viernes, 29 de junio de 2007

Novelas mentirosas

No sé cómo era antes; no lo he observado ni estudiado, y no lo voy a estudiar.

No sé si el fenómeno que describiera Monod (reducción progresiva del promedio global de inteligencia y cultura) ha alcanzado ya suficiente entidad como para ser apreciable.

Lo cierto es que se lee proporcionalmente más (hay más lectores sobre el total de adultos.) Lo señalan las estadísticas y lo noto a mi alrededor, en los transportes públicos, en las escaleras mecánicas, incluso, en algún caso que otro, entre los que se dirigen hacia la salida del metro.

Pero creo que esto es en base al crecimiento de una literatura más simple y mentirosa que no sólo y no tanto evita hacer pensar al lector acerca de la realidad (incluso la más inmediata) sino que le ofrece un espacio en el cual se le garantiza la ausencia de todo pensamiento serio y hasta la misma negación de la causalidad. Una justificación sirve de escudo: la literatura (vendible masivamente) debe ser evasión. De lo contrario, ¿cómo podrá competir con la televisión, los videojuegos , el cine de entretenimiento, los parques temáticos y los centros comerciales; los grandes del ocio de hoy?

Entremos en algunos detalles antes de dar carpetazo hasta otro día y hasta alguna otra miseria.

Hoy en día (no quiero decir que desde ayer mismo) hay una auténtica industria editorial. Incluso cultural con todas sus manifestaciones cada vez más integradas y controladas ideológicamente. Este fenómeno ya no es como era hasta hace algunos años; no en la misma medida.

Una industria de conglomerados multinacionales en los que los Estados están presentes de uno u otro modo, es decir, una industria con un altísimo contenido burocrático (si me lo permitís de nuevo.)

En ese contexto, se producen millares de libros por semana. Hay empresas editoriales gigantescas. Hay un ejército de empleados dedicados al libro en todas sus etapas, incluidas el marketing y la comercialización. Los libros se venden en supermercados y kioscos, se piden de entre un sinfin de productos a través de la Red. Las librerías incorporan entre sus productos cada vez más fetiches (o merchandising) relacionados con las publicaciones. Hay productos múltiples: libro, película, juegos, marchandising...) En paralelo, hoy casi todo el mundo escribe ficción y ensayo, especialmente mucho periodista y, cada vez más, los políticos. Todos quieren dejarle algo a la posteridad... no, me corrijo, todos quieren los beneficios de la posteridad en el presente: prestigio, renombre, presencia global. Un libro da más prestigio que un mayordomo. Además, puede dar un dinerillo extra... que no viene nunca mal.

Muchas veces son complementos vistosos a la vez que efímeros; casi un maquillaje de corta duración. Sirven para salir a escena y poco más. Y se olvidan, objetos equivalentes a los souvenires que se traen de vuelta de las vacaciones.

Esto pasa también con el cine, con la música moderna, con el teatro, con la pintura. Y en alguna medida, menor, con la ejecución de música culta. En realidad, toda la cultura está sujeta a las leyes del mercado de masas, para lo cual era necesario una literatura de masas (y un cine, una música, un teatro, una pintura...)

Quizá antes, pienso que sólo en parte en todo caso, ya era así. El entretenimiento existía, las masas acudían al The Globe y se entretenían viendo a Shakespeare. En realidad reían y afirmaban sus sospechas cada vez que se les mostraba una caricatura bien hecha de la realidad que los rodeaba: la mezquindad de los que fueron reyes, las utopías de los que eran príncipes, la malicia de las ambiciosas, la falta de responsabilidad pública y la mediocridad de los traidores y conjurados... Esas cosas los hacían pensar, afirmaban los resortes del pensamiento, mostraban (se equivocaran o no al apuntar) las causas y los efectos...

Hoy no diré que se persiga adrede que la gente no piense, pero lo cierto es que lo que se ofrece al público son volumenes (nunca mejor dicho) que tienen como sello de garantía de su proliferación y difusión la ausencia de profundidad.

Hace tiempo que considero que los planes nacen a instancias de las tendencias imperantes, que no hay planes de dios ni planes de los hombres que se puedan imponer a contracorriente. No hay una conspiración, ni divina ni humana ni imperialista ni yanqui. El hombre en su trinchera, dispara y carga su fusil. Los editores, imbuidos de su rol capitalista, buscan el producto más idóneo y lo lanzan al mercado. Responden a la demanda, nada más.

To be or not to be: sólo puede tratarse de que se compra lo que no hace pensar, y sólo puede hacerse esto porque se desea continuar sin pensar o al menos pensando muy poco.

Se trata, pues, de lo que se desea (y los buenos fabricantes de productos para el mercado no pueden sino responder a la demanda, detectarla y satisfacerla.) El lector y el espectador de masas típico quiere sumergirse en un espacio en donde todo sea relativo (y no en el sentido científico del término), en donde todo sea posible sin que medie ni haga falta ninguna explicación, sin que importen las causas, siendo aceptable la explicación que sea. Se trata de un mundo como el de Alicia en el País de las Maravillas, un mundo en el que personajes como ZP, Chávez, Evo Morales, Kirchner o, sin dudas, Castro (por mencionar sólo a algunos castellanoparlantes, es decir, a aquellos que debiéndoseles entender todo se les entiende cada vez menos), y, de cualquier modo, como todos los políticos mesiánicos de estos tiempos (sucesores más grises pero también más sutiles de Hitler, Musolini o Stalin y, más allá, de Robespierre y de Marat), hablen el poco idioma que hablen, líderes de todos los grupos políticos empezando por ETA o por Los Verdes hasta abarcar a todos los demás, y los "filósofos" al estilo de Marina o de Philip Pettit, todos ellos, tengan el derecho de jugar a milagreros capaces (de contar con más de talla y más locura) de imponer al mundo las reglas de su invención en el mejor estilo del Sombrerero Loco.

Esto, yo diría, que va más allá incluso de los deseos mágicos del pueblo. Lo que se necesita y se pide ahora no es ni siquiera una solución, sino confirmar en esas historias mágicas, incongruentes y superficiales que se presentan como cotidianas y coetáneas, que el funcionamiento del mundo de hoy es normal, que también en él debe haber conspiraciones secretas y sectas poderosas que manejan los hilos, que el mundo sigue siendo de incumbencia exclusiva de los sacerdotes, que lo incomprensible debe ser esotérico y que ellos sabrán...

No se trataría en consecuencia de soñar ahora con paraísos y utopías, eso parece superado o en vías de extinción, sino de comprender (o sea, de no comprender) que las cosas son como son y que no por ello pasa nada, porque todo puede ser explicado con un eufemismo o una simplicidad. Si no, ¿cómo explicarse que la vida social continúe, la economía marche, la tecnología nos acerque, a pesar de todo, al futuro? Tiene que haber un mecanismo oculto que lo mueva todo para que las cosas salgan como deben salir... Un realismo de causas oscuras se ha instalado en la mente de la gente, la idea de que son habitantes pasivos de un mundo de juguete manejado por dioses en el que hay que vivir sin comprender, pero sobre todo, aceptando todas las explicaciones que nos suministren porque todas son posibles, aunque las de hoy desdigan a las de ayer y luego no sean ni mínimamente sólidas y sean tan poco duraderas como las anteriores.

Creo que eso es lo que proveen los "códigos Da Vinci" y las "sábanas blancas", las "catedrales del mar" y yo qué sé cuántos misterios huecos, rimbombantes y huecos, superficiales e incluso pueriles en el lenguaje y las metáforas, similares los unos a los otros, que cubren mesas de novedades o de éxitos, figuran decenas de semanas entre los más leídos y son llevados a pesar de su peso de la casa al trabajo y del trabajo a la casa: pensar en poco y aceptarlo todo cada vez más fácilmente.

domingo, 24 de junio de 2007

Gaza, luego Palestina... bien valen... la promesa de una misa.

Las declaraciones de Haniya, jefe de Hamás, de que "nadie debe ni ganar, ni perder" en una llamada al diálogo "sin condiciones previas" dirigida a Al Fatah y a su ex socio en el gobierno de Palestina que la facción del primero ha derrocado, parece copia de las declaraciones de "nuestros" socialistas. Sin duda el talante engañoso y desvergonzado ya es habitual en todo el mundo.

Esto va más allá de Maquiavelo.

