miércoles, 23 de junio de 2010

La "artificialidad" para un discurso realista (9)

(Nota aclaratoria: la primera parte ya se publicó Feacios en procura de debate. Completado aquí como entrega 9 de mi análisis de la "artificalidad" incluye en esa primera parte algunas precisiones alimentadas con notas al pie de carácter principalmente bibliográfico. En lo fundamental y conceptual, el texto no ha sido alterado salvo para mejorar la claridad y pulir las formas.)


Artificialidad versus
naturalización


La marcha de la humanidad se me presenta como un hacer mundo dentro de un marco más amplio de sucesivos estados emergentes causalmente concatenados que una vez representé como eslabones. Esta lectura (la concatenación causal lo es, siendo que no es un ente que se pueda considerar presente por sí mismo en la Historia) estaría avalada simplemente por la eficacia relativa de la autoconciencia, su resultado evolutivo último; es decir, sería un imperativo propio de la idiosincrasia del componente humano de la marcha en interactividad con lo que vendría a ser resto del mundo (en donde todos los extraños estarían incluidos; presuponiendo con esto que el individuo y los miembros reconocidos como del propio grupo definirían para sí mismos la "buena" dirección y su verdadera meta humana).

La intuición procede según este mecanismo y no hay en el fondo interpretación abstracta o teórica que pueda evadirse de ello, inclusive cuando se trata del idealismo más extremo y/o mítico que pueda ser considerado. La causalidad está siempre presente en el discurso humano aún cuando la causa se remite a lo innombrable o a fantasmas de carácter divino, incluído por supuesto el remanido azar que, por ejemplo, el divulgador Stephen Jay Gould se atreviera llamar desvergonzadamente "Diosa de la Fortuna".

Esa marcha (progreso en el sentido que se emplea en relación con las reacciones químicas) me parece un proceso compulsivo de creación (no sólo de objetos e instituciones sino de la propia senda por la que se transita... la que así podemos ver como senda que se desbroza), que sólo puede ser entendido como creador de artificialidad desde una óptica realista e igualmente determinista en el sentido antes mencionado. Por ello, ese progreso debe ser considerarlo "no natural", en clara oposición a lo que entiendo como una reconstitución más de la primaria concepción racionalista que sostenía su idealidad. Es decir, como una inversión de la visión platónica. En oposición en fin a la imposibilidad por el racionalismo en todas sus presentaciones (cabeza abajo incluida) de prescindir, en el discurso y en las necesidades socio-psicológicas que lo soporta, de una u otra causa última para autoexplicar al hombre y a su sorprendente capacidad de reflexión, inductora de una perplejidad existencialmente problemática.

El reduccionismo implícito o declarado que se realiza mediante la naturalización radical de ese proceso (lo que configura el cientificismo conocido en especial) conserva a mi modo de ver esa lectura idealista que pretende alcanzar el conocimiento absoluto o La Sabiduría (lo que yo entiendo como representación de esa pretensión, en un sentido formalmente histriónico, en tanto parte del fenómeno, lo que constituiría lo real en sentido riguroso... lo que, por otra parte y en el fondo, se prefiere y se necesita no ver... lo que indudablemente cerraría el círculo). Ese enfoque no hace sino remitir a la naturaleza en lugar de al viejo Dios, instituyendo imaginariamente en su lugar un demiurgo de reemplazo, esto es, una remozada causa última.

Asumir por el contrario que la marcha de la humanidad en el mundo es en lo fundamental productora o creadora de artificialidad, que se trata del producto de un inevitable, compulsivo, idiosincrásico acto de creación de la conciencia en-el-mundo tiene a mi criterio ventajas significativas para la construcción de una narrativa más ajustada, capaz de dar cuenta más eficazmente -al menos hoy por hoy- de lo que nos rodea, de lo que interactúa con nosotros así cómo del modo en que sucede en el entorno próximo (entorno que la tecnología amplía en cierto modo); una narrativa más capaz de dar cuenta de manera más detallada y por tanto más precisa del proceso por el cuál estamos, cada uno de nosotros, haciendo aquí lo que hacemos, hasta cierto punto lo que sentimos desear o lo que consideramos que podemos hacer y nos atrevemos a intentar, lo que se nos impone y lo que combatimos... (1)

De algún modo, este enfoque podría parecer o ser acusado de retrógrado una vez que el dominio de La Ciencia (relativo, histriónico insisto) pareciera haber eliminado la barrera idealista que la metafísica clásica estableciera entre lo que ésta definió como propiamente humano en oposición al resto del mundo material o de la naturaleza. En cierto modo podría admitir que se trata de un retorno, pero nunca de un retroceso; un retorno que se debe reconocer cuando se sostiene, como es mi caso, que el ser humano -en tanto lo siga siendo- poco y nada pueda hacer que no sea producir repeticiones. (2) En todo caso, creo que es una vuelta más libre que las anteriores de implicaciones metafísicas, y mucho más que las que el cientificismo se haya adjudicado en vano... mediante el subterfugio kantiano (protopositivista) y por fin del positivista de dejarlas fuera de su fortaleza inexpugnable donde se pudiera imponer un trabajo disciplinado y productivo sin cuestionamientos existenciales (he abundado acerca de ese subterfugio en mis artículos agrupados bajo el título de Una lanza rota por el pensamiento occidental).

Así es como he acabado optando por la alternativa de una narración que presenta cada paso de ese proceso como de creación limitada de artificialidad en oposición a la que los presenta como producción teleológica en uno u otro grado de hechos naturales. La naturaleza, desde mi punto de vista, no encerraba otra necesidad característica que la de hacerse cada vez más compleja individuo a individuo como producto de la cotidiana interacción entre ellos en un entorno dado, y esa complejización es la que, en pasos sucesivos, dependientes del estado inmediatamente previo y de la inclusión de elementos convertidos en próximos, acabó -por ahora- de dar de sí al actual ser humano como creador de complejidad. No hubo plan alguno que no se desenvolviera sobre la marcha, sin objetivo alguno que no estuviera más allá del imperativo de conservación. Se trató cada vez, a cada paso, de un resultado evolutivo/adaptativo que pasaba de tanto en tanto a un nuevo plano de complejidad con especificidad propia y por ello en ningún caso reductible al plano o planos de los que se originara.

Esta manera de intentar explicar nuestro estar/desenvolverse en el mundo que es lo que nos afecta a cada cual a su modo y nos induce a afectar... tiene de entrada una consecuencia interesante: diluye hasta el límite de la extinción la idea tradicional de necesidad -subyacente a los intentos de naturalización/divinización de lo humano-, a fin de cuentas teleológicos en pro de la institucionalización artificial sistemática de las estancias socio-históricas sucesivas, activas y determinantes de por sí una vez dominantes; institucionalización que yo atribuyo a su vez a la propia eficacia de la marcha, a sus supuestos o asumidos logros como tales considerados en la medida en que se adoptan como estables, es decir, en cuanto cada construcción humana empieza a dar muestras tangibles de ser buena (o adecuada) para la supervivencia, en la medida en que es adoptada como necesaria en la medida en que se estabiliza, en la medida en que va representando cada vez más una garantía hasta ese momento imprevista, nacida de la prueba progresivamente satisfecha. (3)

No se trataría sin embargo de productos contingentes, debidos a eso que se llama azar del mismo modo que al espacio vacío se lo llamara éter para que sostuviera la teoría ondulatoria... o del mismo modo en que Galileo, con fines puramente polémicos y defensivos, se sacara de la manga su ingeniosa pero a fin de cuentas ridícula teoría de la flotabilidad... No se trataría tampoco de fenómenos libres de concatenaciones o relaciones causales que surgirían sin ton ni son, tan justificables de todos modos como en el otro caso y como todo... No, aunque tampoco de la presuposición de una como otra predisposición, plan o diseño preexistente establecido en el reino de la Eternidad o proveniente del fondo de los tiempos o desde cualquier otra representación del absoluto que pueda ser imaginada (La Caverna platónica incluida). No; se trataría por el contrario de un resultado consecuente aunque compuesto de un buen número de efectos colaterales, nacidos de la propia construcción en tanto es una construcción imperfecta, imprecisa, excesiva... que, no obstante, en cuanto logra un cierto grado de estabilidad, ligada a una cierta satisfacción de la pereza, de la comodidad, de la debilidad intrínseca del ser humano, reclama para sí la justificación incondicional, el carácter de verdad absoluta e incuestionable como forma de reconocimiento de uno de más de un resultado posible... aunque del que se ha dado... y se hace permanente, estable. El ser humano, cuando mitifica y registra por medio del discurso y de las normas los hechos tal como le interesa explicarlos, haría simplemente un doble intento: vanagloriarse de su propia victoria relativa y pretender hacerla eterna, trascendental... dándole así el carácter de conquista, de apropiación del mundo, de sucedáneo de la dominación absoluta e inalcanzable que se envidia a los dioses. Esto sólo se puede atribuir a la idiosincrasia humana, al modo imperfecto de operar de su facultad de conocer (imperfección propia de todo producto evolutivo, insisto), y por serle inevitable (impuesto) para conservar la salubridad del mecanismo (so pena de paranoia).

En síntesis, la conquista de un estado de supervivencia estable, garantizado en primera instancia en el tiempo (la propia adopción lo afirma y sostiene), sería lo que, simultáneamente, hace del resultado un éxito y un valor.

Así es como creo que funciona la Historia y la construcción social, es decir, la marcha del mundo habitado por la humanidad o del mundo con seres humanos. Esta es a mi modo de ver la manera en que se mueve de manera cada vez más compleja el mundo como sociedad humana (a través de sus diversas formas); una manera que me parece justo denominar artificial en tanto creación imaginaria en contraposición a las simples emergencias naturales que se estabilizan y reproducen sin legitimación argumental, sin tabúes ni incentivos morales, sin... autoconciencia, cosas que sólo pudieron devenir tales con la aparición del ser humano o si se prefiere de un determinado grado de desarrollo neuronal, lo que no puede dejar de ser considerado como el paso a nueva dimensión real pero específica, que en el discurso debe volver a ser entendida como no-natural, como artificial, como propiamente humana, como creación humana inevitable... aunque para nada, por este motivo o en nombre de ello, como algo sobrenatural, nacido de otra cosa que del proceso natural previo y persistente en el que y del que hemos emergido, en el que nos hallamos sumergidos, en el que estamos y del que nos apropiamos para seguir siendo (siendo lo que somos)...

Es sintomático que todos los discursos tiendan a negar esta única manera lúcida de insertar la Historia humana en la de la Naturaleza. La "naturalización" que aparece como la contrapartida del idealismo y la inversión de la Creación Divina como Creación Humana (deux ex machina), no llega nunca hasta el extremo de aceptar que todo, vehículo y contenido del discurso, sea un producto individual que no puede nacer de forma genérica, modélica, conceptual o absoluta, al margen de que el hecho de que nazca sin duda refiere a algo común... que no va mucho más allá de la propia emergencia, es decir, que no tenga una función. Aparte de que "naturalizar" no puede dejar de ser un acto de La Razón que le otorgaría (o devolvería) su carácter a La Realidad (donde la habría descubierto, desenterrado, y restituido luego). (4)

Oh, sí, no hay nada que prefiera el ser humano como tener el mundo enmarcado por un principio y una perspectiva, como hizo al pergeñar, por ejemplo, el Pentateuco... Así es como, por dar otro distinto, se describe el capitalismo como como si hubiese empezado un día del estilo de ese momento cero en el que se situara a Dios (Yaveh, Prometeo o los que fuesen) repentinamente deseoso de poner en marcha el mundo o de convertirlo en humano... haciendo concretos los sueños que repentinamente le vendrían a u ocuparían desde siempre su mente buena (y selectiva -por favorable al grupo por y para el que fuera ideado y justificado-). (5)

Pero el límite autocontemplativo que impide al pensamiento ir más allá y descubrir así su carácter irremediablemente mezquino (lo que tanta perplejidad produciría y a partir de allí tanto rechazo), su carácter de puro mecanismo defensivo al servicio de la comodidad individual y grupal (comodidad, aclaro nuevamente, en un sentido complejo y sobredeterminado), debe ser de una vez por todas superado. Lo impone, como todo, la propia marcha y su entrada en terreno de extrema vacuidad e insignificación... Estar al alcance de la autodestrucción y la impotencia casi absoluta para impedirlo nos obliga a mirarnos seriamente en el espejo. Esto es algo que se consigue observando la genealogía de la artificialidad.



El nacimiento de la artificalidad

Decía en el capítulo 7 de esta serie sobre la artificialidad que la misma debió nacer (o emeger si se prefiere) en un momento dado de la Historia Natural... del mismo modo que el Golem necesitó que alguien le colocase el billete mágico en la boca para que se pusiera a andar... Un momento crítico de desdoblamiento en donde lo natural dejó de serlo o más bien... donde quedó bajo (o subordinado a) un estrato diferente, específico.

