Era lógico, aunque en absoluto una garantía a corto plazo, que el Plan Z hiciese agua y bastante factible que lo hiciese a la vez por más de los cuatro costados.
Sin duda era un proyecto luminoso (o más bien iluminado, como muchos generalmente de esa franja denominada derecha decían) ese de pretender gobernar lo suficiente como para legarle a su partido un poder perpetuo. Al final, no pasará de realizarse a medias y utilizando formas y herramientas que no estaban en el Plan. O abandonarlo. O ser expulsado con Plan y todo. Esas sin duda son las tendencias, que ya eran desde antes...
El plan, que algunos (yo al menos) denunciamos desde un principio y que poco a poco fue haciéndose popular con más o menos rigor a través de periodistas y políticos de la oposición (muchos no se animaban a ir muy lejos por consideraciones estratégicas, o por temer peligros de deslizamiento fuera del gran grupo de partidócratas gobernantes, o por la misma limitación ideológica vinculada a eso último), debió ser propuesto en secreto a la jerarquía del PSOE como "programa" para ganar, en primer término, la dirección del partido y luego "la guerra". Y sin duda convenció, ya que permitió el triunfo de Zapatero en la primera fase interna y en la primera batalla del mundo exterior. ¡Fue algo similar a lo que sirvió a Aramís para hacer suya la dirección imaginaria de los jesuitas en la novela de Dumas: un secreto de hierro... en este caso, de fierros! Y, por cierto, que así fuera explica la existencia previa de esas escabrosas y tan mentadas conversaciones políticas de ya veremos qué y cuántas consecuencias.
No puedo pensar de otra manera y por ello no puedo sino maravillarme de la conducta que siguió toda la burocracia, la propiamente política e incluso la cultural, por llamarla de algún modo a pesar de sus limitaciones.
El sueño teleonómico por excelencia de todo grupo burocrático moderno, tenía en el Plan Z un senda concreta que pasaba por reducir al PP y a la derecha a una posición perpetua de oposición, ya fuese dentro del país o en el exilio (esto, que parecerá un exabrupto o una licencia literaria de las más febriles, empezó hace tiempo en el País Vasco, de donde el Plan Z tomó sin duda algunos modelos), ya fuese mediante marginación o mediante la consecución de un cisma.
El plan requirió, por ello, de los siguientes instrumentos tácticos:
0) hacerse, para empezar, con el poder que las condiciones iniciales amenazaban volver a dar al PP (sin comentarios)
1) alianzas NO PROGRAMATICAS del PSOE con TODAS las demás burocracias políticas sin excepción. Ni comentarios.
2) reducción de las limitaciones burocrático-técnicas adversas , principalmente obstáculos institucionales, como, sólo a modo de ejemplo, la existencia de demasiados jueces conservadores o liberales (o simplemente constitucionalistas, democráticos o serios), o sea, no subordinables a las razones de Estado que se adujeran en connivencia y concordancia con el plan general y TODAS (sin comentarios) sus servidumbres.
3) apoyaturas económicas y mediáticas tanto nacionales como internacionales y diversos medios de financiación y medios de pago de TODOS los favores y servicios realizados obviamente necesarios. Sin... por supuesto.
4) recuperación bajo la forma de una memoria histórica sesgada de los iconos republicanos, de no alineación, de tipo redistributivo y de reivindicación homosexual, pacifistas, etc. necesarios para retribuir ideológicamente a los apoyos más generosos y desinteresados. No hace falta comentar nada, ¿no?
5) lista de escándalos posibles a ventilar en situaciones difíciles o contramedidas (esto fue muy útil y lo habrá parecido más, y por eso figura en esta lista, es decir, por característico.) Tampoco.
6) argucias oscurantistas, silencios confusos, justificaciones barrrocas y desvergonzadas apoyados por una prensa cortinilla y orientadas no sólo a conservar su público sino a hacer pisar el palito a la oposición para sorprenderla in fraganti y acusarla de deslealtad, ilegalidad, etc. etc. etc. Aquí hay que decir que se contó (en el estilo de las viejas dictaduras y en el de las más novedosas como la de Venezuela) con profesionales del periodismo, incondicionales en un grado propio de dictaduras burocráticas extremas. Periodistas inscritos además en una maquinaria fuertemente organizada y financieramente poderosa que no parecía compatible con el capitalismo privado y la democracia formal (lo que muestra la riqueza posible de la realidad de la que casi siempre se duda.) Algo que resultó fundamental en la construcción de una base militante fervoroza y ciega como la conseguida por el actual PSOE, tal vez al borde invisible de la frustración ante el fracaso y lo que seguirá posiblemente en breve.
7) inserción en las instituciones clave y en el tejido social hasta donde se lo permite la falta de un clero o de una red de porteros aunque contando con muchísimos maestros, algo que se consiguió a medias y que ya veremos como evoluciona hacia la catástrofe (que no tiene por qué ser alcanzada aunque se tienda a ella.) Comentario: aquí entran los actores de cine y los policías allegados.
Quedan más elementos decisivos, pero por ser menos específicos del fenómeno, me los salto. Y es obvio que no todo se pudo desarrollar hasta donde hubiese hecho falta.
Porque ahora todo eso empieza a hacer agua. Y si hacemos un ejercicio de imaginación no muy aventurada, algunos, muchos o casi todos de los "elegidos" podrían acabar en el banquillo o en paraísos dictatoriales amigos, o ambas cosas a partes iguales...
El Partido al que se le prometió la Gloria Eterna, podría acabar atomizado... Realmente atomizado, ya que lo de Rosa Díez es apenas un síntoma. Habrá que esperar que se escuchen voces más contundentes y significativas, como la de Chávez que diciendo menos ya está diciendo bastante. O González. O Bono, que se la tiene jurada...
Europa puede ponerle un cerco.
Las pequeñas burocracias aliadas pueden desertar del todo para no hundirse con la Rata Grande. Hubo recolocaciones mínimas aunque significativas y rumores que se están incrementando. La cuenta atrás empezó antes del 27/5 y acaba en apenas unos meses.
El Plan Z, va mostrando pues su carácter alienígena después de haber evidenciado de sobras que era maquiavélico. Su vocación de estar orientado hacia el espacio exterior es cada vez más clara. Pero hay palabras que se aproximan solas, como alienígena y alienado, exterior y extemporáneo.
Hubo mandatarios que huyeron en coche, otros en helicóptero y hasta en aviones militares. Quizá asistamos al primero que parta de aquí, es decir, de La Tierra, en cohete, con Sebastián a los mandos o quizás en la bodega y Simancas averiándole el manguito del líquido de frenos con una rabia mal contenida que al final lo mismo sólo se corta los cordones de sus propios zapatos.
(una renovada vuelta pública al ruedo para el ejercicio de la función analítico-crítica que considero "no filosófica" e incluso "antifilosófica").
jueves, 31 de mayo de 2007
miércoles, 23 de mayo de 2007
Más lucidez en la medida de lo posible
Desde mi punto de vista, el problema de los especialistas es su tendencia a extrapolar las leyes que descubren o postulan en sus ámbitos específicos de investigación y considerarlas válidas para espacios más complejos como los de la vida y la sociedad. Una tendencia hoy dominante en ese grupo e intrínseca a su naturaleza burocrática, que refuerza el rol regulador de sus miembros.
Sin embargo, pienso que se podría, que se debería y que sería más productivo desde el punto de vista epistemológico hacer precisamente lo contrario, empezando por reconocer, en la medida de lo posible y coincidiendo con la evidencia histórica y los más fructíferos avances e la ciencia, que:
En concreto y sin negar las interacciones existentes, parece obvio que las intereses sociales humanos mandan sobre el comportamiento individual y lo conforman (sin restarle su rol a la psicología, etc., que regulan, desde sus propios conjuntos mayores, en todo caso intersectados con los ya mencionados como lo social, a quienes los componen, los individuos y los grupos, compuestos a la vez por órganos y células, éstas por moléculas orgánicas y compuestos asociados, más abajo por átomos... etc.) Parece igualmente obvio que son los imperativos vitales los que imponen excepciones, revolucionan, limitan, redireccionan... el comportamiento tendencialmente químico de los elementos observables en el seno de los organismos vivos. Y que la leyes de la química se imponen a la electricidad y a la luz. ¿Serán suficientes ejemplos las variabilidades de trayectoria, de "naturaleza" o de velocidad de la luz en función del medio químico, de las condiciones térmicas en las que circule la luz, o la diversidad de comportamiento de los electrones en condiciones extremas de baja temperatura, donde se produce el fenómeno especialmente notable y tecnológicamente importante de la superconducción? ¿No son esos casos demostrativos de que las leyes de la naturaleza en el vacío (espacio físico previo, cuanto menos primario, en todo caso el espacio físico por excelencia) son distorsionadas, o forzadas a ser otras, por así decirlo, cuando se encuentran inmersas en un espacio mayor y por lo tanto afectadas por su... peso específico?
Esto, no obstante, no implica un deslizamiento en el animismo y/o el antropocentrismo. Cada ámbito tiene su especifidad al margen de las restricciones o distorciones que le imponga el conjunto mayor que lo contenga. De ahí la validez de los modelos abstractos que en todas las ciencias y más en las físicas (en las más básicas) requieren condiciones ideales que sólo se pueden suponer o aislar del todo imaginariamente. De ahí que las leyes de la mecánica, etc. sean válidas en esas condiciones y a la vez sean reales aunque subyacentes. Y de ahí que se deba sostener un determinismo elaborado (y no elemental como contra el que Prigogine embate fácilmente, reduciéndolos todos bajo mínimos) sin que eso signifique negar necesariamente la diversidad, el azar y el carácter material del tiempo, entre otras muchas cosas demostrables y evidentes. Y de ahí que debamos negar "libres albedríos" a los electrones, etc. y debamos definir las limitaciones reales y complejas de la libertad humana en su contexto. Todo esto debe ser mucho más estudiado y elaborado pero queda al menos apuntado aquí en sus líneas principales. Y Prigogine, por su malicia, puesto en la picota y desmontado. Aunque con pena.
Con pena porque, sin duda, como Prigogine sugería, hay una cierta evolución del Universo hacia la complejidad (al menos en el panorama que enmarca nuestra actual "ventana".) En esto creo que Prigogine iba bien encaminado (o sea, encaminado como yo creo que es mejor y salvando las distancias; quizá buscando un término más apropiado, menos confuso y ruidoso.)
Tal vez el Universo que hoy conocemos, esta fase actual, como él la llama, nació de un ultrataminúsculo agujero negro donde ya palpitaba el tiempo o donde ya estaba presente su flecha (cualquiera que fuese su dirección distinta de la posterior y hoy nuestra.) En ese supuesto, tras el cambio de fase, la materia (átomos y vacío que diría Demócrito) debía tener toda la libertad (más correctamente quizá, la independencia lineal) para que rigieran sus leyes. pero, ay, se formaron las moléculas y se le acabó a los fotones la velocidad máxima en todo el espacio-tiempo... Y así, uno tras otro, hasta que (en la Tierra, en el Sistema Solar, al menos) llegaron primero la vida y por fin el hombre y la teconología y con esto las experiencias de laboratorio definidas en función de hipótesis y utopías... para que se pudieran demostrar.
Lo que deberíamos intentar, entiendo desde mi modesto punto económico de vista, es dejar de decir cosas como las que dijeron Prigogine y sus discípulos con dos de las cuales ejemplifico una conducta, para mí burocrática y en particular tecnocrática:
1) "Mi colaborador, P. Allen y su equipo han desarrollado modelos sobre evolución (?) estructural del sistema urbano..." ( "¿Tan sólo una ilusión?", Tusquets, Barcelona, 2004, pag. 61), cuya descripción muestra además los alcances puramente lúdicos de estos intentos tecnocráticos, como la descripción de que "...si se reduce la accesibilidad del transporte ligero al centro de la ciudad, tal vez se produzca una revitalización del mismo...", etc. (ídem, misma pag.)
2) "Si se confirma la teoría de Eigen (...) un estado altamente organizado, correspondiente a un código genético, emergería de forma concreta (?) a partir de leyes físicas." (ídem., pag. 323) o "...la vida parece seguir las leyes físicas (!) con una plasticidad particular (?)..." (pag. 324.) Y por si quedaran indeterminaciones , que las hay en Prigogine, añade más abajo: "La introducción de estructuras disipativas (...) nos permite esperar que, en su esencialidad (?), la vida sea deducible de los "primeros principios"" (pag. 324.)
Y dejo para otro momento las reiteradas tergiversaciones y simplificaciones que lleva a cabo Prigogine y que, asimismo a mi entender, sólo se explican situando a su autor en el escenario de la sociedad real, burocrática en la actual etapa de la Historia, desde donde su conducta queda determinada, ideológica y psicológicamente, para seguir siendo quien llegó a ser.
En definitiva, sería ideal que a la hora de pensar pudiéramos distanciarnos de nuestro ser social pero, siendo eso imposible en última instancia, deberíamos al menos explicitar el que realmente se producen nuestras ideas, incluyendo así no sólo el instrumento de observación como distorcionador inevitable de las lecturas que hacemos sino también los intereses sociales y el estadio histórico (con su cultura y sus matices, su psicología y sus expresiones globales y particulares, sus mitos...) en el que se encuentra el observador, sobre el cual influyen y a quien determinan.
Creo que esto debería ser confrontado y, de resultar comprobado, debería aplicarse lo antes posible. Creo sinceramente, intuitivamente y por experiencia propia, que sería muy útil además de económico (tal vez lo primero sea así por lo segundo.) Por experiencia propia, porque a mí me está resultando muy clarificador.
El enfoque me permite explicarme, por ejemplo, la conducta de los intelectuales especialistas como producto de la sociedad con la que se encuentran, como he hecho aquí y en otros sitios antes. Me permite una mayor economía de pensamiento en el sentido de Ocam y de Match (economía que a su vez me explico por la estructura constitutiva del cerebro, donde. indiscutiblemente, el pensamiento tiene lugar.) Me ayudan a entender (accédase a mis entradas respectivas, pasadas y futuras) a Prigogine y a Einstein, a Leibniz y a Rousseau... En fin... me explican las teorías y las obras, los sucesos aparentemente imprevisibles que se cuecen en el caldo donde flotan las tendencias, caldo que reposa y bulle en un determinado recipiente que reposa sobre una cierta mesa y que yo u otro ser humano como yo revuelve con una cuchara que también es real, incluso material...
