
Héctor (entre los diversos e innumerables
ciberpensadores que con tanta inutilidad y vanidad dejamos nuestros diagnósticos o nuestras esperanzas míticas en este ruidoso espacio virtual que tan poco sirve a la revisión de lo que cada uno pensaba por anticipado) se hace eco en
uno de sus últimos posts, fechado 18-9-2008, de la situación económica que, como era inevitable, afecta o afectará no sólo a los bolsillos de muchos y a
la psique del
común sino también a esa facultad de los intelectuales que está en la base del
pensamiento especulativo, una facultad ciertamente irrefrenable. El post contiene suficiente material y un número muy aceptable de apuntes de navegación que se pueden seguir para llegar hasta muchas de las más representativas manifestaciones de la mencionada facultad del intelecto. Y Héctor es un admirable contertulio de este minúsculo y no influyente espacio mío. Sirva pues esto para dejar claro que no pretendo principalmente meterme con mi amigo, lo que sé además que no le preocupa nada.
Entrando ya en materia, el post pivota o halla justificación en las
declaraciones editoriales de un personaje (en la foto coincidiendo públicamente con su jefe en aspectos de táctica y estrategia como haría cualquier responsable de
uno de los campos de batalla... es decir, no como un
periodista imparcial, desde luego) de los tantos que inescrupulosamente trabajan para cubrir, legitimar y extender a las masas adeptas como mínimo el
método que practica ZP para conservar el poder y que le sirvió tan bien para conquistarlo, primero en el PSOE y enseguida en la sociedad; a saber, el jefe de informativos de la Cuatro Don Ignacio Gabilondo, sin duda uno de los tantos "
predicadores estrella", como bien lo califica Héctor, al servicio de la mencionada causa. Ese
método que parece casi inventado y normalizado por el propio líder y que cada vez es más utilizado allí donde cualquiera que se considere "progresista" necesite defender el mondo y lirondo
status quo. Un
método que tiene por objeto principalmente
desconcertar por la vía de aplicar una
verborrea grandilocuente y mentirosa, difamadora o tergiversadora hacia toda oposición y crítica (valga para ello esta reciente muestra, o
esta otra más antigua entre las mil y una pasadas) sin que se apele (¿por ahora?) a la represión directa y explícita donde el propio gobierno o el PSOE apareciera involucrado... aunque sí se permita que se lleve a cabo
espontáneamente o
por terceros, como ya se ha visto
en muchas ocasiones e incluso
se la justifique (¡y cómo desde un principio y todavía!), y, mediante
la correspondiente exageración y caricaturización, presentar el estado de cosas actual, del día me refiero, como
inmejorable o al menos
preferible.
Ahora bien, siendo todo esto una evidencia (quizás algo más difícil de poner al desnudo a través de las declaraciones de Gabilondo) Héctor comete el error de tomar demasiado literalmente las palabras del susodicho mercenario de la información, intentando aclararnos que las habría utilizado mal. Así, corrige a Gabilondo señalándole que
el liberalismo que éste menciona no puede ser el que esté a punto de derrumbarse como el muro de Berlín sino en todo caso
el capitalismo (1).
Héctor corrige, pues, a Gabilondo como si hubiese hablado incorrectamente, no viendo la verdadera intención (estratégica) que se esconde tras las ambiguas maneras incorrectas de hablar y de escribir, cada vez más habituales y frecuentes, de que hacen gala casi todos los periodistas, políticos y hasta muchos científicos de nuestro país, intención que va más allá de la ignorancia y es motivada por el sueldo y las simpatías ideológicas y políticas. A mi juicio, es éste el aspecto más importante de la mayoría de las
incorrecciones que se debería destacar: lo que pretenden al hablar mal o, en otros términos, lo que quieren realmente decir en su
seudolenguaje o
jerga. Y lo que, a mi criterio, deberíamos hacer los que pretendemos criticar al poder y que se deriva directamente de...
leer bien, para decirlo en los lúcidos términos empleados por Leo Strauss en relación a los clásicos, es decir, de lo que
el otro quiso decir en realidad.
Lo que ya debería estar suficientemente claro (y me consta que Héctor coincidirá conmigo) es que todas las declaraciones de personajes como el aludido no se pueden considerar ni honestas ni conceptuales, sino como construidas
ex profeso con un fin ideológico-propagandístico y estratégico-educativo. Es desde esta óptica como deben merecer consideración crítica por parte de personas que como Héctor o como yo mismo se sienten empujados a dilucidar lo que está detrás de aquellas. Lo que debemos evitar (y en todo caso sería muy interesante ver si algo -lastres ideológicos, herencias culturales, intereses,
compromisos apriorísticos, etc.- lo obstaculiza) sería no tomar por riguroso un asunto que sólo pretende ser significativo cuando lo que en realidad se está haciendo es tergiversar el objeto con el fin consciente o inconsciente de... colaborar con el desconcierto.
