domingo, 26 de abril de 2009

Nuestra vida y conciencia en el tiempo

Como lamentaba Strauss, la única razón para no asumir enteramente la postura de los clásicos -para no "retornar" simplemente a ellos-, así como para no asumir la Ley ancestral o en general las tradiciones -esto es "arrepentirse"-, es que el mundo de la antigüedad ya no es el nuestro (bien que en algún momento llegó a preguntarse por qué descartar que podría volver a ser tal cual). Obviamente, lo contrario sería mucho más descansado. Estaríamos plantados en la serenidad por excelencia. En la paz definitiva de un Dios digno de merecer tal nombre. En el Paraíso de los arroyos de leche y de miel...

Tal vez por eso, al leerlo tendemos a refugiarnos sin más en sus asertos y abandonar toda pretensión, o pulsión, de ir más allá... Indudablemente, nos tiende a pasar con todos los grandes pensadores que, como tan bien plasmó Quevedo, "escuchamos con los ojos", porque lo dicho por Strauss para el pensamiento clásico podemos extenderlo a todos los discursos anteriores con los que nos encontramos generación tras generación. El fenómeno, en cualquier caso, siempre vuelve a manifestarse. Aunque nunca llega a afectar a todos los hombres por igual por más que quienes somos más compelidos a pensar, por unas u otras causas, nos sintamos prototípicos, lo que pone de manifiesto la relatividad de la generalización.

No obstante, sin duda hay algo empuja a algunos a cruzar el umbral que cada vez se les ofrece. El mundo, que tiene o contiene cada vez algo distinto, que como el río nunca es el mismo... parece justificarlo. Y, como si estuviéramos moldeados ex profeso para este mundo cambiante (metáfora que esconde el hecho de que somos un resultado de ese mundo cambiante) que no marcha hacia meta alguna, el ansia que sufrimos por lo incierto acaba predominando en algunos de nosotros sobre la pereza y la resignación. El descubrimiento, que devendrá antes o después en dogma, acaba por tornándose insuficiente y frustrante para los más reflexivos. Y el ansia reaparece como una variante de Ave Fénix que simplemente no se puede contener.

Sin duda, se debe tratar de lo que le hace "imposible (al hombre) suspender el juicio respecto de temas de suma urgencia, asuntos de vida o muerte" (Leo Strauss, "¿Progreso o retorno?", en "El renacimiento del racionalismo político clásico", Amorrortu Editores, Bs.As.-Madrid, 2007, pág. 354).

Al cambio perpetuo y peligroso responde la sed de comprender el sentido de la inestabilidad; su contingencia y su impredecibilidad necesitan ser combatidas; el hecho de haber resultado de ese mundo sometido al tiempo nos obliga a luchar para vencerlo... a, como dijera Monod, movernos en el sentido de "remontarlo", como todas las criaturas vivas, respondiendo mediante la reproducción más o menos compleja, en un combate que por ineludible sólo nos parece incierto en lugar de insuperable.

Esa ansia parece inseparable de nuestro mecanismo reflexivo (forjado éste a su vez como herramienta para el mencionado combate) y es sin duda la causante de la Historia humana, la partera de todas las respuestas que se ha dado el ser humano para salvar los escollos con los que se topaba en su imperiosa necesidad de sobrevivir. Sin ella, sin su imperfección pretensiosa, sin su su arrogante predisposición ante las cosas, el hombre sólo habría merecido el Paraíso sereno o habría sido diseñado como una máquina perfecta y especializada. Su empuje hacia lo que se ha dado en llamar sabiduría se reduce así a un efecto simplemente colateral de esa imperfección, a esa característica dolorosa que el hombre de todos los tiempos debió reconocer dentro de sí y por lo cual reflejó en muchos de sus mitos (desde el de Sísifo hasta el de Midas) y que Nietzsche calificó de trágica. Una herida sangrante que la mayor parte de la humanidad tiende a cerrar impotente con el silencio y la rabia y una minoría mediante la búsqueda imparable que tarde o temprano deviene en frustración. Fluctuando sin embargo todos entre la resignación y la esperanza, vamos poblando el Universo y adaptándolo para nada más que para seguir y seguir siendo lo que hemos devenido ser.

Similar en extremo al mecanismo de cualquier otro instinto impositivo, el ansia por llegar a la Verdad que se da de una u otra forma por posible aunque distante (tanto como todas las "grandes esperanzas"), se impone más allá de todo sentido, se impone sin que se pueda encontrar en ello ninguna racionalidad, ninguna perspectiva de éxito (sea en nombre del eterno "misterio divino", sea de uno u otro reconocimiento" de los límites que nos definirían per secula seculorum). En ese marco, sospechamos que esa pretensión inalcanzable de sabiduría sea una completa absurdidad al servicio de las mismas justificaciones. El pensamiento vuela más allá del límite porque sencillamente no existe otra respuesta para poder hacer pie... es decir, para realizarnos como seres vivos tan poco resignados a perecer como los que no tienen conciencia de hacerlo.

Lo evidente es en todo caso que ese mecanismo ávido forma parte de los seres reflexivos que han sido capaces de sobrevivir de por sí, y que esto le ha permitido perpetuarse de un modo hereditario, es decir, imponiéndonoslo de generación en generación. Lo que no podemos dejar de deducir por ello es que en la respuesta al hábitat que representó el propio grupo, la respuesta de la especialización eficaz permitió a su turno su asentamiento y proliferación. El individuo particularmente reflexivo nace y se perpetúa en ese marco, donde su cualidad fresulta reconocida como valiosa y donde este individuo específico supo legitimarla (en la forma de brujos, sacerdotes, adivinos, profetas... y por fin filósofos y científicos). Lo que explica el resultado inevitable actual tanto como el fracaso de los sueños de Sócrates y sus sucesores (de lo que hablé y habré de seguir hablando en términos más específicos).

Precisamente, Strauss, leído tan "bien" como a su vez él entendía que había que leer a todo pensador -y yo creo que lo hacía-, nos lleva hasta el mismo umbral de la conciencia humana al respecto. Según él, Sócrates se orienta hacia el hombre como medida de todas las cosas al descubrir que el todo es inabarcable, y por fin reduce su filosofía a lo político, es decir, a lo presente y a lo cercano pero también a lo que puede permitir al hombre fundar las condiciones para alcanzar el preciado todo... Sin duda, parece obvio que todo cuanto contribuya a eliminar obstáculos nos acercará a ese preciado Paraíso Terrenal en donde lo sabremos todo y en donde sabremos exactamente qué hacer... en donde, por ende, seremos más que hombres, tal vez semidioses, tal vez superhombres... Y uno de los obstáculos principales para ello, que el hombre reflexivo ve ante sí de inmediato, es su propia sociedad. Una sociedad que dificulta el acceso a la sabiduría a causa de sus exigencias inmediatas así como de su estructura.