Think about, please. Think it carefully. Y, como propuso en su día Marx, citando al Dante en interés propio y para no serle fiel del todo, como se demostró con el tiempo:
Sin embargo, pienso que se podría, que se debería y que sería más productivo desde el punto de vista epistemológico hacer precisamente lo contrario, empezando por reconocer, en la medida de lo posible y coincidiendo con la evidencia histórica y los más fructíferos avances e la ciencia, que:
No serían las leyes imperantes en el sistema menor (por ejemplo, la materia en la órbita de la Física) las que dictan o son las leyes del sistema mayor que lo contiene, sino todo lo contrario: las leyes del sistema mayor se imponen sobre las leyes del subsistema (por ejemplo, )y los miembros de éste son afectados por ello. Así, la vida, que debe estudiarse en el campo de la Biología; así, la sociedad, que debe estudiarse en el de la Historia, la Sociología, la Economía, etc., serían esos sistemas o conjuntos que podríamos llamar mayores a la manera de Gödel. (procuraré formular esta exposición positiva algo mejor en breve)Ilya Prigogine, aunque de un modo un tanto ambiguo, parece decir lo mismo en este sentido, aunque luego no lo respete del todo en el curso de sus evoluciones un tanto circenses:
"Sólo existe una flecha del tiempo. Ahora, en esta perspectiva, hablaremos de la
relación de ciencia y vida. La vida es ciertamente una de las manifestaciones
más sorprendentes de esta flecha universal del tiempo. (...) pero lo que
quiero poner de relieve es que la vida transmite, a su vez, esta situación
propia, intrínseca, de ruptura de simetría a objetos del mundo físico que, sin
su intervención, tendrían un comportamiento temporal simétrico." (Ilya Prigogine,
"¿Tan sólo una ilusión?", Tusquets, Barcelona, 2004, pag. 131-132.)
Y unas líneas más abajo:
"Tansformamos (!) una situación fundamentalmente simétrica en una situación
temporalmente (?) asimétrica por la utilización de nuestra propia simetría
temporal." (ídem, misma pag.)
¿Influencias de la subjetividad humana en el terreno de la realidad, tal como lo sugiere, o más bien un reconocimiento del efecto de la acción humana y de sus obras...? Pero dejemos esto por ahora.
En concreto y sin negar las interacciones existentes, parece obvio que las intereses sociales humanos mandan sobre el comportamiento individual y lo conforman (sin restarle su rol a la psicología, etc., que regulan, desde sus propios conjuntos mayores, en todo caso intersectados con los ya mencionados como lo social, a quienes los componen, los individuos y los grupos, compuestos a la vez por órganos y células, éstas por moléculas orgánicas y compuestos asociados, más abajo por átomos... etc.) Parece igualmente obvio que son los imperativos vitales los que imponen excepciones, revolucionan, limitan, redireccionan... el comportamiento tendencialmente químico de los elementos observables en el seno de los organismos vivos. Y que la leyes de la química se imponen a la electricidad y a la luz. ¿Serán suficientes ejemplos las variabilidades de trayectoria, de "naturaleza" o de velocidad de la luz en función del medio químico, de las condiciones térmicas en las que circule la luz, o la diversidad de comportamiento de los electrones en condiciones extremas de baja temperatura, donde se produce el fenómeno especialmente notable y tecnológicamente importante de la superconducción? ¿No son esos casos demostrativos de que las leyes de la naturaleza en el vacío (espacio físico previo, cuanto menos primario, en todo caso el espacio físico por excelencia) son distorsionadas, o forzadas a ser otras, por así decirlo, cuando se encuentran inmersas en un espacio mayor y por lo tanto afectadas por su... peso específico?
Esto, no obstante, no implica un deslizamiento en el animismo y/o el antropocentrismo. Cada ámbito tiene su especifidad al margen de las restricciones o distorciones que le imponga el conjunto mayor que lo contenga. De ahí la validez de los modelos abstractos que en todas las ciencias y más en las físicas (en las más básicas) requieren condiciones ideales que sólo se pueden suponer o aislar del todo imaginariamente. De ahí que las leyes de la mecánica, etc. sean válidas en esas condiciones y a la vez sean reales aunque subyacentes. Y de ahí que se deba sostener un determinismo elaborado (y no elemental como contra el que Prigogine embate fácilmente, reduciéndolos todos bajo mínimos) sin que eso signifique negar necesariamente la diversidad, el azar y el carácter material del tiempo, entre otras muchas cosas demostrables y evidentes. Y de ahí que debamos negar "libres albedríos" a los electrones, etc. y debamos definir las limitaciones reales y complejas de la libertad humana en su contexto. Todo esto debe ser mucho más estudiado y elaborado pero queda al menos apuntado aquí en sus líneas principales. Y Prigogine, por su malicia, puesto en la picota y desmontado. Aunque con pena.
Con pena porque, sin duda, como Prigogine sugería, hay una cierta evolución del Universo hacia la complejidad (al menos en el panorama que enmarca nuestra actual "ventana".) En esto creo que Prigogine iba bien encaminado (o sea, encaminado como yo creo que es mejor y salvando las distancias; quizá buscando un término más apropiado, menos confuso y ruidoso.)
Tal vez el Universo que hoy conocemos, esta fase actual, como él la llama, nació de un ultrataminúsculo agujero negro donde ya palpitaba el tiempo o donde ya estaba presente su flecha (cualquiera que fuese su dirección distinta de la posterior y hoy nuestra.) En ese supuesto, tras el cambio de fase, la materia (átomos y vacío que diría Demócrito) debía tener toda la libertad (más correctamente quizá, la independencia lineal) para que rigieran sus leyes. pero, ay, se formaron las moléculas y se le acabó a los fotones la velocidad máxima en todo el espacio-tiempo... Y así, uno tras otro, hasta que (en la Tierra, en el Sistema Solar, al menos) llegaron primero la vida y por fin el hombre y la teconología y con esto las experiencias de laboratorio definidas en función de hipótesis y utopías... para que se pudieran demostrar.
Lo que deberíamos intentar, entiendo desde mi modesto punto económico de vista, es dejar de decir cosas como las que dijeron Prigogine y sus discípulos con dos de las cuales ejemplifico una conducta, para mí burocrática y en particular tecnocrática:
1) "Mi colaborador, P. Allen y su equipo han desarrollado modelos sobre evolución (?) estructural del sistema urbano..." ( "¿Tan sólo una ilusión?", Tusquets, Barcelona, 2004, pag. 61), cuya descripción muestra además los alcances puramente lúdicos de estos intentos tecnocráticos, como la descripción de que "...si se reduce la accesibilidad del transporte ligero al centro de la ciudad, tal vez se produzca una revitalización del mismo...", etc. (ídem, misma pag.)
2) "Si se confirma la teoría de Eigen (...) un estado altamente organizado, correspondiente a un código genético, emergería de forma concreta (?) a partir de leyes físicas." (ídem., pag. 323) o "...la vida parece seguir las leyes físicas (!) con una plasticidad particular (?)..." (pag. 324.) Y por si quedaran indeterminaciones , que las hay en Prigogine, añade más abajo: "La introducción de estructuras disipativas (...) nos permite esperar que, en su esencialidad (?), la vida sea deducible de los "primeros principios"" (pag. 324.)
Y dejo para otro momento las reiteradas tergiversaciones y simplificaciones que lleva a cabo Prigogine y que, asimismo a mi entender, sólo se explican situando a su autor en el escenario de la sociedad real, burocrática en la actual etapa de la Historia, desde donde su conducta queda determinada, ideológica y psicológicamente, para seguir siendo quien llegó a ser.
En definitiva, sería ideal que a la hora de pensar pudiéramos distanciarnos de nuestro ser social pero, siendo eso imposible en última instancia, deberíamos al menos explicitar el que realmente se producen nuestras ideas, incluyendo así no sólo el instrumento de observación como distorcionador inevitable de las lecturas que hacemos sino también los intereses sociales y el estadio histórico (con su cultura y sus matices, su psicología y sus expresiones globales y particulares, sus mitos...) en el que se encuentra el observador, sobre el cual influyen y a quien determinan.
Creo que esto debería ser confrontado y, de resultar comprobado, debería aplicarse lo antes posible. Creo sinceramente, intuitivamente y por experiencia propia, que sería muy útil además de económico (tal vez lo primero sea así por lo segundo.) Por experiencia propia, porque a mí me está resultando muy clarificador.
El enfoque me permite explicarme, por ejemplo, la conducta de los intelectuales especialistas como producto de la sociedad con la que se encuentran, como he hecho aquí y en otros sitios antes. Me permite una mayor economía de pensamiento en el sentido de Ocam y de Match (economía que a su vez me explico por la estructura constitutiva del cerebro, donde. indiscutiblemente, el pensamiento tiene lugar.) Me ayudan a entender (accédase a mis entradas respectivas, pasadas y futuras) a Prigogine y a Einstein, a Leibniz y a Rousseau... En fin... me explican las teorías y las obras, los sucesos aparentemente imprevisibles que se cuecen en el caldo donde flotan las tendencias, caldo que reposa y bulle en un determinado recipiente que reposa sobre una cierta mesa y que yo u otro ser humano como yo revuelve con una cuchara que también es real, incluso material...
Think about, please. Think it carefully. Y, como propuso en su día Marx, citando al Dante en interés propio y para no serle fiel del todo, como se demostró con el tiempo:
"Qui si convien lasciare ogni sospetto,Y discúlpese al aquí firmante si él también incumple en algún punto ese precepto.
Ogni viltá convien que qui sia morta…"
martes, 22 de mayo de 2007
Parábola de los expertos (sin comentarios por mi parte)
Érase una vez un pueblecito perdido en el desierto. Todos sus vecinos eran ciegos. Un gran rey pasó por la comarca, seguido de su ejército. Montaba un elefante. Los ciegos se enteraron, y habiendo oído hablar mucho de los elefantes, los movió el deseo de tocarlo para hacerse una idea de qué es un elefante. Doce Ancianos y Notables del pueblo se pusieron en camino con este objetivo: «Rey», dijeron, «os suplicamos que nos concedáis venia para palpar el elefante». «Os la concedo», respondió el rey; «¡podéis palparlo!».
Uno palpó la trompa, otro la pierna, éste la espalda, aquél las orejas, e incluso hubo uno que, por licencia especial del rey, montó sobre la bestia y se paseó. Los doce ciegos volvieron entusiasmados a su pueblo. Los otros los rodearon, preguntándoles, muertos de intriga, qué tipo de bestia era un elefante. El primero dijo: «Es un tubo enorme, que se alza con fuerza, se enrosca y, ay de ti si te pilla!». Otro afirmó: «Es una columna peluda». El tercero: «Es como una pared de un castillo». El que había palpado la oreja: «Es como un tapiz muy grueso, de tejido grosero, que se mueve cuando lo tocas». Y el último exclamó: «¿Es que chocheáis? Es una montaña que se pasea!».
Nota: parábola atribuida a RUMI , Sufi Persa del siglo XIII.
Desmontando al filósofo Prigogine
Ante todo, debo disculparme que desde mi insuficiente formación e incompleta información me permita tomar al Sr. Pregogine como cabeza de turco, pero más allá de su prestigio y su indudable capacidad, está en la palestra por decisión propia y la confrontación es... democrática. Sin duda puede resultar algo "fuerte" que me proponga nada menos que desmontarlo en base a la lectura reciente de algunos pocos de sus textos más breves (pero más filosóficos y proféticos), pero no seré capaz ni estoy interesado en hacerlo en los aspectos técnicos donde, por cierto, encuentro cosas por él defendidas que me suenan francamente bien, al menos poética e incluso lógicamente (como su idea de un Universo en permanente evolución; algo para mí obvio en tanto se circunscriba a su dominio y no se pretenda darle una suerte de vida o asignarle un proyecto teleonómico a la materia. Y por lo que yo no utilizaría ese término específico.)
A Prigogine, como a cualquier pensador, habría que estudiarlo más a fondo y poder hablar de sus aportes que los percibo sin poderlos garantizar, es decir, no debería hacer lo que hace él, hasta donde me consta, con Einstein y Monod y alguno que otro de sus oponentes.) Pero sí que me animo a hacer algunas afirmaciones circunscritas lo máximo posible al ámbito sociopolítico, en donde creo que me podré defender aceptablemente y donde incluso me siento capaz de atacar.
Lo primero que salta a la vista son los cierres de las conferencias y textos de Prigogine en donde no tuvo el menor prurito en proponer una suerte de Revolución Democrática de nuevo cuño. Una revolución o evolución quizá que habría de instaurar tal vez una suerte de República de Sabios. De sabios o más bien de científicos-artistas o científicos-poetas.
