Si insisto en tomar el ejemplo del marxismo, es porque lo considero particularmente clarificador y significativo para comprender las condiciones históricas del presente más allá de lo inmediatamente visible, es decir, para poner en evidencia las tendencias que condujeron a ellas y que siguen impulsando su futuro. El marxismo sigue siendo por el momento la expresión más acabada y eficaz hallada por la intelectualidad para instaurar su República Burocrática cuya evolución fue acompañada por sus principios (aunque traicionados desde un comienzo) y las sociedades instaurados en su nombre fueron las que alcanzaron las formas más desarrolladas, extremas y duraderas de burocratización, formas que hoy han sido relegadas en Europa por otras más sutiles aunque igualmente burocráticas y que en Latinoamérica se van conquistando inicialmente por el camino de las urnas y ya veremos hasta qué extremos.
Ahora bien, las motivaciones aludidas, (motivaciones de una casta intelectual, culta, predispuesta genética, psicológica y socialmente a explicarse ideológicamente las circunstancias en las que vive y el mundo con el que se ha encontrado al margen y por lo general en contra de su voluntad y de sus deseos posteriores), motivaciones difíciles de determinar en toda su complejidad, pero que al manifestarse tan notablemente y demostrarse tan útiles para explicar el fenómeno del marxismo y de su frustración, parecen constituir un modelo más que aplicable y recomendable para analizar el fenómeno de la intelectualidad y del pensamiento humano en su conjunto.
Como en el campo mismo de la ciencia al que se refería Feyerabend, por ejemplo, quien, al margen de sus propios condicionamientos ideológicos, deduce tras citar a Fichte, que "una decisión arbitraria, debe tener sin embargo una razón (!), por nuestra inclinación y nuestro interés." ("Contra el método", Ariel, 1975, nota 217, en pag. 205) o al referirse a Galileo: "La necesidad era puramente teórica: adaptar, "salvar", no un fenómeno sino una nueva concepción del mundo." (ídem, nota 183, pag. 197, op.cit.) En síntesis y en relación con lo que aquí y ahora me interesa destacar: que detrás de las teorías científicas hay siempre una realidad humana determinante en última instancia, y que esa realidad es más compleja y a la vez profunda que la que Feyerabend apunta también por otras razones que por la supuesta búsqueda de la verdad. Unas razones, me atrevo a decir, en todo caso operativas.
Ilya Prigogine, como ejemplo de los más significativos de los científicos que hoy en día filosofan, defiende el derecho de hablar en el ámbito de la ciencia como en el del arte (lo contrario de lo proponía Liebniz que, ya que estamos también, prefería el lenguaje de los artesanos al de los eruditos de la época, es decir, un lenguaje concreto) y nos sugiere (o lo hizo en 1985) que adoptemos una manera surrealista de pensar, más propia al parecer del mundo (conferencia), mundo que, según me parece, él se ha representado primero para después copiarlo sobre la realidad en la que descubre sus leyes. El conjunto de materialismo e idealismo, racionalidad, indeterminación objetiva y subjetividad, resulta un tanto inestable (¿quizás entrópica?) y bastante más llena a mis oídos de ruido que de luz a mi entendimiento. Algo que, por cierto, se viene haciendo en ciencia desde que la ciencia moderna se comenzó a fundar (como Feyerabend apunta refiriéndose a Galileo como he registrado más arriba) y que se percibe en casi todos los debates científicos.
Y, es curioso, lo mismo que no da una seria descripción de los postulados de Einstein hace lo propio con Monod, por quien dice haber sido influido grandemente (véase su referencia a "Azar y necesidad" en su "Nacimiento del tiempo", Technos) afirmando que éste sostendría (en ese libro que yo he leído y releído al efecto) que "separa materia y vida" considerándolo, lógicamente, inadmisible. Tergiversación supuestamente interesada por parte de Prigogine, o al menos apresurada, salvo que yo no haya entendido ni una cosa ni la otra.