Va de Zapatero y de Polanco, cuyos gobierno y prensa no dudarán de inmediato en hacer uso de la noticia para la propaganda interna. Y si no, atentos.

Porque Gaza, luego Palestina y, aunque sea en sueños, Israel... pero también Navarra, Baleares y España... es decir, el Poder, bien valen todo tipo de promesas de diálogo y hasta de misas.

Cosas que "hamás" habrá intención auténtica de llevar a cabo.

Grupismo y complejidad (2 bis)

Entre los investigadores e intelectuales que defienden las tesis evolucionistas (es decir, dejando fuera a los que desde cualquier ángulo disienten) se observa un cierto deslizamiento fuera del rigor científico que al mismo tiempo exhiben. Y, principalmente, privilegiando y a la vez simplificando las "sobredeterminaciones" que atribuyen a la cultura y a las instancias propias de la sociedad humana en general.


Valgan un par de ejemplos:

Judith Rich Harris resume con el siguiente texto su artículo "Parental Selection: A Third Selection Process in the Evolution of Human Hairlessness and Skin Color":

It is proposed that human hairlessness, and the pale skin seen in modern Europeans and Asians, are not the results of Darwinian selection; these attributes provide no survival benefits. They are instead the results of sexual selection combined with a third, previously unrecognized, process: parental selection. The use of infanticide as a method of birth control in premodern societies gave parents – in particular, mothers – the power to exert an influence on the course of human evolution by deciding whether to keep or abandon a newborn infant. If such a decision was made before the infant was born, it could be overturned in the positive direction if the infant was particularly beautiful – that is, if the infant conformed to the standards of beauty prescribed by the mother's culture. It could be overturned in the negative direction if the infant failed to meet those standards. Thus, human hairlessness and pale skin could have resulted in part from cultural preferences expressed as decisions made by women immediately after childbirth.

En breve: que la selección natural ("darwiniana") no sería la determinante principal de la piel clara euroasiática, sino la selección volitiva, en este caso, por el gusto, esto es, la basada en un criterio estético, cultural. Un criterio de selección que ejecutarían las madres primitivas después del nacimiento.


¿Niega con ello que exista una base "natural" para esa "selección"? No de por sí, pero, por la manera en que lo plantea, debo concluir que acaba cayendo en buena medida en esa negación.


Rich Harris se da en definitiva una explicación fundamentalmente cultural para la piel clara indoeuropea y la pérdida de la pelambrera, algo que acabará en un mero residuo más presente en hombres que en mujeres (lo que revelaría que la preocupación de las madres se habría centrado más en ellas, quizá para atraer más a los hombres hacia una descendencia familiar... quizá para distinguirlas de ellos lo que podría constituir un criterio feminista primitivo o todo lo contrario, según se mire.)


Sin indicios antropológicos mínimamente claros al respecto, ella afirma que la pelambrera y la tez oscura habría caracterizado a nuestros ancestros directos y en particular al grupo de los neandertales, así como a los que habríamos tenido en común con estos. Atributos cuya pérdida (acaecida al parecer muy recientemente: menos de 18.000 años para algunos -Rich habla de 50.000 aunque mediante "un proceso vertiginoso"-, lo que al parecer es vox populis entre los especialistas, como puede verse por ejemplo en el blog "Mundo neandertal" y en otros vinculados) nos ha conducido a la molesta obligación de usar sombrillas y paraguas, ropa, pamelas y protectores solares... o a sufrir de frío y de cáncer de piel (o sea, ¡a que nos adentráramos cada vez más por el camino de la tecnología!) Atributos, sin embargo, que según Rich "no representarían ninguna ventaja para la supervivencia" sino todo lo contrario.


¿Por qué no ver las cosas al revés, por ejemplo, pensar que la tecnología y la inteligencia llevó a prescindir de pelambrera para conseguir más movilidad y capacidad para emboscarse, necesidades indispensables para un cazador? ¿O una combinación de factores? ¿O, como otras hipótesis apuntan, para eliminar parásitos y traspirar mejor (otra ventaja para el cazador: oler lo menos posible), como puede verse en "Evolutionibus" ? Claro que esto no está reñido con la selección volitiva parental, que pudo ser el instrumento de necesidades evolutivas como ésas.


Obviamente, hay quienes oponen explicaciones cercanas al mecanisismo o al dogmatismo. Pero, más allá de que se halle una supuesta mutación o un cambio abrupto del entorno que justifique una característica particular de detalle, hoy por hoy culturalmente significativa, políticamente incluso utilizable, lo importante es que el cerebro es el resultado del proceso evolutivo, y que todas sus actuaciones, propias de su autonomía, incluyendo la selección por el gusto, la estética, la tecnología... y, como ya sostuve en "Los eslabones sucesivos..." en este mismo blog, deben ser consideradas características propias de la naturaleza humana.


Entre esas habilidades yo situo la capacidad de elaborar hipótesis que fortalezcan los puntos de vista previos, como ha pasado comunmente entre los intelectuales y científicos, y como esta vez ha hecho presa de Rich Harris a pesar de que, no lo dudo, lo habría deseado evitar.


Sin duda la cultura, los mitos, las proyecciones, la psicología, todo el imaginario propio del cerebro humano (único hasta ahora que conocemos), engloba la conducta humana primaria, instintiva o genética y le impone límites o la activa y refuerza. La moral, la razón dictada por intereses inmediatos, las proyecciones objetivas o idílicas, los miedos que constituyen traumas o tabús, las justificaciones heroicas o mesiánicas, las profecías, las promesas metafísicas, los sueños de uno u otro signo... frenan, reprimen, potencian, perturban, acomplejan...

El hecho que constata Judith Rich y que la lleva a la confusión residual, así como su propia conducta, refirma por otra parte mi tesis de la interacción existente entre los conjuntos materiales sucesivamente gestados en el tiempo y de la acción, positiva o negativa, que se ejerce de parte del mayor sobre el inferior (véase mi entrada "Más lucidez en la medida de lo posible" y posteriores sobre el mismo tema), tesis que es una innegable realidad, pero en lo cual no pienso solazarme ya que considero que aún debe ser desarrollada y enriquecida.

Entretanto, insisto que la cultura y los demás subproductos de la formación y del desarrollo irreversible de las sociedades humanas conforman el conjunto más "amplio" (más complejo, último hasta ahora en el proceso evolutivo) que por ahora conocemos, un conjunto que se constituyó con la aparición del ser humano tras los hitos evolutivos precedentes. Por ahora, el último eslabón conocido de la cadena. Y que desde ese estrato último y más complejo, se limitan y se impulsan las tendencias intrínsecas de los demás.

Pero esta realidad evidente a la que todos respondemos, es precisamente interpretada de un modo un tanto apresurado, generalmente para dar vuelta las cosas, por la mayoría de los científicos ligados en particular al tema de la evolución, especialmente cuando hacen filosofía o aventuran hipótesis acerca del pasado del que faltan datos, derivando de la evidencia de las influencias mencionadas una causa directa para fenómenos que corresponden a uno u otro de los espacios incluidos ("menores", menos complejos, antecesores.) Por ejemplo: explicando un acontecimiento propiamente evolutivo de la vida como causado por una determinada acción de la mente, esto es, por la representación.


¿Por qué, me pregunto, hasta los más lúcidos intelectuales se deslizan hacia callejones neblinosos de esta índole debiendo reducir el darwinismo a su expresión más simple o primitiva, más cercana, como denuncia Monod, de las simplificaciones propias en realidad de Spencer, incluso tergiversándolo como hace Prigogine? ¿Por qué hace falta "rebatir" nominalmente a un Darwin previamente depreciado en lugar de apoyarse en su objetividad (¡cuyos resultados fueron alcanzados hace ya más de un siglo!) y desarrollarlo más allá sobre sus propias bases, e ir simplemente más allá?


¿Cómo no tener completamente asumido que Darwin fue, como dice Pinker: "el biólogo más importante de la Historia porque fue capaz de demostrar de qué modo unos órganos de extrema complejidad pueden surgir de un proceso puramente físico como la selección natural" (Steven Pinker, "El instinto del lenguaje", Alianza, Ensayos, Madrid, 2001, pag. 395)?


¿Por qué, en fin, esa necesidad de retroceder en lugar de avanzar?