En primer lugar, dejadme insistir que lo tenía, como todos los que caen en ello, realmente crudo, es decir, que no era sino otra utopía delirante. Y, para colmo, elemental, nada que ver con la profundidad que no me animo a cuestionar en su propio campo y que supongo muy seria, o tanto como lo fueron todas la hipótesis científicas desde que la ciencia se fundó (tan seria como la seriedad de Galileo, por ejemplo.) A la vista de esto, no es extraño que se desee que las cosas sean como lo pide Andrés Ibáñez en ABC Cultural del 19-05-2007, pag. 27, reconociendo acto seguido que ello sería imposible (lo es también desde mi punto de vista que sin embargo no es el mismo):
Pero volvamos a Prigogine. Lo mejor, pienso, que podría haber hecho habría sido limitarse al modesto y seguramente importante trabajo de investigación en los límites específicos de la ciencia e incluso de su especialidad, en los límites de lo concreto (que no chato) y de sus extrapolaciones más o menos automáticas en su propio ámbito, pero sin entrar en el diseño de cosmogonías ni retroprofetizaciones deducidas sin más de hipótesis algo endebles en relación con la objetividad (su postulado), o en dibujos de orígenes universales o de supuestas y posibles fases que sólo llevan la discusión poco más que al campo de la etimología y, sobre todo, a realizar arriesgadas y elementales extrapolaciones al campo de lo histórico, lo política y lo social, campos autónomos que van por sus propios derroteros… (respondiendo a sus propias tendencias específicas) y que él sólo ayuda a oscurecer… (con ruido, como se llegó a sugerir en el curso de unos coloquios científicos en los que participó Prigogine en 1985) y mecanicismos apenas remozados y encubiertos. Debió, en fin, contentarse con dirigir sus investigaciones en ese campo de la física que es la termodinámica y en todo caso de los fenómenos singulares de disipación y de inestabilidad, de la irreversibilidad y del tiempo sin materia que prefiera... y que pudo defender con las herramientas de la ciencia y no de la filosofía que no mostró dominar ni haber estudiado en profundidad (y que observara, o… en fin, que imaginara si hubiese preferido hacer una novela o pintar un cuadro, para lo cual hubiese igualmente tenido que esforzarse y dedicar a ello su tiempo), pero que aceptase que no no podía extrapolar sus fantasías al universo del que no sabe ni sabemos casi nada porque, sencillamente, como él mismo dice, sólo tenemos ante nosotros una mísera ventana, y porque nos debemos apoyar en su marco y porque no podemos traspasar sin lastimarnos el cristal cuando la ventana está cerrada, etc., etc. Me refiero a la tan molesta realidad.
Pero no sólo no hizo eso, no sólo fue un poquito inmodesto, sino que arremetió con exabruptos elementales y se manifestó convencido de que bastaba con meter la indeterminación en la naturaleza para que ésta se extiese a la sociedad bajo la forma de libertad humana y democracia (usando estos términos en el sentido más popular imaginable y hasta en contraposición con las definiciones de los más simples diccionarios escolares.)
Con atribuir a la naturaleza los atributos propios de una humanidad ideal la real se volvería automáticamente (o a la fuerza de no ser posible, ¿no, Sr Rousseau redivivo o quizá redivivo Dostoievski?) ideal, moralmente buena, reconvertida en natural como filosofaba, recomendaba, enseñaba y estaba dispuesto a imponer Rousseau. Eso, porque Rousseau también pintó la naturaleza a imagen del ideal de humanidad. La pintó para luego invitar y pretender instaurar su utopía liberal y democrática que él había pensado por todos y para todos por los siglos de los siglos.
¿Es que no dejaremos nunca de repetirnos, de reencarnarnos por así decirlo, de asumir el mismo papel en la escena de la vida que el que ya representaron otros antes que nosotros y sólo para añadir, en el mejor de los casos, algunas improvisaciones?
Ilya Prigogine cayó, así, en una variante del animismo y el antropocentrismo contra el que Monod escribió su "Azar y necesidad" que Prigogine dice que tanto le influyera (?), sólo que dando una vuelta curiosa en plena maniobra: primero puso alma a la materia (la democratiza y humaniza) para luego servírsela como ejemplo a la apabullada humanidad, necesitada al parecer de cada vez más pensamiento elemental y especialmente del que viene entremezclado y recubierto con incomprensibles códigos Da Vinci o con fórmulas confusas e hipotéticas que pocos manejan, menos atienden y unos cuantos se enmarañan en gran medida con la misma gratuidad con que se lee una novela de misterio /lo que en sí mismo no es... pecado.) Así la humanidad se reconciliaría con la naturaleza y se haría más natural y más buena... Es decir, de nuevo el Sr. Rousseau al final de la pirueta. ¡No avanzamos, eh!
Si, además, yo fuera capaz de estudiar con propiedad a Prigogine en su propio campo… o si tuviera la suficiente formación e información como para fiarme de lo que dicen otros científicos (ojo, podrían ser meros expertos interesados, competidores, etc.; habría que investigarlo), me creería eso que dicen algunos (dejo que lo corroboren los que estén preparados y estén interesados en estos aspectos que sin duda importan pero que se me escapan) de que no se aprecian resultados específicos en el campo científico al que propiamente se dedican él y su equipo (véase la nota 1 más abajo tomada del blog de Carlos H. von der Becke, aunque algo pudo haber cambiado desde 1995, por qué no.)
En fin, permeneceré en cierto modo agnóstico o neutral al respecto, sintiéndome inclinado ante la caída en el pensamiento elemental de los Prigogines, que, insisto, sería mejor si se concentrasen con modestia en sus trabajos de investigación concretos en lugar de intentar hacer, y pobremente, filosofía de la naturaleza y sugerencias políticas sin la suficiente formación, ni el rigor, ni siquiera la auténtica responsabilidad. O si no, que estudien y se estudien. Su mente privilegiada podría estar, en todo caso, mucho más aprovechada y los demás tendríamos en torno menos ruido.
Bueno, sirva esto sólo para intentar poner los puntos sobre las íes, entre los cuales hay que contar la evidencia de que también lo último que he dicho, al igual que lo dicho por Andrés Ibáñez, sólo encierran, como ya dije, otras dos utopías de las tantas posibles. ¡Qué remedio, siendo todos humanos e intelectuales modernos!
Nota: “Y entonces aparecen sus colegas científicos. No los teóricos de los sistemas, sino los expertos en termodinámica, mecánica estadística y formación de patrones. Uno de ellos (P. Hohenberg, co-autor of the última Review of Modern Physics pasa revista al estado del arte en lo referente a formación de patrones y deja que su nombre figure afirmando en Scientific American (Mayo 1995, "From Complexity to Perplexity") que "no conozco ni un solo fenómeno que esta teoría haya logrado explicar."
A Prigogine, como a cualquier pensador, habría que estudiarlo más a fondo y poder hablar de sus aportes que los percibo sin poderlos garantizar, es decir, no debería hacer lo que hace él, hasta donde me consta, con Einstein y Monod y alguno que otro de sus oponentes.) Pero sí que me animo a hacer algunas afirmaciones circunscritas lo máximo posible al ámbito sociopolítico, en donde creo que me podré defender aceptablemente y donde incluso me siento capaz de atacar.
Lo primero que salta a la vista son los cierres de las conferencias y textos de Prigogine en donde no tuvo el menor prurito en proponer una suerte de Revolución Democrática de nuevo cuño. Una revolución o evolución quizá que habría de instaurar tal vez una suerte de República de Sabios. De sabios o más bien de científicos-artistas o científicos-poetas.
En primer lugar, dejadme insistir que lo tenía, como todos los que caen en ello, realmente crudo, es decir, que no era sino otra utopía delirante. Y, para colmo, elemental, nada que ver con la profundidad que no me animo a cuestionar en su propio campo y que supongo muy seria, o tanto como lo fueron todas la hipótesis científicas desde que la ciencia se fundó (tan seria como la seriedad de Galileo, por ejemplo.) A la vista de esto, no es extraño que se desee que las cosas sean como lo pide Andrés Ibáñez en ABC Cultural del 19-05-2007, pag. 27, reconociendo acto seguido que ello sería imposible (lo es también desde mi punto de vista que sin embargo no es el mismo):
“Me gustaría hacer un par de observaciones: la primera, que los científicos estudiaran la realidad (...) sin visiones del mundo, sin filosofía, sin creencias, sin ideas preconcebidas. Pero esto es, al parecer, imposible...”Una utopía contra otra. Sí, porque la de Prigogine es una utopía que además no cuenta con espacio ni siquiera para que sea tergiversada (como sí pudieron serlo la del marxismo o la de la Ilustración, con resultados a la vez necesarios y dolorosos, es decir, lógicos y emocionalmente rechazables, o como lo fue también el cristianismo, también con sus más y sus menos), una utopía para la que no existe espacio (al menos hoy en día, ¡ojo con esto porque nadie debería a afirmar que una tendencia presente y evidente en la sociedad no pueda tener posibilidades nunca jamás de afirmarse; ¡exactamente como podría suceder con una mutación biológica!)
Pero volvamos a Prigogine. Lo mejor, pienso, que podría haber hecho habría sido limitarse al modesto y seguramente importante trabajo de investigación en los límites específicos de la ciencia e incluso de su especialidad, en los límites de lo concreto (que no chato) y de sus extrapolaciones más o menos automáticas en su propio ámbito, pero sin entrar en el diseño de cosmogonías ni retroprofetizaciones deducidas sin más de hipótesis algo endebles en relación con la objetividad (su postulado), o en dibujos de orígenes universales o de supuestas y posibles fases que sólo llevan la discusión poco más que al campo de la etimología y, sobre todo, a realizar arriesgadas y elementales extrapolaciones al campo de lo histórico, lo política y lo social, campos autónomos que van por sus propios derroteros… (respondiendo a sus propias tendencias específicas) y que él sólo ayuda a oscurecer… (con ruido, como se llegó a sugerir en el curso de unos coloquios científicos en los que participó Prigogine en 1985) y mecanicismos apenas remozados y encubiertos. Debió, en fin, contentarse con dirigir sus investigaciones en ese campo de la física que es la termodinámica y en todo caso de los fenómenos singulares de disipación y de inestabilidad, de la irreversibilidad y del tiempo sin materia que prefiera... y que pudo defender con las herramientas de la ciencia y no de la filosofía que no mostró dominar ni haber estudiado en profundidad (y que observara, o… en fin, que imaginara si hubiese preferido hacer una novela o pintar un cuadro, para lo cual hubiese igualmente tenido que esforzarse y dedicar a ello su tiempo), pero que aceptase que no no podía extrapolar sus fantasías al universo del que no sabe ni sabemos casi nada porque, sencillamente, como él mismo dice, sólo tenemos ante nosotros una mísera ventana, y porque nos debemos apoyar en su marco y porque no podemos traspasar sin lastimarnos el cristal cuando la ventana está cerrada, etc., etc. Me refiero a la tan molesta realidad.
Pero no sólo no hizo eso, no sólo fue un poquito inmodesto, sino que arremetió con exabruptos elementales y se manifestó convencido de que bastaba con meter la indeterminación en la naturaleza para que ésta se extiese a la sociedad bajo la forma de libertad humana y democracia (usando estos términos en el sentido más popular imaginable y hasta en contraposición con las definiciones de los más simples diccionarios escolares.)
Con atribuir a la naturaleza los atributos propios de una humanidad ideal la real se volvería automáticamente (o a la fuerza de no ser posible, ¿no, Sr Rousseau redivivo o quizá redivivo Dostoievski?) ideal, moralmente buena, reconvertida en natural como filosofaba, recomendaba, enseñaba y estaba dispuesto a imponer Rousseau. Eso, porque Rousseau también pintó la naturaleza a imagen del ideal de humanidad. La pintó para luego invitar y pretender instaurar su utopía liberal y democrática que él había pensado por todos y para todos por los siglos de los siglos.
¿Es que no dejaremos nunca de repetirnos, de reencarnarnos por así decirlo, de asumir el mismo papel en la escena de la vida que el que ya representaron otros antes que nosotros y sólo para añadir, en el mejor de los casos, algunas improvisaciones?
Ilya Prigogine cayó, así, en una variante del animismo y el antropocentrismo contra el que Monod escribió su "Azar y necesidad" que Prigogine dice que tanto le influyera (?), sólo que dando una vuelta curiosa en plena maniobra: primero puso alma a la materia (la democratiza y humaniza) para luego servírsela como ejemplo a la apabullada humanidad, necesitada al parecer de cada vez más pensamiento elemental y especialmente del que viene entremezclado y recubierto con incomprensibles códigos Da Vinci o con fórmulas confusas e hipotéticas que pocos manejan, menos atienden y unos cuantos se enmarañan en gran medida con la misma gratuidad con que se lee una novela de misterio /lo que en sí mismo no es... pecado.) Así la humanidad se reconciliaría con la naturaleza y se haría más natural y más buena... Es decir, de nuevo el Sr. Rousseau al final de la pirueta. ¡No avanzamos, eh!
Si, además, yo fuera capaz de estudiar con propiedad a Prigogine en su propio campo… o si tuviera la suficiente formación e información como para fiarme de lo que dicen otros científicos (ojo, podrían ser meros expertos interesados, competidores, etc.; habría que investigarlo), me creería eso que dicen algunos (dejo que lo corroboren los que estén preparados y estén interesados en estos aspectos que sin duda importan pero que se me escapan) de que no se aprecian resultados específicos en el campo científico al que propiamente se dedican él y su equipo (véase la nota 1 más abajo tomada del blog de Carlos H. von der Becke, aunque algo pudo haber cambiado desde 1995, por qué no.)
En fin, permeneceré en cierto modo agnóstico o neutral al respecto, sintiéndome inclinado ante la caída en el pensamiento elemental de los Prigogines, que, insisto, sería mejor si se concentrasen con modestia en sus trabajos de investigación concretos en lugar de intentar hacer, y pobremente, filosofía de la naturaleza y sugerencias políticas sin la suficiente formación, ni el rigor, ni siquiera la auténtica responsabilidad. O si no, que estudien y se estudien. Su mente privilegiada podría estar, en todo caso, mucho más aprovechada y los demás tendríamos en torno menos ruido.
Bueno, sirva esto sólo para intentar poner los puntos sobre las íes, entre los cuales hay que contar la evidencia de que también lo último que he dicho, al igual que lo dicho por Andrés Ibáñez, sólo encierran, como ya dije, otras dos utopías de las tantas posibles. ¡Qué remedio, siendo todos humanos e intelectuales modernos!
* * *
Nota: “Y entonces aparecen sus colegas científicos. No los teóricos de los sistemas, sino los expertos en termodinámica, mecánica estadística y formación de patrones. Uno de ellos (P. Hohenberg, co-autor of the última Review of Modern Physics pasa revista al estado del arte en lo referente a formación de patrones y deja que su nombre figure afirmando en Scientific American (Mayo 1995, "From Complexity to Perplexity") que "no conozco ni un solo fenómeno que esta teoría haya logrado explicar."
martes, 15 de mayo de 2007
Decadencia intelectual y burocratización: el pensamiento en un espacio menguante
Encuentro evidente la inexistencia actual de intelectuales de la talla y de la repercusión de los de siglos anteriores. En el territorio de la izquierda, por ejemplo, ninguno de los seguidores de Marx le llegó a las rodillas, ni en profundidad, ni en honestidad intelectual, ni en repercusión. Todo lo contrario, muy pronto dieron lugar a meras caricaturas que se dieron a la tarea de una inescrupulosa tergiversación. Esto, ciertamente, al margen del carácter erróneo de las tesis desarrolladas por Marx y que, como ya he señalado en otras entradas e insisto en ésta, atribuyo a su ceguera para reconocer el origen social real de sus propias motivaciones.
