Mi tesis, varias veces trazada, es que está donde ya estaba y como estaba: en todas partes y fragmentado en muchos pueblos que se autoasignan en exclusiva no sólo ese carácter sino la mismísima condición humana. Todos sintiendo repugnancia (o "vergüenza", por ejemplo) hacia los demás por sus conductas y orientaciones. Todos bajo el peso de esa Polis Ciclópea que la humanidad ha ido construyendo paso a paso y era a era y de la que resulta imposible escapar... al menos mientras sus muros no se derrumben por sí solos, mejor dicho, gracias a la inoperancia inevitable que nos impone cada vez más ese peso insoportable; ese peso contra la que gritó sin pausa la literatura occidental que, desde la tragedia griega, descubrió tras el capricho de los dioses, esa Roca monstruosa que crece cada vez que sube y baja y sube en el mito de Sísifo al que nos hemos en realidad encadenado.
Pues ayer, según entiendo, no sólo no estaba el pueblo (por todo el pueblo, y, sin duda por mi parte, por los "representantes del sentir del pueblo") en Puerta del Sol y en los demás campamentos de "indignados" del mundo, ya sea participando como haciendo turismo sociológico, safaris fotográficos o reviviendo viejos tiempos, sino que, en atención a su indiscutible número (icono por antonomasia de la sacrosanta democracia formal que últimamente unos y otros piensan poder "modificar desde dentro") estuvo, ni más ni menos que... votando.
Sí, se atribuya a una u otra causa la opción por el arma electoral por la mayoría de las diversas fracciones sui generis del pueblo (en lugar de la única contraria posible que implica ignorar radicalmente la convocatoria) elegida por los que votaron a los partidos en presencia (sin alternativa: "tradicionales" y, según la Ley, legítimos), lo indiscutible es que fueron algunos miles de veces más en número, es decir, millones y no decenas de miles, que los que seguían y aseguraban que no pensaban dejar de seguir las evoluciones y propuestas de los "indignados acampados" que reeditaron esos kibutz sui generis ciertamente no autosuficientes ni socialmente alternativos. Incluso, consta que el porcentaje de participación global fue superior al previsto y superior al de anteriores actos electorales de su tipo. Estos son "los hechos". Y el black out informativo cayó sobre los últimos en todos los medios bajo la forma de muchos miles más agitando banderas del PP ante la sede del partido en Génova y otras ciudades... prácticamente todas las capitales de casi todas las comunidades de España. Los Sócrates posmodernos (con perdón de Sócrates y de Platón) volvían así a ser condenados a pasar a la posteridad por el camino de la frustración y de la rabia: ¡en el fondo, fondo en un doble sentido, confiaban que iban a evitarlo, que cabalgaban sobre una ola que volvería a "conmover al mundo", y en más o menos "cinco días"... en todo caso, en siete!
Claro que no todos los votantes merecen ser considerados "pueblo" (todo ello por pura definición). Yo excluyo, por ello, a los gobernantes efectivos y potenciales y a sus leales militantes seguidores, es decir, a una buena parte de aquellos a los que se vituperaba en Sol y que en buena medida engrosaban cuando no eran los únicos que agitaban las banderas azules del triunfo electoral.
En segundo lugar, debo suponer que no todos los votantes estaban indignados y, en todo caso, los que sí no lo estaban por igual ni por lo mismo. Entre aquellos que no eran militantes había sin embargo amigos y beneficiarios directos de la redistribución zapaterista no podían sino desear que todo continuara como estaba (Mr. Botín o Mr. Garzón son ejemplos de primera), e incluso clientela electoral propiamente dicha (posible, por qué no con tanto paro pero también con tanto pícaro). Por otra parte, no todos los que estábamos y en parte seguimos indignados apuntaban/apuntan/acusan/acusaban a los mismos "culpables" ni les deseaban el mismo "destino". Por fin, también es indudable y debería ser reconocido, que quienes fueron a votar y en particular los que votaron "contra ZP" constituían la mayoría del pueblo y que, salvo que se los considere "equivocados" o "traidores", así debe ser para empezar; es decir, se les debe reconocer a todos ellos/nosotros el derecho de sentirse/sentirnos "pueblo"; sea como sea, el "pueblo" es el conjunto de los que no gobiernan ni componen aparatos capaces de gobernar, incluidos los aparatos complementarios del poder como los partidos, los sindicatos, los lobies, las fundaciones, los pools de consejeros y de expertos en marketing político, los consejos de administración de las grandes empresas, las organizaciones de jueces y de otras corporaciones, los centros que administran la cultura universitaria, las iglesias y otros menores pero efectivos hoy en día. Todos ellos se estructuran siguiendo el modelo de la pirámide burocrática y sus reglas de lucha interna por controlarla (por cierto, cada vez más similares a las de la mafia en muchos de sus aspectos y acciones limítrofes).
