jueves, 13 de septiembre de 2007

La paja en el granero de Feyerabend (2)

Tengo que reconocer, después de una relectura concienzuda de los primeros capítulos de "Contra el método" (CM en adelante) en la que avanzo poco por estas las fechas ya que son las que menos tiempo me dejan debido al trabajo que me permite consumir, que la paja es considerable en el granero de Feyerabend, al menos tanta si no más que el grano y no digamos que la harina. Tanto que he llegado a estar tentado a abandonar el intento de rescate y desmontaje al que me había comprometido a raíz de la ya mencionada polémica y las debilidades emotivas que ella despertó en mí (la nostalgia, las huellas inciertas que deja la memoria de vivencias "superadas", etc.)

Precisamente, aunque sólo en parte, he caído yo mismo en lo que de inmediato señalaré críticamente en Feyerabend; lo que le dará a esa crítica un tono de autocrítica (con lo mal que esto pueda sonar al tener como trasfondo al leninismo y sus secuelas, a su vez secuelas de Robespierre y de Rousseau, etc., "autocríticas" cuyos experimentos fueron tan propensos a exigirlas y tan inquisitorialmente.)

La diferencia, de todos modos, tengo que decirlo porque así lo creo y porque me reivindica comparativamente, es que, mientras que mi memoria guardaba fundamentalmente un recuerdo de "lo positivo" del discurso de Feyerabend en beneficio de mi propia causa (el grano para mi pan), él, Feyerabend, extrajo (del leninismo y similares) sólo lo aparentemente positivo para la causa suya, es decir, haciendo que lo parezca; en un ejercicio de oportunismo consciente que incluso se dio el lujo de reivindicar aun al riesgo de aparecer "como un oportunista poco escrupuloso" (véanse la pag. 8 y la nota 5 y otras de la edición de Ariel, Barcelona, 1974.)

Y, lo peor, es que, a la vista de sus "otros" argumentos, no necesitaba realmente hacerlo, por lo que debo concluir que ello se debió sobre todo a una especie de debilidad tal vez debida a la horfandad en la que se debía sentir. Lo que en absoluto o exculpa y me obliga a denunciarlo por haberle dado de esa forma un desgraciado espaldarazo a la mentira: escomoteando lo inapropiado y apostando a caballos que debió creer ganadores y que acabaron resultando lo opuesto en el curso del tiempo ("perdedores" relativos, ya que los hijos de sus hijos siguen proliferando hasta límites insospechados, siguen siendo de la misma calaña que sus nefastos antecesores y llevaron el oportunismo al que se redujo su teoría científica a extremos que pocos pudieron siquiera imaginar y la muchos nos resistimos a creer, ver y comprender hasta lo indecible; desde el paralelismo que existió entre nazismo y bolchevismo hasta la democracia kampuchea instaurada apenas algunos años después de la primera publicación de TCM.) Esa es mi principal acusación a Feyerabend: realzar figuras que debieron ser radicalmente denunciadas (y no por su traición a los principios sino por su consecuente consecución de sus propios intereses sociales mediante una ideología sucesivamente adaptada que les fue muy útil para formar su ejército internacional.) Y esa acusación se extiende al hecho, ¡de lo más increíble!, de que Feyerabend, pienso que inconscientemente, en contra de sus propios objetivos declarados, consiguiera favorecer a los mismos grupos sociales que pretendía combatir fuese como fuese, es decir, a la propia burocracia cultural.

En fin, una brutal contradicción que reverbera a lo largo de CM hasta hacerlo un tanto rechazable o hasta conseguir lo que por fin consiguió y desearon sin duda sus oponentes: que duerma (salvo para y durante la duración de una que otra polémica orbitante) junto con su pasional autor y sus filosofías preferidas, y con muy poco futuro por delante.

En concreto, lo que más encuentro de rechazable y de confuso en CM (por lo que voy reencontrando) es el intento de fundar un llamado método oportunista sobre la base de que la realidad cambiante lo requiere y especialmente la de acudir a cuanto más burócrata, totalitario y oportunista existiera en ayuda de sus tesis. PF, en lo que casi parece una pirueta grotesca, considera que se debe ser oportunista y muestra y elogia a los burócratas más renombrados y triunfantes por haberlo sido, es decir, por ser ejemplos vivos de lo que él propone que seamos todos los intelectuales y científicos, casi como si aquellos hubiesen sido... discípulos suyos a priori.