En realidad, todos los hombres, en todo caso a excepción de los gobernantes en un momento dado, sufren las consecuencias de la sociedad que les es impuesta (siempre nacen en ella y se ven obligados a hacerse en ella un lugar haciendo uso de sus habilidades principales). Pero mientras la mayoría, la que se ha visto compelida a proletarizarse de una u otra forma, no deja de soñar -mientras haya espacio para ello- con un gobierno que sacie sus apetencias de paz, de seguridad y de comodidad (basados en al menos en unas garantías de supervivencia básicas), una minoría sueña con el gobierno ideal.... aunque sin la menor voluntad de arriesgar sus propias paz, seguridad y comodidad. Y en ese sueño, acaba por justificar el objetivo de saberlo todo, de saber todo lo posible del Todo, de aspirar a desvelar el misterio de la vida y de la muerte.

"El hombre es un ser finito e incapaz de conocimiento absoluto; el conocimiento mismo de su finitud es finito", decía Strauss ("Una introducción al existencialismo de Hidegger", en "El renacimiento del racionalismo político clásico", Amorrortu Editores, Bs.As.-Madrid, 2007, pág. 93 -el resto de las siguientes citas pertenecen a esta edición salvo que se indique lo contrario-) sin dejar de reconocer que "En verdad, no podemos dejar de preguntarnos sobre el origen y el destino, o sobre el todo" (pág. 92), de reconocer que uno de sus mayores maestros (Nietzche) no era sino "un ateo a la espera de un dios que todavía no se había mostrado" (pág. 97)... como la mayoría de los eruditos de hoy siguen reflejando en sus discursos.

En su análisis, Strauss concluye otra vez:

"...el "Sein" no es el fundamento del hecho. Si tratamos de entender el hecho de que la raza humana es, y para ello la rastreamos hasta sus causas y sus condiciones, encontramos que la totalidad del esfuerzo se guía por una concepción específica del "Sein", una concepción dada o enviada por el "Sein". (...) comparables a la cosa en sí de Kant, de la que no se puede decir nada ni, en particular, si contiene algo sempiterno. Heidegger menciona esta réplica: no se puede hablar de nada que sea anterior al hombre en el tiempo, dado que el tiempo es o sucede sólo mientras el hombre es. (...) es o surge tan sólo en el hombre. El tiempo cósmico, el tiempo mensurable por cronómetros, es secundario o derivado y, por consiguiente, no se puede apelar a él ni utilizarlo en una consideración filosófica fundamental. (...) Pero, no obstante ello, parece lleno de sentido y hasta indispensable hablar de "antes de la creación del mundo" y (...) "antes de la aparición del hombre". Al parecer, es inevitable preguntar qué es responsable de la aparición del hombre y del "Sein", qué los trae de la nada, porque ex nihilo nihil fit (nada se hace de la nada). Esta es una gran pregunta para Heidegger, quien dice: " Ex nihiloomne ens qua ens (Todo ente sale/emerge de la nada en cuanto ente)..." (pág. 103).

Algo, en fin: "... tan elusivo como..." "el Dios bíblico" (íbíd.).

Nuevamente, como y con sus predecesores, Strauss nos ofrece una respuesta que no oculta su inevitable vocación tramposa: acércate hasta donde yo he llegado, parece decirnos, cuando en realidad "allí" ya se está sobre el abismo.

Y, por fin, una y otra vez, de una u otra manera, concluye definiendo el verdadero espacio en el que se debate el hombre: Lo Político (en "La ciudad y el hombre" insiste en esto en especial). O, en otras palabras, en la convicción (evidente) de que el hombre no puede postergar sus juicios, no los puede postergar ni evitar; no puede, en fin, dejar de responder a las urgencias que le impone la vida cotidiana, a "la necesidad a la que todo ser pensante está sometido" (pág. 68)... mal que le pese, mal que lo sufra.

Así, es evidente que a pesar de que no son ni pueden ser certeros o absolutos, esto es, afirmados al margen del tiempo y del hombre de carne y hueso (por no decir... objetivo o concreto, lo que representa indudablemente otro caso elusivo y correoso como el de la pescadilla), el ser pensante necesita de esos juicios para enfrentarse a las necesidades cotidianas que materializan su estancia y su ser, que le dan al tiempo esa objetividad que notamos y que se nos impone. Sin duda, debemos llegar hasta la aceptación de que es la necesidad de responder con eficacia básica la que nos ha llevado y nos lleva a responder con la fantasía y con la especulación proyectivas.

Ese es el único núcleo posible de toda epistemología que pretenda dar con el por qué del conocimiento y de la conciencia así como con el por qué de sus búsquedas y descubrimientos, de sus obras particulares y sucesivas... al menos en base a los datos históricos con los que contamos desde su existencia. La propia restricción kantiana y luego la positivista, impone ese marco de referencia y lo desborda. Si sólo se puede hablar del tiempo del hombre y de su manera de describir el mundo, hay que acabar por explicarlo, y ello... lleva al ser del hombre y del mundo, nos devuelve a las preguntas sin respuesta... a las que no por nada contesta de una manera particular el hombre, cada hombre, y de una determinada manera que sin alternativa nos conduce a él, a su concretitud más estricta o rigurosa. Por eso Strauss, en el umbral de la "verdad posible", nos ofrece La Política como nuestro espacio real y como la única referencia que da significación a nuestros discursos.

En definitiva, es nuestro ser el que nos impone la búsqueda de su misterio y es nuestra espacio el que determina sus contenidos y su uso. Y lo hace porque lo necesita.

Observando por otra parte el hecho de que los diferentes hombres no resuelven del mismo modo ese imperativo doble de sobrevivir en el mundo y de hacerlo a través de una conducta social, Strauss señala la prioridad de una sociología que comprenda lo que hace y por qué lo hace el hombre. Y aunque ello también deba ser igualmente explicado, y lo sea, en base a su indudable sueño político de una sociedad que ampliaría y asceleraría el descubrimiento de esa evasiva verdad, de ese evasivo sentido de las cosas... En definitiva, cabe observar de paso que el propio Strauss se resistía a abandonar toda esperanza ante el infierno, esperanza que sin duda le hacía soportable su compromiso político... Inevitablemente, de vuelta en el círculo vicioso en el que estamos atrapados.

