lunes, 1 de febrero de 2010

Volviendo a "La Economía" a cuento de las disquisiciones de un "económetra"

A base de navegar por mares poco frecuentados (cosa que a veces, como la vez pasada y como ahora, me empuja a responder), me topado a con unas disquisiciones en torno a la metodología en esta ocasión de La Economía, que por una parte se inscriben en el mismo marco que llevo atendiendo: en general, los del intelectual, los del racionalismo, los del cientificismo, y en particular los de La Economía (una de sus hijas por antonomasia) en tanto que Ciencia (en la que La Economía reclama cada vez con menos justificación a mi criterio un puesto), lo que a su vez nos lleva al problema del reduccionismo posmoderno y de la inclinación por las conductas y valoraciones pragmáticas que imperan, inclinación que se afirma a cuento de la impotencia social generalizada que caracterizan a estos tiempos y que se realiza con la pérdida de cada vez más significación conceptual hasta dejar los conceptos convertidos en cáscaras vacías o en meras palabras encubridoras de la estrategia de dominación, conquista, conservación, y lucha hacia ninguna parte de las camarillas que se adjudican la representación de la especie en su conjunto y para siempre... Así que esto será doblemente una continuación, sirviendo como introducción a las entradas pendientes que tenía a medias sobre el tema de La Crisis (su estado actual) y sobre el carácter imaginario de La Economía según lo había dejado esbozado en "El carácter intelectual del liberalismo (3-b)...". Ambos seguirán seguramente a este.

Está visto a mi criterio que todos estos fenómenos están interconectados, y no precisamente por influencias malignas (y por lo tanto externas al ser humano) que se podrían suponer en el origen, explícita o implícitamente (porque sobre "lo que se muestra" se debe "callar"), ni por una equivalente alineación debida o no a una debilidad congénita comparativa (donde, sin embargo, "los listos -que nos gobiernan- son los tontos", como bien señalaran Adorno y Horkheimer), sino por una necesidad. Una necesidad que una y otra vez aflora cuando intentamos desmontar todos los entresijos (y no sólo los convenientes) de los complejos y mediatizados productos culturales producidos por el ser humano, claro, desde la mismísima escritura hasta las propias Ciencias y Filosofías.

En cualquier caso, esto me ha permitido reconducir mi mirada hacia La Economía de la que se había desviado para tratar de La Ciencia en general y de las ideologías asociadas a ella en sus comienzos y de los que queda de ellas en plena decadencia actual, donde, como ya he dicho, aquellas siguen asociadas aunque de manera cada vez más laxa, como meros almacenes de términos que sirven para reproducir en las etiquetas de cada coyuntura.

Me refiero a un muy reciente post de Kantor (a quien le habría dejado un comentario si supiera que no lo ignoraría, como muchos y él mismo estilan hacer cuando consideran que lo que uno buenamente pone ante y para su enjuiciamiento "no tiene interés alguno" o "a saber de quién proviene") que no obstante apunta a otro bastante antiguo (para los términos que prevalecen en esta blogsfera de sedimentos olvidados -salvo que uno, como Kantor ha hecho, los haga reflotar mediante un simple enlace-). Y, con el mismo enfoque que adoptara cuando tomé a José Luis como justificante, tomaré esta vez a Kantor -aunque esta vez no creo que abuse de él en la misma proporción-. En el fondo en el fondo... sobre todo para poner al rojo vivo algunas cosas que como dije (y enumeré al principio) son las que me interesan, cosas que considero fenómenos ejemplares de la conducta intelectual y del llamado "hombre reflexivo", en especial en el contexto actual del mundo; esto es: dando prioridad a mi filosofía política. Filosofía que permite y requiere al mismo tiempo de la elaboración de una sociología de ese espécimen particular cuya figura ha llegado a ser tan paradigmática como para caracterizar la apariencia cada vez más desnuda, desprovista y decadente de esta sociedad que de civilizada, humana, superior o elevada, igualitaria, culturalizada, más justa, más cómoda, etc., etc., etc., en sentido estricto, entiendo que no tiene nada.

