Cuando se sostiene, más o menos simplemente, incluso vulgarmente, con palabras o con actos, que la banca privada internacional, por sus tejemanejes con las hipotecas subprime y demás productos "tóxicos", en connivencia con los responsables teóricos de vigilarlos, por la dejación de funciones que como poco se les atribuye, fueron los principales culpables de meternos a La Crisis (una acusación reiterada en cada crisis, por cierto, y en varios sentidos, como se puede ver si se pone algo de atención), lo que a mi criterio se está haciendo, a instancias de esa sabia capacidad popular de intuición que rebasa las racionalizaciones contaminantes habituales (por ejemplo, y considerando sólo uno de los signos del espectro: el antimperialismo), es reconocer los dos aspectos clave que definen nuestra realidad social contemporánea.
Por una parte, el reconocimiento de la burocracia como el factotum de las situaciones que afectan más decisivamente al mundo, en este caso en la figura de los miembros de los grupos mencionados que indudablemente la componen -los gestores de las multinacionales financieras y los gestores de la política monetaria de los grandes países y los miembros de los organismos mundiales involucrados todos en diversos grados-, cuya idiosincrasia varias veces ya he desmenuzado y cuyo carácter fraccional también he señalado. Por otra, el de la artificialidad que impregna la vida cotidiana de modo cada vez más crítico, desestabilizador, que agudiza la insatisfacción de todas las personas al reducir a mínimos la idea imaginaria que el hombre aprende a hacerse de un mundo con algún sentido presente, objetivo, y con metas alcanzables (ésta es una percepción que va y viene en diversas circunstancias y con diversas consecuencias ideológicas, políticas y emocionales y que se refleja, me atrevo a sugerir, en el aumento del número de suicidios, en particular en Occidente... pero también por los que se ponen a disposición de fines ideológico-políticos).
Por una parte, el reconocimiento de la burocracia como el factotum de las situaciones que afectan más decisivamente al mundo, en este caso en la figura de los miembros de los grupos mencionados que indudablemente la componen -los gestores de las multinacionales financieras y los gestores de la política monetaria de los grandes países y los miembros de los organismos mundiales involucrados todos en diversos grados-, cuya idiosincrasia varias veces ya he desmenuzado y cuyo carácter fraccional también he señalado. Por otra, el de la artificialidad que impregna la vida cotidiana de modo cada vez más crítico, desestabilizador, que agudiza la insatisfacción de todas las personas al reducir a mínimos la idea imaginaria que el hombre aprende a hacerse de un mundo con algún sentido presente, objetivo, y con metas alcanzables (ésta es una percepción que va y viene en diversas circunstancias y con diversas consecuencias ideológicas, políticas y emocionales y que se refleja, me atrevo a sugerir, en el aumento del número de suicidios, en particular en Occidente... pero también por los que se ponen a disposición de fines ideológico-políticos).
Ambas manifestaciones, y este es en sí mismo otro aspecto relevante y complementario, son minimizadas por la intelectualidad (hoy desde visiones posmodernas), tomados anecdóticamente o considerados meras apariencias que deberían "interpretarse adecuadamente" en los términos de sus modelos que se dan por ciertos y por sólidos, verdaderos y universales, sustanciales, referenciales, etc., como se prefiera. Así, los modelos siguen siendo defendibles contra viento y marea (como pasa en otros casos que para sus oponentes son tan fáciles de ver como la paja en ojo ajeno, como es el caso del del calentamiento global... que tiene sus propios beneficiarios). Evidencias y conductas intelectuales forman, como es lógico, aspectos estrechamente vinculados, como lo están las dos caras de una misma moneda: aspectos de una misma sociedad en marcha.
Burocratización y artificialidad, ambas en constante crecimiento, marchan de la mano, realimentándose la una a la otra como percibe el ciudadano medio en cuanto no pone por encima de su percepción ningún modelo abstracto ni el slogan recientemente memorizado. Y su acoplamiento necesario e inseparable, define histórico-sociológicamente la sociedad del espectáculo más seria y eficazmente que cualquiera de las diversas descripciones psicológicas que a fin de cuentas acaban todas por apuntar a lo divino o a lo místico. Aunque, como todo lo que se halle disponible y suene bien... acabe incuso más allá de los significados, esto es, al servicio del puro marketing incluso por los propios bancos que, usufructuando el malestar imperante, dicen ser el banco bueno contra el banco malo. Rúmiese para más ilustración el siguiente spot...
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...donde el Santander pone de relieve sin problema alguno y no duda en afirmar la relación entre el pesimismo y los bancos al reconocer que "dicen (...) que el futuro será gris" para terminar asegurando que pretende "ayudar a personas y empresas a ver las cosas de otro color, porque ahora más que nunca queremos ser tu banco...", en una muestra más de la displicencia ideológica típica de la publicidad, ese paradigma de la posmodernidad que se ha ganado ser a partes iguales la apoyatura por excelencia de la burocratización y de la artificalidad de las que hablamos gracias a su absoluta falta de remilgos por lo que se salga de los marcos circunstanciales de la campaña, donde la eficacia que se busca nunca excede ni debe exceder del presente.