Según lo que venía diciendo (y como ya se apunta en las notas 3, 4 y 5), la aparición de la autoconciencia propiamente dicha (en la visión que de ella tiene la teoría evolutiva y las teorías de la complejidad en general a las que me adscribo en un sentido amplio) juega aquí un papel decisivo. Sin embargo, no tengo mucho más que mi intuición, mi propia dependencia del modelo del que extraigo mis analogías y de los datos siempre insuficientes provenientes del pensamiento y las indagaciones ajenas, para abordar una cuestión ciertamente oscura. Me inclino de todos modos por suponer una larguísima práctica del ejercicio de la autoconciencia en términos de abstracciones (pensamiento simbólico, onírico, mítico... quizás manifestado mucho tiempo bajo la forma consciente de un diálogo con una voz interior de origen externo) durante el cual, o sea en simultáneo, se manifestó el sentimiento grupalista heredado e irradicable que entre otras conductas obligaba a establecer diferencias entre los grupos humanos primitivos, todos cuyos miembros eran expresión de una individualidad (expresión de una idiosincrasia) que me lleva a verla y por fin a caracterizarla en lo fundamental como débil.

Esta figura del individuo débil está hoy en día más que avalada por la antropología y por todas las ciencias que indagan sobre el hombre y su Genealogía así como por la filosofía globalmente existencialista y la filosofía política que encontraría expresión en aquella. Estas narrativas ponen de relieve el hecho obvio (y repugnante o vergonzoso para los que pretenden ocultarlo o desdibujarlo) de esa debilidad característica del poseedor de un cerebro delicado, pesado y de desarrollo notablemente prolongado, obligado a soportar un largo período de gestación y formación, residente en un cuerpo ágil y ligero pero frágil e insuficientemente protegido: el ser humano. (6) Esa figura del débil me parece clave para comprender en ella los rasgos decisivos (o la idiosincrasia) que habría de signar la vida humana en el mundo (reproduciéndose así en el tiempo, afirmándose hasta el límite de la extinción siempre posible, siempre amenazante -y hoy más quizá gracias al "abuso" de la "artificialidad" cuya andadura se muestra notablemente irresistible-) y su consecuente intervención adaptativa/transformadora, es decir, el ejercicio de su carácter individual/interactivo (su rol como ente propio, como entidad ontológica). Esa figura es la que explica o resume la línea (inicial y originaria al menos) de la maximización de comodidades, de mínimo esfuerzo, de aprovechamiento máximo de recursos, de orientación a la apropiación de todo tipo de recursos externos con el fin de llevar a cabo la tarea más defensiva posible: la del establecimiento firme de un dominio seguro... dominio que una vez instituido crea nuevas exigencias y esfuerzos a los que ya no se puede renunciar por parecer lo único posible, lo único real.

La debilidad está en el origen de la opresión, de la depredación, de la domesticación creciente, extensiva e indiscriminada, del desarrollo tecnológico, de la complejización social, del recurso a la mentira, el engaño, la traición... en fin: ella está en el origen de la artificialidad. La debilidad es cruel; exige protección a toda costa... impropia; y por ello permite e impone la justificación más notable que pueda imaginarse para la total falta de escrúpulos en el límite (y así lograr superar una moral segura hasta que deja de serlo) o llevar a cabo un repliegue circunstancial. (7) En este sentido, la idea de un comportamiento infantil subyacente asociado de por sí a la idiosincrasia del hombre me parece especialmente fructífera y de ahí la importancia creciente que le asigno a la Psicología Evolutiva y a los trabajos orientados a poner al desnudo tanto la infancia en el individuo como la infancia de la especie o sea sus conductas primitivas, así como la nada sorprendente confluencia entre la antropología y la psicología evolutiva que se puede claramente observar (entre lo que resalto el trabajo notable de Judith Rich Harris que vengo citando y defendiendo desde hace tiempo).

Una debilidad compuesta de las "esperanzas ciegas" inculcadas según Esquilo a los hombres por Prometeo que, sin duda, "agudiza en vez de ahogar" ese "hacer/crear" al que se refiere Castoriadis (op. cit. en nota 5, pág. 23) y que es "hacer/crear" de artificialidad, que podríamos también denominar por ello "huir hacia adelante/desbrozar lo inexcrutable.

Insisto: no podemos seguir ocultando por más tiempo a los pérfidos autores de esa construcción progresiva cuyas consecuencias amenazan extinguirnos, tal vez irremediablemente (cosa que no podemos querer) -... hoy en particular gracias al actualmente alcanzado abuso de la artificialidad puesto en evidencia como la consecuencia inevitable-; ya se han acumulado demasiadas evidencias. Somos nosotros mismos, todos nuestros ancestros (que entre ellos y el mundo de la vida... no dejaran que fuéramos "diferentes" y lograron replicar sus genes) los que dimos lugar, sin duda progresiva y autocatalíticamente, a la tropelía amenazante y relativamente necesaria que fue poner la artificialidad en movimiento; lo que dio lugar a ese cuadro absurdo que ha llegado tan lejos; ni más ni menos que los hombres -especialmente los machos, sí-, los más astutos y marrulleros de esa especie de débiles congénitos... que fueron capaces de hacer trabajar a todos lo demás para ellos mismos, venciendo y esclavizando, marginando o eliminando, comprometiendo en todo caso, a todos los que obstaculizaran sus pretensiones de dominio, de todo lo que les sirviera para producir cosas que afirmaran su dominio (desde el vientre de sus mujeres hasta la tierra proveedora, etc....). Haciendo que unos u otros tuvieran, en diversos grados, "veinticuatro patas".

Permítaseme pues remarcarlo: la artificialidad fue sin duda y cada vez más claramente una necesidad de la que Veblen llamaría con un sentido sin duda demasiado genérico "clase ociosa", y como tal necesidad se afirmó y se acabó por legitimar imaginariamente, por, como ya he dicho extendiendo lo que han sabido ver algunos... crear y adoptar.

¿Y de qué tuvieron especial necesidad esos hombres "ociosos" (aunque inicialmente quizás lo fuesen en potencia) para lograr sus propósitos o realizar sus pulsiones de dominación? Pues lisa y llanamente, de la Mentira; la Mentira que permitirá poner al Golem de la Artificialidad en marcha como proyecto social instituyente en la forma de las primeras sociedades jerárquicas de población expansiva y cohesionada que se fundaron sobre la división entre los organizadores de la fuerza (¿los más listos?) y los demás, empezando por las mujeres -como bien observara también Veblen- reducidas a mero aparato reproductor de cazadores y hasta de carroñeros; la mentira que servirá como el billete mágico para que, como un gigantezco Golem, la artificialidad pudiese comenzar a andar... La mentira que sin duda, recuperando lo mejor de Castoriadis nuevamente, formó parte de "el reemplazo del placer del órgano por el placer de la representación" propia y característica del ser humano, de su "neoformación congénita". (8)

Claro no se trata de la supuesta "mentira" que el filósofo racionalista dice que es en la que "cae el hombre" por no adoptar su propia guía iluminada. Esto ni siquiera existe unívoca y absolutamente ni puede ser probada (Dios, su referencia, al igual que La Ciencia, otra, de aparente signo opuesto, son componentes del invento, son autorreferentes que no pasan de ser apriorismos más o menos declarados). La Mentira que necesitó el hombre, y que ya existía antes de adoptar una forma discursiva y en cierto sentido antes de que la Artificialidad estuviera lista para comenzar su andadura, no es sino la simple mentira típica de la cotidianidad superficial que aflora en la lucha salvaje, hoy callejera, la que consiste en el mero y simple engaño, la información tergiversada, la justificación vergonzosa que permite la escaramuza, la impostura desconcertante, el simulacro tramposo, la traición, el aprovechamiento de la debilidad ajena, etc., y que así entendida sugiere la idea de que podría ser superada mediante una moralización de uno u otro tipo. No; se trata en realidad de algo inextirparble que provino, ni más ni menos, que de los monos ancestrales, que heredamos, que practicamos al principio burdamente, que sofisticamos poco a poco y que por fin convertimos en un inmenso e insaciable aparato en pie de guerra para los fines de los más decididos (los que más tesón ponen en alimentarlo, como a un Golem) aunque sin sentido o meta superiores de ningún tipo; revistiendo sin embargo de tal sentido imaginario a cada acto y a cada propuesta... porque la mezquindad y la animalidad resultan lisa y llanamente inconfesables... pecaminosas... culpables; dignas de la exulsión del Paraíso que no obstante nunca se ha dejado de (re)instaurar para los (auto)elegidos.



* * *


Notas:


(1) Los hombres (y me refiero sólo a los hombres en sentido estricto ya que las mujeres estuvieron primitivamente marginadas de toda manifestación explícita del acto de pensar, o sea, de expresar su pensamiento, debiendo adoptar cada vez más el punto de vista dominante -masculino- y conquistar un lugar y un enfoque equivalente, el de machos-intelectuales) optaron a mi criterio por adoptar una u otra visión (inicialmente deísta y por fin materialista con el cientificismo) en atención a la propia dinámica de dominación, siempre necesitada de colores diferenciales. En ambos casos, se ha pretendido que el proceso aparezca como imponiéndose a la vez que contestándose, quedando esta contestación (la transformación del mundo) en manos de sus supuestos interpretes (de la Revelación primero, de las leyes de la ciencia después). No obstante, es evidente que los actores siempre acabaron siendo también víctimas en diversos grados del propio proceso (¡y con grados que alcanzaron, como sabemos, el horror!). El proceso, entre tanto, va en fin aceptándose, asimilándose, adoptándose, instituyéndose como... objetivo e incondicional (salvo allí donde los primeros brotes de una emergencia colapsen antes de florecer, en cuyo caso se extinguen).

Lo visible (si se quiere) en cada discurso o narración, abstracta o lógica, simbólica, alegórica u analógica como se la llama, es que las variantes nacen al menos vinculadas a la necesidad de diferenciarse de los otros de los que el grupo nuevo se separa cuando no gestadas a esa instancia (esto en base a la teoría cada vez más digna de crédito de un origen humano común del que se irían desgranando todas las variantes en un esquema de progresivas reproducciones/desmembramientos). Es interesante ver esto presente en muchos análisis parciales como el de Mary Douglas sobre el Levítico o el de Mario Biagioli sobre Galileo, donde los enfoques no por nada son bastante coincidentes.

(2) El tema de la repetición es indudablente nietzscheano, se debilita en Hidegger y es recuperado por Strauss bajo la forma de una lectura que arranca de la idiosincrasia existencial del individuo como fuente de su propio mundo. La idea subyacente es que el problema es y será siempre el mismo y que nunca tendrá solución, por lo que si la necesidad subsiste es lógico que el remedio se repita y se reinvente.

(3) Este proceso, al que ya me referí en otras muchas ocasiones (citando a Biagioli, Veblen, Foucault, Castoriadis, Strauss, etc., todos ellos confluyendo parcialmente de una u otra manera y desde sus diversas aunque solapadas pretensiones narrativas causales en esta visión para muchos demasiado repugnante y perturbadora) como proceso de adaptación y de aceptación o adopción, tiene estrecha relación con otros dos conceptos que ya he defendido igualmente en otras ocasiones como fundamentales: el de grupalidad con su necesidad interna de marcaje o etiquetaje (mencionado ya en nota 1) y el de búsqueda de la comodidad (y no "de la verdad") sobre el que enseguida insistiré.

