sábado, 31 de marzo de 2007

Por Inglaterra, por la reina y por el botín

En el mundo actual la burocratización ha impregnado todos los rincones y todas las actividades de la sociedad hasta alcanzar el grado de verdadero hito histórico-social, comparable al feudalismo o al capitalismo clásico.

Desde mi punto de vista, ya no se trata de una mera fase del capitalismo en el que obviamente se fue gestando desde sus primeros tiempos hasta conseguir su actual status, sino de una sociedad regida por diferentes parámetros aunque
humana, como también es obvio, y con esos elementos heredados y aun eficaces que permiten sostener que no se trataría de algo nuevo y diferente (al respecto se olvida que en la antigüedad y en el feudalismo ya habían moneda, propiedad y trabajo asalariado y no por ello Marx dejó de hacer del capitalismo una etapa diferenciada.)

En ese sentido, me permito señalar un aspecto decisivo que para mí da la pauta: toda la sociedad ha acabado por convertirse en una sociedad de burócratas o de aspirantes a serlo (gestores en exclusiva del poder, receptores de tributos más o menos abitrarios), en la misma medida que el capitalismo era una sociedad de propietarios y de aspirantes a la propiedad del capital y los medios de producción (de riqueza y de poder). La psicología social da hoy en día más valor al prestigio social ligado al cargo y a la considerada eficacia que lo justificaría, que al honor y a la riqueza.

Ya no se persigue centralmente el poder del dinero (que llega automática y casi solamente por la vía de las posiciones
profesionales –sindicales, corporativas y políticas incluidos– antes que por la vía de la "explotación
del hombre por el hombre"), sino los privilegios propios de una buena posición en las organizaciones jerarquizadas, privilegios que permiten, sin necesidad de poseerlos, el usufructo de unos bienes que cada vez se almacenan o se legan menos sino que se despilfarran y se dilapidan sin llegar a ser de nadie pero siendo de todos. (Es más: cada vez más, una parte sustancial del botín que así se obtiene consiste en cargos altísimamente remunerados donde apenas se figura, es decir, se luce cada día un nuevo traje, corbata o pañuelo... ¡No porque "se aporten" las relaciones coleccionadas –que las tienen todos– sino para desarrollar las "relaciones públicas" en las diversas "cortes" del presente: reataurantes, fiestas, parlamentos, etc....!)

Hoy en día y cada vez más, imperan las ideologías sobre los bienes y las capacidades dando lugar incluso a una nueva fase en el proceso de burocratización. Apunto aquí un detalle concreto pero muy significativo por su evidencia: ¿sabíais que para ser banquero en Indonesia se requiere profesar la fe islámica? Por ahora lo dejaré ahí apuntado para que quien lo quiera explicar de otro modo pueda hacerlo.

Por otra parte, se diga lo que se diga, en este mundo, el botín ya no se conquista principalmente mediante la guerra ni pasando al abordaje, sino mediante un juego de ajedrez político-formal que a veces, al terminar momentáneamente en tablas, bloquea el proceso de redistribución y que otras veces da, al bando que ha conseguido dar el jaque mate, la dirección del mismo. Me direis que las guerras no han cesado, que ahí está, sin ir más lejos, la de Irak (y la de Afganistán, como me recordarán muchos si sólo mencionara ésta), he ahí la que se desarrolló en el territorio de la desaparecida Yugoeslavia o la que se tensa potencialmente entre Grecia y Turquía quizá sólo en los límites de Creta, o la que tiene lugar en Somalia así como las tantas ocurridas, ocurrentes y por ocurrir en Africa, y hasta los conflictos larvados que en cualquier momento podrían estallar entre países del tercer mundo, inclusive de América Latina… Y las luchas secesionistas que no podemos saber en qué nuevo rincón explotarán. Y las anexiones ideológicamente promovidas que podrían dar lugar a guerras santas, tal y como se promete, tal y como se defienden...