En realidad, a pesar de la costumbre que nos induciría a pensar que se trata de una contaminación diferente (lo que complementaría en realidad la contaminación habitual) encomparación con el antiimperialismo antes mencionado como ejemplo, considerado de signo opuesto, se trata para mí del mismo fenómeno: marketing tacticista, falso encubrimiento, uso burocrático (irresponsable) de la verdad y la mentira...
El primer aspecto es, como sucede en este contexto global donde la lucha principal y efectiva tiene lugar entre fuerzas burocráticas en un grado de extrema complejidad fraccional, lo que permite que las otras facciones (por fracciones) de la burocracia lo aprovechen para su propio juego de poder. Es lo que vemos cuando los gobernantes de turno amenazan a los ejecutivos de la banca con más controles y hasta con recortes de sus rentas o penalizaciones... Esa "refundación" que parece haberse (¿por ahora?) diluido; es decir, hasta que vuelva a ser conveniente en una próxima campaña (que puede ser la del asalto al poder, ¿por qué no?, como acabo de apuntar). (1)
De hecho, en la sociedad vigente, los acusadores son tan arte y parte como los acusados circunstanciales, aunque nuevamente se favorece aquí la confusión en tanto unos aparecen como representantes de la economía salvaje y los otros como representantes del pueblo. Y ambas cosas son estrictamente propagandísticas, es decir, falsas.
En cuanto al otro aspecto, el de la artificialidad, bien puede verse como una manifestación social particular de una historia de artificialidades sucesivas pergeñadas por la humanidad a lo largo del tiempo, al menos desde que se puede hablar seriamente de humanidad, lo cual es sin duda cierto y básico. No obstante, esto debe ser considerado en su especificidad histórico-social si se pretende comprender su actual dinámica, sus actuales consecuencias y la manera y forma en que compone el magma de significaciones, tanto cuando se la tiene en cuenta a medias, como resultado de "otras" referencias, como cuando lisa y llanamente se la niega en nombre de otros imaginarios "verdaderos". (2)
Esto es, en el fondo, lo que considero que rezuma por los poros a pesar de la tendencia general a disfrazar y enmascarar lo que sin embargo se ve, quizás ni más ni menos que la poco soportable carne al desnudo. Esto explicaría, precisamente, por qué todos, unos y otros, cualesquiera que sean sus ocupaciones, trabajos e intereses reales (todas y todos circunstanciales, pero siempre revestidos de uno u otro Sentido Universal ad hoc), todos los miembros con encaje en la sociedad dada, no pueden desconocer las evidencias (ya que reconocerlas, aunque parcial y/o confusamente, les resulta indispensable para seguir adelante, orientándose en el corto plazo) ni pueden, a la vez, en un juego cada vez más complejo de engaño y autoengaño, tomarlas seriamente, asumir lo que ello significa en el fondo, la profundidad del autoengaño (la conciencia, en ese extremo... los paralizaría, los hundiría en la más profunda de las melancolías colectivas al ponerlos de cara al sinsentido). En el fondo, nos encontramos de nuevo con Nietzsche, pero algo más allá al ponerle a la absurdidad nombres y apellidos, al mostrar lo que en ella han cocinado los hombres y se sirven a sí mismos a la mesa de la supervivencia.
Así, las cosas se ponen en evidencia de algún modo y a pesar de toda resistencia. En términos sociológicos, se explica que todos, unos y otros, ocupen la posición que ocupen en la sociedad, se muevan dentro de esos márgenes por estar obligados a responder a sus intereses reales inmediatos y visibles respecto de los cuales arriesgan de inmediato y visiblemente la vida, una vida enraizada en una realidad que obviamente los desborda individual y consecuentemente de manera grupal. Esos intereses, en un segundo plano, son a su vez revestidos (o disfrazados) de uno u otro Sentido Universal ad hoc, integrados en una u otra Moral.
En otras palabras, porque todos los miembros de la sociedad dependen en primera instancia de que la misma siga siendo la que es, es decir, siga siendo igual a sí misma, recuperándose en todo caso una y otra vez de lo que se vive y se vivirá siempre como un simple traspié. Y en este sentido podríamos decir que estamos presos de nuestra propia telearaña, la telaraña tetradimensional (permítaseme esta referencia de física relativista) que, repito, todos desarrollamos y básica e inevitablemente debemos seguir desarrollando.