Precisamente es en el más antiguo de los dos posts de Kantor mencionados donde sostuvo, criticando la falta de neutralidad que sin duda es tautológicamente inseparable de las imposiciones políticas (en concreto las que devienen de dos de sus modelos más destacados: liberalismo clásico -y remozado- y marxismo -clásico y remozado-, es decir, etiquetando a su mejor conveniencia (y reduciendo a sus oponentes a sus expresiones más endebles o más abstractas; siendo que hay posiciones como las criticadas que se defienden con tanta o más teoría que la que él emplea y no sólo por causas político-emocionales, y que no deberían ser tan simplemente despachadas):
"Si hay un trade-off entre eficiencia y equidad, el proceso de maximización sometida a este dilema nos da invariablemente resultados mixtos, que dejan igualmente insatisfechos a quienes proponen el desmantelamiento del Estado o la dictadura del proletariado" (la negrita es mía, CS).
Y debió de considerar así haber despachado de esa forma todos los problemas (o no habría apuntado a esa entrada del 24-2-2008 en una del 10-1-2010; lo que entendemos como una posición de principios). Parece poca cosa, pero intentaré hacerle honor a la importancia que el propio Kantor estoy convencido atribuye a sus afirmaciones.

¿Pero quién le podría hacer entender que llega a esa conclusión taxativa a partir del supuesto de que la realidad que tiene ante sí es precisamente inamovible, que la sociedad tal como se le presenta, al menos en los países desarrollados de Occidente entre los cuales forma, si bien con cierta dificultad, España... tiene un valor por sí misma y que sólo puede rendirle tributo a sus "necesidades" retroalimentándolas desde la teoría para que siga siendo como es, o para que se conserve igual a sí misma. Sin embargo, parece lógico (y lo parece desde la perspectiva histórica) que esto acabe llevando a Kantor hacia la frustración, al menos relativa, y lo sitúe precisamente, de momento al menos, donde él mismo se sitúa, es decir, en el terreno de los "resultados mixtos" y no en los otros dos, más radicales y utópicos según él mismo (y sólo lo segundo según yo sostengo), pero que no son sino otras dos de las opciones del intelectual contemporáneo. Es decir, en el terreno de la claudicación, por supuesto bien edulcorada.

En el mismo texto señala peyorativamente, aunque apuntando lejos del problema (porque lo incluiría a él con sólo cruzar los términos y luego sustituirlos los imaginarios que los abarcan):
"Los adictos a las emociones políticas están obligados a desacreditar la frialdad de las estadísticas y la melancolía a la que nos condena constatar que la materia (y más aún la naturaleza humana) se oponen a nuestras construcciones utópicas."
Una retórica aceptable, pero desconcertante, falsificadora, al servicio del engaño, mera cortina de humo de aquellos que gobiernan de manera "mixta" y produciendo "resultados" de esa índole y que pueden continuar haciéndolo... arropados por la "frialdad de las estadísticas" cuyos objetivos se fijan desde la propia convicción imaginaria de que esto es lo que hay inevitablemente, es decir, porque de algún modo ha sido necesario en un sentido teleológico... y hasta predeterminado...

