La crisis "económico-financiera" puso en boga eso de la
"refundación", aunque en realidad, la misma había comenzado hacía
tiempo. Prácticamente todos los "analistas" y sus ciegos seguidores
prefieren no reconocerlo (no reconocer sus evidencias) e insistir en
pedir o exigir que "se ponga en marcha" o, en la acera opuesta, que siga
oculta o que mermen sus efectos.
Para "la izquierda", la
única forma factible y maximalista de la meta de tal "refundación" que
puede componerse en sus estrechas cabecitas (producto de una selección
artificial de similares características que las que practicaban con los
cráneos de los recién nacidos los nobles incas) es la de la "salida
china", la del "capitalismo rojo". Y como lo que "se debe saber" es lo
que colorean las gafas ideológicas, no pueden ver (no quieren atreverse a
ver) que medidas como las que llevan a cabo los gobiernos autonómicos
gobernados por el PP y como las que se implantarán tras el 20N (si nada
cambia el curso de las predicciones) se corresponden estrictamente con
la idea de esa "refundación" (por cierto, obra de algún asesor francés
de Zarkosy, no lo olvidemos). ¿Qué si no significa controlar lo que
pueden hacer con su propio dinero las empresas privadas, como es el caso
de los bancos? Basta repasar las medidas de "austeridad" que se toman y
proponen para ver en ellas un claro avance de la intervención estatal
que va bastante más allá de favorecer a los negocios, como deseaba y
pretendía que sucediera, "en todo caso", Adam Smith. Y este proceso
sigue dando nuevas muestras de desarrollo, como se manifiesta en torno a
los proyectos defendidos de cara a la próxima convocatoria del G20.
Para
"la derecha", lo mejor es llamar "capitalismo" en un sentido
tradicional a la sociedad en la que realizan sus propios avances
embozados hacia la instauración de una tecnocracia a su medida. La
confusión se hace así tan notable que no es de extrañar que pierdan
identidad a pasos agigantados. Se trata de una identidad anticuada,
obsoleta, demasiado acartonada (por necesidad más que por ceguera) e
hipócrita que no respeta ni mínimamente lo que dicen sostener: la
"iniciativa privada", que en realidad, al menos en los casos dominantes,
hegemónicos y decisivos, se manifiesta ya desde hace tiempo y de un
modo más que ostensible como un conglomerado de recintos intercambiables
por los que transitan y se aposentan miembros de la misma burocracia
global en meras "posiciones profesionales diferentes" (las que gestionan
y controlan a su criterio y para su beneficio, las empresas de capital
privado en lugar de las de capital público, en unos u otros
porcentajes). Un proceso, en realidad, que comienza en tiempos de su
legitimización, ya que el propio Adam Smith se mostraba partidario del
control de los salvajismos del capital, como el que se cometían en las
colonias. La racionalidad era una bandera que nunca fue ni de los
capitalistas de carne y hueso ni de la realidad social en su conjunto...
y que, además, nunca fue más allá de las idealizaciones impracticables.
No por nada el argentino Braun llegó a defender un capitalismo sin
capitalistas (es decir, sin los que se comporten como tales) como el
mejor capitalismo... sin siquiera sonrojarse... ni, por tanto, verse
demasiado rojo en el espejo.
Y es que la "refundación"
nunca pretendió otra cosa que engañar y enmascarar los nuevos pasos que
unas u otras bandas burocráticas pretenden dar en su imparable marcha
hacia el control de todas las cosas, sean económicas, políticas o
personales.
Y vamos cada vez más lejos, con la anuencia vociferante de los hijos del "Estado del Bienestar" inflados de buenas esperanzas,
sin apenas querer saber que están acompañando a una de las bandas de
depredadores más temerarias, más mentirosas, más ausentes de escrúpulos,
más dispuestos a lo que haga falta, más despreocupados por la suerte de
todo y de todos salvo de sí mismos y de sus amigos del instante,
auténticos invasores interiores del mundo que como los gusanos
se crían dentro del cuerpo... Y todo para terminar acabando, ya se verá y
se está viendo, entre las víctimas. Porque, y esto es lo más
esperpéntico (aunque como todo pertenece al mismo absurdo imperante):
que tributan a la mítica racionalidad en la que confían la solución del
orden... que formalmente flamea en los torreones de las mencionadas
bandas... para encubrir la irracionalidad simple de la dominación del
propio grupo (o banda)... esto es, para avivar el fuego del caos sin
rumbo posible. Se trata del sueño de los gobernantes buenos, morales,
sabios... que como mucho son astutos y ladinos, y que sólo pueden
representarse a sí mismos.
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