miércoles, 27 de febrero de 2008

De la ciencia y de los especialistas (con un poco más acerca de Feyerabend y de la Mitología contemporánea)

Ya habrá quedado archiolvidada la pequeña polémica a la que hice referencia en "La paja, el trigo y..." y "La paja en el granero de Feyerabend...", posts que como los de mis contendientes y tantos otros se hallan más que sepultadas ya en los abismos de la blogsfera (como sabeis se pueden localizar por el índice del blog). No obstante, se ve que el tema vuelve a la superficie, al menos las causas que los originaron, en cierto modo obligándonos a rescatar los argumentos y a remozar las citas y las referencias. Sin duda, la blogsfera (loable indiscutiblemente por muchísimos motivos, como por lo que "hace pensar" y por su capacidad de denuncia, ambas cualidades a veces reprimidas o bloqueadas por medidas totalitarias institucionales y muchas veces más por el tamiz de las ideologías y los miedos intelectuales) es por excelencia un Mare Magnum en todos los sentidos pero no más que lo es la cultura en toda su amplitud.

¡Vaya a saber cuántas cosas se la pasa repitiendo cada hombre (y cada uno de nosotros); cosas dichas alguna vez por otros hombres de los que ni siquiera hemos oído o a cuyos pensamientos no hemos accedido por una u otra causa! ¡Cuántas veces se reinventa la pólvora sea o no con matices, con más o menos novedosas narrativas, con tal vez sutiles reinterpretaciones y tergiversaciones, a veces incluso para conseguir brillar e influir lo suficiente como para convertirse en el sentido común de una civilización! ¡Y cuántas veces nos encontramos con algo que encaja como la pieza que nos faltaba en el rompecabezas, cuando no se trata de una suerte de réplica increíble!

Pero dejemos para otra vez el carácter estratificado de la cultura en general y de esta nueva esfera de la misma que es la red mundial de blogs y webs en los cuales sucesivas entradas entierran a las anteriores sin que haya casi ningún antropointernautólogo (o internetólogo) suficientemente motivado y seguro de que no perderá bastante más el poco tiempo disponible para pasarse los días excavando o buceando bajo todo lo que sistemáticamente llueve y sedimenta en estos ámbitos a velocidad de vértigo. Tal vez para eso sigan sirviendo los libros (hasta que se descatalogan) que, ayudados por el márketing y el prestigio (hay que reconocer que dan más garantías de haber sido más meditados y más fundamentados que los posts), al menos llegan a quienes serán capaces de que se sigan replicando (con más o menos mutilaciones, tergiversaciones, reinterpretaciones...) hasta que... alguna vez... quizás vuelvan a dejar ver aquello que merezca perdurar... si es que no tiene que renacer como si nunca se hubiese dicho...

En fin, lo cierto es que el tema de La Verdad, La Ciencia y El Mito, han vuelto en estos días a la superficie a raíz de nuevos debates en torno a las "seudociencias", los "diseños inteligentes", la religión, el "determinismo"... aparentemente atribuibles a los embates "creacionistas" que últimamente han puesto al rojo vivo... a muchos, especial y sintomáticamente a los círculos más vinculados al ámbito "académico" que han reaccionado como si en ello les fuera la vida... un hecho que puede ser real o imaginario (es decir, un futurible), pero sin duda un auténtico ente digno de atención.

Esto último, hace que el asunto tengo para mí dos aspectos que han acaparado mi atención. En primer lugar (reconozco que lo sitúo en primer plano), me hace ver que esa es una lucha ideológica que se refiere a espacios de poder reales, espacios sobre el que se busca dirimir cuestiones de hegemonía (eso de conservar o perder el poder, total o parcialmente, o al menos de influir o dejar de influir en él, y de la contrapartida de hacerse con él, recuperarlo también en todo o en parte, aumentar la influencia u obtenerla en alguna medida: esto es lo propio de los grupos que se ven unos a otros como tales.).

En segundo lugar, se trata de un problema filosófico, es decir, de un tema de preocupación intelectual (en el mejor sentido, es decir, en el del ejercicio de nuestra inevitable capacidad para pensar.) No puedo negarlo al margen de que insista en que la genealogía del debate responde a lo primero, pero insisto también en mi convicción de que aún resolviendo "el problema" (de ser eso posible y no meras ilusiones), no desaparecería ni la lucha ni las posiciones. (Este asunto merecerá una atención dedicada o más de una.)