En su estudio sobre el Levítico, Mary Douglas (a quien le hubiera venido de maravillas haber conocido a Judith Rich Harris y viceversa, y a quien no porque sí cita Biagioli en su Galileo cortesano), refleja en el siguiente párrafo el peso, significación y vínculo al que me estoy refiriendo, algo que sin embargo la propia autora no acaba de tener siempre presente ni lleva hasta las últimas consecuencias, en concreto, cuando separa excesivamente lo que llama pensamiento analógico y pensamiento abstracto (mito/tradición por un lado y ciencia por el otro):
"La clasificación del universo forma parte de la organización social y las categorías son útiles para definir a quién se admite y dónde, quien tiene prioridad, quien va en segundo lugar y a quién no le corresponde ningún espacio." (Mary Douglas, Levítico como literatura, Prefacio, Gedisa Editorial, Barcelona, 2006, pág. 17)
Lo que Foucault descubriera (aún de manera inacabada, aún sin pasarse del límite imperante) en la mecánica de los discursos es en realidad enteramente aplicable a toda construcción socio-histórica, a toda institucionalización social, a saber:
"Todo ocurre como si, a partir de la gran separación platónica, la voluntad de saber tuviera su propia historia (...) ...esta voluntad de verdad, como los otros sistemas de exclusión, se apoya en una base institucional: está a la vez reforzada y acompañada por una densa serie de prácticas... Pero es acompañada también, más profundamente sin duda, por la forma que tiene el saber de ponerse en práctica en una sociedad, en la que es valorado, distribuido, repartido y en cierta forma atribuido. (...) Finalmente, creo que esa voluntad de verdad apoyada en una base y una distribución institucional tiende a ejercer sobre los otros discursos -hablo siempre de nuestra sociedad- una especie de presión y de poder de coacción. (...) como si la palabra misma de la ley no pudiese estar autorizada en nuestra sociedad más que por el discurso de la verdad. (...) Como si para nosotros la voluntad de verdad y sus peripecias estuvieran enmascaradas por la verdad misma en su necesario despliegue. (...) ... ¿qué es por tanto lo que está en juego sino el deseo y el poder? (...) ...la voluntad de verdad... como maquinaria destinada a excluir." (Michel Foucault, El orden del discurso, Tusquets Fábula, Barcelona, 2008, págs. 21-24)
Leo Strauss, con Nietzsche, con Tucídides... han insistido en denunciar la verdadera intencionalidad de la búsqueda de la verdad, una intencionalidad que arma al practicante de una absoluta falta de escrúpulos... respecto de la moral que no pregona. Detrás de la verdad, sin duda (hoy es evidente cuando hasta los genocidios y las bombas atómicas se tienden a justificar racionalmente) no hay sino voluntad de poder y señalización demarcatoria, esa que sirvió según Douglas para fundar un credo tan perdurable como el judío; esa que llevó muy probablemente o al menos ayudó, según la teoría que propuso Judith Rich Harris, a la pérdida del pelo por vía de una selección parental, o sea volitiva (para diferenciarse así de "los peludos y barrerlos del mapa" -El mito de la educación, Debolsillo, Barcelona, 2003, pág. 162); la que, generalizando, la misma autora señala como idiosincrática y está presente de manera innata en nuestra infancia. Señalización que llega a construir alrededor suyo toda una cultura diferenciadora, de "señales visibles -cuanto más permanentes mejor- para airear a los cuatro vientos las diferencias" (ibíd., pág. 359).

Veblen lo supo ver y (sin llegar a abandonar el racionalismo vinculado a su esperanzas y deseos cosmopolitas y de Progreso Humano) reconoce hasta qué punto el proceso es un proceso progresivo de adopción. Hablando de la manera en que acabó instituyéndose una clase ociosa separada del resto (y dejando aquí al margen la relativa simplificación en que incurre en particular acerca de la reproducción de la misma en el tiempo) Veblen señala arrancando con una frase de Aristóteles: "Nota notae est nota rei ipsius (El predicado del predicado es el predicado del sujeto en la traducción al pie). (...) la prescripción se apodera ahora de esta prueba convencional de riqueza y la fija en los hábitos mentales de los hombres como algo sustancialmente meritorio y ennoblecedor en sí mismo, mientras el trabajo productivo, en virtud de un proceso semejante, se hace intrínsecamente indigno." (T... Veblen, Teoría de la clase ociosa, Debolsillo, Barcelona, 200x, pág. 66). El mecanismo, que "se ubica en nuestros hábitos de pensamiento como algo sustancialmente bueno" (Veblen, ibíd., págs. 84-85), una "influencia" que de hecho se vuelve para "el resto de la comunidad", o sea para todos, "coercitiva" (ibíd., pág. 104), sin embargo, no es referenciado a la idiosincrasia humana sino desde una asunción apriorística en todo caso refrendada por lo que ha resultado (incluida esa adopción y esa inculcación subliminal mencionadas) ya que la idiosincrasia depredadora no es tan decisiva como la... perezosa, para mí motorizadora de la depredación al menos en la forma en que ésta se practica. Veblen acaba atribuyendo la ociocidad a una especie de marcha conspirativa que haría "obligatoria" (ibíd., pág. 108) la emulación... pero yo creo que el resultado se impone a todos en base a la propia idiosincrasia específica de cada individuo, a los rasgos secundarios que la conforman, a la manera en que toma diversas formas y estas se complementan entre sí: creo, en fin, que unos perfiles engarzan con otros mientras algunos son eliminados de diversos modos, y que una vez instituido el mecanismo ya nadie puede hacer mucho por escapar de él, siendo la vía regia su adopción y su consecución, su retroalimentación. De lo contrario, no se explicaría el por qué de la "aceptación popular" (ibíd., pág. 247) a la que se refiere el propio Veblen, una conducta que no puede sino expresar, cualquiera sea la causa que se le atribuya, debilidad, una debilidad que desde mi punto de vista es sin embargo congénita y, en diversos grados, general, propia también de los que parecen más fuertes, de los que han sabido hacerse con las "veinticuatro patas" (ir a la cita completa en nota 7) y todo lo posible... de los que simplemente inventaron una respuesta (dominio) en lugar de otra (sumisión).

Con todo, las aproximaciones y observaciones más lúcidas de Veblen ("la prescripción se apodera de la costumbre en cuanto esta se pone en boga" -ibíd., pág. 110 y más claramente en pág. 132-, incluso "sobre el espíritu científico" -pág. 135-, llegando incluso a "hacer conservadoras a las clases inferiores" -ibíd., pág. 211-) apuntan a la manera básica en que se instituyen las cosas a través del imaginario social humano y se hacen dominantes ("el esquema de vida... está constituido por el conjunto de instituciones en vigor en un momento dado... una común actitud de espíritu...", donde "la situación de hoy modela las instituciones de mañana mediante un proceso selectivo, coercitivo, que actúa sobre la opinión habitual..." -ibíd., pág. 199-). Veblen sin embargo se siente inclinado a compensar la absurdez de la marcha con la suposición de un instinto paralelo al depredador, el del "trabajo eficaz" productor de "utilidad humana"... algo que pone valor por encima de las evidencias que él mismo reconoce: nada ha sido nunca "útil" para todos sino de rebote y según se mire, nada ha sido más "útil" ("utilidad como demostración" -ibíd., pág. 266-) para el propio criterio de buena vida de "la clase ociosa" que construir un mundo donde el valor máximo adoptado fuese la "ostentación" basada y posible sobre la base de la "división del trabajo" entre dominadores/usufructuarios y productores/servidores de cuya institución resultante, una vez puesta en marcha, ya nadie se podría apear... so pena de ser marginado o eliminado o de autosuprimirse de una u otra forma (como bien supo observar Veblen: "Un material humano que no se preste a los métodos de vida impuestos por el esquema aceptado, sufre una mayor o menor eliminación y una represión" -ibíd., pág.217, 239 y gran parte del capítulo 9-). Esto es así, aunque se pueda desear (aparentemente) otra cosa muy distinta (que sólo esconde la intención de establecer "métodos" alternativos e igualmente autoritarios; cosas todas ellas -los sueños, la pretensión de dominio, la certidumbre de ser el verdadero exponente de la humanidad- de las que no se puede escapar siendo básicamente humanos altamente reflexivos).

El límite autocontemplativo imperante, en particular presente en el intelectual, que impide al pensamiento ir más allá de lo que le conviene y descubrir su propia mezquindad (que tanta perplejidad produce y por fin tanto rechazo), esto es, con su carácter de puro mecanismo defensivo al servicio de la comodidad individual y en todo caso grupal por igual conveniencia, debe ser de una vez por todas superado. Lo impone, como todo, la propia marcha y su entrada en terreno de extrema vacuidad e insignificación... Estar al alcance de la autodestrucción y la impotencia casi absoluta para impedirlo nos obliga a mirarnos seriamente en el espejo; actuar en la línea sugerida por Sócrates (Teeteto) de la que Strauss extrae su propio lema existencialista ("...el pensamiento es incompleto y defectuoso si el ser que piensa, el individuo que piensa, se olvida a sí mismo en pos de aquello que es -entiendo que se refiere al mundo, al Ser-",Leo Strauss, Introducción al existencialismo de Hidegger, "Sobre Hidegger", Manantial, Bs. As., 2008, pág. 41) pero que ni uno ni otro saben llevar hasta el extremo, es decir, contra sí mismos. En cualquier caso, las evidencias han sido cuanto menos entrevistas por muchos pensadores que en muchos casos ni siquiera se han cruzado (y cuya lista será siempre incompleta y quedará sin poderse completar) y han llegado a mostrarse en un grado tal que nos acorralan sin alternativa, exigiendo una narración integradora o la claudicación definitiva. En cualquier caso, llevando a la negación de esa estirpe, o especie como la llamara Paul Valery, que además de quejarse... pretende sobrevivir a base de sugerir una panacea imposible o contradictoria en sí misma: su mundo de intelectuales generalizado (República de Sabios en palabras de Platón) tan larga y hondamente ansiada por sus autovaloradores no sería ni gobernable ni un eficaz productor de bienes, y ni siquiera podría ser el Hades donde Sócrates, un tanto dubitativo, suponía en busca de consuelo que habría de encontrar "mejores interlocutores".

Los intelectuales pueden ser por todo ello declararse incluso antitotalitarios e incluso señalar serias dudas acerca del Progreso... como Veblen (esa "dirección divergente de la situación arcaica", ibíd., pág. 204-) y Castoriadis, pero no debemos engañarnos: se refieren y se refirián siempre y no más allá, a las manos ajenas a las suyas en las que están las cosas.

Pero como Strauss no ha cesado de hacer incapié, con Nietzsche y con Tucídides, no hay tal superioridad de lo racional, ni para realizar la supuesta meta de la sabiduría (que no es sino un subterfugio) ni como instrumento para convencer. Todo lo contrario, la filosofía demasiado insistente, como la practicara por ejemplo Sócrates, acabaría siendo despreciada, rechazada, condenada...

(4) Mary Douglas, siguiendo lo apuntado en mi nota 3, sigue presa ella también como los demás del racionalismo dominante referencial, y de ahí no llega a ver el paralelismo entre pensamiento occidental (clásico y renacentista) y el que llama con otros "analógico" con representación en China milenaria y en el Israel del Éxodo; no llega a ver su base común y su concatenación de manera clara y rigurosa: la pulsión creativa de artificialidad (siempre y con inclusión de los discursos científicos y racionales y no creador de representaciones más o menos realistas -o alegóricas- del mundo) como expresión de la pulsión dominadora, esta a su vez como expresión de la debilidad congénita como "precio a pagar por un cerebro tan grande" (Judith Rich Harris, El mito de la educación).

Veblen, por señalar otro ejemplo, sostiene en su Teoría de la clase ociosa que en la conducta de esta clase social no hay nada indigno en base a que habría sido producto "del instinto" y en concreto de uno de esos dos instintos básicos que según él impulsaban al hombre: la ostentación y la laboriosidad; en definitiva ni más ni menos que lo malo y lo bueno. Veblen bregaba por una sociedad capitalista laboriosa (si no de sabios sí de especialistas) y dada a procurar la emancipación humana mediante la verdadera consecución del Progreso ad infinitum, distanciándose frustrado de la modernidad liberal... aunque no de la "racionalidad", del catolicismo... aunque no del cristianismo, y del amplio espectro de la filosofía humanista/racionalista/idealista que abarca a casi todos los pensadores de la Historia humana (ésa que nace con la artificialidad, o mejor dicho, con la necesidad de ella nacida a instancias de la comodidad, como ya he dicho), y en lo que coincidía en un sentido utópico si cabe con el pragmático marxismo. Pero esto es otra cosa: Veblen (como también Marx y en definitiva todo pensador más allá de sus tendencias oscuras) nos reveló en su indudable afán crítico aspectos que no pueden ser ignorados más que por los interesados en ocultar sus propias vergüenzas o por aquellos que, comprometidos con la marcha de las cosas, sigan erre que erre intentando reducir un poco y de alguna manera unos efectos considerados perniciosos... pero igualmente ajenos al propio enfermo, justo a la manera, como dice el propio Veblen: un virus. En cualquier caso, yo he dicho "ciertos y determinados hombres", y los he caracterizado como "los que consiguieron dominar " y expandir y asentar a la vez su estirpe a la vez que la de sus asesores y la de sus esclavos...

(5) Así es como hasta las críticas más rigurosas y contundentes que hace el hombre de su propio tiempo (y sin duda del pasado) caen en la misma "necesidad" de camuflar sus propias alegorías modélicas como revelaciones o descubrimientos de la verdad absoluta, incondicional (realidad profunda o verdadera) en la realidad o bajo la superficie o "tras las apariencias"... Nietzsche acabó en principio (enunció el fin) con la existencia de un "mundo aparente" (citar), pero el pensamiento humano no puede llegar al límite de prescindir totalmente de ello... (por eso... "prefiere la nada a no querer") y él mismo no hace sino pasar de la analogía del "progreso ascendente" -que se convierte en molde de La Razón misma- a un modelo del "heroísmo vital" que privilegia el instinto, el vínculo con "lo animal"... lo que lleva a Hidegger, etc. En cualquier caso, alejándose de la idea de un individuo que en tanto reflexivo se ve impulsado a crear artificialidad... Nietzsche reconoce el carácter centralmente débil del ser humano (incluso llega a señalar el rol positivo, "útil", de lo más débil, de "el hombre perjudicial" -véase La Gaya Ciencia, libro I, 1.-), pero cifra esperanzas en un superhombre que la superaría, y con ello se aleja del realismo (valora, moraliza, idealiza, crea una esperanza alternativa...) en cuyos términos habría de extraerse una visión más rigurosa.

