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Obviamente, hoy no es para nada fabuloso imaginar una máquina cargada con el programa adecuado que fuese capaz de decidir en base a datos que por ahora también deberían suministrarle sus creadores y utilizadores. En realidad, una máquina de tal tipo existe desde las primeras computadoras, aunque sea para operar y realizar esa misión en campos delimitados. Esta máquina no es, de todos modos, capaz de adaptarse ni de ejercer acción adaptadora alguna sobre el medio. Si le fuese hostil, simplemente estaría expuesta, no podría cambiar ni modificar el entorno y, en un extremo, sucumbiría. No está viva. Además, su "mente" está "perfectamente" delimitada y orientada. No tiene conciencia ni es autónoma.
Una máquina como esa, no tiene por lo tanto "un problema existencial" ni se puede preguntar por su existencia o el sentido de lo que está haciendo. "Simplemente", lo hace. Si su programa tuviese por objeto conservarla en buen estado de funcionamiento, el resultado (tratándose de una máquina como la entendemos) sería exactamente el mismo. Eso sí, al no ser capaz de adaptarse ni de adaptar el mundo (ni siquiera en términos elementales) también dependería de una estabilidad extrema, en todo caso de la que le suministrarían sus creadores y utilizadores, es decir, del Edén en el que sus dioses de hecho la habrían instalado.
El hombre, en cambio (y de modo rudimentario y limitado los animales que se sitúan en los escalones "inferiores" en términos de complejidad operativa), inferimos que emergió en un momento del proceso evolutivo. Su cerebro fue obviamente un resultado de la interacción entre un individuo portador de un cerebro más primitivo que a su vez encuentra sus orígenes más remotos en las primeras formas capaces de obtener información del medio por sí mismos, es decir, de la evolución sucesiva de organismos vivos, capaces de adaptarse y de adaptar su entorno hasta uno u otro punto. El enfoque adoptado inicialmente por Darwin y las sucesivas evidencias observables (que podrían en teoría ser explicadas de muchas maneras al margen del grado en que sean asumidas y por qué) nos indican que el cerebro humano es una consecuencia de la voluntad de permanencia de lo vivo que, alcanzada una conformación dada, tiende a buscar la manera de conseguirlo mediante una serie de soluciones, en principio experimentales, que dan lugar a seres nuevos y más complejos. La interacción de los individuos entre sí y con el medio, sumados a los cambios que el propio medio experimenta como producto de su propia idiosincrasia así como de las interferencias "aleatorias" (lo son en todo caso desde el punto de vista del propio sistema en consideración) dan lugar a novedades o emergencias que se resisten de inmediato a abandonar el mundo. Algunas encajan y otras las consideramos "errores", aunque simplemente "no habrían podido ser".
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Es normal que algo como la conciencia fuese vista como bastante más que como una simple arma de supervivencia resultante del proceso evolutivo, incluso desvinculada de una tal banalidad. En este sentido, el antropocentrismo naturalista o materialista me parece el punto de llegada de la misma búsqueda de refugio antes mencionada una vez que se pierde la fe en los dioses... Todo con tal de preservar la distancia de los hombres reflexivos respecto no sólo de los animales irracionales sino de las masas exentas de sabiduría (y desinteresadas por ella).
Lo cierto es que había que adaptarse y aplicarse en hacer el entorno apto para la supervivencia; vamos, que había, simplemente o en una palabra, que sobrevivir, cumplir con ese imperativo vital siendo simplemente como se ha llegado a ser. ¡Algo cuya especificidad debe ser establecida para los específicos hombres reflexivos, hoy intelectuales modernos, antes sabios o filósofos (en el lenguaje de los clásicos) diferenciables de la masa! Lo que dejo aquí nuevamente apuntado ya que lo he tratado en otras partes.
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No se me ocurre otro discurso coherente (tal vez por lo mismo que ese discurso me permite afirmar) que el que muestra al hombre avanzar (es decir, moverse, cumplir con su imperativo vital) a través del tiempo dando a luz a unas y otras opciones experimentales pero, no obstante, favoreciendo con su conducta (¿más eficaz?, sí, si persistimos en enjuiciar valorativamente a las meras consecuencias objetivas) una determinadas especificidades y características.
Entre ellas, y a esto quería llegar (a esta encerrona quería conducirlos), la de ser capaz de detectar las regularidades de la realidad, las repeticiones, las reproducciones. Estos seres, débiles físicamente a la vez que difícilmente aptos para garantizar la reproducción de la especie mediante el número o la rapidez reproductora (su cerebro era el principal impedimento), se vieron forzados por así decirlo a entrar por ese camino y a seguir avanzando por él, un camino que se va trazando en la medida en que en su avance se topa, por insistir de manera harto sintética, con obstáculos (lo que es sistemático en uno u otro sentido) y por el que al mismo tiempo (la otra cara de la moneda) acabaría reforzándose la necesidad de una conciencia y de una capacidad deductiva. De esta forma, ese método se convirtió en garantía para la supervivencia.
Esta característica que podemos observar en todos los organismos vivos y que permite sólidamente explicar la evolución (los hechos incontrovertibles descubiertos mediante la observación y la indagación), e incluso en el comportamiento de la materia inorgánica, sirve también para explicar la evolución del discurso y su razón de ser. Negarlo es ir en contra de la corriente que ha garantizado nuestra supervivencia dando lugar a la filosofía y a la ciencia... lo que no podemos evitar so pena de aislarnos o automarginarnos y hasta de ser rechazados socialmente.