Precisamente, la polémica mencionada al comienzo, versó inicialmente sobre la visión ideológica de Feyerabend acerca del significado de la Ciencia para derivar enseguida hacia otros temas que nos arrastraron como a multifacéticos Da Vincis hacia puertos colaterales específicos. Estuve incluso a punto de olvidarme de ella aunque, no pude evitar dedicar algunos esfuerzos adicionales a la sustancia del asunto en algunas otras entradas y en algunos comentarios dispersos a las aparecidas en algunos otros blogs. El tema, está visto, no llegó nunca a quedar arrinconado, y es obvio que volverá a reflotar una y otra vez, aquí y allá, a instancias variopintas. Es más, en un recentísimo post, J. hace referencia a la más reciente polémica volviendo a plantar en medio al pobre Feyerabend (traído sin duda a colación también por mí, aunque a título de mero ejemplo de las contradicciones del intelectual ante el fenómeno social que se desarrolla ante nuestros ojos, el de la burocratización, y no a cuento de su visión ideológica acerca del paralelo o no existente entre Ciencias y Mitologías).

Pero sin duda todo está demasiado emparentado, lo que no hace fácil (al menos en términos de tiempo, preparación y respeto por la rigurosidad) encarar todas las facetas en un orden medianamente clarificador y provechoso (esto, dicho sea de paso, es un eufemismo al que respondo por apego a alguna tradición enraizada obviamente en mis genes; pero ruego que volváis al principio de la frase, para retomar el hilo, pasando por encima este paréntesis).

Bien, la discusión acerca de lo que es y no es la Ciencia, de su relación con el pensamiento humano anterior a su fundación y, por tanto, el tema subyacente en todo esto que no es otro que el de los fundamentos de la actividad propiamente humana que da lugar a la Cultura y a sus aplicaciones, el por qué genealógico y manifiesto y el para qué imaginario que lleva de la reflexión a la construcción de edificios narrativos y explicativos acerca del mundo y de uno mismo (formados por conocimientos transmisibles) y a la utilización de esos conocimientos para la supervivencia a través de la comunicación, son cuestiones decisivas para situarnos ante todo lo que hacemos y decimos. Pero nunca podremos encontrar explicaciones decisivas a estos fenómenos si no demarcamos, genealógicamente, en qué condiciones materiales se producen realmente y de dónde y cómo esas condiciones provienen en el tiempo.

Al menos eso es lo que pienso, ya que mi postura es la de un determinismo no escrito ni conocido por nadie por anticipado, relativamente previsible en el corto y tal vez el medio plazo al menos por la propia y única conciencia conocida (la nuestra) en base al hecho de que el mundo no funciona aleatoria ni locamente sino siguiendo leyes que se van creando y consolidando en el tiempo en la medida en que se crean estructuras cuya complejidad desborda la de sus antecesores, leyes que la conciencia, como fenómeno producido en ese mismo proceso, es capaz de descubrir por medio de su capacidad de reflexionar en base a su propia experiencia.

Permitidme en este punto parafrasear muy libremente a Dante (como acostumbro a hacer en estas circunstancias) y pediros ya mismo que abandonéis toda pereza y dejéis a un lado todo preconcepto tentador, hecho lo cual, digo, en base a lo anterior, que... la conciencia necesita adelantarse y lo hace mediante especulaciones más o menos míticas con las que rellena los huecos (creyendo en general que ese relleno será inamovible en sus fundamentos, a veces creyéndolo "eterno" -y revelado-, y como poco "mejorable" -falsable-). Esto, indudablemente, responde a un imperativo genético que le provee de la seguridad que necesita para mantenerse mentalmente sano.

Esto, a su vez, y es lo que pienso, relativiza enteramente tanto cualquier atributo de "verdad absoluta" como todo planteamiento relativista de que todo da lo mismo. Así es, no todo da lo mismo puesto que lo necesario no puede ser eliminado voluntariamente.