Castoriadis representa un claro ejemplo de esta permanencia o anclaje a pesar de reivindicar el carácter "autocreativo del hombre" (véase en particular el ensayo Antropogenia en Esquilo y autocreación del hombre en Sófocles, en "Figuras de lo pensable", Fondo de Cultura Económica, México, 2002; en donde contrapone a Esquilo y a Sófocles sugiriendo de hecho la existencia entre ambos de una ruptura epistemológica a pesar de rechazar de derecho que algo así se haya dado) y en toda su argumentación acerca del imaginario (La institución imaginaria de la sociedad, Tusquets Editores, Barcelona, 1989) con la que se distanció del materialismo marxista y la dialéctica a la que adhiriera hasta entonces, y por medio de la cual intenta, sin alcanzarlo, dar cuenta de la especificidad humana en el conjunto de la naturaleza prescindiendo nominativamente de toda teleología con su necesidad (ideológica) de supuestas causas primeras.

Castoriadis llega incluso a considerar una evidencia (sic) el proceso de autoconstrucción histórico-social, pero pero sin abandonar por ello el enfoque racionalista heredado (¡y sin dejar de arremeter contra "el pensamiento heredado" -sic-!), un enfoque fundamentalmente tributario del concepto de progreso más o menos lineal o al menos ascendente, del cosmopolitismo expansivo y dominador a él vinculado, con su exigencia de reeducación o cura, es decir (como en Veblen, etc.), de "trabajar para ayudar a la formación de individuos que aspiran a la autonomía e incrementar la cantidad de los mismos" (Cornelius Castoriadis, Institución primera de la sociedad e instituciones segundas, "Figuras de lo pensable", op. cit., pág. 126). ¿Qué sino un evidente alineamiento con las posiciones rousseaunianas de todos los revolucionarios y emancipadores; esto es, con las verdaderas concepción e intencionalidad del cosmopilitismo greco-occidental repuesto con la modernidad y reducido a slogans a posteriori, dejando la carcaza vacía y todavía a veces útil? ¿Qué sino un siempre remozado ofrecimiento de futuro basado en el supuesto de que existiría, bajo la piel del ser humano concreto, una esencia humana que auguraría una humanidad única, de miembros semejantes... asemejados al utopista y a su grupo, el cual no puede evitar inclinarse por una política de reeducación y adoctrinamiento masivos (que no suelen tener resultado más eficaz... que el exterminio en grandes dosis), esto es, por reconocer que debe apelar a ello (y llegado el caso aplicarla sin escrúpulos)?

Desde el Platón que se dirigió a Siracusa fracasando y el repudiado Sócrates que fue condenado a muerte, hasta el acompañamiento intelectual claudicante y en algunos casos por fin frustrante a las revoluciones del siglo XX que se resolvieron en un maridaje renovado entre las masas ansiosas de reformas y la burocracia aprovechada, los intelectuales no han dejado de soñar sus sueños de una humanidad a su imagen y semejanza... aceptando no obstante por vivir en las grietas que cada sociedad les reservara: las instituciones educativas de digesto para sus iguales o para las masas, el oficio de asesoramiento de los estrategas que siempre conservarán la última palabra... y contribuyendo a mantener (entendiendo que cuando se habla de intelectual se habla necesariamente de Occidente) la falsa referencia a la Razón como ente supremo y divino de uno u otro modo heredado o donado como símbolo caracterizador del ser humano. Veblen, anclado a pesar de todo a la esperanza de un mundo bueno edificable sobre la Razón, el sentido racionalista de lo útil (vease mi nota 3), el "instinto del trabajo eficaz", etc., no puede sino propiciar la reeducación coercitiva ("rápida reversión" -ibíd., pág. 205-) de su futura República, donde sus leyes y modelos instituidos canonizarían entre otros las definiciones de útil y eficaz...

Pero si bien sirve a estos propósitos, no me resulta suficientemente rica como para evitar una confianza excesiva en la espontaneidad, dar cabida al supuesto rol del azar, atribuir un valor divino o semidivino a la imaginación, etc., que es en lo que se cae de esa manera (ejemplo: la perspectiva de la autogestión obrera o del carácter definitivamente democratizador de la tecnología... ambos meramente proféticos o mesiánicos). Esto es inevitable si no se comprenden los límites que impone la propia fuente de la creatividad, que es la interacción, los límites que crean las demás individualidades u ontogenias, y la inercia intrínseca o el conservadurismo del individuo constituido y en formación. Una interacción en donde no todo se impone y donde lo que se impone no sólo domina sino que es capaz de eliminar de raíz lo que lo que podría eventualmente amenazarlo. Es decir, creando otra esperanza alternativa.

Una vez asumida la "artificialidad" (o la "creatividad" imaginativa) de producción humana hasta las últimas consecuencias, por nosotros, intelectuales a fin de cuentas, produce, perplejidad sin duda (tal vez demasiada y por reiterada... sospechosa) observar cómo los intelectuales han visto una y otra vez la división de la sociedad en grupos (clases) evitando empero considerarse o verse a sí mismos con fines e intereses de grupo y que no quisieran o se negaran o no supieran entender (como si estuviesen bloqueados -como imponen justamente los intereses histórico-sociales particulares, limitando la lucidez a lo político-) que es imposible evitar la grupalidad, que es un rasgo humano idiosincrásico, heredado y desarrollado o complejizado... Todos, y especialmente los intelectuales que elevan la capacidad reflexiva al rango de facultad Reveladora de Verdad -donde tanto las desentrañadoras (científicas, racionales, formales...) como las adivinatorias (alegóricas, míticas, analógicas...) y las supuestas facultades de un oído o una mente preparada para tener revelaciones en sentido estricto... deben verse indicutiblemente como equivalentes, como tantas veces he insistido sin ser más que rebatido con retórica y/o dogmatismo cuando no con el silencio...-, consideran de hecho que los seres humanos por antonomasia son sus congéneres más próximos (genéticamente y por mediación de la convivencia y la inculcación/adopción cuasi voluntaria del imaginario dominante.

(6) Ya he citado a J. Rich Harris en lo referente al "precio que debiómos pagar los seres humanos" por ser poseedores de un "cerebro gigante" en un "mundo de garras y dientes", como ella dice (op. cit., pág. 163-171). Visto a la inversa, ese cerebro podría y suele ser considerado una compensación poderosa a la debilidad, compensación que se basaría en su capacidad creativa, capacidad para sustituir el deseo por su representación simbólica como bien dice Castoriadis (op. cit.). ¡Y "para detectar a los tramposos y despistar a los detectores de tramposos"... evitando ser detectado mientras se es tramposo..., como dice J. Rich Harris (ibíd. pág. 163)!; esto es, para producir y hacer uso de la mentira, ¡tan fructífera y sin duda más que el sigilo o el camuflaje natural!, dado que, como reconocería Veblen: "Sólo dentro de los límites estrechos, y únicamente en un sentido pickwickiano, puede decirse que la honestidad es el mejor modo de proceder" (op. cit., pág. 229).

(7) En un reciente artículo publicado en este blog para defender mi criterio de que el Dinero no es poder en sí sino un instrumento subordinado al Poder en sentido estricto así como utilizable en su contra por todo Poder que se postule en su reemplazo, citaba unos versos del Fausto de Goethe que a su vez citara Marx en sus Manuscritos de 1844 de donde tomo la cita con fines tergiversadores. Creo pertinente reproducirlos también aquí:
"¡Qué diablo! ¡Claro que manos y pies, y cabeza y trasero son tuyos! Pero todo esto que yo tranquilamente gozo, ¿es por eso menos mío? Si puedo pagar seis potros, ¿No son sus fuerzas mías? Los conduzco y soy todo un señor Como si tuviese veinticuatro patas."
La voluntad de dominio humana, que atribuyo especularmente a la debilidad congénita característica de todo humano señalada por Castoriadis con la siguiente feliz descripción:
"¿Por qué la racionalización? Como todas las creaciones históricas, la dominación de la tendencia hacia esta racionalización es básicamente arbitraria; no podemos ni deducirla ni producirla a partir de otra cosa. Pero podemos caracterizarla más precisamente relacionándola con algo más conocido, más familiar, expresado bajo otras formas en otros tipos de organización social: la tendencia hacia el dominio. Esto nos permite equiparar esta tendencia con uno de los rasgos más profundos de la psique individual, la aspiración a la omnipotencia. Esta tendencia, este empuje hacia el dominio no es, a su vez, exclusivamente específico del capitalismo; las organizaciones sociales orientadas hacia la conquista la ponen también de manifiesto. (...) este empuje del dominio no está solamente orientado hacia la conquista exterior, sino que apunta también y en mayor medida a la totalidad de la sociedad" (C. Castoriadis, La racionalidad del capitalismo, op. cit., pág. 73).
Una idiosincrasia individual que sin embargo sólo se materializa bajo la forma en que se puede conservar la pertenencia al grupo, es decir, dominando efectivamente o apoyando al dominador en base a la promesa de botín que este representa.

(8) Cornelius Castoriadis, Instituciones primeras e instituciones segundas, op. cit., pág. 122. Muy interesante me resulta -a la vez que coincidente con mi propia narrativa-, la definición que hace el autor de esa "neoformación" como de un "cáncer psíquico", "una imaginación que se volvió loca, la imaginación que rompió toda servidumbre funcional" (ibíd.) A lo que sólo me atrevo a apuntar, en la línea de mi nota 5 previa, que la asignación de "funcional" puede hacerse desde un racionalismo tan precario y autoincondicionalizado como cualquier otro punto de anclaje narrativo que pudiera adoptarse dentro de un mundo dado, un tiempo específico, un perfil sociológico y un grupo de pertenencia con sus específicas pretensiones reales y sus construcciones imaginarias ad hoc.

martes, 22 de junio de 2010

Sombras platónicas

¿De qué manera las sombras de una caverna pueden ser efectivamente engañosas?

La respuesta mediante esta burla:



...engañoso, donde las sombras, la caverna y la propia mirada de la cámara han sido ideados y puestos en escena por un imaginativo ser humano.

El engaño, en fin, no oculta una supuesta realidad oculta sino que es ocultada (trastocada) por el hombre por conveniencia. Y esto, que conste, toma formas mucho más complejas, alambicadas o laberínticas que la del simple interés inmediato, como, en el caso mostrado, por conveniencia histriónica, la cual tiende a redundar, con o sin éxito, en la formación de un público con el consiguiente reconocimiento, privilegios y dinero.

miércoles, 9 de junio de 2010

La cuestión "islamista"; el peligro, el juego y la maraña.

...a propósito del Libertad, del velo de los que se venía hablando últimamente y también de lo de siempre:

Como si todo hubiese estado previa y perfectamente concertado, planificado, sincronizado incluso, ese movimiento que hoy se considera heredero de los viejos títulos de la Justicia Universal y de la Verdadera Libertad y de la Legítima Alegría, que es el que se autorreconoce como pro-palestino, se ha manifestado, con mayor o menor público según el sitio pero con notable notoriedad e incluso virulencia... al punto de aparentar ser la punta de un oscuro iceberg que amenazaría en plena noche de los tiempos al transatlántico occidental de los poderosos con su hundimiento final... daños colaterales mediante.

Indudablemente, los organizadores de la travesía del Libertad sabían lo que hacían al intentar reproducir a su manera (impostada para quienes no ignoramos la situación real del entorno, etc.) la peripecia del legendario Éxodus sionista (además de esperar y desear la intervención prevista... esperarla con barras de hierro, hondas, bolsas de canicas... y otras armas "defensivas", sin duda dañinas, sobretodo... provocadoras, ex profeso, qué si no, típicas de las intifadas). Pero lo interesante es hasta qué punto todo se integra propagandísticamente. Sabían que contaban con ese extendido espíritu antiisraelí que tan notablemente sintetiza todo lo explotable como execrable al estilo de los pogromos y acciones antisemitas habidas a lo largo de la Historia: la imagen de unos asesinos de Cristo y usureros de la diáspora, la de los indoblegables seguidores de la Ley o la de los poderosos ricachones del imperio... siempre sobreviviendo... tal vez violando diabólicamente una ley natural como la de la muerte... Ese espíritu que anidó profundamente desde las campañas de lo visigodos españoles hasta la Inquicisión y que hacen indiscutible la afirmación de Carlo Guinzburg de que "detrás de las brujas se encontraban los judíos" (Carlo Guinzburg en la entrevista citada en el Adendum al pie). Sabían que contaban con la mala conciencia occidental de los seudo-intelectuales y bienpensantes de hoy en día, con la existencia de innumerables organizaciones, instituciones y gobiernos afines en uno u otro grado, capaces de movilizar a tan ruidosos como menesterosos simpatizantes (ello por ávidos de las migajas de botín prometidas y redistribuidas -de las que indudablemente habrá mucho si, por ejemplo, se lograse arrojar a Israel al mar...-) e incluso con la complicidad de los gobernantes de casi todo el mundo, ONU incluida, faltaba más...