El problema es por lo tanto
doble; doble por el hecho de presentar dos caras. Por una parte, Héctor estaría cometiendo el error de considerar esas declaraciones como serias, de asignarles un contenido que se presupone conceptual, honesto, sincero, riguroso, aceptando que el periodista Gabilondo es veraz, que con su declaración Gabilondo pretende dar verdaderamente una opinión sincera de su manera de pensar, siendo que por el contrario eso, un cuerpo de pensamiento digno de ese nombre, ni siquiera parcialmente existe. Debería ser obvio con lo que está cayendo, y sin embargo... Debería deducirse sin más de la conciencia que tenemos de que Gabilondo no es más que uno de los tantos mercenarios periodísticos al servicio del poder actual (que son los que se llevan la palma comparativa, aunque se encuentren en otras trincheras en alguna medida o lo hayan estado también en otras épocas). Uno de esos mercenarios de la información especialmente consustanciado con el vaciamiento del lenguaje propio de sus actuales jefes y por ellos promovido, propios de la
estrategia postmoderna a ultranza en la que los mismos están embarcados en nombre del
Poder en sí así como del uso
irresponsable (más bien malintencionado) de las palabras y de los conceptos con el explícito objetivo de
desconcertar (para lo cual basta apelar a la idea popularizada y elemental de la palabra que se utiliza en el discurso). Alguien así, con sus discursos al completo, no puede ser tomado en serio (considerado
riguroso) y ser leído como se leería a un escritor honesto y comprometido con unas determinadas ideas mínimamente coherentes y fundamentadas (racional, empírica, lógica o metodológicamente, es decir, bajo la solidez de un mínimo de reglas de la verosimilitud y de la honestidad) vinculados incluso a unos intereses sociales efectivos y no puramente político-burocráticos (aunque estos sean precisamente los asociados a la burocracia moderna y los que explicarían la ambigüedad propia del conjunto de contradicciones sucesivas y mentiras sistemáticas de validez aparente pero sólo momentánea que conforman esos discursos de la burocracia
institucional, política pero también cultural). ¡No en absoluto! ¡No so pena de gastar pólvora en matar alimañas y, sobre todo, de caer en lo que el otro justamente pretendía: entretener, desviar la atención, confundir, enredar... en breve, caer en hacerle el juego, en
complementar la jugada y la estrategia del opresor real que marcha sin pausa hacia el Poder absoluto (le permitan llegar o no las circunstancias).
¡En absoluto! Porque cuando Gabilondo dice "capitalismo" y dice "fin"... ni habla de
capitalismo ni de
fin ni de nada... que no le sirva de manera
inmediatista al
Poder al que sirve. ¿Y qué le sirve? Pues ni más ni menos que apuntalar el carácter mesiánico de la posición gubernamental o, mejor dicho, de darle ese carácter tomándolo de entre los mil disfraces del
atrezo de la Historia Política. Más en concreto: representar el papel de una
izquierda que ha superado
errores (¿los del
marxismo a pesar de que se siga entonando
La Internacional en los Congresos?) y que sería la única capacitada para salvará a la humanidad, y en particular o por ahora sólo a España bajo la dirección del líder que
ya lo habría dicho todo, cuyo
pensamiento ya habría sido refrendado inclusive por los capitalistas rojos de la CEOE... ¡y hasta por Bush! Una
izquierda que (a) se opone a un
capitalismo de maqueta sui generis que no llega sino a sugerir (un capitalismo
supervisado, parcialmente
subvencionado, parcialmente
de Estado, ciertamente
burocratizado, y cubierto por una
cortina de humo o un velo
muy propio que ocultaría todas sus miserias dolorosas...); que (b) promete -en falso- un paraíso futuro
no-capitalista sinónimo de lo que deberíamos suponer el
sueño esotérico de ZP en donde lo principal es la confianza, la fe, el
buen rollito, la
mentira piadosa, la
separación de los leprosos afectados de crisis además de
los capitalistas enemigos del resto de los
patriotas más o menos bien subvencionados, abrigados bajo el ala del Poder o lisa y llanamente
hipnotizados hasta que escampe... la presente y luego la próxima
situación difícil; y que, por último y por decirlo lo más gráficamente posible, (c) ponga en primerísimo plano el mantenimiento de lo que bajo el nombre desconcertante de
democracia social (ya conquistada por cierto aunque sólo se reduzca a dos o tres "derechos" agitados como si se tratara de revoluciones en sí mismos), sería cada vez menos
democracia formal y más
república bananera.
