domingo, 25 de febrero de 2007

Elogio del elitismo 2

Un poco más en relación a "El Diablo y (el Buen) Dios" que da mucho juego a la reflexión. En ese drama imaginario, J. P. Sartre intenta, con la cobertura (y la fuerza) que da la buena literatura, fundamentar su respuesta, personal e ideológica, al dilema que la "lucha de clases", como él diría, supone para el intelectual. Su objetivo era demostrar que la soledad de los iluminados sólo puede ser superada positivamente mediante la asunsión de posiciones de liderazgo o de dirección de masas. Al menos, con la toma de partido o el compromiso, en la jerga de la propia intelectualidad (esto último para los intelectuales más tímidos o apocados que por una u otra causa no quieren encabezar ni siquiera su propio grupúsculo encabezador.)

Ahora bien, debo señalar también, desde mi punto de vista, que Sartre parte de unas premisas discutibles: en primer lugar, que las masas representan en sí lo positivo de la humanidad, lo bueno, lo justo, el futuro, el progreso; en segundo término, que el intelectual las puede interpretar correctamente y mejor de lo que lo harían (si pudieran) ellas mismas; en tercer lugar, que no lo podrán hacer nunca sin su existencia y ayuda (algo a lo que, además, estarían tendencialmente predestinadas so pena de autotraición o alienación.)

Pero, al margen de estas falacias (sobre las que probablemente vuelva en otra ocasión), quiero centrar la atención en el hecho subyacente que, según pienso, lleva a Sartre a inventar esa demostración sin duda inteligente mediante un drama de indiscutible valor estético (es decir, esa buena fundamentación propagandística en la línea de "La Madre" de Gorki, de tono bastante inferior.)

Lo que Sartre reconoce, sin poderlo ni quererlo evitar, es una realidad innegable cuya existencia me interesa por ahora destacar. Una realidad que, en sí misma, debe ser considerada al margen de todo juicio de valor y que no es otra que la existencia de élites; élites que se sienten constreñidas a dirigir y a gobernar con el fin de realizarse, justificarse o gratificarse; élites que se ve forzadas a erigirse en intérpretes infalibles (y bienintencionadas) de las masas, en sus defensores o sus guías y por fin en sus amos (por encima de ella, obligándola incluso a ser "lo que debe ser".) Y todo esto, a partir de su sensibilidad, de lo difícil que le resulta admitir las injusticias.

Sin duda, los experimentos de esa índole pueden llevarse a cabo en tanto que las masas no tienen más alternativas que seguir a unos u otros dirigentes, aceptando incluso aquellos relativamente imperfectos (para un número más o menos significativo de sus componentes), aceptando incluso un cierto grado de engaño e incluso justificándolo por razones tácticas(y en armonía con la propaganda, etc.) lo que es otra vertiente de la cuestión pero que explica la facilidad de los intelectuales para tomar el mencionado (y dramatizado) camino de salvación para sus conflictos existenciales.

En todo caso, como muchos otros intelectuales anteriores y posteriores, no todos del mismo "signo político", Sartre considera al elitismo un fenómeno real, que es de lo que se trata. Claro que Sartre, en el fondo, no hizo sino añadir bagaje a los apriorismos justificatorios de la burocracia, no hizo sino ayudarla a que se comprendiera a sí misma, a que pudiera desprenderse más fácilmente de sus pruritos y vacilaciones, de que los menos decididos se sumasen al ejército de los justos. Claro, también que Sartre y sus iguales reservan un término tan despectivo como elitismo para sus competidores, aquellos que aún haciendo lo mismo son acusados de hacer otra cosa. Pero lo cierto, por evidente, es que, más allá de que ese conflicto del intelectual pueda o no ser superado (otro asunto que requiere un desarrollo aparte), el dilema existe y es resuelto por los más capaces y/o decididos creando y poniéndose a la cabeza de grupos de cualquier tipo en todos los ámbitos imaginables (grupos en lo posible "multidiciplinares" y piramidales entre cuyos miembros se establece una sabia división del trabajo, desde el rey o el gobernante hasta el más ridículo jefecillo, sea sacerdote, bedel, capataz o policía.)

La jugada de Sartre y de la "intelectualidad de izquierdas", como se la ha dado en llamar, en general y en especial pero que se podría y se debería ampliar a los casos del nacionalsocialismo y el fascismo por lo menos, es que considera liberado de los estigmas de élite y de elitismo a todos los que asuman ese papel emancipador, redentor, profético, iluminado, etc., que caracteriza a los dirigentes de masas. Todos los que descubran que estaban predestinados (yo también opino que lo están, que lo están en base a su código genético) para ese papel, sólo serían intelectuales comprometidos, sólo estarían al servicio de las masas... Serían buenos y no malos. Y sólo estos últimos merecerían el nombre, o el epíteto, de elististas.