En efecto, hay guerras indiscutibles y tangibles hoy en día, y en el fondo hay un botín, aunque, si se observa más de cerca, se ve que
hasta en los países más pobres o atrasados se recluta a los incondicionales integrándolos en redes de corrupción burocrática y promesas de redistribución (a fin de cuentas, los suicidas potenciales son los únicos que se integran a la lucha para alcanzar el Paraiso y sus pelotónes, por suerte, dan como mucho para formar una compañía y no un ejército.) Las masas, más allá de la necesaria bandera ideológica que se alce para que sepan dónde hay que reunirse (con un color, como se usa para los grupos turísticos o para los escolares japoneses), tienen hoy que estar penetradas hasta el fondo por la red burocrática (que debe llegar hasta los maestros, los sacerdotes de barrio, los comisarios políticos, los porteros...) y tener la esperanza de mejorar gracias a sus buenas relaciones con esa red.

Las guerras de hoy en día, además y observadas d
e cerca y sin prejuicios, se diferencian en esencia de las ocurridas en el pasado lejano, pero incluso de las encabezadas por las potencias colonialistas del capitalismo industrial: Alemania, Francia, EEUU... hasta la segunda guerra mundial, donde ya se vislumbran novedades significativas que darían paso no a una colonia americana en Japón ni en Alemania sino a nuevos competidores independientes, es decir, a un proceso de liberación en lo fundamental. Y no por razones de empate ni mucho menos, sino porque las sociedades modernas son incompatibles económica y socialmente con el colonialismo. Liberación de una dictadura (Hitler, Sadam) para la instauración o restauración de un sistema burocrático moderno de alternancia en el poder que sin duda beneficia a los que tienen más posibilidad de ser votados (poder económico de los partidos, penetración en una masa que cada vez más tiene hueco en las actividades terciarias que genera "la paz y el desarrollo", incluído el que, por ejemplo -ejemplo entre muchos que debería ser estudiado-, ofrece Israel a los palestinos y a sus dirigentes, por así decirlo, más independientes.)

En parte, muchos de esos conflictos e invasiones armadas tienen similitudes con las viejas
guerras imperialistas que iniciaron en su tiempo las naciones avanzadas, pero esos conflictos periféricos de hoy en día tienden a ser llevados por las grandes potencias al terreno de su propio tablero de ajedrez, a veces con cierta ayuda policial (las tropas americanas y las de sus aliados en Irak, por ejemplo, no pretenden apropiarse de ese territorio sino restablecer las condiciones en que se pueda disputar su botín en los marcos de y mediante la democracia; lo mismo que a gran escala sucedió en la 2da. Guerra Mundial.) Pues aquí, más evidentemente aún, se trata de procesos de liberación y de operaciones policiales de limpieza y orden. Cosas que estarán cada vez más a la orden del día. Y que tal vez por esto lleven a las burocracias menores, que no tienen muchas posibilidades de sacar partido mediante esos juegos, a su cuestionamiento y obstaculización (esto permite arrojar la luz de un foco acusador sobre quienes claman por la retirada de las tropas americanas y de sus aliados de Irak, y esto merece ser analizado a fondo.)

Esas intervenciones restauradoras no dejan espacio para la conquista por las pequeñas o más débiles burocracias o en su defecto para la reconquista del poder local, ya sea mediante el golpe y el efecto, la manipulación ideológica progresiva o la alianza explícita o implícita, básicamente coyuntural, con la mayoría de las pequeñas burocracias opositoras del primer mundo (¿alianza de civilizaciones, quizá?) E incluso con la anuencia de una parte de algunas de las momentáneamente dominantes del segundo o tercero mundo (muchas dictaduras en mayor o menos grado o en tendencia y varias implicadas en sus propios negociados de más o menos envergadura y típicamente burocráticos, como también habría que poner en evidencia caso por caso.)

El objetivo, mantener o establecer un territorio libre de democracia (no me hagan repetir que me refiero a la democracia formal contemporánea que cada vez es más violentada por la burocracia de todas las organizaciones injertadas en sus instituciones) en el que podrían controlar ampliamente la redistribución a su manera. Una manera dictatorial y, más específicamente, burocrática.


Invito a todos los que no hayan caido del todo en las redes de la psicología social dominante a que intenten ver las cosas, todas las cosas, a través de este cristal. Tal vez puedan comprender más económicamente (con menos excepciones a la regla) lo que pasa aquí y allá así como hacia dónde marcha nuestro complejo presente.

Una propuesta que hoy propondría Copérnico con el mismo criterio con el que en su día sugirió que se reconsiderara el movimiento del Sol.

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