lunes, 29 de septiembre de 2008

El "momento Minsky" y cómo refugiarse de urgencia tras conceptos mágicos para conjurar el "mal".

En un artículo publicado en El Economista (bajo la firma de una de sus colaboradoras llamada Ainhoa Giménez y con una fecha obviamente equivocada que haría más notoria aún la reciente desfachatez de Solbes), nos cuentan (sin la ironía que sigue) que "La Crisis" provocó que los especialistas de todo el mundo salieran en estampida en busca de nuevas Tablas de la Ley que los reorientaran en su responsabilidad sacerdotal conductora; Tablas (en su moderna presentación de Libros Publicados) como las recibidas no hace mucho de manos de la Razón Ardiente por un señor llamado Minsky (alguien que hasta ahora era menos conocido que muchos Moiseses menos agoreros y cuyas iinterpretaciones divinas, para seguir con el símil, yacían convenientemente enterradas bajo dogmas más acordes con los "buenos tiempos"). De ello se habla de un extremo al otro del océano y unos tras otros salen al rescate del "viejo". Una estampida en toda regla y sin exagerar que ha provocado que se contemple "...la reimpresión de sus libros, algunos de los cuales han alcanzado precios de miles de dólares en Internet" según se nos informa.

En el artículo, se describe con sencillez y buena prosa lo que se ha dado en llamar "momento Minsky" mediante el siguiente pantallaso:

"Uno de los libros clásicos en momentos de desastre en los mercados es Manias, Panics and Crashes: A History of Financial Crises , de Charles Kindleberger, que se apoya claramente en las tesis de Minsky. En esencia, esta tesis es muy directa: en los buenos tiempos, los inversores asumen riesgos, hasta que asumen demasiados. En algún momento, alcanzan un punto en el que la liquidez que generan sus activos ya no es suficiente para amortizar las montañas de deuda en que incurrieron para comprarlos. Las pérdidas en los activos especulativos motivan que los bancos que prestan el dinero reclamen los préstamos. Y eso provoca el colapso del valor de los activos, según Minsky.

"Es decir, cuando los inversores se ven obligados a vender incluso sus activos más seguros para poder pagar sus préstamos, se inicia una espiral bajista en los mercados y se genera una enorme demanda de liquidez. Entonces es cuando se produce el momento Minsky. Algunos analistas, como Paul McCulley, de Pacific Investment Management, la mayor gestora de fondos de renta fija del mundo-, creen que ahora nos encontramos en uno de esos momentos."

Pero no estoy por perder sangre ni sudor en poner al desnudo a "nuestros" propios "conductores" despistados o mentirosos, cada uno de cuyos bandos se da por enterado a su manera y cuando le conviene: no lo merecen ni los más mentirosos que se desnudan solos, como en el siguiente streep tease que les dedico... generalmente en el circo y varios como auténticos payasos (anyway, this is for fun only; so, jump if you are too serius!):




Lo más interesante y enjundioso (!) es para mí otra cosa, lo siento, y se trata (quienes me siguen un poco ya lo habrán adivinado y si les resulta latoso: keep in mind the video and jump to another blog right now!) de poner en la mira la mecánica que rige la conducta de los intelectuales, especialmente, aunque no sólo, de los más burocratizados. Un tema que no dejo de tocar entrada tras entrada en este blog sin mucha más motivación que mi propio entrenamiento y mi inquietud por saber "¿Dónde queremos y dónde podemos situarnos en relación con la mentira y el autoengaño?"


Y en relación a esa mecánica, una cosa especialmente significativa: si os fijáis, tanto en el reproducido como en otros diagnósticos que circulan en estos tiempos revueltos o de pánico, pero también de renovadas esperanzas y utopías reconstruidas a propósito, según de quienes se trate, lo que resalta es que lo que más les interesa es... apuntar con el dedo al diablo y persignarse, allí donde predominé un espíritu cristiano de hecho o de derecho, y/o tener un estandarte que permita salir al campo de batalla bien identificado, en el mejor espíritu guerrero... o deportivo.