No es pues que Gabilondo llame "
liberalismo" al capitalismo
por equivocación, sino que
quiere que su público asocie a ese término al capitalismo supuestamente
no intervencionista (porque no existe desde hace tiempo y no es que ahora se derrumbe...) personificado por lo visto hasta hace poco por la economía americana y en particular por la liderada por Bush, o, en la medida en que los hechos se precipitan,
abandonada por él, los americanos y los demás capitalistas del
"mundo libre" del mismo modo que los rusos o los chinos habrían abandonado el comunismo tras "la caída del muro en 1989"; es decir, un capitalismo
sui generis que por supuesto, repito, no es descrito sino mediante eufemismos superficiales y confusos.
Es así como pretende dar un carácter ampuloso, casi revolucionario, a su diagnóstico; presentando un mundo por venir "más allá del túnel" en el que se encontrarían no sólo los trabajadores y los miembros de las clases medias que sobrevivirían al paro y la angustia sino incluso los propios empresarios que habrían descubierto el
nuevo y único capitalismo posible y viable... que no es sino el de hace ya bastante tiempo aunque cada vez se avance un poco más (ver
esto,
esto y
esto entre otras cosas para tener una más amplia idea de lo que quiero decir).
El "fin" pues al que se refiere Gabilondo, no es el del capitalismo en general y precisamente por eso le pone
otro nombre, aunque no a falta de uno
mejor y no porque sea inculto -que sin duda lo es en el sentido clásico del término-, sino porque ese nombre le sirve como pocos para cumplir a fondo con el papel para el que está contratado: desconcertar, confundir, inculcar lo necesario y suficiente como para que las masas que lo escuchan tengan un digesto para la
discusión callejera y del hogar donde hoy por hoy se libra la lucha política (frente al televisor, por ejemplo) y... tejan nuevas y muy fiables esperanzas en el futuro, aceptando
un capitalismo renombrado o innombrado donde todos, obreros y patronos, tengan un lugar a la sombra del poder. Un
capitalismo que podría equipararse al modelo
de la China del Partido Único y los capitalistas rojos en él admitidos, el de la Indonesia Islámica en la que un baquero no puede ejercer su puesto si no es un seguidor explícito y practicante de las enseñanzas del Corán, o el del
socialismo venezolano supervisado por Chávez, etc. En breve, no sólo una
sociedad burocrática vertical con apariencias de
legalidad democrática (cada vez más aparente) sino la que como nadie en España representa y ha alcanzado a representar ZP
(2)Esto, creo, es lo que creo que deberíamos poner al descubierto. En todo caso, porque se ve a simple vista... salvo que otras gafas ideológicas lo dificulten.
En cuanto a la realidad pura y dura... bueno, que sigan erigiendo utopías salvadoras quienes no pueden sino responder a su idiosincrasia social más simple. Y confundiéndose hasta el límite de la frustración o el pragmatismo claudicante. Porque... ¿quiénes
deberían leer esos libros (cita que tomo a cuento al estar presente en el
post que comento junto a otras que también lo han motivado y que asimismo merecen una visita crítica) para poner en práctica unos dogmas supuestamente salvadores que se esgrimen en contra de otros de equivalente
naturaleza? Sin duda...
unos políticos totalitarios (es decir,
los mentados burócratas de mis pesadillas) que, como Rousseau, estén dispuestos a imponerle al pueblo...
la libertad en el caso en que persistieran en rechazarla. Porque... ¿qué significa sino
claudicar intelectualmente sino rebajar la crítica en nombre del realismo y manifestar una y otra vez la impotencia ante la complejidad creciente que no será nunca controlable o redirigible hacia nada
intelectualmente óptimo... es decir...
utópico?
Lo que está claro es que el capitalismo (hoy inevitablemente burocrático en grados diversos pero progresivos y apenas un poco menos, formalmente en todo caso menos,
absolutista como en épocas pasadas) camina hacia
el colapso (esté o no precisamente más allá de esta crisis o de cualquiera de las siguientes, se manifieste global o regionalmente, sea o no violento o apocalíptico, surja tormentoso o se presente larvado). Es una perspectiva de su dinámica interna en la cual desde
un principio surgió la
necesidad burocrática (puede verse Weber y puede verse Lefort como referencias y algún que otro
hecho de la realidad que lo pone en evidencia), lo que mucho más ciertamente que la
tendencia a la
superproducción (en un sentido más complejo pero evidente tras y a instancias de un
consumo que podría llamarse y se suele llamar irracional compensable al mismo tiempo
a futuros mediante la creciente
expansión del crédito que ha llegado tan lejos... y tan
críticamente) parece buena y suficiente manifestación de esa
tendencia al
colapso. Una
tendencia propia, al menos según señala una teoría que parece consolidarse progresivamente, de la
complejización creciente, inevitablemente creciente, que todo
sistema experimentaría, que experimentaría el Universo entero por lo que podemos ver dentro de nuestro ámbito de observación. Una tendencia que se agrava por momentos con la propia llamada a más burocratización, es decir, a...
más interventores en lucha por intervenir... y sólo para ganar posiciones de poder.