De cualquier forma, más allá de la jugada propagandística de esa versión de "Éxodus a la palestina", me interesa destacar lo mucho que todo ha parecido estar y producirse de manera coordinada... pero, aunque sin duda el hecho debía estar previsto por muchos que ya estarían atentos a la campaña, especialmente a través de Hamas y de sus apoyos institucionales fuera de Gaza -el del gobierno de Irán en primer lugar, claro-, podemos incluso comprender o aceptar esa coordinación como una mera confluencia de gente preparada o predispuesta para cualquier buena ocasión (en el estilo del asedio a las sedes del PP durante la ya famosa, por violada, jornada de reflexión del 13-M de 2004...) Más me parece a mí una nueva coincidencia de la marcha de los acontecimientos, una confluencia en cierto modo inevitable que reposa en la vieja historia de las sociedades humanas de masas de estos tiempos modernos y posmodernos en donde, como apuntara Tocqueville en referencia a la Revolución Francesa, de repente estalla el caldero reformista... y ya no hay ni siquiera lugar a las reformas...

Llevo sosteniendo desde hace bastante que a pesar de las apariencias (aunque bien seleccionadas de entre otras que dejan ya las cosas claras por sí mismas, como todo lo sucedido en la UAM -desempeño policial y de las autoridades universitarias zapateristas incluidas-, avalarían ampliamente mi tesis), el peligro que se considera el principal al que Occidente estaría expuesto no es fundamentalmente "bárbaro" sino que sería arte y parte de lo que denominado "la invasión interior" y también "la irresistible marcha de la burocracia hacia el poder supremo". (ver al pie: Adendum)

Los doscientos exaltados (seguramente miembros del amplio, difuso y oportuno-para-lo-que-venga-bien... movimiento antiglobalización que un día están "a la orden" para patear judíos y otro escaparates bancarios... acabando sin más con la vida de los que no hacen lo mismo que ellos (por lo que los consideran meros traidores indignos de toda consideración, como los que la perdieron en el incendio reciente a aquella sucursal bancaria de Atenas de la que ya nadie se acuerda y por cuya suerte nadie salió a linchar a los antiglobalizadores... y ni siquiera a detenerlos... como por cierto pasa en más de una revuelta a fin de cuentas popular de cuyos efectos se salvan en todo caso los que se quedan en casa o se van del país) que zarandearon, apedrearon, hirieron y lanzaron pintura (¡esto indicaría lo preparados que están para estas apropiadas circunstancias!) sobre unos judíos y el único coche disponible de la policía, arremetiendo sin mayores consecuencias contra unos policías que actuaron como podrían haberlo hecho los empujadores del metro de Tokyo, no representan un peligro al menos inminente, pero, como dijo Jiménez Losantos al dar indignado -como debe ser- la noticia (y olvidando -como no debe ser- sus exigencias al día siguiente), son como cuatro veces más numerosos que aquellos viejos grupos nazis que rompían cristales y quemaban antiguos testamentos entre otros objetos afines... Tampoco fueron un peligro inminente los muchos más que agredieron a militantes de la oposición en diversas ocasiones... particular y reiteradamente en la Universidades en cierto modo tomadas (con el beneplácito académico y policial). Ni los que queman fotos y banderas (¡guay de que sean de Mahoma, claro!) Ni los que apalean cristianos en los países árabes, ni los y las que exigen La Paz y la desnuclearización en Occidente... apoyando en simultáneo la potestad nacional de Irán para desarrollar su propia bomba e incluso callan respecto de la ya hace tiempo nuclearizada Corea del Norte... (callan tanto como de todo lo demás, léase: represión, opresión y asesinato de mujeres, niños y homosexuales, etc., etc., de lo que llegan a veces a ir mucho más allá del silencio cómplice...) ¡Todo en una aparente y confusa amalgama que cada vez soporta menos el calificativo de ideológica, pero que no pasa de ser útil a los contendientes con posibilidades efectivas... como ha sido la costumbre. Y que, hoy más que nunca, no puede conducir a revolución alguna por mucho que se empeñen los intelectuales de opereta que quieren impregnar de retórica lo que no pasa de un delirio, unos choques callejeros, unos fuegos, algo de vandalismo y represión, mucho miedo en las masas que continúan en los marcos de alguna estructura (sindicato, partido, iglesia, o incluso permanecen aún subvencionados) y mucho continuar mendigando y desgastándose de mil maneras...

No, no son un peligro inminente en el sentido en que se piensa en él, pero, insisto, tampoco son "el peligro" específico sino, más bien, parte del Peligro, la parte que más se ve y más se quiere ver; un Peligro que hace tiempo, mucho tiempo, que padece el mundo (si bien a muchos ha beneficiado, todo hay que decirlo: porque sin duda muchos viven de ello... y quieren seguir viviendo de ello... por lo que sólo... lo querrían depurar de lo peor, de lo molesto, de lo perturbador...); un Peligro, por fin, que, aún cuando ello se vea menos y se quiera ver menos, se agrava día a día considerando que, en teoría al menos, todo parece indicar que nos acercamos a ese límite que separaría lo que está aquí y ahora... y el caos en el que ese aquí ya no se podría sostener.

Otro de los elementos más visibles del iceberg contra el que muchos tememos chocar y por el que seríamos pasados poco menos que a degüello y algunos acabarían bajo el agua, es la cuestión del velo islámico. Pero, ¿qué (en)cubren realmente esos velos en estos tiempos de posmodernidad? ¿Acaso es realmente prioritaria la reivindicación musulmana que se esgrime y que a su vez es apoyada por un porcentaje más que alto de la población occidental, en concreto, la reivindicación religiosa y de la tradición? ¿Es, acaso, por otra parte, un exclusivo signo de opresión femenina capaz de servir de justificación a los que se oponen en realidad al avance de una cultura bárbara y de los ejércitos de las cimitarras -y los kaláshnikovs- que habrían de llegar después? ¿Es sólo un problema de seguridad que facilita la labor del terrorismo al que tanto le tememos especialmente por su carácter indudablemente genérico e indiscriminado?

Parte de este relativo galimatías (que a mi criterio es también en todo caso expresión de la misma visión parcial -voluntaria- de la punta del iceberg y no de alguna supuesta turbación de la mente, alienación o lavado de cerebro "superable"), es la reducción por parte de la llamada opinión pública (con sus bien educados recitadores de consignas, que responden a la ley del menor esfuerzo y no son objeto de ninguna intoxicación involuntaria) del uso y también de la inseparable o simultánea reivindicación política de la utilización del velo islámico (en todas sus gradaciones) a un supuesto significado religioso (y por tanto de un temor a Dios que no debe ser violentado... aunque siempre haya buenas justificaciones para violentar a los supuestos violentadores).

Debería resultar más que evidente que el asunto está siendo utilizado y manipulado con otros fines, particularmente en el marco de una política de expansión y conquista indudable y lógicamente agresiva (incluido el hecho oportunísimo de que el velo se presta como ningún otro símbolo religioso como camuflage o medio de ocultación de la identidad con fines múltiples, entre ellos el correspondiente a los planes específicamente terroristas). Y debería resultar evidente que sólo a una mentalidad occidental, educada en y usufructuaria del racionalismo le hacen falta justificaciones para combatir en nombre de sus derechos de conquista ancestrales ahora amenazados... cosa que hay que en todo caso matizar como ya he dicho, pero que no deja de ser igualmente cierto. Justificaciones, racionales como lo son todas por definición, que de manera inevitable ponen a los pobres occidentales de a pie en franca situación de debilidad...

A esto viene a añadirse la propiedad tercermundista (atrasada, primitiva, desde el punto de vista occidental), por la cual lleva el Occidente intelectual tantos años sintiendo una debilidad particular que ha conseguido inculcar a toda su población educada bajo la forma de una culpabilidad o una "mala conciencia" típicamente cristiana: la que se siente ante la pobreza y la orfandad... que muchas veces se exageran mientras que en el día a día y a otros efectos lisa y llanamente se ignoran.

Esto reviste el movimiento de una especial consideración por parte de Occidente y es agitado con fines de exigencia y de chantage (al tiempo que por el capitalismo burocrático centralizado del ex segundo mundo con pretensiones... nacido en todo caso de la occidentalización.) En realidad, el frente formado por los pobres y oprimidos del mundo de los cuales los fundamentalistas serían su vanguardia... ha resultado más que comprensible por la mala conciencia (cada vez más de medio pelo) nacida en Occidente a instancia del fracaso del cosmopolitismo colonialista que se justificaba en la redención y la emancipación del salvajismo... pero que parece estar evolucionando, al mostrarse como si dependiera de sus hijos antiglobalizadores, como si se nos prometiera un futuro a lo Max Mad o cosas aún más pesadillezcas. Curiosa mala conciencia, en todo caso la de los primeros, los civilizados, que dice querer lavar los pecados de los modernos padres fundadores mediante una redistribución controlada que ofrecería migajas y solicitudes de perdón -redistribución que necesitaría precisamente conservar el status alcanzado y no renunciar a él- y que sería defendido a cualquier precio en cuanto el diálogo, las súplicas y las concesiones fueran insuficientes para contener el asalto. Tal vez cuando podría parecer muy tarde aunque... no tiene por qué no repetirse el hecho de que el pusilánime, en lugar de ser pasado sumariamente a cuchillo, acusado de oportunista y quintacolumnista mientras no lleve al extremo una conversión en toda regla... descargue él mismo el golpe vindicativo sobre sus antiguos compañeros de viaje, lavando su conciencia en sangre.

Así, también se hace visible el juego de máscaras y supuestas culpabilidades de las que se revisten los líderes occidentales en atención al amplio y creciente mercado de la mala conciencia que resulta tan fácil de explotar y complicar (en el sentido de la complicidad). La culpabilidad de los burócratas no es sin embargo la de los intelectuales. En ellos, como todo, la cosa funciona a modo de disfraz con cuya cobertura es orquestado y usufructuado -hasta donde les parece que pueden hacerlo- por esos auténticos invasores del espacio interior que se han investido a sí mismos (bien que refrendados luego por procesos electorales -relativamente limpios... y no tanto- sin alternativa) como representantes de Occidente, dando de ese modo una apariencia de debilidad y de posesión de la misma mala conciencia que la que posee su público y su base, aunque en realidad sólo se trate de una política tacticista más, propia de estos tiempos, que tiende la mano a las burocracias menores del tercer mundo (como son unos u otros jefes musulmanes) con el fin de perpetuarse en el poder ellos mismos, incluso con aspiraciones más allá de las propias fronteras (las instituciones supranacionales, por ejemplo), o sea, en el marco de la globalidad.


Esto, que dio lugar a la confección de lemas de marketing político (tal vez el tipo de producto que más prospera hoy en día en el capitalismo en general) y etiquetas de marcaje por parte de uno de los más sibilinos postulantes a poner en marcha un frente refundador o como quiera que se lo pretenda disfrazar para darle al coctel molotov una pizquita de vieja ideología, como nuestro ZP con su patentada "Alianza de civilizaciones", hoy un tanto arrumbada, pero no abandonada y hasta en vías de reformulación bajo la batuta de Lula... ciertamente mejor situado que ZP para liderar un proyecto tercermundista como ése -¡por ahora, mientras prefiere ignorar las recomendaciones montoneras de Kirchner al respecto!, mientras aparece doblegándose a las reglas de tipo tradicional que de repente habría impuesto la situación financiera (?!), lo que, dicho sea de paso: se resume en la simpleza imberbe de que a todos les ha entrado repentinamente el temor de quedarse sin cobrar- mientras, entretanto, en pura neolengua, insiste -¡por ahora!- que no ha habido "ni cambio ni bandazo" a pesar de sus zapatazos... y, por fin, mientras no deja de demostrar su posicionamiento a todas las bandas, la mencionada incluida.