¿Y cómo en concreto dejar de forzar la máquina a la manera del mecanisismo conservacionista y evitar nuestra predisposición a simplificar las teorías que nos contradicen, a veces aprovechando que se hallen aún abiertas al desarrollo, en marcha hacia causas (explicaciones) objetivas o materiales, esto es, que tratan de ser fieles al postulado de objetividad y de responder a la necesidad humana de favorecer la economía de pensamiento?


Parece muy lógico intentar evitar una y otra cosa en la línea de combatir las contratendencias represivas o restrictivas que desde la inercia cultural y el conservadurismo psicológico se ejercen, inevitablemente, sobre nuestras tendencias a reflexionar con lucidez, desprejuicio e imaginación. ¿O nos será imposible?


He sostenido en otros sitios, por ejemplo en mis alegatos contra Prigogine (que comienzan en la estrada inmediatamente anterior), que una de las razones de ciertas posturas intelectuales es la pertenencia de sus defensores a la burocracia cultural existente. Creo haber mencionado que esto había sido denunciado ya desde diversos subenfoques desde Locke y Leibniz hasta Feyerabend, así como por Konràd y Szelényi mediante su "La marcha al poder de los intelectuales" (una pena que no esté traducido, hasta donde me consta), y sobre lo que volveré y volveré...


Y es muy interesante que Judith Rich Harris lo haya visto en carne propia, como cuando explica y se explica haber llegado a su innovador punto de vista gracias a que "la facultad de Psicología de Harvard" la dejó "sin mi título de doctora", a que no se hubiese "sometido al habitual proceso de lavado de cerebro y me hubiera convertido en un miembro con una sólida posición y reputación dentro de la comunidad académica", etc. ("El mito de la educación", DeBolsillo, Barcelona, 2003, pag. 348) o sea, a su no pertenencia a la burocracia académica y tecnológica.


Por ello, sin duda (tal vez como me pasa a mí), sostiene la Teoría de la Evolución de Darwin contra aquellos que podrían sentirse tentados a pensar que se desliga de ella al defender el grupo como origen de la educación de los niños, señalando explícitamente la determinación (en última instancia) en el proceso por el código genético, determinación presente sin duda en el comportamiento concatenado de los hijos, los padres, el grupo de hijos y el grupo de los padres (ibídem, capítulo 14) mediante los que se establece la mediación. Y sin duda, también, la amplitud con la que considera el concepto (como lo considero yo.) Pero, ¡vaya!, cae a fin de cuentas en lo mismo que combate: su teoría le impondrá por fin buscar, como decía Feyerabend, en toda partes y sea como sea, las pruebas pertinentes para demostrarla.


¿Se podrían evitar esos errores intelectuales? Tal vez se pueda conseguir un enfoque global y desprejuiciado, ausente de intereses con relación a lo que se sostuvo antes, de toda ideología comprometida, de todo prurito moral, de todo silencio vergonzoso, etc. ¡No parece fácil, por supuesto... porque la necesidad está en los genes, pero la conciencia y la cultura nos deberían permitir redireccionar o controlar mejor nuestros impulsos también en ese campo, aunque la naturaleza tienda sin remedio a colarse por las grietas!


Así, las preguntas planteadas sobre el color de la piel o la ausencia de pelo u otras acerca del aún ignoto (y probable) destino de los neandertales (ibídem, pag. 162-163), acaban explicándose con argumentos que resultan sospechósamente favorables a la "teoría de la socialización a través del grupo". Sospechosamente, porque no se tienen aún todos los eslabones al descubierto. Lo hace inevitablemente Rich, y lo hacemos todos como lo hacemos, porque no somos capaces de dejar de marchar por un sendero empedrado de sentimientos, reflexiones y utopías, herramientas todas derivadas de un cerebro que alcanzó por evolución (complejización) las características del humano y que no pudo ser como es sin incluir esas capacidades y atributos intrínsecos, generadores de mitos y de cultura y necesitado de mitos y de cultura. Entenderlo y asumirlo, creo que es vital para plantear hipótesis más productivas y coherentes al vincular (económica y objetivamente por aquello) la cultura, el gusto, la necesidad de conservarnos como somos y la supervivencia, entre otras muchas cosas, con la teoría de la evolución bien entendida.


Esta línea, sin duda darwiniana, reivindicada y enriquecida por Monod, sigue, según siento y pienso, apuntando hacia la lucidez.


Si es cierto o evidente, y yo al menos estoy convencido de ello, "la extrema coherencia del sistema teleonómico que, en la evolución, ha representado el papel a la vez de guía y de freno" ("Azar y necesidad", Tusquets, Barcelona, abril 2000, pag. 128), ¿por qué esa resistencia (¿"freno"?) a aplicarlo con absoluto rigor y convicción?


Pero vaya, si hasta nos encontramos hasta con la inconsecuencia intelectual del propio Monod que, como veremos está curiosamente emparentada con posiciones inocentemente burocráticas... que sin duda Monod rechazaría. Primero, cuando ya lo ha dicho científicamente casi todo, concluye:

"Es evidente que en el seno de las sociedades modernas la disociación es total. La selección ha sido suprimida. Al menos ya no tiene nada de natural en el sentido darwiniano del término." (íbíd., pag. 165)

¿Por qué? Pues...

"(la vigente) selección", explica a punto y seguido, "no favorece la supervivencia del más apto (...) por una expansión más grande de su descendencia. (...) éxito personal y no genético, que es el único que cuenta para la evolución" (en la misma página.)

Sin duda, Monod piensa influido por la frustración que le produce la degradación de la sociedad en la que le ha tocado vivir ("el mal del alma", como lo llama en íbíd., pag. 166), algo muy corriente entre los intelectuales que se sienten especialmente afectados, que son especialmente sensibles (afectos a la "angustia creadora", como la llama en íbíd., pag. 168) y cuya imaginación los lleva inevitablemente a sostener utopías (íbíd., pags. 178-179) que para realizarlas sólo se podrían imponer, como tuvo que concluir inevitablemente Marx, en última instancia mediante una u otra dictadura.

Todo lo que nos lleva a exclamar con él (íbíd., pag. 167) y a cada paso: ¡"cómo ha sido posible"!, ¡"cómo es posible"!

Ahora bien, creo cierto lo que constata Monod (y creo que es parte de lo que ya está bien de mantener aún en el armario), a saber, que:

"... las estadísticas revelan una correlación negativa entre cociente de inteligencia (o el nivel de cultura) de los matrimonios y el número medio de hijos."

Y creo muy posible la tendencia que describe en su conclusión, a saber, la que llevaría a "atraer hacia una élite, que tendería a restringirse en valor relativo, el más elevado potencial genético", algo que, aunque fuese como él dice, una "Situación peligrosa", no podríamos hacer otra cosa que asistir expectantes ante esa suerte de futuro inevitable, tal vez sólo de ciencia ficción; no siendo sino meras expresiones propias de un subgrupo de esa élite las soluciones que Monod mismo se siente inclinado a proponer al mundo y a la humanidad... Unas soluciones pregonadas por él y su posible grupo con el riesgo de que sean muy pocos los que tengan la capacidad y la voluntad para escucharlo, comprenderlo y leerlo, mientras que la mayoría simplemente las ignoren... en su marcha decidida hacia el poder y en su nombre.

Es cierto que los elitistas enfermos contribuyen adicionalmente a incrementar los males para mantener e incrementar el poder de su grupo mediante el aumento y conservación de las masas incultas o deficientes a su electorado, sus ejércitos o sus fieles, por ejemplo, mediante alianzas de civilizaciones o políticas de ayuda a los más débiles, reduciendo a mínimos el efecto de la selección natural que antes operaba, como Monod señala (íbíd., pag. 166.) Pero, ¿es esto por lo que, al mismo tiempo y contradictoriamente, Monod denomina una "situación peligrosa", por cómo lo dice, bastante grave? ¿Eso y para quién? ¿No está así pretendiendo más o mejores consideraciones piadosas para los menos capacitados y se ese modo contribuyendo también a agravar el problema que denuncia? ¿Tal vez no se animara explícitamente a ofrecer al mundo una cura genética para ese deterioro; total... dado que en el tiempo en que el problema fuera extremo, "unas diez o quince generaciones"(íbíd., pag. 166), la humanidad, dirigida por los científicos "éticos del conocimiento" que gobernarían para ese entonces el mundo, lo habrían hecho posible?

¡Sin duda, será mejor que el hombre se libre de sugerir soluciones mesiánicas que al final acaban revirtiendo en sus polos opuestos, como se ha visto de sobra con "humanismos" como el marxista y demás sueños de la razón!