¿Y todo para qué? ¿Para acabar sus charlas sosteniendo que la "libertad" (referiéndose al indeterminismo) en ciencia permitirá "la democracia", o una "democracia nueva"? ¿No debería ser en todo caso al revés? ¿O es que Prigogine sueña con una suerte de República Democrática de Sabios? Y aclaro: me suena a una variante de dictadura burocrática y, además, creo que no cuenta, al menos hoy en día, con ningún espacio para su realización. Incluso con menos que la de un partido político como podría ser Izquierda Unida.
Hoy los intelectuales como Prigogine, Feyerabend o por ejemplo Dawkins (a los que no les quito méritos) siguen sin haber fundado ni serán capaces de fundar escuelas significativas de pensamiento, y si observamos una de las que explícitamente más parece pretenderlo como la del mencionado Dawkins (visiten Sin dioses donde esto se pone en práctica) se me antoja casi más una secta decidida a dedicarse a luchar contra Dios (no niego que con argumentos válidos aunque sobrantes) que un grupo de científicos dispuestos a centrarse en sus propias investigaciones positivas (lo cierto es que olvidan que Malebranch y Leibniz hicieron más por la ciencia yendo precisamente en la dirección opuesta, lo que no significaría que quien lo hiciera hoy no haría el ridículo.) Así, asistimos a una increíble proliferación de especulaciones y aproximaciones que cada vez son más velozmente sustituidas por otras más novedosas y tal vez y por qué no más vendedoras. Si, vivimos tiempos de triunfos efímeros y de textos que se son puestos en circulación con fines principalmente mercantilistas lo que sin embargo se inscribe en la búsqueda del prestigio personal, un concepto esencialmente burocrático.
Insisto, lo grave de todos esos intentos por liderar al hombre desde la ciencia es que sólo repiten el esquema burocrático con una apariencia de mayor objetividad, y que, imitando a todos sus otros camaradas, tienden a ocultar el dogma bajo las formas de la apertura y la democracia, se erige la tolerancia en medicina, etc. Prigogine, Monod, Feyerabend, Pinker, Dawkins... todos caen por esa pendiente inevitable del intelectual. Todos acaban acercándose a Marx o a Rousseau, o sea, a pretender imponer la libertad mediante la dictadura.
En cuanto a la intelectualidad política más actual y más cercana, mejor no decir nada. Me contento tan sólo con denunciar a esos pensadores (al margen de lo disciplianadamente o no que se hayan formado) y que alcanzan los más altos índices de permanancia en la lista de best sellers, muchos de ellos, demasiados, simples recopiladores acríticos de lo que se ha dicho o se dice aquí y allá y poco capaces para ir más lejos en sus intentos elementales de darle nombre a un sistema "superador" que reitera o intenta reiterar los modelos racionalistas o los irracionalistas, los materialistas o los idealistas, repitiendo, eso sí, el animismo y el antropocentrismo de "toda la vida", mal mezclados y/o mal digeridos, y sin el menor aporte propio. Unos y otros, los más serios y los menos, presentándose como salvadores del mundo en bancarrota o como superadores de la decadencia y de las penurias que nos afligen (empezando, o terminando, cómo no, por el calentamiento o por la superpoblación y enseguida por la realización de viejas aunque remozadas utopías.)
En España en general, me atrevería a decir también en Europa y no sé si incluso en todo el mundo, se vive esa situación que me ha parecido muy similar a la propia de su tiempo descrita por un pensador alemán del siglo XVII llamado Comenio a quien cita en realidad Henrich Schepers (La Filosofía Alemana en el siglo XVII, Historia de la filosofía, Siglo XX.) Para él, como la Historia corroboró luego (olvidándose de todos ellos), los profesores (sinónimo de hecho de los intelectuales de la época) de la Alemana que precedió a Leibniz, "...sólo enseñaban a los alumnos a adornarse con plumas ajenas, espigando con eclecticismo y al azar las opiniones de los demás, en lugar de abrirles los ojos leyendo el libro de la naturaleza." (tomo 7, pag. 1, op. cit.)