Si insisto en tomar el ejemplo del marxismo, es porque lo considero particularmente clarificador y significativo para comprender las condiciones históricas del presente más allá de lo inmediatamente visible, es decir, para poner en evidencia las tendencias que condujeron a ellas y que siguen impulsando su futuro. El marxismo sigue siendo por el momento la expresión más acabada y eficaz hallada por la intelectualidad para instaurar su República Burocrática cuya evolución fue acompañada por sus principios (aunque traicionados desde un comienzo) y las sociedades instaurados en su nombre fueron las que alcanzaron las formas más desarrolladas, extremas y duraderas de burocratización, formas que hoy han sido relegadas en Europa por otras más sutiles aunque igualmente burocráticas y que en Latinoamérica se van conquistando inicialmente por el camino de las urnas y ya veremos hasta qué extremos.
Ahora bien, las motivaciones aludidas, (motivaciones de una casta intelectual, culta, predispuesta genética, psicológica y socialmente a explicarse ideológicamente las circunstancias en las que vive y el mundo con el que se ha encontrado al margen y por lo general en contra de su voluntad y de sus deseos posteriores), motivaciones difíciles de determinar en toda su complejidad, pero que al manifestarse tan notablemente y demostrarse tan útiles para explicar el fenómeno del marxismo y de su frustración, parecen constituir un modelo más que aplicable y recomendable para analizar el fenómeno de la intelectualidad y del pensamiento humano en su conjunto.
Como en el campo mismo de la ciencia al que se refería Feyerabend, por ejemplo, quien, al margen de sus propios condicionamientos ideológicos, deduce tras citar a Fichte, que "una decisión arbitraria, debe tener sin embargo una razón (!), por nuestra inclinación y nuestro interés." ("Contra el método", Ariel, 1975, nota 217, en pag. 205) o al referirse a Galileo: "La necesidad era puramente teórica: adaptar, "salvar", no un fenómeno sino una nueva concepción del mundo." (ídem, nota 183, pag. 197, op.cit.) En síntesis y en relación con lo que aquí y ahora me interesa destacar: que detrás de las teorías científicas hay siempre una realidad humana determinante en última instancia, y que esa realidad es más compleja y a la vez profunda que la que Feyerabend apunta también por otras razones que por la supuesta búsqueda de la verdad. Unas razones, me atrevo a decir, en todo caso operativas.
Ilya Prigogine, como ejemplo de los más significativos de los científicos que hoy en día filosofan, defiende el derecho de hablar en el ámbito de la ciencia como en el del arte (lo contrario de lo proponía Liebniz que, ya que estamos también, prefería el lenguaje de los artesanos al de los eruditos de la época, es decir, un lenguaje concreto) y nos sugiere (o lo hizo en 1985) que adoptemos una manera surrealista de pensar, más propia al parecer del mundo (conferencia), mundo que, según me parece, él se ha representado primero para después copiarlo sobre la realidad en la que descubre sus leyes. El conjunto de materialismo e idealismo, racionalidad, indeterminación objetiva y subjetividad, resulta un tanto inestable (¿quizás entrópica?) y bastante más llena a mis oídos de ruido que de luz a mi entendimiento. Algo que, por cierto, se viene haciendo en ciencia desde que la ciencia moderna se comenzó a fundar (como Feyerabend apunta refiriéndose a Galileo como he registrado más arriba) y que se percibe en casi todos los debates científicos.
Y, es curioso, lo mismo que no da una seria descripción de los postulados de Einstein hace lo propio con Monod, por quien dice haber sido influido grandemente (véase su referencia a "Azar y necesidad" en su "Nacimiento del tiempo", Technos) afirmando que éste sostendría (en ese libro que yo he leído y releído al efecto) que "separa materia y vida" considerándolo, lógicamente, inadmisible. Tergiversación supuestamente interesada por parte de Prigogine, o al menos apresurada, salvo que yo no haya entendido ni una cosa ni la otra.
¿Y todo para qué? ¿Para acabar sus charlas sosteniendo que la "libertad" (referiéndose al indeterminismo) en ciencia permitirá "la democracia", o una "democracia nueva"? ¿No debería ser en todo caso al revés? ¿O es que Prigogine sueña con una suerte de República Democrática de Sabios? Y aclaro: me suena a una variante de dictadura burocrática y, además, creo que no cuenta, al menos hoy en día, con ningún espacio para su realización. Incluso con menos que la de un partido político como podría ser Izquierda Unida.
Hoy los intelectuales como Prigogine, Feyerabend o por ejemplo Dawkins (a los que no les quito méritos) siguen sin haber fundado ni serán capaces de fundar escuelas significativas de pensamiento, y si observamos una de las que explícitamente más parece pretenderlo como la del mencionado Dawkins (visiten Sin dioses donde esto se pone en práctica) se me antoja casi más una secta decidida a dedicarse a luchar contra Dios (no niego que con argumentos válidos aunque sobrantes) que un grupo de científicos dispuestos a centrarse en sus propias investigaciones positivas (lo cierto es que olvidan que Malebranch y Leibniz hicieron más por la ciencia yendo precisamente en la dirección opuesta, lo que no significaría que quien lo hiciera hoy no haría el ridículo.) Así, asistimos a una increíble proliferación de especulaciones y aproximaciones que cada vez son más velozmente sustituidas por otras más novedosas y tal vez y por qué no más vendedoras. Si, vivimos tiempos de triunfos efímeros y de textos que se son puestos en circulación con fines principalmente mercantilistas lo que sin embargo se inscribe en la búsqueda del prestigio personal, un concepto esencialmente burocrático.
Insisto, lo grave de todos esos intentos por liderar al hombre desde la ciencia es que sólo repiten el esquema burocrático con una apariencia de mayor objetividad, y que, imitando a todos sus otros camaradas, tienden a ocultar el dogma bajo las formas de la apertura y la democracia, se erige la tolerancia en medicina, etc. Prigogine, Monod, Feyerabend, Pinker, Dawkins... todos caen por esa pendiente inevitable del intelectual. Todos acaban acercándose a Marx o a Rousseau, o sea, a pretender imponer la libertad mediante la dictadura.
En cuanto a la intelectualidad política más actual y más cercana, mejor no decir nada. Me contento tan sólo con denunciar a esos pensadores (al margen de lo disciplianadamente o no que se hayan formado) y que alcanzan los más altos índices de permanancia en la lista de best sellers, muchos de ellos, demasiados, simples recopiladores acríticos de lo que se ha dicho o se dice aquí y allá y poco capaces para ir más lejos en sus intentos elementales de darle nombre a un sistema "superador" que reitera o intenta reiterar los modelos racionalistas o los irracionalistas, los materialistas o los idealistas, repitiendo, eso sí, el animismo y el antropocentrismo de "toda la vida", mal mezclados y/o mal digeridos, y sin el menor aporte propio. Unos y otros, los más serios y los menos, presentándose como salvadores del mundo en bancarrota o como superadores de la decadencia y de las penurias que nos afligen (empezando, o terminando, cómo no, por el calentamiento o por la superpoblación y enseguida por la realización de viejas aunque remozadas utopías.)
En España en general, me atrevería a decir también en Europa y no sé si incluso en todo el mundo, se vive esa situación que me ha parecido muy similar a la propia de su tiempo descrita por un pensador alemán del siglo XVII llamado Comenio a quien cita en realidad Henrich Schepers (La Filosofía Alemana en el siglo XVII, Historia de la filosofía, Siglo XX.) Para él, como la Historia corroboró luego (olvidándose de todos ellos), los profesores (sinónimo de hecho de los intelectuales de la época) de la Alemana que precedió a Leibniz, "...sólo enseñaban a los alumnos a adornarse con plumas ajenas, espigando con eclecticismo y al azar las opiniones de los demás, en lugar de abrirles los ojos leyendo el libro de la naturaleza." (tomo 7, pag. 1, op. cit.)
Feyerabend se quejaba de esa decadencia y arremetía contra los expertos, sin duda desde un enfoque altamente ideológico del que él mismo admitía no considerarse excento ("Expertos en una sociedad libre", conferencia dada en Chicago, vease en ¿Por qué no Platón?, Tecnos, 1985), y señala ésto que se ha hecho cada vez más acuciante: "Tengo una gran opinión de la ciencia, pero muy pobre de los expertos, aunque ellos determinen la ciencia en un 95 por 100 (pag. 31, op.cit.) y más adelante: "Basta con pensar hasta qué punto una profesión académica convierte a sus miembros en esclavos, especialmente a aquellos que no tienen un puesto fijo" (ídem, pag 41), y concluye esta primera parte: "Resumiendo: hoy en día los expertos son eminentes, útiles e irreemplazables, pero la mayoría de ellos se han covertido en esclavos desagradables, atentos a la competencia y pusilánimes. Esclavos en su espíritu, en su lenguaje, en su posición social." Más adelante denuncia: "La simbiosis que el estado y la ciencia han establecido" (ídem, pag. 62). Menciono sólo las observaciones de Feyerabend (y sólo algunas) ya que diciento de sus conclusiones repletas de ideología, como he dicho, porque son evidencias que cualquiera puede constatar y que han sido hechas por un observador de hace 30 años tan sólo. Feyerabend sabe que hace trampas y se apoya en la convicción de que así y sólo así se puede "avanzar" y demuestra que Galileo y Newton entre otros hicieron lo mismo para explicar su propio contramétodo. ¡Pues todo eso es cierto: el ser humano no puede escapar a sus condiciones reales, la mente no es algo separado del resto de la realidad, el cerebro es un instrumento de un organismo que quiere sobrevivir y que necesita reproducirse (y realizar las pulsiones inscritas en ese organismo por ese proyecto que lo precede y lo obliga), un cerebro de una especie que se agrupa y construye sociedades para satisfacer mejor aquellos mismos impulsos, aquellas mismas búsquedas vicerales, aquellas ansias y necesidades de superación de la inquietud, etc. y que, como los organismos vivos, intenta mantenerse hasta más allá del límite, en contra tal vez del cambio revolucionario y positivo (revolución como resultado de la evolución y no por medio de un golpe de estado o una toma del poder por parte de una vanguardia iluminada, aunque a veces el primero contenga al segundo o se exprese también a través de éste), pero en nombre de la seguridad y la replicación aparentemente así más garantizadas!
Puede que también debamos reconocer que operamos en círculos, que volvemos a lo mismo (al menos por ahora) en una especie de "Eterno retorno" debido a que la especie sigue teniendo las mismas necesidades de un mundo que todavía no le impone nuevas respuestas, un mundo que a pesar de estar evolucionando, como bien dice Prigogine, no lo hace tan rápido como él a veces parece sugerir (sobre todo para invitarnos a una inestabilidad mental de sobresalto en donde todo pensamiento se diluya y en donde todo podría valer.) Puede, en fin, que una y otra vez se trate de "encontrar una manera nueva de representar una obra de teatro bien conocida" (Feyerabend, "Contra el método", ed.cit. nota 220, pág. 207.) Pero esto, de todos modos, habrá que determinarlo más; no puede quedar reducida a una cuestión poética puesto que, esto tampoco, lo podrá admitir la mente por demasiado tiempo. No, porque la mente, hoy, es así. No mientras no mutemos por algo más contundente que las limitaciones oníricas, por ejemplo, por alguna otra casualidad en el proceso abierto e incierto de la evolución.
En todo caso, seguiremos asistiendo a sueños fantasiosos, nacidos del verdadero ser social y natural que es el ser humano, en lenta espera de un nuevo hito que se concretará como resultado de la marcha ciega del hombre (y de la vida) y la evolución inesperada de la realidad que lo rodea. Algo así como un encontronazo imprevisto pero determinado por el desarrollo previo de esos dos factores y sus tendencias dominantes en cada momento.
Si insisto en tomar el ejemplo del marxismo, es porque lo considero particularmente clarificador y significativo para comprender las condiciones históricas del presente más allá de lo inmediatamente visible, es decir, para poner en evidencia las tendencias que condujeron a ellas y que siguen impulsando su futuro. El marxismo sigue siendo por el momento la expresión más acabada y eficaz hallada por la intelectualidad para instaurar su República Burocrática cuya evolución fue acompañada por sus principios (aunque traicionados desde un comienzo) y las sociedades instaurados en su nombre fueron las que alcanzaron las formas más desarrolladas, extremas y duraderas de burocratización, formas que hoy han sido relegadas en Europa por otras más sutiles aunque igualmente burocráticas y que en Latinoamérica se van conquistando inicialmente por el camino de las urnas y ya veremos hasta qué extremos.
Ahora bien, las motivaciones aludidas, (motivaciones de una casta intelectual, culta, predispuesta genética, psicológica y socialmente a explicarse ideológicamente las circunstancias en las que vive y el mundo con el que se ha encontrado al margen y por lo general en contra de su voluntad y de sus deseos posteriores), motivaciones difíciles de determinar en toda su complejidad, pero que al manifestarse tan notablemente y demostrarse tan útiles para explicar el fenómeno del marxismo y de su frustración, parecen constituir un modelo más que aplicable y recomendable para analizar el fenómeno de la intelectualidad y del pensamiento humano en su conjunto.
Como en el campo mismo de la ciencia al que se refería Feyerabend, por ejemplo, quien, al margen de sus propios condicionamientos ideológicos, deduce tras citar a Fichte, que "una decisión arbitraria, debe tener sin embargo una razón (!), por nuestra inclinación y nuestro interés." ("Contra el método", Ariel, 1975, nota 217, en pag. 205) o al referirse a Galileo: "La necesidad era puramente teórica: adaptar, "salvar", no un fenómeno sino una nueva concepción del mundo." (ídem, nota 183, pag. 197, op.cit.) En síntesis y en relación con lo que aquí y ahora me interesa destacar: que detrás de las teorías científicas hay siempre una realidad humana determinante en última instancia, y que esa realidad es más compleja y a la vez profunda que la que Feyerabend apunta también por otras razones que por la supuesta búsqueda de la verdad. Unas razones, me atrevo a decir, en todo caso operativas.