Ahora bien, el hecho de que la ciencia haya desplazado a la mitología (hasta cierto punto) y a la religión (a ésta mucho más a pesar de que se la vea como más moderna), es desde mi modesto punto de vista, un fenómeno histórico-social cuya permanencia, progreso sistemático y sin límites, alcance infinito tendencial, está por demostrar, es decir, pertenece al futuro de la especie y de la que en todo caso pudiera venir a reemplazarla...

Yo diría, a la luz de los hechos comprobados y observables, que lo que tiende a continuar y a ser inevitable es el fenómeno reflexivo humano, cerebral, el cumplimiento de la teleonomía del cerebro. Que los resultados de esa actividad hacen cada vez más inútiles las referencias a participantes supranaturales en el proceso evolutivo en el que se inscribe esa misma actividad, por lo que la religión, al margen de que a muchos les parezca indispensable, poco y nada interviene en la construcción de las leyes que nos permiten explicar y en principio nos permitirán explicar lo que sucede. Y, por último, que está visto que la mitología y la instintiva construcción de mitos (necesaria por muchos motivos y no sólo por las famosas limitaciones humanas sino también por razones de comunicación grupal -esto lo dejo por el momento a un lado-, al punto de que hoy más de un especialista científico adjudica más importancia a la narración que al grado de certeza de las teorías -algo que puede ser muy discutible, claro, aunque como casi todo-) se seguirán desarrollando en el seno mismo de la Ciencia, tal vez de la mano del racionalismo, tal vez de la intuición especulativa. Un asunto que, mientras nos guíe a unos u a otros, se mantendrá. Y que, por sobre todas las cosas, seguirá siendo parte de la lucha entre unos grupos y otros por la hegemonía y reflejando la necesidad de imponerse a la naturaleza incluyéndolos a ellos; es decir, como humanidad real, la del propio grupo.


El caso Feyerabend como ejemplo más que como referencia conceptual

No obstante y particularizando, no es de extrañar que Mr. Paul Feyerabend, haya vuelto a subir a la superficie del debate. En 1974, fue de los primeros en hacer el ruido suficiente (bien que a costa de cierto excentrisismo y empleo de los exabruptos poco rigurosos) señalando el grado considerable en que había avanzado la toma del poder de la burocracia intelectual en el ámbito de la cultura (hoy esto está aún más avanzado si cabe, con un sinnúmero de instituciones emergentes para casi todas las necesidades de fundamentación: todo o casi todo es hoy "cultura"... y en su seno sujeto a normalización).

Feyerabend fue sin duda y como tantos intelectuales un pensador confuso (y confundido) que se sintió empujado a combatir en el campo de la política cultural, llegando a intentar dar fundamento a una "nueva metodología" para hacer ciencia, aparentemente rescatada de la práctica misma de sus fundadores (Galileo) y aparentemente reforzada por la "praxis" de los "revolucionarios" más pragmáticos de nuestro tiempo, los sucesores de Marx (bueno, no es la primera vez que un intelectual agita banderas terribles y resulta actuar como un inofensivo ratoncillo que pasa a la Historia sin pena ni gloria). Un poco como Don Quijote. Quizá, incluso, emulando a Lutero, emulador a su vez de Jesús de Nazaret en su reacción tras la famosa y mítica entrada intempestiva de éste en el templo de Salomón. Quizá, simplemente, siendo de una naturaleza similar a ellos aunque en un tiempo diferente. Lo cierto es que Feyerebend debió entrar en el Gran Templo de la Ciencia donde se sintió indudablemente herido en lo mejor de sus buenos sentimientos a la vista de la mediocridad, hipocresía, mercantilismo, privilegios, poder, favores y corruptelas, etc., que por allí pululaban como hoy podemos seguir viendo (lo que no quita que pasen cosas positivas, evidentemente).