Una telaraña de la que nadie puede despegarse salvo en el plano imaginario... y esto incluso de manera restringida. La conocida parábola del "paren el mundo que me quiero bajar", sólo refleja impotencia y una ironía consecuente hacia uno mismo, algo por cierto muy humano, propio de la descarga compensatoria de la melancolía, al menos en el individuo racionalista que se desarrolló en particular en Occidente (a propósito, invito a observar esta mecánica en el ejemplo de Aristófanes y en las entrañas de la novela moderna, donde la ironía, como señala Kundera, es sin duda consustancial con ella).
Por eso, el vulgo (si se me permite este arcaísmo sin embargo ilustrativo, aunque en este caso incluya a los mediocres de sus líderes), en tanto que predominantemente instintivo, intuitivo, visceral incluso, más animal en tanto menos aferrado a sus propias abstracciones, tiende a acusar siempre a medias, incapaz de llevar hasta las últimas consecuencias unas conductas que sólo puede considerar como abusos de la artificialidad (abusos indudablemente burocráticos aunque determinados por la asumida inmanencia de los pecados capitales sobre los individuos) que a su vez no pone totalmente en cuestión porque para él no es sino la realidad que justifica su existencia. Él también haría lo mismo, reconoce su pecado, sin darse cuenta que ello responde a un simple mecanismo de emulación que forma parte clave de su atrapamiento que ya estaba ahí, esperándolo, al nacer como vástago de una familia "atrapada" (lo que no significa que no pueda en absoluto desconectarse de una o u otra posición en la telaraña, pero sí significa, repito, que no se puede saltar fuera de ella).
Sin embargo, el desconcierto, la confusión y las dudas acerca del futuro no dejan de presentarse a la vista de que las perspectivas de salida que esos signos prometedores anuncian. Por una parte, porque no se conforman como la prometida y agitada "refundación del capitalismo" ni como una suerte de renovada "superación revolucionaria desde arriba" que hasta los especialistas de corte conservador se sienten inclinados a solicitar en base a la ingenua ilusión del Estado Moral que nunca fue más allá de ser apenas acariciado. (3) Por otra, porque lo único que parece funcionar y da seguridad inmediata es la huida hacia adelante, cuya perspectiva de mínimos sería postergar un colapso que no deja de avisorarse de manera cada vez más clara a pesar del ruido de las disquisiciones retóricas de los especialistas, que no tienen perspectiva real alguna de imponerse. De nuevo, el desconcierto dobla la pantomima haciendo de los viejos ideales cosmopolitas, justicieros o racionales meros eslogans tácticos en manos de los agitadores del gobierno de turno, eslogans que nacen sólo para ser olvidados al día siguiente, cuando se reemplace, si cabe, por otro. Y ese desconcierto oculta a duras penas la desazón profunda que se apoderaría de todo el mundo si fuera consciente de la inextirpable artificialidad que marcha sobre railes que se van construyendo en la medida en que se hace necesario crear más y más camino hacia ninguna parte... Mejor dicho: hacia la mera supervivencia aunque bajo condiciones cada vez más complicadas, no necesariamente únicas aunque sí autoimpuestas.
Tal vez no muy convencida de ello, la gente había sido y sigue siendo invitada mentirosamente (en algunos casos, autoengañosamente) a apoyar el sueño de ese Estado Moral y Racional que habría de recortar las alas de los desaprensivos mediante una menor permisividad o un control mayor y más independiente en aras de un grado aceptable de estabilidad. La sugerencia que se hace desde las tribunas (porque las ideas no se manifiestan aunque las hubiese, ya que sin duda serían todas de muy mal gusto, y siempre es mejor que la gente las rellene con su propio contenido) es pues apaciguadora en lo fundamental y no revolucionaria. Se promete lo que la gente quiere (es decir, lo que cada uno sueña por separado) pero sólo para hacer lo que el Poder ya venía haciendo: continuar gobernando y cada vez con menos limitaciones. y en todo caso más trampas y... migajas en proporción a la lealtad. En ese sentido, el eslogan apaciguador elegido resulta de lo más fructífero: nada como un Estado fuerte para doblegar al enemigo que nos asediaría a todos y al que se identifica por antonomasia, nada para exigir patriotismo como sinónimo de apoyo al gobierno para lo que sea, nada mejor para amordazar a la oposición efectiva y dar a los pequeños aliados una justificación para ayudar a sostenerlo (justificación, sí, porque en realidad el apoyo tiene sus contraprestaciones materiales relativamente vidsibles), nada más adecuado para darle a las masas el abrigo que cada vez parece a sus ojos como el único posible... porque en realidad lo es. Y nada como mejor plataforma para asaltar el poder en toda su significación si se llegara a hacer inevitable y a la vez posible.