¿Por qué algo tan escabroso? Sin duda no se trata de lealtad a Lenin o a Mao, aunque sí a Mill, Hegel y en todo caso a... Engels. Incluso deja de hecho a Mao en evidencia (aunque no explícitamente), y distancia (como los neomarxistas) a Lenin del satánico stalinismo. En esto, pues, es engañoso y muy poco científico. Sinceramente cuesta entender tanta debilidad, incluso ante la enfermiza sensación que pudo tener de que acabaría siendo, como el personaje de Matheson... leyenda.

Es obvio que todos tendemos a cometer el desliz de desarrollar o dar impulso a nuestras propias ideas en base a veces a pequeñas dosis de refuerzo que vamos encontrando aquí o allá en el cada vez más inabarcable océano de la cultura materializada y accesible (bien que reiterada e iterada como es y será mientras sea humana; o eso creo.) Pero insisto, lo que no le puedo perdonar a Feyerabend ni a nadie es que escamotee lo molesto cuando en realidad debía haber sido evidenciado, denunciado y criticado. Incluso desde la propia perspectiva del texto, en consideración a sus propios objetivos como he dicho. Ni aunque sea cierto que se trate de prácticas habituales del ser humano.

Así, Feyerabend se siente respaldado por el oportunismo de Lenin y de Mao, que sostuvieron abiertamente (lo hizo también Stalin, por cierto) que la teoría marxista pura era infantil y un tanto inoperante por lo visto (noto, por cierto, que purista ha sido traducida por puritana en la edición que cito.) ¿Para qué y por qué esa adaptación o corrección de los principios sagrados? Pues para tomar el poder y conservarlo. ¿Dónde? Donde quería y podía tomar el poder aunque no fuese donde la realidad era, según la teoría originaria, más apropiada.

¡Esa es la verdad!

No viene a cuento que me meta a analizar en sí mismas las "contradicciones" de los continuadores de Marx y Engels "por otros medios" ni la relación entre las de estos y aquellos, ni tampoco mencionar el interminable debate acerca de si hubo o no traición o adaptación, etc., por lo que dejo así apuntadas las cosas para dedicarme sólo a mostrar el absurdo en el que cae Feyerabend mismo por debilidad (insisto, porque no encuentro mala fe; ¡aunque tampoco inocencia!) Y lo que dice PF en resumen es que para acabar con la burocracia académica hay que instituir un método anarquista o dadaista que define sin tapujos como oportunista. ¡Cuando la historia estaba poniendo de relieve que el oportunismo estaba al servicio de la conservación del poder por parte de la burocracia en su conjunto, global (o como clase, si se quiere, para parafrasear al marxismo en su propia contra)! ¡Diciendo que los consejos de esos burócratas totalitarios son "positivos" para los científicos (CM, nota 27, ibíd., pag. 154)! ¡Vaya!

Ahora bien, sin duda el refugio del dogmatismo es el del poder y el de sus aspirantes, pero es que el mismo no está reñido con el oportunismo sino todo lo contrario. Feyerebend, después de citar de Mao un aparente, muy aparente, texto demagógico y vacío de contenido real que lo mostraría altamente tolerante hacia las dicidencias "en el seno del pueblo", reconoce que Mao, en cambio, amenazaba sin consideraciones ni piedad a "los enemigos del pueblo". ¿No se le ocurrió a PF que Mao se apoyaba en una definición tan particular de "pueblo" como Marx de la "conciencia obrera", es decir, como una forma de identificar a su propio grupo dirigente con un nombre tan rimbombante como engañoso? ¿No se le ocurrió que Mao era, como todo burócrata, un demagogo mentiroso que hablaba para el mundo exterior mientras que el pueblo real era apaleado por no ser el verdadero pueblo, el pueblo consciente, el pueblo adoctrinado, o al menos el que por miedo mondo y lirondo acertara decir que los dedos de la mano son cinco porque el partido así lo dice, aunque todos viéramos cuatro, incluído el burócrata que conduce el interrogatorio (el de "1984", me refiero)?

En efecto, eso no puedo perdonárselo a Mr. Paul Feyerabend. Y hay muchos más ejemplos similares como los que pone en evidencia en la nota 27 (habla de "consejos positivos" de Lenin muy válidos para los científicos, igual que los de Mao, Hegel y... los recogidos según él por Lakatos, "El único filósofo que secretamente bebe el vino prohibido del leninismo", lo que por cierto considera altamente remarcable, concretamente "magnífico".)