Una astuta aunque riesgosa jugada bonapartista ésta, de bisagra,formalmente cosmopolita, contemporizadora, pacifista, que mantiene, conserva y como poco intenta utilizar el mal (extranjero, lejano, vecino e incluso interno o nacional) en beneficio propio, como herramienta de la marcha hacia el o dentro del poder a cualquier precio. Y todo mientras se da valor y se promulga respeto por las conductas y campañas excluyentes de los pobres marginados del Cercano Este, el Oeste y el Sur (representados como debe ser por sus líderes iluminados y autoungidos... que al mismo tiempo les vedan todo derecho y todo futuro espacio, salvo el de seguir y responder a sus líderes con lealtad, patriotismo y renuncia plena y, como no, solidaria). Táctica que por otra parte el resto de la partidocracia no no comprende, en parte a causa de su propia cortedad intelectual pero más aún a tenor de su propia idiosincrasia (común en buena medida a la de su oponente) y que incluso practica haciendo gala de la típica ingenuidad... que esconde, insisto, mucho más de lo que parece.

Fiel a mis preocupaciones y desde el punto de vista que las mismas me llevan a adoptar, el aspecto más significativo es pues que desde Occidente esa lucha que se encubre o se reviste de reivindicativa se utiliza simplemente de una manera que yo no dudo en llamar posmoderna, esto es, una manera propia de la mejor de las escuelas pragmatistas, oportunistas y tacticistas que rigen hoy en día de manera abierta el rumbo ecléctico e incierto de la humanidad (rumbo que así lo fuera siempre, y que ahora simplemente... se hace corresponder con los discursos, discursos que en definitiva han adoptado el carácter líquido o más bien gaseoso de una realidad que los intelectuales, infructuosamente, intentaron, e intentamos aún, normalizar y solidificar). Pero también es esto lo que se practica en el otro lado, esto es, desde el Tercer Mundo. La confluencia -proceso que he dado en llamar de tercermundización global- entre burocracia posmoderna occidental y burocracia periférica o tercermundista, de origen o "justificación" religiosa, que también se expresa en el desarrollo creciente de un frente no alineado que tiende a ampliarse cada vez más hasta incluir desde los candidatos a occidentalizarse, como Turquía, a los que tienden a des-alinearse del mismísimo campo de este Occidente arrepentido y penitente desde el que ya venían oficiando de representantes de ese Tercer Mundo, como se ve en el caso de la Alianza de Civilizaciones, en la configuración y la conducta de la inefable y también falsamente democrática y universal ONU y en las renovadas propuestas de refundación capitalista como la citada; ello en nombre de la propia continuidad faraónica que es lo único que realmente pesa en todo esto. Una confluencia y un proceso que se da como resultado consecuente de la propia globalización en la que todos... aprenden de todos y especialmente de lo que a otros beneficia, como es el caso de la institución generalizada del tacticismo, el colofón más exitoso de una práctica reiterada en una u otra medida a lo largo de la Historia y que no fue nunca otra cosa que la expresión de la lucha intergrupal propia de la humanidad y de sus ancestros más inmediatos, práctica que ha resultado estar tan a la mano del hombre (y, con el tiempo, también de la mujer) y parecer simple y rentable para los fines del Poder y de su dinámica irresistible e instintiva, típica de unos dignos "hijos de la fatiga", como nos denominara Nietzsche siguiendo una vieja leyenda que nos recomendaba no vivir demasiado.

En este marco, podemos observar el sistemático avance hacia el poder de un bloque que sin duda cuenta con uno de los movimientos de masas indudablemente más numerosos del momento (aunque también sea notablemente heterogéneo y ecléctico, compuesto como he señalado inclusive por... futuras víctimas de lo que pretenden instaurar, sea esto una cosa o la otra), conformando así unas características más que idóneas para el establecimiento de alianzas engañosas o tramposas con los burócratas occidentales, políticos y empresariales, como puede verse tras el negocio del islamic banking y de los demás negocios y negociados que estos sin duda abarcan, como los del petróleo, el gas, del uranio enriquecido y demás materias primas, de las armas en general y de las atómicas en particular, de las vacunas y los medicamentos, de los alimentos y hasta de las reuniones de paz y de la defensa del clima y de La Tierra, etc., incluido el inmobiliario o megainmobiliario que levantó una de las más grandes ciudades de la megaostentación y el consiguiente megaendeudamiento, me refiero a la megaburbuja inmobiliaria de Dubai... Todo en el interés inmediato (pase lo que pase luego) de las marchas de cada grupo, grande o pequeño, hacia el poder o hacia su incremento.

Lo evidente es que lo único tangible y visible (para los que no se niegan a ver ni a tocar lo que los hace cómplices sociales) es la lucha política que sitúa a unos frente a otros. Unos y otros quieren imponer ya la salvación, ya la libertad (a la manera de Rousseau y de Robespierre), y unos y otros forman en los batallones de soldados fieles de sus respectivas burocracias a las que dan, a cambio de una ración del botín y la promesa de su incremento, certificado de representatividad (siempre coactiva, sin embargo, en mayor o menor medida), certificado que precisamente les permite negociar a sus espaldas mientras cubren sus traiciones con mantillas ya cosmopolitas, ya excluyentes, ya pacíficas ya belingerantes, pero siempre... bienintencionadas. Al menos tanto como cualquier Señor de la Guerra de otros tiempos (y de estos).

Esto se puede ver también en la conducta seguida por la Iglesia católica, la institución más importante de Occidente entre las varias que han asumido la defensa de su Fe o en todo caso de su Ley. El caso es paradigmático. Acorralada por la posible acusación de su competidora más significativa de estos tiempos, se siente obligada a compartir con ella la defensa de las manifestaciones públicas de los símbolos de La Fe (cuyo retiro se justifica en un supuesto laicismo a destiempo, pero que obedece a la política de clientelismo y marcaje del gobierno español) so pena de aceptar retroceder posiciones y ser acusada de hipocresía y conducta antidemocrática, quedando ese modo doblemente al descubierto. Sufre así el mismo chantaje a la que se somete a toda la "buena conciencia occidental". A los racionalistas judíos asimilados al cosmopolitismo occidental desde hace años se les tiende la misma trampa. Los justifica en todo caso el paraguas del sionismo y la supervivencia de su propio Estado y raza, pero sin pensárselo dos veces acuden incluso a manifestarse contra las medidas punitivas que Israel pone en marcha contra el chantaje del terrorismo de Hamás y Hezbolá que gana puntos bajo el disfraz de una Resistencia armada desde los territorios palestinos y mediante cualquier maniobra de marketing apropiada, como la del mencionado "Éxodo/Libertad" que ya ha dado pie a una oferta de ayuda iraní liberadora.

Así, la parte más combativa y expansionista del Islam (ignorando la interpretación que ‘Abd al-Karim al-Yili lleva hasta el cosmopolitismo la frase del Corán que dice que "Dios hace lo que quiere" (2.253), como sostiene el Dr. Vincent J. Cornell ... como sería el caso de permitir muchas confesiones y muchos nombres y maneras de interpretarlo, etc. Lo que, sin embargo, también incluiría el fanatismo...) sigue su marcha por conveniencia táctica de sus jefes y porque, como "la víctima" que representa, deja el rol de la "mala conciencia", propia del cosmopolitismo que no tiene ni comparte, a los occidentales u occidentalizados de cualquiera de las otras religiones y de todos los que han optado por uno u otro grado de ateísmo, agnosticismo o laicismo... y... no dejan de intentar echar al mar Mediterráneo a los judíos, sean o no tradicionalistas, sean o no religiosos, sean de uno u otro partido en Israel, ni de bombardear a los herejes de las escuelas musulmanas rivales... y de vez en cuando a algunos cientos y hasta miles de pecadores consumistas occidentales... Por su parte, las otras dos grandes religiones han ido alimentando cada vez más en mayor número el racionalismo modernista y por fin, con la progresiva decadencia de este ante el absurdo, las ideas relativistas en que ese racionalismo se acabara diluyendo o, si se prefiere, licuificando, que admiten que puedan coexistir diversas formas para un mismo Dios y que cada cual puede tener en definitiva el suyo: con su propio nombre, su propio dogma o su ley, su propio decálogo concreto, etc. Sólo en las profundidades de la tradición de cada tribu, La Tradición (La Ley o las Enseñanzas del Profeta) sigue indicando a sus súbditos de qué manera única se puede ser leal y creer: asumiendo en todos los aspectos que hay Un Dios... y que es el nuestro.

El caso de la Iglesia católica muestra en realidad hasta qué extremo ha acompañado al racionalismo de la modernidad hasta su metamorfosis en el relativismo de la posmodernidad que hoy ya se ha vuelto dominante al punto de constituirse en conducta ejemplar, en postura a ser emulada. La Iglesia de Roma, en realidad, que entró en la modernidad ya con San Agustín, es decir, en plena antigüedad, se inició en los juegos de la posmodernidad desde la constitución del papado como corte absolutista en Roma, apenas aderezada de contenidos ilustrados que incorporó a título de entretenimiento sin significado, a la manera en que se usarían con el tiempo las peleas de gallos...) En todo sentido, pues, fue una de las primeras instituciones en conformarse como burocrática en la cúspide (y no sólo emplearla en tanto que príncipes para los cuales lo administrativo sería tabú), o sea, en hacer de cada uno de sus miembros, desde el primero (el Papa) hasta el último, un burócrata integrado en la red, siempre en un territorio propio en el que se establecieron reglas de carrera típicamente burocráticas y donde se mantuvo gracias a todo tipo de alianzas coyunturales y traiciones, es decir, adoptando una estrategia de lucha y unos métodos propios de las instituciones políticas y culturales (gubernamentales, de opinión y lucha electoral... o golpista, judiciales, sindicales, educativas, militares, religiosas, científicas...) que vinieron después, cuando el mundo se puso a su altura. La lucha entre la nobleza bárbara y el imperio romano acabaría con el triunfo de los dos sucesores y herederos del segundo: la burocracia gestora y la burocracia del credo. Tal vez, lo que explicaría su larga y sistemática permanencia, tantas veces considerada inexplicable por el racionalismo y que el Islam parece decidido a imitar reconociendo su efectividad. Parecería que, ahora, los bárbaros volvieran para dar la batalla contra nuestros muros, aunque con métodos similares, o más bien asimilados, y quizás no tanto para vencerlos a todos sino para ocupar un puesto en una nueva mesa... mesa sólo para jefes: los que a fin de cuentas se siguen sucediendo en la práctica de la domesticación de todos los recursos, incluidos los demás (humanos e inicialmente mujeres y niños), hallada un día... por los jefes... para sobrevivir con más comodidad.

La jugada de la Iglesia española, por la vía de la Conferencia Episcopal, en el caso de la niña musulmana de Pozuelo pone todo eso de manifiesto, incluyendo el inevitable espaldarazo al reclamo de la comunidad musulmana, padre e imán mediante. E incluida la posterior rectificación o aclaración, se escenificó igualmente el uso tacticista de la religión y del derecho a manifestar públicamente su lealtad a la congregación correspondiente (esto es, a los respectivos movimientos políticos que están detrás cada caso). Y en paralelo o a imagen y semejanza de la reacción musulmana no dudaron en alzar como ella las banderas democráticas y apelar a los derechos laicos nacidos en su día de la lucha contra los absolutismos arbitrarios que en su tiempo también supieron vivir como contexto propio. Unas banderas que lisa y llanamente están prohibidas per se o al menos muy recortadas hasta en lo formal bajo el imperio del Islam y la Sharía y cuya instauración se niega explícitamente para cuando esta pudiese ser instaurada... Y una banderas que la Iglesia, por supuesto, no tendría el menor reparo de arriar de sus almenas oportunistas.

Pero todo esto no es ni mucho menos resultado principal de la simple hipocresía en un sentido tradicional, meramente asociada al individuo que engaña o que traiciona, sino auténtico tacticismo posmoderno en el que unos y también los otros, como he dicho, nadan como peces en el agua (e indudablemente, la Iglesia Católica con muchos más años de experiencia), refugiados (hasta donde se pueda) en el viejo paradigma cosmopilita de la ilustración y si no en cualquier cosa a la mano que suene lo mejor posible que conserva sin duda una buena dosis de ingenuidad, pero sobre todo encierra más de pretensiones integradoras (fe en definitiva en el propio poder de conversión, fe contrapuesta a la de igual naturaleza abrigada por los fieles a Mahoma que esperan mucho de la decepción occidental en relación al consumismo o a lo fútil en sentido amplio...).