No obstante, ¿cómo juzgar a priori cuál será el camino y sus posibles resultados? ¿Y si la vida logra dar un nuevo salto repitiendo la experiencia neandertal? ¿Y si, lamentablemente para el sentimiento conservador humano y su inextirpable espíritu de invarianza, lo lleva a desaparecer por algo superior (mejor dicho, más complejo)... o a batallar en su contra para evitarlo? Yo qué sé...

De todos modos, mientras tanto y para que no se queden con la idea equivocada de que soy un pesimista, relean, por ejemplo, "El plan Z del espacio exterior", y observen que a los burócratas de menor coeficiente intelectual y menor salud mental, les auguro un futuro muy poco prometedor y escaso alcance: tened en cuenta que, por una parte, podrían ser desplazados a fin de cuentas por los sabios y los lúcidos de Monod, Judith Rich, etc., por otra parte, las masas podrían acabar tan confundidas y frustradas por la vía de seguir a los malos que podrían dejar de perturbar el mundo... silenciándose... reprimiéndose... En todo caso, si el salto cualitativo mencionado no se produjera antes, las élites más sanas y sensibles podrían acabar saliendo del armario, tomando las riendas y actuando con rigor... ¡a saber con qué resultados!

Creo que en el límite de la destrucción del mundo por una nefasta dirección de los elementos más enfermos de la élite y sus masas vociferantes e incendiarias, algo bueno pasaría, algo que, al menos, daría para un nuevo ciclo brillante.

En todo caso, ¿no éramos un accidente, no es que nada que pueda producirse en el futuro nos obligue a alcanzarlo, no es que no existe ni el cielo ni el infierno para el conjunto de la humanidad y de la vida?

miércoles, 20 de junio de 2007

¡Preparémonos, la paz se hizo en Gaza!

¡Del silencio expectante a primera plana, de correr un tupido velo sobre la lucha intestina a felicitarse por la paz que se habría instaurado en Gaza! El País desborda de oportunismo y también de mala fe.

En primera página impresa de hoy dice, textualmente, que "Hamás ha reestablecido la seguridad en el área".

¡Dan ganas de vomitar sobre páginasde ese estilo... o de esa catadura! ¡Cada palabra utilizada en el titular (lo único que necesitan leer sus lectores para adquirir consignas útiles) es una joya, bueno, un anillo de esos de los Borgia, llenos de veneno y soporíferos! No hace falta sino resaltarlas.

En la versión digital, El País varía los titulares y bajo el de "Hamás impone el orden en Gaza", sostiene:
"¿Orden en Gaza? Increíble, pero cierto. El continuo tronar de fusiles y lanzagranadas, el miedo atroz de los ciudadanos metido en el cuerpo, el enclaustrarse en las casas por temor a los delincuentes, es cosa del pasado. Nadie sabe si se trata de un episodio pasajero. Pero, para tirios y troyanos, simpatizantes de Hamás y Al Fatah, no cabe duda alguna: los islamistas han atajado por lo sano el desmadre."
¿Han... "atajado por lo sano el desmadre"? ¡¿"...el miedo atroz (...) es cosa del pasado"?!

Y en la sección internacional del pasquín de hoy incluyen un video de un supuesto "Guantánamo Palestino" en donde Hamás "nos enseña" unas sospechosas mazmorras "liberadas" que habrían sido conjuntamente gestionadas por palestinos de Al Fatah (de repente meros traidores a la causa incluso para El País) e israelíes, algo que aunque fuera ser cierto, resulta por la fuente cuanto menos merecedor de dudas razonables (el video no indica que no sea un montaje de lo más simple o una producción de bajo coste) y sólo sirve, hoy por hoy, para legitimar y respaldar a Hamás y a su golpe de Estado islamista contra quienes eran sus socios co-gobernantes en ese Estado ad hoc que era Gaza-Palestina, incluidas todas las mazmorras que allí pudieran haber allí instaladas... por los unos y los otros. Sí, repito, hasta la saciedad, para que conste, que Al Fatah, el movimiento cuyo símbolo se puso Zapatero cuando lo del Líbano, nunca me mereció un calificativo más alto que el de "burocracia gobernante palestina post-terrorista" por sintetizar de algún modo (lo que incluye corrupción y totalitarismo, y por supuesto mazmorras y torturas.)

¡Ay, mi madre! ¿Cómo puede haber mercenarios de la pluma de tan grueso calibre? ¿Cómo puede pulular esa soldadesca... mediática (no puedo llamarla intelectual, lo siento)? ¿A sueldo de quién están, de quienes, de cuántos? ¡Ay!, ¿y cómo puedo escandalizarme todavía a la luz de lo que me dice la Historia?

En fin, que se lo traguen los socialnazionalistas que pueblan de purilidades y vociferan en los comentarios adictos con los que alimentan la caldera (¡ojo, que tras los artículos y posts que se publican en LD pasa en buena medida lo mismo!) Pero lo que me parece más destacable se deriva de tomar esos titulares y noticias breves de tipo agitativo como lo que son y han sido siempre: consignas educativas.

Sólo así, pienso y sugiero, puede comprenderse lo que allí se escribe (¡ni mucho menos sólo lo referente a política internacional!) Consignas, pues, en este caso, con la que estoy seguro que pretenden prepararnos para la toma del poder islámico al menos "en el área" por parte de unos aliados que supondrán inevitables. O, quizá, sólo como ejemplo, como tiro por elevación, como ilustración diría, para mostrar que los terroristas en general son capaces de restablecer o procurar seguridad en un territorio. Quizá... como se podría suponer que harían batasunos, etarras y abertzales de izquierda en un futuro País Vasco ex hispanofrancés (¿y berebere?)

Las fotos de los militantes, soldados, familiares, amigos o partidarios de los grupos opositores o enemigos de Hamás esperando poder pasar la frontera hacia territorio israelí y de allí a Cisjordania en franca huida de la vendeta o el castigo que promete la seguridad de esa nueva dictadura islamista (entre otras muchas cosas que ya se vieron en los gethos del Líbano bajo su conrol, y en Irán, y en Siria, y en Arabia Saudita...) y la conducta de toda la vida de los etarras más o menos declarados y que tenemos lamentablemente más cerca, no parece decirles nada y sobre las visibles e invisibles medidas dictatoriales que se hayan adoptado y se vayan a adoptar... se sigue sin decir ni pío. Quizá porque en un territorio liberado de esa manera, ellos se convertirían o sueñan que podrían convertirse en el órgano oficial. O quizá porque les baste serlo en el seno de un futuro territorio protegido gracias a vecinos y aliados que siembren los alrededores de cementerios.

Sus ropas negras y el carácter de su paz hacen juego con ello.

lunes, 18 de junio de 2007

Grupismo y complejidad (2)

La vida (en concreto la que conocemos) amplió el marco de la realidad a un conjunto de necesidades derivadas de su propia dinámica. La vida se desarrolló evidentemente a partir de formas primarias y elementales a la vez que mediante manifestaciones tanto aleatorias (dentro de ciertos límites) como heterogéneas (experimentales.)

Sin duda el mundo ya era hostil cuando apareció el primer organismo vivo digno de tal nombre sólo en base a estar en constante cambio (es gracias a su alta inestabilidad que se originará la vida) y su aparición contribuyó aún más a esa hostilidad.

La vida, justamente y a diferencia de la materia inorgánica, al incorporar una específica tosudez por conservarse, dio lugar a la aparición de los primeros sistemas ofensivos/defensivos de la Tierra, sistemas que debieron constituir desde un principio parte indisoluble de los organismos vivos cuando no lisa y llanamente, caracterizarlos.

Cada "hito de la evolución" parece vinculado incluso a la adopción de defensas progresivamente más sofisticadas, en paralelo con su complejidad y en gran medida definiéndola. Complejidad que con la aparición de los homínidos alcanza su grado más alto hasta hoy gracias a la incorporación de una "teoría de la mente" y la capacidad de transmisión cultural, capaces ambas de pergeñar una tecnología que promete revertirlo todo.

