viernes, 16 de marzo de 2007

"Yo apoyo a Zapatero" 2 (segunda parte)

Siempre se quedan muchas cosas en el tintero, y acerca del tema de La Paz hay varias que no puedo dejar de exponer ante mi invisible auditorio (que en su mayoría entra curioso y sale en estampida, al menos por ahora.) Vamos allá:

La Paz lleva muchas décadas siendo una de las banderas más dignas que puedan agitarse (ante las masas, se entiende, porque en esto de agitar banderas no cabe el onanismo propio de otras agitaciones.) Cada vez más gente
vive alrededor de este concepto y de él, y lo bueno es que puede dar trabajo a todos hasta el infinito…

Al menos eso es lo que sienten y por lo que los que lo realizan o aspiran a ello se sienten tan cómodos y honrados; sobre todo, especializándose y profesionalizándose en esta materia (¿quién haría tantos esfuerzos si no hubiese carrera o los fuesen a despedir a corto plazo?)

La otra ocupación promisoria es la de la preservación del medio ambiente, pero eso es tema de otros comentarios. En cualquier caso, se parecen en mucho ya que, además, ambas son ejes excelentes de grandes utopías emparentadas con la Justicia y la Igualdad, esas proyecciones inevitables propias de la mente humana, puras en su pureza de las más elementales ansias y frustraciones infantiles. Sí, valga el siguiente paréntesis: es el niño, el que lo quiere todo, quien más sufre la injusticia de los padres y eventualmente sus hermanos, su mundo, por no permitírselo (mediante la violencia y en todo caso mediante la imposición, o sea, la autoridad.) Es inevitable que interiorice esos sentimientos. La genética soporta la constancia de ese esquema, su reproducción generación tras generación.

En parte, aunque sea pueril o primario, es eso lo que garantiza que el mundo sea cada vez mejor, más maduro, más sabio. Y que se llegue a pactos interburocráticos cada vez más inteligentes, al menos en la medida de la Historia y no de los pequeños retrocesos; pactos inteligentes como, por ejemplo, el de la histórica Transición. Así que a no despreciar estas habilidades y conductas porque todo venga de esas menudencias infantiles ni de lejanos parientes menos complicados o complejos.


Bueno, pero se trataba de hablar ahora de cosas más prosaicas, situadas en el estrato de la historia, de la sociedad, del mundo inmediato, y no de psicología evolutiva, genética ni química… Volvamos pues a La Paz tal y como se la trata e instrumentaliza entre los adultos del sistema y en el Sistema. Aquí y ahora. Bajemos a lo concreto incluso. Hagamos como Google Earth nos permite: alejarnos, alejarnos, cambiar de foco, acercarnos, observar, señalar…


Y enfoquemos de nuevo, os sorprenda o no os sorprenda (no olvidemos que esto es sobre todo literatura, ciencia ficción, un juego), es decir, volvamos a mi amigo del título: en realidad, una mera referencia para ejemplificar una teoría. Volvamos, enfoquemos...


A él y a su grupo de estrategas, La Paz, el movimiento pacifista que en concreto había venido creciendo en torno a la oposición variopinta a la Guerra de Irak, se descubrió como más que ideal como palanca hacia la toma del poder. No desarrollaré los pormenores (salvo que alguien me provoque), pero parece bastante obvio que Z se convirtió en ZP gracias a su declarado y agitado pacifismo (una nueva puesta en escena que tuvo un acto magistral cuando no se levantó al paso de la bandera americana –podía no haber ido al desfile, pero… cómo privarse de un escenario como aquel; podía no ir a ningún desfile militar y… bueno, si sigo acabaré adelantándome a mi propia denuncia diciendo que podía haber ido más allá de traer de regreso a las tropas y haber disuelto las fuerzas armadas españolas aunque fuese para dejar una defensa a la manera suiza, yo qué sé; y convertir los desfiles militares en paradas de ejércitos de salvación y de ONGs.)


Pero Zapatero sólo estaba haciendo una pantomima, y por eso, por ejemplo, siguen las tropas en Afganistán. La Paz de Zapatero se reducía al ámbito de la Guerra de Irak convertida no sólo en la más mala de las existentes y futuras (al menos las que se produzcan bajo su gobierno) sino en la única verdaderamente guerrera, la guerra no bendecida por el organismo pacifista por excelencia, la ONU (al menos era así cuando él ordenó la retirada, aunque después España votara en la ONU de manera opuesta. Aunque aquí lo que importa resaltar es lo que el propio movimiento dice a gritos y no lo que amortigua o disimula.)


Realmente las falacias son innumerables y no me resisto a exponerlas en contra de los que apoyándose en el desconocimiento o en desconocerlas pretendan rebatirme con paparruchadas.


Al menos unos apuntes deslabazados:


1) la presencia militar es siempre ofensiva, lo es la misma en Afganistán, donde se combate desde un principio y todavía a una retrógrada secta de narcotraficantes y fanáticos islamistas.