Desde esta perspectiva, tal vez menos noble o elevada para el hombre que tanto desearía alcanzar el estatus de los dioses, La Realidad va poco más allá de la Realidad Política o al menos toda ella se sumerge en ella, siendo el lugar efectivo donde ocupan su lugar desde el Universo físico hasta el genético, desde las teorías de la evolución hasta las de las cuerdas, desde la matemáticas hasta la metafísica y todos los discursos. El Universo se reduce operativamente en el fondo a La Ciudad y a su supervivencia y superación según las necesidades que experimenta cada uno de sus grupos. En esta interpretación se explica la conclusión filosófica decisiva de Strauss que lo lleva a reducir toda la Filosofía al marco de la Filosofía Política. Lo que no invalida sino confirma que todo ese Universo, toda esa Realidad... está ahí, sirviéndonos para autoexplicarnos -qué más puede interesarnos- y permitirnos seguir cumpliendo con nuestro imperativo vital derivado, como no puede ser más lógico, de su existencia; algo que el propio resultado que somos y que nuestras obras reflejan afirma. Las propias negaciones y variantes especulativas no pueden comprenderse sino es desde este ángulo, es decir, como necesidades propias de una idiosincrasia. Y esa idiosincrasia es la que nos fuerza a no poder, al mismo tiempo, ser reflexivos y silenciar el discurso y las tomas de posición ante el mundo que esa reflexividad produce (como también decía muy coherentemente Strauss). Y conduce, aunque sólo sea para satisfacer esas necesidades, a que esa facultad apunte más allá de los límites de lo desentrañable. En función de las exigencias cotidianas, reunidas a fin de cuentas en Lo Político, es un hecho que el sistema neurológico del hombre se orienta hacia un exceso o desborde inevitable de la capacidad de reflexión, no sólo a pesar de no necesitarlo estrictamente, sino de la necesidad psicológica (existencial) de teñir esa investigación lejana como algo más, como por encima de la supuesta mezquindad política que la habría motivado (calificación de mezquindad, por cierto, derivada de la mala conciencia que a su vez nace de reconocerse demasiado animal).

El hombre, vinculado a la Tierra y a una época concreta, en el momento de su discurso y de su compromiso... no sólo acepta violar sino hasta tergiversar la verdad hasta el momento previo así considerada y respetada, la referencia objetiva, cuando las circunstancias lo obligan a ello. ¿Y cuáles "son" o pueden ser consideradas tales? Siempre los cambios imprevistos o mejor dicho no deseados; lo que se impone al deseo de que "todo siga como hasta ahora"... "mejorando" de manera ascendente. Hasta en el día a día, el hombre se ve necesitado de mentir y de mentirse (o engañarse), de negar el movimiento de la realidad, la variación de la misma... En ese sentido, es obvio que lo que se asume como objetivo no se vea cuestionado sino por ese movimiento... que la verdad asimilada y asentada podría durar eternamente... salvo por ese constante estado de perturbación que nos rodea y nos sacude...

Es así como, por lo visto, funciona, lo que, sin embargo, no puede ser comprendido con el instrumental cultural al uso (el racionalismo de cuya base Strauss decía, con Nietzsche y con Hidegger, que era "una suposición dogmática" -pág. 99-) y debe ser minuciosamente desmenuzado so pena de dar lugar a inútiles "observaciones críticas" que en última instancia también pueden y deben ser explicadas precisamente desde la misma asunción. Pero lo que de entrada podemos apreciar es que responde a la preocupación del hombre por comprenderse a sí mismo al tiempo que a la dificultad insalvable que el hombre experimenta ante lo que excede su capacidad de indagación, es decir, a una reacción un tanto despectiva, de despecho y resignación al mismo tiempo, kantiana, con respecto al "problema de la verdad".

Así, Strauss, en particular de la mano de un Tucídides que "contempla la vida política en su propia luz; (que) no la trasciende; (que) no se ubica por encima de la agitación, sino en el medio de ésta; (que) se toma en serio la vida política tal como es..." ("La ciudad y el hombre", "III - Sobre la Historia de la Guerra del Peloponeso de Tucídides", Katz Editores, Bs. As., 2006, pág. 201), acabó aceptando y asumiendo la superioridad de Lo Político sobre lo Trascendental, incluso a observar que esta instancia indudablemente subjetiva se hallaba subordinada a la primera y en todo caso debía dar cuenta ante ella.

Una concepción que no por nada alejaba a Strauss de la peregrina y utópica idea anclada en el racionalismo de que por medio de la razón o de sus argumentos, es decir, por mediación de la Retórica, se podría convencer a unos u otros para que fueran en la dirección que se supone es la verdadera. Todo un conjunto de piezas que se definen unas a otras y se dan cohesión interna. Todas presentes por otra parte en todos los discursos reflexivos que se justifican en una u otra variante de la capacidad de representación de la humanidad en su conjunto por medio de la propia voz, y que desembocan igualmente en la imposición y en la coerción como único medio efectivo.

Porque si nos devanamos los sesos rebuscando más allá de la ciudad (construyendo telescopios, empezando por los ópticos y acabando por los radiotelescopios, empezando por las lupas y acabando en los microscopios atómicos, empezando por las cometas y acabando por los satélites y las las naves espaciales...) es porque comprendemos que más allá de ese presente que escapa, de la situación frágil e inestable a la que tememos... hallaríamos la causa que nos interesaría extirpar.

De ahí la situación ridícula y, por ende, trágica de que ni se pueda negar que lo "real" exista ni se pueda afirmar que aquello sea real (concepto que no puede ir más de lo que dice nuestra propia formalización). Podemos asumir que no estamos apresando el verdadero río (como Heráclito supo expresar) pero no podemos dejar de considerarlo real en el sentido indicado, es decir, más o menos predecible (esto por vía de la construcción mental de su "esencia", de su "concepto", de su apriorismo, de su "modelización", incluso de su "secuenciación" mediante formalizaciones cada vez más dinámicas y pretensiosas, cada vez más esforzadas por apresar lo que se escapa irremisiblemente). La conciencia de esa angustia que nos mueve nos hace rebotar de nuevo en un intento vano pero necesario.

La conciencia (trasmitida hacia adelante, del presente hacia el futuro, de manera inevitable más que voluntaria, por las diversas formas, cada vez más sofisticadas, de comunicación , de información) nos dice que se pueden recibir de allí fuera (el interior desconocido también se nos aparece como externo u objetivo: el homúnculo interior que se emergió un día en el hombre de modo un tanto independiente y díscolo, lo facilita sin duda) los múltiples peligros potenciales (desde meteoritos hasta la extinción del Sol pasando por los efectos que produce la vida y el pensamiento así como de los incontrolables movimientos de la Tierra, de los continentes, del mar...) y obtener unos cuantos recursos instrumentales (al servicio del poder posible... que en principio cree que será el que existe o en el que sueña) pero hasta eso tiene una razón política, próxima, social de ser más allá de la innegable obtención de datos que alfombran el poder futuro del hombre y el presente de sus mecenas, empleadores y soberanos.