No por nada arremete contra la burocracia académica en su "La ciencia en una sociedad libre" (Siglo XXI de España Editores) proponiendo idílicamente, e intentando imitar la jugada de Lutero que dio lugar a los pastores protestantes, que todo ciudadano se convierta en científico o al menos en un vigilante capaz de controlar a la Ciencia... "democráticamente". Una utopía que en la práctica sólo podría llevar a realidades como la Kampuchea Democrática, es decir, a la subordinación de toda Ciencia a los criterios de utilidad totalitaria desconcertante y absurda que ya había tenido su expresión en el leninismo, el stalinismo y el maoismo. Es decir, dejando en los "representantes del pueblo" el juicio científico, o sea, su reducción a slogans (algo que ya se está consiguiendo en alguna medida por sí mismo, quiero decir, por obra y arte del propio proceso de burocratización en marcha). ¡Él ignoraba y/o no fue capaz sino de ignorar cuando escribió sus diatribas lo que una dictadura intelectual (ideológica -qué otra cosa- y tan racionalista o más que la cartesiana) apoyada en las masas vigilantes sería capaz de hacer con la ciencia y con la civilización!

Una utopía, desde mi punto de vista, porque la Ciencia sólo puede ser y será obra de élites, mediante un trabajo individual en el seno de un equipo, es decir, burocratizándose parcialmente en el marco de nuestra sociedad actual a la vez que manteniendo cierta autonomía capaz de ofrecer avances operativos más allá de la esfera de la política o la tecnología... Esto en la medida de lo posible, claro, aunque creo que no lo podemos predecir a largo plazo. Y tampoco es una cuestión de desearlo fuerte o pasionalmente (lo que en todo caso, entiendo que es cosa de los grupos involucrados a los que no se les podrá impedir nada mientras tengan existencia).

Es evidente que para Feyerabend no había nada más grave que "los especialistas", que conformaban su enemigo principal, aunque tal vez sólo decidió centrarse en su campo, el académico, en su guerra global y anarquista contra el stablishement y por "una sociedad libre", todo lo cual compone un cuadro utópico simplemente más amplio.

Una demostración de la endeblez de sus posiciones lo refleja, sin ir más lejos, el hecho de intentar apoyarse en otros grupos e ideas no sólo de la misma clase a la que pertenecían los académicos a los que pretendía combatir (y conste que "clase", como clase social, es un término que considero impreciso pero que uso aquí sólo porque simplifica mi intencionalidad crítica), lo que no sólo estaba adicionalmente condenado al fracaso sino al verdadero triunfo de sus oponentes. Precisamente, entiendo, eso acaba siendo más o menos vislumbrado por Feyerabend y eso explica su frustración final, cosa que he procurado hacer notar en una de mis últimas entradas: " ", repito, ex-clu-si-va-men-te escrita para ilustrar la problemática del intelectual moderno en medio de la sociedad actual en sistemática burocrátización creciente.

En su libro más conocido, "Contra el Método", arremete fundamentalmente contra "los especialistas" en el campo de la Ciencia, o más bien, el Académico. El 90 % del libro lo dedica a denunciar sus pretensiones elitistas infundadas (infundadas al estar basadas en la posición social y no en la capacidad) las cuales se escudan tras y se reflejan en un lenguaje más o menos críptico, técnico, inaccesible al común de los mortales (una acusación curiosamente similar a la que en su tiempo esgrimiera Leibniz contra sus coetáneos, como ya puse de manifiesto en otra ocasión y como muchos científicos sufren sin cesar como se queja Lovelock en el Prefacio a su "Las edades de Gaia", que cito para abundar con otro ejemplo.) En su afán por combatirlos se propuso un programa con el que atacar los fundamentos que según él explicaban su existencia: la mezquindad consistente en poner los intereses personales y el prestigio por encima de las convicciones y la seriedad, la mediocridad que facilitaba ese proceso, la red de lealtades y las alianzas en contra del progreso de las ciencias, la connivencia con el poder y la parcela del mismo que mantenían en sus manos y que procuraban conservar a cualquier coste, la autonomía que de ello se derivaba y que se utilizaba para chantajear al poderoso y engañar al dominado.

Todos esas conductas le resultaban repugnantes y para combatirlas halló respuesta en un rejunte no muy elaborado (a pesar de pretenderlo así) de pensamiento marxista-leninista, anarquismo, etc., es decir, de las ideologías que supuestamente se había propuesto instaurar la justicia en el mundo con las consecuencias conocidas. O sea, nada nuevo, sólo la vieja renovada esperanza de los justos. El viejo mito de los desafortunados de cuya creencia y de cuyo intento de apuntalamiento es indudablemente culpable.

