros) la que dirimió las diyuntivas, produjo los atajos, impuso la coerción, justificó la locura y el horror, obligó a la servidumbre y a la traición, al engaño y a la trampa, al trabajo y al robo... y a muchos los hace mirar hacia otro lado y a dejar hacer... Esa fuerza es la que está detrás de todos los famosos contratos sociales o los armisticios, y no la racionalidad ni a la lógica. Contratos que unos definen hasta el máximo de lo posible y otros se ven obligados a aceptar apretando más o menos los dientes. La fuerza que se disfrazó incluso más de una vez de Necesidad Liberadora cuando no de imposición divina o de Moral Universal. Una fuerza que creció efectuando simbiosis horizontales que dieron nacimiento a significaciones que acaban pareciendo otras cosas, con el comercio y la justicia, con la nobleza y la moral, con la sabiduría y la cultura... Fuerza no obstante que se desboca en el límite y que cada vez se ha hecho más descarnada, menos necesitada de una explicación sustancial, más insignificante y vacía pero más exclusiva y determinadora. Un verdadero virus que va vertiginosamente de mutación en mutación tan sólo para perpetuarse como lo que siempre fue, esto es, para nada de nada.
Este artículo propone sin duda un enfoque diferente que está lejos de haber llegado a los detalles. Sería de agradecer que tratando de no repetir viejos dogmas aprendidos o legados, se señalaran sus debilidades.
* * *
Notas:
(1) Vale la pena repetir aquí lo que nos recordó muy honestamente Carlos Rodríguez Braun recientemente haciendo gala de su idiosincrasia y de sus propias preferencias:
"...Adam Smith ya nos enseñó en el siglo XVIII que los empresarios no son liberales, y que aprovechan cualquier oportunidad para no competir, reclamar privilegios y conspirar contra el público."
No es extraño que la realidad lleve a intelectuales como él de regreso a la melancolía (como tantas veces a lo largo de la Historia del Eterno Retorno, según documentó suficientemente Lepenies) y acabe atrincherándose en la excentricidad o la rareza, como él mismo declara:
"En fin, ahora se ve que los liberales no somos más que una minoría de raros que defiende la libertad. Y se ve que sus defensores meramente oportunistas o circunstanciales pueden convertirse en sus enemigos".
...aunque no por ello dejando de sacarle a esa rareza algún partido...
(2) Como bien apunta Cornelius Castoriadis en su estudio de 1981 del régimen soviético:
"La parte invisible del poder -y la más importante- esfinalmente la que actua sin tener necesidad de actos específicos para manifestarse. Durante mucho tiempo, la Iglesia no tenía ninguna necesidad de tomar decisiones ad hoc para que se construyeran iglesias, ni de enviar a gente de armas para que se le pagaran los diezmos. La misma sociedad se adelantaba a lo que la iglesia deseaba." ("Ante la guerra. Las realidades", Tusquets Editores, Barcelona, 1986, pág. 288)
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Adendum del 12-6-2009:
Debo corregir en parte lo que escribí en el post acerca de las inencontrables citas al "mercado negro" por los clásicos y en concreto por Adam Smith. En el post yo decía:
"He buscado en las obras de los economistas clásicos del liberalismo donde habrían debido mencionar el fenómeno de haber sido significativo para ellos en su época, pero no he podido hallar nada específico. Ni Smith ni Mill mencionan nada que se pueda considerar "economía paralela" o "clandestina" en el sentido en que se la considera hoy. Dos cosas se deducen de esto (salvo que la real sea la tercera: que yo no haya sabido hallar lo que he buscado)..."
En efecto: no supe hallar lo que buscaba ni leer que en las referencias a la usura por parte de Smith se estaba haciendo de hecho mención al "mercado negro" (MN), en concreto al financiero. Lo cierto, es que ya en la época de Adam Smith existía el "mercado negro" al que sin embargo no se consideraba de la manera en que se hace hoy, tal vez por su marginalidad fácilmente asociable a "lo moral", tal vez porque en Smith no fuese tan "necesaria" la defensa de los apriorismos en tanto no había nada "más a la izquierda" del liberalismo. También, sin duda, ya entonces fue asociado a la intervención burocrática, aunque quizás entonces se previera más fácilmente "controlable". Dejaré esto aquí simplemente apuntado para tratarlo más en detalle en mi próxima entrada 3-b de la mencionada serie sobre el Liberalismo y su carácter intelectual, entrada que dedicaré más específicamente a la Economía Política y a sus limitaciones. De todos modos, las "dos cosas" que deducía en este post acerca de la manera de ver el MN en los comienzos de la Economía Política, no son del todo erróneas, aunque deben ser matizadas y precisadas.
Por fin, quiero añadir aquí un enlace a una reseña en la que se dejan datos interesantes que vienen muy a cuento (más allá de ilustrar hechos históricos reveladores acerca del mundo financiero) que retomaré en la entrada prometida.
Por fin, quiero añadir aquí un enlace a una reseña en la que se dejan datos interesantes que vienen muy a cuento (más allá de ilustrar hechos históricos reveladores acerca del mundo financiero) que retomaré en la entrada prometida.