Lo extraordinario, lo remarcable es que, no obstante y haciendo precisamente gala del método oportunista que defiende para la ciencia, Feyerabend demuestra ser capaz y con éxito de aplicar métodos más clásicos (deductivos, inductivos, objetivos, nada poéticos...) y demostrar mediante su aplicación muchas de las cosas que pregona pero que no llega a demostrar con su método nuevo.

Ahí es cuando encuentro de repente el grano que sí que hay de rescatable en Feyerabend; el mismo grano que en su día me resultó provechoso. Y más allá de que no fuese del todo novedoso ni que estuviese descontaminado. Lo cierto, es que por su intermedio nos llegaron ciertas observaciones interesantes y muy esclarecedores. Incompletas pero que apuntaban al blanco (a mí blanco al menos.) Y que, ¡esto, insisto, es lo curioso!, se apoyaban en una genealogía materialista, en la experiencia histórica real y en la evidencia, en el postulado de objetividad, incluso en manera lógica y razonable de pensar, rigurosa, etc., más que en sus propuestas agitativas. Y si no, veamos algo de esto que sin duda Eduardo habrá se suscribir:

"Resumiendo: El conocimiento es parte de la naturaleza y está sujeto a sus leyes generales. Las leyes de la dialéctica [no son estas precisamente según yo pienso y no deja de ser significativo, pero esto no viene a cuento aquí] se aplican al movimiento de los objetos y conceptos. De acuerdo con estas leyes generales, cada objeto participa de todo otro objeto ..." (TCM, Editorial Ariel, Barcelona, pag. 39; los corchetes son míos, CS.)
A partir del cual se deja llevar por la dialéctica hegeliana que entremezcla con materialismo y sus propias invocaciones para decir:

"Mejor será proceder dialécticamente [?], esto es, por una interacción de concepto y hecho (observación, experimento, enunciado básico, etc.) que afecte a ambos elementos." (íbíd., pag. 40)
Y esto hay más.

Y es que en realidad (y por eso se puede separar en su caso la paja del trigo), Feyerabend no aporta mucho más que dosis de agitación y propaganda de su método anarquista o dadaista que no aplica seriamente ni se puede aplicar, o que precisamente por serlo (anarquista) es inaplicable como método. Al menos en el campo de la ciencia, donde, al margen de los científicos que lo procuren, ella, en sí misma, no necesita del poder ni tiende al poder, sino sólo a desarrollarse, a crecer, a hacerse por sí misma más y más compleja. (Bueno, lo mismo entiendo que pasa con la Sociedad... al margen de los burócratas políticos que marchan hacia el poder o buscan acrecentarlo. Volveré sobre esto alguna vez para que se comprenda lo que quiero decir. Mientras tanto, no lo malinterpretéis apresuradamente y como no es indispensable aquí, los que no coincidais en apariencia, os pido que ignoréis esta última digresión entre paréntesis y sigais adelante.) Y es que la ciencia es un terreno en donde puede meterse la política (o lo político) pero no es ella misma.

Veamos un ejemplo más.

En la mencionada nota 27 (¡la mayoría de las notas son más suculentas que el texto principal, y ésta en particular!), PF hace una referencia a la historia de la brujería afirmando en base a un estudioso que obviamente no aplicó el "método anarquista o dadaista" para llegar a las conclusiones que PF aprovecha (ni el oportunismo, sino el rigor y la objetividad):