Y se puede señalar sin duda y a la vista de lo dicho que arremetió contra los sujetos en cuestión desde posturas un tanto eclécticas y poco elaboradas, bastante viscerales por momentos, incluso desde una perspectiva idealista que no le permitió destapar ante sus propios ojos ni ante nadie la verdadera base material de todo el edificio cultural en los que esos sujetos jugaban como sus agentes. Lo que no puede ir más allá de la voluntad de una nueva vanguardia iluminada. O sea, germen potencial de un nuevo ciclo, sumarse a la militancia de fracciones opuestas pero de igual naturaleza. Y esto lo resalto porque esto sucede también en el campo del positivismo y del racionalismo.

Tal vez no pudo ir más allá, tal vez se lo impidió la época en la que había enarbolado su bandera, tal vez el país donde se educó y el ámbito general donde tuvo que moverse, todo lo cual tal vez tenga que ver con su receptividad hacia pensadores más o menos marxistas (reitero que su postura hacia el marxismo cambió un poco al menos en relación a los exponentes reales de su tiempo), que limitaron su capacidad para estudiar el fenómeno histórico de la burocracia moderna, es decir, el carácter de grupo social específico, con intereses particulares, que esa caracteriza a esa burocracia, determina en lo fundamental su comportamiento y define sus metas. Y quizá a cuento de su deseo de una Democracia liberal idílica o de principios. Lo cierto es que, como todo intelectual, su cerebro ya tenía establecidos sus propios filtros y diques de contención de ideas e información perturbadoras y... frustrantes, ideas que a muchos le permiten ir más allá de sus defensas, pero no a todos...

(Nota: en su tiempo, de haberlo querido, se podía haber informado lo suficiente acerca del carácter del stalinismo y el maoísmo, bastante más allá de simplemente considerarlo "traidores al marxismo" a tenor de los neomarxistas. Confusamente -por decirlo suavemente y reconocerlo en sus límites y en su hipocresía-, también los trotskystas, habían difundido suficientemente sus "críticas a la burocracia" operativa, en la línea ya habilitada por el propio Lenin e incluso antes por el propio Marx. Eso sí, sin que se les ocurriera autoincluirse, como correspondía indudablemente a la idea marxiana de que el intelectual es un individuo virginal y desclasado, oveja negra de la burguesía o capitán del proletariado, en todo caso un pequeño burgués cuya neutralidad congénita lo hacia servidor potencial de una o de otra de las clases reales. Todo eso para que asumiera la "conciencia del proletariado" invirtiendo los términos en apariencia.)

Su postura fue, de todos modos, parcialmente antiburocrática. Unos sueños que me atrevo a considerar, a la luz de sus escritos y de su trayectoria, honestos y correspondientes a una visión primigenias de la burocracia cuya extensión al ámbito de la cultura contribuyó a denunciar, el del mundo tecnológico de hoy que intenta hacer hasta de las humanidades una parcela de la tecnología: el ámbito de la Universidad Moderna.

Sí, digámoslo alto y claro, reconociendo que Feyerabend, aunque confusamente, lo supo señalar (al menos para que muchos de nosotros, con más rigor, más información acumulada y más experiencia, lo aprovecharamos a base de entresacarlo del granero lleno de paja): ¡todos crímenes se hicieron en nombre de La Razón! (lo que revuelve las tripas de inmediato a más de uno. Pero paciencia... bajad la guardia porque de eso se trata), ¡la misma Razón que la de Rousseau o la de Robespierre!; ¡esa luz cegadora!

¡... e inevitable!

(to be continued...)

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Los historiadores del pensamiento económico, en parte, somos contables de las veces que se inventó la "pólvora" económica.

Dices "la Ciencia sólo puede ser y será obra de élites, mediante un trabajo individual en el seno de un equipo", ¿te has preguntado alguna vez dónde estaríamos si viese la luz el conocimiento desarrollado por el científico que no está en el seno de un equipo,sino que va por libre? Me refiero al tipo que no estaba en el lugar adecuado o no conocía a las personas adecuadas...

