martes, 5 de mayo de 2020

De la pedagogía de los subterfugios totalitarios



Las palabras de los que han querido y durante un tiempo han conseguido establecer una tiranía siempre han servido para una de dos cosas: mentir , ocultar, enmascarar sus acciones de captura y opresión, o introducir publicitariamente una idea que las anticipa con fines inculcadores o, si se prefiere, pedagócicos; es decir, para dulcificar sus pretensiones y promover en ellas adhesiones inconscientes, ignorantes, que enlacen con las esperanzas idílicas de los sufridos gobernados, ya cautivos de por sí.

En esta línea, acumulándose a los muchos, reiterados y siempre disponibles diccionarios de neolengua, nacen eufemismos recientes de manera sistemática, como "comites de defensa de la República" (que sólo puede significar: "de imposición" ya que, aún al menos, no existe) o como el que hace unos días inventó y consiguió rápida propagación (con un "ro" superior al del corinavirus) el gobierno actual (que lo es según se mire, es decir, por lo que hace por debajo de la mesa o en la sombra... que no se diga), y me refiero a lo de la "Nueva Normalidad" que debemos esparar, que de su mano va a venir (algo que de seguridad sólo tiene la del delirio típico de los tiranos, ya en potencia, ya en activo, ya a mitad de camino).

Ahora bien, ¿qué está detrás de la palabra “nueva” añadida a la “normalidad”? ¿Es que se quiere dar la “anterior interrumpida” por muerta y por no resucitable? ¿Qué de ella y hasta qué extremo será “otra”... o lo deba ser?

Trato de imaginarlo, haciendo inevitablemente una proyección en línea recta o tirando una línea hacia el futuro en la dirección actual manifesta, bajo la actual “anormalidad sorpresiva”, y me viene a la mente lo leído hace tiempo donde se describía el funcionamiento en los feudos del fragmentario régimen feudal, donde imperaba la voluntad incontestable (aunque derrocable por conquista extranjera o por “traición” interna) de un Señor y su séquito de leales, donde se estilaba consultar en asamblea a los siervos campesinos de la demarcación, consultas que no solo no cuestionaran el sistema de poder y de gobierno sino que lo reforzaban gracias a las observaciones de sus sostenedores de abajo, que los consultados reconocían como omnímodo con su propia conducta formalmente  voluntaria... aplicándose sólo aquellas “sugerencias” que el Señor juzgara “apropiadas” y “correctas” de manera incontestable. Se trataba de una forma “democrática” que sin duda sería “nueva” respecto de la vieja que se practicará en Atenas, por ejemplo, así como de las viejas tiranías descarnadas (o “no encubiertas”, como sería el caso de “la nueva”).

Qué parece esto? Acaso pues una “nueva Edad Media”? O algo que remite y no solo formalmente a la “Nueva Alemania” donde se usaba el “lenguaje del Tercer Rich” ( léase la obra de Klemperer) y se pretendía la destrucción del mundo?

Ahora bien, voy a añadir una conclusión desesperanzadora que desmantela las idílicas y simplificadoras teorías y propuestas de “combate” (donde predomina la idea de la eficacia de las caceroladas y demás “salidas populares” que ya nadie llama por estar agotadas -como así se reconoce- toda “revolución”), a saber: que no hay nada que ”los pueblos” puedan hacer; que todo está en las manos de los que nos dominan y en las de los que aprovechando sus errores reconfiguren en su favor las alianzas potenciales según vayan las cosas. Solo nos irán “salvando”, sin que nada cambie, las luchas intestinas... ni más ni menos que lo sucedido miles de veces antes. Toda acción (incluso una simple cacerolada de justa indignación) favorecerá que unas fuerzas de reemplazo “cambien algo para que nada cambie”... o... peor aún, para que desaten otras un periodo de miseria, penuria, dolor y caos.

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