La ontología y la epistemología son ambas formalismos. Movidos a base de otros obstáculos habríamos desarrollado otras, pero ninguno de esos "multiversos" posibles es el nuestro... aunque alcancemos a tener conciencia de su posibilidad (otra consecuencia de nuestra idiosincrasia imperfecta y desbordante) con la que podemos jugar pero no confundirnos. Todas ellas abandonables en cuanto necesitemos actuar sólidamente o con urgencia. Dejarse llevar, no obstante, es también pensar y crear, para los demás, para los que nos heredarán, para los que nos traicionarán con cierta probabilidad más o menos obligados por las circunstancias... lo que a fin de cuentas nos seguirá reproduciendo más o menos como somos aunque con una teoría diferente y hasta ciertos límites eficaz.

La voluntad de sobrevivir se convierte en voluntad de poder y esta no somos capaces de imaginar hasta dónde o a qué nos llevará...

Pero somos prisioneros de ese imperativo... estamos "sometidos" (pág. 68) y tal vez no seamos precisamente los más reflexivos los más aptos para continuar la marcha... a pesar de los sueños de Sócrates y sus discípulos. Curiosamente, la marcha nos lleva al descubrimiento de nuestra índole trágica (Strauss, Nietzsche) y ello, como ya he dicho otras veces, a la parálisis. ¿Qué se impondrá: el ser sobre la conciencia o ésta sobre el ser? ¿Será el ser capaz de contenerla, de domesticarla, de reprimirla, de engañarla... como se pretende hoy en día por lo visto? ¿O ésta acabará imponiéndose, dándole por fin una feroz y quizás mortal estocada? ¿Llegará a verle a ello algún sentido...? Si no lo llega a ver... el ser (La Vida, diría Nietzsche) habrá triunfado... tal vez a costa de dejar de buscar inútilmente y de aceptar una vida sensitivamente satisfactoria, una vida... erótica de la que no tenga por qué estar excenta la buena lectura, la buena "escucha de los muertos con los ojos". Las perspectivas, lo reconozco, lo confieso, son para mí "enervantes" (pág. 78). por ello, mi sueño, lo reconozco y lo confieso, es que al menos quede eso.

17 comentarios:

RDC dijo...

Comentas muchas cosas en este Post, jejeje.

Sobre Heidegger; siempre lo he considerado un autor menor... mentalmente débil. Le otorgaría el dicho nietzscheano "Quienes quieren parecer profundos enturbian sus aguas": El lenguaje que usa Heidegger es ridículo; total, para acabar diciendo lo que dice...

A Strauss (supongo que te refieres a Leo Strauss el politólogo)no lo conozco mucho; sólo me he mirado algunas de sus tesis políticas; aunque ahora mismo me cuesta recordarlas ¡Y eso será por algo! Instintivamente no le di mucho valor, a parte del estrictamente retórico que como buen académico nos muestra de manera sobrada.

No voy a entrar a discutir la visión que ambos pensadores tomaron de Nietzsche; me da igual. Pero yo no apostaría por ninguno de los dos viendo cómo articulan sus argumentos, como escriben, en fin, como respiran sus pensamientos.

En cuanto a lo que comentas de la vida como tragedia... buff, lo que planteas me parece más una visión schopenhaueriana y pesimista que nietzscehana ¡Y hay mucha diferencia entre ambas!

A mi entender la diferencia entre las dos visiones radica, por decirlo mitológicamente, como sigue: Schopenhauer ve la tragedia con los ojos de Perseo, es decir, del héroe. Nietzsche ve la tragedia con los ojos de Dionisios, o sea, de un Dios ¿se entiende?

Aquí, carlos, nos presentas la visión trágica del héroe (el héroe del conocimiento que lucha por la verdad) y por tanto, pesimista ¿Y acaso Nietzsche lucha por la verdad como el fanático por su cruz y su luz? Rotundamente no; todo esto es Schopenhauer (Libro tres cap 50-52 del volumen I del "Mundo como voluntad y representación")

En cuanto al conflicto que postulas entre ser y consciencia, cabe confesar que yo no veo tal conflicto ¡La consciencia también es ser! Semejante conflicto sólo se da con ciertas "conciencias" que creen no ser 'Ser' y por tanto, se creen hallarse por encima de él... más hallá de él.

Seguramente tu y yo nos dirigimos hacia la misma meta, pero no seguimos los mismos senderos. Creo que el tuyo da muchos rodeos y clarifica poco. De todas formas, cada uno hace lo que puede y quien puede lo que quiere.

Bueno, lo dejo aquí que ya he escrito demasiado.

Saludos cordiales. Y ánimos.

Carlos Suchowolski dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Carlos Suchowolski dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Carlos Suchowolski dijo...

Hum, esta vez escribes con los guantes puestos amigo mío... je... Lo evidente es que me reconfirmas (y a Strauss, je... y a muchos más en realidad) que se pueden provocar muchas lecturas, tanto de los discursos como de los hechos. Y ahí me siento impulsado a pedirte que intestes leerme mejor (y que leas a Strauss, que vale la pena más allá de que se tenga una coincidencia significativa con él, en mi caso incompleta). De Nietzsche, como sabemos, hubo muchas lecturas, y de hidegger o Strauss ni te cuento. De todos modos, yo no cito directamente a Hidegger sino a quien lo cita y comenta, y ahí dejo que descubras lo que por ese medio ejemplifico. Lo que creo sin embargo sí es que tanto N. como H. y en especial S. (Leo, sí) han tenido la virtud de ponernos más que otros ante el umbral de los problemas (a mi criterio, claro).

¿Héroe luchador por la conciencia? No puede ser un héroe quien es sitado como víctima. Repasa bien y dime dónde glorifico al filósofo al que distingo del guerrero o del artesano tan sólo por tener más de un arma de supervivencia que de otra. Y señalo, por fin, como perspectiva la que a los pensadores menos les apetece y por la que ni siquiera son capaces de luchar ni se lo permite la realidad; algo con lo cual también comulga Strauss por cierto (aunque no lo haya citado explícitamente al respecto... en esta ocasión al menos).

En otro aspecto: no creo yo que conciencia y ser sean contrapuestos, antes bien, si te fijas, digo que van de la mano y que incluso se concatenan genealógicamente, volviéndose el uno sobre el otro precisamente por ello, etc. No abundo, me siento satisfecho de la manera en que lo "aproximé". Al final, que parece ser lo que origina tu comentario al respecto, intenté una metáfora o una alegoría que pudo no ser del todo feliz, en donde las menciones a ser y conciencia eran en realidad a las ideas que se tienen "comunmente" de ellas. Si sigues sin ver el sentido (en correspondencia con el resto del post) intentaré explicitarlo.

Debo confesar que haces honor a tu autoestima, en particular a tus instintos. Eso también es hacer lo que se puede, claro. Yo he leído bastante a Strauss (Leo) y de "politicólogo" y "retórico" le he encontrado menos que poco, es decir, nada. Y eso que creo tener un instinto para oler a los "especialistas" de los que ya he manifestado muchas veces mi malísima opinión.