Como mínimo, y seguramente con su aceptación, la sentencia de Kantor sólo se puede comprender como una loa al pragmatismo, de lo que se sentirá satisfecho (vive de ello y lo vive con placer intelectual si cabe). Pero con ese pragmatismo, Kantor se sitúa al margen por completo de las realidades concretas que no pueden sino ser ocasionales: la realidad histórica que si no se hubieran producido en su curso actos debidos a "las emociones políticas" no habría nacido ni el capitalismo en general ni el burocrático en particular del que se nutren hoy sus "frías estadísticas", ni su estatus académico y/o profesional, ni su pragmatismo... ¡La materia!, vaya, ¡vaya arrogancia que de hecho ignora de un plumazo el sistemático rol decisivo de la imaginación humana... volviendo a refugiarse en un naturalismo subrepticio... pero inevitablemente imaginario! Imaginación que sin duda no nació de "la economía" sino de la "política", y si nos remontamos a la etapa prepolítica que la precedió (ésa de los cazadores-recolectores), y para decirlo con el término con el que Nietzsche básicamente consiguiera decirlo casi todo: de "la fatiga", de "la fatiga" de la que decía que somos descendientes. Kantor, en fin, se contradice al defender esa ocasionalidad concreta que él llama "resultados mixtos" al mismo tiempo que los considera, de hecho al menos, como absolutos y necesarios. Claro, a fin de cuentas, tendrá que sacar del saco de la vieja metafísica, el famoso "libre albedrío" sensato o sabio de unos contra el de los otros, por descontado errados, el de sus diversos oponentes...

Su posterior parrafada a favor de la elección y aplicación de una u otra violencia para salir del paso se queda por tanto en nada, o, en otras palabras, en una mera declaración sin más objeto que el de justificar... la violencia del Estado ya que cualquier otra sería de hecho y de derecho "utópica" -una implícita declaración con la que podría sentirme próximo... si olvidara que las mencionadas connotaciones de Kantor son interesadas, todas vinculadas a su "ser social" si se me permite una simplificación que sin embargo apunta al corazón del problema...-, utópica y consecuentemente "equivocada", además de "peligrosa" (y no creo equivocarme al leer su pensamiento de este modo). Kantor, en el mejor de los casos, no propone nada, y es que no le hace falta hacerlo: él está instalado en el "sistema" y detrás suyo hay quien a su criterio lo defiende (¡cómo no lo va a hacer el Estado "mixto" -y las empresas interrelacionadas- cuyos miembros, representantes o gestores son los que empujan en dirección a la profundización de esos "resultados mixtos", y lo hacen políticamente y con violencia obvia, y por el mero objetivo de conservar el poder que detentan, es decir, lo hacen en dirección al totalitarismo y a una composición de esos "resultados" en favor del que podemos llamar aquí capitalismo centralizado.

En la visión más ingenua que pueda tenerse de una postura semejante a la que exhibe Kantor con notable suficiencia (ingenua pero no condescendiente) los hechos aparecen como meros parámetros de las ecuaciones pragmáticas. Kantor se pregunta: ¿"está"?, sí/no, y si "está", entonces que integre "las estadísticas".

No es la primera vez que las evidencias, que si no todos sus contendientes intelectuales al menos nosotros no ponemos en duda de que son tales, acaban siendo usadas como demostraciones de lo eterno. Como evidencias, hoy se reconoce que se trata de emergencias, de resultados producidos en el curso de la historia, y sin embargo, una vez vigentes, parecerían alcanzar un estatus de eternos; un estatus que, inexplicablemente, apriorísticamente, ¿mágicamente?, se habrían salido lisa y llanamente de la Historia, de la Realidad, del Universo Material al que se le rinden tributos retóricos mientras se ponen los pies en la peor de las metafísicas, la de los dogmas.
"El mercado tiene preguntas cuantitativas. Y por tanto exige respuestas cuantitativas. Los intermediarios financieros tienen que decidir a qué precio comprar o vender un activo, y pretenden utilizar estrategias de trading con el mejor ratio riesgo/beneficio posible. Las empresas tienen que tomar decisiones de inversión sobre el ciclo macroeconómico: cuando y cuanto invertir. Las agencias de calificación tienen que adscribir cada activo de renta fija a un segmento con riesgo de impago homogéneo", sigue diciendo Kantor.
Pero ésta no es desde ya la única narración posible (y sin duda cada una tiene su explicación sociológica, o... sólo podremos tener un diálogo de besugos). El mercado no tiene "preguntas" económicas, sólo los individuos que juegan en el mercado en tanto el mundo se les presenta como tal y en él deben buscar salidas a su supervivencia compleja (esto es, no sólo ni directamente "comer", etc.) se hacen preguntas, y estas son en el fondo... "metafísicas": ¿tendré trabajo mañana?, ¿viviré hasta la jubilación?, ¿cumplirán su promesa los políticos?, ¿cuáles me engañarán menos?, ¿qué será de mí y de mi familia?, ¿debo tener hijos o no tenerlos?, ¿debo o no abortar?, ¿encontrará la Ciencia una cura para mi enfermedad?...