Pero, hecha las apropiadas salvedades, hubo indiscutiblemente una mayoría del pueblo que eligió el voto para manifestar su indignación, incluyendo a una parte sea cual sea de los acampados, como ellos mismos sugerían que era "lo mejor" a hacer. Y, repito, en un porcentaje superior al previsto. Y dándole una mayoría a los candidatos que se presentaban bajo las siglas y los colores del PP, los más malos malísimos de la película... Esto hay sin duda que explicarlo y de los hechos deben sacarse conclusiones (en lugar de recibir encima los diversos moldes dogmáticos en los que los quiere hacer calzar a cualquier precio).
Así, pueden agruparse en dos maneras gruesas las explicaciones del acaecimiento (¡y esto define por sobre todas las cosas a los propios atribuidores de causas, yo incluido!).
1) Un conjunto explicativo lo componen aquellas narraciones en las que se atribuye al pueblo el remanido "aborregamiento", la "locura" o "alienación", la "estupidez" congénita o adquirida, cosas todas que no perseguirían compensación alguna, que se harían por amor al arte o en nombre de falsas expectativas o gustos superficiales de diverso tipo (los del estilo de los "¡qué simpático!", "¡qué guapo!", "¡qué serio que parece!", etc., etc.), esto es, a motivaciones "psíquicas" o "imaginarias", "morales" o "estéticas", fisiológicas o supuestamente inducidas con alguna técnica de "lavado de cerebros".
En esta línea se ha situado siempre la intelectualidad y los filósofos, que ya desde sus primeras expresiones consiguieron ser condenados por el pueblo (de Atenas) aunque más no fuese con risas en respuesta a sus llamamientos a la lucidez abstracta (como cuenta Zaratustra). Y en esta línea permanecen anclados los herederos de su siembra, hoy productores de slogans y digestos formados para esto en la educación pública (y privada) de hoy en día y reforzada por los medios actuales de comunicación masiva, slogans y digestos con los que la burocracia política alimenta su agitación y propaganda desconcertante e histriónica (cada vez más complementaria), en connivencia, todo hay que decirlo, con la debilidad creciente del "pueblo" (no "mental" ni mucho menos, sino operativa).
Precisamente estas afirmaciones me sitúan en cierto modo en el campo de "la filosofía" de la que a la vez pretendo renegar, es decir, no me permiten dejar de ser quien soy en este mundo. En cierto modo, caigo yo mismo en atribuirle al pueblo una debilidad a fin de cuentas idiosincrásica y sistemática si no congénita. En cierto modo, caigo en el diagnóstico típicamente intelectual y grupalista de los que se atribuyen a sí mismos una superioridad incondicionada, absoluta, capaz de dar a sus juicios el carácter de Verdad sin paliativos. Es, sin duda, parte de la manera humana de pensar y de vivir y en particular de aquellos que sentimos la facultad reflexiva, muy entrenada o muy degradada, sólida o líquida, moderna o posmoderna, como nuestra mejor arma (en este sentido, impera alguna confusión narcisista que lleva a los productores de slogans y hasta a los repetidores de consignas con variaciones a creerse en posesión de tales armas... siendo en muchos casos que ellas sólo aparecen, encubriendo en realidad las verdaderas... que deben ser identificadas como meros recursos retóricos de alcance táctico). En fin, resultados de la democratización real.
No obstante, en mi descargo relativo, debo señalar que existe una diferencia entre mi diagnóstico de debilidad y los realmente peyorativos. En primer lugar, porque yo considero que esa debilidad, que se manifiesta de una manera en unos casos (el pueblo) y de otra en otros (la intelectualidad en sus diversos grados, los burócratas de diverso escalafón, los delincuentes, los excéntricos, etc.), es un signo que caracteriza a los seres humanos en su conjunto y no sólo a ciertos grupos, que es congénita a la especie, ya que nace como contrapartida de un cerebro grande que debe ser protegido, como decía Kant, sin contar ni con uñas, ni con garras ni con dientes...