De todos modos, ninguna especie puede renunciar ni renegar completamente de los métodos heredados, aparte del hecho obvio de que los organismos más complejos se componen de los primitivos (bien que controlados desde el conjunto mayor.) Así, creo que hay que entender, en primer lugar, que la tendencia grupalista del ser humano se basa en la compulsión genética de las especies que nos precedieron entre las cuales, por lo general, encontramos el agrupamiento de los individuos que se reconocían de uno u otro modo como iguales (es decir, de los que serían capaces de dar de sí mismos nuevos seres iguales a sí mismos y a los anteriores y particularmente con un alto porcentaje de rasgos genéticos comunes.) Por lo general, repito, puesto que hay evidencias de tendencias individualistas que también creo presentes en el ser humano, como las que se aprecian en los orangutanes.

Es también evidente, que las defensas adoptadas por unas especies han sido y son muy diferentes de las adoptadas por otras, algo que a mi entender debió responder (aparte del azar) a las estructuras previas de las que se separan y/o diferencian, al proceso irreversible de incremento de la complejidad que ello implica y a las interacciones en presencia en el entorno de proximidad.

Es indudable, por ejemplo, que un escudo formado por los individuos más débiles de la propia especie, situado entre los peligros y los más capacitados, como hacen muchos cangrejos de mar y otras especies similares al dejar los huevos lejos del agua para que cuando nazcan las crías sus depredadores se entretengan con los rezagados mientras los demás consiguen alcanzar el mar, resulta un buen (eficaz) sistema defensivo; un estilo de escudo, por cierto, que alguna vez hemos visto usar no sólo a animales tan primarios como los cangrejos sino, entre otros, por Sadam Hussein y compañía.

Sí, es indiscutible: las defensas necesarias para la supervivencia y la continuidad de la especie se han desarrollado en diversas direcciones a lo largo de la evolución, bajo infinidad de formas, no todas "cooperantes" ni "altruistas" con respecto a los iguales y no todas de características comparables. Y no todas se han abandonado por completo, como hemos podido apreciar.

Para dar un ejemplo diferente del de los cangrejos, podemos considerar la "sociedad" de hormigas de Prigogine (que él valora por encima de la humana por ser "las sociedades ecológicas más exitosas que conozco", como declara sin tapujos en uno de los debates que tuvieron lugar tras su conferencia "Enfrentándose con lo irracional", y ello en nombre de lo que denomina "comportamiento probabilístico" de las hormigas -véase en "Proceso al azar", Tusquets, Superínfimos 7, Barcelona, 1986, pag. 203-); una "sociedad" que impone el sacrificio individual (lo hace compulsivamente desde su microscópico código genético) de los miembros de los dos subgrupos más numerosos que forman el hormiguero con el objeto de garantizar la salvaguarda de un tercero que es el formado por la reina y sus huevos, huevos que apenas convertidos en prole volverán a ser subordinados a las necesidades de una nueva reina y así per secula seculorum. Todo al servicio de la reproducción sin más (o sin... sentido) en aras de unas supuestas ventajas sociales globales (como las que Prigogine, siento volver a meterme con él, le propone a la humanidad basándose en ejemplos como ése cuando no en en el comportamiento de un gas o en el de los bariones poco menos que milagrosos gracias a los cuales seríamos.)

Ahora bien, en el caso de las tendencias sociales humanas (que tenderían a la "socialización grupal", como Rich Harris las llama al ponerlas de relevancia, en cierto sentido partiendo de John Turner y otros), yo completaría la explicación en base a los otros tres ejes propuestos: la herencia recibida, el incremento de la complejidad y las interacciones en presencia. Yo pienso que debió producirse alguna vez una ruptura en la línea truncada y discontinua de la vida cuando la caza, y la movilidad que está en su base, se torna (¿nuevamente, es decir, después de una bifurcación que separó insectos y vertebrados?) una tendencia poderosa y por fin preeminente. Esto caracteriza a los mamíferos y ya estaba presente por lo que se sabe en ciertos gusanos y ciertas estrellas de mar y fue tal vez el motor que sacó a la vida fuera del agua y la impulsó a esparcirse por la Tierra y a los cuatro vientos. Incluso, sea dicho de paso, lo que también podría estar en la base de la pérdida de pelo por parte de los seres humanos (capacidad de caza en base a una mayor movilidad y capacidad mayor de engaño y de simulación ligadas también a la diferenciación a la que se refiere Rich Harris.)

Tal vez el catalizador o el refuerzo vino de la merma de recursos inmediatos como se sostiene desde diversos enfoques o debido a la invasión de un peligro de cualquier índole: ir a buscar recursos fuera del territorio implicó moverse y cazar o en otros casos huir, lo que también implica tener que moverse, muchas veces defenderse e incluso contraatacar; todo lo que requiere mejorar esa habilidad hasta conquistar la separación de funciones entre las manos y los pies, por ejemplo. Así, sólo aquellos ejemplares que desarrollaron esas habilidades y adquirieron esos desarrollos debieron sobrevivir a esos peligros o a esas malas condiciones ambientales y se reprodujeron. Todo esto, a su vez, debió repercutir sobre otros grupos como una reacción en cadena; sucesivamente. Una capacidad de caza y de movimiento que alcanza (por ahora) su expresión más sofisticada con el homo sapiens sapiens que en base (según apuntan las últimas teorías) gracias a la mencionada separación de funciones entre pies y manos y la consiguiente marcha bípeda alcanzó esa herramienta bélica por antonomasia que es la capacidad cognitiva, capaz de dar base al lenguaje y al reconocimiento de aliados no familiares y tramposos (vease Rich Harris, op. cit., pag. 163) hasta que llegara un tiempo en el que "el grupo se había convertido en un concepto, en una idea." (ídem, pag. 164)

Pero esa herramienta, corporizada en un cerebro físicamente endeble y de gestación larga, fue todo un handicap:
"(...) esos seis millones de años nos han proporcionado un cerebro gigante, una bendición ambigua. Es un prodigioso consumidor de energía (o sea... muy poco ecológico, ¿verdad Sr. Prigogine?), convierte el nacimiento en un riesgo e inmoviliza a nuestros niños durante la mayor parte de un año..." (J.Rich Harris, op.cit., pag. 164 -los paréntesis son míos)

El problema no es enteramente nuevo sino que empieza a estar presente en los mamíferos y en particular en los primates, in crecendo hacia la complejidad. Es con los mamíferos con los que prolifera el sistema social de manadas y mutas de número reducido que sin duda se basan en la previa eficacia de la división en sexos especializados y en la consiguiente e inevitable división del trabajo en el seno del grupo entre protectores/proveedores y cuidadoras/amantadoras. Es con un sistema capaz de permitir que un pequeño número de vástagos indefensos alcanzasen sanos y salvos la edad de reproducción. Un sistema, en fin, compuesto por unas madres y unas criaturas que no tuviesen que abandonar la seguridad de la cueva para contar con alimento, es decir, moverse a través de los peligros y arriesgar la vida en demasía. Esto, en la medida en que se demuestra eficaz, se consolida y se replica, llevando a grados progresivamente superiores la movilidad depredadora.

De modo que fue el mundo con el que se encontraron (el entorno próximo), en el que nacieron para crecer y enfrentarse con él luego (interactuar), quien aprobó la efectividad de esa manera de garantizar una reproducción adaptada a la complejidad del elemento, al menor coste posible aunque fuese "ecológicamente" un tanto alto. Un coste colateral y subordinado a las necesidades y leyes del conjunto mayor que, pueda o no ser explicado con detalle algún día, había logrado asentarse y replicarse.


El "método" de las especies inferiores (compuestas de unidades menos complejas) de poblar el mundo con muchísimas unidades con vistas a que un porcentaje relativamente pequeño sobreviviese o fuese parte de la élite e incluso de la monarquía, había sido superado. La consolidación de géneros diferenciados y especializados, que se ganó su puesto al parecer por su mayor velocidad y garantía en producir variantes (Maynard Smith y Szathmáry, "Ocho hitos de la evolución", Tusquets, Metatemas 67, Barcelona, 2001, pag. 128-147) aunque quizá sólo a instancias de un transposón egoísta (ídem, pag. 136 y 141), es decir, del azar creador, acabó desplazando el sistema de los grandes números y del "sálvese quien pueda" y sentó las bases de un altruismo forzado, es decir, genéticamente definido. Y dejándoles a insectos, cangrejos y demás bichos los otros sistemas, sin duda bastante más repugnantes para nuestra concepción del individuo.


