domingo, 17 de febrero de 2008

Para cumplir sin exagerar con eso de separar la paja del trigo del granero del denostado (y confundido) Feyerabend

En plena batalla contra "los especialistas" que dominaban la escena universitaria y académica con una fuerza y una prepotencia nunca vista en el occidente moderno hasta el siglo XX, aunque anunciada desde el Renacimiento y la Ilustración, Feyerabend llegó a darse cuenta de que iba por el mismo camino que habían ido aquellos que él mismo criticaba. No llegó, desde mi inmodesto punto de vista, a compreder la mecánica que anidaba en ese fenómeno, ni pudo (al menos hasta donde alcanza la información que tengo, lo que no es significativo para este artículo) darse cuenta de que las tergiversaciones en las que incurrió, y que él por cierto consideraba "oportunas" y "necesarias" para el "crecimiento del conocimiento práctico", eran todas objeto de crítica y no de valoración positiva, que podían comprenderse pero no proponerse como solución, que eran tendencialmente inevitables según la necesidad de los sujetos pero no podían ser una recomendación moral.

Justamente, moral: eso es lo que se debió dar cuenta que estaba haciendo, como sus propios oponentes, sólo que ellos estaban encaramados al poder y él lo habría necesitado para desbancarlos. Y ahí estaba el quid del problema: la crítica, para hacerse efectiva, tenía que acabar triunfando materialmente, tenía que ganar la batalla, vencer y gobernar... siempre con la mejor predisposición al bien, por supuesto, aunque después se desvirtuara.

Pues he encontrado un párrafo de Paul Feyerabend que a mis ojos demuestra que se vio a sí mismo como pocos intelectuales son capaces de verse en medio de sus cruzadas altruistas, nunca menos tergiversadoras de lo que lo fue la suya, dicho sea de nuevo de paso.

El párrafo habla por sí sólo en el aspecto que aquí interesa, es decir, como puesta en foco del fenómeno (por eso me abstendré de señalar mis observaciones críticas con algunos puntos de detalle que se sostienen en el texto: el asunto va más allá de las imperfecciones y simplificaciones, aunque en otra ocasión podrían ponerse de relevancia. No obstante, aviso que he prescindido de aquellos trozos que a mi entender sólo desviarían la discusión hacia otra parte, y como aquí soy yo el rey del mambo, me lo he permitido.)

En fin, paso ya a transcribirlo parcialmente y sin más comentarios:

"Ahora me doy cuenta de que estas reflexiones no son más que otro exponente de la presunción y la locura intelectualista. Es vanidad creer que uno tiene soluciones para personas con cuyas vidas no tiene nada en común y cuyos problemas no conoce. Es una locura esperar que este ejercicio de humanismo a distancia vaya a tener efectos que satisfagan a los interesados. Desde el comienzo mismo del racionalismo occidental, los intelectuales se han considerado profesores, concibiendo el mundo como una escuela y a la gente como disciplinados alumnos. En Platón esto es evidente. El mismo fenómeno se da en entre los cristianos, los racionalistas, los fascistas y los marxistas. (...) Mi punto de vista era distinto en todo esto, pero no dejaba de ser un punto de vista, una fantasía abstracta que yo había inventado y que pretendía vender sin haber tenido absolutamente nada que ver con las vidas de los destinatarios. Esto me parece hoy en día una presunción insoportable. Así, pues, ¿qué es lo que nos queda?
Quedan dos cosas. Podría empezar formando parte de alguna tradición y tratar de reformarla desde el interior. Creo que esto es importante. (...) La otra posibilidad es meterme a animador. Para mí es muy atractiva. (...) ¿Qué es lo que voy a hacer? El tiempo lo dirá..."

("La ciencia en una sociedad libre", segunda parte, párrafo final, pág. 142 de la edición de Siglo XXI de 1982).

2 comentarios:

Memetic Warrior dijo...

Que hay que objetar a esto?. El hecho de que pretenda mostrar las miserias de la ciencia no le hace ser anticientífico, al contrario.

Eso junto con su individualismo le hace ser el mas Occidental de los occidentales. Esa pugna por acabar con la tradición imperante (no otra cosa es la moda racionalista, que lleva ya unos siglos), en lugar de alimentar y mantener a sus maestros y antepasados, como en Asia, es algo rabiosamente occidental. Es en realidad alguen que recupera el occidentalismo de la estupidez uniformizadora de un racionalismo domesticado y corto de vista. En realidad el es mucho mas racionalista, mucho mas excéptico y al mismo tiempo, mucho mas defensor de su individualidad y del valor de sus propias conclusiones mas allá de lo que digan otros.

El forma parte de la misma tradición, que en el fondo lleva, por exceso de éxito, a los mimos vicios que el mismo se ha dedicado a criticar, y se da cuenta.

Carlos Suchowolski dijo...

Pero si "a ésto" casi no objeto nada o nada en absoluto. Es más, lo cierto es que no abro juicio alguno de valor sobre la parte que transcribo del párrafo (lo que he quitado, como digo en el post, incluye otros asuntos en donde podría señalar "problemas" de falta de rigor y "error" de enfoque, desde mi punto de vista).

Lo que digo y esa es la razón de la cita, es que esto REPRESENTA un ejemplo impecable, uno más de los que está sembrada la historia de la intelección humana,de frustración ante lo inevitable, ante el dilema insoluble del intelectual, que se encuentra atrapado entre su deseo utópico de cambio puesto en conserva y la resignación en nombre de una práctica que lo lleva a la traición.