Ilya Prigogine, como ejemplo de los más significativos de los científicos que hoy en día filosofan, defiende el derecho de hablar en el ámbito de la ciencia como en el del arte (lo contrario de lo proponía Liebniz que, ya que estamos también, prefería el lenguaje de los artesanos al de los eruditos de la época, es decir, un lenguaje concreto) y nos sugiere (o lo hizo en 1985) que adoptemos una manera surrealista de pensar, más propia al parecer del mundo (conferencia), mundo que, según me parece, él se ha representado primero para después copiarlo sobre la realidad en la que descubre sus leyes. El conjunto de materialismo e idealismo, racionalidad, indeterminación objetiva y subjetividad, resulta un tanto inestable (¿quizás entrópica?) y bastante más llena a mis oídos de ruido que de luz a mi entendimiento. Algo que, por cierto, se viene haciendo en ciencia desde que la ciencia moderna se comenzó a fundar (como Feyerabend apunta refiriéndose a Galileo como he registrado más arriba) y que se percibe en casi todos los debates científicos.
Y, es curioso, lo mismo que no da una seria descripción de los postulados de Einstein hace lo propio con Monod, por quien dice haber sido influido grandemente (véase su referencia a "Azar y necesidad" en su "Nacimiento del tiempo", Technos) afirmando que éste sostendría (en ese libro que yo he leído y releído al efecto) que "separa materia y vida" considerándolo, lógicamente, inadmisible. Tergiversación supuestamente interesada por parte de Prigogine, o al menos apresurada, salvo que yo no haya entendido ni una cosa ni la otra.
¿Y todo para qué? ¿Para acabar sus charlas sosteniendo que la "libertad" (referiéndose al indeterminismo) en ciencia permitirá "la democracia", o una "democracia nueva"? ¿No debería ser en todo caso al revés? ¿O es que Prigogine sueña con una suerte de República Democrática de Sabios? Y aclaro: me suena a una variante de dictadura burocrática y, además, creo que no cuenta, al menos hoy en día, con ningún espacio para su realización. Incluso con menos que la de un partido político como podría ser Izquierda Unida.
Hoy los intelectuales como Prigogine, Feyerabend o por ejemplo Dawkins (a los que no les quito méritos) siguen sin haber fundado ni serán capaces de fundar escuelas significativas de pensamiento, y si observamos una de las que explícitamente más parece pretenderlo como la del mencionado Dawkins (visiten Sin dioses donde esto se pone en práctica) se me antoja casi más una secta decidida a dedicarse a luchar contra Dios (no niego que con argumentos válidos aunque sobrantes) que un grupo de científicos dispuestos a centrarse en sus propias investigaciones positivas (lo cierto es que olvidan que Malebranch y Leibniz hicieron más por la ciencia yendo precisamente en la dirección opuesta, lo que no significaría que quien lo hiciera hoy no haría el ridículo.) Así, asistimos a una increíble proliferación de especulaciones y aproximaciones que cada vez son más velozmente sustituidas por otras más novedosas y tal vez y por qué no más vendedoras. Si, vivimos tiempos de triunfos efímeros y de textos que se son puestos en circulación con fines principalmente mercantilistas lo que sin embargo se inscribe en la búsqueda del prestigio personal, un concepto esencialmente burocrático.
Insisto, lo grave de todos esos intentos por liderar al hombre desde la ciencia es que sólo repiten el esquema burocrático con una apariencia de mayor objetividad, y que, imitando a todos sus otros camaradas, tienden a ocultar el dogma bajo las formas de la apertura y la democracia, se erige la tolerancia en medicina, etc. Prigogine, Monod, Feyerabend, Pinker, Dawkins... todos caen por esa pendiente inevitable del intelectual. Todos acaban acercándose a Marx o a Rousseau, o sea, a pretender imponer la libertad mediante la dictadura.
En cuanto a la intelectualidad política más actual y más cercana, mejor no decir nada. Me contento tan sólo con denunciar a esos pensadores (al margen de lo disciplianadamente o no que se hayan formado) y que alcanzan los más altos índices de permanancia en la lista de best sellers, muchos de ellos, demasiados, simples recopiladores acríticos de lo que se ha dicho o se dice aquí y allá y poco capaces para ir más lejos en sus intentos elementales de darle nombre a un sistema "superador" que reitera o intenta reiterar los modelos racionalistas o los irracionalistas, los materialistas o los idealistas, repitiendo, eso sí, el animismo y el antropocentrismo de "toda la vida", mal mezclados y/o mal digeridos, y sin el menor aporte propio. Unos y otros, los más serios y los menos, presentándose como salvadores del mundo en bancarrota o como superadores de la decadencia y de las penurias que nos afligen (empezando, o terminando, cómo no, por el calentamiento o por la superpoblación y enseguida por la realización de viejas aunque remozadas utopías.)
En España en general, me atrevería a decir también en Europa y no sé si incluso en todo el mundo, se vive esa situación que me ha parecido muy similar a la propia de su tiempo descrita por un pensador alemán del siglo XVII llamado Comenio a quien cita en realidad Henrich Schepers (La Filosofía Alemana en el siglo XVII, Historia de la filosofía, Siglo XX.) Para él, como la Historia corroboró luego (olvidándose de todos ellos), los profesores (sinónimo de hecho de los intelectuales de la época) de la Alemana que precedió a Leibniz, "...sólo enseñaban a los alumnos a adornarse con plumas ajenas, espigando con eclecticismo y al azar las opiniones de los demás, en lugar de abrirles los ojos leyendo el libro de la naturaleza." (tomo 7, pag. 1, op. cit.)
Feyerabend se quejaba de esa decadencia y arremetía contra los expertos, sin duda desde un enfoque altamente ideológico del que él mismo admitía no considerarse excento ("Expertos en una sociedad libre", conferencia dada en Chicago, vease en ¿Por qué no Platón?, Tecnos, 1985), y señala ésto que se ha hecho cada vez más acuciante: "Tengo una gran opinión de la ciencia, pero muy pobre de los expertos, aunque ellos determinen la ciencia en un 95 por 100 (pag. 31, op.cit.) y más adelante: "Basta con pensar hasta qué punto una profesión académica convierte a sus miembros en esclavos, especialmente a aquellos que no tienen un puesto fijo" (ídem, pag 41), y concluye esta primera parte: "Resumiendo: hoy en día los expertos son eminentes, útiles e irreemplazables, pero la mayoría de ellos se han covertido en esclavos desagradables, atentos a la competencia y pusilánimes. Esclavos en su espíritu, en su lenguaje, en su posición social." Más adelante denuncia: "La simbiosis que el estado y la ciencia han establecido" (ídem, pag. 62). Menciono sólo las observaciones de Feyerabend (y sólo algunas) ya que diciento de sus conclusiones repletas de ideología, como he dicho, porque son evidencias que cualquiera puede constatar y que han sido hechas por un observador de hace 30 años tan sólo. Feyerabend sabe que hace trampas y se apoya en la convicción de que así y sólo así se puede "avanzar" y demuestra que Galileo y Newton entre otros hicieron lo mismo para explicar su propio contramétodo. ¡Pues todo eso es cierto: el ser humano no puede escapar a sus condiciones reales, la mente no es algo separado del resto de la realidad, el cerebro es un instrumento de un organismo que quiere sobrevivir y que necesita reproducirse (y realizar las pulsiones inscritas en ese organismo por ese proyecto que lo precede y lo obliga), un cerebro de una especie que se agrupa y construye sociedades para satisfacer mejor aquellos mismos impulsos, aquellas mismas búsquedas vicerales, aquellas ansias y necesidades de superación de la inquietud, etc. y que, como los organismos vivos, intenta mantenerse hasta más allá del límite, en contra tal vez del cambio revolucionario y positivo (revolución como resultado de la evolución y no por medio de un golpe de estado o una toma del poder por parte de una vanguardia iluminada, aunque a veces el primero contenga al segundo o se exprese también a través de éste), pero en nombre de la seguridad y la replicación aparentemente así más garantizadas!
Puede que también debamos reconocer que operamos en círculos, que volvemos a lo mismo (al menos por ahora) en una especie de "Eterno retorno" debido a que la especie sigue teniendo las mismas necesidades de un mundo que todavía no le impone nuevas respuestas, un mundo que a pesar de estar evolucionando, como bien dice Prigogine, no lo hace tan rápido como él a veces parece sugerir (sobre todo para invitarnos a una inestabilidad mental de sobresalto en donde todo pensamiento se diluya y en donde todo podría valer.) Puede, en fin, que una y otra vez se trate de "encontrar una manera nueva de representar una obra de teatro bien conocida" (Feyerabend, "Contra el método", ed.cit. nota 220, pág. 207.) Pero esto, de todos modos, habrá que determinarlo más; no puede quedar reducida a una cuestión poética puesto que, esto tampoco, lo podrá admitir la mente por demasiado tiempo. No, porque la mente, hoy, es así. No mientras no mutemos por algo más contundente que las limitaciones oníricas, por ejemplo, por alguna otra casualidad en el proceso abierto e incierto de la evolución.
En todo caso, seguiremos asistiendo a sueños fantasiosos, nacidos del verdadero ser social y natural que es el ser humano, en lenta espera de un nuevo hito que se concretará como resultado de la marcha ciega del hombre (y de la vida) y la evolución inesperada de la realidad que lo rodea. Algo así como un encontronazo imprevisto pero determinado por el desarrollo previo de esos dos factores y sus tendencias dominantes en cada momento.
viernes, 11 de mayo de 2007
Una nueva conciencia
Amigos y visitantes eventuales, ¡pasen y vean!: ya tengo en las manos mi novela; en pasta, con cubierta en colorines, foto y reseña, ilustración y mapa (estas realizadas por Gabriel como ya señalé con mucho orgullo, gratitud y todas esas cosas...) y con todo aquello que me llevó años escribir y reescribir, corregir y volver a corregir, por fin copiado en blanco y negro gracias a las modernas técnicas digitales de la actuales artes gráficas... Entiendo que en el curso de las próximas semanas estará en las librerías (si la distribuidora se mueve como espero.)
¡Venga, a comprarlo, a leerlo, a opinar y, sobre todo, a conmoverse! Espero que el intento de conseguir este efecto -supongo que lo que más me ha impulsado y me impulsa a escribir- no se quede en agua de borrajas.
Yo suelo leer siempre uno o dos de los primeros párrafos para decidir si compro un libro; no sé vosotros. En todo caso, podeis tomar una decisión accediendo a los primeros párrafos de mi novela que pongo a vuestra disposición con la malévola intensión de abriros el apetito (o de disuadiros, en contra de mis mejores deseos.)
¡Venga, a comprarlo, a leerlo, a opinar y, sobre todo, a conmoverse! Espero que el intento de conseguir este efecto -supongo que lo que más me ha impulsado y me impulsa a escribir- no se quede en agua de borrajas.
Yo suelo leer siempre uno o dos de los primeros párrafos para decidir si compro un libro; no sé vosotros. En todo caso, podeis tomar una decisión accediendo a los primeros párrafos de mi novela que pongo a vuestra disposición con la malévola intensión de abriros el apetito (o de disuadiros, en contra de mis mejores deseos.)
sábado, 5 de mayo de 2007
¿Complejidad evolutiva o superioridad humana?
Esta entrada se la debía a mi hermano, que ya habrá clonado de tanto esperar mi respuesta en relación al asunto sobre el cual una vez discutimos (tanto que ya no sé cuál era el detalle de la polémica y por ende la respuesta: ¡lo mismo le doy la que era suya y yo estaba antes equivocado!) De todos modos, me arriesgaré: creo que se trataba de cómo entendíamos que debe ser considerado el ser humano, esto es, de cómo creemos que él mismo debería autoconsiderarse en nombre de la lucidez y del rigor o, dicho de otro modo, con un enfoque científico, con fidelidad al postulado de objetividad.
Sin embargo, el cumplimiento por el ser humano de este postulado es limitado (aunque real dentro de esa limitación... y especialmente útil.) En el lenguaje cotidiano, en el que se ha introducido de uno u otro modo ese lenguaje científico, se suele caer en referencias más simbólicas que objetivas (objetivas en el sentido que le da la ciencia positiva al concepto) y ello no puede seguir viéndose como algo simplemente superable mediante el rigor. En el discurso más propiamente científico, riguroso y objetivo, hay deslizamientos de similares características y, sin duda, de idénticas causas y connotaciones.
La conceptualización (mediante el lenguaje) sirve al hombre para situarse en el mundo y operar en él, lo que se ve y se verá siempre limitado u obstaculizado por los mecanismos conservacionistas que precisamente necesitan de esos instrumentos. Una paradoja más de las varias que caracterizan a la vida y aún más a la vida inteligente, es decir, la que es capaz de una acción cognitiva y de conceptualizar sus manifestaciones imaginarias. Esos obstáculos incluyen las resistencias psicológicas particulares y también las sociales que van en paralelo con la etapa histórica en su conjunto y en las que se inscriben (remito a mi entrada "Los sentimientos...") Marx. por ejemplo, lo reconocía cuando sostenía que el hombre no se puede paltear sino aquello que pertenezca a su horizonte histórico ("...la humanidad se propone siempre únicamente los objetivos que puede alcanzar...", Karl Marx, Prólogo a Contribución a la crítica de la economía política), aunque, como ya he denunciado en otra parte, no supo autocalificar el carácter ideológico, e idílico, instrumentalizado e instrumentalizante de su propia teoría: cierto que lo que veía estaba más acá del horizonte, pero no era lo que él y sus compañeros de ruta describieron y prometieron, autoengañándose y engañando a todos -y todos son los unos y los otros-, al llamar obrera a la revolución burocrática. Por otra parte, no hay sino que analizar hasta dónde son realmente capaces de anticiparse, en lo social o en lo tecnológico, los escritores de ciencia ficción.