El agrupamiento en pequeñas manadas debió resultar una una buena (de nuevo por efectiva) respuesta a la peligrosidad exterior a la vez que era algo que se podían permitir los animales superiores gracias a su desarrollo físico y cerebral, pero, sobretodo, que ese mismo desarrollo (gestado como nuevo eslabón sucesivo, etc.) les imponía. Tanto como para producir el rechazo y la repugnancia mencionada por conductas diferentes. Pequeñas que al crecer se dividían empujadas por la competencia sexual de la que nacen todas las competencias o su inmensa mayoría. Pero que, en el hombre, dependiente de la simbología o de lo imaginario, pudo operar a la vez con el sentido opuesto: la visión de grupos mayores sólo podía resultar amenazante, peligroso, una advertencia. El grupo pequeño sería más práctico (más operativo para ejercer un liderazgo eficaz o una dirección relativamente unitaria) pero en lo posible había que evitar quedarse en inferioridad... y perder las posibilidades de una descendencia dominada por los propios genes. La solución debió pasar primero por el exterminio, luego por el sometimiento, por fin por formas más sutiles y complejas, inseguras pero más productivas, hasta llegar al capitalismo burocrático y a la globalización de hoy.


Lo cierto es que la tendencia humana a vivir en pequeños grupos se debió a los resultados que se habían consolidado antes de la aparición de homínidos en la Tierra. Agrupados como los chimpancés y la inmensa mayoría de los primates de los cuales en última instancia se puede decir que provenían y en grupos unidos por lazos familiares, o sea, por miembros genéticamente reconocibles, la humanidad, como la simiedad, se convirtieron en atributo exclusivo del grupo; algo que continua perpetuándose hasta hoy y que explica muchos de los comportamientos y fenómenos sociales de los tiempos que corren, incluyendo el ejemplo de los escudos humanos.

Cada grupo humano no podía sino atribuirse la idiosincrasia en exclusiva de la humanidad y, en ese aspecto, creo que será imposible, mientras el ser humano siga siéndolo, que eso desaparezca aunque se tenga conciencia (incluso mala) de ello.


domingo, 17 de junio de 2007

Guerra civil e intervención imperialista en Palestina

¡Fantástico! Como señala un editorial del sábado de LD, hay demasiado silencio en la prensa española, y sobre todo la que se dice y es considerada "de izquierdas", en torno al conflicto que ha acabado con el golpe de Hamas en Gaza. Y, como apunta al 50%, debido a lo poco que cuadran los hechos con las posturas sostenidas por ella hasta ahora.

Pero le falta ir mucho más allá, lo que no sería capaz de hacer.

En primer lugar, caracterizar la lucha Hamas/Fatah de interburocrática con todo lo que ello significa. En segundo lugar, denunciar el intervencionismo imperialista de Irán a través de Hamas, intervencionismo que opera en toda la región e incluso más allá, y que tiene por meta final declarada imponer una solución dictatorial chiita en el mayor número de países posible.

Todavía recuerdo mi indignación cuando Llamazares agitaba en el parlamento una foto de un niño herido en Irak para pedir el cese de la guerra acusando de asesinos a quienes la habían declarado y apoyado. ¿Qué pasa ahora con Llamazares y con el resto de pacifistas acérrimos: no saben, no contestan? ¿Es que en este caso todo viene demasiado complicado? ¿Qué piensan los líderes de la propuesta "Alianza de Civilizaciones"? ¿Por qué Zapatero no viste de inmediato, como ya hizo durante la intervención israelí en Líbano, el pañuelo de Arafat como una manera silenciosa, aunque tan partidista como en aquella ocasión, de condenar radicalmente la insurrección intervencionista de Irán en Palestina que sin lugar a duda derrocó por las armas al gobierno legítimo (en los términos vigentes) de sus aparentes aliados?

Grupismo y complejidad

En "El mito de la educación" (Ediciones DeBolsillo), Judith Rich Harris, pone de manifiesto la tendencia intrínseca del ser humano a identificarse con el grupo en el cual se integra, un grupo que habría preferido mantenerse lo más pequeño posible desde tiempos inmemoriales, lo que no pudo ser a su pesar.

Haber puesto esto de relevancia, recuperándolo de debajo de la losa en que se lo había intentado enterrar, la losa de "La Educación", ha sido decisivo para provocar una ruptura en las concepciones que regían (y aún rigen) sobre las relaciones entre padres e hijos y entre estos últimos y la sociedad, el rol nimio de la capacidad educadora de los primeros sobre los segundos y de las instituciones paternalistas en general, sobre las conductas infantiles y juveniles e incluso sobre las nocivas (violentas, "asociales", autodestructivas...) conductas que en particular son favorecidas en el interior de las instituciones escolares, los horfanatos y los reformatorios, evidentes caldos de cultivo en masa de esos comportamientos negativos y delictivos de niños y adolescentes que cada vez proliferan y preocupan más.

Pero el enfoque de Judith Rich también arroja luz sobre el proceso evolutivo que fundamenta sus diagnósticos (convirtiendo su libro en doblemente imprescindible.)

El eje de su estudio pone el acento en las tendencias a constituir o a fundar grupos (particularmente pequeños en los primeros homínidos) y a integrarse a ellos como parte sustancial de la idiosincrasia humana, constituyendo lo que ella denomina grupismo (y yo acabo llamando grupalismo dándole una especie de intencionalidad que no debiera.) Esas tendencias compulsivas estarían inscritas en el código genético con origen en idiosincrasias precedentes y más simples surgidas a lo largo de la evolución. En cierto modo, se trataría, para decirlo vulgarmente, de una reiteración del famoso "el hombre es un ser social" (Darwin ya lo consideraba vox populis en su tiempo) que muchos han llegado a equipar (como Prigogine, por ejemplo) con el carácter "social" de las hormigas y hasta con la predisposición de moléculas, átomos y partículas elementales a unirse entre sí. Algo que ni en estas particulas tomadas en su conjunto ni en los individuos de una especie funciona uniformemente y en todo momento y lugar con el mismo signo (Darwin señalaba a propósito: "los instintos sociales no se extienden a todos los individuos de la especie", citado por J.R.H., pag. 152) y la propia Judith reconoce en sí misma su predisposición a la individualidad.

Sin duda es observable que los individuos de la mayoría de las especies aparezcan formando unas u otras clases de agrupamientos. Y si observamos los componentes de la química o la física básicas, es cierto que los vemos confluyendo gracias a fuerzas de cohesión o de atracción diversas. Obviamente, hay un hilo conductor que se dibuja en el tiempo, probablemente irreversible, entre el Big Bang o el "cambio de fase" (sea lo que sea pues) y el presente que observamos en La Tierra. Obviamente, alguna relación tiene que haber entre el carácter discontinuo de la materia y su estrecha vinculación con el flujo del tiempo cuyo desarrollo combinado dio lugar a las interacciones sucesivas (particularmente presentes, más numerosas, más complejas e incluso aceleradas en el entorno de los centros gravitatorios) que acabaron dando de sí la vida en la Tierra y tras sucesivos saltos la inteligencia y la tecnología.

No hay razón alguna pues para negar que el ser humano surgido de la marcha descontrolada pero pujante de la vida conserve esas tendencias agregacionistas que dan lugar a alianzas, simbiosis, fusiones, relaciones de dominio, etc., muchas precedidas y luego sustituidas, una y otra vez, por procesos opuestos de división, fisión, ruptura, rebelión, etc. que acaban reproduciendo y hasta reforzando las comportamientos anteriores. Como siguiendo el curso que parece irreversible en el tiempo de crecimiento de la complejidad. Un proceso que parece imparable (o irreversible), al menos en la fase en que nos encontramos y que podemos observar, y que me parece estrechamente asociado a esas dos características que presenta la materia a nuestros ojos, discontinuidad e interacción entre sus quantums, algo que creo que podría permitir, quizá, definir conceptualmente el tiempo.

Pero cada "hito", por usar el término de John Maynard Smith y Eörs Szathmáry, o cada etapa evolutiva muestra una especificidad que no se puede ignorar ni simplificar y que justamente muestra por qué caminos sinuosos se orienta de una determinada manera la vida para hacer frente a su proyecto compulsivo o, en términos de la biología molecular, teleonómico (más detalles, en Jacques Monod, "Azar y necesidad", Tusquets, Metatemas 6, y John Maynard..., "Ocho hitos de la evolución", Tusquets, Metatemas 67.) Hitos o etapas que engloban a las anteriores imponiéndoles restricciones y orientaciones como ya he señalado en otro lugar que a mí me parece, pero que si no se definen con claridad pueden dar lugar a enfoques erróneos (desde mi punto de vista) que atenten contra la lucidez posible y contribuyan con quienes no queremos sin saberlo (volveré sobre este punto por separado.)

