domingo, 14 de octubre de 2007

El multifacético y ambivalente papel de los subproductos de la reflexión

Me preguntaron el otro día, después de exponer mi visión de la moral, si mi postura era "relativista", lo que me hizo responder que yo no aceptaba el todo vale propio de sus defensores y que para mí era una falsa postura, hipócrita en un extremo, ya que no podía nunca ir más allá del escamoteo oportunista de las valoraciones o los juicios; juicios y valoraciones que según mi buen entender son inseparables de toda reflexión humana. Con todas las dudas que pudieran estar presentes al mismo tiempo.

Lo que quiero decir es en definitiva que todo juicio de valor es parte inseparable de la conducta innata del ser humano siendo la parte variable la específica asignación concreta del bien y del mal, de lo bueno y de lo malo. Los juicios de valor tienen así, según yo lo veo, una genérica razón instintiva de ser, aunque toman forma específica cada vez, en el entorno de proximidad que representa el contexto en el que se crece (particularmente hasta la adolescencia), En esto me apoyo enteramente en Rich Harris y en su demostración del peso que el grupo tiene en la formación del individuo.

Claro que no siempre aflora a la conciencia tal y como el individuo lo siente. A veces es escamoteado por razones ideológicas, otras por razones psíquicas, e incluso por razones maquiavélicas, y el discurso se tiñe de hipocresía o de temor. Y es que el juicio es tan necesario para la estabilidad del pensante como el engaño o el secreto e inclusive el autoengaño.

La moral, el gusto, el sentido de la justicia, etc., están determinados como el resto de los subproductos de la reflexión por el proceso evolutivo y responden básicamente a ello, siendo por lo tanto imperfectos desde un punto de vista lógico (la lógica que constantemente nos hace pensar que el hombre lo habría hecho mucho mejor de lo que lo debió hacer Dios o la naturaleza a la que nos cuesta ver como algo que se desarrolla sin programa previo; es decir, la mecánica de la omnipotencia.) Insisto en este punto sobre el cual creo que la evidencia me avala: todos los resultados del proceso evolutivo se escapan de los marcos de lo indispensable, de lo preciso, de lo estrictamente necesario y hasta de lo positivo para su propia marcha. Y, también, cada uno adquiere una especie de vida propia que lo hace conservador en sí mismo y decidido a permanecer por encima, llegado el caso, de la base material que lo justifica o le dio origen.

Sin duda, para mí al menos, la moral considerada en abstracto como la capacidad electiva de optar por el bien o por el mal no es básicamente tal hasta que no se llena de contenido a través de otras mediaciones. Es demasiado fácil despachar el problema diciendo que se trata de un producto humano que se separa o siempre estuvo separado de la naturaleza animal precedente (y coetánea.) La idea de que lo bueno y lo malo es inseparable del beneficio humano (el "no matarás" se refiere al prójimo y no a los animales que nos sirven de alimento) es correcta, pero no sólo porque esas tendencias innatas y propias de todos los seres vivos que alcanzaron un cierto grado de desarrollo neurológico son rellenadas con esos contenidos por el ser humano que es capaz de conceptualizarlos claramente. Es más, cuando se va un poco más allá de la genérica contraposición de bien y mal y a cada término se le pone nombre y apellido (libertad individual vs justicia social, creyentes vs herejes, etc.) se descubre con toda claridad que las restricciones a los impulsos negativos se condicionan según el criterio previamente adoptado por el grupo en el que nos debemos mantener so pena de ser marginados o incluso expulsados.

De ahí que los contenidos concretos del bien y de mal sean tan diversos y hasta se contrapongan. La base de estas operaciones está en el hecho de que cada grupo sea para sí mismo la verdadera humanidad (y unos defiendan la moral legitimada por el Corán y otros por la Biblia, ambos subdivididos como las reflejan sus diversas subinterpretaciones, o por alguna de las escuelas del Budismo, otros por las del Liberalismo o las del Marxismo, y así sucesivamente. Aunque lo mismo suceda tanto con la "Teoría de la Relatividad" como con "El Tratado contra el Método" y como toda otra narración nacida del intelecto.)