Esas limitaciones y obstáculos son pues la otra cara de su aspecto positivo pero también se trata de algo útil ya que sirve, por las dudas, para que no pisemos terreno desconocido, teóricamente peligroso por definición. Aquí acabamos muy cerca de los conceptos psicoanalíticos, último refugio de algunos intelectuales como Castoriadis, aunque creo que se trata sólo de un acercamiento inevitable más propio de la psicología evolutiva cultivada al calor de los descubrimientos de la biología molecular y la genética. Creo, incluso, que esa paradoja alcanza el rojo vivo en la misma medida en que la lucidez avanza.
El paradigma es realmente complejo de dilucidar e incluso los mejores intentos de alcanzar esa lucidez podrían explicarse apuntando a la ceguera o compulsión que nos guía o nos empuja hacia la supuesta certeza absoluta, la convicción, la seguridad en nuestra intelección, etc., todos estos valores necesarios para la autoestima y el alcance inmediato o a corto plazo de la felicidad. Por sobre todas las cosas... debemos estar seguros de lo que afirmamos, debemos defenderlo, debemos manejarnos con juicios de valor y debemos formular leyes, predicciones, hacer planes, salvar vidas, educar, etc. y... sentirnos de ese modo satisfechos. Como el estómago animal, la mente animal necesita su alimento.
No por nada, Monod y Maynard Smith acaban sus ensayos sugiriendo una nueva moral ("El azar y la necesidad...", Jacques Monod, Tusquets Editores, pags. finales) o la creación de un nuevo mito ("Ocho hitos de la evolución...", John Maynard Smith y Eörs Szathmáry, Tusquets Editores, pags. 224-229)
Y estas cosas sólo pueden explicarse en base al reconocimiento de que son indispensables en aras de la preservación y de la continuidad de la especie, una especie cuyos individuos son cada uno un todo integrado de sensibilidad, inteligibilidad e imaginación.
Lo que podría intentarse (no pretendo que me haga caso nadie ni creo que sea posible como algo generalizado ni siquiera creo que yo mismo me pueda mantener siempre fiel a ello) sería aceptar que toda propuesta será siempre meramente circunstancial: históricamente, psicológicamente, socialmente... y en la base, genéticamente con y mediante todas sus múltiples mediaciones. En este sentido, creo que es más que válido extrapolar, adecuadamente claro, el aserto del psicoanálisis acerca de la negatividad de los traumas instalados en el inconsciente para protegernos pero que acaban frustrando nuestra aproximación a la felicidad. Lo que sirve se convierte en rémora. Pasa incluso con el ejercicio físico, que a veces lesiona. ¡Ah si fuéramos capaces de superar la inercia (algo que también funciona en el campo de la biología y de la psicología) a la primera...! ¡Ah si pudiéramos cambiar más fácilmente de rumbo cuando vamos en una dirección!
Así y todo, se puede y se debe (¡qué remedio!) ser riguroso y objetivo (o ser creyente, o dogmático, o escéptico, etc., y acabar sufriéndolo... ¡y esto último quiero señalarlo como un hallazgo revelador sobre lo que volveré!), esto es, evitar los preconceptos, la ideología preexistente con la que operamos, los prejuicios de índole psicológica, las convicciones que nos atan en relación a las necesidades sociales vigentes, las certezas más o menos científicas que nos embargan pero que comienzan a chirriar (a requerir cada vez más excepciones a la regla, como las visiones animistas primero y más recientemente las antropocentristas entre otras) hasta que son falsadas y sustituidas mediante los experimentos o las observaciones adecuadas que volverán a dar la razón y volverán a permitir nuevos avances a la técnica, y también los cantos de sirena de las utopías y de los sueños que abrigamos y que con tanta facilidad suelen conducir al autoengaño y a sus muchas veces terribles consecuencias, etc., etc., etc. ¡La Historia del Hombre!
¿Es el hombre un hito superior en la evolución (como se la ha llamado desde un punto de vista sin duda antropocentrista) o simplemente es la expresión más compleja alcanzada hasta ahora en el planeta Tierra, y qué es lo que eso significa?
El proceso de la vida (o, si se prefiere, evolutivo) es la concatenación de unos hechos experimentales ciegos cuyos resultados fueron sin embargo capaces de asentarse sucesivamente en el mundo de manera tenaz (tomo esto y lo que sigue en buena medida de Monod.) Sucesivamente, en el tiempo, remontándolo, como Monod dice, en el sentido de intentar vencer al tiempo.
Se trata pues de un proceso básicamente imprevisible en tanto y en cuanto da lugar a fenómenos cuya aparición es aleatoria (aunque, añado yo, apoyados siempre en lo inmediatamente preexistente, limitándose de ese modo y en última instancia el grado de aleatoriedad en un grado menor de infinito.) En cualquier caso, la paradoja, es que esos fenómenos que tanto ha costado explicar al hombre desde que los comenzó a observar como más o menos objetivos (a extrañarse, como diría Monod) y que incluso todavía no nos explicamos del todo (o no tanto como desearíamos), lo que aún hoy nos extraña, incluye, una y otra vez, desde un principio, un mecanismo de invarianza (altamente conservador) que propenderá compulsivamente a reproducirse con el menor número posible de errores (mutaciones), errores que, a su turno y de hallarse con terreno fértil para la nueva combinación que representan, se asentarán y comenzarán a reproducirse como una forma más, una nueva forma debida por ello al azar pero de pleno derecho.
Esto es objetivo (yendo incluso contra todos nuestros íntimos deseos ya que nos reducen a un resultado sin meta ni plan previo, a un accidente, y a la aceptación de sus atributos se nos impondrán por encima de nuestra intelección, curiosamente guiándola hacia lo operativo y contra todo obstáculo) y todo indica que así será, en tendencia, per secula seculorum: produciéndose, por obra del azar y más precisamente por obra de la experimentación aleatoria, cada tanto, una forma novedosa y tan tenaz como las precedentes. Una nueva forma resistente so pena de desaparecer. (¡Ya veis, por el camino de la aceptación de la realidad se orienta uno, uno solito, hacia las hazañas más heroicas y esperanzadoras, intente o no llevarlas a cabo, se presenten o no contratendencias u obstáculos para que eso suceda! ¡Repito: sin remedio!)
Veamos ahora por qué podemos afirmar que se hacen o son cada vez más complejas que sus predecesoras.
Monod señala simplemente un aspecto relevante que se sitúa en el centro de la definición de complejidad: se tratara del volumen de la información trasmitida, lo que, curiosamente, se vincula con el número y la calidad de las potencias que desarrolla el nuevo individuo, la nueva forma. ¡Ay!, dicho sea de paso, ¿cómo no ver la mano de un dios... cómo no extrañarse, maravillarse y pensar que tanta simetría no debería ser casual, ser un producto natural, alcanzado a lo largo del tiempo sobre la base del carácter agregatorio e interactivo de la materia... cómo aceptarlo a pesar de lo que la ciencia demuestra, de la necesidad nuestra de ver y descubrir para beneficio de la propia especie e incluso del individuo?
Todo al parecer apunta a que esa complejidad sea inevitable, ya que la determina la preexistencia misma de organismos menos complejos de los que el proceso se nutre, dando lugar a un crecimiento ya sea en base a "alianzas" simbióticas ya a través de la subordinación de los elementos anteriores a los de reciente aparición. Algo esto último que, en la medida en que el organismo es más complejo, puede acontecer dentro del mismo organismo, entre unas u otras de sus partes, forzando incluso un encadenamiento de cambios ante los cuales otras secciones, aparatos, sistemas, subsistemas se imponen o se asocian para soportar las modificaciones ocurridas en algún otro lugar del individuo. Esto creo que explicaría muchas "adaptaciones" que tal vez fueron colaterales (patas, alas, posición vertebral, forma, tamaño y/o posición de la cavidad craneal, inteligencia, lenguaje, incremento de la capacidad grupal, incremento de las habilidades, diferenciación de las manos respecto de los pies, etc.)
Desde el punto de vista expuesto, el concepto de "superioridad" se queda aquí sin sitio.
El hombre no ha alcanzado una capacidad mayor que otras especies para sobrevivir en el planeta, ya que cada especie lo hace tan bien como las otras e incluso algunas viven más tiempo, lo cual es en sí misma una relativa superioridad. Eso sí, en la línea de las relatividades, habría que apuntar que (en cuanto a las especies existentes aquí y ahora) sólo la tecnología creable por el hombre tiene posibilidades de llevarlo hasta donde las demás especias de la Tierra no llegarán nunca por sus propios medios, y adonde esa tecnología sin duda lo ayudar a sobrevivir sin necesidad de adaptación alguna. Y esa posibilidad, las demás especies conocidas no la tienen... salvo, en todo caso, mutando.
Lo justo. pues, es reconocer que desde el ángulo de la supervivencia no hay superioridad alguna.
Pero es que la propia consideración de la supervivencia como leit motiv privilegiado que resumiría el proceso, es de por sí erróneo, que sólo por simplificación se mantiene asociado al concepto de evolución. Porque, como bien afirma Monod, no es sino una simplificación el reducir el tema a una "lucha por la vida" (Spencer y no Darwin.) Lo que hay es azar y posterior invarianza, posterior retorno a la invarianza en cuanto ésta se hace mínimamente posible, es decir, a garantizar la replicación o la reproducción. La interacción física y química da lugar, sin otro recurso que la preexistencia y el azar, a las moléculas orgánicas, una realidad que tiene la extraordinaria propiedad de conservarse mediante la replicación. De ahí que todo esté al servicio de la reproducción: grupos, lenguaje, cráneo, columna, alas, pies, manos... De ahí que no se luche por seguir vivo sino por volver a ser lo mismo una y otra vez. Ese es el proyecto teleonómico de la vida, sin superioridad alguna, sino simplemente, con más información que trasmitir, información hallada y reunida, de entre lo existente, por azar y por necesidad.
Por eso... tendré que volver sobre todos estos asuntos. Haya o no respondido. Sea o no la respuesta.
Sin embargo, el cumplimiento por el ser humano de este postulado es limitado (aunque real dentro de esa limitación... y especialmente útil.) En el lenguaje cotidiano, en el que se ha introducido de uno u otro modo ese lenguaje científico, se suele caer en referencias más simbólicas que objetivas (objetivas en el sentido que le da la ciencia positiva al concepto) y ello no puede seguir viéndose como algo simplemente superable mediante el rigor. En el discurso más propiamente científico, riguroso y objetivo, hay deslizamientos de similares características y, sin duda, de idénticas causas y connotaciones.
La conceptualización (mediante el lenguaje) sirve al hombre para situarse en el mundo y operar en él, lo que se ve y se verá siempre limitado u obstaculizado por los mecanismos conservacionistas que precisamente necesitan de esos instrumentos. Una paradoja más de las varias que caracterizan a la vida y aún más a la vida inteligente, es decir, la que es capaz de una acción cognitiva y de conceptualizar sus manifestaciones imaginarias. Esos obstáculos incluyen las resistencias psicológicas particulares y también las sociales que van en paralelo con la etapa histórica en su conjunto y en las que se inscriben (remito a mi entrada "Los sentimientos...") Marx. por ejemplo, lo reconocía cuando sostenía que el hombre no se puede paltear sino aquello que pertenezca a su horizonte histórico ("...la humanidad se propone siempre únicamente los objetivos que puede alcanzar...", Karl Marx, Prólogo a Contribución a la crítica de la economía política), aunque, como ya he denunciado en otra parte, no supo autocalificar el carácter ideológico, e idílico, instrumentalizado e instrumentalizante de su propia teoría: cierto que lo que veía estaba más acá del horizonte, pero no era lo que él y sus compañeros de ruta describieron y prometieron, autoengañándose y engañando a todos -y todos son los unos y los otros-, al llamar obrera a la revolución burocrática. Por otra parte, no hay sino que analizar hasta dónde son realmente capaces de anticiparse, en lo social o en lo tecnológico, los escritores de ciencia ficción.
Esas limitaciones y obstáculos son pues la otra cara de su aspecto positivo pero también se trata de algo útil ya que sirve, por las dudas, para que no pisemos terreno desconocido, teóricamente peligroso por definición. Aquí acabamos muy cerca de los conceptos psicoanalíticos, último refugio de algunos intelectuales como Castoriadis, aunque creo que se trata sólo de un acercamiento inevitable más propio de la psicología evolutiva cultivada al calor de los descubrimientos de la biología molecular y la genética. Creo, incluso, que esa paradoja alcanza el rojo vivo en la misma medida en que la lucidez avanza.
El paradigma es realmente complejo de dilucidar e incluso los mejores intentos de alcanzar esa lucidez podrían explicarse apuntando a la ceguera o compulsión que nos guía o nos empuja hacia la supuesta certeza absoluta, la convicción, la seguridad en nuestra intelección, etc., todos estos valores necesarios para la autoestima y el alcance inmediato o a corto plazo de la felicidad. Por sobre todas las cosas... debemos estar seguros de lo que afirmamos, debemos defenderlo, debemos manejarnos con juicios de valor y debemos formular leyes, predicciones, hacer planes, salvar vidas, educar, etc. y... sentirnos de ese modo satisfechos. Como el estómago animal, la mente animal necesita su alimento.
No por nada, Monod y Maynard Smith acaban sus ensayos sugiriendo una nueva moral ("El azar y la necesidad...", Jacques Monod, Tusquets Editores, pags. finales) o la creación de un nuevo mito ("Ocho hitos de la evolución...", John Maynard Smith y Eörs Szathmáry, Tusquets Editores, pags. 224-229)
Y estas cosas sólo pueden explicarse en base al reconocimiento de que son indispensables en aras de la preservación y de la continuidad de la especie, una especie cuyos individuos son cada uno un todo integrado de sensibilidad, inteligibilidad e imaginación.