¿Quién quiere ir realmente hasta la raíz y ser de ese modo rigurosamente radical? No los especialistas, desde luego, que viven en y del Sistema. (1) O en todo caso lo esperan...


Para ellos lo crucial es saber que estamos (o no estamos), por ejemplo, en el "momento Minsky" para... optar por unas u otras recetas, pero no, o no demasiado radicalmente, saber ¿por qué algo así haya podido y/o deba acontecer? Les bastaría sin duda darse algunas razones... fenoménicas o superficiales, localizar los síntomas, referirlo a las personas como individuos sin intereses, como sus colegas intelectuales a quienes ellos sustituirían haciéndolo mejor... etc. , como lo ya mostrado en las notas precedentes. Algo que, como hemos dicho y como refleja la desesperada estampida, permitía a esos mismos especialistas, antes de "La Crisis"... ¡calificar a Minsky, como señala el artículo citado, de "una especie de radical por su énfasis en la tendencia de los mercados hacia el exceso y el trastorno"!


Pero, ¿y si intentamos detenernos precisamente en las causas de ese exceso y ese trastorno, o si se prefiere, de ese "colapso del valor de los activos"? ¿Por qué "...en los buenos tiempos, los inversores asumen riesgos, hasta que asumen demasiados"? ¿Por qué se elevan esas "montañas de deuda en que incurrieron para comprarlos" (los activos que se ven obligados a vender o incluso a malvender)? ¿Qué induce tanto optimismo, tanta idealización lineal, tanta confianza en el progreso... o es otra cosa y es que a nadie en esta sociedad le importa ya el diluvio que se produzca más allá de cada uno: "después de mí...", como se dice?


Los especialistas y también los informadores especializados sostienen que "se genera una enorme demanda de liquidez" en los "nuevos tiempos", o cuando han pasado "los buenos", pero no dicen por qué pasan esos tiempos, o por que sobrevienen otros tan malos... Si es casualidad... si es necesario...


Según Minsky, y en esto la mayoría de los especialistas y diría que de los intelectuales en general parecerían coincidir con él, la culpa la tienen... precisamente "los buenos tiempos" que dan lugar a que... "los especuladores entran en el mercado" y los bancos "relajan la guardia" (perdón por mantener el presente de indicativo en lugar de usar el del subjuntivo en aras de aprovechar tal cual la cita), y que favorecen así que cuando "los precios de la vivienda se estancan o incluso empiezan a bajar, llega el gran problema" (ibíd.)


Pero, de nuevo, ¿por qué se produce todo eso? ¿Acaso "los precios" son entes y además de esos irracionales o malévolos que a veces se les aparecían a los griegos sobre dos patas pero con pezuñas? ¿Son los bancos -o sus gestores- estúpidos como acaban siendo considerados por sus colegas más iluminados? ¿Son algunos individuos demasiado "bárbaros" o "salvajes" como para que se les permita jugar en el mercado? Sin duda esto lleva a la necesidad de "regular" desde instancias "racionales" o "sabias" y a "prohibir" o extender "carnets habilitadores" por parte de la autoridad... Si hasta lo decía Mill y lo repetía Hayek para quienes a fin de cuentas se hacía necesaria una suerte de policía neutral (en realidad "consciente" o "conscienciada" adecuadamente) para que intervenga en contra de los "excesos"... (2). Es decir, aumentar el número y la autoridad de una burocracia separada o autónoma respecto del capitalismo real... en realidad teórico, que... por cierto... ¿por qué habrían de mantener y preservar sus miembros un Sistema en el que no serían mucho más que unos honestos empleados, a lo sumo muy bien remunerados, quizá lo suficiente incluso como para que se hagan capitalistas ellos mismos y entren en el mercado, posiblemente de un modo salvaje, propio de muchos policías y pretores aunque no sólo, animados por esos "buenos tiempos", en lugar de resignarse a cuidar que el rebaño no se salga del camino...?


¿No es inevitable que "los buenos tiempos" del Capitalismo inviten a todo el mundo a ser... capitalista?


¿No es ésa SU PROMESA?