No obstante, las cosas se presentan de modo que parece no haber nadie capaz de poner el orden -o la estabilidad- que se reclama (¡esa estabilidad es lo que realmente se reclama y en su nombre se alza toda propaganda política!) Por ello, sin abandonar la montura de ese reclamo, los gobiernos no dejan de incrementar la incertidumbre y la frustración mientras construyen una opinión popular dividida (en tanto que fuerza electoral), a instancia de su propio e insistente marcaje, entre los que se decantan por atribuir la deriva a la debilidad del agitador y los que se inclinan por atribuirla a la fuerza de los acusados y sus cómplices (que es lo que pretende el agitador y sus apoyos militantes y propagandísticos de los que se rodea a base de repartir migajas, a veces suculentas, que refuerzan la operación de marcaje).
Esta manera, sociopolítica sin duda, de apreciar las cosas, toma lo económico dado como parte de lo socialmente instituido, y por tanto como el escenario donde se libran las luchas reales... que no responden a leyes economicistas de supuesto carácter teleonómico sino que se desarrollan en términos de conservadurismo generalizado, voluntad de poder, entrampamiento, autocatalización reproductiva, tendencias idiosincráticas de minimo esfuerzo y de apaciguamiento existencial. (4)
(en próximas entregas veremos desde esta perspectiva y más de cerca los enfoques intelectuales que se ofrecen y las conductas de los actores decisivos)
* * *
Notas/Apéndices:
(1) Esa disolución es a su vez otro ejemplo del tacticismo burocrático, en este caso del político, o más bien gubernamental. Como el Santander, el gobierno no tiene problema alguno en poner de relieve la mala disposición existente hacia "el sistema" con vistas a explotarlo. El gobierno de turno, "quiere ser tu..." gobierno. Además, el slogan desconcertante que habla de un capitalismo refundado como sinónimo poco menos que de socialismo anticaptalista, confunde también a los intelectuales que de repente se encuentran reclamando esa "refundación" como propia, en todo caso emulando desde la impotencia en sentido estricto al gobierno supuestamente impotente y llenando con sus propias ensoñaciones lo que el término encerrraría... Los gobiernos y sus medios externos (o extensos) de propaganda, por su parte, no dudan en atribuir a los saboteadores su supuesta debilidad (véase el artículo que desarrolla la portada de Público y no lo que hará la inmensa mayoría de sus lectores: atender sólo a lo que sugiere el titular/slogan de tapa), lo que en absoluto les molesta inducir mientras en los hechos no es real... Por fin, nada es lo que parece ni lo que se dice... y la marcha continua.
(2) Reproduzco como un ejemplo ilustrador más, la visión que se tiene desde la publicidad actual a través del siguiente comentario que he encontrado mientras navegaba y que he tomado del blog de la analista/amante de la publicidad, Paula Caravilla (en donde se reconoce la realidad al tiempo que se la acepta complacida.... aunque no desde el ángulo de "lo productivo" sino de de "lo lúdico" o, en sentido estricto, "irresponsable", desde el cual lo que pase con el mundo parecería algo propio de una dimensión paralela que en todo caso "repercutiría" sobre "ésta" o algo así; algo simple y sencillamente incontrolable, ocasional, perentorio, pero utilizable):
(3) Lo que sigue es no sólo un ejemplo significativo sino toda una demostración de lo que sostengo en el post en su totalidad:"Dentro del sistema, lo que más me llamó la atención es que las jóvenes japonesas y chinas acudían deseosas del Aire de Loewe. Ese precioso modelo de nappa 7000. Quizás es que Stuart Vevers todavía no ha consolidado iconos en Loewe, como hizo en Mulberry o Givenchy. Se abrán sentido muy alagados cuando Vicky apareció con el modelo Calle (unos 8000€, pero este es un prototipo, el de venta en tiendas es de color mantequilla aunque ahora puedes customizarlo con tu “piel” preferida). Nuestra representante de la clase ociosa, definida por el derroche ostensible. ¿Es tan importante que ella lleve este bolso para que el resto se convierta en followers? Parece que Veblen sigue presente."Lo que si que es cierto es que esta nueva estrategia que se desarrollaría a lo largo de 10 meses se ha visto dañada por la crisis, cerrando el año con números rojos. Además la partida de Pujol no sabemos como afectará. Traía ideas muy innovadoras centradas en el triple posicionamieno del lujo, haciendo hincapié en la óptica para captar clientas."Amo Loewe porque siempre lo he identificado con el verdadero lujo, con el rolls royce de la moda. Espero que no pretenda introducirse en el masstige. Os dejo un ejemplo de la última campaña."