Sería genial para mí provecho que me explicaras qué te puso de tan mal talante este domingo... Y espero algo más sustancial si es que no te "da igual" también.

¿Meta? Hum, creo saber qué "impotencias" me empujan, pero en todo caso hacia ninguna parte. Al punto que me pregunto (uno más que lo hace por lo que sé) si vale la pena gastarse en estos espacios... y en algún otro... Aunque tal vez puedas desvelarme mi propio rumbo... si es que has visto algo...

Como apreciarás esta vez... je... me encanta escarbar con ironía en cuanto me lo sirven en bandeja. Espero que como buen nietzscheano lo sepas incluso apreciar y nos lo tomemos un poco a risa a la vez que en serio.

Un saludo cordial.

(nota, tuve que reponerlo por culpa de un lapsus que corregí; por lo demás no hay cambio alguno.)

RDC dijo...

Buenas tardes Carlos.

Quizás fui bruto, seco, rudo con mi comentario mmmm... A veces me falta un poco de mano izquierda, disculpa. Pero no era nada de mal humor, te lo aseguro. Para bien o para mal es un poco mi carácter.

Creo que mi modo de pensar es muy distinto. Lo que escribes de Strauss "El hombre es un ser finito incapaz de conocimiento absoluto" me suena muy, pero que muy pesado. Fíjate que no digo ni que tenga ni que no tenga razón; simplemente me suena a idealismo alemán.

No sé hasta qué punto soy nietzscheano, pero nietzsche descubrió algo fundamental sobre el conocimiento y por tanto, sobre la verdad: toda verdad, todo conocimiento, se sustenta sobre una ignorancia, un error, una falsedad, un engaño ¡ara conocer debemos engañarnos en muchas cosas! Y esto es evidente estudiando la ciencia misma; de hecho, en lógica, Tarski y Gödel demostraron este descubrimiento de Nietzsche: no sólo la verdad no existe como tal, sino que la verdad surge, exclusivamente, de unos criterios de validación impuestos a conveniencia por el hombre.

Con esto quiero decir que para mí no implica ningún problema si el conocimiento humano es finito o infinito, si podemos alcanzar o no un conocimiento absoluto ¡Qué más da eso! El conocimiento me excita e importa por otros motivos, por ejemplo, porque me pone a prueba, porque me pone enigmas, aventuras y retos a resolver y superar. Y con este juego, en verdad, uno se va 'conociendo' sin quererlo ni comerlo más a sí mismo.

Por eso te escribí esa metáfora sobre la tragedia, entre la visión trágica del héroe y la del Dios. Para un Dios el conocimiento y la verdad son un juego; al héroe, empero, ese juego puede serle fatal, pues cree que su vida depende en exclusivo de ello ¡Juega por necesidad y no por capricho!

Eh aquí la cuestión: entrar en el campo del saber por puro capricho, como diciendo -Voy sobrado de fuerzas-. No por necesidad existencial, o sea, no por angustia (Heidegger) ni venganza (cristianismo) ni desamparo (Schopenhauer)ni por reputación (Descartes); sino por puro placer y capricho: -Yo estudio las cosas, yo conozco e indago y cuestiono no porque sea necesario y vital para mi supervivencia, sino porque yo así lo quiero y lo he decidido; porque me da la gana; porque a ello quiero destinar mi vida-. ¿Se nota la diferencia? jejeje

Saludos cordiales.

Hugo dijo...

Estos posts deberían estar prohibidos, qué extensión, a la vaca nietzscheana le llevaría todo el día, me temo :P

Jaja, es broma. Sabes que la mayoría de los conceptos que tratáis son nuevos para mí -bueno, más o menos-, así que no voy a profundizar -¡no podría!-, sería una negligencia por mi parte.

Pero sí que quiero quedarme con la idea del héroe y del Dios que expone RDC. No sé hasta qué punto se puede aplicar esta idea a tu post, pero sí que sé hasta qué punto es aplicable a mí jaja. Por lo tanto, he aprendido algo, o mejor dicho reforzado.

En consecuencia, ha sido un placer leeros. Sólo me queda decir que... sigáis haciéndolo. Detrás de vuestras palabras hay muchos lectores aprendiendo :D

Un saludo.

Carlos Suchowolski dijo...

Veamos, Robert: sea como sea, coincidirás conmigo en que el cómo seaa no justifica la falta de rigor, que me parece valioso hasta si se practica con los dientes apretados. Contestaré a unos pocos puntos a los que asigno más importancia en nombre de ese rigor (lo que no debe interpretarse como coincidencia con otros acerca de los cuales no otorgo por el hecho de callar). Lo más importante es para mí "leer bien", sobre cuya base se consigue el rigor que nos impone a fin de cuentas la idiosincrasia (claro que también nos impone el engaño y el autoengaño, la traición y la mentira, la puesta en peligro de la especie y "el futuro" en nombre de lo individual, etc.: todo eso es el hombre en diversas proporciones, por decirlo a la manera en que se hablaría de un coctel... dionisíaco. Volveré sobre esto, je...).

Leer bien lleva a mi criterio (y lo mismo he sido yo quien lo hizo mal, es decir, leeyendo lo que quería leer...) a la conclusión de que N. y S. dicen lo mismo (y lo que yo, salvo... en algunas cosas más en las que "creían", que no yo). Si lo lees "como sea" primero, sacarás tus propias conclusiones; en el post están parte de las mías, y hay otras en posts más antiguos que yacen como los héroes bajo las capas sucesivas del tiempo. Leer bien, en cualquier caso, o mejor, no veo en qué pueda afectar a tu "elección" por uno u otro punto de vista: como más o menos venía a decir Strauss, la fuerza de la persuación no puede contra ciertas cosas y a fin de cuentas podemos "leer" lo que nos "encaja" (me someto a este juicio posible, que hay que demostrar con rigor... si, claro, se "siente" uno inclinado al esfuerzo). A la postre: todo esto confirma "mi tesis" de que las opciones y los compromisos se toman de entre un abanico de lo "admisible" para el individuo (lo que tiene raíces sociales, históricas, psicológicas, hereditarias, etc.); nada del "otro mundo", pero de lo que se huye o que se tergiversa muchas veces para... realizar "como se puede" (en el mundo dado y la idiosincrasia dada y conseguida) la manera de sobrevivir (generalmente imperfecta).

Por eso, que es lo que sostengo, coincido en que lo que podemos juzgar como "erroneo" (poco eficaz o ineficaz, y que a veces se rechaza moralmente) se produce "en función de" la necesidad de orientarse para "avanzar" y en ese sentido, que "todo" vale en una u otra medida (y todo "no vale" perfectamente aunque lo parezca a quienes asumen el "dogma", el "mito" o el "descubrimiento"). Nada del otro mundo y que ya está delineado por Nietzsche, Hidegger, Strauss e incluso por ejemplo Feyerabend (al margen en todos los casos de que todas sus argumentaciones me parezcan bien, aclaro).