Feyerabend se quejaba de esa decadencia y arremetía contra los expertos, sin duda desde un enfoque altamente ideológico del que él mismo admitía no considerarse excento ("Expertos en una sociedad libre", conferencia dada en Chicago, vease en ¿Por qué no Platón?, Tecnos, 1985), y señala ésto que se ha hecho cada vez más acuciante: "Tengo una gran opinión de la ciencia, pero muy pobre de los expertos, aunque ellos determinen la ciencia en un 95 por 100 (pag. 31, op.cit.) y más adelante: "Basta con pensar hasta qué punto una profesión académica convierte a sus miembros en esclavos, especialmente a aquellos que no tienen un puesto fijo" (ídem, pag 41), y concluye esta primera parte: "Resumiendo: hoy en día los expertos son eminentes, útiles e irreemplazables, pero la mayoría de ellos se han covertido en esclavos desagradables, atentos a la competencia y pusilánimes. Esclavos en su espíritu, en su lenguaje, en su posición social." Más adelante denuncia: "La simbiosis que el estado y la ciencia han establecido" (ídem, pag. 62). Menciono sólo las observaciones de Feyerabend (y sólo algunas) ya que diciento de sus conclusiones repletas de ideología, como he dicho, porque son evidencias que cualquiera puede constatar y que han sido hechas por un observador de hace 30 años tan sólo. Feyerabend sabe que hace trampas y se apoya en la convicción de que así y sólo así se puede "avanzar" y demuestra que Galileo y Newton entre otros hicieron lo mismo para explicar su propio contramétodo. ¡Pues todo eso es cierto: el ser humano no puede escapar a sus condiciones reales, la mente no es algo separado del resto de la realidad, el cerebro es un instrumento de un organismo que quiere sobrevivir y que necesita reproducirse (y realizar las pulsiones inscritas en ese organismo por ese proyecto que lo precede y lo obliga), un cerebro de una especie que se agrupa y construye sociedades para satisfacer mejor aquellos mismos impulsos, aquellas mismas búsquedas vicerales, aquellas ansias y necesidades de superación de la inquietud, etc. y que, como los organismos vivos, intenta mantenerse hasta más allá del límite, en contra tal vez del cambio revolucionario y positivo (revolución como resultado de la evolución y no por medio de un golpe de estado o una toma del poder por parte de una vanguardia iluminada, aunque a veces el primero contenga al segundo o se exprese también a través de éste), pero en nombre de la seguridad y la replicación aparentemente así más garantizadas!
Puede que también debamos reconocer que operamos en círculos, que volvemos a lo mismo (al menos por ahora) en una especie de "Eterno retorno" debido a que la especie sigue teniendo las mismas necesidades de un mundo que todavía no le impone nuevas respuestas, un mundo que a pesar de estar evolucionando, como bien dice Prigogine, no lo hace tan rápido como él a veces parece sugerir (sobre todo para invitarnos a una inestabilidad mental de sobresalto en donde todo pensamiento se diluya y en donde todo podría valer.) Puede, en fin, que una y otra vez se trate de "encontrar una manera nueva de representar una obra de teatro bien conocida" (Feyerabend, "Contra el método", ed.cit. nota 220, pág. 207.) Pero esto, de todos modos, habrá que determinarlo más; no puede quedar reducida a una cuestión poética puesto que, esto tampoco, lo podrá admitir la mente por demasiado tiempo. No, porque la mente, hoy, es así. No mientras no mutemos por algo más contundente que las limitaciones oníricas, por ejemplo, por alguna otra casualidad en el proceso abierto e incierto de la evolución.
En todo caso, seguiremos asistiendo a sueños fantasiosos, nacidos del verdadero ser social y natural que es el ser humano, en lenta espera de un nuevo hito que se concretará como resultado de la marcha ciega del hombre (y de la vida) y la evolución inesperada de la realidad que lo rodea. Algo así como un encontronazo imprevisto pero determinado por el desarrollo previo de esos dos factores y sus tendencias dominantes en cada momento.
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