"Es rol del Gobierno establecer estándares, fijar e imponer pesas y medidas, mantener registros, y obligar a toda economía informal a colocarse bajo el imperio de la ley." dice en un artículo reciente el economista conservador Hernando De Soto Polar donde afirma el carácter "legal" y no "financiero" de la crisis ("un sistema legal pobremente papelizado"), a partir de lo cual concluye: "Salir de la recesión exige restaurar el orden, la precisión y la confianza en los papeles financieros. Este es el gran desafío legal y político. La tarea dura de localizar, valorizar y aislar el papel tóxico, y de calcular quién va a pagar la cuenta de las pérdidas (si contribuyentes, bancos o capitalistas-buitres) se hará más fácil cuanto más pronto los políticos entiendan que la alternativa podría ser el colapso del propio sistema que ha generado la mayor prosperidad en la historia y el consiguiente pandemonio.
¿Qué dice De Soto sino que lo real sería o debería ser sólo es documental, es decir, lo que debería ser restaurado tras la tergiversación y usurpación atribuible a la burocracia financiera y política equivocada y equivocadora contra la que todos parecen situarse ahora... de palabra? ¿Qué sino proponer una restauración (utópica) de los títulos de propiedad que ya estaban legitimados por la historia hasta antes de la crisis y que eran socialmente aceptados... mientras lo ignominioso no estaba al descubierto, previo a que se pusieran precisamente al descubierto todos los tejemanejes burocráticos que de repente amenazan tan seriamente al mundo conocido... tal vez sólo para favorecer una nueva legitimidad sobre la base de una nueva redistribución... tal vez... para llevarnos de verdad al caos (aunque ni De Soto ni nadie, propongan medidas para evitarlo... sino para salirse con la suya... si es fuera posible)?
Si fuera posible... Pero ¿cómo pueden serlo -al margen de que nos gusten unas menos que otras- si todos apelan -porque no hay dónde más apelar... por ahora al menos- a las instituciones existentes, todas inscritas desde su nacimiento en la sociedad burocrática y en la artificalidad? ¿Qué esperan que hagan los burócratas contemporáneos que no sea... lo que ya han hecho... o algo aún peor? ¿Acaso que sean... sabios, angelicales, divinos y, además, que actuen bajo el convencimiento de que las ideas y consejos de ese o esos especialistas en particular sean los que deben aplicar? ¿Por qué habrían de hacer eso, de ser lo que no son? ¿No lo demostró la Historia cientos de veces en todos partes y bajo unos u otros colores desde que la inteectualidad se constituyó como tal? ¿Acaso puede un gato dejar de serlo por quitarle el cascabel a otro? Lo que está visto que de hacerse sólo podría servir para abundar en la dirección opuesta.
Los conservadores, es evidente, al menos los que quedan bajo la forma de expertos, y por tanto como burócratas menores, ofician ahora también utópicos y soñadores, y de nuevo apelan no a la marcha de las cosas (que no es la de la economía) sino una vez más a la política (que para ellos tendría como justificación la restauración).
Es significativa también, dicho sea de paso, la siguiente observación que hace De Soto y que refleja la visible tercermundización del primer mundo (sobre lo que yo ya he hablado aquí), y sobre lo que sin embargo no saca conclusiones sino las mencionadas recomendaciones utópicas de corrección:
"... en los mercados emergentes, como este, la relación entre la prosperidad y el orden legal es bastante obvia. La mayoría de nuestra gente es pobre y vive bajo la anarquía de la economía informal, en la que sus activos y contratos se amparan en papel endémicamente tóxico: no registrado, no estandarizado, desactualizado, difícil de identificar, difícil de ubicar y con un valor real tan difícil de determinar que la gente común no logra generar confianza mutua ni merecer la confianza de los mercados globales. En las economías informales del mundo en desarrollo y de la antigua URSS, la escasez del crédito y la crisis económica son una condición crónica. De modo que cuando miro la recesión que ha comenzado en el hemisferio norte (desatada por papel tóxico) me siento perfectamente en casa."
La burocracia gobernante del primer mundo, sin embargo, no podrá "prevenir el envilecimiento del papel e inferir adecuadamente su valor" ni "asumir algunas fórmulas de éxito comprobado en la administración de la propiedad y así asegurar su credibilidad". Los gobiernos, condicionados por el corto plazo y la prioridad de continuar en el gobierno, resistiendo sobre todo los embates de los grupos burocraticos hostiles que siguen la misma conducta tacticista con el mismo fin, sólo harán políticas en todo caso paliativas... básicamente populistas... hasta que la ruina los abata. Eso que se llamó siempre... morir con las botas puestas.
En las sociedades burocráticas, el derecho es cada vez más una trampa que es convenientemente violada y usada, donde la burocracia actua provoca cada vez más "las consecuencias negativas de acuerdos secretos entre aristócratas que no respondían sino ante sí mismos".
Nunca y menos hoy en día "la producción (tendrá) precedencia frente a las finanzas que están allí para servirla" y no habrá quién imponga "la claridad y la precisión (...) indispensables para crear crédito y capital mediante papel".