En cuanto a la tragedia que Nietzsche "descubre" siendo bastante shopenhaueriano, creo que se mantiene a lo largo de toda su obra de madurez. El problema no es tanto cómo se reacciona ante lo trágico (con más o menos impulsos y/o infulas heroicas o con más o menos embriaguez) sino qué ocasiona unas y otras respuestas (ellas revelan las diversas idiosincrasias humanas... ante el mismo dilema). Por otra parte, todos somos un poco héroes y todos tendemos a hacer de nuestras "certezas" verdaderas lanzas (o puños enguantados, je... ¡O martillos!). Creo que los hombres-cócteles tienen porcentajes diversos de cada cosa y con el propio instrumental se lanzan a la batalla. Y que todos se embriagan a veces hasta la cirrosis, se drogan hasta la esquizofrenia, danzan hasta el agotamiento... Dogmas, mitos, ciencia "absoluta", música, teatro... todo con tal de "escapar" de la angustia... incluso... la conciencia y el conocimiento y la valoración de la sabiduría...

Esta es la idea que quería realzar y que pone "todo lo aparentemente grande" bajo el imperio de la necesidad de lo "aparentemente mezquino".

Un saludo.

Carlos Suchowolski dijo...

Hugo: ¿y nada te choca salvo... "en broma" la extensión... en lo que te doy la razón... je... pero es que no tengo tiempo para organizar todo en un libro y esperar que llegue a alguna parte con "efectividad"; es decir: que realice mis más bajos impulsos "bien adornados" de "sapiencia".
Gracias por colaborar y aportar calor a tanto frío.
Un abrazote.

Meditabundo dijo...

Hola Carlos

Interesante post sobre Leo Strauss.. un politólogo especialista en Nietzsche.. aunque quizás, y esto lo digo con la temeridad del que no conoce de su obra más que su aroma, se pierda un poco en un Nietzsche perseguidor de la sabiduría, como el que intenta ir más allá del que rechazó sumergirse demasiado en el río.
Nietzsche, a mi entender rechazó cualquier pretensión de amarrarse a ese río en el que todo fluye.
Puede que desvaríe si me resulta un tanto hedeggeriana la interpretación de Strauss sobre Nietzsche, hacer del bigotudo un pensador metafísico que intenta ir más allá de "todas las cosas".

En cuanto al concepto trágico en Nietzsche... es cierto, como lo reconoce en su testamento vital (Ecce Homo) que es un concepto que le ha acompañado durante toda su obra y vida. Pero este se aleja del concepto pesimista del que hace gala en su metafísica de artista (totalmente invuído de Schopenhauerismo y wagneritis) para acercarse a un pensamiento más dionisíaco. Como si dionisos hubiese deborado a Apolo.

¿Sería muy osado decir que Strauss peca de ideales ascéticos, en cuanto a búsqueda de cierta esperanza en alcanzar el conocimiento mediante el ideal político? lo mismo lo entendí mal... pero como decía el propio Nietzsche, no hay verdades sino interpretaciones...

Por último decir que siento cierto aire de Spinoza y su contao de ser en los planteamientos de Strauss... y quizás algo del espíritu trágico del propio Unamuno...

Un abrazo.
Esteban.

Carlos Suchowolski dijo...

Gracias por el comnetario Esteban, que debería dar lugar a un intercambio rumiador de segundo estómago (rumiómago alienígena, como dije una vez... je...).

Pero, insisto (y por lo visto tendré que hacerlo otra vez con un nuevo post y sin duda más claro y también sin menciones a nadie y reduciendo a mínimos las metáforas o las alegorías... aunque no sea mi estilo "literario"): no se trata de poner a Lo Político como el lugar donde realizar ni el conocimiento absoluto, ni el conocimiento posible, ni la conciencia, ni la sabiduría... al-margen-de-lo-que-diga S. o N. según quien sea. Lo que yo digo es que creo que Lo Político (en el sentido clásico que hace que S. hable de Filosofía Política y al que según él se redujo la práctica de Sócrates, etc.) es "determinante" de todo el "filosofar". Y que, en segundo lugar, esto es resultado del "plano" efectivo propio del hombre en el que acaba realizando su imperativo adaptativo.

Tomo a S., a N., a Sócrates, a RDC, a mí y a otros que pasaron alguna vez por mi blog... como ejemplo demostrativo de que eso se da al margen de que crean que hacen otro cosa.

Y creo que eso, no demasiado novedoso, aunque sí acariciado por lo que he podido apreciar hasta ahora, es, según mi parecer, algo que si se asume permite sacarle más partido al análisis y no nadar a medio sumergirse (¡ya estamos con las metáforas o las alusiones!) inventando mitos oscurecedores (ciencia y filosofía incluidas).

Por otra parte: ¿qué significa llamar a S. "politicólogo", por qué...? No lo entiendo, ¿es que es acaso un vox populis de algún ámbito; periodístico o universitario quizás...? Ya me lo explicareis tanto tú como RDC que lo han dejado caer sin tapujos... y a pesar del "no lo conozco" o "sólo el aroma"... Yo no comulgo con S. en muchas de sus conclusiones, asunciones y sugerencias (a veces muy difusas y "abiertas"), pero no me parece correcto intentar "reducirlo" de ese modo, intento que pudo ser por efectos del vox populis que no conocía y tal vez exista o por una consecuencia "ideológica" que en el fondo incluye el rechazo de la idea que Strauss, a mi criterio, más o menos claramente, "alcanza" y yo, de momento (mientras no se me rebata) defiendo: la que expuse al principio de esta misma respuesta.

En cuanto a la discusión acerca de unas u otras "tragedias" y unas u otras "etiquetas" para la puesta en evidencia de lo que importa y traigo a la palestra y que trajo N. sl margen de los colorarios (pesimista/optimista, etc.) que puedan hacerse o hiciera, y que es: el hecho en sí de la horfandad insuperable de "verdad absoluta" por parte de la conciencia (que privilegio como "resorte" o "motor" de la búsqueda impaciente, de la no-resignación ante la propia horfandad, de la imposibilidad positivista de "callar", etc., etc.... sobre eso... je... otro o más posts futuros... De esos que, como señala Hugo, "habría que prohibir".

Un beso y espero haberte deleitado dionisíacamente con el baile y la música amateur de mis palabras.

Un abrazo y espero más, siempre más.

RDC dijo...

Buenos días.

Congenio bastante con lo que dice Meditabundo. Pero veo que nos recriminas no haberte entendido.

Yo creo, empero, que algo sí que hemos entendido.