Así, Sartre define la frontera que separa el bien del mal para todos esos hombres que nacieron especiales gracias a su capacidad intelectual... y a sus habilidades e impulsos políticos. Se trataría de estar con las masas o contra ellas, algo que sólo se debe contrastar con el modelo, con las masas imaginarias, con su deber ser. Kronstadt, las deportaciones stalinistas y los gulags, la represión de los levantamientos de Polonia, de Hungría, de Checoeslovaquia, la catástrofe de Camboya, la masacre de Tiananmen... serían meros accidentes colaterales de una marcha triunfal aunque zigzagueante. Elitistas especialmente peligrosos para Sartre serían en cambio Franco, Musolini, Hitler, incluso a costa de ignorar que ellos también se situaban al frente de unas masas, aunque para él en cambio no lo serían tanto, y muchos en absoluto, los más justficados dictadores del Tercer Mundo, en la línea de Fanon que Sartre por supuesto apoyó. ¿Cómo equiparar Musolini y Perón, Hitler e Idi Amin, Franco y Naser? Las burocracias que toman el poder y recortan los derechos hasta el límite de lo necesario para perpetuarse (¡atentos a este concepto!) no serían así juzgadas por igual (y menos desde el ángulo de las libertades políticas, justo a lo que se reduce o justo lo que es la democracia.) ¡Oh, no; el juicio se realiza desde la óptica de la supuesta defensa del bienestar de las masas, es decir y en realidad, de la simple autodefinición del líder carismático o de su partido, de la bandera que enarbola, de la mentira desconcertante que despliega.

La hipocresía que todo esto rezuma indigna incluso a otros hipócritas. Hipócritas que después de todo no pueden hacer otra cosa que indignarse. Hipocresía que es inculcada entre las bases militantes que identifican a los malos y a los buenos según el criterio fundacional del grupo de élite al que pertenecen, de los principios declarados de la élite a la que siguen.

Así, masas y élites serán siempre antinómicas al tiempo que complementarias. Por ello, creo que deberíamos aceptar sin más lo que somos para sufrir lo menos posible y sobre todo para no añadir sufrimiento adicional para los demás. En fin... sin duda una nueva expresión de utópicos deseos, algo también ineludible en nosotros.

Viaje de vuelta

Siendo un adolescente leí casi todo lo que había escrito Sartre. Su buena prosa y su agudeza reflexiva me atraparon. A los 18 leí "El Diablo y (el buen) Dios"; no mucho después dejé de leer a Sartre para seguir sus recomendaciones por los caminos del marxismo-leninismo que al principio me llevaron por un sendero vergonzoso de populismo irreflexivo, propio de una predisposición adolescente. La experiencia y el estudio desarrollaron esa ideología justiciera a lo largo de unos nueve años hasta convertirla en una fundada teoría del socialismo obrero. Munido, empujado y justificado por ella, llegué a Europa. Lo hice con la creencia de que había que volver a rescatar al Marx puro, al que sostenía que el capitalismo más desarrollado estaba más cerca del socialismo que, por ejemplo, el atraso ruso o las regiones del Tercer Mundo, como Argentina, de las que había decidido alejarme "para no volver" (lo registré así en 1978, en mi cuento Viaje de Vuelta, que se puede leer pinchando en el título como lo publicó Axxón)

Pero, apenas llegado a Europa, el amigo de un amigo me preguntó en mitad de una cena cómo podía yo seguir siendo leninista "a estas alturas". No sé si supe entonces y lo olvidé, o si no supe nunca, cuál fue su intención y su propuesta, lo que recuerdo es que me defendí con argumentos ortodoxos que nunca se pusieron realmente en práctica, es decir, con formulaciones teóricas que con el tiempo descubrí engañosas, pero escuché y en cuanto tuve tiempo me puse a investigar.

Entonces descubrí que el socialismo era "El país de la mentira desconcertante" (leyendo parcialmente el libro de igual título de un tal Ciliga, un joven comunista yugoeslavo que lo descubre en carne propia en una visita a Moscú que lo llevará a las cárceles de Stalin.) Fue entonces cuando comencé a desarrollar mi concepto de la burocracia pasando por el inevitable (y doloroso, porque me dolió) abandono completo del marxismo (el antileninista, el neo marxista, el de los autonomistas, etc. Todos.), y comprendí la falacia (tal vez ignorancia) cometida por Marx al aplicar mal su famosa tesis sobre Feüerbach: "El ser social determina la conciencia" (y no hacerlo hasta las últimas consecuencias, es decir a sí mismo), concluyendo que es posible ser un intelectual y a pesar de ello ser capaz de representar al proletariado y a las masas; algo que yo hice mío, en lo que yo también creí. Es decir, que es posible ser y reconocerse como un intelectual y afirmar que gracias a ello (que a pesar de ello, en todo caso) se es capaz de descubrir y de asumir la conciencia de un grupo social claramente distinto del suyo. A pesar de que ello debía estar determinado por su ser social real. Pero esa conciencia de vanguardia , esa conciencia que incluso se les debe imponer a las masas mediante la dictadura de la vanguardia, no puede ser nunca la proletaria de igual manera que no puede suceder al revés (salvo que el obrero se hubiese convertido en intelectual y no digamos en sindicalista o en ministro.)