Lo que yo simplemente sostengo es que esa misma debilidad es la que, tomando formas diferentes, se manifiesta tanto en la Puerta del Sol como en las urnas, tanto si se vota a uno de los grandes o a uno de los pequeños, en blanco o con un exabrupto, e incluso no votando, delinquiendo o automarginándose, incluso suicidándose, pero también... gobernando sin otro imperativo que seguir haciéndolo al precio que sea, degradando con su práctica el significado de lo maquiavélico... y desintegrando el pensamiento hasta tal punto que ya no queda ni siquiera lo ideológico. A mi criterio, en fin, la marcha que emprendió la humanidad fragmentada en manadas autosuficientes abriendo en la selva de la realidad y del tiempo la senda de la formalización de esa fragmentación en un sentido ya no horizontal sino vertical, es decir, interior a las sociedades sedentarias que se comenzaron a edificar en torno a sus propias letrinas (remito al respecto a Armas , gérmenes y acero, de Jared Diamond, para más detalles), tuvo su origen en el desarrollo inevitable de un instrumental neurológico producido por la evolución y cimentado gracias a su eficacia supervivencial, un instrumental cuyo desarrollo incipiente exigía cada vez menos poder para las armas alternativas de tipo corporal propias de los demás mamíferos: el cerebro humano, donde pudo emerger la autoconciencia con toda la carga trágica que ello conllevaría en base a la imposibilidad para ser consciente del mundo sólo es decir: autoexcluirse.
Esa debilidad estructural explica la habilidad y el entrenamiento inevitable del hombre, de todo hombre, en la mentira. Y la predisposición a planificar y justificar la dominación del mundo mediante todo lo que este le ofrece, los demás hombres incluidos. Explica la grupalidad (remito al respecto a El mito de la educación, de Judith Rich Harrris, para más detalles) lo cual exige, para la propia solidez del grupo, de su constitución y su consolidación, que sus miembros construyan un cuerpo identitario propio que los diferencia de los demás grupos de manera y para consumo interno (remito al respecto a El Levítico como literatura, de Mary Douglas, donde describe la gestación y consolidación de un caso particular muy significativo para el curso de la Historia humana).
En todos los demás casos que indudablemente critico y señalo como ideológicos, apriorísticos y/o dogmáticos, se acusa de debilidad a los otros desde una autoafirmación de supuesta superioridad o fortaleza. Y no sólo se esconde en ello el autoengaño/plan-engañoso típico sino que se hace sin derecho alguno, es decir, con tanto derecho como los grupos opuestos emiten el juicio propio. Ninguna de estas conductas espontáneas conducen a la explicación del mecanismo. Para ello se requiere un enfoque antropológico que toma lo que se manifiesta como un resultado y escarba en la realidad recogiendo las huellas registradas.
Desde esta perspectiva, observamos la inconsistencia de las acusaciones entre los diversos bandos y las contradicciones en las que caen las diversas narraciones elementales que se tejen defensivamente. La trampa del lenguaje que trastoca los significados impone la última o más extrema encerrona. De repente, "las izquierdas" deben considerarse "derechas"... y si se extrapola seriamente, no quedan nada que encaje en el conjunto conceptual de las primeras... De repente, "democracia real" pierde su único sentido, el político (que incluyó desde su fundación a los esclavos u otro tipo de marginados interiores, establecer las reglas de juego entre los opresores y dominadores y entre estos y los diversos estamentos interiores aliados para repartirse los resultados de la explotación del mundo y de los demás, y servir como fórmula identitaria y justificatoria ante las diversas sociedades vecinas opuestas -Esparta, por ejemplo, en relación a Atenas-). De repente, se vincula a "la justicia universal", o sea, "absoluta", la obligatoriedad de los "no-reprentantes" que "nos indignaban" de "representar" a quienes, "infantilmente" en última instancia, creen merecer que se les entreguen cierto monto de migajas... ya que "todo el poder" (el de "los soviets", el del "proletariado", el de "la imaginación"...) se ha descubierto intuitivamente que será... imposible de alcanzar... por lo que se renuncia a ello con la conciencia de los resignados. Etc. El lenguaje impostado no está indudablemente en concordancia con las realidades... cumple hoy en demasía con una función teatral en vivo, que imita en lo posible al Gran Hermano, y con los únicos fines o metas hoy posibles, los tácticos. Estos tiempos "de penuria" han alcanzado la frontera en que ya no pueden levantarse mitos de ninguna índole: se abre cada vez más la brecha de la desesperanza, es decir, de la vertiginosa disolución de las pequeñas esperanzas.