"Un excelente ejemplo (... en contra de lo que PF parece considerar parte del método racional que aquí reduce a argumentativo y que PF endilga a los especialistas) lo proporciona el historia de la brujería desde el siglo XIII al XVII. "Ni el mero escepticismo ni el mero racionalismo podrían haber acabado con la vieja cosmología", escribe H. Trevor-Roper en su análisis (...) "Una fe rival fue necesaria [...]" A pesar de todos los argumentos (¿esa es la razón?) "la base intelectual de la brujería permaneció firme a lo largo de todo el siglo XVII. Ningún crítico había mejorado los argumentos de Weyer; ninguno había atacado la sustancia del mito [...]" Tales ataques no ocurrieron, y no podían haber sido efectivos. No (...) porque la ciencias de las escuelas estaba "empíricamente confirmada" (...); porque "creaba su propia evidencia" (...); porque estaba firmemente enraizada en la creencia común (...), llevando a experiencias potentes, a "ilusiones" que estaban "centralizadas alrededor" de los principales caracteres del mito dominante como por ejemplo "el diablo" (...), y porque las potentes fuerzas emocionales se expresaban también por medio del mito. La existencia de evidencia empírica hacía difícil argumentar contra la brujería de una manera científica. La existencia de la fuerza emocional había neutralizado incluso un contraargumento científico. Lo que se necesitaba (lo que vendría inevitablemente, diría yo, CS) no era simplemente una crítica formal o una crítica empírica; lo que se necesitaba (¡de nuevo el voluntarismo!) era un cambio de consciencia, una "fe rival" como el propio Trevor-Roper expresa, y esta fe rival tenía (?) que intrudicirse (??) contra tremendas dificultades, e incluso frente a la razón." (ïbíd, pag. 154-155; todos los paréntesis y la negrita son míos, CS, y los corchetes, itálica y las comillas internas son de PF.)
¿De qué se trataba para PF, de demostrarnos que por la vía del diálogo y la argumentación no se consigue nada, que los fenómenos culturales tienen una raíz material y avanzan según leyes que la razón lógica elemental no puede predefinir? ¡Por supuesto, claro que el mundo no nació y se mueve siguiendo lineamientos racionales de un pensador externo... ni del cerebro humano... ni de los dictadores que quieren imponer a la humanidad su modelo puro de humanidad! Lo cierto es que eso no invalida el uso de métodos racionales de investigación y argumentación, es más, considero que son inevitables tanto en el mito como en la ciencia: ¡que son inseparables del mecanismo cerebral!

Si esto es lo único que Feyerabend habría propuesto, creo que estaríamos todos o casi todos (los polemistas) de acuerdo con él. Y si fuera posible decírselo, habría que pedirle que él mismo depurara su pensamiento de confusión y de galimatías que no sirvieron para gran cosa en relación con la mitad al menos de sus objetivos (no se puede proponer desde arriba, que el cerebro se la pase jugueteando caóticamente o cosas por el estilo, porque no hará caso. Como el mismo PF dijo: "El sistema nervioso humano está demasiado bien organizado...", íbíd, pag.13.) Claro que en su confusión popuso dejar el rigor para "otros tiempos" que el suyo, ir pasando de uno a otro método alegremente, incluso por simples razones de "libertad" o de "salud mental". Todo un tanto diletante que tuvo luego que precisar y atemperar un poco más sus declaraciones (por ejemplo, "La ciencia en una sociedad libre", que, ¡ay!, he leido sólo por encima) y distanciarse de sus primeros coqueteos con los "revolucionarios políticos".

Es incluso curioso que sea tan claro en lo de señalar los peligros de un lenguaje hueco y venenoso (o sea, de falta de rigor y... oportunista) que sí observa en el fascismo pero no en el leninismo (ibíd., pag. 149; al final casi de la extensa y jugosa nota 13 donde define muy bien al "especialista" pero no explica su emergencia), algo que hoy y aquí deberíamos tener muy en cuenta a la luz de los discursos políticos y especialmente del gobierno. ¿Quizás porque no llegó a su manos un texto que se lo hiciera ver? ¿Quizás porque el fenómeno es cada vez más evidente y amplio?

Bueno, mejor será que el resto de la recuperación y la denuncia la haga cada uno, si le parece apropiado y tiene tiempo, releyendo con minuciosidad a Feyerebend (creo que habría que escribir un libro entero para responder punto por punto; una especie de "Anti-Düring" para contentar a PF. Aunque hoy ya hay otros Dürings más actuales y problemáticos me temo.)

De todos modos, creo que yo seguiré hasta el final, en todo caso como Sísifo, llenando de notas el librito, y sólo si de encontrar alguna perla (blanca o negra) especialmente digna de ser realzada, volveré para comentarla (como lo que puede deducirse de la mención del telescopio que figura en la nota 13.) En cuanto a su combate antiburocrática, creo que ya lo he valorado (repito, tiene apuntes muy interesantes para haber sido expuestos en 1970 aunque muy incompletos a la luz de lo que pasó desde entonces hasta hoy.) En cuanto al fondo del asunto, la ciencia, los científicos, los intelectuales, los mitos, las ideas, sí que ofreceré algo más actualizado, digamos... ¿moderno? Sí, definitivamente, algo más...

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