Así, el propio materialismo puso en evidencia la ilusión cada vez más interesada (menos psicológica y personal y más política) de una teoría que abracé a instancias de mi antiautoritarismo viceral.

(to be continued...)

domingo, 18 de febrero de 2007

Lo mejor de la humanidad

Constantemente nos encontramos (sé que no sólo es mi caso) con actos humanos que nos repugnan, pero también con muchos que nos complacen y que llegan a provocar incluso nuestra admiración, la identificación y hasta la veneración. Esto sucede cuando asistimos a manifestaciones más o menos significativas de generosidad, de valentía o de arrojo, de lucidez o de inteligencia, de creatividad o de ingenio. Cuando eso sucede, tendemos a reivindicar a la especie a la que pertenecemos, a sentirnos conformes por pertener a ella y no a la inversa como a la vista de los casos opuestos. Cada vez que los demás actúan positivamente, nos sentimos esperanzados, creemos que será posible conseguir un mundo mejor, soñamos con él como con una meta factible.

No es posible evitarlo, ni hay por qué intentar reprimirlo. Al menos a mí no me parecería lógico ni saludable. Pero me pregunto si todo ese maremagnum de sentimientos encontrados, de proyecciones ilusorias, de estados alternos de esperanza y desazón, no constituyen un conjunto indisoluble que siempre irá a los tumbos, más o menos conscientemente de su debilidad congénita. Una debilidad que lleva tanto a inventar dioses como a soñar con soluciones mágicas que algún día caigan de sus reinos, y a poner nuestras vidas no sólo al servicio de la marcha sin meta sino al de las metas que terminan resultándoles repugnantes a unos o a otros y sin duda a mí. En fin, un círculo lleno de círculos; quizás un eterno retorno.

sábado, 17 de febrero de 2007

"El mito de la educación"

Una de mis más apreciadas y provechosas lecturas recientes fue la del ensayo de referencia escrito por Judith Rich (editado en DeBolsillo.)

El trabajo pretende aportar lucidez y sensatez en relación a la base material de las respuestas que elabora el ser humano y que van conformando su cultura (y sus culturas o subculturas si se quiere.) Judith intenta explicar qué se haya detrás de posturas como el machismo o la dificultad para vernos mayores y sobre todo viejos, o qué hay detrás de la maldad y de la bondad, del sadismo, de la criminalidad, de la timidez, de la generosidad, del rechazo de la injusticia, etc., etc.

Hoy siguen dominando la escena las explicaciones que creen que la educación lo es todo o al menos que tiene mucho que ver...

Judith Rich consigue desmentir esos planteos (comparto con ella y resalto adicionalmente que sobreviven gracias a servir a las burocracias culturales cada vez más institucionalizadas y cada vez más asociadas al poder) y demostrar que la base de la cultura es genética, claro que no del modo mecanisista o reduccionista que le atribuyen sus oponentes para desvalorizar esa teoría (aplicando el mismo método que aplican para explicar sus propias afirmaciones.) Porque no hay nada mejor para los objetivos de los teóricos de la educación que suponer que quien sostiene el específico determinismo genético y el evolucionismo concreto que defiende Judith Reich y muchos otros, son meros darwinistas de escuela primaria que establecen simples relaciones de causa-efecto entre los extremos de lo que en realidad es un complejo fenómeno histórico-natural.

Judith se encarga de ponerlos en evidencia al tiempo que desarrolla su teoría con la profundidad necesaria de enfoque y de tratamiento.