Y ese método es el que, de vez en cuando, hay hombres que pretenden abandonarlo. ¿Cómo es posible? ¿Hasta qué punto? ¿Por qué? Desde mi punto de vista la respuesta última está en el instinto de supervivencia, pero para decir algo de lo que poder extraer conclusiones dignas y útiles (políticas incluso) entiendo que se hace necesario abordar las particularidades y mediaciones que se han ido estratificando desde la célula eucariota, es decir, para el caso del hombre, hace falta abordarlo desde la sociología entendiéndolo todo del modo en que lo he dicho en apretada síntesis.
Pues en parte porque la experimentación continúa siendo la manera en que se despliega el proceso, ya que la imperfección parece una característica inseparable del mismo. Pero, sin despreciar esta base, creo que se puede ir más allá.
Lo que parece fácilmente observable es que en la práctica el ser humano no sigue en absoluto las líneas que se desprenden de ciertas elucubraciones y especulaciones que pretenderían más que ser operativas alcanzar una explicación capaz de acallar esa cualidad perturbadora de la conciencia. El grado de insatisfacción sería tan grande o tan insufrible que se apelaría al mito, pero cada mito conduce al siguiente, cada mito resulta también insatisfactorio.
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De cualquier forma, sigamos unas o sigamos otras, la observación (o el estudio minucioso) de esos mitos ,y de los demás discursos del hombre a lo largo de la Historia, nos indica que "algo" hay en ellos que se repite, que "algo" encierran que los caracteriza como formas de lo mismo y como pretensiones de igual signo. Porque no todo en ellos obedece a la necesidad de hallar la Verdad Absoluta, la Respuesta... sino que también, y en la medida en que abren paso a la ciencia justamente... la producción de mitos pone en evidencia nuestra capacidad (y necesidad) para detectar las regularidades observables, regularidades que nos vemos inclinados a considerar componentes de La Realidad, es decir, del mundo que nos rodea, regularidades que interactúan con nosotros. Necesitamos (y podemos) hacerlo para favorecer nuestras perspectivas de supervivencia y esto es también algo que por vía de la repetición (la experiencia) se consolida o se refuerza. Nuestra mente se orienta casi instintivamente a buscar las regularidades y a establecer correspondencias causales, y yo creo que esto no puede atribuirse a la casualidad sino a ser un resultado más de la selección natural en sentido amplio. No hay derecho a afirmar que se haya seguido la mejor de las conductas (¡eso es algo para lo cual no existe un juez capaz de dar ese juicio superior; o al menos ni a mí ni a la mayoría le habla!), pero sí que ello respondiera, en base a los recursos existentes, a la "voluntad" (preconsciente) de la vida por permanecer; en una especie de inercia del movimiento que en cada escollo tiende a imponerse adaptando en todo lo que pueda y adaptándose cuando no queda más remedio. Sin duda, han sobrevivido los que asumieron una visión analítica y determinista de la realidad hasta en los viejos mitos, los que propagaron las enseñanzas de sus ancestros y las consolidaron en una Tradición. Y esa línea se vio reforzada sistemáticamente hasta hoy, a través de los sucesivos descendientes de esos primeros hombres. Tendemos incluso a considerarlo propio de una supuesta mayor eficacia, pero creo que, a la luz de los tropiezos históricos y personales y de aquellas cosas que por inercia ideológica (entre otras limitaciones propias de la capacidad de observación y predicción, tal vez insuperables pero que no pueden trasladarse al modo subjetivista a la naturaleza de La Realidad... porque entre otras cosas tampoco habría capacidad de juicio para conseguirlo o garantizar su verosimilitud) acaban pareciéndonos y apareciéndonos como imprevisibles "cisnes negros", esto debería hacerse sólo en cierto sentido y no en términos absolutos ya que no podemos extraer del presente un aval para el camino seguido.
En otras palabras: creo que no es lícito deducir de las dificultades de la mente humana para tener un cuadro total de la realidad (o para alcanzar verdades absolutas y respuestas deseables) -lo que se hace equivalente a poderes adivinatorios o absolutamente predictivos- que la realidad nazca del sujeto como si este fuese una especie de intermediario entre el Dios y el Mundo. Incluso que sólo se pueda dar un pronóstico probabilístico no significaría que la existencia se pueda tratar al margen de una ontología.
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Con el modo de pensar científico, yo creo que no podemos sino orientarnos hacia la puesta en orden formal de las evidencias en tanto que regularidades. Decir que lo hacemos por imperativos ignotos e inescrutables o por una concatenación de múltiples necesidades y superfluocidades (si se me permite la licencia) no es una discusión que conduzca a nada, y por ello acaba siendo poco más que retórica y especulativa. Somos como somos para seguir siendo como somos y hacer lo que venimos haciendo. Suponernos "distintos" o "posibles" no produce ni siquiera satisfacción sino autoconstricción... huida hacia la fe... oscurantismo... o simplemente silencio positivista.
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Sinceramente, creo que mi punto de vista me permite superar ciertos escollos y que de paso permite inmunizar toda investigación que parte de ese enfoque tanto contra el antropocentrismo como contra el animismo. Y que ello se basa en la consideración del proceso de complejización como intrínseco a la naturaleza, a la materia inanimada y a la animada (¿por qué no seguirlas distinguiendo todavía, aunque sea en nombre de la vieja aunque vigente poesía?) e incluso a sus resultados más sofiticados de orden, las sociedades humanas y con ellas todas las demás obras de la imaginación (esa prolongación o resultado colateral de la autoconciencia) que procrea adicionalmente nuestra especie para perpetuarse a la manera de los dioses.
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