Lo que podría intentarse (no pretendo que me haga caso nadie ni creo que sea posible como algo generalizado ni siquiera creo que yo mismo me pueda mantener siempre fiel a ello) sería aceptar que toda propuesta será siempre meramente circunstancial: históricamente, psicológicamente, socialmente... y en la base, genéticamente con y mediante todas sus múltiples mediaciones. En este sentido, creo que es más que válido extrapolar, adecuadamente claro, el aserto del psicoanálisis acerca de la negatividad de los traumas instalados en el inconsciente para protegernos pero que acaban frustrando nuestra aproximación a la felicidad. Lo que sirve se convierte en rémora. Pasa incluso con el ejercicio físico, que a veces lesiona. ¡Ah si fuéramos capaces de superar la inercia (algo que también funciona en el campo de la biología y de la psicología) a la primera...! ¡Ah si pudiéramos cambiar más fácilmente de rumbo cuando vamos en una dirección!
Así y todo, se puede y se debe (¡qué remedio!) ser riguroso y objetivo (o ser creyente, o dogmático, o escéptico, etc., y acabar sufriéndolo... ¡y esto último quiero señalarlo como un hallazgo revelador sobre lo que volveré!), esto es, evitar los preconceptos, la ideología preexistente con la que operamos, los prejuicios de índole psicológica, las convicciones que nos atan en relación a las necesidades sociales vigentes, las certezas más o menos científicas que nos embargan pero que comienzan a chirriar (a requerir cada vez más excepciones a la regla, como las visiones animistas primero y más recientemente las antropocentristas entre otras) hasta que son falsadas y sustituidas mediante los experimentos o las observaciones adecuadas que volverán a dar la razón y volverán a permitir nuevos avances a la técnica, y también los cantos de sirena de las utopías y de los sueños que abrigamos y que con tanta facilidad suelen conducir al autoengaño y a sus muchas veces terribles consecuencias, etc., etc., etc. ¡La Historia del Hombre!
* * *
Y, ahora, por fin, al grano. Es decir, a intentar ser objetivo en relación con el tema indicado en el título, esto es, intentando contestar a la pregunta expuesta, más desde mi pensamiento filosófico-científico, más desde una óptica metodológica y epistemológica, que desde un saber disciplinado y sistemático que nunca realicé, en particular en este campo.¿Es el hombre un hito superior en la evolución (como se la ha llamado desde un punto de vista sin duda antropocentrista) o simplemente es la expresión más compleja alcanzada hasta ahora en el planeta Tierra, y qué es lo que eso significa?
El proceso de la vida (o, si se prefiere, evolutivo) es la concatenación de unos hechos experimentales ciegos cuyos resultados fueron sin embargo capaces de asentarse sucesivamente en el mundo de manera tenaz (tomo esto y lo que sigue en buena medida de Monod.) Sucesivamente, en el tiempo, remontándolo, como Monod dice, en el sentido de intentar vencer al tiempo.
Se trata pues de un proceso básicamente imprevisible en tanto y en cuanto da lugar a fenómenos cuya aparición es aleatoria (aunque, añado yo, apoyados siempre en lo inmediatamente preexistente, limitándose de ese modo y en última instancia el grado de aleatoriedad en un grado menor de infinito.) En cualquier caso, la paradoja, es que esos fenómenos que tanto ha costado explicar al hombre desde que los comenzó a observar como más o menos objetivos (a extrañarse, como diría Monod) y que incluso todavía no nos explicamos del todo (o no tanto como desearíamos), lo que aún hoy nos extraña, incluye, una y otra vez, desde un principio, un mecanismo de invarianza (altamente conservador) que propenderá compulsivamente a reproducirse con el menor número posible de errores (mutaciones), errores que, a su turno y de hallarse con terreno fértil para la nueva combinación que representan, se asentarán y comenzarán a reproducirse como una forma más, una nueva forma debida por ello al azar pero de pleno derecho.
Esto es objetivo (yendo incluso contra todos nuestros íntimos deseos ya que nos reducen a un resultado sin meta ni plan previo, a un accidente, y a la aceptación de sus atributos se nos impondrán por encima de nuestra intelección, curiosamente guiándola hacia lo operativo y contra todo obstáculo) y todo indica que así será, en tendencia, per secula seculorum: produciéndose, por obra del azar y más precisamente por obra de la experimentación aleatoria, cada tanto, una forma novedosa y tan tenaz como las precedentes. Una nueva forma resistente so pena de desaparecer. (¡Ya veis, por el camino de la aceptación de la realidad se orienta uno, uno solito, hacia las hazañas más heroicas y esperanzadoras, intente o no llevarlas a cabo, se presenten o no contratendencias u obstáculos para que eso suceda! ¡Repito: sin remedio!)
Veamos ahora por qué podemos afirmar que se hacen o son cada vez más complejas que sus predecesoras.
Monod señala simplemente un aspecto relevante que se sitúa en el centro de la definición de complejidad: se tratara del volumen de la información trasmitida, lo que, curiosamente, se vincula con el número y la calidad de las potencias que desarrolla el nuevo individuo, la nueva forma. ¡Ay!, dicho sea de paso, ¿cómo no ver la mano de un dios... cómo no extrañarse, maravillarse y pensar que tanta simetría no debería ser casual, ser un producto natural, alcanzado a lo largo del tiempo sobre la base del carácter agregatorio e interactivo de la materia... cómo aceptarlo a pesar de lo que la ciencia demuestra, de la necesidad nuestra de ver y descubrir para beneficio de la propia especie e incluso del individuo?
Todo al parecer apunta a que esa complejidad sea inevitable, ya que la determina la preexistencia misma de organismos menos complejos de los que el proceso se nutre, dando lugar a un crecimiento ya sea en base a "alianzas" simbióticas ya a través de la subordinación de los elementos anteriores a los de reciente aparición. Algo esto último que, en la medida en que el organismo es más complejo, puede acontecer dentro del mismo organismo, entre unas u otras de sus partes, forzando incluso un encadenamiento de cambios ante los cuales otras secciones, aparatos, sistemas, subsistemas se imponen o se asocian para soportar las modificaciones ocurridas en algún otro lugar del individuo. Esto creo que explicaría muchas "adaptaciones" que tal vez fueron colaterales (patas, alas, posición vertebral, forma, tamaño y/o posición de la cavidad craneal, inteligencia, lenguaje, incremento de la capacidad grupal, incremento de las habilidades, diferenciación de las manos respecto de los pies, etc.)
Desde el punto de vista expuesto, el concepto de "superioridad" se queda aquí sin sitio.
El hombre no ha alcanzado una capacidad mayor que otras especies para sobrevivir en el planeta, ya que cada especie lo hace tan bien como las otras e incluso algunas viven más tiempo, lo cual es en sí misma una relativa superioridad. Eso sí, en la línea de las relatividades, habría que apuntar que (en cuanto a las especies existentes aquí y ahora) sólo la tecnología creable por el hombre tiene posibilidades de llevarlo hasta donde las demás especias de la Tierra no llegarán nunca por sus propios medios, y adonde esa tecnología sin duda lo ayudar a sobrevivir sin necesidad de adaptación alguna. Y esa posibilidad, las demás especies conocidas no la tienen... salvo, en todo caso, mutando.
Lo justo. pues, es reconocer que desde el ángulo de la supervivencia no hay superioridad alguna.
Pero es que la propia consideración de la supervivencia como leit motiv privilegiado que resumiría el proceso, es de por sí erróneo, que sólo por simplificación se mantiene asociado al concepto de evolución. Porque, como bien afirma Monod, no es sino una simplificación el reducir el tema a una "lucha por la vida" (Spencer y no Darwin.) Lo que hay es azar y posterior invarianza, posterior retorno a la invarianza en cuanto ésta se hace mínimamente posible, es decir, a garantizar la replicación o la reproducción. La interacción física y química da lugar, sin otro recurso que la preexistencia y el azar, a las moléculas orgánicas, una realidad que tiene la extraordinaria propiedad de conservarse mediante la replicación. De ahí que todo esté al servicio de la reproducción: grupos, lenguaje, cráneo, columna, alas, pies, manos... De ahí que no se luche por seguir vivo sino por volver a ser lo mismo una y otra vez. Ese es el proyecto teleonómico de la vida, sin superioridad alguna, sino simplemente, con más información que trasmitir, información hallada y reunida, de entre lo existente, por azar y por necesidad.
Por eso... tendré que volver sobre todos estos asuntos. Haya o no respondido. Sea o no la respuesta.
Más sobre el "conflicto" entre sentimientos y lucidez
A base de navegar de un puerto más o menos coincidente a otro, resultó que hoy me topé con un artículo que apunta en buena medida en la misma dirección que mi entrada anterior ("Los sentimientos, la razón y lo imaginario".) Sin duda la mente humana trabaja siempre en direcciones similares para hallar más o menos lo mismo. Sin duda, mundo y observador/mundo y actor son los mismos con muy progresivas variaciones (debidas también al hombre, claro.)
"Eterno retorno" ligado a la necesidad conservadora de la vida. En el ser humano, al conflicto/alianza intrínseco entre sensibilidad y cognición, de la que pretendemos evadirnos creyendo, dogmatizando incluso, imaginando, proyectando, construyendo mitos, etc., y cambiando por el camino, poco a poco, la realidad, la nuestra, la del mundo.
Tratando el tema de la felicidad y la salud, Ruut Veenhoven sostiene prácticamente lo mismo.
Sirva el link para que conste y para ampliar el campo de la discusión al respecto.
"Eterno retorno" ligado a la necesidad conservadora de la vida. En el ser humano, al conflicto/alianza intrínseco entre sensibilidad y cognición, de la que pretendemos evadirnos creyendo, dogmatizando incluso, imaginando, proyectando, construyendo mitos, etc., y cambiando por el camino, poco a poco, la realidad, la nuestra, la del mundo.
Tratando el tema de la felicidad y la salud, Ruut Veenhoven sostiene prácticamente lo mismo.
Sirva el link para que conste y para ampliar el campo de la discusión al respecto.
jueves, 3 de mayo de 2007
Los sentimientos, la razón y lo imaginario.
He comenzado recientemente a leer "Razón, sentimiento y utopía", de Carmen Iglesias (Galaxia Gutemberg, Círculo de Lectores), con interés y expectación, comprobando desde un principio su valor informativo y sugestivo más allá de la postura un tanto ingenua que creo observar por parte de la autora y en la que estaría un tanto más anclada de lo que a mí me gustaría.
El primer tema sobre el cual me ha hecho reflexionar, volver a sentir y empujarme a ir un poco más allá ha sido el relativo a la mecánica que se halla detrás de la conducta humana, especialmente la vinculada al trabajo propiamente intelectual.
Desde el título se pone el acento en la combinación de esos tres elementos que evidentemente la configuran desde los mismísimos comienzos, relativos o difusos, de nuestra especie; los que, entrelazados en los hechos, nos han permitido y nos permiten avanzar. O, si se prefiere, atravesar, los laberintos y obstáculos imprevisibles, materiales y subjetivos, las zonas de penumbra o las de incertidumbre, que nos impone la realidad del mundo.
Sin duda, los sentimientos, la razón y la capacidad de completar en nuestra mente lo que existe, desarticulado, a medias o en apariencia (o sea, la capacidad de imaginar) son las tres facultades que nos suministran la luz, más o menos real e intermitente, que nos ayuda a guiarnos a través de las tinieblas, a veces entre destellos falsos, y las que nos acercan a las soluciones y a las respuestas, a las que muchas veces nos aferramos. Soluciones y respuestas, por cierto, generalmente inmediatas, no siempre exitosas, a veces poco o nada felices o sólo relativamente satisfactorias. En síntesis: a vivir a pesar del mundo o, lo que es lo mismo, a vivir en él.
En la Presentación a la nueva edición, la autora privilegia...
Veamos:
En algunas de mis entradas anteriores de este blog, especialmente en "De la condición humana" y en los párrafos más generales de "No a la guerra, sí a la guerra", ya había hecho yo algunas reflexiones vinculadas con el tema, y en la novela en cuyo borrador me encuentro trabajando ahora el mismo asunto ocupa un lugar central. Por otra parte, en base a las consideraciones pertinentes he acusado a Marx y a los intelectuales modernos en general (yo incluido) de burócratas en potencia, tema sobre el que volveré uno de estos días con el inestimable apoyo del libro mencionado que deja, por lo que he comprobado hasta ahora, muy en evidencia a personajes como por ejemplo Rousseau.
La autora tiene la lucidez suficiente como para ver con claridad la base sensible de las ideas y de las diversas adhesiones que estas suscitan. Y esto me parece especialmente relevante, puesto que enlaza con los más recientes avances de la ciencia (biología molecular y psicología evolutiva) y los problemas que hoy vuelven a conflictuarnos o a hacernos vacilar.
Los sentidos se hallan en la base del sistema reflexivo. Ernst Mach decía ("Análisis de las sensaciones", Editorial Alta Fulla) que los fenómenos (¿debo reiterar la obviedad de que lo dice en relación con su observador, el hombre, única medida disponible por ahora?) son una serie de sensaciones.
Supervivientes eficaces desde que se confirmaron como hábiles orientadores de la vida (es decir, desde que ésta se comenzó a desarrollar de un modo autónomo de la específica manera en que lo hizo en la Tierra), mecanismos esencialmente conservadores, siguen hoy, a través de los eones, sirviendo al mismo fin, cumpliendo la misma función, incluso en los organismos que alcanzaron los grados de complejidad hasta ahora más altos, esos que, como tan bien decía Monod, nos siguen extrañando.
Los sentidos informan pues hacia dónde moverse o de qué alejarse, cuando contraerse y cuando saltar sobre la presa, y, allí donde el sistema nervioso ha alcanzado una complejidad mínima suficiente, provoca emociones registrables: miedo, placer... que se archivan en la memoria y pueden ser reproducidas por anticipado, sin la presencia de la motivación original, simplemente proyectando una situación posible, bastante probable, pero incierta. Y de allí, si aún es más complejo, reflexiones y proyectos conscientes, planes apoyados en la imaginación.
Es evidente que los seres humanos pensamos, filosofamos, analizamos, hacemos ciencia... sobre la base de nuestra sensibilidad. Y también es evidente que ese pensamiento, esas reflexiones, la lógica y la imaginación, están constreñidas dentro de los límites de lo sensible; no sólo en el sentido en que lo sostienen físicos cuánticos como Hideguer sino en el sentido más cotidiano, cuando nos llevan a pensar mal, en un sentido tanto egoísta como generoso, tanto en relación con nuestro bienestar inmediato, corporal y psicológico, como en un sentido solidario.