Un tanto más allá y más internados en terrenos de honestidad intelectual, están los intelectuales menos vinculados con el Sistema a Defender. Entre estos encontraremos intentos, a fin de cuentas también interesados y comprometidos, por explicar las causas (¡y dar con los culpables!), y encontramos que se dividen en buena medida entre quienes sostienen que se han debido a causas morales (ausencia de moral o debilidad moral) o a causas psicológicas (desenfreno mezquino, egoísmo desenfrenado, ambición desmedida... son los términos que más abundan); todo lo cual requeriría tratamiento o contrición, regulación o censura.


Sin duda, estamos lejos de los viejos naturalistas del XVIII (y del Descartes que antes les abrió las puertas), fundadores de la fisico-teología, pero también de los componentes del club de la "buena conciencia" del XIX (Wolf Lepenies dixit -3-, de quien me gustaría saber lo que ahora dice, a la luz de los hechos, en relación con su esperanza manifiesta de 1996 de fusión liberal-socialista). Tal vez imbuidos por la cultura hegemónica que es la de los especialistas, que se produce y circula gracias a ellos y desde ellos (el Sistema es quien hace que así sea, imposibilitando la difusión de otras ideas (de otros grupos o de los desclasados), incluso haciendo más difícil su producción, haciéndoselas de hecho, que no de derecho, casi imposible, incluso desmereciendo desde la especialización y el lenguaje especializado todo lo que se considera demasiado primitivo, demasiado poco documentado, menos matematizado y formulado y en absoluto conceptualizado según los cánones... cánones que por otra parte cada vez exigen más que las tesis parezcan sofisticadas y profundas pero que a ser posible no lo sean. (¡Oh, sí: La Cultura Actual tiene sus reglas de etiqueta, su status, igual que en otras épocas no cualquiera podía participar de Versalles...!)


En cuanto al propio Minsky, un miembro relativamente más lúcido que otros en su tiempo pero miembro a fin de cuentas de la misma clase (o casta) de expertos y por ello constreñido a ciertos límites, reconoce de hecho que se trataría de una "inestabilidad inherente", propia de la idiosincrasia del capitalismo o del libre mercado, sólo que se presentaría como un accidente coyuntural que... volvería a requerir de la guardia pretoriana en los términos señalados.

"Minsky advirtió que la sofisticación de los instrumentos financieros y su internacionalización (o globalización) supone un gran riesgo para la estabilidad financiera, por la dificultad para regular un mercado tan complejo. Propuso la reducción del tamaño de los intermediarios financieros (si bien luego se retractó de esa sugerencia), la regulación bancaria, la orientación del gasto público hacia la inversión y el mantenimiento de un sistema fijo de tipos de cambio." (Wikipedia, "Modelo Minsky de crisis financiera").

Se trataría pues, como para todos los especialistas en una Materia Dada, de no apuntar a matar a su gallinita de los huevos de oro, sino de considerarla simplemente enferma de una enfermedad... controlable. (Algo, por cierto, permítaseme apuntarlo, muy propio de la mala conciencia que el hombre tiene de sí mismo, muy propio de su persistente sentimiento de culpa... que lleva precisamente a acabar con el mensajero antes que con la causa de la mala noticia.)


Obviamente, podemos observar que se mantienen aferrados a sus apriorismos ideológicos y a los que nada ni nadie salvo ellos mismos dan certificado de ser inamovibles y que pierden valor en cuanto se cuestione el paradigma sobre el que se fundan, un paradigma temporal o histórico a todas luces. Aunque tampoco existan garantías de que su derrumbe no implique simplemente un tipo diferente de opresión política, es decir, de grupo hegemónico y no la Libertad y la Justicia paradisiaca deseable y agitada.


Lo cierto creo que no será sino que habrá más y más burocratización en el marco de la sociedad supercompleja a la que hemos llegado, sociedad que como tal es dependiente en grados máximos de una división del trabajo cada vez más ramificada y alambicada. Esto sirve sin duda de justificación a quienes defienden el paradigma burocrático (aunque, claro, llamándolo de algún modo menos peyorativo y evitando siempre lo políticamente incorrecto) a lo sumo sugiriendo las varias vías moralizantes o terapéuticas posibles para su suavización como las que hemos ejemplificado o (¿se ve el carácter agravante del remedio que el término contiene o hace falta un apéndice?) su racionalización (4).