miércoles, 14 de febrero de 2007

El apagón burocrático y un simulacro de triunfo revolucionario

Creo interesante llamar la atención sobre el hecho de que últimamente las convocatorias prolifican como hongos o como conejos (incluso algunas salen de chisteras, de modo que el parecido con los conejos es doble.) A mí se me llegó a ocurrir una concentración masiva en contra de la burocracia gobernante, en particular, contra los sistemas de elección por número de votos o por alianzas entre elegidos que sólo si dejan operar libremente a los burócratas son respetados por ellos y si no se corrompen, se violan o se tumban más o menos poco a poco. Lo cierto es que algo así sería una utopía y esto por las siguientes razones:
1) sólo funcionan las convocatorias que no ponen en cuestión la relación masa-líderes, es decir, que no otorgan el liderazgo a miembros de la masa, lo que es una contradicción en sí misma.
2) si se invalidara por algún medio como ese el sistema "democrático" de legitimización, la burocracia de reemplazo, reconstituida o remozada encontraría otra de inmediato; en el mejor de los casos, saldría de entre los convocantes a la convocatoria convertidos en líderes de reemplazo.
Las revoluciones sólo han sido golpes de estado de burócratas ávidos de poder y hasta sus ideas más descabelladas debieron adaptarse a lo real hasta donde era posible sin acabar colgados de farolas o devorados por la turba desencantada. Es muy factible que siempre haya masas, líderes y élites individuales que muchas veces acaban liderando y engañando. Sin duda, el hombre no puede estar solo. Lo que no es seriamente criticable... simplemente... porque también está en los genes.
Pero lo que sí se puede hacer es poner en cuestión el carácter de verdad que pretenden para sus justificaciones esos líderes y esas masas que enarbolan para sus convocatorias. Y también la ilusiones que se hacen al cumplir con ellas, al sumarse o al observar el éxito conseguido.
Un buen ejemplo fue la convocatoria del apagón. Cinco minutos que han hecho felices por más de 24 horas a un montón de gente. Incluso hubo algún que otro líder que ávido de apoyos hizo suyo el pregón a posteriori, para compartir la felicidad con la masa que apagó la luz de verdad durante 5 minutos (me pregunto si lo habrán hecho todos los líderes o eso lo dejaron para sus ilusos seguidores, porque hay líderes modernos que asumen que sólo levantan banderas para arrastrar a las masas, pero no creen en ellos.) La cuestión es que muchos creen que luchan contra formas de sociedad injustas y que con ello dan golpes significativos a eso que llaman El Sistema. Se trata aquí de señalar que sólo favorecen una lucha entre facciones y de que gane quien gane, en el mejor de los casos ellos seguirán perteneciendo a la masa que legitime el cambio de una burocracia por otra. Pero lo más nefasto, es que el autoengaño da cobertura a la idea de que hay burócratas buenos y malos, capitalismo bueno y malo, justicia e injusticias buenas y malas, dependiendo del color de la bandera que enarbolen. Lo terrible es que la ideología es el salvoconducto que necesita el poder y sólo los ilusos serán capaces de servírselo en bandeja para que cada vez que nos golpeen nos expliquen que nos están liberando.

lunes, 12 de febrero de 2007

Elogio del elitismo

Un día intentaré escribir un ensayo sobre el tema y con el mismo título. Basten aquí algunas premisas inmediatas. En primer lugar, yo pienso que las elecciones voluntarias son también un subproducto del código genético, y por lo tanto algunos sólo pueden desear más o menos abiertamente pertenecer al mundo de las élites. Del mismo modo, aquellos que nacen predispuestos y más o menos libres de resitencias o trabas internas, podrán evitar ser empujados a pertenecer a las élites. Estos, una vez encaminados, se resisten con dificultad; tienen que responder a sus genes tanto por la necesidad de aplicar sus potencialidades como por impulso de su tendencia al protagonismo. Y yo me incluyo en el segundo grupo.

Los genes determinan entre otras muchas cosas la agresividad y la voluntad de poder, la inteligencia y la astucia, etc., todos componentes que en una u otra combinación son necesarios para pertenecer a un grupo de élite. A veces se llevan dentro los elementos resistentes o negativos, como los que originan o exacerban la falta de autoestima o como los así llamados complejos de inferioridad, el temor a la responsabilidad, por ejemplo, y otros antídotos que ciertos cerebros más que otros son capaces de destilar para reducir e incluso anular la omnipotencia propia de los miembros de los grupos de élite. No creo que estén siempre activos, pero lo cierto es que al menos esos factores se hacen notar por momentos más o menos prolongados (a veces durante casi toda la vida y a veces lo suficiente como para disuadirnos de que respondamos a otros cánones de comportamiento, "prontos" o impulsos "heroicos" que podrían animarnos a la acción elitista.) Supongo, por último, que tanto por causas endógenas como exógenas, se activan unos u otros catalizadores, tanto de lo negativo como de lo positivo de las dos tendencias(nota: no utilizo esos valores para enjuiciarlas sino para señalar el signo del efecto que producen sobre cada una de ellas en una situación u otra.)

Está a la vista que las élites conforman diversos grupos de élite y que, como cualquier grupo humano que se precie, asumen medidas defensivas y ofensivas en relación a los demás. Esto creo que está también básicamente determinado. Si no lo hicieran de ese modo, si renunciaran, serían sojuzgados o exterminados, al menos en muchas circunstancias histórico-sociales, o, en todo caso, deberían aceptar permanecer en la sombra y el silencio, incluso en el aislamiento y la soledad. Lo saben sus genes desde los tiempos de la esclavitud, desde los tiempos más remotos en que se practicaba por razones tanto ofensivas como defensivas.