2) La ONU decidió intervenir cuando esos fanáticos comenzaron a dinamitar para siempre las estatuas de Buda.


3) La ONU es un organismo de conciliación, una manera de poner frente al tablero a los viejos contendientes de la guerra fría… para que no se calentase demasiado. Un club inglés, como los parlamentos modernos.


4) La ONU no es un organismo democrático que los pueblos del mundo elijan, sino un lugar donde cada uno de los países decisivos ocupa un puesto de igual significación y peso que los demás y donde además la mayoría de los demás países están excluidos. En este aspecto, es más democrático el parlamento americano que la ONU. Lo único que dirime las cuestiones (se considera esto significativo por pura conveniencia general y por obra y gracia de las ideologías concurrentes) es el balance de fuerzas. Pero en este aspecto, qué significa un veto o un voto en contra por parte de Rusia o de China cuyos países permanecen al margen de las prácticas democráticas, cuyos líderes no están sometidos al juicio popular de las urnas sino al de sus pares (traiciones y puñales mediante) es decir, a los avatares de la lucha interna dentro de sus partidos únicos gobernantes? ¿Y qué los que pactan entre bambalinas sin dar de ello noticia ni a sus parlamentarios ni a la oposición ni menos a sus pueblos de manera pública los representantes burocráticos de los países democráticos que allí se sientan? ¡Menuda democracia, pues! ¡Vaya valor positivo el de sus resoluciones! ¿O es que la guerra entre hutus y tutsis no exigía algo más que inoperancia, específicamente una intervención policial inmediata? ¿O es que las masacres de Sudán eran algo que se podía ignorar, cosas ciertamente molestas que se arreglarán solas? ¿O es que la negativa a aprobar la invasión aliada en Irak obedecía a causas humanitarias, pacifistas, respetuosas de la soberanía nacional de algún pueblo, realmente de un pueblo? ¡Pero, bueno… ¿hasta dónde vamos a llegar a mentir y mentirnos hermanos míos, hermanos que parecen preferir a los simios y a los cobayos, a los perritos abandonados, a los linces en extinción… por encima no sólo de hombres y mujeres de otros pueblos que sufren las peores desgracias, que ya lo creo que se pondrían (como se han puesto) a aplaudir a la entrada de invasores que vinieran a liberarlos de tanta miseria, de tanta angustia y de tanta inseguridad vital dado que al menos les darían un respiro (¿recuerda o se enteró alguien de aquella entrada triunfal del ejército vietnamita en Camboya?), preferirlos incluso por encima de madres y hermanos en tanto estos abracen una simple variante de ideología política, la liberal en lugar de la estatalista, la conservadora en lugar de la reformista o, si preferís, de la revolucionaria, porque todos estos y los que aquí falten son sólo meros eufemismos, la democrática en lugar de la fascista, la creyente en lugar de la hereje o la atea?!


Y basta por ahora, que no se trata de hacer aquí un estudio exhaustivo del fenómeno.


Ahora bien, no se trata de un simple político mentiroso sino de una muestra del montón (aunque específica y con más contenido nefasto que algunas otras.) Porque, ¿acaso hay un solo burócrata, político que no mienta, que no tenga que mentir? ¿Acaso hay alguno desde Bush hasta Sadam que no haya dicho que pretende el bienestar de su pueblo? ¿No lo hizo Lenin, y Mao y Hitler, y Stalin, y Mussolini…? ¿No lo hizo Franco, Suárez, González, Aznar y Zapatero? ¿Y qué de Azaña, de Primo de Rivera, de Masià, de...? ¿Qué conductor de masas práctico -que no estuviera loco- se presentaría ante su pueblo reconociendo que lo piensa explotar y oprimir, engañar y utilizar? ¿Qué lider reformista o revolucionario? En general, incluso ellos creen en sí mismos (mentirijilla más, mentirijilla menos) y se lo tienen que creer, es decir, ellos mismos creen y deben creer que su política es la más humana, que cada guerra que hacen o en la que se empeñan es para el bienestar y la paz (al menos de su pueblo), que es un medio, un atajo, una táctica de una estrategia auténticamente humana, propia de un ser superior (un semidios como cualquiera de los césares o los reyes de la antigüedad), en todo caso de un iluminado (como los profetas), propia de esos miembros de la élite que no han podido evitar el llamado de La Historia, esos que comprendo a la vez que temo, que comprendo a la vez que rechazo, los que para estar con todos se ponen a la cabeza de todos (como venía a decir Sartre... de los profetas y césares contemporáneos)


Ahora bien, cuando se señala el carácter ingenuo del pacifismo se alzan loas al valor de ser utópico como de algo contrapuesto a lo reaccionario. Es cierto que el arquero que apuntaba a la Luna se convirtió en el que llegaba más lejos, pero esa no es la cuestión principal. El problema del utopismo, del idealismo, de la ingenuidad, es que sirve a otros fines, sirve a los fines de otros burócratas políticos, a encumbrarlos, a ayudarlos a conquistar y a mantener el poder para objetivos que nada tienen que ver con esos ideales bucólicos. Sirven para ocultar esos fines, para teñir de otro color las banderas reales. Pero tampoco esto es lo principal aquí.


