La imagen de un mundo subterráneo con un mar interior perdura en mi memoria desde que era un niño. Obviamente se lo debo a "Viaje al centro de la Tierra", una aventura que nunca podré olvidar. ¿Qué hay bajo nuestros pies?, fue la pregunta que en realidad me hizo avanzar hasta el final en su lectura; es decir, una de las tantos interrogantes que nos vamos haciendo desde pequeños mientras vamos aceptando como realidad lo que vemos y suponemos que nos rodea a pesar de que no poderla abarcar, ver o tocar: el centro de la Tierra, las estrellas, el futuro, la vida eterna.
Una nueva conciencia rinde tributo a las inquietudes que todos esos misterios despertaron en mí y que desde pequeño me empujaron hacia su revelación por medio de la ciencia y de la imaginación. Una nueva conciencia realiza a la vez esa aventura a la vez que registra la intención con la que la ha iniciado. Envolviendo una cosa con otra.
Por eso el mundo donde transcurre la acción es un mundo subterráneo con un Mar interno, y también por eso se presenta como víctima de una invasión exterior. Un mundo dentro de otro que por lejos que pudiera encontrarse y por diferente que pueda parecer, es el nuestro, con sus problemas y con sus ansiedades, con sus males y con sus aspiraciones.
El otro día, supe precisamente que en eso de un mundo y un mar subterráneos Julio Verne también se anticipó. Así es, lo acaba de demostrar la ciencia: nuestra Tierra real cuenta con un Mar interior. No es para nada importante, ni necesario, pero me resultó curioso que mi mundo imaginado, ese clon nacido de la literatura que leyera de niño tuviese también ese viso inesperado de realidad.
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