Lo que yo te he criticado es precisamente lo que respondes a mi último comentario: "Y que todos se embriagan a veces hasta la cirrosis, se drogan hasta la esquizofrenia, danzan hasta el agotamiento... Dogmas, mitos, ciencia "absoluta", música, teatro... todo con tal de "escapar" de la angustia... incluso... la conciencia y el conocimiento y la valoración de la sabiduría..." Esto, precisamente esto es lo que yo he criticado, puesto que lo considero inexacto ¡No me parece que todo el mundo actúe con el único fin de 'escapar' de la angústia! ¡Ni tampoco nos movemos siempre por puro instinto de supervivencia! Seguramente, empero, me equivocaba cuando decía que esta mentalidad me parecía Schopenhaueriana; seguramente Meditabundo tenga más razón cuando dice que le sabe a spinoziano.A fin de cuentas, ambos son judíos, son perseguidos y sufren una vida de supervivencia ¡Cómo no van a ver la vida, toda, como un instinto de supervivencia! Pero eso dice más de ellos que de la propia vida.

Por otro lado, ahí tenemos el tema principal de tu post y que con gran acierto nos has criticado por no entenderlo. Repito, carlos, tenías razón en decir que no te habíamos entendido porque, yo y meditabundo, nos hemos puesto a comentar aspectos 'superficiales' del post. Aunque en el fondo no sean tan superficiales.

Pero debes entender que el post era complejo; yo he necesitado algunos días para que me entrara poco a poco ¡No vas a pretender que te entendamos a la primera! Yo, al menos, soy un poco duro de coco jejeje ¡Necesito tomarme mi tiempo!

Bien, poco a poco voy entendiendo lo que venías a comentar: la capitalidad de lo político como fundamento del conocimiento.

Me resulta complicado distenderme con estos temas en un medio como són los blogs. Sólo diré que, a mi entender, toda sociedad se articula sobre pensamientos metafísicos: sobre una idea de ella misma, del mundo y la vida. En base a eso estructura sus relaciones, sus clases, sus objetivos, motivos, intereses y preocupaciones. ¿De donde surgen estas ideas? Bueno, depende, pues no hay una única causa efectiva.

Sin embargo, continuo no participando demasiado de Strauss... ni mucho menos de Heidegger ¡Y no sólo por el lenguaje! De Nietzsche mmm...
¡Nietzsche aún es póstumo! Aún faltan 100 años (5 generaciones) para que muchos digan: sí, por eso decía esto y no lo otro ¡Falta un siglo para que muchos entren en sintonía con su mentalidad!

Saludos carlos... y no te impacientes con nosotros ¡Gota a gota se erosiona la roca!

Carlos Suchowolski dijo...

Ha sido un placer recibir tu comentario: no por cómo sino por lo qué... me invita a sacarme los guantes (que es casi el sombrero). Bueno, juegos al margen, no es que me impaciente sino que lo soy, no es que espere o pretenda necesariamente horadar la roca sino humedecerla... Y preámbulos aparte, vamos a lo sustancial (lo que no desmostraremos nunca que lo ha sido).

Dices: "Lo que yo te he criticado es precisamente lo que respondes a mi último comentario...", y yo contesto con lo que le dije a Meditabundo: son alegorías histriónicas (esto último no lo dije pero debí hacerlo en honor al rigor). Y como todas, sirven a mi juicio para "meter el dedo en la llaga" (¡y a veces en el ojo!)... cosa que no podrían hacer si no encerraran (¿no has dicho tú de hecho y casi de derecho algo que incluiría esto...?) "algo de verdad", una faceta en todo caso importante, añadiría yo.

De todos modos, lo mejor, lo que me causa placer de este diálogo a 4 -incluyo a Hugo que non parla mucho ma se fica-, es que vamos afinando bien (todos of course) y la orquesta suena -por ahora. cada vez mejor (je... ¡me pido la batuta, claro... esta... vez...).

Afinemos pues...

Y en primer lugar no aporrees tan fuertemente el bajo, Robert, porque yo no he dicho "tanto" como para que señales, correctamente, "¡No me parece que todo el mundo actúe con el único fin de 'escapar' de la angústia! ¡Ni tampoco nos movemos siempre por puro instinto de supervivencia!", a... quizás, mi otro yo. Y no pasa nada, pero no puedo más que intentar dejarlo claro (qué le vamos a hacer, hay por lo visto un resorte entre otros en el hombre que reacciona cuando le adjudican algo que no se siente... aunque tal vez lo sea a su pesar! ¡Otro resorte entre otros, pero... el que actua cuando eso sucede, mientras que el que empuja, por ejemplo, al llanto, es otro u otros... etc.!)

Justamente, eso ejemplifica de paso por qué estoy de acuerdo... 100% de acuerdo... no, miento, 99% de acuerdo... ¿Cómo va a ser aquel "único", incluso cómo va a ser "un fin", incluso como va a ser "siempre"? Veamos el 1% en que intersecto con lo que supones que sostengo en base a la alegoría o exabrupto:

Yo creo que la conciencia (que en unos aflora más y en otros muy poco, que aflora a veces y no todo el rato, que algunas veces enfoca ¡"como insolubles"! (el quid) los problemas de la finitud, de la impotencia, de la frustración, de la incomprensión del sentido...), produce, ¡en esos casos!, un estado no siempre consciente de angustia vital, de desasosiego, de inseguridad, etc., o de todo junto, y que eso está en la base del funcionamiento cerebral, que eso produce su sed particular de sabiduría, de búsqueda insensata de la "verdad absoluta" y de "algún sentido". Y digo que esa base, a la que la costumbre lleva a no hacer caso todo el rato como si se estuviera enfermo de sionismo o de delirium tremens, explica que el cerebro vaya "más allá" -tendencialmente- y de lugar a los resultados imaginarios y formales que a veces conseguimos textualizar en uno u otro lenguaje. Ahora bien, si esto es así... se trata de algo nacido para la supervivencia, aunque no, nunca, predefinido para esa función o "diseñado" por anticipado (esto lo dejo aquí porque si no... uffff...) Y si esto es así... estudiemos cómo se evidencia, a través de qué mediaciones, en qué plano del imaginario, etc. Aquí es donde "descubro" Lo Político, o lo "defino" como ese lugar, ese espacio,ese plano...

Lo dejo aquí... apuntando, perfilando y precisando mejor gracias a vosotros (y sin hacer mucho caso de psicologismos que a fin de cuentas creo más reduccionistas que los genetismos: me refiero -pero no hace falta volver a ello- a lo de los judíos en fuga y pisoteados por los caballos de los pogromos o ahogados por el gas ciclón... Debo provenir de aquellos judíos a los que Nietzsche valoraba por haber conquistado Israel de manos de miles de pequeños reinos bajo la dirección del maquiavélico Josue, de esos a los que llamaba nobles y a los que admiraba como a cualquier miembro de una élite perseguidora. Lo que me falta es tan sólo aquel mundo con su correspondiente menor consciencia pero si no... je... je... no sé qué decirte...)