En este mismo sentido y haciendo gala de esa aparente hipocresía simple, que cualquiera puede ver a la primera y confundirse, las declaraciones del imán se parecen a las habituales del gobierno y sus secuaces y reiteran el carácter demostrativo de lo que sostengo. Las tomo directamente de la prensa: "Oí que Fatima trataba mal a la gente", se justificó de sus actos El Osri ante el juez. Todavía vestido con la chilaba de la oración de la tarde, El Osri, de 53 años y 29 residiendo en Cunit, asegura a este diario que las acusaciones son inventadas. "Nos quejamos de esta mujer porque trata mal a la gente. Estamos en un país democrático, sólo expresé mi opinión. Todo es falso", sostiene. Entretanto y por ahora, el auto judicial al menos no se pliega a la burda marullada. "El relato de la denunciante merece toda la credibilidad", zanja el auto judicial que acabó pidiendo la cárcel para el marullero, aunque ya veremos hasta qué punto está dispuesta a ir la Justicia Española, que tantas veces hemos visto dejar que el tiempo corra, nunca mejor dicho, un tupido velo. A fin de cuentas, será la palabra de la víctima contra la suya (ver también aquí), y todo dependerá de las valoraciones ideológicas en los que la Justicia decida resguardarse.

Precisamente, es importante, como bien ha hecho Chess en este ejemplar post al señalarlo, considerar también el fenómeno de las y los conversos que desertan de la "hipócrita"y "pecaminosa" cultura occidental judeo-cristiana. ¿Qué lo provoca, acaso una cuestión de conciencia religiosa, de revelación mística? Claro que no. En los últimos tiempos, como ya hemos dicho, el islamismo ha hecho propios los colores victimistas de la pobreza y la opresión... callando acerca de la estructura y situación interna de miseria, sumisión y tiranía en la que viven allí donde el Corán se ha erigido en Ley Suprema... que de por sí avala la jerarquización desde la base de su concepción deista pero a lo que de aquella manera añade la supuesta superioridad moral que se otorga en Occidente a la pobreza y a la opresión del Tercer Mundo (las ex colonias convertidas por medio de la intelectualidad de uno y otro territorio -pero educada en el racionalismo occidental- en neocolonias: empezando por Fanon y Levi-Strauss y por la Unesco desde su creación) a instancias de unos indudables (en este orden) antimperialismo, antisionismo, antisemitismo, tercermundismo, anticolonialismo trasnochados, etc., que no tendrían punto de comparación con los genocidios europeos infringidos a fin de cuentas entre grupos de hombres blancos. Vale la pena observar que una parte creciente de quienes se inclinan por la causa palestina (lo más publicitable del movimiento de conquista y reconquista islámico, que en realidad se despliega por doquier y sin contemplación alguna, con una masa más que herogénea de enemigos, concretamente, todos los que no son amigos, todos los que supongan una rivalidad o un obstáculo, incluso una mera molestia visceral... Y de esto... ¡vaya si callan los defensores del movimiento de emancipación y liberación palestino!) la componen funcionarios y artistas de todo tipo que viven de la subvención directa o indirecta de los Estados Occidentales del Bienestar (y que esto se extiende a quienes viven del trabajo en las Fundaciones y ONGs que se crecen burocráticamente bajo la máscara de lo bienpensante, considerablemente corruptas y corruptoras -aunque más no sea por reducir las posibilidades de supervivencia de muchos y a veces de todos en ciertos países, a la realización de un trabajo dependiente de las subvenciones y de la existencia misma de la pobreza y el hambre, la enfermedad y la muerte prematura, el salvajismo y la explotación infantil...-, sea en sus sedes centrales o en las oficinas cada vez más numerosas que siembran por todo ese Tercer Mundo con la excusa de ayudar...).

Su mundo es el mejor, el diseñado por Alá, el único que garantiza el tránsito al Paraíso... Sobre esta base, no puede suponérselos cosmopolitas, sino profundamente seguros de su fe y de su superioridad: son superiores precisamente porque obedecen las leyes divinas lo cual, si respetaran a los demás... no podrían asumir esa obediencia y esa fe con rigor. Esa superioridad, en las condiciones adecuadas y en el límite de la marcha pacífica (esto es, por vía electoral) hacia el poder, se agitará come il faut, sin el menor reparo. "El mundo será nuestro o no será nada" podría acabar siendo su lema. Seguros de su fe y de la superioridad que aquella les inspira y que refuerzan mediante la obediencia de la Ley de Dios... no se pueden permitir respetar a los demás... Como todo grupo humano, se consideran los únicos que merecen ese nombre y los únicos que demuestran serlo gracias a esa conducta, esos ritos, esas convicciones, esas certezas, esa marcha ascendente... Los demás, deben ser convertidos, asimilados, esclavizados o aniquilados. Las prácticas cosmopolitas (al menos las de aquellos que no son vacilantes y pusilánimes por naturaleza, la de la larga cadena que arranca en los ancestros que lograron sobrevivir precisamente merced a facultades de... esa naturaleza) son una apariencia y no una convicción sincera (y en todo caso una justificación y un arma componente del chantaje) y sólo se sostienen en condiciones de equilibrio en la cuerda floja, en condiciones de guerra fría... Y durante ese lapso, se espera la llegada de las condiciones propicias y se las prepara con todos los medios al alcance: desde la mentira a la ocultación más burdas pasando por la tergiversación más contradictoria que quepa imaginarse -como se puede observar aquí, donde hasta se tiene el desparpajo de citar a Orwell en beneficio propio...!, ¡en fin, tal y como incluso se cita a Hitler y se hacen falsos paralelismos con todos los judíos!- hasta el uso de niños en montajes de todo tipo y en el propio frente y la utilización de escudos humanos del propio pueblo y de simpatizantes...

Así, es más que probable que de los ojos que nos miran desde el fondo del burca y sus variantes, aquellos que nos miran con más altanería sean precisamente los de las conversas (reitero aquí el post claro y contundente de Chess por su pertinencia), las cuales, gracias a su educación occidental (esta de ahora), podrían llegar a convertirse en las jefas de la manada, en las mejores, en las más devotas y ejemplares militantes, en las que reunen como ninguna de las demás mujeres criadas (y marginadas) en los países donde impera la Sharía, en una misma persona: a la creyente religiosa y a la militante antiimperialista y antioccidental, en las que, incluso, podrían dar lugar a la increíble pero muy posible emergencia feminista en el seno del islamismo bajo su firme avance, capaces de dominar incluso a los hombres del viejo y tradicional islamismo, en todo caso del mismo modo que los niños dominaron en el marco de la Kampuchea Democrática... y hasta ambos, como podría estar prometiendo la foto si no se tratara simplemente de otra hipocresía al servicio de la confusión y para tapar bocas occidentales (porque se vería que en ese campo también se establecen cupos y que mientras la lealtad esté por encima de todo, también se es feminista). Y esto es lo que se reprodujo en Irán, por ejemplo, con carne de cañón aborigen. En este campo... también se implanta la fragmentación y la jerarquización burocráticas, la opresión camuflada de lucha contra la opresión, la realidad disfrazada al servicio del desconcierto y el imperio de la fuerza bruta sin tribunales independientes que la puedan juzgar con las restricciones que imponen la profesionalidad corporativa, la lucha interburocrática, las existencia de más de una opción de estabilidad personal; fuerza bruta autolegitimada por la propia dinámica de la lucha, la apropiación de los colores adecuados y un desequilibrio unilateral.

Según se dice con fines justificatorios y chantajistas (esto es el victimismo), esos ojos que miran desde el interior del burca y los demás velos al mundo occidental (al que no sólo emigran los esperanzados en el Bienestar sino verdaderas mafias políticas que los animan y acompañan parapolicialmente, en un intento no sólo de impedir su adaptación o asimilación -que indudablemente se produce aunque sea en parte- sino también con el fin de utilizarlos para extender e imponer sus señas de identidad, como ya han hecho otras culturas, y el Islam en particular, en el pasado; en estos tiempos, utilizando la presión del grupo y hasta la amenazas más dignas del mencionado carácter mafioso) estarían alertas a las reacciones xenófobas, que serían específicamente antiislámicas (porque el antisemintismo o el antisufismo estarían por el contrario justificados); es decir, mirarían con miedo. Sin embargo, yo creo que lo que sienten al observarnos es auténtica prepotencia, sentido de la superioridad ante una mayoría como poco "confundida", formada por infieles y pecadores en masa, herejes confundidos o corrompidos... sin duda, para ellos, claro, obra del diablo para cuyos efectos ellos ofrecen las más efectivas medidas apoyadas en la más férrea de las morales (al menos antes de que lleguen al poder), del dinero, de la libertad, del trastocamiento de los valores ancestrales que definieron la jerarquía que pone a los clérigos pero aún más a los jefes directos de los milicianos/militantes guardianes de la fe en la cúspide del poder... como en Irán, actualmente su mejor modelo, y en donde se repiten esquemas como el stalinista o el fascista, para el caso indistintos... sólo que bajo otra bandera y otro dogma y moral referenciales, es decir: otros signos, etiquetas y colores, con sus correspondientes varas de medir hipócritas, mentirosas, desconcertantes... o simplemente posmodernas como la mayoría de las que campean globalmente.

¿Son pues inocentes, son víctimas, son carne de cañón, son mensajeros del miedo, son mensajeros del futuro al que tememos tanto muchos occidentales mientras otros se creen por encima de todo y seguros de poder usarlos en su propio beneficio -como a la ETA, etc.-, es decir, "maquiavélicamente"? ¿A quién temen más: a Alá, al marido o al jefe de la mezquita y a su camarilla mafiosa que (a través del marido y los hijos) sufren la amenaza de separarlos de la tribu, de marginarlos, incluso de castigarlos físicamente, y llegado el caso, hasta proceder a lapidarlas? ¿Temen o aceptan el rol que le impone la tribu a pesar de los cantos de sirena del mundo occidental que las rodea? ¿Por qué sólo el velo en la cabeza y no directamente el burca; acaso se trata de un signo de moderación, acaso fue revelado así por el Profeta?

No. Lo crítico, lo que debe ser señalado de manera radical, es que el objetivo de poder absoluto es lo que manda o lo que pesa, como puede apreciarse claramente, se vaya por uno u otro atajo, se sostenga o no lo que en realidad se hará. Ahí están las sistemáticas presiones musulmanas sobre "sus" súbditos y "sus" territorios "históricos". Un caso, de acuerdo, pero más allá de que haya más de uno y otro tipo, lo evidente es que son sintomáticos y tradicionales. Y esto para no mencionar los atentados chiies o salafíes contra las corrientes religiosas rivales (sufismo, sunies) no necesariamente ni por ser más moderadas pero sí competidoras en la lucha por el poder en Irak, Pakistán o Argelia (como en la foto) o las masacres y el genocidio por los que se pasa para implantar el Islam en Dafur, Sudán, etc....

Hoy, la hipocresía y el tacticismo se han generalizado y se exhiben incluso como un arte, como signos de preciosa habilidad política. En este sentido, no hacen sino imitar y ofrecer ejemplos a imitar... y todo con el beneplácito creciente de una sociedad que se está acostumbrando cada vez más a ello, adoptando cada vez más las reglas de ese juego en todos y cada uno de los ámbitos de la cotidianeidad. Por supuesto que no se trata de algo estrictamente nuevo en la conducta humana, que viene desde que se tiene más cerebro que fuerza para permitir el nacimiento, la madurez y la supervivencia, pero lo cierto es que últimamente ha alcanzado una cota especialmente alta, seguramente amasada a lo largo de la Historia (¡Historia propiamente dicha, que por ello y de ese modo comenzó realmente a existir!).

La cuestión gira en círculos y, como corresponde a una historia social que se instituyó a instancia y a beneficio de los listos, continua rindiendo tributo al ídolo de La Razón en la que se justificó y que le hizo sentir inevitable y lógicamente su superioridad. Pero, demostrándose que ella no era sino una mera herramienta al servicio de la supervivencia adaptativa, un instrumento a fin de cuentas tan válido como la astucia y la fuerza según la propia experiencia y muchas subjetividades más, la creencia acabó tornándose cada vez más desconcertante e hipócrita, más histriónica, o, mejor dicho y más rigurosamente, posmoderna; y cada tanto, poniéndonos ante el horror. Especialmente a cuento de la extraña simbiosis que se desarrolló en nombre del "ocio ostensible" (Veblen dixit) que se estableció entre la burocracia gobernante y la intelectualidad (o los productores de discursos, sea "de verdad", sea "justificatorios").