Es erróneo pensar que las masas y sus embates relativamente espontáneos son el enemigo de las élites. Cada grupo de élite tiene en los otros a sus enemigos, y sólo en tanto se enfrenten a un enemigo mayor algunos grupos son capaces o se ven obligados a colaborar entre sí, aliándose o integrándose en grupos mayores.

Todos apelan a las masas y todos intentan utilizarlas con más o menos éxito con el objetivo de vencer y conservar el poder... Y siempre habrá masas dispuestas a seguir a uno u otro grupo de élite que han sabido dar forma a "su" "conciencia de clase" o a "su" "espíritu nacional". Sin duda, ésta es la base biológica de la burocracia. Pero, además, esto apunta en otra dirección. Si no nos queda más opciones que ser parte de la élite o parte de las masas, como concluye Sartre en "El diablo y el buen dios", ¿por qué no enfrentarse por entero a ellas en lugar de aceptar el puesto dirigente, por qué, si uno es un espécimen de élite, no despreciarlas en lugar de engatuzarlas, por qué no "combatirlas" (con la crítica feroz a sus líderes y a su ciega estupidez) en lugar de engañarlas, utilizarlas, someterlas, es decir, siendo cómplice de esas prácticas? ¿No es acaso más sano y honesto reconocer que llevamos dentro al lobo y rechazar su animalidad en tanto nos repugne? Hum, reflexionaré un poco más en torno a este punto.

Quiero por último dejar constancia de que considero una hipocresía (y hasta un signo de envidia) propia de mediocres el rechazo irreflexivo al elitismo, sobretodo porque implica un rechazo de plano a comprenderlo (hipocresía en tanto y en cuanto la inteligencia les debería permitir hacerlo.) Quienes suelen hacerlo, adjudican al elitismo etiquetas despectivas, incluso pretenciones de predominio, muchas veces de tinte racial. Es curioso que, sin embargo, los mismos que lo hacen acepten como inmaculados a sus propios líderes. Pero la hipocresía es real no sólo por este motivo sino porque ellos mismos, si pudieran, escalarían aunque más no fuera a pequeñas cimas de pequeños grupos, cosa que a veces consiguen realizar. Claro que en atención a lo que yo vengo sosteniendo, ellos también responden a sus propios genes y debo decir que también sobre esa base los comprendo, lo que no significa que los pueda tolerar (ahí están mis propios genes.) Ni tolerar ni dejar de acusar (con el arma del dedo) en tanto ellos y sus jefes resultan demasiadas veces tremendamente peligrosos para los demás, sea como soldados de algún grupo de élite en el que confían con ahinco, sea directamente como sus líderes perniciosos. Comprenderlos no nos permite permanecer en un estado de mera comprensión. A veces el problema es tan grave para todos que no nos quede otra cosa que la participación en la guerra... Y al verlo venir, la conciencia (como resultado previsible) nos obliga a adelantarnos y a dar avisos de alerta (como los monos, ni más ni menos.)

viernes, 9 de febrero de 2007

El mapa de la novela y algo más sobre su título

«Tietnianish, literalmente El mundo alrededor de La Lush, ha sobrevivido hasta ahora sólo por convicción, cobardía o inercia, olvidando siempre las innegables evidencias de que no es otra cosa que una Oquedad más de La Ilimitada Roca. Ahora, cuando nuestra lucha contra místicos y vacilantes nos está empujando más allá de la victoria, cuando el deber de defendernos nos exige conquistar el predominio, debemos sepultarlo definitivamente y dar un nuevo nombre a nuestro mundo, un nombre innovador, revolucionario y combativo!» (extracto tomado de un panzibao teiki publicado tras la heroica batalla del Gaiduaa)

Con este mapa se levanta el telón de "Una nueva conciencia". En ese lugar que he llamado Tietnianish suceden muchas cosas, han sucedido otras y seguirán sucediendo más. Sin embargo, como todo espacio-tiempo, el de la novela es parte de otro mayor, o sea, está encerrado en una caja que se halla dentro de otra que también se halla dentro de otra... a la vez que contiene cajas progresivamente menores.

Esto también afecta al título. La historia más propiamente literaria, la de la aventura, apunta a una nueva conciencia del mundo y de sus habitantes, pero esta historia es parte de otra en donde ésta ayuda a adquirir una conciencia igualmente novedosa. Por fin, la novela, como cualquier aporte a la literatura en la que aspira inscribirse, pretende dar lugar al fenómeno al que Leavis y Ford hacen mención.