Bien, un cariñoso y agradecido saludo: la estoy pasando muy bien... persiguiéndoos con toda la armería y utilería al alcance de mi mano.

RDC dijo...

Saludos carlos

Creo que, poco a poco, voy cogiendo un poco el ritmo de tus pensamientos...

Comentas que el afloramiento de la consciencia, en este caso de tomar consciencia de que somos unos seres finitos y por tanto, llenos de imperfecciones, con notables impotencias y evocados a las frustraciones nos produce, por lo general, la angustia vital, el desasosiego, la intranquilidad.
Ciertamente, eh aquí la tesis de Heidegger. Y Nietzsche, a mi entender, critica precisamente esto.

Vale; añades, que han sido muchos quienes han proyectado tan terrible angustia y sensación de superviviencia producida una vez tomamos consciencia de nuestra fnitud y nuestras limitaciones, hacia la búsqueda de verdades absolutas.
Ciertamente, estos concienzudos creían que esa Verdad les salvaría -¡La verdad salva y cura nuestras angústias- Se decía! El cristianismo y Spinoza son dos ejemplos clarísimos de este proceso.

LLegados aquí introduces la idea de "lo político". Aquí agradecería aun poco más de claridad, pues no estoy seguro de entender lo que quieres decir: ¿Acaso quieres decir que toda cuestión filosòfica, toda explicación de la vida, todos los dioses, se pueden explicar como acciones políticas?

Si éste es el caso, confieso que tengo mis dudas. Creo que nos hallamos ante el viejo dilema: ¿qué fue antes, el huevo o la gallina? En este sentido, me pregunto: ¿hay que entender la metafísica (dar un sentido, un significado y una verdad de la vida) como una acción política o bien, hay que entender la política como una necesidad metafísica? Lo paradójico es, que quizás ambas posturas sean correctas.

Por otro lado, hay una cosa que yo no estoy deacuerdo: no somos seres finitos... ni tampoco infinitos ¡Esta consideración se la inventaron en la antiguedad! Y como es una invención, podemos inventarnos otra que no tiene porque acarrearnos angústia, frustración, etc.

En fin, ciertamente nuestras ideas sobre nosotros mismos y el mundo nos afectan emocionalmente. Pero nuestras ideas son, precisamente, esto, ¡nuestrsa ideas!

Nos vemos

Carlos Suchowolski dijo...

Por aclarar más lo que podría ser un obstáculo: llamo "Lo Político" (con Sócrates y sucesores; o sea, con lo que los "pensadores" -los de alto porcentaje de elucubración, etc.- acaban asumiendo como "su responsabilidad") al espacio donde se construye supuesta o imaginativamente el "mejor mundo posible". Ese "espacio" está determinado espacio-temporalmente y es bastante más cercano o próximo a lo que aparece en las construcciones filosóficas, estando (eso afirmo) siempre en ellas, las que siempre responden en última instancia a ellas.

Por lo demás: considero también la "tragedia" como algo en lo que hay constancias propias de nuestra idiosincrasia amplia (por la que seguimos siendo parte de la "era" que empezó en la Grecia Clásica, más o menos) y otras que constituyen "formas nuevas". En general no me refiero siempre a Lo Trágico en el mismo sentido sino que apunto a la base común y luego a la forma concreta que hoy reviste. En todo caso, en ambos casos considero Lo Trágico como algo propiamente intelectual (o filosófico) y por supuesto como algo de lo que se puede "escapar" individualmente mediante muchos artilugios, mitos, dogmas, etc., pasando de "finitudes" a "infinitudes", ninguna más cierta o digna de certeza que la otra.

La pregunta sigue en todo caso en pie: ¿cuál es el motor del conocimiento, de la conciencia, de sus objetivos y maneras, de sus limitaciones, y qué estados conflictivos o no en el tiempo produce su marcha? En concreto, es obvio que las épocas que parecen a uno a otros promisorias dan lugar a estados de euforia, dionisíacos, etc., pero hay también de las otras, como ahora (¡no sólo dentro de los marcos de "La Crisis"!) que "empujan" a "muchos" "pensadores" a la tragedia o al ostracismo inoperante, o a uno u otro mito incluso... por qué no.

Tal vez esto sea incluso más heideggeriano (por lo que estoy viendo), pero ello por pura casualidad me temo.

Héctor Meda dijo...

Hola siento el off-topic y siento si soy pesado nomás quería asegurarme, Carlos, si te ha llegado el mail que te envíe.

Saludos

RDC dijo...

Me ha costado un poco, pero ya veo por donde vas jejeje.

Sobre la necesidad de crear el mejor de los mundos posibles... ¿Qué "nos" mueve a pretender cambiar la realidad en son de un mundo mejor? ¿A qué se debe que cuando "nos" lo predican "nos" lo creemos?
Ciertamente todos los grandes filósofos idealistas han elaborado su sistema político des del cual pretendían llevar a cabo tales ideales.

Pero hay otra forma de hacer política. Esto lo sabemos nosotros biene eh jejeje: hacer política mundana al estilo de Tucídides o Maquiavelo. Ver la política movida, sólo, por el poder; como mecanismos por acrecentar o mantener el poder. Como una voluntad que pretende imponer cierta forma de vida y hacerla prosperar a cambio de lo que le rodea, de lo que sea... ¡Incluso a cambio de sí misma!


Por otro lado, cuando preguntas ¿cuál es el motor de la consciencia, del conocimiento, etc? Creo que eso depende de la personas y las épocas.

El motor de la consciencia puede ser vanidad, orgullo, placer, dolor, aburrimiento, angústia, odio, erotismo, etc.

Lo que sí me parece claro es que la ciencia o la consciencia humana no es algo dado, puro y autónomo, sino que más bien actúa como un instrumento a merced de nuestras voliciones, disposiciones y fuerzas animales.

Saludos

Carlos Suchowolski dijo...

"Motor de la conciencia" o más bien (debí/quise decir): "motor de la avidez por incrementar la conciencia", es decir, por alcanzar La Respuesta que buscaba Midas en la leyenda que menciona Nietzsche en ""El nacimiento...".

Como "facultad", la conciencia me parece, sí, un instrumento que, tras aparecer, como todo elemento adaptativo, resulta "eficaz" a la forma de vida en la que surge, la humana. Y por eso no la valoro especialmente desde el "punto de vista del Universo". Es un "resultado" y como tal "imperfecto" que... je... incluso es capaz de producir "monstruos" (eso sí... ¡preventivos!, ¡asimilados como tales!).
Hasta la próxima.