2) La otra manera de ver las cosas, la manera antropológico-genealógica, atribuye una intencionalidad contante y sonante a todos los seres humanos (los hace animales humanos o... superanimales, y no superhombres por encima, de nuevo, de otros hombres). Define no sólo a los burócratas, leales y amigos, sino al espectro entero de la población que va desde los "sabios" hasta los "incultos", desde los "estudiantes" a los "trabajadores", desde los que "viven de esta sociedad" a sus "marginados" de todo tipo, voluntarios o no, delincuentes de hecho o de derecho; desde los que consiguen o procuran conseguir un precio, en dinero, privilegios o seguridades por su trabajo, su vida, su cuota de consumo artificial y hasta por su voto... hasta los que consiguen o procuran conseguir meras y posibles perspectivas de mejora pecuniaria a consecuencia de los resultados de sus pequeñas acciones "dentro del sistema" o, en todo caso, "dentro de los marcos imperantes", es decir, los que responden a una motivación "materialista" u "objetiva" edulcorada o engalanada para que sea más digestiva en relación a las "buenas costumbres" adoptadas o aceptadas.
Desde esta perspectiva, se hace muy natural y humano que la mayoría de los ciudadanos hayan optado por el más cómodo e inmediato medio para sacarse de encima lo que más próximamente y más candentemente producía indignación y dolor, que era indudablemente y no proyectivamente, Alí Zapatero y los cuarenta sin escrúpulos. Se habían convertido por méritos propios en la encarnación viva de la "mentira desconcertante" (remito a El país de la mentira desconcertante de Ciliga para contemplar un paralelo olvidado), de la opresión politica y del pillaje extremos de carácter típicamente burocrático, corrupción extrema y desvergonzadísima incluidas, de la invasión tiránica del Estado sobre la base de un uso discriminado de leyes y mecanismos legales que formaban parte de las reglas establecidas en común entre todos los burócratas para la concreción y resolución de sus luchas por el poder -lo que no sólo da lugar a una enfrentamiento interno, sino a una discriminación que sufren cada vez más ciudadanos en la medida en que menos hay para repartir, etc., etc.
Esto ha llevado al panorama visible y a los hechos palpables, y esto sólo se puede ver si se enfocan las cosas como laas he enfocado (a grandes rasgos, claro, o a modo de borrador de una trabajo de elucidación más de detalle, más pulido, más completo, que tal vez se pueda hacer... y tal vez sea... ¿interesante?).
Entre otras cosas, permite entender esta "debacle socialista" y ciertos pequeños atisbos de "nuevas maneras" que tal vez sólo sean "nuevos engaños tacticistas"... aunque "cuando el río suena..."; me refiero a esos aires de "seriedad política" que aparecen en los discursos de los vencedores electorales, tal vez un síntoma de que, al menos, aunque sea en una pequeña dosis, la llamada "derecha española" (ya he dado a entender de hecho que hacerlo así responde a un lastre oscurantista de doble filo, ya que el PP es en lo fundamental una agrupación burocrático-política más, relativamente heterogénea y aglutinada detrás de unos colores diferenciadores circunstanciales)... se trasmute en unas maneras un tanto... -como decía un amigo mío- "escandinavas" que al menos incluirían guardar las formas hasta hacer de la burocracia standard casi una insulsa y aburrida tecnocracia, quizás menos propensa a verse envuelta en escándalos de corrupción que en escándalos sexuales). Algo que de todos modos no pasarían de ser anecdóticos, ya que todas las piezas del mecanismo no podrían evitar seguir igualmente entrampadas, esto es, atrapadas por sus propias leyes. Por otra parte, al no producirse en la medida reclamada por sus electores, llevarán a estos igualmente a la frustración y la inoperancia, ya que, aunque "de derechas", ellos también están condenados a caer en esa perspectiva que amenaza a todos. En cualquier caso, creo que esta vez, en las actuales circunstancias, la mayoría de esos electores, "indignados" según su propio "estilo de pensar", no perdonará nada que sea de verdad un nuevo "pasar página", un "mirar para otro lado" y un "tapar las vergüenzas" de los que quisieron arrinconarlos "para siempre". Y no digamos si se comportan exactamente como ellos y tan ostensiblemente. Ni siquiera creo que guste, ni en nombre de "la crisis" tan socorrida, que se proceda a la formalización de un "Gran Pacto de Estado" (ni en pequeña escala, como los que sí veremos) de mutua conveniencia que incluyeran todas esas traiciones, esas prácticas de casta o corporativas... que no dudo, como he dicho, que se llevarán a cabo (refrendando mis tesis), ya que, en realidad, es cierto que "no nos representan" o, mejor dicho, que sólo se representan a ellos mismos.