El propio Minsky llegó a ver, aunque acabara desechándolo (¿por impracticable o por repugnante a la escencia de lo que en el fondo deseaba recuperar, a saber, el capitalismo moderno?), la idea de descentralizar, una idea que aparece en varios economistas más o menos austríacos de una u otra forma (Gordon Tullock, defensor de la corriente "Public Choise", por ejemplo, propone descentralizaciones institucionales del Estado; y Friedrich A. Hayek una suerte de federalismo supervisado por un super Estado Internacional), todos siguiendo a fin de cuentas los lineamientos apuntados al respecto por John Stuart Mill para una sociedad del XIX que no dejó de marchar hacia el incremento de su complejidad y... de la burocratización en que la misma se manifiesta (5). Y no es descartable que un colapso "natural" del Sistema lleve a ello, así como algo así no garantizaría más libertad para el total de la población mundial y quizás ni siquiera para ciertos territorios privilegiados, ni una mejora del bienestar global o de ciertas regiones, ni por supuesto... la Paz. Pero claro que, después de un tal colapso o del triunfo de alguno de los grupos y alianzas de grupos que se formen y que conquisten la hegemonía y el dominio, emerja ese nuevo paradigma. Lo que no se puede es pensar que nuestra sociedad capitalista sea eterna, pueda ser justa y virtuosa sin tergiversarse hasta más allá de la injusticia y la mentira.


Insisto por ahora (dejando algunos apuntes en las notas al pie) y dando ya carpetazo con las palabras (apenas corregidas) con las que cerré una anterior discusión acerca de otros aspectos de esta misma problemática:


... la salida será hallada más o menos artificialmente y más o menos históricamente, y bastante simbólica y míticamente, como ha sido siempre, por la propia sociedad humana en su conjunto, sea a través de unas u otras hegemonías triunfantes más o menos violentas y más o menos diplomáticas, a menos que pasen cosas propias de la ciencia ficción que me reservo para mis experimentos literarios.



Notas:


-1- Kantor, por ejemplo, tras una rápida referencia a Minsky, cuyos "estudios (...) en los años 70 parecen (!) especialmente pertinentes (!) a las circunstancias actuales (!!)", simplemente y también en esto como los demás especialistas mencionados, lo considera un hecho inamovible y natural: "...la liquidez del mercado siempre depende decisivamente de la continua disponibilidad de financiación." O sea, hay que resignarse (y sobretodo justificar el Sistema) en nombre de los apriorismos (ideológicos) que... deben asumirse. Además, insiste en considerar como causa... la idiotez o aventurerismo de los gestores: "inadecuada valoración del riesgo de forma generalizada" (¡"generalizada idiotez, pues, que no parecería tener causa material como no fuese la adelantada degeneración genética prevista para dentros de 30 generalciones por Monod, que de todos modos no se menciona!); económicos y políticos que "optaron" ("régimen cambiario", etc.) por esto o por lo otro sin que haya otra explicación que su predilección o... ¿su inmoralidad? Bien es cierto que reconoce, como todos, en la idiosincrasia objetiva del mercado la existencia de tendencias negativas, problemáticas y complejas... de difícil solución, obviamente paliativas y no curativas, como pasa con la vida, sólo que la de este enfermo, por lo visto, se podría mantener en ese estado, y mejor de apariencia -la apariencia saludable que por momentos muestran los enfermos- según la capacidad y moral de sus médicos de turno, per eternum. Lo que no hay... es el por qué de la enfermedad crónica, su genealogía y su base genética por seguir con el símil.