Y lo cierto es también que todos los intelectules estaban convencidos de que marchábamos por un sendero pacífico y muy poco accidentado... hasta que entramos abruptamente en el camino de baches y gravilla cada vez más estrecho... (Es probable que esta crisis reconduzca al
neomarxismo a algunos desertores que se habían pasado al
liberalismo de izquierdas). Y de repente afloran las razones que, más allá de la indudable persistencia y la capacidad regeneradora del capitalismo que lo asemeja tanto a un
ave fénix (aunque se trate más de enfermedad que no de muerte), quede claro que ello no lo salva de contener algo más que deficiencias subsanables sino más bien deformaciones crónicas inextirpables. ¡Y no digamos superables con recetas intelectuales, ya sean positivistas y racionalistas como irracionalistas y empiristas; en fin: socialdemócratas, liberales, anarquistas o marxistas...!
Es obvio, por si no se nota todo lo necesario, que no ofrezco la más mínima
salida ni la menor sugerencia. Pienso, por si no quedara claro (estoy un poco harto de que se me malinterprete y bastante más que que se me ignore), que
la salida será hallada más o menos artificialmente y más o menos históricamente, bastante simbólica y míticamente, como ha sido siempre, por la propia sociedad humana
en su conjunto, sea a través de unas u otras
hegemonías triunfantes más o menos bélicas y más o menos diplomáticas; si es que... no pasen cosas propias de la ciencia ficción que me reservo para mis
experimentos literarios. Como mucho, sólo ofrezco un análisis tentativo de las fuerzas en presencia tales como modestamente las aprecio en escena. Creo que se trata en todo caso de un cuadro muy complejo como para andar con sugerencias salvadoras... por cierto
peligrosamente utópicas. Un cuadro que, de todos modos, ¡vaya ruido especulativo típicamente intelectual de todos los colores que produce! Y esto mientras el pueblo (incluidos los propios
intelectuales en su papel de simples ciudadanos marginados del poder)
espera de los nuevos dioses (y de sus sacerdotes intermediarios) que el rayo no caiga sobre sus cabezas concretas sino sobre las de algún otro. Creyente del primer mito que emerja victorioso y les permita considerarse libres de la venganza del cielo y por el contrario volverse especialmente bienaventurados.
Como acaba su
post Héctor:
"...en nuestro deambular por la historia rara vez se encontró el inalcanzable paraíso mientras que el infierno, por contra, aguardó detrás de cada esquina."
...pero, que la tendencia sea, más que "posiblemente" incluso, la de cometer la mencionada
falacia Nirvana, no significa que no podamos y no debamos estar de otro modo, del modo mencionado, entre "... quienes critican el modelo económico que nos ha llevado a esta crisis" ni que dejemos de criticar igualmente a quienes a fin de cuentas le hacen el juego al pragmatismo claudicante o las utopías potencialmente totalitarias.
(1) Una addenda obligada: no sabía (y Héctor por lo visto tampoco) que la metáfora de los "muros" no era de Gabilondo (¡le dimos ambos demasiada capacidad poética al mandado!) sino de todo un premio Nobel de economía y asesor de Obama (¡buen ejemplo de lo que significa ciencia, especialistas y burocracia cultural, claro!), el Dr. Joseph Stiglitz evidentemente uno de los muchos combatientes por el poder detrás del trono que emergen en el actual panorama favorable para ello de la crisis.
(2) De paso: ¿no explicaría también esto ¿Por qué no vivimos en una dictadura militar? en tanto, al menos por ahora, no se muestra como la vía regia para que ese grupo especial de la burocracia conquiste un lugarcito en el Poder teniendo como ahora tiene tantas opciones no en contra sino junto a los políticos -como las que representaba inicialmente la OTAN pero que ya ofrecen cada vez más instituciones supranacionales-? Y no se ve esto mismo entre los miembros de las congregaciones religiosas, como los obispos y hasta los imanes según la zona del planeta? Hoy los miltares participan en el Poder de otra manera, y no sólo en América Latina -Bolivia, Venezuela, Cuba... pero también Colombia, Argentina, Chile...- sino en países como Pakistán y los nuevos Irán y Afganistán además de India, Rusia, China... y hasta casi toda Africa... Incluso, ya puestos... ¿no explica esto las buenas migas de ZP con el Rey que juntos se ven más populistas que nunca, así como la reconciliación con Chávez que en el fondo no superó nada de fondo que no estuviera superado antes?