A veces, esto hace verdaderos estragos, ya que muchas apariencias nos pueden provocar sentimientos positivos (me refiero de esta forma a los que nos llevan a la adhesión), algo que se utiliza a fondo tanto en publicidad como en política. Nuestra sensibilidad por la justicia, por ejemplo, es casi innata; en ella se inscribe nuestro deseo de ser queridos y recompensados, y ese sentimiento nos confunde inevitablemente más de una vez. Y así en general. Esto explicaría sencillamente los acontecimientos nefastos a los que se refiere Carmen Iglesias.
La complejidad onírica e imaginaria es tan rica que se nos hace difícil separar la paja del grano. La inevitabilidad de la utopía nos pone muchas veces al servicio del horror.
Auténtico paradigma, hay apariencias que consiguen conmovernos positivamente (en el sentido de que nos llevan a la adhesión y la explican.) Los sentimientos que se nos proponen representan lo mejor del ser humano, su disposición para alzarse contra lo malo o dañino (pobreza, hambre, ausencia de libertad...), lo negativo, lo injusto, lo inmoral, la mentira, el engaño, el crimen, la tortura, el terror... y en base a ello nos inclinamos por sumarnos a proyectos que acaban desdiciéndose, traicionándose.
Nos emocionan las declaraciones de optimismo que pintan el futuro de todo lo contrario de lo que nos parece o promete el presente e incluso sus tendencias: Paz, Igualdad, Fraternidad, Libertad, Bienestar... da igual cuan deshonestas pudieran ser o cuan engañosas, realistas u utópicas, coherentes o desconcertantes... ¡Ese es su poder táctico, llegan directamente al corazón (que por supuesto ya sé que se encuentra en el cerebro al que las emociones drogan con producción propia o interna)!
¡Muchas veces, la propia lógica es rechazada por inhumana! Todos hallaremos miles de ejemplos en lo inmediato, en lo cotidiano, y en la Historia.
Los impulsos involuntarios regidos por el código genético y desarrollados en el curso del proceso evolutivo, mandan a través de más o menos mediaciones sobre el individuo y las masas. Pero no se trata de meros instintos en el sentido laxo de la palabra, sino de un complejo sistema de sentimientos y proyecciones, es decir, de sentimientos anticipados que llegan a adquirir entidad imaginaria: sociedades, mundos, paraísos, vidas... Sentimientos y sensaciones elementales y complejas (es decir, imaginarias.)
Ahora bien, esto demuestra que los sentimientos humanos son parte integrante del motor de la Historia. Los sentimientos junto con la razón (y la lógica que contiene) y con lo imaginario (cuya eficacia define e identifica a los líderes) son los que permiten que haya grupos y que estos se disputen el poder. Sentimientos y proyecciones, balance de miedos y deseos, marcan el camino de la supervivencia, la conquista y la conservación del poder que lo permite, en lo que se confía que lo garantizará. Y por fin vienen los triunfos, el exterminio o las alianzas, tal y como acontece en el reino de la biología... Formas primitivas o vigentes de sociedad se encuentran, luchan, se entrelazan con un grado u otro de predominio. El ingenio inventa una solución de compromiso y dan lugar a lo nuevo.
La ciencia parece ir arrinconado en ese sentido al hombre, no dejándole otra opción que la de la lucidez. Descubrirse necesariamente limitado, mortal, pasajero accidental, juguete de sus propios componentes... lo desarma a largo plazo ante el futuro sin meta que le espera a él en particular y a todos en el curso de los tiempos. Se experimenta la impotencia en un grado que lo acerca a uno a la locura o a un egoísmo ridículo, peligroso a veces y condenable siempre. Se cae en la indeseable pérdida del deseo de seguir viviendo... algo que por lo menos significa depresión. No obstante, salvo cuando hay verdadera malformación interna, cuando el mecanismo falla en el sentido en el que está programado (especie de cáncer a fin de cuentas de la mente del cual algún día se verá su materialidad específica), el individuo volverá a hallar el truco imaginario, sea mítico o epicúreo, hipócrita o paralelo (a lo Dr Jequill y Mr Hide) que sea necesario. Todo con tal de sortear las tendencias depresivas y seguir viviendo aunque sea con los inevitables zigzagueos de costumbre.
El primer tema sobre el cual me ha hecho reflexionar, volver a sentir y empujarme a ir un poco más allá ha sido el relativo a la mecánica que se halla detrás de la conducta humana, especialmente la vinculada al trabajo propiamente intelectual.
Desde el título se pone el acento en la combinación de esos tres elementos que evidentemente la configuran desde los mismísimos comienzos, relativos o difusos, de nuestra especie; los que, entrelazados en los hechos, nos han permitido y nos permiten avanzar. O, si se prefiere, atravesar, los laberintos y obstáculos imprevisibles, materiales y subjetivos, las zonas de penumbra o las de incertidumbre, que nos impone la realidad del mundo.
Sin duda, los sentimientos, la razón y la capacidad de completar en nuestra mente lo que existe, desarticulado, a medias o en apariencia (o sea, la capacidad de imaginar) son las tres facultades que nos suministran la luz, más o menos real e intermitente, que nos ayuda a guiarnos a través de las tinieblas, a veces entre destellos falsos, y las que nos acercan a las soluciones y a las respuestas, a las que muchas veces nos aferramos. Soluciones y respuestas, por cierto, generalmente inmediatas, no siempre exitosas, a veces poco o nada felices o sólo relativamente satisfactorias. En síntesis: a vivir a pesar del mundo o, lo que es lo mismo, a vivir en él.
En la Presentación a la nueva edición, la autora privilegia...
«...el motivo de las aspiraciones de utopía en las realizaciones humanas.»Y tras enumerar los más significativos ejemplos positivos surgidos durante el período de la Ilustración, en donde enmarca sus estudios, señala:
«Primero como género literario y mucho más tarde como proyectos políticos impuestos en la realidad histórica a sangre y fuego -el mito del "hombre nuevo", de la "sociedad perfecta, justa, y feliz"-, ciertos proyectos utópicos acaban transformando unos modelos de sociedad posible en máquinas totalitarias que pretender parar la historia y que perpetúan en el poder a los grupos o nomenclaturas que logran situarse en su cúspide. La "pesadilla utópica" que ha asolado el siglo XX y que sigue vigente en los fundamentalismos y fanatismos políticos y religiosos del siglo XXI ha supuesto, por lo demás, una justificación ideológica que ha encandilado intelectualmente -por su simplicidad, por su unitarismo, por sus fines supuestamente "buenos y justos", por la utilización absoluta del poder y de la fuerza- a mentes tanto educadas como simples, a seres de buena voluntad y a ambiciosos de poder absoluto.»Y continúa, sin poder evitar deslizarse en la utopía, seguramente ingenua o bien intencionada, algo que, de todos modos, tiene su encanto y provoca mi adhesión emocional. Inevitablemente. Quizá, debido a esas...
"...determinadas preocupaciones e interrogantes centrales que (...) conviven con nosotros..." (Prólogo a la primera edición.)...y a causa de un mecanismo que juzgo interesante desentrañar.
Veamos:
En algunas de mis entradas anteriores de este blog, especialmente en "De la condición humana" y en los párrafos más generales de "No a la guerra, sí a la guerra", ya había hecho yo algunas reflexiones vinculadas con el tema, y en la novela en cuyo borrador me encuentro trabajando ahora el mismo asunto ocupa un lugar central. Por otra parte, en base a las consideraciones pertinentes he acusado a Marx y a los intelectuales modernos en general (yo incluido) de burócratas en potencia, tema sobre el que volveré uno de estos días con el inestimable apoyo del libro mencionado que deja, por lo que he comprobado hasta ahora, muy en evidencia a personajes como por ejemplo Rousseau.
La autora tiene la lucidez suficiente como para ver con claridad la base sensible de las ideas y de las diversas adhesiones que estas suscitan. Y esto me parece especialmente relevante, puesto que enlaza con los más recientes avances de la ciencia (biología molecular y psicología evolutiva) y los problemas que hoy vuelven a conflictuarnos o a hacernos vacilar.
Los sentidos se hallan en la base del sistema reflexivo. Ernst Mach decía ("Análisis de las sensaciones", Editorial Alta Fulla) que los fenómenos (¿debo reiterar la obviedad de que lo dice en relación con su observador, el hombre, única medida disponible por ahora?) son una serie de sensaciones.
Supervivientes eficaces desde que se confirmaron como hábiles orientadores de la vida (es decir, desde que ésta se comenzó a desarrollar de un modo autónomo de la específica manera en que lo hizo en la Tierra), mecanismos esencialmente conservadores, siguen hoy, a través de los eones, sirviendo al mismo fin, cumpliendo la misma función, incluso en los organismos que alcanzaron los grados de complejidad hasta ahora más altos, esos que, como tan bien decía Monod, nos siguen extrañando.
Los sentidos informan pues hacia dónde moverse o de qué alejarse, cuando contraerse y cuando saltar sobre la presa, y, allí donde el sistema nervioso ha alcanzado una complejidad mínima suficiente, provoca emociones registrables: miedo, placer... que se archivan en la memoria y pueden ser reproducidas por anticipado, sin la presencia de la motivación original, simplemente proyectando una situación posible, bastante probable, pero incierta. Y de allí, si aún es más complejo, reflexiones y proyectos conscientes, planes apoyados en la imaginación.
Es evidente que los seres humanos pensamos, filosofamos, analizamos, hacemos ciencia... sobre la base de nuestra sensibilidad. Y también es evidente que ese pensamiento, esas reflexiones, la lógica y la imaginación, están constreñidas dentro de los límites de lo sensible; no sólo en el sentido en que lo sostienen físicos cuánticos como Hideguer sino en el sentido más cotidiano, cuando nos llevan a pensar mal, en un sentido tanto egoísta como generoso, tanto en relación con nuestro bienestar inmediato, corporal y psicológico, como en un sentido solidario.
A veces, esto hace verdaderos estragos, ya que muchas apariencias nos pueden provocar sentimientos positivos (me refiero de esta forma a los que nos llevan a la adhesión), algo que se utiliza a fondo tanto en publicidad como en política. Nuestra sensibilidad por la justicia, por ejemplo, es casi innata; en ella se inscribe nuestro deseo de ser queridos y recompensados, y ese sentimiento nos confunde inevitablemente más de una vez. Y así en general. Esto explicaría sencillamente los acontecimientos nefastos a los que se refiere Carmen Iglesias.
La complejidad onírica e imaginaria es tan rica que se nos hace difícil separar la paja del grano. La inevitabilidad de la utopía nos pone muchas veces al servicio del horror.
Auténtico paradigma, hay apariencias que consiguen conmovernos positivamente (en el sentido de que nos llevan a la adhesión y la explican.) Los sentimientos que se nos proponen representan lo mejor del ser humano, su disposición para alzarse contra lo malo o dañino (pobreza, hambre, ausencia de libertad...), lo negativo, lo injusto, lo inmoral, la mentira, el engaño, el crimen, la tortura, el terror... y en base a ello nos inclinamos por sumarnos a proyectos que acaban desdiciéndose, traicionándose.
Nos emocionan las declaraciones de optimismo que pintan el futuro de todo lo contrario de lo que nos parece o promete el presente e incluso sus tendencias: Paz, Igualdad, Fraternidad, Libertad, Bienestar... da igual cuan deshonestas pudieran ser o cuan engañosas, realistas u utópicas, coherentes o desconcertantes... ¡Ese es su poder táctico, llegan directamente al corazón (que por supuesto ya sé que se encuentra en el cerebro al que las emociones drogan con producción propia o interna)!
¡Muchas veces, la propia lógica es rechazada por inhumana! Todos hallaremos miles de ejemplos en lo inmediato, en lo cotidiano, y en la Historia.
Los impulsos involuntarios regidos por el código genético y desarrollados en el curso del proceso evolutivo, mandan a través de más o menos mediaciones sobre el individuo y las masas. Pero no se trata de meros instintos en el sentido laxo de la palabra, sino de un complejo sistema de sentimientos y proyecciones, es decir, de sentimientos anticipados que llegan a adquirir entidad imaginaria: sociedades, mundos, paraísos, vidas... Sentimientos y sensaciones elementales y complejas (es decir, imaginarias.)
Ahora bien, esto demuestra que los sentimientos humanos son parte integrante del motor de la Historia. Los sentimientos junto con la razón (y la lógica que contiene) y con lo imaginario (cuya eficacia define e identifica a los líderes) son los que permiten que haya grupos y que estos se disputen el poder. Sentimientos y proyecciones, balance de miedos y deseos, marcan el camino de la supervivencia, la conquista y la conservación del poder que lo permite, en lo que se confía que lo garantizará. Y por fin vienen los triunfos, el exterminio o las alianzas, tal y como acontece en el reino de la biología... Formas primitivas o vigentes de sociedad se encuentran, luchan, se entrelazan con un grado u otro de predominio. El ingenio inventa una solución de compromiso y dan lugar a lo nuevo.
La ciencia parece ir arrinconado en ese sentido al hombre, no dejándole otra opción que la de la lucidez. Descubrirse necesariamente limitado, mortal, pasajero accidental, juguete de sus propios componentes... lo desarma a largo plazo ante el futuro sin meta que le espera a él en particular y a todos en el curso de los tiempos. Se experimenta la impotencia en un grado que lo acerca a uno a la locura o a un egoísmo ridículo, peligroso a veces y condenable siempre. Se cae en la indeseable pérdida del deseo de seguir viviendo... algo que por lo menos significa depresión. No obstante, salvo cuando hay verdadera malformación interna, cuando el mecanismo falla en el sentido en el que está programado (especie de cáncer a fin de cuentas de la mente del cual algún día se verá su materialidad específica), el individuo volverá a hallar el truco imaginario, sea mítico o epicúreo, hipócrita o paralelo (a lo Dr Jequill y Mr Hide) que sea necesario. Todo con tal de sortear las tendencias depresivas y seguir viviendo aunque sea con los inevitables zigzagueos de costumbre.
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