Otros, desde la escuela austríaca, concretamente Rallo (sobre el que he escrito una entrada específica que he decidido posponer para que aparezca a continuación de ésta), no pueden sino ofrecer una Utopía Alternativa ("Es hora de sustituir a Keynes, Friedman, Lucas o Minsky por Hayek, Palyi, Mises o Fekete" -sic- bajo el cargo de "responsabilidad intelectual"), es decir, un Estado (un conjunto de leyes, medidas, prohibiciones, etc.) sólo que más adecuado ("no más sino mejor" -sic-) para... que todo siga siendo lo que es... apriorística e ideológicamente asumido, algo, de nuevo, típicamente intelectual. (¡Muchas de las frases de gurú que se emplean en su prolífica obra panfletaria acerca de la crisis -no puedo encontrar un adjetivo más adecuado- rozan el tipo de convocatoria propia de un llamamiento aux armes citoyens... que por otra parte sería la única manera de establecer ese Estado o esa Utopía -de ser una opción algo más que imaginaria hoy día-! Y todas están plagadas de acusaciones de inmoralidad o incapacidad... que obviamente serían subsanables en el Nouveau Regime... que alguna suerte de educación forzosa y ciudadana so pena de ni siquiera intentarlo y quedarse esperándolo del cielo o del azar.)


En cualquier caso, se trata para mí de pregones en el desierto. Y ello porque la realidad determinante sigue siendo ignorada o soslayada (sen el mejor de los casos se observa la burocratización parcialmente pero se confía en contenerla) pero su particularidad hace que no se pueda cambiar ni un poco sin reproducirla (aumentando, recreando o sumándose a las estructuras burocráticas en crecimiento -y apurando la marcha hacia el colapso en todo caso- que no pueden ir en otra direccción del mismo modo que una higuera no puede dar peras ni con la ayuda de Dios ni con la del Diablo).


En este sentido, permítaseme decir que el triunfo de la propuesta Bush en el Congreso americano, no será sino un paso más en la escalada de poder de la burocracia como clase social (y perdón por el término que uso de modo eufemístico), un paso que demuestra la irreversibilidad del fenómeno que crece como la levadura con cada crisis... bien justificada. Un paso, por cierto y en definitiva, que bien podríamos considerar como el intento de fundar un "capitalismo sin capitalistas" pero que funcione, un "capitalismo de expertos" o "de sabios", donde en realidad se reduciría a los propietarios del capital a su mínima expresión (las PYMES, por ejemplo, a las que se ofrece, insita y, no sólo las circunstancias sino la legislación burocrática insta cada vez más a utilizar) o se los marginaría (¿como se marginó hasta hoy mismo a la nobleza después de hacer rodar ciertas cabezas?) y en cualquier caso se los tendría controlados y supervisados. Mientras en las grandes empresas, públicas, privadas o mixtas, nacionales o internacionales, unos y otros burócratas se sucederían en una imparable lucha por el poder que conduce precisamente al caos. El Capitalismo en sus formas más avanzadas sería así un espacio libre para púgiles salvajes que no podrían jamás de los jamases poner en primer plano otra cosa que su mezquino interés "hipercapitalista" (por si interesa: encontré más datos curiosos e interesantes sobre este asunto y otros asociados ver aquí).


¿No se ven los puntos en común que subyacen a TODAS las corrientes que defienden "el capitalismo" más o menos esperanzadas, más o menos resignadas, más o menos engañosamente? ¿No se ve que las declaraciones de todos los burócratas de la política, el periodismo, la cultura y... la empresa -como los representantes de la CEOE- encajan con ese proceso que sigue viento en popa?


Y, lo especialmente interesante que resulta ver la idiosincrasia de los intelectuales encaramados a la ladera que sube hacia el poder, hoy ocupado por esos seudointelectuales que he comparado con el griego Eutifrón y al que los intelectuales más dignos de ese nombre (mñas "libres" o "independientes") ofrecen sus servicios del mismo modo que Platón al rey de Siracusa, en un contexto sin embargo de más posibilidades aparentes de ocupar ellos mismos alguna vez el trono, pero con el mismo riesgo de entonces de acabar esclavos...


-2- Para muestra...