A lo sumo se puede adoptar una postura que podemos llamar "científica", abierta a la evidencia y dispuesta a aplicar las capacidades reflexivas con el máximo de desprejuicio y la máxima disposición para aceptar una "verdad" cada vez más económica (para lo cual habrá que ser "lo más sano posible" o "lo menos temeroso posible", para decirlo en términos psicológicos, lo que creo inevitable.) Esa postura "científica" se hace factible y comienza a desarrollarse en estrecho paralelismo sin duda con la visión de una humanidad única y global, pero que también es mitológica, imaginaria, proyectada desde un determinado punto de vista ideológico, y no puede evitar deslizarse una y otra vez hacia la defensa de un punto de vista conservador, resistente, propio de un grupo que se siente amenazado de uno u otro modo.

De ahí que también crea un error contraponer la Razón a los fenómenos imaginarios y mucho menos atribuirle propiedades salvadoras contra fanatismos y sistemas opresivos de unos hombres (en sentido estricto pocos) sobre otros (normalmente muchos), más allá de que las formas revistan la apariencia de mayorías (aliadas o cautivas) contra minorías (que suelen ser meros chivos expiatorios.)

Precisamente, si algo explica que unas u otras en unos u otros lugares y tiempos se convirtieran en la "ideología más influyente" que fuera capaz de fijar en el inconsciente colectivo determinados contenidos morales a las tendencias generales a aceptar el bien a justificar el mal, o sea a fijar una moral más o menos concreta y una predisposición psicológica social más o menos concreta, y unos gustos y unas modas... eso sucedió MEDIANTE el triunfo de unos hombres sobre otros, lo que sólo puede ser atribuido a la superioridad de su grupo para organizar la sociedad según sus intereses y sus visiones asociadas, incluyendo su capacidad para dar forma a un MITO capaz de aglutinar a las masas a su alrededor (y siempre con la promesa incluida de obtener un buen botín para todos, un botín que no es sino la forma sucesiva de la carne del festín que prometía la depredación de animales muertos y posteriormente la muta de caza.)

Sin duda, Razón y Experiencia, han ido siempre al auxilio de los mitos y de las ideologías preexistentes, y ha sostenido a todas las diversas escuelas filosóficas y orientaciones de la ciencia. Esas ideologías y los intereses materiales que las determinan, así como esa psicología y los miedos personales que los fundan, conforman el enfoque previo al proceso de deducción. Y la experiencia propiamente dicha, al menos en primera instancia, orienta hacia explicaciones míticas. En la vida cotidiana, los "signos" que nos devuelve la experiencia son precisamente los que nos hacen pensar que "debe haber un Dios", "que existe el diablo", que "tenemos mala o buena suerte", que "estamos predestinados", que debemos comportarnos según los parámetros de la moral dada, etc. Es un automatismo al que ni el más entrenado racionalista puede escapar. La idea del castigo (poco más que un acto reflejo), el sentimiento de culpabilidad, la sensación de extrañeza, la dificultad para abarcar el mundo y los impulsos que nos mueven a hacerlo... son todas manifestaciones que nos llevan a la construcción de mitos.

La filosofía y la ciencia se han apoyado siempre en la razón y la experiencia, pero siempre también a partir de un previo punto de vista sobre el mundo y sobre el hombre. No existe ni ha existido ninguna filosofía ni teoría científica que no haya necesitado fundarse en un apriorismo. Ni por supuesto lo que yo mismo digo aquí y ahora está libre de redundar en esa mecánica, incluso cuando me pregunte por qué es así y me de una respuesta, incluso cuando de una explicación de la ley que según entiendo está detrás de esa mecánica.

Y es que la razón y la experiencia (procesada por el cerebro) no son garantía alguna de objetividad ni son inmutables ni tienen otro poder que el que se deriva de su posicionamiento como mito aglutinante de un movimiento real. En esto, dicho sea de paso, acertó Feyerabend de pleno, aunque lo dijera de un modo poco sólido y relativista (también por las mencionadas razones ideológicas previas y psíquicas propias de la que nadie está exento.) Lo demuestra con una claridad difícilmente rebatible al considerar como ejemplo a la brujería:

A pesar de todos los argumentos (señala P.F. tras citar a un historiador llamado H. Trevor-Roper que estudió el fenómeno) en contra suya (...) No podían haber sido efectivos porque la ciencia de las escuelas estaba "empíricamente confirmada" (sólo que Feyerabend extrae de estos hechos la conclusión de que hay que actuar por esos medios impositivos que ya aplicaron según él Lenin o Mao, como si se tratara de una decisión voluntaria libre de condicionamientos, "mental", y además realizadora de sus contenidos propagandísticos. O sea, conclusiones impresionantemente falsas y peligrosas de las que recomiendo huir en todos los sentidos.) ("Contra el método", Ariel, nota 27-C, pág. 154; los paréntesis son todos míos y las comillas corresponden a una cita del libro que Feyerabend menciona. Por cierto, recomiendo la lectura de toda la nota que no tiene desperdicio tanto a efectos de recoger el grano como de separar la paja.)