Por eso no puedo aceptar, ni siquiera desde la visión de la breve historia mayor que envuelve a la más extensa (desde la caja grande), que la novela pueda considerarse un juego sin significado (jitanjáfora, como he dicho en la presentación.) Por supuesto que es un juego, como todo producto de la imaginación del hombre, pero aún esto tiene significado y significación. En todo caso, la aventura sostiene el significado de la literatura y su misterio.

Interpretar y dominar el Universo

Mi hijo Gabi me facilitó este acceso y que recomiendo. La lectura de la noticia que aparece en ese sitio me inspiraron las reflexiones que siguen. Juzgad vosotros mismos...

¿Qué es el frío? Entiendo que la disminución de temperatura equivale a la reducción del movimiento molecular y probablemente o al parecer del atómico… Si todo se mueve menos es que se mueve más lentamente, o sea, es que el tiempo va más despacio, que los ritmos temporales están más distanciados o son más largos. Esto nos lleva a las Teorías de Einstein en cuanto que la luz (y en ese sentido la materia del universo) define el tiempo y viceversa, que ambos fenómenos son inseparables. El experimento sugiere una interpretación revolucionaria (nueva, distinta) que hace avanzar la ciencia y promete novedades tecnológicas, pero ¿en qué medida podría acercarnos a los deseados y soñados viajes en el tiempo? El experimento, por empezar no sería experimentable a nuestra escala, ahí donde la vida existe y la escala del tiempo es otra. Sin duda, si ultracongeláramos nuestros átomos perderíamos toda capacidad de percibir ese fenómeno de ralentización que sin duda parece producirse en la escala del átomo, más precisamente en en interior de la nube atómica ultracongelada. El problema sería obviamente que, en ese estado, la visión y la vida que la hace posible dejarían de ser. No obstante, eso no significa que antes o después no podamos aprovechar (tecnológicamente) lo que suceda en esos submundos en los que nunca podremos entrar/estar/salir… sin atomizarnos, o sea, sin pasar a un estado de la materia más primitivo o menos complejo en la que no podríamos pensarlos ni utilizarlos, o sea, desde fuera del fenómeno y de su percepción, desde el estado de la materia al que pertenecemos. En fin, una nueva paradoja de difícil asimilación que se nos impone como tantas otras y mal que nos pese.

Tras recibir mis reflexiones, mi hijo me contestó aprobatoriamente y a su respuesta incorporó la siguiente noticia vinculada:

Las investigaciones de Mallett, en tanto, tienen como referencia un experimento de la profesora Lene Hau -del Instituto Rowland de Ciencia- quien logró reducir la velocidad de la luz a sólo 62 kilómetros por hora. Utilizando estos resultados y sus propias ecuaciones, el físico ha determinado que un rayo láser de alto poder proyectado en un área circular puede crear un poderoso movimiento en espiral, lo que hace que el espacio atrapado en esa zona gire como si fuera un tornado. Mallet dedujo que al añadir un segundo haz láser en dirección contraria al primero es posible detener el presente, creando una especie de circuito cerrado en el tiempo. Un equipo liderado por él realizará próximamente pruebas con partículas atómicas, pero el físico advierte que "retroceder el tiempo es aún una lejana posibilidad".


Por fin, él concluyó opinando que el viaje en el tiempo podría no ser físico sino sólo perceptivo, al sugerir que quizá un día pudiéramos trasmitir y recibir información de sucesos ocurridos antes de la invención del documento o posteriores al momento concurrente... El está, como casi todo el mundo, marcado por el deseo de viajar en el tiempo sea como sea. No puedo afirmar que nunca será posible a saber de qué manera, aunque no consigo aceptar que de poder ser consigamos trasladarnos físicamente, por emeplo mediante una ultracongelación que no soportaría el cuerpo humano de no tratarse de una criogenización o hibernación al uso de los posibles viajeros astronáuticos, útil para hacerlos llegar lejos, puedan o no volver luego al ponto de partida (se les pagaría muy bien para que volvieran, supongo, como debe ser, a modo de reclamo.)

De cualquier modo, yo sólo apuntaba al aspecto que vuelve a sorprenderme de la condición humana que nos hace capaces de incorporar a la ciencia nuevas interpretaciones imaginarias que independientemente de lo acertadas o no que puedan ser acaban siendo muy útiles, o sea técnicamente fructíferas, permitiendo así que sigamos desplegándonos por el mundo y por una parte cada vez mayor del Universo.