Conservador perpicaz, De Soto reconoce que decir: “Dejen actuar al mercado ahora significa, de hecho, dejen actuar a la economía informal”, lo que es una parte de la verdad que no obstante debe ser precisada un poco más: la economía salvaje o informal que predomina no es la vieja economía ni la periférica que se considera sumergida, sino la que manipulan a para su beneficio personal y en atención a sus carreras personales los gestores profesionales a los que se les encarga la maximización del beneficio corporativo.
La artificialidad y la política, y no la mano invisible. Pero la segunda es inseparable de la primera, es más, es su expresión institucional, justamente la que representa los intereses de, entre otros, los "capitalistas-buitres, que devoran a los productores con buenos puntajes crediticios pero ningún crédito", en realidad gestores del capital y a los que se unen en buena red los políticos profesionales y hasta los expertos, pasando por todos los trabajadores del marketing y de la información. "...el proceso del capitalismo", Sr. De Soto, no es la "desintoxicación continua" sino todo lo contrario, como se ha demostrado y se vuelve a demostrar. En todo caso, la intoxicación será otra o simplemente será de nuevo disfrazada y/o enmascarada.
Por fin, que "En su forma actual, las normas que rigen los derivados carecen de los estándares necesarios para mantener el papel atado a la realidad, de los indicadores para medir el daño a terceros, de los instrumentos para desbrozar los conflictos entre los poseedores de papel derivado y el resto de la sociedad", sólo puede entenderse como la expresión de una artificialidad y burocratización congénitas de nuestra sociedad. ¿Cómo pretende entonces De Soto conseguir que "la comunidad financiera (tenga) la inclinación (y) el interés económico para realizar tarea tan insalubre". Sin duda... "Siempre pondrán la carreta financiera delante de los bueyes de la producción", y del mismo modo que "la comunidad burocrática" en su conjunto (que sin duda incluye a los gestores de la primera).
La propuesta de De Soto, como las muchas similares de todos los expertos y de la inmensa mayoría de los intelectuales propiamente dichos que quedan en el mundo, sólo son del estilo de la de un granjero idiota al que se le ocurriera encargarle al zorro que cuidara sus gallinas.
(4) La visión economicista ve la sociedad contemporánea como una inmensa masa de mercancías en circulación, en proceso de fabricación o almacenadas, ya en uso y encaminadas al desgaste o a la obsolecencia (real o imaginaria). Pero en realidad se trata de un juego absurdo y macabro que se desarrolla con el único objeto "no controvertible" de perdurar, de evitar que se detenga. Y si la sociedad continúa por los mismos raíles, respondiendo a los mismos imaginarios, es porque todos deasean preservar las condiciones habituales, conocidas, dominandas en las que se basa su existencia.
Incluso aquellos de los que se decía que "sólo tenían sus cadenas que perder", temen que se pueda ver afectada la habitual forma de vida de sus amos, de los que dependen. Y dependen porque lo más simple es que les sigan dando trabajo, que sigan siendo un mercado pudiente para sus productos (fuerza de trabajo incluida, pero no sólo) y porque todo ello les da seguridad, normas de conducta, sistemas administrativos, etc., incluidos, es decir, Estado. Esto es lo único que puede explicar con rigor que las masas trabajadoras se inclinaran eventualmente en uno u otro momento por desear controlar a esos amos a través de sus representantes, lo que sólo da lugar a una simbiosis creciente entre estos y los viejos amos, a quienes se susplanta o subordina, se chantajea o se roba.
En el proceso de despersonalización del Capital (entendiendo por tal la propiedad de los medios de producción), los principales proveedores de trabajo y de remuneraciones (no sólo ni mucho menos bajo la forma de salarios) han acabado siendo las grandes empresas y el Estado. Los que se hallan desposeídos de ejercer algún grado efectivo de control político (esto es, bastante más que el proletariado industrial en el que pretendiera apoyarse y en todo caso justificarse Marx y sus epígonos autoerigidos en sus representantes en carácter de "vanguardia consciente"; e incluisve más que la suma de ese ejército y el "campesino"), no tienen nada imaginable ni posible digno de adopción sustitutiva más allá del horizonte urbano (y hasta megaurbano), y prefieren cien veces algo de subvención, de trabajo sumergido o de venta paralela... al menos hasta que la tormenta pase. Y se aferran a la convicción de que esto sucederá antes o después... buscando, a imagen del comportamiento de los dirigentes y gestores salvarse como sea en la medida en que se pueda... Por su parte, los cada vez más escasos individuos que se ganan con su militancia ciega el título de conscientes de la opresión y la explotación en que viven, no hacen sino organizarse en torno a líderes y camarillas mesiánicas alternativas que acabarán por demostrar su absoluta consecuencia... a sus propios intereses, o, en