Lo que parece evidente, insisto y me ciño por ahora a ello, es que el proceso evolutivo se mueve en el curso del tiempo hacia estructuras cada vez más complejas (y no por ello merecedoras de ninguna valorización especial ni halago alguno propio de perspectivas antropocentristas), complejidad que impone obvias necesidades adaptativas, condicionadas por las formas o estructuras previas e inmediatamente próximas de la cadena de eslabones sucesivos de la vida.

jueves, 14 de junio de 2007

Chinos de Dickens en la China de hoy

El caso de los superexplotados chinos que salió a la palestra muestra a mi entender algunas cosas relevantes que me gustaría destacar.

El primer lugar, y al margen de sus resultados extremos, situemos el suceso en su contexto real, el capitalismo burocrático, que en China sólo ha incrementado el porcentaje de gestión privada con relación al total que antes tenía un predominio de gestión estatal (desconozco los actuales porcentajes.)

China no ha dejado del todo de ser un Capitalismo de Estado, pero no por eso se producen esas situaciones de superexplotación ya que éstas se han producido y se producen más o menos marginalmente bajo todas las formas del capitalismo (lease alguna novela de Charles Dickens) y seguramente han coexistido desde un primer momento en la China de Mao, más allá de la instauración de su Capitalismo de Estado.

Cierto que esto muestra lo primitivo y tercermundista de su capitalismo, pero también resulta interesante observar que ha sido reprimido. Y esto muestra hasta qué punto las autoridades chinas entienden que el sistema empleado por ese particular capitalista rojo sea el adecuado para una producción eficaz. Más allá de los aspectos morales y culturales. Es decir, que la productividad no “nace de la boca de un fusil” colocado a la espalda del obrero.

Esto es relevante y propio de la evolución del capitalismo, que hace tiempo comprendió que una economía sofisticada y la producción de tecnología avanzada no se pueden basar en la superexplotación.

Sin duda China acabará viendo pronto el surgimiento o proliferación de huelgas obreras (no tengo datos pero tal vez ya se han producido algunas) y de sindicatos independientes (y burocráticos, claro), o sea, recorriendo el camino del desarrollo occidental. Lo que no creo es que esto se vaya a realizar en China por la vía de la democratización equivalente o en paralelo con un proceso de esa índole, y esto es lo que debemos denunciar porque no es ni lo marginal ni lo que tiende a ser superado (o tolerado sobre todo si se trata de amiguetes o hijos de funcionarios), sino lo que precisamente creo que irá a más, que refleja la tendencia que yo creo se está imponiendo en todo el mundo.

Precisamente, creo que transitamos una nueva etapa del capitalismo burocrático que se basa en el agrupamiento de todos los gestores sociales bajo el paraguas de una ideología dominante bajo tutela del Estado, Una ideología única a la que todo líder social debe estar previamente adscrito para serlo y seguir siéndolo. Es decir, que para ser capitalista en China hace falta ser un capitalista rojo en primer lugar. Si se observa como en el caso de Indonesia hace falta ser islamista para ser banquero, o si se mira con detalle hacia dónde Chávez pretende conducir a Venezuela (un buen modelo no sólo para otros países de latinoamérica en general sino para la Cuba futura), o las veleidades (frenadas por ahora) del actual gobierno turco, se tiene un panorama que parecería avalar la existencia de esa tendencia ganadora. Me animaría a afirmar que en España hay quienes sueñan, más o menos indirectamente, con estos futuros.

Nota: esta entrada se inspiró en la publicada por Chesk en su blog sobre el mismo tema y en donde dejé esto como comentario. Gracias también por cederme la foto.

sábado, 9 de junio de 2007

Los eslabones sucesivos del mundo y de la vida

Cuando era pequeño, mis padres me regalaron un libro titulado "Los secretos del mundo y de la vida", un libro "gordo" que dedicaba cada una de sus cuatro partes al Cielo, la Materia, la Tierra y la Vida, y que nutrió mi curiosidad y mis ansias iniciales por saber dónde y cómo había yo llegado a materializarme. Por otra parte, hasta no hace mucho, mi primera novela se titulaba "Los eslabones sucesivos" (y con ese título la registré en una versión temprana), novela en la que he metido casi todo lo que me preocupaba y casi todas las respuestas que he acabado dándome desde "Los secretos..." hasta "La nueva conciencia", título que acabó teniendo mi novela.

Hago pues, con esta entrada de título simbiótico, un homenaje a esos dos hitos que enlazan mi vida de extremo a extremo como una cadena particular de descubrimientos y de cambios sucesivos.


Debo señalar, mirándome con perspectiva, que en aquellos primeros años yo ya leía como leo ahora, más de 50 años después. No he cambiado gran cosa en lo tocante a la avidez previa y a la reflexión sobre la marcha. En esos años, me maravillaba cada descubrimiento que me proporcionaba la lectura, y en eso sigo respondiendo de igual modo. Como si no lograra aprender o no estuviera dispuesto a aceptar de una vez por todas que algún día dejaré de funcionar del todo sin haber llegado a la verdad ni a la claridad idílica que antiguamente se llamó Nirvana con más de mil nombres y que no se gana nada sabiendo o comprendiendo apenas algo más, siendo algo más lúcido, y sobre todo, creyéndolo. No se gana nada y todo parece ganarlo la humanidad, lo que en parte es cierto y en parte no significa nada (me atrevo a decirlo en base a las convicciones actuales de la ciencia entendiendo esta como la suma de los conocimientos constatados.)


En fin, hay quienes llevan en los genes un sistema de protección contra la tortura de la mente y desde muy temprano rechazan la extrema complejidad y la profundidad reflexiva (algunos dicen que les produce dolor de cabeza, y ya sabemos que el dolor está ahí en calidad de alarma ante el peligro), y toman el mundo tal y como viene dado. Yo por lo visto no fui nunca así ni pude serlo, lo que no es mejor ni peor según yo pienso, sino que corresponde a un individuo simplemente dotado de un mecanismo diferente de defensa.

En mi marcha hacia ese vacío cada vez algo más lleno, me siento sin embargo satisfecho. El mecanismo es eficaz y me provee de alicientes.

No sé si ya tenía, también, la propensión genética para ver la realidad como una serie de conjuntos, pero, de todos modos, la lectura de "Los secretos del mundo..." me dieron muy tempranamente una primera visión del Universo que podía parecer dividida y divisible en una sucesión de cajas chinas, encajadas unas en otras, encerradas unas dentro de otras, bullendo unas en las otras como si hubiesen sido envueltas progresivamente a lo largo del tiempo, emergiendo de algún modo la mayor de la menor para transformar, la primera a la segunda, en interna acto seguido (en realidad, casi al unísono): la vida en la materia, la materia en el Universo visible. Para sustituir, en el curso del tiempo, el predominio de la última caja por el de una nueva, más compleja al menos en los hechos, más amplia en todo caso en lo formal. Era una idea primaria obligada en parte por la exposición de "Los secretos...", es decir, por la lógica necesaria sin la cual nada se trasmitiría ni nada se comprendería.

En "Los eslabones sucesivos" (o sea, en "Una nueva conciencia") se trasunta esa concepción historicista de la realidad, determinista y materialista, sí, aunque con al menos una variante que reivindico diferencial respecto de los determinismos en mayor o menos medida mecanicistas, a saber: que, para mí, la determinación se establece en la realidad cada vez, en cada momento; que, para mí, cada suceso está condicionado por la situación inmediatamente preexistente, situación que no es fácil prever más allá de las tendencias principales que son, a su vez y por ello, las más visibles (si son más cada vez, aunque en ciertos casos de modo más probabilístico, es porque los instrumentos de observación y de lógica, físicos y formales, se han desarrollado. Esto, claro, gracias al proceso mismo en el que se inscribió siempre la propia observación y reflexión humanas.)

Esa idea ya estaba presente en "Los eslabones..." y ha seguido desarrollándose, consolidándose, conformando mis más firmes convicciones.

