Hasta no hace mucho, existió la posibilidad de morir luchando por la Justicia (que es una dama -o amo- amada/o y como tal idealizada/o, es decir, imaginada/o a gusto del soñador/a), aunque con la especialización e burocratización de la violencia (cuerpos especiales y profesionales mediante) y la marginación prácticamente total del enfrentamiento físico personal con armas de cortísimo alcance, como las espadas y otras armas blancas, aquello resulta imposible hoy.
Y al ser reducida, me atrevo a decir, a cero, quienes se sienten obligados a entablar una lucha de aquel calibre (por la Justicia) se ven obligados a buscar otras alternativas, aparentemente menos nobles según los cánones heroicos que siguen perdurando en el imaginario colectivo (y que fundamentalmente son idílicas, tergiversaciones románticas), alternativas cada vez menos revestidas de aquel viejo ropaje heroico de coraza y espada que tanto nos sigue impresionando en la literatura o en el cine, donde se sigue explotando gracias a que aún tiene mercado.
Por eso, pienso, se opta y se optará cada vez más en esos casos por la huelga de hambre hasta la muerte; un arma que no deja más opción al Poder que difamar al huelguista, porque acabar de matarlo definitivamente... ha perdido sentido ya que la propia víctima se ofrece ahora para completar su ejecutación. ¡Y esta es la fuerza contundente de la medida: arrebatarle el arma al verdugo para ponérsela en la propia sien!
¡Claro que ya tenía que inventar la trampa el Poder tacticista con ayuda del marketing político y meter su zarpa como en todos los demás significantes, ya sean los del pasado como los nuevos que recreamos desesperadamente! Como hizo al distorcionar ese instrumento de lucha mediante la escenita que se montó en nuestro país, donde La Justicia no sólo brilló por su ausencia sino que se volvió todo lo contrario de sí misma, al menos para el sentido común, ¡en connivencia tácita o formal con un falso héroe y con sus simples seguidores!; me refiero, claro, al numerito de las "razones humanitarias" que sólo puede comprenderse como uno de los muchos actos de la inacabada y prolongada obra de quienes no ha dudado ni una vez en hacer uso, entre otras cosas, hasta del terrorismo que dicen combatir -sin duda a cambio de algunas concesiones útiles para seguir reinando, para el sostenimiento maquiavélico del poder, descarnado, desvergonzado y para muchos cada vez más indignante, como el que hoy nos gobierna, aquí entre otros muchos sitios de manera cada vez más habitual (y perdón por el inevitable uso vulgar del nombre de Maquiavelo-). ¡Ay esa zarpa bruta del histriónico y desaprensivo nuevo Midas, que todo lo vuelve del revés!
Pero así están las cosas en estos tiempos de mediocridad más que extrema -por comparación-, ya que la mediocridad -como lo ridículo- no forma ya parte de lo más novedoso del mundo del hombre y de la vida , a pesar de lo que se pueda y se quiera seguir soñando... Tan sólo, diría yo, ha llegado a ser hoy plenamente institucionalizada, aceptada, generalizada, democratizada, popularmente aplaudida y emulada.
Y en estos tiempos, hay que reconocer, valorar, y defender de la difamación, el coraje de algunos seres humanos que han salido a retar al poder con la sola arma de su propio cuerpo expuesto. Un poder cuyo mozaico de camarillas actúan con una impunidad desaprensiva y un abuso vergonzoso que lisa y llanamente desespera en cuanto se permite una cierta sensibilidad, sin otra justificación que la fuerza bruta de la que disponen y han construido paso a paso hasta que ha sido "demasiado tarde" (y que nunca llega a ser exclusivamente material). Todo ello aprovechando en primer lugar la debilidad interna, tanto real como aparente, con la que se encontraron en un momento oportuno y que desde un principio lograron mantener y reproducir. Y asimismo, en segundo término, aprovechándose de la debilidad externa... o extranjera: la del resto del mundo donde se sostienen los mismos intereses y concepciones de dominación opresora, sea de hecho, sea de derecho. Me refiero, claro está, a los gobiernos del resto del mundo que no hacen ni harán nada definitivo porque sueñan con establecer o ya han establecido el totalitarismo en su propio territorio.
¡Fariñas, puede que tu muerte llegue en vano, que la esperanza te ciegue y te perviva, pero harás bien en entregarla de esta manera antes que claudicando! ¡Estoy contigo, con los que te precedieron y con los que están preparados ya para seguirte! ¡A fin de cuentas, tú vivirás la muerte y más allá de ella mientras tus enemigos sólo viven su miseria!
5 comentarios:
Así es: también a mí me parece sublime comprobar cómo alguien corre hacia su propia muerte -dando la espalda a la comodidad y a las prebendas posibles - como única alternativa a la servidumbre.
Absolutamente de acuerdo en esto, y añadiría que asqueado por las manifestaciones de personajillos que pretenden enarbolar la pancarta de la "Cultura" y repiten una vez más la parodia del intelectual ciego ante los crímenes de lo adornado por el bello y terrible adjetivo de "comunista"...¡Ay!, ¡el fetichismo de las palabras otra vez!
Un saludo
Me satisfacen las coincidencias, Borja. Esa "única alternativa" como decimos es digna de estudio y de ello salen muchas conclusiones interesantes a mi criterio. Es por una parte de lo más kafkiano: con ella se le arranca de las manos al poder la propia arma que pretende tener por antonomasia y en exclusiva: la represiva. El arma se niega a sí misma precisamente porque sigue apuntando al mismo corazón y pretendiendo lo mismo: acabar con el disidente. El pder está así maniatado y sólo podría responder con un asesinato preventivo para evitar un asesinato por omisión. ¡Es genial por ese lado!
Por otra parte: ¿has visto cómo los apoyos al huelguista adolecen de vacilaciones y cómo todas pueden referenciarse a esa convicción de todos de que el poder al que se aspira deberá también contar con métodos coercitivos... en todo caso "menos crueles"...? Todos sienten en el fondo que lo que desean obliga a seguir caminos similares.
En fin, es tremendo lo que ese "último" recurso como "método" de lucha pone en evidencia...
Seguiremos hablando del tema.
Un saludo.
(Olvidé esto, Borja: borro si no te importa la repetición y el aviso que me mandaste)
Siempre he respetado a los que ponen su vida en la balanza.
Yo sin embargo no respeto a todos lo que hagan eso, y por supuesto menos cuando hacen el paripé en una entente concertada con los gobernantes de turno... Pero aún poniendo en riesgo la vida, un héroe de por sí no me inspira nada. ¿No la ofrendó Hitler, acaso? La heroicidad no es para mí un valor. Es más, lo que siento en este caso es pena por el ser humano en tanto ha tenido que llegar hasta este extremo, hasta esta forma de chantaje (en el fondo lo es) en la que la contrapartida es el deterioro de la imagen del enemigo ante fuerzas tan penosas como el combatido en particular... Si lo pensamos, lo que hay es ni más ni menos que el absurdo inconsecuente... Y todo porque el Poder es cada vez más desvergonzado, porque no vacila en mostrarse bajo y cruel, descarnado y miserable... diciéndose y diciéndonos: "para eso estoy".
¡Ay, en la medida en que más lo desmenuzo más lo tengo claro (si es que haya algo así)!
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