todo caso, su inoperancia política. La telaraña que tejemos nos envuelve. El espacio en el que construimos nos asfixia. La ignorancia de lo inimaginable, lo deshechable, lo especulativo... es afirmado como tal a un extremo de absoluta repugnancia y absoluta inalcanzabilidad. Tal vez los mitos nunca pudieron ofrecer paraísos imaginarios, oníricos, y sólo se han instituido en la medida en que cerraban el horizonte para que no lo atrevasara nadie. Y esto parece cada vez más sólido. Las apelaciones más idílicas (por buenas) nacidas de La Razón nunca han fueron practicables, pero hoy lo son mucho menos, y cada vez lo serán menos. El núcleo de los mitos nos habla de seguridad y nunca de aventura. Las alternativas a lo dado sólo pueden tomar forma de planes de combate, es decir, entroncar en el campo de batalla real, aunar fuerzas reales con métodos reales... Y lo real es lo que está instituido. Y lo instituido se apoya en la promesa de la complejidad y el crecimiento, en la creciente interarelación de los individuos y su imparable reproducción. Esta promesa no puede cumplirse sin tributar a la división entre los que producen lo que se les ofrece que produzcan y los que controlan hasta cierto punto la producción, y su cumplimiento tiene por límite el colapso. No puede ser de otro modo en tanto que la planificación total y desinteresada se ha demostrado idílica e imposible ya que nunca se estableció, ni siquiera en los primeros tiempos, con el fin de servir al "conjunto de la sociedad expansionada" sino al propio grupo dominante y cada vez más separado de los demás. La brecha no ha sido nunca reducida sino constantemente ampliada. La educación del pueblo que se da por síntoma de una supuesta reducción, sólo se ha instaurado para confirmarla y acentuarla, además de no ser la cultura o la sabiduría el atributo de esa separación.
En el proceso de despersonalización del Capital (entendiendo por tal la propiedad de los medios de producción), los principales proveedores de trabajo y de remuneraciones (no sólo ni mucho menos bajo la forma de salarios) han acabado siendo las grandes empresas y el Estado. Los que se hallan desposeídos de ejercer algún grado efectivo de control político (esto es, bastante más que el proletariado industrial en el que pretendiera apoyarse y en todo caso justificarse Marx y sus epígonos autoerigidos en sus representantes en carácter de "vanguardia consciente"; e incluisve más que la suma de ese ejército y el "campesino"), no tienen nada imaginable ni posible digno de adopción sustitutiva más allá del horizonte urbano (y hasta megaurbano), y prefieren cien veces algo de subvención, de trabajo sumergido o de venta paralela... al menos hasta que la tormenta pase. Y se aferran a la convicción de que esto sucederá antes o después... buscando, a imagen del comportamiento de los dirigentes y gestores salvarse como sea en la medida en que se pueda... Por su parte, los cada vez más escasos individuos que se ganan con su militancia ciega el título de conscientes de la opresión y la explotación en que viven, no hacen sino organizarse en torno a líderes y camarillas mesiánicas alternativas que acabarán por demostrar su absoluta consecuencia... a sus propios intereses, o, en todo caso, su inoperancia política. La telaraña que tejemos nos envuelve. El espacio en el que construimos nos asfixia. La ignorancia de lo inimaginable, lo deshechable, lo especulativo... es afirmado como tal a un extremo de absoluta repugnancia y absoluta inalcanzabilidad. Tal vez los mitos nunca pudieron ofrecer paraísos imaginarios, oníricos, y sólo se han instituido en la medida en que cerraban el horizonte para que no lo atrevasara nadie. Y esto parece cada vez más sólido. Las apelaciones más idílicas (por buenas) nacidas de La Razón nunca han fueron practicables, pero hoy lo son mucho menos, y cada vez lo serán menos. El núcleo de los mitos nos habla de seguridad y nunca de aventura. Las alternativas a lo dado sólo pueden tomar forma de planes de combate, es decir, entroncar en el campo de batalla real, aunar fuerzas reales con métodos reales... Y lo real es lo que está instituido. Y lo instituido se apoya en la promesa de la complejidad y el crecimiento, en la creciente interarelación de los individuos y su imparable reproducción. Esta promesa no puede cumplirse sin tributar a la división entre los que producen lo que se les ofrece que produzcan y los que controlan hasta cierto punto la producción, y su cumplimiento tiene por límite el colapso. No puede ser de otro modo en tanto que la planificación total y desinteresada se ha demostrado idílica e imposible ya que nunca se estableció, ni siquiera en los primeros tiempos, con el fin de servir al "conjunto de la sociedad expansionada" sino al propio grupo dominante y cada vez más separado de los demás. La brecha no ha sido nunca reducida sino constantemente ampliada. La educación del pueblo que se da por síntoma de una supuesta reducción, sólo se ha instaurado para confirmarla y acentuarla, además de no ser la cultura o la sabiduría el atributo de esa separación.