Lo que está bastante claro en cualquier caso, aunque no haya sido aún formalmente abandonado y pueda tan sólo se pospuesto para mejores ocasiones (por ejemplo, para ser desarrollado durante "los siguientes cuatro años", desde "la oposición"), es la ruina del experimento Zapatero (lo que una vez llamé "El plan Z del espacio exterior"). Este ha sido literalmente deshecho por los acontecimientos, al menos en cuanto a la táctica magistral que creyó servir para llevar al PSOE al Estado del Poder Eterno, valga el exabrupto figurativo. Por más enfangados que estén muchos (por no decir demasiado), creo que lo más que podrán dedicarse a hacer en el tiempo que les quede, será a quemar pruebas y ya no la Roma entera... y sus primos-hermanos consentirán en darles, en buena medida, tal respiro.
De todos modos, teniendo en cuenta que en definitiva vivimos de las pequeñas alegrías, que se haya aventado (¡por ahora!) esa, la a mi juicio más peligrosa perspectiva totalitaria construible en lo inmediato, lo sucedido arranca de mí un aplauso. No dirigido, claro, al reemplazo burocrático, sino a esa innata inteligencia del pueblo que, de una manera u otra, sin duda tímida o débil al haber tan poco espacio para la temeridad en los tiempos que corren, se ha abierto camino contra lo que amenazaba más seriamente su continuidad de vida; inteligencia que indudablemente han demostrado también los acampados para acometer, en este caso, otra de las tantas creaciones efímeras que suelen nacer en el seno de los pueblos, creaciones que a fin de cuentas son ensayos sociales, generalmente de indudable estilo infantil o juvenil, preparatorios de algo que no suele estar escrito, de lo gratuito que de momento retorna confusamente... ensayos que se desintegran hasta que algún día renacen, cuando los rescata una necesidad extrema de abrir un sendero nuevo, ni mejor ni peor ni más promisorio o más fatídico que los anteriores, en la realidad sin plan en la que estamos atrapados.
Después de todo, como bien concluyera el para mí gusto mejor Nietzsche: "El hombre más perjudicial es tal vez el más útil." (La gaya ciencia, aforismo 1), y "lo más útil" no puede entenderse ni justificarse de otro modo que como lo que favorece a la propagación sin meta de la especie y de lo que ésta pueda engendrar de sí, aunque hoy pueda parecernos repugante y por tanto combatible.
Sea como sea, en lo inmediato nos encontramos ante un panorama que parece relativamente diferente del previo (en cuanto a perspectivas próximas al menos, que desde mi punto de vista eran "mucho peores" en el sentido de agravamiento del "asalto al poder" por la camarilla gobernante... que hoy se ha visto obligada al repliegue "combativo"). Sin duda, seguimos a flote en el mismo mar y a expensas de sus mareas consolidadas (un mar de muchedumbres humanas que se iniciara más de diez mil y quizás hasta cuarenta mil años atrás, con la institucionalización de la domesticación sedentaria y constructiva del "mundo dado"). Pero los signos de tormenta sobre nuestras cabezas se han reducido, momentáneamente a mi criterio. Ello a pesar del punto de vista de quienes, en inconsciente connivencia circunstancial con los momentáneamente derrotados, que lo que esa derrota (es decir, fracaso) dará paso a lo realmente "terrible", "peligroso", "nefasto".
Así, presos de nuevo en la trampa del lenguaje sin base real al que se apegan los que ven en su servidumbre una seguridad sin embargo fantasma y engañosa variante de la misma debilidad que ven en el ojo ajeno: "el fascismo", es decir, eso contra lo que ZP y la camarilla que se va con él "a la oposición" (lamento sinceramente que "acaben" a lo sumo en ese "buen refugio" de invierno" desde el que continuarán batallando tras el mismo objetivo y, eso es lo peor, con el mismo plan inescrupuloso u otro muy similar; ¡incluso a puestos clave en el poder judicial y en la diplomacia!... ¡y con la connivencia de elementos del propio PP, como es el caso de Trillo!) venían vociferando hasta el último de sus mítines y entrevistas, cubriendo con ello el verdadero fascismo de signo propio que no cesaban de construir con cada vez más impunidad y desvergüenza, aplicando el chantege a propios y ajenos en nombre de lo que estaban pisoteando (libertad, justicia social, honestidad, etc.). Algo que seguirán haciendo a cualquier precio y quizás se aletargue en los corazones de muchos acampados.
Será interesante en todo caso seguir el tramo sinuoso que se perfila en los próximos años... mientras los jóvenes de hoy se hacen mayores, tienen hijos y el futuro continúa estrechándose como una piel de zapa. Bueno, lo de "interesante" puede tomarse en parte como una ironía y en parte como una deformación profesional.