Carlos Suchowolski dijo...

De una u otra manera, uno acaba en un Grupo (insisto, como puedes ver en el instinto de la grupalidad que nos empuja), ya sea más o menos "positivo" o "productivo", "gratificante" o "limitador"... En cierto modo, también se puede "imaginar" o "dar por real" el grupo con bastante "realismo" incluso, y trabajar solo. Han existido casos de producciones enteras llevadas a cabo en prisión, no obstante como parte de un grupo y para una humanidad que era pensada a imagen y semejanza del mismo, al menos en el sentido de la receptividad que se le atribuye y de los puntos en común, sobretodo morales.
Ahora bien: percibo que acabas tu comentario con un mensaje y no quisiera que pienses que he dejado de recogerlo... creo.

Anónimo dijo...

No puedo hablar de otra cosa más que de economía, y hablo del entorno que conozco que es la universidad española (pública y privada). La política universitaria de cara a la investigación (y ahí está la primera palabra envenenada: política) potencia el trabajo en grupo, la investigación en grupos de investigación que presentan proyectos de investigación que ganan subvenciones, apoyos, et. De manera que si no tienes grupo/proyecto estás perdido.
Pero además resulta que periódicamente, desde la Unión Europea, se trazan objetivos prioritarios:mujeres, países del Este, mezcla de culturas, integración... mil cosas, y si tu grupo trabaja en esas prioridades (mejor tres que una) y si es internacional (mejor países prioritarios como Turquía que los de siempre), entonces te cae mucho dienro para tu investigación. ¿Es ciencia?
Acaba de ganar un premio un tipo cuyo proyecto fue rechazado cuatro veces por el ministerio de educación y cienia... SEGURO que hay más gente rechazada que no ha sido tan persistente. ¿Eso es ciencia?

La ciencia actual ha perdido el pudor y se vende al mejor postor, Carlos.
Espero que alguien venga a rebatirme y me suba la moral. Porque me temo que la cosa no es muy diferente en medicina o astronomía.

La confusión es total y absoluta.

Por eso, cuando leo cosas sobre "la ciencia", y sobre el trabajo en equipo, algo me quema por dentro.

Carlos Suchowolski dijo...

¡Precisamente! ¡Esa es la situación general: una subordinación creciente de todos los ámbitos a la (compleja e irregular, ineficaz pero decisiva) estructura burocrática de la sociedad! Lo que seguirá creciendo (no se si hasta su colapso, tal vez su atomización, tal vez cosas que se han anticipado en la ciencia ficción...) El tema da para mucho, esa como sabes es mi "propuesta" abierta a todo el mundo (a sabiendas que no se conseguirá gran cosa debido a la pertenencia a uno u otro grupo y a que, en principio, yo no pretendo generar uno "superior", entre otras cosas porque aunque me "ponga" no lo creo posible).
Ahora, volviendo al tema del post en uno de sus ángulos: lo dicho muestra que Feyerebend vio lo que pasaba -aunque no coincida con sus "remedios"-. y eso pasó con muchos. Ahora, a raíz de la recomendación de Gregorio Luri, estoy leyendo con fruición a Strauss, el "maldito", (concretamente "El renacimiento del racionalismo político clásico")que vaya si también da en el clavo en el sentido de VER el mecanismo existente (inmodestamente, como lo he visto y lo veo cada vez más yo mismo). No coincido, claro está, con sus "remedios" ni con todas sus visiones, pero es lógico y él mismo lo "comprende" igual que lo "comprendo" yo: pertenecemos a GRUPOS distintos (o como él lo dice: "con compromisos distintos". Pero es que de este modo funciona la "humnidad", ese conjunto que se ha reproducido como conejos no siendo capaz más que de vivir en pequeñas comunidades "libres" o aceptar la existencia de "grupos dominantes" que se han ido pareciendo cada vez más los unos a los otros hasta creer que tienen en común... una "mala conciencia" y poco más hoy en día y que se comportan con un máximo de hipocresía.
Y siento contribuir a tu depre con un poco más de veneno del bueno... je! Y conste que no lo hago con esa intención sino con la contrario, la de que sirva de antídoto. Es decir, con cariño (como supongo que también diría Strauss).