Incluso si se trata de aquellos que ejercen como gestores de empresas (que es quienes "parece" que "hacen uso efectivo"de los instrumentos "cuantitativos" que los teóricos les ofrecen como "necesarios" para dirimir las cuestiones a las que deben dedicarse: determinar precios, evaluar riesgos, tomar decisiones estratégicas o tácticas de negocios como comprar, vender, aumentar stocks, reducirlos, mejorar costes y productividad en los sistemas que producen... aunque no puedan demostrar que sean productivos, etc.), ¡es claro que esos "métodos" y "sistemas" les resultan "necesarios"!, aunque... NO para encontrar soluciones globalmente efectivas como creen y pretenden hacernos creer a todos, no, en fin, en beneficio de la Humanidad y ni siquiera en beneficio de Occidente, sino para mantener en buen grado su propia legitimidad, es decir, para afianzar sus puestos de gestores especializados e "ilustrados" (su racionalismo) y mejorar su posición social individual, incluso a costa de la propia rentabilidad de sus empresas si se tercia. Y no digamos a costa del propio país o del pueblo... a uno u otro plazo, come il faut.

Y por eso, por lo mismo, porque esos individuos altamente remunerados y las organizaciones que consideran que los "necesitan" (en cierto modo bajo acción de su chantaje) son SU mercado, esos "métodos" se producen y se "depuran", se "justifican" y se aplican en los momentos de calma, se "reformulan" desesperadamente y se "justifican" en los de "crisis". Algo que, ¡hasta con relación a "la materia"!, ha hecho siempre el cientificismo, como ya puse al desnudo en mi octava entrada sobre el particular mediante la narración realista de los sucesos concretos tal como la realizara Mario Biagioli sobre Galileo en el marco del absolutismo ilustrado; una de esas narraciones puras y duras que más que cualquier otra cosa "se oponen a nuestras construcciones utópicas" y la tergiversación retrospectiva, tanto de los que prefieren imaginar un pasado puro que de pureza a sus modelos y teorías presentes como a quienes pretenden que lo dado nace de una determinismo que niega de palabra a Dios pero lo presupone, aunque más no sea bajo una forma panteísta e íntima que se cuidan muy bien de reconocer. Así, sin duda es cierto (siempre que se vaya a la realidad concreta y no se den por absolutos e inamovibles los términos que se usan), que "El mercado rechaza las escuelas no-cuantitativas de economía porque no responden a lo que el mercado pregunta", es decir, aclarando que "el mercado" es, como hemos dicho, un marco definido por los individuos que lo gestionan (y que todos aceptan hasta para salirse marginalmente del mismo, como es el caso del mercado negro) y reconociendo que sus "preguntas" constituyen demandas equivalentes a las de los supersticiosos de toda la vida que, cuando sufren una enfermedad, y más si es incurable, acuden en busca de respuesta y solución a un curandero o a un brujo.