Mill: "Siempre y cuando, claro está, que la sociedad en general no se encuentre en un estado tal de atraso que no pudiera o no quisiera (?) dotarse por sí misma de adecuadas instituciones educativas, y sea el Gobierno y sea el Gobierno el que se vea obligado a asumir tales funciones. Sólo en ese caso un Gobierno podría, como el menor de dos grandes males encargarse de la gestión de las escuelas y universidades, al igual que puede suplir a una sociedad anónima cuando no existan en un país empresas privadas adecuadas para acometer grandes proyectos industriales." ("Sobre la libertad", "Capítulo V - Aplicaciones", Editorial Edaf, Madrid, 2004, pág. 233; signos y negrita míos, CS)


Hayek: "...debe existir un poder que pueda prohibir (...) estar en condiciones de decir 'no'... (...) un poder político superior que pueda mantener a raya los intereses económicos..." ("Camino de servidumbre", Alianza Editorial, Madrid, 2007, pág. 278) algo que Hayek propone lleno de ese espíritu imaginario tan propio de los intelectuales partiendo del reconocimiento como irreversible tanto del fenómeno de la monopolización (concentración económica) al que desearía limitar o suprimir (pág. 242-244) como de "que los Estados individuales se convierten, cada vez más, en unidades de administración económica..." (ibíd.) ¡Y se consideraba una persona práctica, enfrentada incluso a los "peligrosos idealistas" (pág. 273)!


Ambos se veían en un serio aprieto a la hora de hallar una manera efectiva de detener el proceso real de complejización en marcha, tanto la burocratización en sí misma (Mill, ibíd,., pág.242 en adelante entre otras) o la concentración -o conglomeración- multinacional (Hayek, ibíd, págs- 237 en adelante).


-3- véase Wolf Lepenies, "¿Qué es un intelectual europeo?" (Galaxia Gutemberg)


-4- En su Especulación en petróleo (y comentarios), Kantor apunta al rol decisivo del especulador en la existencia gloriosa del capitalismo, aunque no carga todas las tintas ni menos en la buena dirección del análisis (¡sí, qué remedio: yo también lo trato como a un intelectual competidor que desde mi propio compromiso considero... equivocado!) poniéndose al borde mismo de su retorno a las filas del marxismo de las que entiendo que abjurara en su día aunque sin ir al fondo en su crítica, lo que no se consigue sin asumir en primer término un profundo compromiso antiburocrático y reconocer que los intelectuales son el germen inevitable del burócrata. Un gérmen que está en nosotros (como el Demon estaba en Sócrates) y que despierta una y otra vez a la vuelta de la esquina y crece o se constriñe favorecido u obstaculizado respectivamente por la marcha de las cosas. Eso sí: recomienda a "los capitalistas" (??) que acudan a un "economista" (!!), sin duda como él mismo y no como los que pone en la picota, es obvio... ¡Es lo que yo hago... aunque no se me ocurriría postularme como "representante consciente" o "vaguardia" del capitalismo. Ni, claro, tampoco del proletariado o de las fuerzas productivas...


Desde aquí me permito recomendar nuevamente a Weber y a Lefort así como a G. Konrád y a algunos enterrados más bajo la cultura burocrática de hoy en día.


-5- Los más lúcidos en uno u otro sentido, como el mismo caso de Mill mismo, Hayek o Bruno Leoni entre varios, han llegado a vislumbrar, cada uno más que el anterior con tristeza, frustración o melancolía, que "... nos enfrentamos más pronto o más tarde con el problema de un resultado final que no parece prometer otra cosa que un malestar perpetuo y una opresión general." (Bruno Leoni, "La libertad y la ley", Unión Editorial, Madrid, 1995, pág- 32), un problema que el mismo autor califica de ultramaquiavélico (ibíd., pág. 27) y contra el que clama y advierte sin demasiado más que un espiritu que cada vez es escuchado menos y peor y que en todo caso se valora como las piezas de mueseo provenientes del pasado histórico, merecedoras de una sala contigua a la destinada a Montesquieu, Condorcet o Tocqueville, e incluso al joven y justiciero Marx.


Y ahí están las declaraciones de algunos eruditos más, hombres aún de Las Luces que siguen sonando tan bien a los oídos, que nos hacen soñar con una humanidad hermosa a su imagen y semejanza, que nos embriagan porque vienen mojadas como el pan en vino de izquierdas...


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