viernes, 9 de marzo de 2007

De la ineludible condición humana

Hoy he topado con otro "pesaoo" como yo. Obviamente me refiero a un pensador respetable (y que alguien se atreva a decir que yo no soy ambas cosas o que me faltan derechos para ello.) Los pensadores de hoy en día no están considerados por su capacidad para pensar sino por su posicionamiento ideológico (o sea, por lo que no requiere pensar dmasiado.) Son pocos en proporción los que escapan de ser un simple objeto de culto o del simple rechazo y la marginación (insisto, hablo de pensadores y no de burócratas de la cultura, al margen de que estén o no ambas personalidades presentes, a ratos, en la misma persona; no nos olvidemos del extraño caso del Dr Jekill...) A veces se tergiversan sus textos y discursos o se los reduce a un cierto número de citas. Pero no son muchas las veces que se toma su pensamiento como punto de partida para ir más allá y ponerse a pensar. Bueno, como se enterará más abajo todo el que siga leyendo, pienso que unos u otros casos existan es inevitable, es decir, sostengo que se trata de algo ineludible para los miembros de la especie humana.


Pues yo voy a seguir respondiendo a mis propias inclinaciones e intentaré a continuación concentrarme en un único tema de los muchos y muy interesantes que se exponen en la entrevista que le hacen al “filósofo y escritor” Aurelio Arteta, “catedrático de Filosofía Moral y Política de la Universidad del País Vasco” y autor de un “Ensayo sobre la admiración moral” titulado “La virtud en la mirada” en ABC Cultural (3-3-2007, pág.23). Éste es el pesaoo al que me refería, alguien que, dicho sea de paso, resulta ser un vasco más de los amenazados (no sé en qué exacta medida, lo que no es relevante) por el totalitarismo e imperialismo socialnacionalista vasco, ese que intenta el asalto del poder en su territorio, obviamente ampliable, mediante el terror y la intimidación. Todo lo cual me inclina a manifestarle mis mayores respetos.

Pero vayamos al grano de una vez por todas…

Dice Arteta en respuesta a la primera pregunta del entrevistador Alfonso Armada:

…ya no hay disposición a cuestionar el valor de nuestras conductas, ideas o creencias; que está de más tanto atacarlas como defenderlas, puesto que al parecer todas son aceptables. Y, como alguien pusiera en duda las mías, le replicaría que me está faltando el respeto y que estoy en mi perfecto derecho de decir o hacer lo que quiera.

En este punto, muchos estarán más que de acuerdo con hacer precisamente eso. Sin embargo, sólo se llevarán un chasco (y todo por no reflexionar, por tender a hallar lo que se desea y no lo que se le está diciendo) al creer que Arteta los estaba respaldando cuando muy por el contrario…

Fíjese”, sigue a punto y seguido contestando la pregunta, “en cómo hoy se confunde lo “valioso” con lo “válido” o que cuenta con algún permiso. Lo legal se ha tragado a lo moral: la persona de fiar ha pasado a ser un “tipo legal”. Vivimos una época en que se evita el esfuerzo por aportar la justificación de nuestras preferencias políticas o morales.

¿No es por esto que se lo consideraría un “pesaoo”? Pero sigamos:

Estamos llenos de tópicos como que “no hay que juzgar a nadie”, porque así me libro de ser juzgado e impido que sean examinadas mis opiniones.

¿Os suena a conocido?

O que algo “no es ni mejor ni peor, sino sólo diferente”. Si lo diferente es valioso nada más que por ser diferente, la tarea la tarea de establecer una jerarquía entre las acciones u opiniones conforme con su valor pierde sentido. O eso de “pero no pretenderá encima tener razón, no pretenderá usted convencerme”.

¿Le suena esto a alguien por ahí? ¿Lo ha dicho alguna vez alguno? Y Arteta concluye la respuesta a la primera pregunta de la entrevista:

Pues claro que aspiro a tener razón, por supuesto que pretendo convencerle; si no, no estaríamos hablando… A toda esa clase de clichés coincidentes en la negación o relativización de la verdad y del valor moral lo llamamos nihilismo.