En un cuento que escribí acerca de un chinito tenaz que consigue realizar sus sueños más simples (vivir con su amada en un mundo idílico) señalo que el universo se compone únicamente de diez mil cosas siendo visibles unas u otras según el punto de vista del observador. También allí se observan cajas chinas y en particular una que encierra la felicidad de los protagonistas... aunque ésa es fantástica y ésta idílica.

Creo que los conjuntos no son algo meramente formal, como no creo que lo sean los números ni las fractales ni cualquiera de los instrumentos matemáticos ideados por el ser humano. Creo que el cerebro conceptualiza aquello que de uno u otro modo va penetrando en su ámbito de procesamiento en base a la sucesiva interacción con el mundo. En ese sentido, los fenómenos son una serie de sensaciones, como decía Mach (nada más lejos del subjetivismo sino en la línea de vincular la realidad externa al hombre, en la que este es parte, con la producción de conceptos que definen esa vinculación particular.)

Esos conjuntos los entiendo como sucesivos, o sea, dados en el curso del tiempo, producto cada cual de un proceso histórico o evolutivo si se quiere, de una génesis y un desarrollo (que para el caso no importa si fue global o no en un supuesto principio) que dio lugar a fases superpuestas que como auténticos estratos cubrieron los anteriores y se edificaron sobre ellos, no sólo basando su existencia en los mismos sino utilizando y controlándolos luego desde su grado superior de complejidad, grado que a su vez existe gracias a ese control y por mediación de su ejercicio sistemático.

En breve, creo que la vida controla la materia (incluyendo el segundo principio o la ley de la gravedad), la vida inteligente a la biología en general (incluyendo su propia base genética), la historia social a la vida inteligente...

Y, como escritor de ciencia ficción, debo decir... que ya veremos qué pasará después, alguna vez en el futuro.

Doble influencia pues en el espacio de las interacciones: determinación progresiva de las condiciones sucesivas (que son previas o iniciales para cada subproceso) y dominación del conjunto mayor sobre el menor (ello en el sentido dado antes a estos términos, es decir, mayor complejidad, menor complejidad.)

Influencia, interactividad, que sólo se expresa fuertemente en un entorno alrededor del epicentro de cada manifestación concreta y no de un modo global. Sí, veo el Universo no como una única sucesión de cajas una de cada tamaño, sino como una cantidad inconmensurable de diversas cajas cuánticamente distribuidas en puntos del universo separados entre sí a veces por distancias suficientes como para reducir a cero la interactividad y donde se darían cajas dentro de otras en una determinada estratificación, no alcanzable en todas partes por igual.

Así, la influencia e interinfluencia entre conjuntos de diverso grado en un punto dado y de los conjuntos de conjuntos que se hallen separados entre sí por una distancia significativa (asociable en los hechos a una desconexión efectiva), parece circunscribirse a un cierto contexto de proximidad, relativamente reducido según entre qué tipo de conjuntos se establezca, su complejidad, su difusión, su grado de desarrollo, su proximidad al punto en que se formará otro a sus expensas, etc.. Podríamos decir, así, que su interinfluencia tiende a cero en la medida en que se aleja del epicentro o más bien entorno inmediato, difuso pero definible (no estando exentas en potencia intervenciones lejanas capaces de interferir aleatoriamente en grados superiores al azar medio que rige el proceso en su circunscripción: un meteorito o una cometa, una significativa variación de la energía solar, una catástrofe distante cuyos resultados pudieran ser desconocidos o inevitables.)

Esas interacciones (primero entre los elementos del conjunto, luego sobre estos desde el conjunto mayor, luego entre conjuntos de igual escala que se encuentran...) determinarían series de transformaciones aparentemente irreversibles, y afectarían y determinarían en última instancia no sólo los estados "superiores" (en su rol de condiciones iniciales) o espacios o conjuntos "mayores" (desde la química hasta la biología y desde ésta hasta el espacio de la historia humana con sus subespacios social, económico, psicológico, etc.), sino afectando al campo mismo de la percepción humana (la imaginación es para mí un subproducto característico de la estructura de la mente que opera en sus diversos modos, incluyéndola claro, porque está construida para hacerlo de ese modo por la evolución, procesando y creando a la vez la información que la ayuda a conservar toda la estructura en la que se halla inscrita: dándole felicidad, autosatisfacción, autoestima, etc.) Porque es sin duda en base a lo cual el ser humano desarrolla sus teorías científicas, un campo que además se agranda progresiva aunque irregularmente gracias al propio desarrollo de la tecnología, tanto hacia lo "distante" como hacia lo "invisible", hacia lo registrado como hacia lo no registrado aún, incluso hacia lo previsible (la ciencia es en sí un elemento tecnológico, una herramienta de trabajo mental humano.) Por último, es evidente que la tecnología incrementa y será capaz de potenciar en el futuro el propio instrumental biológico, tal vez hasta llevar al ser humano más allá de sus actuales capacidades perceptivas (¿por qué no ver en esto el papel que jugará la genética o la nanomedicina, que no sabemos hasta dónde podrán llevar al hombre?)

Por lo tanto: modificación material ilimitada del propio mundo gracias a la inteligencia y a su consecuencia inmediata, la tecnología: ciudades, carreteras, coches, aviones, ordenadores, manipulación genética, viajes espaciales... Un mundo con el que nos topamos de repente al adquirir conciencia y que es distinto de aquel con el que se encontraron nuestros ancestros; incluso un mundo que cambia durante la propia vida del individuo, mientras vivimos... ¡y cada vez más rápidamente que nosotros mismos!

Y mientras la evolución teórica "natural" de la especie es contenida o limitada u obstaculizada en su avance potencial por la tecnología (en un grado específico superior al de la contensión por el conservadurismo propio del organismo vivo), resulta que también podría ser desarrollada gracias a ella hacia variantes increíblemente significativas, tal vez a dar saltos "artificiales". Y he colocado "artificial" entre comillas porque lo artificial, es decir, lo que el hombre crea por su mano y su mente y que "la naturaleza" no habría "producido por sí misma" empieza a ser una distinción a erradicar: la inteligencia y la capacidad tecnológica del ser humano son tan "naturales" como las aplicables a cualquier actividad animal transformadora, desde el uso por un mono de una pajita para extraer hormigas de un hormiguero hasta la construcción de hormigueros, colmenas o nidos, e incluso las "obras" que realizan las formas más primitivas de la vida para hacer que su hábitat sea hospitalario para sí mismas y favorezca su teleonomía, es decir, su replicación "compulsiva" y su persistencia conservadora. Su deseo intrínseco, vamos, de querer vivir.

Claro, esto nos lleva al carácter conservador de lo ya instituido (inercia o presencia de "atractores", como se quiera) no sólo de los organismos vivos en biología sino al de las sociedades instituidas en la Historia, con su intrínseca inercia cultural y sobretodo psicológiosocial. Tendencia conservadora a la que oponen otras divergentes que se encuentran en el entorno o aparecen en su seno y que, en el caso de la sociedad humana se nutren en el campo de lo imaginario y de lo tecnológico sobre la base de la inestabilidad social y emocional en constante desequilibrio.

Y aquí, no dejaré de señalar la obviedad (que a veces sin embargo se ignora) de que el estado de ánimo individual e incluso el del ánimo social puede ser influido o modificado por la tecnología (¿qué si no es la "felicidad química" que proporcionan las drogas, el psicoanálisis, etc.?) y todo a instancias de la actividad reflexiva y de la imaginación.

El campo de las tendencias en presencia (algunas podrían pasar desapercibidas hasta que algo las hace aflorar) indica que cualquiera de ellas puede imponerse en función de vitalizadores (o catalizadores) o ser frenada o anulada por la acción de retardantes también en presencia, normalmente a través de los agentes que representan las contratendencias de signos no necesariamente opuestos sino simplemente divergentes.

Imagino así ese campo como un mar de vectores (¿o serían tensores?) que se mueven a la deriva sobre una superficie tempestuosa; un poco como veleros dirigidos por timoneles más o menos hábiles y más o menos despiertos.

Y así, queridos lectores, llego por fin al final de esta larguísima entrada en la que he intentado resumir lo principal de mi pensamiento actual de un modo positivo (y sin duda apretado.)

Los "Secretos..." siguen ahí, apenas interpretados de una forma que siento bastante económica, encadenándose a mis eslabones anteriores en espera de que también se encadenen a vuestras cadenas interminables que, tanto o más que Sísifos, arrastramos todos a instancias del tiempo y de las cosas.