El pacifismo de estos tiempos, el del “No a la Guerra”, para lo que servía era para lavarse las manos, dejar que otros se dedicaran a la masacre… El No a la Guerra de Irak, pero también la no ingerencia previa, de muchos años, desde que subió al poder, significaba dejar que Sadam masacrara sin freno alguno a su pueblo, a kurdos y a chiies y que los siguiera explotando a todos. El pacifismo agrupado en ese movimiento decía: eso no es cosa nuestra. Algo que se puede decir, pero en voz alta, y no detrás de una bandera aparentemente blanca y pura.


Y aquí un apunte para criticones malintencionados: ¡claro que la invasión de Bush y compañía no era pura e inmaculada, que no se hacía por compasión, pero era fundamentalmente defensiva (y en parte también liberadora, al menos para una mayoría de irakies) y, sobre todo, era una medida simplemente policial (¿habrá por cierto quienes crean que la policía está para solucionar algo en esta sociedad o para cambiarla? Yo no, pero a veces no me queda otro remedio que llamar a la policía.) Y cerrado el apunte, continúo...


Lejos están (aunque seguirán entreteniendo y hasta educando en el cine) la vieja psicología imperante de los que preferían morir en el campo de batalla, las loas al honor militar, incluso las propuestas leninistas de cambiar de hombro el fusil o de hacer la guerra contra la guerra en una época en que las masas proletarias sentían realmente en carne propia el horror de la guerra, el hambre de la guerra, el frío helado de la guerra, el barro inmundo de las trincheras y el horror de los gases letales que hoy pocos se animan a arrojar en lugar de las piedras. Muy en carne propia. Como no las sintió ningún proletario irakí por causa de la invasión aliada en Irak (lo que sienten ahora es la acción del terrorismo cuya causa teórica se tiene todo el derecho de atribuir a esa invasión, otra cosa es que sean la misma cosa y otra también que la causa pueda reducirse al detonante o al catalizador. Y otra cosa es lo que soportaban antes…)


Hoy en día, la cobardía es en el fondo más valorada que el arrojo, más humana, más civilizada… Bueno, tal vez… Si fuera auténtica, si fuera honesta, si no dejara a tantos a expensas de asesinos y torturadores, en Irak, en Corea del Norte, en Sudán... y en el País Vasco...


Hoy en día, parece preferible trabajar para levantar un muro de paz como muro de contención, un muro de paz como muro que nos oculte el horror… Pero qué digo, eso es sólo para que comulguen los ingenuos, para más allá del muro los especialistas libren todas las guerras o al menos vivan de ellas y les saquen partido (Otra pregunta capciosa al vuelo: ¿qué hace un pacifista como Zapatero vendiendo armas a Hugo Chávez, favoreciendo que se sigan fabricando en su país y vendiéndose a diestra y siniestra?)


Por lo tanto, convengamos de una buena vez en que La Paz fue principalmemente el ingrediente fundamental de la recuperación del poder por el PSOE (la masacre del 11-M fue integrada como el anillo a un dedo a esa estrategia, no hace falta abundar en ello aquí.) Y poco a poco se fue avanzando en la conversión de los combatientes contra el terrorismo hasta convertirlos en pacificadores por mediación del diálogo (de algunos ya dijo Zapatero que eran gente de paz, que tal vez sea cierto, sólo que a su modo, al de quienes creen, por ejemplo, que su guerra es por la paz.) Alianza de Civilizaciones interna, resquebrajamiento de la civilización occidental y ruptura de la unidad de la burocracia política española (débilmente por cierto puesta de acuerdo tras la peregrinación por el desierto que supuso el franquismo y durante el interregno de Suárez y Calvo Sotelo) en dos bandos enfrentados. Los iconos se suceden: Bush, el imperialista, en una foto con Aznar; Irak, guerra no legitimada (por una mayoría implicada en negocios más o menos turbios con Sadam); USA vs Europa (la de Chirac, no la de Merkel, pero eso vino después); un islamismo bueno, el turco, y uno muy malo, el fundamentalista sin país pero que los quiere todos; Palestina y luego el Líbano vs Israel; etc.


Ahora bien y por último, no se confundan conmigo aquellos que lo pretendan: no propongo una utopía alternativa, sólo trato de describir (según yo mismo veo) lo que pasa en el mundo que existe para que cada vez sean menos los que apoyen sin más a Zapatero. Y a Aznar, a Bush, a Clinton, a Merkel, a Chirac, a Blair, a Rajoy… es decir, para que cada vez sean menos los que se lo crean todo o casi todo. Para que duden y sobre todo para que tomen distancia.


Nada más ni nada menos.