Por eso creo que es falso que exista una filosofía nacida de la irracionalidad, o que las mismas son un impostura. La razón, como atributo inseparable del hombre, es en el fondo la que convoca a la irracionalidad misma y la sublima, y a fin de cuentas la hace caer en una contradicción interna. No puede sostenerse un discurso que arranque con la pretensión de ser irracional ya que cae en lo contrario de inmediato, como le sucede a "Contra el método" y su proyecto de "metodología dadaísta".

Y, de la misma forma y por las mismas razones, creo que es una mera impostura que se derrumba a trozos la defensa de la relatividad moral que se apoya en la existencia imaginaria de una humanidad unívoca poseedora de un programa superior.

Sin embargo, hoy podemos estudiar la historia de las ideas y extraer de la abundancia de datos existentes la evidencia de la repetibilidad de esa ley, de aceptar qué significa y qué alcance tiene el progreso al respecto. De ser cada vez más objetivos. Cierto, pero no decisivo.

Este enfoque, basado en definitiva en la simple y archimanida idea de que el ser humano es tan sólo un resultado más, el más complejo sin duda, del proceso evolutivo tal y como lo he descrito en varias ocasiones y que tan sólo creo llevar hasta las últimas consecuencias, me lleva a concluir con la idea de que los problemas del bien y del mal así como los de la razón y la sinrazón se dirimen, se dirimieron y se seguirán dirimiendo en el terreno histórico, a través de quienes consigan una victoria real. En este sentido, los poseedores de buenos sentimientos y de buenas ideas (que inevitablemente, si son honestos y consecuentes, seguirán defendiendo a capa y espada por imperativo genético), no garantizan ni garantizarán nunca el futuro y sus concepciones, en todo caso, seguirán regresando como ideas renovadas en la mente de los que vengan a continuación, incluso si tienen que salir de las tinieblas en las que un grupo triunfante los meta a todos como pasó en la Edad Media para dar luego paso al Renacimiento.

Lo cierto es que los grupos que, muy genéricamente hablando, forman parte de eso que se llama "civilización occidental", no aceptarán a renunciar a su avanzada ni a los sueños que su materialidad promete.

Y también lo cierto es que ningún ser humano soportará ser paciente hasta más allá de ciertos límites.

2 comentarios:

Germánico dijo...

Hola Carlos,

Un profundo análisis. Lo que comentas sobre el bien y el mal en función del grupo creo que tiene un fiel reflejo en el mundo musulmán de hoy y sus relaciones con el resto de las culturas y civilizaciones. ¿Son malos los musulmanes?...esa visión maniquea, que se la he visto mantener a gente por otro lado muy sensata, no ayuda a enfocar el problema (tampoco, todo sea dicho, el relativismo que con tanto acierto denuncias, que viene a equiparar todas las culturas).

Me parece también muy interesante el enfoque histórico. Me recuerda al que tiene Gould con la evolución, su "contingencia". He visto esta idea maravillosamente expresada en su "Vida Maravillosa". Creo que este autor, que combina un enfoque biológico con otro histórico, te gustará en conjunto, aunque le pongas unos cuantos peros.

Un saludo.

Carlos Suchowolski dijo...

Muchas graciaa, Germánico. Es muy gratificante encontrar eco en lo que sostenemos (supongo que en parte esa es nuestra motivación involuntaria o innata, como se diga; el "alimento de la mente", vamos.) Sigamos esta línea de desarrollo de nuestras ideas y de la de varios con los que tenemos por lo visto bastantes puntos en común, pero especialmente el interés por evitar los dogmas, por escuchar aunque no haya un encaje perfecto con nuestras propias conceptualizaciones, por no levantar nuevos mitos, por rechazar el poder propio (y obviamente combatir el ajeno).
De esta convicción nacen ideas fructíferas y libres, eso pienso.
Un abrazo,
Carlos.