Aprovecho, también, para invitaros a pensar qué distancia será a partir de ahora un año-luz... Tal vez las estrellas no estén tan lejos de nosotros como podía parecernos bajo el supuesto de que el Universo se mantiene por igual a una temperatura agradable para la luz. Qué distancia y si seguimos en condiciones de afirmar que siempre es la misma o es variable no sólo por efecto de la curvatura del Universo sino de sus temperaturas, que quizá estén estrechamente vinculadas.

martes, 6 de febrero de 2007

No a la guerra y sí a la guerra

¡Oh, no, esto no tiene que ver con Irak (aunque bien podría aplicarle a ese tema el mismo título y por las mismas causas)! No, se trata de otra guerra, a la que me opongo sin poder evitarlo, y de otra a la que, por esa oposición, debo, inevitablemente, adscribirme.

La primera, contra la que debo luchar es la guerra que la dirección actual del partido del gobierno en el gobierno desarrolla y amplía de manera creciente (y sobre todo cada vez con menos vergüenza) contra todo lo que se va poniendo delante de su voluntad de poder. Y me siento obligado a ponerme en guerra contra esa guerra sencillamente porque soy incapaz de aceptarme silencioso y otorgante, incapaz de permanecer impasible ante lo que siento, sencillamente y como poco, vergonzoso y vergonzante. ¿Cómo podría hacerlo estando convencido como estoy de que la guerra de los gobernantes contra toda oposición llega a no tener límites, que no es un juego inocente o limitado, que responde a un mecanismo tan instintivo como el del apetito y tan imparable como el hambre? Y es que, así como la suya es una guerra por la supervivencia, lo es la mía. Aunque me quede solo, aunque muchos os levanteis de las butacas para abandonar la sala o para arrojarme todo tipo de proyectiles, no puedo dejar de alzar mi voz para denunciar ese hecho que está adquiriendo tintes de esquizofrenia comparables a mil y una pasada situación, desde las protagonizadas por Nerón y por Calígula hasta las respresentadas por los más recientes dirigentes del llamado tercermundo.

Muchos, demasiados, avalan, defienden y se declararían dispuestos a dar la vida (como han hecho siempre los revolucionarios , como han actuado estos siempre que asumen que su gobierno revolucionario se ve amenazado por el enemigo.) Pero todo eso no es sino una caricatura grotesca de las experiencias que lamentablemente (y quizá inevitablemente) llegaron demasiado lejos y fueron demasiado lamentables.

En general, hay que recordarlo, la mayoría, casi todos, no sólo los defensores que atacan sino los que tardan demasiado en defenderse, sostuvieron contra viento y marea que "ese extremo" nunca llegaría en su caso, que las circunstancias en las que ellos vivían no eran las de aquellos otros tiempos ni las de esos otros lugares. Yo, en cambio, me sumo a los no sé cuántos más que ya hemos aprendido de la historia, a aquellos a los que no les hace falta volverla a vivir para darse cuenta cuando es tarde, o a los que prefieren ignorarla, negándose a sí mismos la posibilidad de documentarse y... de pensar. Yo, con ellos, digo que todo puede ser (no por nada escribo ciencia ficción, ¿verdad?, pero no sólo por eso...) y especialmente que si pudo serlo alguna vez lo puede volver a ser.

¿O es que el fanatismo que despliegan los que hablan de "cordones sanitarios" (u otras cosas peores que no negueis haber escuchado) no justifica el imaginárselos dispuestos a salir un día por las calles con los machetes en alto? ¿Que exagero? ¿Qué pasa, acaso alguien conoció a alguno de los tutsis que sí lo hicieron o a los niños de la guerra que hasta poco antes sólo jugaban a las escondidas o a lo sumo se tiraban piedras o molestaban a los tontos y a los minusválidos del pueblo? ¿Es que alguien pudo decir de los dulces niños de Camboya que serían capaces de apretar el gatillo de un revolver apoyado sobre la cabeza de un maestro acusado del pecado de pensar demasiado "occidentalmente"?

Es obvio que no podemos vivir con la paranoia de que nuestro vecino se pueda transformar en un talibán o en un fascista, en un devoto de Stalin o en un suicida por la yihad, en un nacionalista (no hace falta escribirlo con z) capaz de dar su vida y de llevarse la de otros cientos por su patria, su bandera, sus líderes... pero eso también significa una cosa: que nos acabarán pillando a todos en la ingenuidad y en la confianza, es decir, que no lo podremos evitar. Un día, se buscarán las características genéticas del pensamiento crítico y ese día se definirá a la raza que tocará exterminar. ¿Ciencia ficción? Bueno, el Nautilus también apareció antes que el submarino atómico... Y ojo, no propongo que alcemos otra arma contra el fanatismo y la ceguera como no sea el dedo acusador, el dedo que los señale, el dedo que los acuse de ser incapaces de escuchar y de pensar, de responder a consignas digeridas, de estar dispuestos a ser meros soldados y hasta escudos humanos de la guerra que promete como mucho el botín de la redistribución, el botín arrancado a las víctimas para darlo a los leales que puedan sobrevivir. Espero tener la suerte de que las cosas no lleguen muy lejos, la suerte de que el arma de mi dedo no sea contestado con la bala, el palo, el machete, la piedra...