En un comentario al pie de su post del 10 enero de este año, Kantor no obstante reconoce que "Todos los modelos sobre inflación son MUY AD HOC. En general ignoran el proceso real que convierte las decisiones del banco central en cambios en la cantidad de dinero bancario, y las decisiones de gasto/ahorro en cambios en los índices de precios. Y todos ignoran los efectos sobre los precios relativos, que necesiamente hay, porque el dinero nuevo entra en el sistema económico por un punto: el sistema financiero" y a continuación incluye los "modelos" por los que se inclina él mismo, "Todos (...) MUY AD HOC". Lo que no lo amilana para considerarlos útiles y necesarios... aunque referenciando esa utilidad y esa necesidad a "cosas" que, repito, se tratan como "absolutas" y que, ya por esto sólo, sólo pueden operar como "supranaturales".

¡Ah; sin duda, el intelectual es un especimen fascinante!

En el post, Kantor acaba diciendo algo que sin duda ocurre de manera generalizada, aunque ocasionalmente, no absoluta como él la trata de hecho, por lo que yo la calificaría de tendencial:
"...me temo que en vez de decir que las crisis reestablecen la soberanía del consumidor, deberíamos decir que lo que hacen es reestablecer la soberanía del ahorrador y del inversor, que son quienes durante el auge renuncian al consumo, y que son quienes cuando las pérdidas impactan sobre sus libros de balance, comienzan la liquidación de inversiones fallidas".
Pero esto no explica, porque no puede explicarse desde la economía y sus leyes, es qué empuja en esa dirección que se pueda considerar un absoluto cuando en realidad es un subproducto del sometimiento general de los individuos a un esquema social instituido que, justamente por serlo, da lugar a violaciones constantes de la racionalidad, llevando al "mercado" a "las crisis", violaciones que ninguna medida de "política económica" o de "decisión empresarial" pueden cambiar (otra cosa es que se produzcan coincidencias que se atribuyen después a lo que más convenga o contra lo que más interese arrojar piedras) y que no tienen nada de la famosa "mano invisible" sino, en todo caso, de la "mano negra" de la supervivencia sin escrúpulos, que de económica y de mercado no tiene estrictamente nada... salvo que hoy pasa por tal imaginariamente (cuando en otros contextos lo deba ser desde otro ángulo).

En medio del "caos" se apela a las viejas fórmulas, al instinto o a la intuición (al olfato del zorro viejo -como se dice-, por ejemplo), etc., mientras los agentes burocráticos en cada marco específico actúan según sus propias estrategias que son mucho más de poder en sí (posición, dominio, lazos o vínculos interburocráticos, etc.), o sea, de la Política, que de "rentabilidad" o "productividad" que, para colmo, se amoldan igualmente a la evolución necesaria (políticamente necesaria en sentido amplio) de lo imaginario. Yo diría que de lograrse algún resultado de estos, y siempre en los marcos de la imaginaria definición circunstancial de los mismos, eso se produce no porque se busque de verdad -aunque se justifique retóricamente- sino por casualidad.

En cualquier caso, la propia búsqueda de razones en el terreno de la "economía" y sus "leyes" ya es sospechosa de un interés que no tienen mucho más que ver en realidad que con la profesionalización en un mundo que la ha creado y encumbrado como necesaria. Hasta que lo ha convertido en una realidad, sin duda, pero no en el sentido en que ello lleve a "buenos fines" sino, primero, a consolidarse a sí misma, autocatalíticamente como se dice, y, después, tendencialmente, a acabar colapsando, falta por entero de respuestas y llena por entero de... "melancolía", esa que Kantor atribuye a los "utópicos", o, en su defecto, vaciada de todo contenido y al servicio del Gran Dictador. De nuevo, pues, en el horizonte, frustración o claudicación (cuando no suicidio, exilio, cárcel, guillotina...).

En fin, aquí lo dejo de momento, y que cada uno haga de su capa un sayo... algo que como bien dice Kantor (en otro de sus contracomentarios al pie) puede dar lugar a pérdidas de beneficios. De todos modos, apuesto 99 contra 1 a que habrá muy poca posibilidad de diálogo. Tal vez ni siquiera haya ruido de sables...

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