4 comentarios:
En contra de los teóricos de la sinarquía, lo que cada vez vemos mejor es que SÍ HAY (y siempre la habrá) conspiración.Pero que es como la hubo siempre, desde Egipto en adelante: Una cena para concertar intereses inmediatos de las 200 personas que forman el mundo."Crony capitalism", y punto, lejos de los sueños de cálculo racional de la sociedad que fundaron el socialismo.
The bosses saben que eso es imposible, y no lo pretenden, y les importa un huevo y parte del otro.Pero, como esa mercancía se vende bien, pues la venden.
Por eso "artificialidad" me parece que no señala bien de lo que se trata, salvo que digamos que los juegos de la aristocracia medieval ,el funcionariado imperial romano o los faraones, que hundieron una y otra vez su propio sistema, eran un paradigma de artificialidad.
De una u otra forma estamos atados también a los significados dominantes cuando apelamos a las palabras para decir algo. El término "artificialidad" ya me resultaba contradictorio, pero por fin decidí usarlo basándome en lo que "se entiende" vox populis, en particular lo que entiende el liberalismo y el marxismo y que no saben dónde poner el límite, me refiero a productivo/superfluo (lo señalé en el "Aleluya 3".
El problema sin duda se presentaba justamente al verme llevado, como bien señalas, a extender el concepto a todas las sociedades anteriores; lo que sin duda es así.
Por fin, creo que el tipo concreto de "artificialidad" a la que quería referirme era precisamente ESA, en concreto: a la que se pone en vigor DESDE que se produce la división "del trabajo" entre "productores" y "castas ociosas" (que justifican de todos modos "su hacer"). "Ociosas" (otro término ambiguo) en tanto logran distanciarse del trabajo físico para "dirigir", "distribuir", "orientar", "contabilizar", etc. Lo que se ve más claro en el pasado remoto, cuando esto recién se instituye, que ahora que se ha complejizado mucho todo (aunque es visible en lo fundamental).
Por cierto, yo también creo que no es ninguna fantasía lo de "lo conspirativo", que yo prefiero llamar "lo manipulante" o algo así, ya que no es tanto que "cospiren contra" sino que "conspiran a su favor", para permanecer y fortalecer su rol. Y esto también viene de aquellos viejos tiempos.
Por otra parte, sería una situación multicospirativa, donde cada facción conspiraría a su propia "bola". Algo que también es antiguo (me vienen a la mente los tiempos de Maquiavelo y la Florencia y otras ciudades de la época...)
Y es que en realidad, seguimos (y aún seguiremos) dentro de La Misma Historia inaugurada con el sendetarismo...
Y gracias por tus buenas observaciones.
En una película muy extraña, "The cube", hay una instalación misteriosa llena de trampas mortales y de donde no hay manera de salir.Uno de los atrapdos dentro sabe algo, hizo unas estructuras, pero eso no le sirve para salir.Y lo gracioso es que nadie, absolutamente nadie, hizo jamás el plan de conjunto, por eso es indestructible.Big brother is not watching you, porque, como tú, sólo sabe de un trozo de las conexiones totales.
Pues eso.Se conspira, y mucho, pero para organizarse a corto sus propios intereses.Y no siempre les sale bien la jugada, pero casi siempre sí, ya que su peso es enorme en los resultados.
"Artificial" no la veo porque suena a "estéril".Y los juegos de los bosses no son nada estériles para ellos, aunque sí lo sean para los demás.
¡Perfecto lo de "The cube". No la vi pero ya la conseguiré. Así lo veo, sí. En cuanto a "esterilidad" claro que no, lo "artificial" en mi acepción es MUY fructífero: le sirve al hombre en general para apaciguar su angustia existencial, le sirve para moverse en un mundo sin sentido (esto tampoco puede ser probado, pero nos lo dice la intuición... cuando no nos autoengañamos con "artificios" o "juegos teatrales" o... etc.), sirve a los gobernantes para idear esperanzas, promesas, objetivos "absulutos", etc., etc. bueno, todo lo que vengo erre que erre mencionando aquí y allá y que vieron en mayor o menor medida muchos otros antes (y que me lo hicieron ver y rever).
De todos modos, ¿mejor "artificioso", elementos del atrezzo, conductas histriónicas, aceptación obligada de lo que en sí mismo es fantástico o fantasioso o imaginario en tanto que significado?
Las referencias absolutas no son posibles, así que no hay modo de referenciar ni eso ni su contrario, lo real, lo necesario, etc. Pero cuando unos ven "articicial" lo que otros ven "necesario" y viceversa... ¿qué podemos decir una vez que se comprende que se llama "necesario" a aquello que CREEMOS necesitar?
Hum...
Un saludo y gracias de nuevo por los aportes.
Y ahora, no sé ya si podré contestar a otro comentario hasta mi regreso... de NY... ¡y com mi nieto, los dos solos!
Un abrazo.
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