Ahora bien, digo yo, dejando de lado las ironías y ocurrencias que venían a cuento, paso ahora a revisar críticamente lo dicho por Arteta. Y con este objeto me pregunto (yendo a la base de sus juicios), ¿qué lo lleva a sentirse poseedor de la verdad, como nos pasa a todos? ¿Por qué, a pesar de que no tiene forma alguna de justificar su seguridad de un modo científico (la ciencia en todo caso dice lo contrario, apuntala precisamente el relativismo como sostengo enseguida), él, y todos como él, insistimos, creemos en lo que defendemos (callar no significa nada más que ocultarlo, no confesarlo, engañarse y pretender engañar, pretender desarmar al oponente con evasivas inconsecuentes; en esto coincido plenamente con su denuncia), exponemos teorías, establecemos juicios...? ¿Por qué (esta para mí es la clave) nos quiere convencer?

La ciencia (no sólo la física con la Teoría de la Relatividad y posteriores formulaciones) apunta a que el comportamiento humano sigue un programa todo lo complejo y oscuro que se quiera que en última instancia reside en el ADN. Cualquier otra cosa que se afirme conduce directa o indirectamente a Dios (Arteta da por sentado que ha muerto, de modo que esto no necesito discutirlo con él.) ¿Puede negarse que una respuesta conductual como la de Arteta y todas las nuestras, las humanas, incluidas las de los supuestos nihilistas y las de los moralistas de todo signo, incluidas por descontado las mías, son conductas humanas?

El hilo lleva a una única conclusión. Os dejo deducirla sin explicitarla, por obvia. Pero esto no resuelve el problema que plantea Arteta. Muchos somos los que sentimos (¡sentimos, sí, y lo hacemos porque nos lo impone algo que bulle en nuestro código genético o que éste se encarga de hacer bullir o que éste, en todo caso, ha desarrollado a través de más o menos mediaciones!) que tenemos que convencer a los demás, que los demás se equivocan, que no todo es bueno para nosotros como parte integrante de los demás, es decir, que no todo es bueno… “para la humanidad”, que somos capaces pues de ser interpretes y portavoces de todos, que tenemos derecho de proponer un determinado futuro ideal y de llevar el presente en la dirección de ese futuro, que tenemos derecho incluso de imponérselo a los otros, inclusive a los que no lo ven como y los que quieren otro, o especialmente a ellos, a los que quizá quieran uno menos generoso, más injusto, más egoísta, más particularista, yo que sé… que el que se nos ocurre a nosotros. Etcétera, etcétera, etcétera…

Ahora bien, acto seguido, preguntémonos si debemos reprimir ese sentimiento y ese deseo y esa conducta, si debemos extirparlos. Y si eso es posible… Y de nuevo: ¿quién o quienes tendrán el derecho, el “verdadero” derecho de imponérselo a todos?

¡Vamos, señores, dejémonos de lindezas, de buenos modales, de vergüenza, de respeto, y reconozcamos la verdad, es decir, la realidad, es decir, la naturaleza (esa que si la expulsas por la ventana volverá a entrar por debajo de la puerta)! ¡Vamos, Sr Arteta! ¡Vamos nihilistas y moralistas, ideólogos y burócratas y científicos y filósofos! ¡Vamos…!

…desde que los Neandertales se encontraron con los Cromagnones, la salida fue clara, el camino se vio reconfirmado…

Reconozcamos que la moral y el criterio social del futuro será el de los vencedores y no el más justo. O, mejor dicho, que el más justo será el de los vencedores. Que con el tiempo, lo más eficaz (lo más temporalmente eficaz desde el punto de vista evolutivo) será lo que al final… se imponga. ¡Al final, y no sencillamente, no sin dolor, no sin zigzagueos, no sin retrocesos momentáneos, oscuridad pasajera y a veces largas, penosas y prologadas estancias de generaciones en el desierto y tránsitos por túneles no deseados pero inevitables…!

Reconozcamos que no podemos hacer otra cosa que cumplir con el papel que nos ha correspondido y ser valientes o cobardes, firmes o endebles, justicieros o malintencionados, egoístas o generosos, seguidores o seguidos… y a veces un poco de cada por vez. Todo en nombre de la ciega y confusa supervivencia, aunque sabia a su manera.

Reconozcamos que respondemos a eso que somos… y seámoslo. Para evitarlo ya vendrán contra nosotros los de la acera de enfrente. O suicidémonos.

Y si os sentís inclinados… pues pensadlo.

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