La salida (¡la Gran Salida que se representa en cada pequeño acto y cada pequeña escena!) consistió en mantenerse en el marco del racionalismo aunque fuese formalmente y en permitirse actuar tácticamente de manera cada vez más desvergonzada, incluso en términos de violencia pura, de traiciones y alianzas coyunturales... y de refundaciones justificatorias paralelas e inútiles. Esas que proponen, en boca y pluma de los intelectuales cada vez más burocratizados de nuestros tiempos, sustituir "verdad absoluta" por "justificación" y por admitir las ventajas de la licuefacción de la modernidad y del llamado relativismo ad hoc. En ambos casos, ofreciendo no tanto un bagaje ideológico a la burocracia gobernante (que no necesita) sino un peso muerto, un ancla casi, a la emergencia de una verdadera reflexión, una reflexión que, para ser merecedora de lo mejor del pensamiento desinteresado y crítico, radical en fin, debe atacar la raíz del problema: la idiosincrasia sociológica de la intelectualidad, su marcha denodada e infructuosa, irresistible y patética, hacia la divinidad, o, si se prefiere, hacia la omnipotencia. Un objetivo que no se pretende alcanzar en el Hades sino en Tierra Firme, en la propia Sociedad, aunque encubriendo el carácter animal (del que se avergüenzan al considerarlo mísero, no acorde con una criatura elegida), con los tules (o velos) del idealismo apaciguador, donde el debate retórico o lógico reina con fines cada vez más modestos... de entretenimiento y espectáculo (hasta la práctica científica se pretende entretenida o divertida y ya no productiva, redentora y emancipadora). Al menos en algunos discursos y en la medida en que rumiar o tomar en consideración las propias convicciones parece resultar peligroso. Sin embargo, nada evitará que sigan el camino de todos, el mismo que emprende por fin el caballero de Durero, del que no son capaces de imitar el estoicismo resignado y aceptar lo que son y el destino que corresponde a su idiosincrasia, destino que no puede sino sentirse al mismo tiempo absurdo en cuanto se lo reconoce, siendo quien, como él, ha luchado denodadamente por algo toda la vida. Absurdo y, lógicamente, tan injusto.

Entretanto, la burocracia (en todo contrapuesta a la figura del mencionado caballero) continua su marcha de uso y abuso de todo lo que venga bien a sus ciegos propósitos dignos de ser llamados absurdos. Lo hace, bien es cierto, en manadas fragmentadas y convulsas a la cabeza de una sociedad igualmente fragmentada social y políticamente... pero siempre en la misma dirección de la barbarie, del poder por el poder, de la fuerza bruta sin freno, de la mentira desconcertante por sistema... del sálvese el que pueda amenazador. Ese es el mundo de hoy en día y esa marcha visible, penosa repugnante... no parece sin embargo que pueda ser abandonada sin colapsar con él en simultáneo.

Y las masas, en cuyo seno cada vez cae más gente con la misma incredulidad con la que se caía en el Infierno (ahora mundano, como dijera Italo Calvino), siguen condenadas a producir para sostener el poder, alimentarse y tener un espacio donde poder aspirar y en todo caso imitar a sus aprovechados y cada vez más ineptos amos. Con lo que se completa el trípode que viene definiendo las sociedades humanas desde que se entró en la Historia.

Sin duda, por otra parte, la extrapolación generalizadora nos hace un tanto indiferentes en relación a las batallas particulares que se libran por el poder en cada uno de los rincones. La conciencia, en este sentido, paraliza, ya que en ese marco general reconocemos nuestra absoluta impotencia para detenerlas o reencausarlas mediante alguna influencia o participación en ellas (cosa que dejaríamos de pensar si creyéramos que se puede llegar a influir mediante el debate racional o la pedagogía sin coacciones, lo que precisamente no es el caso a tenor de la mencionada conciencia propia). Pero lo contrario... hoy no parece quedar espacio ni posibilidades para acciones políticas reformadoras o mejoradoras en sentido estricto (que es el de revertir el imparable crecimiento de la burocracia fragmentada, estratíficada y especializada), sino, simplemente, acompañamiento de tambores, trompetas, armónica, arpa, violín o bandoneón... de la fanfarria, de la banda que abre el desfile, de la marcha en círculos, de la marcha del engaño, de la marcha de los aspirantes a clones... forzados o convencidos por fuerza de los hechos a mantenerse alegres, felices, a sonreir... y a trabajar.

En la discusión de Rorty con Habermas, el primero puntualizaba con bastante acierto (y digo bastante porque considero que Rorty no se ha distanciado del racionalismo que sin embargo critica en la figura neokantiana del discurso de Habermas) que no es posible "convencer" a quienes no comparten la misma estructura del discurso. Strauss, en ese sentido, lo rescata mucho más rigurosamente de Nietzsche y de Tucídides. Pero ni unos ni otros acaban de ver el problema, que sólo comienza a descubrirse cuando se asume rigurosamente la idiosincrasia grupalista de la raza humana
Rorty simplemente (despreciando la falsedad e hipocresía necesaria -honesta o involuntaria o ingenua- de Habermas) sostiene su posición en atención a que siente "mejor" su "óptica", la siente "superior"... y la libera de la culpa de ser coerctiva (aunque reconoce que la educación lo sea siempre...) Por esto, el debate nos lleva de regreso a Nietzsche, justo lo que Rorty dice querer evitar a título de panacea y a lo que sin embargo nos invita de hecho, intentando situarse a mitad de camino entre aquel y Kant como positivista sui generis.

Pero este intento de la mala conciencia que se estableció con el racionalismo ilustrado en Europa allá por tiempos del Renacimiento (Descartes, Newton, Hobbes... seguidos pronto por Kant y Bacon, Hegel, Smith, Ricardo, Marx, Russell, Rorty... aunque matizados de tanto en tanto con la aparición de un Maquiavelo y en cierto modo de Spinoza, en alguna medida por Schopenhauer y fundamentalmente por Nietzche... e incluso por Hidegger, sin duda, a pesar y más allá de su opción de solidez apenas superficial y engañosa de unas corazas negras que sin embargo repetían los mismos sueños de cosmopolitización forzosa de una ilustración desengañada y decadente, los viejos sueños de Rousseau y de Rosbespierre de imponer la libertad, de imponer la alegría... de instituir la reeducación, o "Trai hoc toque cai tao" como se referenció en vietnamita en un intento de insuflar contenido cuasi-místico (el de "transformar" "para crear "...), como se señala en la Wikipedia, que una y otra vez volverán a ser actos a medias fallidos, a medias efectivos... todos variantes del irresistible instinto humano de estructurar la sociedad en torno al grupo propio... y aprovechar a los que acepten serlo como esclavos.

Sí, creo firmemente que Nietzsche supo verlo, como se desprende de su declarada afinidad por Tucídides ("mi recreación, mi predilección, mi cura de todo platonismo"), y es lo rescata, a mi modo de ver, Leo Strauss (e, igualmente, lo que acabaría por confundir a Hidegger a caballo de una un tanto incomprensible ingenuidad pero también ceguera): no hay sino la victoria y la imposición de unos sobre otros, la lucha, la victoria y la derrota, vencedores y vencidos, los que se erigen en "lector(es) de la Historia" bajo la forma ominosa del Partido (Claude Lefort, Un hombre que sobra) y de la Institución en general (a la manera de los dioses), y los que se ven constreñidos cuando no obligados a soportarla y a sufrirla (a la manera de Sísifo), lo que no responde a la posesión de visión mejor ni peor alguna, superior ni inferior, ni razón absoluta que no sea simplemente la que uno de los grupos (en todo caso a la cabeza de una alianza) acabe imponer como universal (y una vez sojuzgados, encerrados, marginados o eliminados quienes representen la amenaza reivindicadora o justiciera... y no se oculten entre la multitud sumisa). Tan sólo responde a la ventaja relativa, sea de argumentación, sea de número, sea de potencia de fuego, sea de coerción cultural... y así hasta que el balance se desbalancee de nuevo (no necesariamente según suplicaríamos a tenor de nuestros íntimos deseos). Y, por supuesto, así como se gana su derecho a ser, no puede impedir que conservemos el nuestro de oponernos en todas las formas posibles a nuestro alcance... Comprenderlo (a veces y para algunos grupos la única alternativa viable en un momento dado), no significa, en fin, sumarse al primer batallón de titánes propagandísticos, como hizo Hidegger, obnubilándose y de esta forma asumiéndose miembro de un grupo en el que sólo podría oficiar de esclavo y de títere... y sumándose de ese modo, gratuitamente, al horror. Y como, quién sabe, no me atrevería a negarlo rotundamente, podría haber hecho el propio Nietzsche... convertido, eso sí, en el Quijote que él mismo despreciara en una nota de su Genealogía de la moral, un caballero fuera de época que de repente hubiese creído ver gigantes nobles en unos petimetres impecable y hasta podría decirse... hermosamente uniformados... perdiendo de vista que eran un NO a la vida y no una afirmación... salvo en lo referente a la vida o supervivencia de la propia camarilla vociferante, leal en este caso al Führer propiamente dicho. Haciendo nuestra, en fin, su conclusión: "El hombre prefiere querer la nada a no querer" (F. Nietzsche, Genealogía de la moral)


Epílogo desesperanzado...

En el cuadro de Fuseli (al lado) la mujer que es presa de la pesadilla no lleva velo alguno, aunque no está desnuda como bien podría suceder hoy en día estando como está en la intimidad de la noche. En cualquier caso, yace sola, donde no es obligatorio llevar velos ni vestidos para no provocar al macho que tiende siempre a la promiscuidad y al escape glorioso del erotismo y la satisfacción sexual, pulsión en última instancia existencial... pero que debe ser controlada, limitada... en nombre de la continuidad de la especie en la dirección previamente señalada (¿y por quiénes sino por los profetas, los padres más antiguos, los que presuponen al verdadero y único Dios?)

Ahí está, dejándose observar tan sólo por el monstruo al que ella misma a dado vida, tal vez en nombre de sus propios deseos reprimidos y coartados; un monstruo al que no podrá impedir, ni ella ni nadie, que rasgue sus propios miedos y satisfaga aquellos deseos... y la someta. Se le aparece en sueños pero ha nacido antes, de la realidad del mundo en el que vive y debe seguir viviendo, en el que acaba como todos aprendiendo a hacerlo de una cierta manera en atención a sus recursos propios y a lo establecido cuando ella ya fue parte activa de esa realidad (y que por eso, cuando por fin lo ha logrado... soporta y a la postre respeta). Ese mundo en el que sabe o sabrá desenvolverse y sobrevivir y en el que quizás se siente más protegida encerrada en sus vestidos y hasta en el propio velo, encerrada en él o tras él (al menos hasta cierto límite) para que su amo no pueda sostener que sea deseada... salvo por él mismo pero por cuya lealtad se ha hecho cómplice de su propia esclavitud y sumisión.

Claro que todo esto, como el cuadro, se corresponde con el punto de vista de Occidente, el que sus miembros consideran lógico... y que les dice que no hay por qué llegar tan lejos... ya que bastaría con el criterio de libertad que defiende... en cuyo marco no se pone en cuestión, ni mucho menos, sus propias restricciones y sometimientos igualmente preventivos y punitivos, sus propios sentimientos de culpa, sus propias prioridades de poder...

La mujer fue sin duda la primera esclava humana cuyo ejemplo de debilidad y predisposición física al sometimiento simplemente se extendió con el proceso de domesticación de todos los recursos. Algunas han aprendido por fin del hombre y han sabido sumarse a la marcha los domesticadores y depredadores; se han, si se me permite el neologismo, machificado (cosa que refleja el feminismo, sin lugar a dudas para mí).

Tal vez esto no acabe nunca de mostrarnos nuevas y sistemáticas variantes de lo mismo... pero eso será cosa de lo que jamás ha existido: el futuro.




(*) Adendum (a 18-6-2010): no puedo sino insertar aquí por muy pertinente frase de Carlo Ginzburg expresada por este historiador italiano en la entrevista (pinchar para leer completa) que acabo de leer: "La verdadera conspiración a menudo queda oculta tras una falsedad: la acusación contra los leprosos, los musulmanes, los judíos, esconde la construcción de la persecución."

En otra parte de la misma entrevista y en referencia a su Historia Nocturna, da la siguiente panorámica al respecto:
"...a principios del siglo XIV, se habían producido en Francia las acusaciones contra los leprosos, los judíos, los musulmanes: se suponía que envenenaban los pozos, extendían la lepra, maquinaban matar a la población francesa. Sin embargo, esa presunta conspiración ocultaba otra, muy real, la de unos perseguidores que, con extraordinaria rapidez, habían lanzado la acusación, fabricado las pruebas y asesinado a los acusados, y esto en muchos lugares. Entonces, el complot había mutado: era a la peste a la que ahora se temía y esta vez se acusa a los judíos y a las brujas. Lo interesante es que en las confesiones de las brujas, a menudo extraídas bajo tortura, los inquisidores no encontraron más que lo que ellos les inculcaban..."

Sólo me permitiría señalar que esa conspiración en segundo plano, la de los inquisidores, obedece a una estrategia de poder a cualquier precio en tanto la persecución les permite organizarse, crecer como organización y ganar peso en relación con los demás fragmentos dominantes en lucha, chantage a los mismos incluído (lo que es particularmente significativo: en nombre a la "peste" imaginaria se puede inclusive acusar a los vacilantes o pusilánimes de entre la clase de los poderosos de traidores.