Muchos no han tenido esa suerte. No podeis imaginar cómo lo siento.

Mi ciencia ficción

Voy asumiendo que un blog siempre será fragmentario a la manera en que lo es un espejo roto que se recompusiera siguiendo un curso del tiempo supuestamente inverso al que empleara en fragmentarse. Un curso del tiempo que nunca existió a priori y que comienza a rebobinarse aquí, en el blog, de manera aleatoria, mostrando ciertos trozos poco a poco, en pequeñas dosis, incluso en subfragmentos, a veces empañados, a veces mezclándolos bajo cristales engañosos, voluntaria o involuntariamente engañosos. En cualquier caso, los diversos cristales tienen la propiedad de unirse para componer mi imagen, por momentos una pincelada de mi pensamiento inmediato, por momentos un adelanto de mis intenciones... Una propiedad autónoma y tan rígida como la ley de la gravedad. Fragmentos del pequeño universo que es mi vida, los fragmentos giran y giran no siempre visibles en mi mente, algunos perdidos en la inmensidad del espacio mental, alejándose de la conciencia hasta desaparecer de su alcance, de la memoria, de su sol...

Pues bien, espero que pronto se produzca el lanzamiento de esa colección de fragmentos literariamente organizados, es decir, enmascarados por la literatura, la fantasía, los trucos orquestales, que es mi novela "number one". Será un buen paquete de fragmentos con órbita y atributos propios que todo observador que lo desee podrá contemplar con sus cristales particulares y más o menos sanos, empañados en mayor o menor medida, quizá trizados, quizá "puros" (por inocentes), quizá prefabricados (por preconcebidos.)

Enlazando con lo que dije hace poco sobre mi literatura (...y ciencia ficción), "Una nueva conciencia" pertenece a ese género, y no sólo no me importa que así sea sino que lo reivindico.

La ciencia ficción es para mí un refugio muy potente desde donde puedo dar una visión contundente de la realidad, incluso un tanto "terrible" (por lo de enfant terrible), irreverente y a la vez distanciada. También es cómoda en tanto no me tengo que documentar, como debería hacerlo de basarme en la historia real; aunque eso no sea lo más importante. Lo que creo es que ese género, más que la pura fantasía que alimenta en realidad posibles mundos pasados, permite mostrar las leyes del presente en estado puro, más allá de toda manifestación aparentemente ocasional. Permitanme un ejemplo: Si yo creo que el hombre tiene un atributo intrínseco (¿natural?, ¿"esencial"?) que explica su división en gobernantes y gobernados, ¿no se consigue afirmar esto más contundentemente a través de la descripción de un mundo en donde, incluso bajo otras condiciones ambientales y genéticas, la vida, tras dar a luz a la inteligencia, acaba creando sociedades que reproducen esa misma división?

Pues eso es lo que me permite la ciencia ficción, ni más ni menos que reinventar (esto es literatura) el mundo de las leyes que lo gobiernan (y esto en realidad es ciencia) con la mayor fuerza que me lo permita mi capacidad de escritor (hasta producir una literatura realmente dramática que puede o no ser alcanzada y puede o no ser apreciada.) Pero a este último respecto prometo (prometiéndome) seguir trabajando para conseguir un resultado lo mejor o más eficaz posible, es decir, un resultado que en la mayor medida de lo posible provoque lo que decía Leavis y Ford con él: un estado de nueva conciencia.

lunes, 5 de febrero de 2007

Literatura y Ciencia Ficción

Algo profundo me vincula a la literatura a la vez que a la ciencia ficción y también a la novela de aventuras. Pienso que no es casual que siendo niño y teniendo al alcance de mi mano todo tipo de lecturas, me haya orientado principalmente hacia las novelas de Julio Verne y hacia las revistas de comic que contenían "ciencia ficción".

Para que algo me gustara tenía que haber "anticipación" y "ciencia" en un porcentaje muchísimo mayor que historia o investigación policial. Las estrellas y el tiempo, por sobre todas las cosas, me intrigaban. Y sin duda, buscaba las respuestas en la literatura, las esperaba de ellas.

En fin, ahora no sólo no puedo ya distanciarme del genero sino que, como escritor, me siento obligado a devolver lo que yo siempre he esperado de él, es decir, a no desfraudar a esos espectadores potenciales que en el fondo son mis alter ego, esos en los que me reflejo y reflejaré sin poderlo evitar, los que me hacen sonreir condescendiente cuando arranco de ellos una mirada de curiosidad y una siguiente de alegría; mi curiosidad, mi alegría.